La búsqueda V.II: En la cabaña Día 3.2

Continúa el día del esclavo Álex, que deberá pagar por desafiar a su ama esa misma mañana.

“Colócalo todo en su sitio y prepara la comida, me muero de hambre”. “Sí ama”. Ya sin la máscara podía respirar mejor, el trayecto le había dejado casi sin aliento y con las rodillas machadas, sin contar con los azotes y fustazos que Afrodita le había propinado para cambiar su ritmo, su dirección o simplemente porque sí. Al abrir la nevera vio que estaba casi vacía así que salió a la despensa a por provisiones y cual fue su sorpresa al encontrar solamente dos latas de comida y seis cervezas. Tendría que avisar a Afrodita del imprevisto. Entró con la escueta comida y con mucho esmero la preparó, la sirvió, la llevó a la mesa y avisó a su ama que estaba tranquilamente descansando en su cuarto. “Permiso para entrar ama”. Asintió. “Ya está la comida lista”. Ella le clavó los ojos, haciendo que se diese cuenta de su falta. “Ya está la comida lista ama”. Ni le dirigió la palabra, la falta estaba ya cometida y no se podía borrar. Y él lo sabía. Al llegar al comedor ella desplazó la silla. “Tú serás mi asiento perro, es tu primera parte del castigo por desafiarme esta mañana”. “Sí ama”. Y se colocó a cuatro patas en su sitio. Ella se sentó, no sin antes darle un par de azotes que resonaron por toda la casa. Tras los momentos de pasión empezaba a inundarle el enfado. “Quiero que quede claro”. Decía mientras saboreaba aquella comida enlatada. “No quiero que vuelvas a cuestionar mis métodos”. Las tripas de él sonaban, el esfuerzo de la mañana había sido titánico. “Si yo digo que descanses, descansas, si no quiero llevarte al límite de tus fuerzas, no lo haré. Recuerda siempre quien manda y quien es el esclavo”. “Sí ama”. Le flaqueaban los brazos, estaba realmente extenuado. A pesar de haber sido siempre muy deportista, los últimos meses tras la ruptura con Paula se había ido dejando y ahora le pasaba factura. Raquel se dio cuenta, pero no se inmutó por los problemas de su esclavo para no caer. “Por cierto, menuda mierda de comida me has preparado ¿Acaso tu ama solo se merece comida enlatada?” “Lo siento mi ama, no había nada más en la despensa, estas son las últimas latas de comida y las últimas cervezas”. Se excusó. Los brazos le temblaban sin control, pero estoicamente se mantenía en su posición. Afrodita quería alargar un poco más el suplicio. “¿Y cuando esperabas decírmelo cerdo? ¿En la cena cuando ya no hubiese nada que hacer? Dime, qué es lo que hubiésemos hecho ¿Te crees que tu rabo es tan nutritivo como para alimentarme?”. Aquella gratuita referencia a su polla hizo que esta se volviese a endurecer. “No mi señora, fallo mío ama”. “Por supuesto que es un fallo tuyo, animal de granja, es tu trabajo. Esta tarde irás al pueblo, andando, a por suministros para los días restantes. Y restituye las bebidas también y la comida enlatada, me gusta tener la casa siempre preparada”. Había terminado ya de comer y se levantó, fue a lavarse los dientes. Álex no se movió, no había recibido la orden y aunque estaba extenuado, agradeció no sentir el peso de Afrodita sobre su espalda. Miró hacia abajo y pudo ver que tenía una erección completa. Se impresionó de lo que le ponía aquella mujer. Tras increíbles descargas aquella mañana su cuerpo quería más, no lo entendía pero estaba contento más que en toda su vida. Afrodita se demoraba, ya habían pasado quince minutos, tiempo más que de sobra para lavarse los dientes. ¿Habría decidido castigarlo sin comer? ¿Dejarle en aquella humillante posición aun más tiempo? Todo podía ser, todo le aumentaba la excitación que sentía…

Por fin, tras media hora escuchó unos pasos bajando las escaleras. Eran unos pies que inconfundiblemente llevaban tacones. “Levántate perro, puedes comer ya. Y ponte esto, no sea que te empiece a doler la polla de tenerla siempre colgando”. Levantó la vista y la visión le dejó paralizado. Afrodita llevaba su pelo rizado suelto, hondeando con sus movimientos. Completamente vestida de negro, con un corsé que alzaba más todavía sus pechos, dejando a la vista el ombligo y parte de su vientre plano. Un culot realzaba su figura y para rematar, medias de rejilla y los tacones de unos diez centímetros. “¿No me has oído? ¡Levántate perro!”. Y acompañó la orden haciendo restallar el látigo contra el aire con toda la violencia de la que fue capaz. Alejandro se levantó como un resorte, y ella le lanzó la prenda que llevaba en la otra mano. Era un slip negro, de cuero, muy ajustado, pensado para aumentar su suplicio. Se lo puso y metió su pene erecto como bien pudo y se sentó para comer. Se había quedado fría la comida pero le daba igual. Afrodita se sentó a su lado, haciéndole caricias con el látigo. “Esta tarde mientras descanso bajarás al pueblo como hemos dicho, tienes la ropa preparada en mi cama”. “Sí mi ama”. Seguía engullendo la comida, no era consciente del hambre que tenía. “ME da igual lo que compres, pero no te gastes más de 150 euros ¿Entendido?”. “Por supuesto señora”. Ella pasó el mango del látigo por su cara y mientras se metía otra cucharada en la boca le agarró con fuerza el miembro atrapado en aquellos ridículos slips. “Y recuerda, nada de correrse, eso vas a tener que ganártelo”. Y sin más distracciones, dejó que acabara de comer y se tumbó en el sofá, con las manos entrecruzadas con el látigo, amenazante, sexy, poderosa.

Pero qué hija de puta , pensó Álex. La “ropa” que debía llevar consistía en un short de cuero casi tan ajustado como el slip que llevaba, una camiseta de rejilla también muy ajustada, una cazadora de cuero negro, sin cremallera y unas deportivas blancas. Iba a llamar muchísimo la atención. Prefirió no pensarlo mucho y se vistió. A pesar de que no estaba acostumbrado a llevar esa ropa, se sintió a gusto tras dos días y medio de completa desnudez. Se miró en el espejo de cuerpo entero y lo que vio le gustó a su manera. Un chico joven, con el pelo alborotado tras un día de mucho trajín, los ojos algo cansados pero felices y con una erección que solo era disimulada por el color negro de su pantalón. Si alguien se fijaba un poco… Agitó la cabeza para quitarse esos pensamientos y cogió las bolsas de tela que había al lado de su ropa, así como la mochila donde guardó las llaves y el dinero que le había dejado Afrodita en la cómoda de la habitación. Bajó las escaleras y cuando se disponía a salir por la puerta, una Afrodita medio adormilada le llamó. Se acercó a ella “aquí estoy mi ama”. Sin mediar palabra ella le dio dos fuertes cachetes SPLAS SPLAS , uno en cada nalga. “Para que te vayas calentito por el camino”. “Muchas gracias ama”. Y salió por la puerta dejando a su ama en un reparador descanso.

Andar por aquel lugar sin sentir las piedras en los pies, sin notar el polvo entre sus dedos era muy gratificante, hacía que compensase llevar aquella camiseta que dejaba ver su torso entero y aquellos pantalones que apretaban su rabo. Se iba acercando al pueblo y la erección no se bajaba. Afrodita no le había indicado dónde estaba el súper , así que no tenía más remedio que preguntar a alguien, pero la pregunta era ¿A quién? LA gente se apartaba de su camino, algunos le señalaban y se reían sin pudor. Intentó abstraerse pero notó cómo la cara se le ponía roja de vergüenza. Empezó a deambular sin rumbo por el pueblo, sin atreverse a acercarse a nadie con aquel atuendo. Tras varios minutos en los que se impacientó, una voz llamó su atención. “Perdona ¿te puedo ayudar?”. Se dio la vuelta y vio a una chica de unos 20 años que parecía no reparar en lo ridículo de su atuendo. “Muchas gracias, estaba buscando un supermercado”. “Estás de suerte, yo iba hacia allí ahora mismo. Mi nombre es Leticia por cierto”. “Yo soy Álex, encantado y muchas gracias”. Fueron charlando todo el camino, pero la gente les señalaba o les rehuía, haciendo imposible que se olvidase de su humillante aspecto. Aquel castigo estaba siendo peor de lo esperado, mucho peor que cualquier azote o fustazo que hubiera recibido hasta el momento. Los segundos se le hacían eternos aunque algo más llevaderos gracias a la conversación de su nueva acompañante. Cuando salieron de comprar ella le comentó “¿Por qué no te tomas algo? Conozco un sitio discreto, allí no vana  juzgarte”. Primera mención a su aspecto. “Lo siento Leticia, no puedo”. “No te preocupes, supongo que eres un invitado de Raquel ¿cierto? Yo te excuso ante ella”. ¿Cómo? Esa chica parecía conocer a su ama y eso activó un resorte en su interior. Quería conocer más de ella, más allá de su faceta dominante que le había traído hasta aquellas montañas perdidas. Aceptó con algunas dudas, pero a fin de cuentas aceptó. Llegaron a un bar, debido a la hora todavía no había mucha gente y el dueño conocía Leticia. Le miró lascivamente de arriba abajo, pero no hizo ninguna pregunta y les dejó entrar a una terraza interior, sacó dos cervezas, un cenicero y se marchó. “¿Fumas?” EL aceptó un cigarrillo, din mediar palabra todavía. “Vale, veo que eres tímido, empiezo yo: Conozco a Raquel desde que tengo uso de razón y se de sus gustos, digamos que peculiares en cuanto al sexo. Ella era mi niñera cuando yo era más pequeña. Ahora somos muy buenas amigas…”. Así transcurrió una larga hora hasta que él se despidió, Raquel podría estar preocupada. “Ha sido un placer conocerte, espero que cuando acabe tu adiestramiento podamos estar en contacto”. Le guiñó un ojo y se fue. Álex emprendió el camino de vuelta. La polla pugnaba por salir de sus shorts tras aquel encuentro…

“¿Dónde estabas?” “Lo siento ama, me entretuve, conocí una chica…”SPLAS, ni terminar pudo la frase, un guantazo casi le tumba en el suelo. “A ver gusano, a mis pies, dime ¿A quién has conocido que sea tan importante como para dejarme tirada más de una hora?”. ¿Eran celos aquello que escuchaba? Se arrastro a sus pies y ella clavó con furia su tacón en su costado. “Contesta”. Contó su historia, ella no movió su pie pero aligeró la presión a lo largo de la historia. “Así que has conocido a la pequeña Leti ¿Eh? Eso es genial, pero no tenías permiso”. “Lo siento mi ama”. “Contra la pared” . Se levantó raudo y corrió hasta la pared más cercana. “Quítatelo todo, menos el pantalón”. De nuevo obedeció y se colocó con las manos pegadas a la pared y las piernas separadas, como sabía que a ella le gustaba. SSSSSSH SPLAS, un latigazo restalló en su espalda, eso iba a dejar marca… “Uno, gracias ama”SSSSSSH SPLAS , este fue todavía más fuerte. “Dos, gracias ama” . Se acercó a él, le giró la cabeza y le morreó. Con brusquedad le volvió a dejar mirando a la pared y SSSSSSH SPLAS SPLAS SPLAS SPLAS.“Tres, cuatro, cinco, seis, gracias ama”. “Date la vuelta y tráeme la fusta”.“Ahora mirándome a mí” . SPLAS“Siete, gracias ama”. “Pero qué te has creído cerdo, nuevo instrumento se empieza a contar desde el principio”. Le clavó el tacón en el pecho “Perdón ama”.SPLAS“Uno, gracias ama”.SPLAS“Dos, gracias ama”.SPLAS“Tres, gracias ama”.SPLAS“Cuatro, gracias ama”.SPLAS“Cinco, gracias ama”.SPLAS“Seis, gracias ama”. El torso ya estaba completamente enrojecido. “Quítate esos ridículos calzones”. Por fin, la polla liberada. SPLAS, el primero en el tronco “U…uno, gracias ama”.SPLAS“Dos, gracias ama” . Volvía a estar en su límite, necesitaba sexo y lo necesitaba ya, pero Afrodita parecía tener otros planes de momento para su polla. SPLAS“Tres, gracias ama” . El pene le subía y bajaba, ya con vida propia, completamente incontrolable, quería tocárselo, hacerse una paja. Casi como una respuesta a sus plegarias Afrodita ordenó: “Date la vuelta y comienza a pajearte cerdo” . No se lo tuvo que repetir dos veces, agarró su nabo con las dos manos y comenzó a subir y bajar, subir y bajar… SPLAS, fustazo en el culo “Uno, gracias ama” . Necesitaba correrse y ella no se lo permitía. SPLAS,“Dos, gracias ama”. Notó como ella se acercaba por detrás, la fusta rozándole la espalda, pasando por cada una de sus magulladuras, haciendo que escociese. Pasó su brazo por su costado y le agarró de las pelotas. Él seguía con su paja sin saber cuánto más podría aguantar antes de correrse. Apretó, y las primeras gotas de líquido comenzaron a salir. “De rodillas”. “¡ Cómeme el coño vamos!” . Afrodita se había quitado el tanga así que no se demoró ni lo más mínimo. SPLAS“¿Te he dicho yo que dejes de masturbarte gusano?”.SPLAS SPLAS SPLAS . Nunca dejaba de sorprenderle su maestría con el uso de la fusta, esa puntería para golpearle donde ya había sido castigado, aumentando su suplicio. “Vamos, quiero ver como tu cara queda empapada”. Seguía fustigándole de vez en cuando, mientras el esclavo se esmeraba en un buen cunnilingus. Estaba exhausto, pero necesitaba correrse, necesitaba esos azotes en la espalda, la necesitaba a ella. Le agarró de los pelos y se lo llevó a su butaca, abriéndose de piernas, disfrutando del sexo oral, cerrando los ojos, rozando el cielo, aumentando el infierno de su esclavo. “Métemela, métemela ya”. Él se levantó y soltó su pene, ella le cedió su sitio y se sentó a horcajadas sobre él, empalándose de un solo golpe, usando de lubricante su líquido preseminal y sus más que abundantes flujos. “¿TE gusta esto eh cerdo? Era lo que querías ¿no?”. “Sí ama” . Ambos jadeaban, él casi no tenía fuerzas para contestar, no tenía fuerzas para seguir aguantando y ella lo sabía. “Córrete”. Con ese susurro abrió las compuertas que atenazaban su corrida y por tercera vez ese día descargó un gran torrente de semen con un gran grito de alivio. Ella se quedó sobre él, acariciándole, besándole, abrazada. Cuando por fin se levantó ordenó : “A la ducha, que apestas”. Pero él no lo oyó. Estaba rendido, no podía más. Estaban siendo unos días mágicos pero físicamente muy exigentes. Pensó en despertarle de un fustazo, pero prefirió que descansase. El pobre nunca había vivido nada así. Ordenó la compra que él había hecho y se fue a duchar.

“Así que has conocido a Leti ¿eh?”. Ya en la cama, tras una tarde de descanso y una buena ducha, estaban ambos en la cama, desnudos, rozándose en todo momento. Rendidos al cansancio, más él que ella. “Así es ama, fue la única que me quiso ayudar en todo el pueblo”. “¿Y qué te ha parecido?” . “Una buena chica mi ama”. “Me refiero a sexualmente ¿Te ha gustado?”. No parecía haber celos en su voz, solo curiosidad. Aquello le desconcertaba, si hubiese otro esclavo de Raquel cerca, estaría muerto de celos. “Es muy guapa, pero para mí es muy niña ama. No debe tener más de 20 años”. “19 para ser exactos. Bueno es saberlo, ahora a dormir, el castigo de la noche lo eliminamos, has sido un buen esclavo hoy”. Él ya iba a replicar, pero una dura mirada le disuadió y cerró los ojos. Ni siquiera fue consciente de que Raquel se apoyó sobre él para dormir.

Espero que les haya gustado. Muchas gracias por vuestras lecturas y cualquier duda, comentario o sugerencia, estoy a vuesta disposición en sagire697@gmail.com. Se agradecen los comentarios y las valoraciones.