La busqueda más placentera

Siempre había tenido esas fantasías, hacerlo con un transexual me exitaba demasiado, hasta que decidí lanzarme...

No suele ser normal que una persona tenga pensamientos como los que me asaltaban a mi constantemente. Mi vida era normal, demasiado normal y me consideraba una persona cordial y de trato correcto. Nunca pensé ser diferente en lo más mínimo al resto de la gente en cuanto a mi sexualidad, pero esos pensamientos me acompañaron desde muy pronto en mi vida. Me veía en una cama de hotel barato besando apasionadamente a mujeres no demasiado bellas que poseían una gran pene, objeto que por otra parte colmaba totalmente mis fantasías sexuales al acariciarlo y besarlo…. Pero demonios, si yo soy heterosexual!!. Tenia una novia bellísima que es la envidia de todo el barrio y no me podía quejar en cuanto a mi actividad sexual, pues era múltiple y muy variada. Y sin embargo seguía teniendo vívidas fantasías con travestis en los momentos en que me abandonaba al placer en la intimidad. Esos pensamientos fueron haciéndose cada día más intensos, así que un día me armé de valor y ataque mi problema de manera directa.

No es que mi intención fuera hacermelo con una transexual para desahogarme, eso ni de lejos. Lo que en el fondo pretendía era obtener respuestas a lo que podría suceder. ¿Y si me gustaba?, ¿y si sucediera que me quedara prendado del tacto de una buena verga en mi mano o de su sabor en la boca?, y si llegado el momento era capaz de mantener una experiencia sexual completa estaba seguro de que toda mi vida se desmoronaría por completo. Si algún lector ha pasado por lo mismo sabrá a lo que me refiero, pues esa sensación va haciéndose cada vez mayor hasta que un día, por algún determinado casual, estallas sin poder dominarte.

El dia de mi explosión tomé el dinero de algunos ahorros y me aventuré a desvelar los secretos más ocultos de mi ser, ante todo quería descubrir todos los aspectos de mi personalidad y, porque no decirlo, cumplir mi fantasía más repetida. En mi coche llegué hasta una frecuentada zona donde las prostitutas y los travestis se agolpaban locamente en busca de clientes. Era bastante tarde, las once de la noche más o menos, y delante de mí había una fila de coches bastante respetable, lo que me permitía ver tranquilamente las chicas disponibles ante de lanzarme al ruedo (que conste que nunca había estado allí ni había contratado los servicios de un travesti, así que imaginaos los nervios y la tensión que vivía). En ese preciso instante la vi, era una mujer morena (rondaría la cuarentena) y muy bella, tato que estuve un rato preguntándome si de verdad sería un travesti. Ella debió de sentir algo porque enseguida me miró y se acercó a la ventanilla de mi coche. Era un travesti, estaba claro, pero con una mirada tan sutil y una feminidad tan apabullante que podría pasar por una mujer en cualquier lugar (supongo que fue por eso por lo que decidí hablar con ella). Su voz era también tremendamente sensual, aunque bastante grave, y durante un momento no supe que decirle.

-¿Tu eres nuevo por aquí verdad? – la pregunta me cogió desprevenido y no supe que contestar. –Suelo reconocer a la gente que viene, no suele variar demasiado, ¿sabes?.

-Bueno, es la primera vez que vengo, eso es verdad. Me preguntaba… - y ahí mi mundo comenzó su autodestrucción. No hacía falta seguir mirándola, ni siquiera era necesario poseerla por completo. Ya en ese momento supe que estaría con ella toda la noche y que al dia siguiente… bueno, entonces tocaría reflexionar.

-No cobro demasiado a los chicos tan guapos como tu. No soy de esas que se venden por drogas… a mi me encanta el sexo. – Y lo dijo con tanta serenidad y sensualidad que me derretí allí mismo – Seguro que contigo tendría… ya sabes… una velada inolvidable.

No fue necesario seguir hablando. Montó en mi coche y nos dirigimos a un hotel de su elección. Me costaba conducir sin poder mirarle los pies (eran los de una modelo sin duda) y su pecho (dos inmensas tetas que luchaban por salir del pequeño traje que vestía). En el coche le conté mi situación (quería ser bastante claro por si llegado el momento me echaba para atrás, aunque a esas alturas ni me lo pensaba) y ella rió durante un rato.

-Vas a ser muy feliz esta noche cariño. Te lo garantizo.

El desvencijado hotel no era de película, pero bastaba y al entrar en la habitación ella no dejó que encendiéramos las luces. Comenzó a besarme apasionadamente mientras yo respondía con mis mejores metidas de mano. Le sobé el culo totalmente, guardando sus proporciones y medidas en mi mente, y comencé a quitarle el traje. La oscuridad no me permitía ver nada, así que dejé que ella llevara la voz cantante. Me quitó los pantalones y zapatos, después la camisa, y finalmente me dejó completamente desnudo. Entonces encendió una de las pequeñas luces de la mesa de noche junto a la cama. Me miró y comenzó a regalarme las mejores caricias que nunca habían recorrido mi cuerpo. Las maravillosas sensaciones se agolpaban en toda mi piel y dejé que me explorara. No tardó en usar su lengua para eso y fue entonces cuando me declaré su esclavo sumiso. Su sonrisa me expresó que iba a tomarme la palabra, pero antes comenzó a hacerme una mamada bestial. Besaba mi poya de arriba abajo para después mamarla sin pausa. –Me encanta follarte la boca!- gritaba yo desesperado mientras ella gemía de placer.

-Esta poya tan gorda necesita ayuda para entrar…- dijo mientras sacaba un pequeño bote de su bolso.-pero antes jugaremos un poco- Puso un ápice de crema en su canalillo y me obsequió con una paja rusa. Nunca lo había hecho con una tia que tuviera las tetas tan grandes así que imaginaos como volaba. Me corrí con los ojos en blanco sin poder soportar más y ella lamió toda mi leche, tanto la que quedaba en mi pene como la que había en sus tetas, lo cual hizo que flipara nuevamente mientras otra erección venía en camino.

Fue entonces cuando sacó su pene de la braguita. Era minusculo a pesar de que su erección era palpable, lo que hizo que sudara de emoción por poder besarlo. Lo hice apasionadamente mientras ella gemía como una loca. Era la primera vez que mamaba una poya, pero que me parta un rayo si ella no estaba disfrutando como una posesa. Estuve un largo rato saboreando su pequeño aparato cuando me cogió y me dio la vuelta.-Quiero ver tu culito- dijo con una sonrisa. Yo me mordí los labios y se lo puse delante de la cara, si lo quería lo tendría pues yo esa noche no era más que su esclavo. Me besó las nalgas y pasó al agujerito rápidamente. Yo no paraba de gozar. Era increíble que fuera tan placentero… y en eso andaba pensando cuando un dolor terrible me subió por la espalda. Pasó rápido y de repente se convirtió en algo indescriptible. Me corrí sin quererlo nuevamente y manché las sábanas mientras ella gritaba y me ensartaba con su pequeña poya. Pequeña pero demasiado juguetona. Se corrió dentro mientras yo sentía sus tetas contra mi espalda y se quedó allí un buen rato. Yo ya no podía moverme, estaba literalmente destrozado y, sere sincero, avergonzado conmigo mismo. Eso no era parte de mis fantasías. Nunca había supuesto que me gustaría tanto la pasividad ante un travesti, así que me arrepentía una y otra vez cuando ella comenzó a trabajar de nuevo llevándome nuevamente al placer más extremo. Creo que esa noche tuve como seis orgasmos, dos en su interior y otros tres en su boca. Solo diré que me quedé profundamente dormido y al levantarme recordé que no le había pagado nada. Y no me arrepentí, porque las sensaciones vividas esa noche habían sido, verdaderamente, impagables.

Después de ese día me considero bisexual. No soy gay, ni me atraen los hombres, pero podría comerme todas los penes transexuales que me pusieran por delante… y repito… no me arrepiento.