La busqueda
Los problemas de fertilidad se arreglan en familia.
La búsqueda
Nora era una mujer casada con Alfredo, un hombre joven que tenía una familia muy numerosa. Ellos se habían casado hacia siete años y no tenían hijos todavía, problemas físicos de él parecían ser la causa de este problema. Nora deseaba ese hijo con pasiòn y en los últimos tiempos estaba bastante deprimida por esta causa.
Alfredo era el mayor de cuatro hermanos varones, tenía 32 años y conservaba un cuerpo todavía cuidado, herencia de su padre Adolfo un señor de gran porte para sus 59 años. En su juventud había practicado esgrima en forma profesional y todavía se prendía en alguna práctica que le ayudaba a mantener su buena forma.
El matrimonio tenía un buen pasar porque ambos trabajaban y además recibían la ayuda de don Adolfo y su familia; pero desde algún tiempo Adolfo, insistía con su hijo para tener un descendiente y su hijo trataba el tema con evasivas que no conformaban a su padre.
Adolfo estaba preocupado por su nieto porque el resto de sus hijos solo le había dada nietas y él no quería que su apellido quedara trunco, para él estaban pasando los años y su deseo se estaba convirtiendo en una obsesión. Sabía que sus otros hijos podrían tener más nietos para él, pero no quería abrumarlos porque todos tenían una buena cantidad.
Es por eso que decidió hablar con su nuera para saber el motivo por el cual no tenían hijos. Una mañana fue hasta el departamento de su hijo sabiendo que este estaba trabajando para poder hablar con Nora. Ella lo recibió sorprendida y aceptó hablar con él. Después de evitar decirle el verdadero motivo, la mujer no pudo más y le confesó el problema a su suegro, los últimos estudios hechos a la pareja demostraban que Alfredo no podía fecundarla.
Ella rompió a llorar pidiendo disculpas a don Adolfo y este la abrazó para consolarla. La mujer estaba deprimida y su suegro la contuvo para que ella no se sintiera culpable. Él la dejó y prometió ayudarla para poder superar ese mal momento.
Don Adolfo preocupado por la situación buscó acercarse a su hijo Alfredo y le propuso un acercamiento sincero, le reveló intimidades de su relación con su madre y de esta manera su hijo entendió que debía confiar en su padre y le dijo lo que pasaba con su mujer y los problemas de fertilidad que él tenía, que según sus médicos podían solucionarse con un tratamiento que hacía un tiempo estaba haciendo. Su padre lo apoyó y le pidió que siguiera insistiendo.
Pero don Adolfo no se conformaba con aquella situación y se propuso arreglar las cosas a su manera. Además su nuera era una mujer muy interesante como para no tomar partida.
Nora tenía 27 años muy bien conservados, era una morocha de pelo negro con una estatura de modelo, su pequeña y redondeada cintura hacían lucir más sus desarrollados senos; estos eran grandes y rellenos, el talle 110, era la atención de los hombres y don Adolfo lo había notado desde el día que su hijo la había presentado a la familia. Esos pechos habían estado en la fantasía de Adolfo porque de todas sus nueras eran los más provocativos; además la mujer de Adolfo, Hilda, no tenía demasiado busto y hacía años que esa mujer no excitaba a Adolfo. Nora se ocupaba de cuidar su físico concurriendo a un gimnasio regularmente y por esto conservaba una cola muy trabajada que no era nada despreciable, cuando se calzaba algún pantalón de gimnasia de lycra ajustado su cola parecía explotar, a punto de marcarle la vagina y la ralla de su culo de forma tan clara que su marido ya le había reprochado que no se vista así.
Adolfo tenía el deseo de su nieto varón y su nuera Nora era una mujer que tenía todo para dárselo, llegó a pensar en proponerle a su hijo realizar una fecundación a su mujer por una vía no natural, pero tenía miedo del rechazo de la pareja y pronto descartó la idea.
Buscar otro hombre para Nora con el consentimiento de la pareja podría ser la solución. Para esto convocó a su hijo y le propuso el plan, pero su hijo lo descartó y se enfureció, no estaba dispuesto a entregar a su hermosa mujer a otro hombre. Desde aquél momento, Alfredo se enojó con su padre y la relación entre ambos se volvió tensa y de rivalidad al punto de casi romper el dialogo.
La siguiente ocasión que se encontraron fue en una reunión familiar donde la pareja fue a la casa de don Adolfo para pedirle a este una recomposición de la relación, su hijo la había explicado a Nora la propuesta de su padre y ella aunque la había rechazado, fantaseaba con la posibilidad de otro hombre, debido a que desde que sabían que él no podía fecundarla, no tenían buenas relaciones sexuales por los problemas psíquicos de Alfredo y eso estaba desgastando la pareja.
Después de conversar adultamente y arreglar las diferencias, don Adolfo propuso un brindis que los tres aceptaron gustosos; Alfredo estaba contento y comenzó a besar a su esposa delante de su padre, ella se sentía incomoda porque su suegro la miraba por encima de los hombros de su marido a espaldas de este y sentía un fuerte deseo por su suegro, ahí estaba don Adolfo con su mirada devoradora dominándola y haciendo que ella besara a su marido y pensara en él.
La situación duró unos segundos hasta que Nora se desprendió de su marido por la vergüenza que sentía al ver a su suegro. Alfredo, que era el que más había tomado, abrazó también a su padre quedando de espaldas a su esposa sin saber que entre su esposa y su padre había una mirada cómplice a espaldas de él que estaba marcando su destino.
Don Adolfo tomó a su hijo entre sus brazos y lo llevó hasta un sillón y lo recostó. Alfredo estaba mareado y hablaba sin saber lo que decía: su borrachera lo había desmayado. Nora avergonzada, ayudó a su suegro. La situación era tensa pero entre ellos había complicidad y morbo. La mujer se sentía observada, estaba muy llamativa para la vista de Adolfo.
Esa noche llevaba puesto una fina camiseta blanca que delineaban de forma exagerada sus pechos, tenía un corpiño que no podía contener tanta carne, Adolfo la miraba con deseo y soñaba con gozar de esa hermosura que lo hacía vibrar como en su juventud. Su fina silueta lucía aun más con esa pollera de lycra negra ajustada que tenía esa noche y las botas negras le daban un toque sensual que a don Adolfo lo enloquecieron.
Él le ofreció otra copa y ella aceptó, le propuso pasar a su privado para poder hablar del problema de la pareja y ella, aunque con reticencias, aceptó. Alfredo dormía y ella no quería hablar de esto entre los tres, pero como su marido descansaba se prestó a hablar con su suegro.
En el privado, su suegro le dijo que la solución a su problema era que ella tendría que estar con otro hombre. Ella se enfureció y quiso dar por terminada la charla, pero el no la dejó, la tomó por la cintura con un brazo y la sujetó junto a él, Nora sintió por primera vez que el cuerpo le temblaba y no hizo nada para despegarse, don Adolfo con la otra mano le quitó el pelo de su rostro mientras le decía lo hermosa que era; ella enrojeció y aceptó el fuerte beso que le estampó su suegro.
Así comenzó el juego mientras Alfredo dormía, la mujer se había entregado a los fuertes brazos de su suegro y le empezaba a gustar ese hombre mayor a ella que conservaba todo su ímpetu y gracia. Don Adolfo comenzó a tocarla por todo el cuerpo y sus manos no podían creer lo que estaba sintiendo, cuando por fin se detuvo en los pechos no pudo contenerse y tomó con su mano abierta a esa mole de carne que tanto había deseado, la mujer seguía con su camiseta pero pronto don Adolfo comenzó a sacársela rápidamente, para liberar las dos ubres y deleitarse con esa visión que tanto había anhelado.
En unos instantes, don Adolfo comenzó a chuparle esos dos pezones que estaban como dos rocas; ella ardía de deseo y comenzaba a exitarse, su suegro la estaba excitando y su vagina se había mojado. Él la fue desvistiendo suavemente, quitándole la ajustada pollera para quedar frente a don Adolfo con un conjunto negro muy fino y sus botas hasta la rodilla; ella sabía que él ardía y decidió ayudarlo, le quito el pantalón descubriendo debajo de él un boxer que no podía disimular su excitación; tenía la verga durísima, ella dejó de besarlo y se agacho para liberar el pene. La sorpresa fue muy grata para Nora, su suegro tenía una verga mucho más grande que la de su hijo, ella se propuso disfrutarla mientras su marido dormía en el otro cuarto.
Ella le chupaba ese mástil y él gozaba con esa visión; sus suaves lamidas eran un goce único para don Adolfo, que pronto devolvió la atención a su nuera y le chupó la vagina de una forma que su esposo nunca lo había hecho; la pareja estaba excitada y el momento de la penetración llegó. Él la estaba perforando con un mete y saca que a ella le había producido su primer orgasmo; ella gozaba de esa relación y poco le importaba su infidelidad con el padre de su esposo, porque este se había revelado ante ella como un experto amante; don Adolfo, aunque vibraba con esa mujer, no perdía su objetivo y pronto la inundó con su semen, fuertes descargas quedaron en la vagina de Nora y ella tuvo su segundo orgasmo.
Al poco tiempo, Nora quedó embarazada, su marido sospechó siempre de esto, pero su mujer y un médico amigo de don Adolfo lo ayudaron a convérsese de que él había podido embarazar a su mujer.