La Bruja de Matemáticas
Una bella de profesora de matemáticas promete cumplir los deseos de 8 alumnos si aprobaban un exámen, segura de que no lo harían... pero todos aprobaron.
Era un hecho, el examen de Díaz merecía aprobar. Las respuestas no eran las correctas, pero los procedimientos eran los adecuados, para su sorpresa, también él había estudiado. Sus propias palabras no dejaban de resonar en su mente "¡Haré lo que ustedes quieran... !".
De haber imaginado que por una vez en su vida todos los holgazanes del último año división "C" estudiarían para un examen no las habría pronunciado. Le habían rogado por una última oportunidad para aprobar la materia y ella accedió a tomarles una prueba de integración el último día de clases con las siguientes condiciones: Si alguno reprobaba todos lo harían. Fue entonces cuando Acevedo, con su acostumbrada insolencia hizo la pregunta fatídica: "¿Y si aprobamos todos?". "¡Haré lo que ustedes quieran... !" contestó con soberbia, esa soberbia que hoy tendría que tragarse. Realmente estaba de malhumor, la habían derrotado en su propio terreno y sin contemplaciones.
De pronto, mientras preparaba su desayuno, una ola de calor recorrió su cuerpo. ¿Qué la obligarían a hacer?. ¡No serían capaces de... !, miró hacia abajo, su cuerpo estaba desnudo debajo del "salto de cama". Lentamente desanudó la prenda y la abrió dejándolo al descubierto. ¡Sí eran capaces! ¡Le pedirían que se quite la ropa! ¡Y ella había dado su palabra!. Recorrió su cuerpo con la mirada, siempre había estado orgullosa de él, y ahora, a pesar de sus treinta años, nunca había estado mejor. Sus largas y estilizadas piernas la ayudaban a alcanzar sus 1,77 metros de altura, las horas de gimnasio habían hecho maravillas, estaban mejores que hace diez años. Su pancita era bien plana, con los abdominales que apenas se adivinaban debajo de la tersa piel, y estaba adornada por hermoso ombligo vertical que siempre se le había antojado demasiado erótico. Sus grandes, puntiagudos y firmes pechos seguían desafiando la gravedad haciendo que sus sensibles pezones, pequeños y rosados, apuntaran ligeramente hacia arriba, igual que cuando ella misma era una colegiala. Y su brevísima cintura no hacía otra cosa que hacer imposible de disimular la parte de su cuerpo que más orgullo le producía: Ese culo realmente perfecto, en forma de corazón invertido, redondeado, firme, una obra de arte. Esos degenerados realmente le darían un festín a sus ojos. Seguramente le pedirían eso, y ella no podía faltar a su palabra. Se preguntaba si tendría el valor para hacerlo.
Tomó su desayuno mientras pensaba en que, si se lo pedían realmente, estaba en la obligación de hacerlo y se imaginaba a sí misma parada completamente desnuda al frente de la clase, mientras los chicos la devoraban con la mirada. Cuando terminó de lavar la vajilla, otra ráfaga de calor la recorrió. No se contentarían con eso, probablemente la harían pasear entre las filas de asientos, meneando su culo para disfrutar de cerca de toda su piel, de su olor, de sus movimientos. Dejó caer el salto de cama y comenzó a caminar sensualmente por la casa, buscando su reflejo en cada vidrio, en cada espejo. El piso de las aulas estaría desierto, las clases habían terminado, sólo en la planta baja había un grupo de personas cumpliendo tareas administrativas. Con certeza la harían pasear desnuda por los pasillos vacíos, subir y bajar las escaleras, todos lugares que antes había recorrido con gesto altivo... Sentía que hacía más calor que cuando se había despertado a corregir los exámenes, ¿O tal vez era ella?. Llegó a su habitación y se detuvo frente al gran espejo que tenía uno de sus muebles. ¿Y si la obligaban a posar en posiciones obscenas?. Acercó una silla y comenzó a posar mientras se miraba en el espejo, siempre había disfrutado de las fotos que sus "amigos virtuales" le enviaban a su casilla de correo electrónico y ahora se encontraba ella misma reproduciendo las más atrevidas. Seguramente le pedirían que se pellizque los pezones así... o que abra su sexo así... o que separe sus nalgas así... o que acaricie su clítoris así... En ese momento se dio cuenta de que estaba a punto de correrse y decidió que su fantasía había llegado demasiado lejos. De ninguna manera se atreverían a tanto.
Se dirigió al baño y abrió la ducha, esperó a que el agua tomara la temperatura adecuada y se deslizó dentro de la bañadera. Sus pensamientos comenzaron a flotar nuevamente, relajada por el agua caliente. Una vez desnuda lo lógico sería que quisieran tocarla. Sus propias manos enjabonadas recorrían su cuerpo sensualmente. Serían muchos pares de manos acariciándola, masajeándola, pellizcándola, hasta que alguno (¿Sería Frola, con sus ojos celestes clavados en los suyos, el primero?) deslizaría su mano hasta su entrepierna y la acariciaría de la forma más íntima posible y la frotaría y la penetraría con sus dedos... Sintió nuevamente esa corriente que subía desde su vulva y anticipaba el orgasmo, abrió sus ojos y vio su propia mano hundida en su sexo. Nuevamente se reprochó por dejar que su imaginación la dominara y reprimiendo su corrida, se apuró a terminar su baño. Íntimamente estaba convenciéndose de que el desarrollo de los acontecimientos sería inevitable, es más, los estaba esperando.
Llegó a su habitación y se recostó en la cama, su imaginación otra vez tomó el control de su mente. Ellos ya estarían más confiados, seguros de que ella no diría que no a nada, de que estaba demasiado caliente para ofrecer resistencia. Aprovecharían para vengarse de ella, para castigarla por haber sido tan mala niña durante todo el año. Sabía que Gordon, detrás de su apariencia tímida, era un sádico pervertido. La haría inclinarse sobre el escritorio y le daría nalgadas hasta dejarle su colita de color rosa, tal vez use la larga regla de madera del pizarrón. Ella se lo merecía, lo había humillado tantas veces aprovechándose de su timidez, esta vez la humillada hasta la sumisión sería ella... El sonido de su propia mano impactando con fuerza contra su cola la sacó de la ensoñación. ¿Qué le estaba ocurriendo? Nunca había tenido fantasías masoquistas, tal vez esta experiencia le serviría para conocerse a sí misma como realmente es, para dejar de engañarse. Se estiró y abriendo el cajón de su mesa de luz y tomó el vibrador que su último novio le había regalado y que nunca se había atrevido a usar. ¿Quién se animaría a penetrarla? Muchas veces había oído a la pasada a los profesores de gimnasia comentar con evidente admiración el impresionante tamaño de la verga de Carbone (¡Lo que daría por poder espiar algún día las duchas de los muchachos!). Seguramente sería él el primero en penetrarla. Deslizó sin ninguna resistencia el vibrador hasta el fondo de su sexo y comenzó a bombear cada vez con más violencia. Se imaginaba la enorme polla entrando y saliendo de ella mientras los compañeros del violador la sujetaban sobre el escritorio. Otra vez el orgasmo era inminente... Acevedo pediría que la den vuelta y le abrieran las nalgas, apoyaría su glande contra el diminuto agujerito de su culo y comenzaría a presionar más y más. Sentía como su culo iba cediendo a la presión y el vibrador se abría paso, lubricado por sus propios jugos. Siguió empujándolo cada vez más adentro suyo, el orgasmo ya estaba a punto de romper como una ola gigante cuando, debido al entusiasmo, se le escapó totalmente dentro y su agujerito se cerró detrás del intruso. Su orgasmo se vio nuevamente interrumpido. Estuvo un rato largo tratando de quitárselo sin éxito, hasta que vio el reloj. ¡Por Dios! ¡Era tardísimo! ¡Tendría que ocuparse de eso luego!.
Se sentó nuevamente frente al espejo, con la extraña e inquietante sensación del vibrador muy dentro suyo. Cada pequeño movimiento que efectuaba se reproducía dentro suyo. Decidió que el día de hoy dejaría su pelo rubio suelto, por primera vez en años, y usaría un poco de maquillaje y sus labios los pintaría de rojo. Su pensamiento comenzó a flotar nuevamente. ¿Y si la obligaban a mamárselas a todos?. ¡No podría! ¡Eran ocho!. Se los imaginó a todos parados en fila y ella recorriendo la fila de rodillas deteniéndose frente a cada uno para mamarles deliciosamente la polla. No tardarían mucho en correrse, ¡Eran tan jóvenes! ¡Y sus descargas serían enormes! Ella bebería toda su leche sin dejar escapar una gota, se lo exigirían. Se vio a sí misma relamiéndose con su pancita hinchada de semen. Se estremeció y apareció ante ella su propia imagen con dos dedos dentro de su boca. ¡Ya basta! Se dijo, ¡Ahora sí que es tarde!. Decidió que se daría otra oportunidad de quitarse el vibrador de su culito. Se puso en cuclillas y mojando sus dedos se introdujo uno en el culo intentando acomodar el vibrador para expulsarlo. Un rato después eran tres los dedos dentro de su culo y otros dos en su coño, en vez de preocuparse estaba cada vez más caliente, y el vibrador seguía firme dentro de ella. Hasta que sucedió algo inesperado... El vibrador se encendió a su máxima potencia. Un gemido, casi un aullido, escapó de sus labios. Un mundo de nuevas sensaciones se apoderó de ella. Segundos después el postergado orgasmo la alcanzó como un rayo, ella se sacudía en el piso involuntariamente totalmente fuera de sí. Cuando pudo recuperarse vio nuevamente el reloj, ¡Ya debía estar en el colegio!. Dedicó unos momentos más al vibrador, pero no sólo no pudo quitárselo, sino que ni siquiera logró apagarlo. Estaba sumamente incómoda, pero ya no podía demorarse más. A toda velocidad se puso unas braguitas de encaje, una blusa blanca sobre sus pechos desnudos (¿Se notaban mucho sus pezones o era su imaginación?) y una falda escocesa muy corta, no había tiempo para medias. Se calzó sus zapatos de tacones y partió hacia el carro. Caminar era una tarea titánica, el vibrador la estaba volviendo loca. Salió de su garage raudamente hacia el colegio.
El vibrador seguía excitándola, por más que intentaba concentrarse en el tránsito la sensación estaba apoderándose de ella nuevamente. Tomó conciencia de su atuendo, si los chicos tenían alguna duda de aprovecharse de su promesa su apariencia la despejaría de inmediato. No le darían tiempo a nada, se abalanzarían sobre ella y la penetrarían inmediatamente... de a tres, uno en su coñito, otro en su culo (¡Dios, se encontraría con el vibrador!) y otro en su boca. Y tomarían turnos para follarla durante horas sin cesar, no podría evitar el correrse muchas veces, la llamarían puta, calentona, guarra y de muchas otras maneras. La corriente comenzó nuevamente, ¡No podía correrse en el medio de la avenida! Giró violentamente a la izquierda hacia una calle menos transitada, casi estrellándose contra un carro azul en el proceso. Detuvo el auto a un lado y tuvo el tiempo justo para meter su mano dentro sus bragas y penetrar su coño con cuatro dedos antes de correrse violentamente en medio de espasmos descontrolados. Cuando se recuperó miró por la ventanilla y vio al atónito dueño del carro azul contemplándola, seguramente se había acercado para insultarla y se había encontrado con su show erótico. Muerta de vergüenza arrancó a toda velocidad y dobló en la esquina, por suerte el semáforo cambió a rojo detrás de ella.
Llegó al colegio, momentos antes de bajarse del auto se había quitado las bragas, estaban demasiado mojadas. Podía sentir su propio olor a hembra en celo, era inocultable, pero decidió presentarse así ante los muchachos, así ya no podrían evitar sus impulsos, los necesitaba para satisfacer su deseo animal. Cuando cruzó por la puerta del aula caminando, tratando de disimular la incomodidad del vibrador, escuchó un murmullo de sorpresa y admiración. Trató de guardar la compostura, pero su voz sonaba agitada, quebrada, sensual. Cuando les informó que todos habían aprobado la algarabía fue general, ¡Después de todo lo que les importaba era aprobar la materia!. ¡Había sido una tonta!. Pero cuando se aprestaba a retirarse, sucedió lo que había esperado, Acevedo se puso de pie y le preguntó "¿No se olvida de algo profesora?". Sentía que estaba a punto de desmayarse, no podía creer que todo se convertiría en realidad. Con un hilo de voz les preguntó "¿Qué quieren que haga?", estaba totalmente resignada, sus manos ya recorrían el trayecto al primer botón de su blusa. Acevedo, decidido, contestó "¡Nos tiene que llevar a todos a comer hamburguesas!". No daba crédito a sus oídos, quedó petrificada por unos momentos. Pereyra preguntó: "¿No tiene dinero? ¡Nosotros la invitamos!". Esas palabras la sacaron del sopor y la enternecieron, ¡Después de todo aún eran unos niños!.
Pasaron todos un día muy agradable y se integró a ellos como una más del grupo. Todos prometieron que la visitarían en el colegio en cuanto pudieran. Sólo una cosa perturbaba su pensamiento mientras se divertía con ellos ¡¿Cuándo se agotarían las baterías del vibrador?!.