La bruja de Johanston

Comenzó a enjabonar mi vientre y lentamente subió hasta comenzar a estrujar mis senos mientras sus asquerosos labios besaban mi cuello y su miembro seguía embistiéndome, restregándose entre mis nalgas y a veces en mi entrepierna.

La bruja de Johanston

Era el año de 1750, mi vida transcurría en un pueblo de Inglaterra llamado Johanston, un puerto no muy reconocido por las mercancías que llegasen, sino por las que eran robadas por los filibusteros que controlaban al pueblo entero.

Mi nombre era Maria Von Darguen, aunque las malas lenguas me apodaban vulgarmente "la bruja de Johanston", decían que le había lanzado una especie de hechizo a los hombres del pueblo para que así cayeran rendidos a mis pies.

La verdad es que mi persona era de buen ver para los caballeros, decían que bellezas como la mía eran difíciles de encontrar. En ese entonces me encontraba en la flor de la juventud, era extraño ver a una joven señorita con una melena oscura, larga y rizada, que contrastaba perfectamente con una piel blanca y brillosa como una perla. Mis ojos verdes claros resaltaban con la palidez blanquecina de mi rostro exquisito y delicado, mi figura resaltaba delicadamente con los vestidos ostentosos de aquellos tiempos.

En resumidas cuentas, la envidia que provocaba mi persona aumentaba aun mas entre las mujeres de Johanston debido a que los hombres del lugar luchaban día con día por ganarse mi aprecio, ya que tenia 19 años, la edad perfecta para que una señorita de sociedad contrajera matrimonio.

Sin embargo; entre los pretendientes solo había uno que me parecía apropiado, aunque era un hombre amable y honorable no inspiraba en mi un sentimiento de amor, sino de cariño. Mi nana decía que con el tiempo, después de casarnos, me enamoraría de él, su nombre era John Lacraft.

Sin embargo, había oído unos rumores en el pueblo acerca de un hombre bien parecido y un tanto exótico, quien había provocado la misma impresión que yo entre las mujeres del lugar. Su nombre era William Lafount, poseía una exótica atracción, años atrás había estado en países asiáticos, adoptando algunas de sus costumbres en su persona.

Cuando lo vi por primera vez me percate de una misteriosa aura que envolvía su ser, sus ojos oscuros escondían un sin fin de historias, un alma aventurera y misteriosa sin duda.

Su cabello era negro y rizado, caía hasta cubrir sus orejas, parecía haber desarrollado un cuerpo atlético y juvenil, aun y cuando era sabido que poseía más años de los que aparentaba. Parecía ser un caballero refinado, la gente murmuraba diciendo que había hecho fortuna y venia dispuesto a encontrar una esposa en el pueblo.

Aquello me ilusiono mucho, había llegado un hombre que era de mi interés, había quedado casi embrujada con el. Justo cuando me dirigía a saludarlo, mi nana me tomo del brazo y me prohibió terminantemente acercarme a el, no podía permitir que una niña de buena cuna se inmiscuyera con un charlatán, aquel hombre aparentaba lo que nunca había sido, llevaba tatuado en su nombre el titulo de ser pirata!

¡Un pirata!, aquello no lo desacreditaba, sino que lo hacia aun mas interesante, no iba a desistir, ahora mas que nunca me proponía conocerlo.

Una criada me informo que William se encontraría en la taberna "el Mariscal", un lugar repugnante, lleno de ladrones, rameras y por supuesto piratas.

No podía presentarme como la dama que soy, seria deshonroso, así que resolví disfrazarme con una identidad masculina, no llamativa, con algunos harapos aunque decente. Tuve que recoger mi grandiosa melena alrededor de mi cabeza para esconderla debajo de una peluca.

Aunque mi plan era peligroso y descabellado, estaba convencida de que una vez estando ahí, le revelaría mi identidad y las intenciones atrevidas que tenia, seguramente no le importaría, después de todo era un filibustero.

Se hizo de noche, me dirigí sin guardia alguna hacia la taberna, cuando entre me di cuenta de que nadie se había percatado de mi, mi disfraz había funcionado a la perfección.

Mire discretamente alrededor, William no estaba, tal vez la información había sido falsa. Me senté en la barra y fingiendo mi voz, pedí un Whisky al cantinero, el cual dudo en dármelo ya que me veía demasiado joven para aquel lugar. Finalmente me lo dio, se percato de que no sabía beber, ya que la alta concentración de alcohol en aquella bebida me había hecho toser.

Eso alerto a los hombres a mí alrededor, pero solo se reían por mi comportamiento. Rápidamente se olvidaron de mí y volvieron a sus asuntos.

De repente una de las puertas del lugar se abrió, de ella salio William con una mujer al lado, no podía esperar menos, era obvio que se tumbaría a unas cuantas rameras en su primera noche en el pueblo.

Se acercaron a una mesa donde había unos seis hombres, los cuales lo recibieron con risas y palmadas de aceptación. Uno que estaba a su lado, ya borracho, le pregunto cómo esperaba casarse con una mujer decente si seguía cogiendo con rameras.

De pronto, todos guardaron silencio, William parecía molesto. Como un rayo, saco un cuchillo y lo hundió en el estomago de aquel hombre, después cínicamente admitió que tenia razón y aventó hacia un lado la ramera que pendía de su brazo, mientras todos se reían estrepitosamente. Aquello me horrorizo a tal grado que desee salir de aquel lugar, pero mi deseo por hablar con el era un mayor que mi miedo.

De repente, alguien se acerco hacia mi, era aquella repugnante ramera que había despreciado William. Comenzó a coquetear conmigo, jugueteaba con mi pelo y decía que era muy apuesto, deseaba estar en la cama con un jovencito como yo.

De pronto escuche una voz que decía: - Ey tu muchacho, nadie la roba al "bucanero" lo que es de el.

Tres de los hombres que acompañaban a William se me acercaron, uno aventó a la ramera mientras que los otros dos me agarraron por la fuerza. Me sacaron de la taberna, y ya afuera me dieron un golpe que me sofocó y me hizo perder la consciencia.

Cuando desperté me encontraba atada en uno de los mástiles de un barco, a mí alrededor se encontraban 8 hombres burlándose de mí.

  • Miren nada mas, el pequeño granuja ya despertó, hay que darle su merecido, par que aprenda que nadie se mete con las pertenencias de nuestro capitán -.

Aquello me produjo un temor indescriptible, aquellos piratas saltaban a mi alrededor, uno de ellos se acerco y bajo mis pantalones, mientras que otro con una espada rasgó mi camisa.

De pronto, todos se quedaron callados, estaban sorprendidos, aquellas piernas no eran definitivamente de un joven, en mi pecho había una venda que cubría lo que seguramente supusieron eran los senos de una mujer.

  • Vaya, esto si que es una sorpresa, el jovencito resulto ser una señorita -.

Después me quitaron la peluca y reafirmaron su descubrimiento. Uno de ellos le aviso a su capitán. William estaba en la cubierta ahora, observando con asombro algo que no podía creer aun.

De pronto, ordeno que me soltaran y me llevasen al cuarto de baño para asiarme. Cuando llegamos a ese lugar, unas mujeres me cubrieron los ojos y la boca, me sumergieron en una especie de tina con agua calida, me desnudaron y al parecer me dejaron sola, pude percibir el rechinado de una puerta que se abría y cerraba.

De repente, aquella puerta se abrió de nuevo, alguien había entrado y no solo eso, se había introducido en el agua.

El miedo se apoderaba de mi, solo atinaba a cubrir mi pecho con mis manos, escuchaba el movimiento del agua, alguien se acercaba a mi, así que comencé a arrojar arañidos al aire con una de mis manos.

De repente, alguien tomo mi brazo fuertemente y me aprisiono, sus brazos eran fuertes y mis intentos por safarme fueron en vano. Sentí que estaba de espaldas a esa persona, horrorosamente me percate de que era un hombre y estaba desnudo, sentí entre mis nalgas un miembro que aquel maldito hombre restregaba vulgarmente en mi trasero.

  • ¿Te ayudo a asearte?- Dijo una voz masculina. Me sentí profundamente deshonrada, aquel hombre estaba profanando mi cuerpo, trataba de resistirme pero era en vano, mis lágrimas comenzaban a empapar la venda en mis ojos.

Comenzó a enjabonar mi vientre y lentamente subió hasta comenzar a estrujar mis senos mientras sus asquerosos labios besaban mi cuello y su miembro seguía embistiéndome, restregándose entre mis nalgas y a veces en mi entrepierna.

Aquello era insoportable, no podía perder mi dignidad de esa forma, así que en un acto de desesperación golpee su cabeza con la mía haciendo que se retirara, quite la venda de mis ojos y sin mirar atrás salí de la tina dirigiéndome a la puerta.

Sin embargo, aquel hombre tomo uno de mis pies haciendo que cayera estrepitosamente. Tomo mis manos, las puso contra el suelo y me dejo inmóvil trepándose encima de mi.

Cuando lo mire quede paralizada, aquel hombre era William, unas lagrimas salieron de mis ojos cuando sentí como su enorme miembro me había penetrado fuertemente. Comenzó a bombear cada vez mas rápido, sentía como su pene entraba y salía vertiginosamente, con cada embestida venia una ola de dolor inmenso.

Cuando sintió que se iba a venir, saco su miembro y derramo aquella sustancia blanca entre mis piernas.

Sin embargo, le sorprendió el ver que salía sangre por mi entrepierna, se había dado cuenta de que me había desvirgado.

Sin decir palabra alguna, se puso de pie y se vistió mientras yo permanecía tendida en el suelo, desnuda, indefensa, llorando por la pérdida de mi honor.

Escuche la puerta que se abría cuando de repente pronuncio unas palabras: - Lo siento -.

En seguida, entraron dos mujeres que me levantaron y me cubrieron con una manta. Después me dejaron abandonada en una calle del pueblo, era de noche, estaba totalmente desorientada.

De repente alguien se acerco a mi, era John Lacraft!, caí en sus brazos debido a mi debilidad, lo mire y derrame unas lagrimas de alegría antes de perder la consciencia.

Cuando desperté me encontraba en una habitación elegante, muy ostentosa, aunque desconocida para mí, pude darme cuenta de que no encontraba en mi hogar.

De pronto, se abrió la puerta, era John, me había encontrado en la calle hace tres días y desde entonces había estado recostada.

Se que te han deshonrado, no hace falta que me lo digas, pero tenemos que hacer pagar a ese maldito por lo que te hizo, necesito que me digas quien fue, ¿lo sabes?-

Gracias por tu hospitalidad y comprensión pero, lo único que deseo es olvidar lo sucedido-

Nuestra conversación llego a su fin, días después me reincorpore y me fui a mi casa.

En el pueblo surgían rumores de que había sido secuestrada y el señor John Lacraft me había rescatado, nada se comentaba acerca de mi desvirgamiento, probablemente nadie se había enterado gracias a John.

Los meses pasaron, me había repuesto de aquel horroroso accidente, había sabido que William y sus secuaces se habían marchado 2 meses atrás.

John seguía frecuentándome, era el único hombre que sabía mi desgracia, y aun así seguía mostrando su afecto hacia mí.

Maria, se que haz sufrido mucho y tal vez no te interese lo que te voy a proponer pero, necesito saber tu respuesta. Sabes que desde hace tiempo mis intenciones hacia ti han sido puras y llenas de afecto, amor para ser preciso. Si es que haz olvidado la afrenta y deseas retomar tu vida llena de amor y cariño, entonces te ruego aceptes mi propuesta de contraer nupcias conmigo. Quiero que sepas que para mi sigues siendo una mujer limpia, sin mancha, pues no tienes culpa alguna, y como tal ansió tomarte como mi honorable esposa-

Su proposición fue conmovedora, jamás podría encontrar mayor afecto y comprensión en un hombre, así que sin duda alguna acepte su propuesta.

Al día siguiente habría una fiesta de compromisos, era típico que se anunciaran en sociedad los diferentes compromisos que había en el pueblo.

Acompañada de John mi prometido, entramos al gran salón, fuimos recibidos calidamente, muchas damas me confesaron alegremente el alivio que sentían al saber que contraería por fin matrimonio, aun y cuando hubiese adquirido a la mejor propuesta de caballero.

De repente comenzaron a centrar laminada en la puerta principal, había llegado otro prospecto ansiado por muchas: ¡William Lafount!, quede horrorizada al verlo, me paralice cuando vi que fijaba su mirada en mí, sin poder resistir me desvanecí. Inmediatamente John corrió en mi auxilio y me llevo a una sala aparte.

-¿Fue el verdad?- pregunto John cuando desperté. Mi llanto confirmo su duda.

-No te preocupes, nos iremos y anunciaremos nuestro compromiso en otro lado-

-No, esta bien, ese hombre no puede herirme mas, sigamos adelante con la celebración-

Desde ese momento no me separe de John, cada vez que miraba de reojo William me lanzaba una mirada, aquello me ponía nerviosa pero logre controlarme.

De repente observe que se había acercado a las demás con las cuales había conversado.

Disculpen señoritas, he venido a buscar una dama muy refinada que le apodan "la bruja de Johanston", ¿alguna de ustedes podría decirme donde la puedo encontrar?-

Mi señor, ¿podríamos saber el motivo de su búsqueda?-

Me han informado que es una dama fina, de buen ver, una de las mas admiradas en el pueblo, así que he decidido venir a proponerle matrimonio-

Lo siento mucho mi señor, al parecer la mujer que usted busca ya se encuentra comprometida con el capitán John Lacraft, de hecho es aquella jovencita que pasea al lado de el-

De repente, John tomo la palabra, levanto una copa de vino, anuncio nuestro compromiso y brindamos los presentes, William incluido, quien no dejaba de mirarme.

-John, debo dejarte un momento, iré al tocador-

Cuando me dirigía hacia el lugar alguien cometo:

-Felicidades mi lady, ha escogido un buen hombre, permítame presentarme, mi nombre es…-

-William Lafount-

-Me halaga que me tenga usted presente, se que mi atrevimiento le parecera impropio pero es que su belleza esta l ue me había resuelto a proponerle matrimonio, lastima que ya este comprometida-

-Debo advertirle que no aprecio su atrevimiento, mucho menos condono su propuesta, así que no vuelva a dirigirse hacia mí jamás-

-¿Puedo saber a que se debe su descortesía?-

-Un vulgar pirata violador como usted es lo menos que se merece de parte mía—

-Deberá perdonarme, seré un pirata, pero jamás un violador—

En ese momento me di cuenta de que aquel despreciable hombre no me reconocía, incluso negaba su malvada fechoría. Aquello me enardeció tanto que solo atine a darle una cachetada, jamás me imagine que levantaría la mano en respuesta, sin embargo; alguien detuvo la acción.

-Una mujer jamás debe ser maltratada, y mucho menos una dama a la cual aprecio con toda mi alma. Creo amigo mío, que aun le faltan muchos modales por aprender-

-Discúlpeme caballero, creo que confundió mi intención, yo solo iba a hacer una reverencia a la dama en cuestión—

  • Usted y yo sabemos que ya lastimo suficiente a mi futura, así que le pido se retire—

  • jeje, si proponerle matrimonio ha sido una ofensa entonces pido me disculpe-

De pronto John se encolerizo y soltó un golpe al rostro de William.

-Si pretendes volver a deshonrarla tendrás que pelear conmigo, no permitiré que la lastimes de nuevo—

William se recuperaba del golpe cuando John tomo mi mano y nos marchamos del lugar. La gente veía estupefacta el escenario, ¿Qué cosas tan horrorosas habría dicho el señor William como para merecer aquella afrenta?

Durante varios días se murmuraba en el pueblo acerca de lo ocurrido, algunos decían que todo lo había provocado William al hacerme una propuesta indecorosa.

Poco a poco las aguas se fueron calmando, aunque arias veces resolvía no salir a pasear, había habido varias ocasiones en las que había cruzado miradas con William.

Un día, una de mis mucamas llego aterrorizada a la hacienda. El sirviente de un hombre muy rico de quien todos hablaban la había obligado a confesar la razón por la cual John Lacraft había exigido tanto respeto hacia mi, la estupida sirvienta por miedo a ser ultrajada confeso que años atrás había sido desvirgada, y aun y cuando nunca había vengado la afrenta, ahora Sir John Lacraft me había defendido en peligro de que algún otro miserable lo intentara de nuevo.

Los 10 latigazos que mande como su castigo no podían acallar la voz en mi interior que me decía solo una cosa: William ahora recordar quien eres y lo que hizo, seguramente te descubrirá públicamente o peor aun, lo intentara de nuevo.

Pasaron los días y no circulaba ningún rumor en el pueblo, lo que me acercaba cada vez más a la otra posibilidad aterradora.

Una mañana decidí pasear en un parque del pueblo, por supuesto acompañada de alguien. De repente, cuatro hombres se acercaron con una nota dirigida hacia mí, decía:

Mi lady, lamento mucho la manera en que sucedieron las cosas aquel día, me gustaría mostrarle un signo de mi aprecio y arrepentimiento invitandola a mi humilde morada y disfrutar de una agradable merienda. Espero acepte mi invitación y contar con su valiosa presencia.

Atentamente: William Lafount

Sabia que aquella propuesta tenia otra intención, estaba segura de que seria una mala idea aceptar visitarlo, así que resolví invitarlo a mi casa por la noche, así estaría segura en caso de que intentase herirme.

Eran las ocho y sereno cuando se presento en mi morada, lo invité cortésmente a tomar un te, había cambiado últimamente, parecía tener un aire de caballero y un poco de fineza.

-Se que esta consciente de que mis intenciones van mas allá de lo que decía mi carta, vera, el motivo es simple, esa noche me intrigo mucho la forma en la que su prometido reacciono, me llamo la atención las palabras que uso: volver a deshonrarla. A mi manera de ver, la única forma en que pudiera deshonrarla seria, con todo respeto, desvirgándola, situación que obviamente jamás ha pasado entre nosotros, quizás usted pueda explicármelo, probablemente fue una equivocación—

-Creo que el hombre que cometió la equivocación fue usted, ¿acaso no me reconoce, o es que ni siquiera se intereso en mirara mi rostro aquella noche?—

-Perdón, pero no comprendo sus palabras—

-Hace tiempo ya, una noche me raptaron unos filibusteros con un capitán apodado "el bucanero", este me privo de la libertad, y no solo eso, sino que me arrebato la virginidad de la forma más despreciable—

William no lo podía creer, estaba segura de que no había olvidado el suceso, se había quedado helado al mirar mi rostro y reconocerme.

-Tendrá que disculparme pero, es preciso que se retire, además creo que ya se ha aclarado todo—

Le di la espalda esperando su huida silenciosa, sin embargo, pronuncio unas palabras:

-Esa noche dije que los sentía, y aun llevo en mi consciencia el remordimiento de mi fechoría, no puedo darte una excuse ni razón por lo que hice, solo puedo repetir lo que dije: Lo siento mucho, pero aun así quiero que sepas que me arrepiento de la forma en que lo hice, pero no lo que paso entre los dos. Te deseo felicidad al lado del único hombre que realmente te merece—.

Esas fueron las últimas palabras que William me dirigió, meses después me entere que tomo por esposa a una rica hacendada del pueblo, prima de mi prometido.

Llego el día de mi boda, aunque estaba contenta, no había dejado de pensar en las palabras que William me había dicho.

La ceremonia se llevo a cabo, en pocas horas me convertí en la señora de Lacraft. El día se fue terminando, dando cabida a la noche, mis cosas habían sido transportadas a la casa de John, como era de costumbre, la mujer debía vivir al lado de su marido.

Me instale rápidamente en la alcoba que ocuparíamos, estaba nerviosa, sabia lo queme esperaba y me aterraba la idea de ser tocada de nuevo, aquel trauma de repente venia a mi memoria pareciéndome una situación insoportable. La verdad es que poco podía hacer, no podría resistirme si John decidía tomarme esa noche, después de todo ahora era de su pertenencia.

Escuche a mis espaldas que se abría una puerta, John entraba a la habitación, callado y muy reservado.

-Maria, ven aquí, necesito que hablemos—.

Pude mirar por el espejo que se encontraba sentado en la cama. Callada, atendí su llamado.

-Maria, necesito que sepas que estoy consciente de que no deseas ser mi mujer en este momento, lo que quiero decir es que te respetare, el simple hecho de que hayas aceptado ser mi esposa me hace inmensamente feliz, por favor, no temas, yo sabré cuidarte y protegerte como buen esposo. Te amo, tu felicidad lo es todo para mí.

En ese momento se acerco y beso mi frente, después se levanto rumbo a la puerta de la habitación.

-Espera por favor!! No te vayas, aunque no quiero ser tu mujer esta noche, deseo que duermas a mi lado— John acepto alegremente mi invitación.

Aquella noche fue hermosa, no podía conciliar el sueño pensando que en algún momento John se acercaría y me tomaría, pero a pesar de las circunstancias, lo único que hizo fue estrecharme entre sus brazos rodeando tiernamente mi cuerpo. Al principio sentí pánico al ser tocada de nuevo por un hombre, pero luego, poco a poco me sentí completamente segura, como jamás lo había estado.

Estaba agradecida con Dios, seguramente mi padre, si aun viviera, me hubiera casado con un viejo rabo verde, sin embargo; estaba feliz porque había tenido la dicha de hacer mi propia elección.

John era un mozo bien parecido, su cabello era corto, pero rizado y tupido, de un dorado brillante, su tez era blanca como la nieve, su cuerpo lucia varonil, ensalzado con una musculatura digna de un militar, podía sentir como sus brazos fuertes y toscos me estrechaban dulcemente. John era un poco mas grande que yo, tenia 25 años, aun así era muy joven, un día, mientras platicábamos me confeso que jamás había concebido casarse con una jovencita como yo, pero en cuanto me vio, quedó prendado por mi belleza.

John tenia muchas cualidades, sin embargo; lo que mas admiraba de el, lo que me apasionaba de el, eran sin duda sus ojos, de un color azul cristalino como el agua, envolvían toda su persona, transmitían cada sentimiento, cada parte de su alma.

Quizá la vida me estaba dando una lección, quizá mi nana tenía razón y pronto llegaría a enamorarme de John.

Los días pasaron y la vida al lado de John resultaba maravillosa, aunque seguía respetando mi decisión, ansiaba que algún día tomara la iniciativa.

Un día paseábamos en el jardín, comencé a correr tratando de huir de el, jugábamos alegremente. De repente alcanzo mi mano, me acerco a el, y antes de que pudiera besarme lo avente y caímos juntos al pasto, jugueteamos un poco, y de repente sin darnos cuenta, John se encontraba sobre mi.

Un silencia extraño no envolvió, John se quedo fijamente mirándome a los ojos, lentamente se acerco hacia mi y me beso. Sus labios rozaron lentamente a los míos, aquel beso era tímido pero dulce y tierno, por primera vez había sido besada, ya no despreciaba el contacto con un hombre, al contrario, ahora ansiaba que aquel beso siguiera eternamente.

De pronto John paro de besarme: -Lo siento, yo no deb텅 perdóname!!—

Inmediatamente se levanto y se fue. En ese momento me encontraba confundida, el recuerdo de aquel espantoso suceso no se había ido, pero seguía añorando ser besada de nuevo por John.

El comportamiento de John había sido extraño pero comprensible, aunque cualquier hombre en su situación habría continuado con las caricias.

Comencé a buscarlo por la mansión, deseaba hablar con el, sentir su presencia cerca de mi. Al fin, lo encontré en la biblioteca.

Aquel sitio era un lugar enorme, John era un asiduo coleccionista de libros de toda clase. Se encontraba leyendo placidamente en uno de sus sofás, sin embargo; al percatarse de mi presencia, se puso un tanto nervioso.

Para calmar la tensión, decidí comenzar a hablar acerca de los libros que había tenido la oportunidad de leer, comedias, tragedias, dramas, todas formaban parte de mis conocimientos.

-Sabes, siempre he querido leer un libro en particular: "la divina comedia" de Homero—

-Creo que lo tengo, debe estar entre estos—

Me indico una torre de libros que estaban en una pequeña mesa frente a el.

Comencé a buscar el dichoso titulo cuando de pronto note la mirada discreta pero incesante de John hacia mí. No me había percatado de que mi escote se mostraba casi vulgarmente frente a el, el apretado corsé de la época apretaba tanto mi cuerpo que mis senos salían voluptuosamente hacia la vista.

-No puedo encontrarlo, no esta aquí- dije incorporándome

-Debe estar por aquí—

-No te preocupes otro día lo buscare, si me permites debo retirarme, es noche y estoy cansada—

Mientras me disponía a dormir, recordaba la mirada de John, estaba llena de un profundo deseo aun insatisfecho, sabia que ansiaba tomarme, mas sin embargo su palabra de caballero no se lo permitía.

De pronto, John entro en la habitación y se recostó, estaba mas serio de lo común, yo guardaba también silencio, no sabia que decir, la situación era lo suficientemente incomoda como para incrementar mas la tensión.

-Creo que he recordado donde se encuentra ese libro, esta en el tercer anaquel, justo arriba—

-Gracias, mañana lo buscare—

Sin nada más que decir, John se abstuvo de abrazarme como cada noche, ahora solo decidió voltear hacia otro lado.

Esa noche no podía dormir, al fin decidí ir a la biblioteca en busca de aquel libro con el propósito de relajarme, quizás con eso lograria conciliar el sueño.

Ya en la biblioteca, tome la escalera y la coloque en el anaquel que John me había indicado.

-Maria, ¿Qué haces?, por favor baja de ahí, esta muy alto, podrías lastimarte—

-No te preocupes, encontré el libro, ahora bajo—.

Cuando intente descender, uno de mis pies resbalo haciendo que cayera, sin embargo, John reacciono y alcanzo a tomarme.

-¿Te encuentras bien?, ¿te hiciste daño?—

Me encontraba apenas recuperando el aliento cuando me di cuenta de que había quedado abrazada a el por el tremendo susto, mi bata de dormir era muy ligera y delicada, provocando que uno de sus tirantes se rompiera.

En ese momento solo podía escuchar la acentuada respiración de John en mi oído que se confundía con el intenso latir de mi corazón, mientras sentía sus brazos fuertes abrazando mi cuerpo. Al mismo tiempo, una onda de calor me invadía, producida por el pecho desnudo de John pegado al mió.

Instintivamente, comencé a buscar sus labios, los cuales temerosos, dudaban en corresponder a mi beso inocente.

De pronto algo cambio completamente en la actitud de John, en un arrebato sorprendente convirtió mi delicado beso en uno totalmente apasionado y fuera de control, al fin el deseo que tanto había guardado estaba explotando con aquel incesante choque de lenguas y bocas.

Comenzó a mover lentamente sus brazos, acariciando mi espalda de la manera más dulce y apasionada, una de sus manos recorrió mi cintura hasta posarse en mi trasero, aquel movimiento me sorprendió, pero al mismo tiempo me invito a una excitación que crecía cada vez más.

Mientras su mano acariciaba mis nalgas, otra más me agarraba fuertemente de la cintura, como evitando que huyera, al mismo tiempo su boca había bajado a besar mi cuello y de vez en cuando, mordía dulcemente mi oreja.

Al fin sentía la pasión de John reflejada, sus movimientos habían hecho que mi entrepierna se humedeciera, arrancándome también, uno que otro gemido de mi voz.

Sin aviso alguno, y movida por una fuerza externa, comencé a merodear en su cuerpo hasta toparme con su entrepierna, podía sentir claramente su miembro erecto, grande en tamaño, cubierto solamente por su ligero pantalon de seda.

De pronto, en otro desmedido impulso, John me tomo de la cintura, me cargo y me llevo contra un anaquel en la biblioteca, mis piernas rodearon su cintura, aquel movimiento hizo que sintiera su erecto miembro viril en mi entrepierna, lo que me hizo excitarme sin consideración alguna.

Enseguida, John termino por desgarrar mi bata, provocando que al momento salieran mis voluptuosos y blancos senos a la vista. Por un momento se quedo ensimismado, pero inmediatamente comenzó a besar mis pechos, a lamerlos, mordiendo dulcemente mis pezones rozados.

No podía mas, estaba al borde de la desesperación, tanto placer no cabía en mi cuerpo, por primera vez estaba siendo tomada de la manera mas excitante y tierna.

Sin embargo; a pesar del gran avance que se había dado, John paro repentinamente:

-Dios mió! Que he hecho, perdóname, tu no te mereces esto, no puedo faltar así a mi palabra, no puedo obligarte a algo que tu no quieres hacer, nos sabes cuanto te deseo, pero…… no, no puedo!—

De nuevo había huido de mi lado, como si de un cobarde ladrón se tratase, aun no había comprendido que deseaba ahora mas que nunca ser suya. Sin embargo, ahora estaba decidida a no dejarlo ir.

Cuando llegue a la habitación, la luz estaba apagada, John se encontraba recostado, aparentemente dormido, aunque inmediatamente al sentir mi presencia, abrió los ojos.

-Espero que no te importe si duermo así— pregunte descaradamente al mismo tiempo que retiraba mi bata de mi cuerpo por completo, quedándome completamente desnuda ante sus ojos.

John no articulo palabra alguna, había una lucha incesante en su mente acerca de la situación, estaba congelado, no sabia que hacer.

Lentamente me recosté en la cama y dije: -Sabes extraño mucho tus abrazos, realmente me hacías sentir segura, abrázame por favor—

Mientras decía esto, me dí a la tarea de tomar uno de sus brazos para rodear mi cuerpo, sabia que el jamás tomaría la iniciativa. Sin aviso alguno, puse su manos en uno de mis senos, al mismo tiempo que me acercaba aun mas a el, como arrinconándome en su cuerpo.

John seguía sin poder decir nada, solo escuchaba su respiración agitada. Al fin comenzó tímidamente a responder a mis reclamos, su otra mano rodeo por completo mi cuerpo posándose a la altura de mi ombligo, yo la tome y la encamine a mi entrepierna.

De inmediato sentí sus dedos moviéndose en la entrada de mi vagina, lo que arranco unos sonoros gemidos de mi garganta, aquello lo excito mas, a tal grado que había comenzado a masajear mis senos mientras sentía como su gran miembro me embestía artificialmente, provocando un roce que me volvía loca. Mientras tanto, una de mis manos que aferro a buscar de nuevo su pene, solo que ahora metí mi mano en su pantalón y comencé a acariciarlo.

Aquello subía de intensidad, sus gemidos ahogados se cruzaban con mis gritos de placer, no podía resistir mas, necesitaba sentirlo mas cerca, con una voz entrecortada me atreví a decir: - JJoohn, por favor, hazme el amor, quiero que me tomes….aaah mm!

Mis palabras bastaron para que John tomara cartas en el asunto, rápidamente se poso sobre mi, retiro su bata de dormir y al fin pude observarlo en todo su esplendor, mi excitación era tan grande que mi único deseo era sentir su gran miembro erecto en mi interior.

John me miro dulcemente y me planto un apasionado beso, mientras su cuerpo caía sobre el mió y su cadera descendía lentamente, haciendo que su pene comenzara a entrar.

Al principio sentí un ligero dolor, John lo percibió, logrando que sus movimientos me lastimaran lo menos posible. Comenzó a entrar y salir, aumentando con cada embestida la intensidad y la rapidez. Podía observar como su pene entraba y salía hasta la punta en mi vagina, de vez en cuando fallaba y el roce que provocaba el paso de su miembro me volvía loca de placer.

Comenzó a embestirme con mayor fuerza, a tal grado que mis senos se habían unido a su ritmo, su rostro estaba lleno de placer y excitación, sus ojos estaban fijados en mí, de repente un profundo grito salio de su boca, anunciando la salida de su semen, derramado en mi interior. Aquello provoco que sintiera una inmensa onda de calor y excitación, sentí como mi cuerpo se contraía para terminar con un placer inmenso, el más delicioso de los que jamás había experimentado.

Cansados y sudorosos, nos dispusimos a abrazarnos tiernamente, totalmente desnudos y alegres por lo sucedido, John al fin había saciado el profundo deseo que sentía por mi, yo al fin había experimentado el verdadero amor carnal en un hombre que me llenaba por completo, un hombre que me había mostrado los placeres mas hermosos de la carne.

Esa noche fui feliz como nunca en mi vida lo había sido, y no solo esa, sino todas las venideras, los días pasaban y nuestro deseo del uno por el otro crecía con mayor fuerza e intensidad que el primer día.