La botella de champagne
Con la niña acostada decidimos darnos una alegría. Y mi mujer acabó experimentando uno de sus mejores orgasmos.
Tras una larga estancia separados mi mujer y yo decidimos que íbamos a darnos un homenaje y en el último día de vacaciones de ella (a mi aún me quedaban un par más) decidimos una vez acostada la niña que sería un buen momento para descorchar esa botella de champagne que teniamos guardada largo tiempo en la nevera. Así que preparamos algo de picoteo y abrimos la botella en cuestión. Mi mujer llegaba cansada del viaje y aunque había pasado tiempo desde nuestra última relación sexual el stress ocasionado por su trabajo dificultaba el hacerlo tanto como a mi me apetecía. Por eso el beber esa botella la animaba a deshinibirse un poco, aunque luego resultó ser algo más que un simple polvo.
Mientras cenábamos y bebíamos decidimos ver alguna película por la tele y elegimos una película erótica (aunque ya habíamos visto porno juntos alguna vez raramente coincidíamos en gustos). En la película dos amantes desconocidos se dejaban llevar por sus pasiones y a medida que avanzaba aumentaba el furor de las escenas, y el nuestro tambien. Tanto fue que poco a poco fui notando como mi miembro empezaba a crecer y mi mujer se fue acercando a mi. Primero de forma imocente, tumbada acariciándome el brazo y la mano izquierda. Así, poco a poco, ella fue deslizando su mano por mi pierna izquierda, acariciando mi muslo de abajo a arriba y acercándose cada vez más a mi ingle. Mientras tanto en la película los amantes se enzarzaban en una orgía de lenguas y cuerpos y en mi cabeza empezaban a aparecer imágenes de cómo nosotros éramos espectadores de esa orgía como si de clientes de un club swinger fuéramos. Finalmente la mano de mi mujer se deslizó por debajo de mi pantalón y empezó a acariciarme el miembro, ya duro de por sí. En mi caso, viendo lo animada de la situación, pasé mi brazo izquierdo por detrás de ella y me metí debajo de su pantalón corto (que a duras penas podía esconder el adorado culo de mi esposa) y desde allí, me metí bajo su braga hasta notar su vagina húmeda. Le acaricié su sexo despacito y conseguí alcanzar su clítoris para masajearlo mientras que ella, ya con los ojos cerrados de excitación, seguía con sus movimientos rítmicos en mi pene.
Ya la película dejó de interesarnos (aunque yo seguía viendo el cuerpo de la protagonista femenina estremecerse ante su primera relación lésbica) y ella optó por directamente alcanzar mi pene con su boca y proceder a hacerme una mamada mientras yo, ahora con ella a cuatro patas a mi lado, me era más fácil meterle dos dedos en su interior de cada vez más mojado. Tal fue que ya decidimos abandonar la película e ir a nuestra habitación a acabar la faena. Nos arrancamos la poca ropa que llevábamos y me tumbé encima de ella para penetrarla. A cada embestida se volvía más salvaje, con sus uñas clavándose en mi espalda y arañándome, y sus gemidos subiendo de volumen (afortunadamente la niña tiene sueño profundo). Tras un rato cambiamos de postura y se tumbó boca abajo con un cojín bajo su vientre para levantar su culo y que la pudiera penetrar más cómodamente. En esa postura yo solía acabar muy deprisa pero el champagne me insensibilizó lo bastante como para darle placer un buen rato. Su cara hundida en la almohada con su pelo rizado pegado a su espalda sudorosa me excitaba sobre manera, y a ella aún no le había bastado. Se giró, me agarró del cuello hacia ella y me susurró: “Fóllame el culo boca arriba” . Lo habíamos probado anteriormente y le gustó bastante así que agarré sus piernas, se las flexioné hacia sus rodillas de manera que su coño y su culo se alzaron hacia mi. Entonces agarré mi polla y fui acercándome a la entrada de su culo poco a poco, introduciéndola despacio hasta que ya dentro empecé a follarla. La poca luz que se filtraba por la ventana se reflejaba en su cara sudorosa y podía ver su expresión de placer. Entonces ella misma se introdujo dos dedos en su vagina mientras yo la seguía penetrando. Tal fue su excitación que empezó a notar una sensación que jamás había experimentado y entonces ocurrió: un gran chorro de líquido transparente manó de su vagina, acompañado de un grito ahogado de puro placer. Con tal escena ya me fue imposible aguantar y me corrí en su culo y me volqué sobre ella impregnado de aquel líquido maravilloso que acababa de brotar de su interior.
Los dos exhaustos en la cama tuvimos que esperar diez minutos hasta recuperar el aliento entre jadeos y risas de puro gozo. Pasado un rato nos levantamos, cambiamos las sábanas y apuntamos que al día siguiente en la lista de la compra habría que comprar más champagne.