La bota derecha del Amo

Nunca he sido fetichista, ni lo soy ahora, pero el Amo, es el Amo.

Soy una cerda, una perra que siempre tiene hambre, hambre de sexo, de orgasmos.

Cualquier roce de Su piel me enciende: una mirada, un pellizco, un beso... Me vuelve loca, devoradora, babosa y cerda. Ummm, cerda, muy cerda. Los instintos más primitivos del animal que vive en mí, salen a la superficie: ansia, sexo, sudor, calor, hambre...

El Amo Se encontraba tumbado en el sofá, y con Su beneficencia me permitió sentarme en el costado que quedaba libre, junto a Sus pies descalzos.

Sus pies desnudos, finos y con Sus dedos largos Se posaron en mi regazo, convirtiendo ese momento en un instante lleno de honor. Le pedí permiso para masajearlos, a lo que Él contestó alzándolos un poco, dando Su aprobación.

Nunca he sido fetichista, no al menos hasta ahora, y sigo pensando que no lo soy. Pero la adoración que siento hacia Él, mi búsqueda de Su placer y bienestar, me lleva a querer mimar y cuidar de Sus pies como si de Su boca o de Su polla se trataran. Me encanta masajearlos, acariciarlos, besarlos o lamerlos, por lo que en esta ocasión, tras Su aprobación, disfrute del roce de Su piel con mis manos.

Para poder masajearlos bien, me giré colocándome de costado en el sofá, frente a Él. Mi rodilla derecha estaba doblada y yo a su vez, sentada sobre la zona de mi espinilla y mi pie, y la pierna izquierda apoyada en el suelo.

Comencé con Su pie izquierdo, maseajeándolo con amor y ternura. Rozaba con mis dedos Sus espacios interdigitales, la planta de los pies, el empeine... El suave tacto de Su piel, el verme sometida a Su placer, el honor de que me dejara tocar Sus pies, me humedecía el coño. Sí, como decía al principio soy Su puta perra, una perra sedienta de Su placer.

Deslizaba mis dedos desde Su talón, por el arco de Su pie, hasta la parte inferior a los dedos, y cada hilo de voz de placer que Su garganta emitía me hacía relamerme los labios y empapar las mallas que cubrían mis piernas.

Al cambiar de pie, Él dejó Su pie en mi empapada entrepierna. Mi coño con el simple roce de Su pie comenzó a latir.

A Él Le encanta jugar, es un hombre con una sexualidad muy activa, actitud de la que a veces me permite disfrutar. En cuanto sintió que mi cuerpo se estremecía por cada leve roce de Su pie, me comenzó a presionar el coño con él.

Mientras tanto yo seguía masajeando Su pie derecho, pero inconscientemente comencé a moverme para que Su pie rozara mi coño por completo.

-Eres una zorra- me dijo mientras miraba como me estaba poniendo cachonda. Una sonrisa de perversión asomó en Su cara.

-Sí Amo, Su perra es una guarra- conseguí balbucear entre gemidos.

En ese instante el Amo metió entre mis piernas Su pie derecho desnudo, y apoyó en mi vientre el izquierdo para echar mi cuerpo hacia atrás, dejando así mi coño más abierto y expuesto. Frotaba la planta de Su pie hacia arriba y hacia abajo, y yo, cerda de mí, no hacia más que culear por el roce.

Mis cedidas mallas empezaron a dejar asomar mis bragas y el Amo que me posee metió su pie bajo ellas. El roce me llegaba mas directo y yo mojaba y mojaba. Sentía la fuerza de Sus piernas presionando sobre mi centro de placer, mi respiración jadeante aumentaba y sentía el calor de la excitación en mis mejillas.

Los dedos del Amo que me posee empezaron a hurgar por la goma de mis bragas para encontrar el camino hacia mi húmedo clítorix. La planta de Su pie en contacto con mi coño, la presión, asciende, desciende, empuja...

-Me estas mojando perra, parece que te has meado- me espetó mientras seguía mirando con detenimiento mis movimientos.

Su pie izquierdo ascendió desde mi vientre hasta mis tetas. Las frotaba con la planta. Yo culeaba sobre Su pie presa de la excitación que palpitaba en mi coño y en mi mente. La sangre abandonó mi cerebro por completo para dejar a mis instintos florecer, hasta el punto de perder la cabeza.

Según iba subiendo mi cachondez, osé a tomar el pie izquierdo que jugaba entre mis tetas y a comenzar a chuparlo, lamerlo, como si de mi único alimento se tratara. Introduje el dedo gordo de Su pie izquierdo en mi humilde boca, mientras el dedo gordo de Su pie derecho me llevaba al cielo, un error.

A punto del orgasmo me encontraba cuando el Amo retiró los dos pies de mi cuerpo tembloroso por el éxtasis del momento y me dijo:

-¿Quién te ha dicho que me chupes el pie, cerda?- era una voz entre cortante y divertida, a lo que yo contesté con un tímido "nadie Amo, fue instintivo..."

-Vete a mi habitación y tráeme las botas altas- fue lo siguiente que oí- Súbete los pantalones.

Me incorporé del sofá con las piernas temblorosas por la situación preorgásmica en la que me encontraba, para realizar el mandato que el Amo que tanto adoro y amo me había ordenado, habiéndome colocado las mallas donde les correspondía.

Fui a Su habitación, tomé las botas que me había ordenado y Se las alcancé.

-Muy bien perrita, ahora ponte como estabas- me dijo con una sombra de desdén, mientras Él Se sentaba para calzarSe las botas.

Yo obedecí y volví a situarme frente a Él, mi pierna derecha bajo mi cuerpo para que alzara mi coño y el izquierdo apoyado en el suelo.

Tras calzarSe las botas colocó Su pie izquierdo, con la bota puesta, sobre mi coño. Comenzó a presionar sobre mi coño latiente, que aún no había dejado de latir, volviendo a ponerme al tono en el que Él me quería.

De pronto colocó Su pie derecho, con la bota también, a la altura de mis tetas. Esta vez sin frotarme en ellas, cuando me dijo:

-¿Ahora vas a chupar?

-No, Amo- conseguí farfullar.

-Je, je, je... ¿eso lo decides tú?

-No, Amo. Discúlpeme, haré lo que Usted crea conveniente- aquella reacción de decidir por mi propia voluntad me avergonzó.

-Pues lo vas a hacer perrita, chupa, chúpame la bota. La suela no la chupes- una sonrisa perversa asomaba en Su cara.

Nunca había chupado una bota, jamás.

Saqué la lengua para dar el primer lametón a la piel del lateral interno de la bota del Amo que me posee, Él, a Su vez, frotaba con Su pie izquierdo mi coño. Le dí la segunda, la tercera... comencé a extender mis lametazos por diferentes partes de la puntera de la bota.

No voy a decir que me gustó el sabor de la bota del Amo que sirvo, nada más lejos de la realidad. Fue el verme sometida, el sentir mi entrega, mi servicio; reconocer el punto de supeditación respecto a Él en el que me encontraba (y me encuentro) es lo que realmente me excitó. Y si a eso le añaden el juego de Su bota izquierda en mi coño...

Mis gemidos iban en aumento, mis lametazos cada vez sacaban más brillo a la piel curtida de Sus botas. La presión en mi coño, jadeos, sudor, calor...

-Amo, ¿permite que esta perra cerda se corra?

-¿Cómo se va a correr esta perra cerda? ¿Con qué?- Su voz revelaba un hilo de la perversidad que Su mente desprende.

-Con Su bota, Amo -me dio verdadera vergüenza. Me sentí tan cerda, tan guarra, tan fácil... Me sentí una depravada, pero Su mirada me demostró que Le gustaba lo que tiene y eso me llevó a darLe lo que de mí requería.

-Pues pídelo como es debido, perra cochina.

Unos segundos de silencio inundaron el lugar, el tiempo justo que necesite para poder razonar la pregunta convenientemente.

-Amo, ¿permite que esta perra guarra se corra con Su bota?- no podía mirarLe a la cara de lo cochina que me sentía.

-Claro perra, córrete- mientras intensificaba el movimiento de Su bota izquierda sobre mi coño.

-Gracias Amo.....- conseguí articular entre jadeos y convulsiones.

El Amo me permitió disfrutar de un orgasmo solemne a pesar de mi error. Un orgasmo totalmente condicionado por mi falta, pero en el que fue mi sometimiento el mayor aliciente. Un orgasmo desde el sitio que me corresponde, desde el sitio que deseo, desde mi entrega ciega al Amo que adoro, sirvo, cuido y amo. Un orgasmo al que llegué con la bota derecha del Amo.

-¿Quién me va a hacer disfrutar más ahora? - Me dijo cuando conseguí recobrar la respiración.

-Yo, Amo, gracias por permitírmelo...