La bombacha de mi amiga
Masturbación de una mujer al sentir muy de cerca los olores de su amiga.
Hace cinco meses vivo con Sabrina en un departamento húmedo de un San Telmo siempre viejo. A mi se me estaba complicando lo de alquilar sola y ella peleaba todo el día con la vieja; así que levanto las cosas de su casa y se vino para acá.
Nos acomodamos bien, almorzamos a cualquier hora y cenamos pasadas las doce. La casa es un ropero horizontal donde la ropa señala por el piso el camino de nuestros cuartos. Nos divertimos y hablamos todo el tiempo de tipos y tamaños, de orgasmos y leche, de olores y gustos. Todo el día así, al menos en el rato que estamos juntas, nos tiramos en mi cama y entre ropa y desorden nos cagamos de la risa como dos idiotas salidas de una carpa adolescente.
Sabrina casi todas las tardes va a ver al novio, vive a tres cuadras de casa y ella aprovecha el poco recorrido para ir a visitarlo. Yo llego a las cuatro del trabajo y me doy una ducha antes de mirar mi dosis diaria de televisión. A eso de las seis llega la loca y cocinamos juntas mientras me cuenta algo gracioso de la siesta con el novio.
Hoy no tenía que ponerme, no encontré en el piso ropa limpia y mi cajón del placard solo guarda un pedazo de papel madera. Fui a la pieza de Sabrina y busqué algo de ropa. Las dos somos bajitas y flaquitas, yo tengo un poco más de tetas y ella me gana de lejos con el culo. Robé una remera colgada de la silla, un pantalón de tela abollado en la cama y unas medias apoyadas en uno de los tantos estantes del cuarto.
Cuando estaba por salir vi una bombacha sobre el teclado de la computadora, me resulto extraño porque la única obsesión de Sabrina consiste en mantener libre el espacio que ocupa su máquina, pero más raro me pareció acercarme agarrarla y olerla. Me senté en su silla preferida y empecé a tocarme con unas ganas que hace rato que no tengo. Puse al revés la bombacha verde agua y pasando mi nariz por el lugar donde apoya su concha, me respiré bien fuerte el gusto de todo su flujo, de todos sus meos, de todo su día.
Ese día que se levanta pegajoso porque Sabrina siempre se hace una paja antes de ir a dormir. Y en la mañana de mal humor, se sienta dormida en el inodoro y putea sola mientras se lava los dientes para después salir corriendo a la facultad. Y todo el mediodía mojando esta bombacha al escuchar la clase de su profesor de sistemática me siento empapada eso me dice y yo ahora le huelo toda su calentura.
Me froto con los dedos y la silla... así, mientras le paso la lengua a su concha de tela... así, por debajo de mi pollera imaginándola todas las tardes con su novio, cuando le corre la bombacha y se la mete sin forro, y ella no quiere y después sí no sabés cómo me hace sentir la concha por dentro eso me dice y yo ahora le chupo toda su pija de tela, su hilo de leche que baja con el jugo de Sabrina durante las tres cuadras que camina hasta casa.
Y me pajeo el clítoris con la silla y los dedos... así, y ahora con su bombacha, se la lleno con mi día, con mi ganas de cogérmela, de acabarle toda su concha de tela; con mis ganas de que me chupe todo el culo... así, porque yo le cuento que me encanta que me chupen el culo... así. Y me meto su bombacha bien adentro de mi concha, y me la limpio por la cara y me chupo todo mi olor y el suyo, y me trago el resto de leche que queda de su novio... así, y me la vuelvo a pasar por la concha y por el culo, como dejando ese resto de semen adentro de mi cuerpo... así... así. Tengo ganas de acabar... así, toda su bombacha, toda su computadora... así, parada y apoyando toda la jalea de mi clítoris en su teclado... así... así... ah!... ah!... aahh!... así... así...