La Bola de Cristal

¿Te atreverías a mirar?

Se me acerca por la espalda y mete sus manos frías por debajo de mi blusa. Un escalofrío me recorre la piel y me pone la carne de gallina. Emprende el camino hacia los filos del sujetador, los atraviesa y persevera acariciándome los pezones encrespados. Cierro los ojos y quiero decirle que no, que aquí no, que nos pueden ver, pero su frialdad en su tacto me enciende, me abrasa la piel y cedo al deseo que me invade como un huracán vertiginoso en mis entrañas. La mano baja y se encamina suavemente rozando la piel hacia la cinturilla de mi pantalón. Vence los obstáculos del botón y la cremallera y se recrea tanteando sobre el tejido ya mojado, frotando el bulto de su entrepierna contra mi culo, y ya he de morderme los labios por no gemir...

Así va empujándome hacia la puerta de su caravana y yo me dejo llevar, como siempre, porque mi mente me dice que no, incluso mi corazón me dice que no... Pero mi cuerpo me dice que sí, que sí, que sí, que siiiiiiiiiiiií....

Nos desnudamos con urgencia, casi rasgándonos la ropa uno a otro, mordiéndonos más que besándonos. Mi cuerpo le necesita, mi coño palpita por sentirle dentro ya, sin preliminares, sin besos, sin sonrisas, sin ñoñerías. Sólo sexo. Sucio, oscuro, rudo... Sexo brutal allí mismo, de pie, las manos apoyadas sobre su camastro, sintiéndome morir cada vez que su polla me invade y me llena, y jadeo como un animal cada vez que me embiste y chocan sus testículos contra mi piel.

-¡Más fuerte! -le exijo gritando- ¡MÁS FUERTE! ¡ASÍ! ¡ASIIIIIÍ! ¡AH! ¡AH!

Piel fría contra piel caliente colisionando cada vez más rápido, acelerando, profundizando. Más que penetrarme me taladra, me taladra el cuerpo hasta el límite de mis fuerzas y me irrumpe sin moderación hasta que gritamos de placer con un orgasmo casi eterno.

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! -se funden nuestos cuerpos y nuestros aullidos y siento su semen en mi interior, regando mi placer ardiente.

Nos dejamos caer sobre el colchón sin respiración y su boca acaricia mi oído golpeándome el alma cuando me susurra con su voz profunda de barítono y ese acento eslavo que me trastorna toda:

-Te quiero... Te quiero, te quiero... Te quiero...

No quiero oírle. ¡No quiero que me lo diga! No quiero que espere de mí las mismas palabras. No puedo permitirme amarle. No puedo amar a alguien como él.

Recuerdo ese día, cuando le conocí. Caía la tarde y salí a dar un paseo. Me dirigí al mercadito de los hippies de la placita en el casco antiguo a ver si encontraba algo para regalarle a mi amiga Sara, ya que le gustan todas esas baratijas que venden. El puesto me llamó la atención. Había expuestas una serie de objetos extraños: hierbas, velas, medallones antiguos, piedras. El vendedor no estaba. Toqué una de esas bolas de cristal rojizo y oí una voz a mi espalda que me susurraba marcando mucho las erres y las eses.

-Dobry vecher krasivya. Buenas tardes, niña bonita. Sí. Buena elección. Es especial. Es jaspe rojo. Una de las piedras más energéticas, más... sexuales. Posee fuego, como tú. ¿Puedes sentirlo?

Su mano aprisionó la mía. Sí. Podía sentirlo. Fuego. Fuego frío. Pero no en la piedra, sino en su piel. Fue dando la vuelta despacio, sin soltarme la mano, y cuando nuestras miradas se cruzaron me impresionó. No es que fuera un chico especialmente guapo. Sus facciones eran angulosas, de pómulos muy marcados; su piel pálida contrastaba con la oscuridad de sus cabellos largos, de sus ojos, de su ropa. Todo unido al pendiente de su oreja y el medallón con el pentagrama le daban un aspecto muy extravagante, muy... diferente.

-Puedes venir esta noche a mi caravana. Está en las afueras, aparcada en el descampado donde ponen la feria de agosto. Allí tengo otras bolitas que quizá te gustaría probar... Sé que te gustarán. Puedo enseñarte muchas cosas que sé que te encantarán...

-No -respondí con cierto temblor en la voz-. No creo que me guste nada de lo que...

-Sí -me interrumpió, clavándose en mis ojos y apretando con más fuerza mi mano-. Vendrás. Tú lo sabes. Yo lo sé. Esta noche vendrás.

Me zafé como pude de su mano como garra helada y me alejé de allí apresuradamente sin decir nada. Pero tenía razón. Al caer la noche fui. No podía quitármelo de la cabeza. Era como algo urgente. Como el deseo de comer, de beber cuando una está famélica, desfallecida. Y en su caravana me entregué a él por completo, sin reservas, apagando mi hambre y mi sed por esa noche, aunque abrió en mi cuerpo un apetito desmedido para todas las noches restantes. Y hago todo, todo lo quiere. Le permito cosas que nunca pensé que sería capaz de hacer con un hombre, y menos con un hombre como él, que sé que en el fondo no es bueno. No es bueno para mí.

-Tengo que irme -le digo simulando una frialdad que no siento-. Me están esperando.

Se separa de mí y sus ojos negros me observan mientras intento recuperar mi ropa, mi orgullo y vestirme.

-Tú también me quieres, lo sé, pero tienes miedo. Eres una cobarde, una maldita y puta cobarde -oigo mientras me subo la cremallera de mi pantalón y cojo mi bolso con las manos temblorosas.

No quiero volverme a mirarle y ver su cara de recriminación. No quiero volverme y ver su cuerpo pálido, desnudo, fibroso, su cabello largo y oscuro como ala de cuervo, su mirada intensa que me quema, que me reclama. Salgo de la caravana en silencio, pendiente de que no me haya visto nadie y me juro a mí misma que esa será la última vez, que no volverá a repetirse, que esto no es un juego, y si lo es, es demasiado peligroso, demasiado arriesgado. Pero sé que juro en falso, porque sé que soy adicta a él, a su piel fría, a sus manos expertas, a su boca hábil, a su polla dura, al sexo indecente, a robarle las horas al sueño y escaparme sigilosa a sus brazos. Y mientras me alejo apresurada sé que parte de mí se queda allí, con Vsévolod... Sheva, como quiere que le llame, él lo pronuncia así, arrastrando la ese sonora, o la erre vibrante, como cuando pronuncia mi nombre, Cristal, que en sus labios suena Cr.r.r.rissstaaaal.... Dios... ¡Voy a volverme loca si no dejo de pensar en él!

Cristal. Es curioso. Mis padres me pusieron el nombre por el personaje de un culebrón venezolano que se emitía en la época en la que nací yo, hace casi veintidós años. A mamá le encantaba... Parece mentira que hayan pasado ya siete años desde el accidente en el que fallecieron. Fue entonces cuando mi hermana pequeña y yo nos venimos aquí, a esta ciudad, a casa de mis tíos, una hermana de mi padre y su marido. Tía Rosa y tío Pedro no tienen hijos y afortunadamente para nosotras nos acogieron con agrado. Aquí conocí a Sara y a Alex, mis mejores amigos que ahora son novios; aquí conocí a Mario, mi prometido... Y aquí he conocido a Sheva.

Cristal. Sí. Soy Cristal. Cristal opaco para los que me conocen, cristal transparente para él. Creo que Sheva es el único capaz de ver dentro de mí, a mi verdadero yo. Y eso me asusta.

Me miro en el reflejo de los escaparates procurando arreglar mi cabello rubio alborotado peinándolo con los dedos. Mi blusa tiene un botón roto al final, así que la remeto por dentro del pantalón. Saco el espejito del bolso y contemplo mi imagen. Mis mejillas siguen arreboladas y mis ojos brillan con un azul casi tan violáceo como el de mis ojeras. Puestos a correrse, se me ha corrido hasta el rimmel, así que saco toallitas y el maquillaje e intento arreglar los destrozos. Pinto mis labios carnosos con un tono rosado y respiro hondo.

Mario me espera en la puerta del cine. Le saludaré con un ligero beso, nos sentaremos juntos a ver la película y mis bragas se irán empapando de los restos del semen de Sheva, igual que mi conciencia se irá empapando de culpabilidad al darle la mano a Mario y sonreírle como si no ocurriera nada mientras me acompaña a la vuelta y comentamos la película, una película que no he visto realmente, porque mi mente vagaba distraída recordando esos ojos negros, ese cuerpo pálido, esas manos frías...

Mario entrará en casa, saludará a mis tíos, jugará y bromeará con mi hermana y nos despediremos en el portal con un cándido beso de novios formales, de devotos creyentes en la castidad antes del matrimonio, un beso falso que disfrazará el vacío que siento cuando estoy con él y el deseo incontenible de que caiga la noche y volver a esa sórdida caravana a chuparle la polla a Sheva, a dejar que me coma el coño y a volverme loca follando con él toda la noche como animales.


-Suplícame -Sheva contempla mi expresión de deseo al límite mientras rodea con sus dedos mi clítoris, sin llegar a rozarlo- Voy a hacer que me supliques, niña bonita.

El muy hijo de puta echa mis piernas hacia atrás e introduce un poco más el tapón anal lubricado en mi culo y lo saca y mete suavemente mientras sus dedos siguen esquivando ese punto que me arde inflamado.

-No... pienso... hacerlo... -consigo articular, entre jadeos.

Agarra otro consolador y me lo introduce en el coño. Su cabeza se pierde entre mis piernas y su lengua me tienta, pero sin alcanzar el objetivo de mi placer. Oh, joder...

-Hazlo, hazlo... Chúpame toda... Chúpame ahí, cabrón... Vamos... ¡Hazlo! -le exijo fuera de mí.

-No -su aliento me estremece entre entre las piernas-. No has dicho las palabras mágicas, tienes que suplicarme.

-¡Por favor! -me rindo una vez más, como siempre-. ¡Por favor! ¡Chúpame o fóllame o hazme lo que quieras, pero hazmelo yaaaa! ¡Por favoooooooooooooor!

-Noooo, dorogaya Cristal.... Tienes que decirlo en mi idioma... Padialusta -sé que sonríe, el muy cerdo sonríe.

-Padialusta, hijo de puta... ¡Padialustapadialustaaaaaaa!

Su lengua me ataca con ansia mientras entra y saca con ímpetu el consolador. Cada sacudida contra el colchón hunde más el tapón en mi culo hasta que noto como se rozan ambos dildos entre esa fina pared que los separa. Mmmmmm... ¡Siiiiiiií! Cuando estoy a punto de correrme, va más lento, reteniéndome, torturándome, atormentando mi cuerpo necesitado para después volver a lamerme con persistencia firme, y me corro entre espasmos violentos que clavan completamente el tapón, agarrándole con fuerza del pelo para que no separe su lengua de mí, moviendo ansiosa sus caderas hacia él hasta que termino rendida. Rendida. Siempre me rindo. A todos sus caprichos y perversiones. Siempre.

Me besa con mi sabor en sus labios, en su lengua, y luego me acerca su polla a la boca y me la hunde dentro, muy dentro. Así bocarriba puedo relajar mi garganta para poder tomarle casi entero. La deseo, la deseo toda. Me encanta chupársela. Toda, toda su polla en mi boca, rozándome casi la campanilla. Me dejo follar en la boca; él lo hace despacio, subiendo y bajando lentamente y yo aprieto los labios y jugueteo con mi lengua por cada vez que entra, más, más rápido, hasta que jadeando se corre y me trago todo el semen que baja a grandes chorros por mi garganta en las últimas metidas palpitantes.

Ya recostados y relajados sobre la cama es cuando realmente me asusta. Cuando me mira así, con adoración, acariciándome los pezones con esas manos tan frías sobre mi piel. Su voz profunda baja unas cuantas octavas susurrándome al oído.

-Te avergüenzas de mí, ¿verdad? Siempre en las sombras, siempre ocultándonos. No quieres que nadie te vea conmigo, con el tipejo que tiene ese puesto de cosas raras y esotéricas en el mercadillo. Dicen de mí que soy siniestro, por mi aspecto, por mi acento... Incluso hay quienes murmuran que soy un adorador del diablo. Estúpidos hipócritas. Y tú la primera, mi krasivya Cristal. Me crees indigno de ti.

-No. No es eso Sheva. Es que... Es complicado -evito mirarle a los ojos.

-Sí. Sé lo que piensas Cristal. Que tu familia, tus amigos, esa mierda de caricatura de novio que tienes son superiores a mí. Pues te equivocas. Ellos, tan perfectos, tan pulcros, beatos, libres de pecado, son mucho peores que yo. ¿Crees que los conoces? ¿Sabes de verdad lo que piensan con respecto a ti? Lo dudo mucho, pero te lo puedo mostrar.

Se levanta de la cama y me pierdo contemplando los tatuajes de símbolos extraños en la piel de su espalda mientras rebusca en un estante.

Me imagino la escena presentándolo a mis tíos, tan religiosos. En cuanto le vieran con el cabello largo, vestido de negro, el colgante con ese pentagrama y sus tatuajes llamarían a un exhorcista. Fijo que sí. ¿Encajaría con mis amigos? No. Claro que no. Alex y Sara son tan diferentes a Sheva... ¿De qué podrían hablar? Y no puedo dejar a Mario. No porque le ame, que no es el caso. Mario es tan atento y formal. Estudia derecho y es monitor de campamentos en la parroquia de mi barrio. Mario es la seguridad del mañana. No puedo renunciar a todo, a mi hermanita Dori, a mi familia, a mis amigos, mi futuro, a mi vida... No. Y menos por alguien como Sheva. Es cierto que es siniestro, oscuro, como el sexo con él, cada vez más depravado... más... excitante...

-Esta es mi bola de cristal -interrumpe mis pensamientos y sonríe como un lobo-. Tu bola de cristal, Cristal. Si la miras fijamente puedes penetrar en los sueños más oscuros de aquellos que te rodean. Verás lo que realmente son. Sus pensamientos ocultos con respecto a ti. Pero te advierto. Te introducirás en sus mentes y actuarás como ellos desean que lo hagas. No serás dueña de tu propio cuerpo, pero te enterarás de todo, lo sentirás todo, bueno o malo. ¿Te atreves a probar?

-Eso es ridículo. Es una simple bola de cristal de cuarzo ahumado. Quieres burlarte de mí. No creo en ninguna de esas cosas que vendes, son un fraude y lo sabes.

-Bien. Pues entonces mira. Concéntrate y mira, niña bonita, seguro que te sorprendes de lo que ves -se sienta sobre la cama y deja sobre el colchón esa siniestra bola oscura asentada en un pedestal de serpientes doradas.

Su brillo es extraño. No parece que irradie luz, sino que la atrape. La miro fijamente y el vértigo y el pánico empiezan a apoderarse de mí. Un vórtice se desata en la caravana y cuando me doy cuenta estoy en casa, en la habitación de mis tíos.

-No, Cristal, no te has portado nada bien -mi tío limpia sus gafas con el faldón de su pijama y su expresión es extraña.

Su frente está perlada de sudor y se enjuga la boca casi babeante con la palma de la mano. Yo me observo atónita porque llevo puesto mi antiguo uniforme escolar, pero la falda me queda muy corta y la camisa tan ajustada que se me abren los botones de la pechera.

-Ven, Cristal, sabes que es por tu bien, no voy a tener más remedio que castigarte porque has sido una chica mala, muy, muy mala -se sienta sobre su cama y yo me acerco lentamente con la mirada baja y sin poder remediarlo empiezo a hablar.

-Sí tiíto. Soy una chica mala y me lo merezco.

Me recuesto sobre sus piernas, me sube la falda... ¡No llevo ropa interior! Mi cuerpo no me obedece. Deseo irme, levantarme, huir, pero me quedo mientras sus palmadas suenan cada vez más fuertes golpeando mis nalgas. ¿Pero qué coño es esto? ¿Qué coño está pasando? La sensación es realmente estremecedora, vergonzosa. Mi mente me dice que es horrible, pero mi cuerpo reacciona al dolor con un placer intenso en cada palmada, sobre todo cuando siento sus dedos gruesos ahora entrando en mi coño húmedo y moviéndolos con ímpetu dentro y fuera de mí. Su polla tiesa sobresale por entre el elástico del pantalón y se restriega sobre mi vientre.

-Baja, zorrita. -me ordena y yo obedezco; el culo me arde tanto como yo ardo por dentro, porque mal que me pese estoy muy, muy excitada.

-Eso es lo que eres -mi tío continúa mirándome con la cara desencajada-. Eres una zorrita calientapollas. Con ese cuerpo de vicio, esas tetas suculentas -rompe los botones de la blusa y me manosea los pechos, pellizcándome los pezones-. Vamos, chúpamela zorrita. Hazme lo que nunca me ha hecho la frígida y beatorra de tu tía.

¡No puedo creer lo que estoy haciendo!... Bueno... ¡Es lo que mi tío Pedro desea que le haga! Mi cabeza sube y baja entre sus piernas con su polla bien dentro de mi boca. Mientra se la chupo con fruición e incredulidad oigo el trasteo de los platos en la cocina y la voz de mi tía que llega a mis oídos.

-Es una puta. La culpa es de ella. Le provoca contínuamente, contoneándose, riéndole sus gracias, sé que quiere meterse en nuestra cama, quitarme mi sitio, el sitio que es mío por derecho divino, por el sagrado matrimonio. Se las da de niña buena, pero es una ramera, es la gran ramera babilónica llena de las abominaciones y la inmundicia de la fornicación y el pecado. Puta... Puta...

Puta... Puta... Golpean sus palabras en mi cabeza como un martillo cuando mi tío se inclina hacia atrás, se sacude la polla y se corre en mi cara riéndose, riéndose...

En un instante vuelvo en mí, aterrorizada, a la caravana, pero mis ojos se dirigen como hierros atraídos por un imán de nuevo hacia la bola oscura.


Estoy en mi habitación de la residencia universitaria, sentada ante mi ordenador y en el equipo de música suena el cd de Coldplay que Alex me regaló en mi cumple. Alguien se acerca por detrás y me tapa los ojos con las manos.

-¿Quién soy? -oigo la voz de Sara, mi amiga y compañera de cuarto.

-Sara, claro -respondo riendo-. ¿Quién quieres que sea?

-Te equivocas, guapa -la voz de Alex susurra muy cerca de mi oído-. Somos los dos.

Me vuelvo despacio y ambos sorprendentemente están desnudos esperándome en mi cama, mirándome con deseo. Mis manos se dirigen a mi blusa y la desabrocho con lentitud. Desengancho los corchetes del sujetador y lo lanzo al aire, haciendo un streap-tease al ritmo de la música, tarareando do you shiveeeer... do you shiveeer... sonriendo sugerente y provocadora. Mi mente me dice que no, que eso es sólo un sueño, que estoy soñando, pero en realidad sé muy bien que ese sueño no es el mío. Es el de ellos. Es el sueño secreto que en lo más profundo de sus almas quieren que se convierta en realidad.

Completamente desnuda voy gateando sobre la cama. Sara está recostada en el cabezal, abre las piernas con las rodillas flexionadas, sus dedos llenitos de anillos separando sus labios vaginales, invitándome a degustarla, a darle placer. Alex me mira con ansiedad con la polla gruesa y erecta. Mi lengua se introduce en el coño de Sara, húmedo y viscoso mientras las manos de Alex me sobetean los pechos, las nalgas, su polla me tienta la entrada de mi sexo que palpita por sentirle mientras sigo lamiendo, lamiendo el clítoris de Sara que se agita dando pequeños grititos. ¡Esto no puede ser cierto! ¡Son mis amigos! ¿Pero qué mierda de alucinación es ésta?

La polla de Alex se me mete una y otra vez y en cada empujón mi lengua se aprieta más contra el clítoris de Sara, que está tan mojada que sus fluidos me resbalan por la barbilla. Joder. ¡Qué caliente estoy! Alex se me corre, se me corre dentro enseguida y Sara ya se convulsiona por el éxtasis. El chico tira de mí y chupetea de mi boca toda la corrida de Sara, besándome, hundiendo su lengua en mi boca con ansia. Luego me deja sentada, con mi espalda apoyada en su pecho y mi vagina rezumante de su semen a disposición de mi amiga, que lo sorbe a medida que fluye lentamente de mi coño. Sara me mira sonriendo con su cara pecosa y yo le devuelvo la sonrisa. Me besa con suavidad, compartiendo el semen de Alex y el sabor de nuestros propios fluidos en boca ajena.

Alex me acaricia los pezones y Sara vuelve a bajar la cabeza entre mis piernas a darme placer con su lengua suave y caliente. Y yo ya no puedo más. Mi coño se contrae, me... me corro ¡Me corrooooo!

Abro los ojos y Sheva aún sigue embistiéndome, mirándome fijamente, sujetando mis manos a la altura de mi cabeza con fuerza. Sigue follándome con ahínco un buen rato más hasta que se corre apretando las mandíbulas y resoplando sobre mi cuello. Al rato su polla se desprende de mí con la misma lentitud que su lengua penetra en mi boca y me recreo en ese beso con los ojos cerrados hasta que recuerdo de repente lo que he visto y le aparto de mí de un empujón.

-¿Qué... qué ha pasado? -estoy mareada, la cabeza me da vueltas.

-Que te veía necesitada de alivio, mi querida Cristal...

-Yo me... Me he dormido. ¿Verdad? He estado soñando cosas muy raras - intento convencerme a mí misma, pero me quedo sin saliva cuando puedo ver de refilón el brillo oscuro que desprende la bola de cristal que sigue en un lado del colchón.

¡Esto es ridículo! ¿Mi tío... ? Bueno... No sé. Últimamente parece que tropieza mucho conmigo, se hace el encontradizo y no pierde la oportunidad de tocarme y tía Rosa me mira mal. Antes no era tan fría y distante conmigo como ahora. ¿Pero Sara y Alex? Bueno... Alex siempre se me ha insinuado incluso delante de Sara, pero era bromeando. ¿Seguro que bromeaba? Y Sara... Sara es mi mejor amiga y... mi compañera de habitación en la resi... y... y me mira mucho cuando me estoy cambiando de ropa o entra en el baño sin llamar cuando sabe que me estoy duchando y..

-¿Sorprendida de lo que has podido averiguar? -Sheva sonríe y sus ojos negros penetran en los míos, que extrañamente se desvían y se dirigen de nuevo hacia la siniestra esfera.


Está oscuro. Hace frío. Reposo tumbada sobre una superficie helada y dura y siento la humedad calando en mis huesos. Intento moverme pero no puedo. Mi cuerpo no responde. Es como si estuviera paralizada. Congelada. No puedo respirar. ¡Dios! No es que me ahogue, ¡Es que no respiro! El silencio es sepulcral, mortal. Y empiezo a comprender aterrorizada que estoy muerta, estoy en una tumba dentro de un nicho del cementerio.

-Querida hermanita -mi mente ve la imagen de Dori depositando unas flores en el búcaro de mi lápida-. Todos los días te lloro y extraño tu ausencia, pero en el fondo de mi corazón no puedo negar que una parte de mí se alegre. Me odio por ello, pero es cierto. Ahora le tengo sólo para mí. No podía soportar que estuviera contigo sabiendo que a quien amaba era a mí y no a ti. Si Mario salía contigo era por estar cerca de mí, él me lo dijo, porque nadie podría entender que un chico de veintitantos años estuviera enamorado de una chica adolescente. Teníamos que ocultar nuestro amor y fingir ante todo el mundo con el pesar y el remordimiento de que te estábamos engañando. Casi no podía mirarte a la cara cuando regresabas de la universidad a casa a pasar el fin de semana después de todo lo que habíamos hecho a tus espaldas. Pero es que le amo, Cristal, me moriría sin él, se lo daría todo... La verdad es que ya se lo he dado todo y no me arrepiento, aunque me sentía enormemente mal por ti. Cristal, hermanita, sé que estés donde estés me comprenderás y me perdonarás, porque le amo, le quiero tanto...

La imagen de Dori se desvanece y si mi corazón latiera en este instante hubiera dejado de hacerlo. No he llegado a asimilarlo aún cuando puedo oir a Mario.

-Sí, Cristal. Estás mejor ahí. Ya me veía atrapado y casado contigo en un matrimonio para salvar las apariencias. Ahora puedo fingir que el dolor por tu pérdida es tan enorme que no puedo amar a otra mujer. Y es cierto, no me gustan las mujeres, me gustan más... jovencitas. Como tu hermana Dori. Fue un gozo conquistarla, seducirla poco a poco hasta conseguir que se enamorara de mí. Es fácil cuando uno tiene experiencia. Si yo te contara las que han caído en mis redes en las noches de campamento... Manipular a Dori fue también muy fácil. Imagínatelo.

Siento náuseas. Desearía matarle con mis propias manos. Pedazo de cabrón.

-Sí, le decía con voz apesadumbrada, "Dori, cariño, esto no está bien. Deberíamos dejarlo. Yo soy un hombre y... deseo de ti cosas que sólo una mujer podría darme, y tú eres aún muy niña... Pero lo deseo tanto... Y deseo que sea contigo, porque te amo, te amo... " Jajajaja. La muy idiota me contestaba que era ya toda una mujer, que no era una niña, que me amaba y quería darme todo, todo... Así he conseguido que me chupe la polla siempre que me apetecía, estrenarla fue todo un placer y romperle el culo fue lo mejor, pero no tan divertido como será romperle el corazón cuando la abandone. Porque la verdad es que ya está empezando a aburrirme y le tengo echado el ojo a otra jovencita preciosa que acude a las clase de catequesis. Pobrecita Dori. Imagino con deleite la cara que se le quedará cuando le diga después de follármela por última vez que la dejo porque es una putilla, sólo una zorrita más entre tantas otras...

Mis pulmones se llenan de aire de repente como tan lleno de ira está mi espíritu y grito, grito tan fuerte que provoco una explosión que hace estallar el nicho y la piedra de mármol de mi lápida en mil pedazos. Gritando como una loca me encuentro de nuevo en la caravana. Sheva me sacude con cara de preocupación impresionado por mis alaridos de angustia.

-¿Lo has visto? -le pregunto temblorosa, histérica.

-No dorogaya, sólo puedes verlo tú -me abraza con ternura y me echo a llorar.

¿Será cierto? ¿Puede ser un hombre tan abominable? ¿Tan... mala persona? ¿Mario? Dios... Sí. Mi hermana le mira con adoración, y él siempre está dispuesto a quedarse con ella cuando mis tíos tienen algún compromiso. Y yo tan tranquila, sin sospechar nada. El bueno de Mario, tan atento con mi hermanita... ¡Hijo de puta!

-Supongo que las cosas no eran como parecían a simple vista -continúa abrazándome, hablando con voz suave, acariciando mi pelo-. Es lo malo que tiene saber la verdad de los que te rodean, de los que supuestamente te aprecian y te respetan. Ahora te habrás dado cuenta de cómo son en realidad y ya no te pareceré tan inadecuado comparándome con ellos. ¿No es así Cristal?

¿Y Sheva? ¿Cómo me ve realmente Sheva? ¿Cuáles son sus pensamientos y sueños más ocultos con respecto a mí? Le miro y sus ojos negros están tan llenos de amor que me siento morir por haber menospreciado sus sentimientos y haberme negado a mí misma lo que mi corazón sabía desde hacía mucho tiempo.

-Te amo, Sheva -me pierdo en el remanso oscuro de sus ojos y nos besamos con ternura. Es la primera vez que le beso así, con sentimiento, con amor.

Y con esa mirada de amor se desvían mis ojos de nuevo hacia la bola de cristal.


La cama tiene sábanas de satén negras que acarician mi espalda con suavidad y frescura. El techo es también oscuro, brillante, como una inmensa claraboya con forma de bóveda que refleja mi propia imagen.

La imagen de una mujer desnuda y encadenada de pies y manos.

-¿Pero qué... qué es esto? ¿Dóndé estoy? -mis manos se mueven y las cadenas tintinean, uniéndose su sonido a la risa burlona que emerge de la oscuridad.

-Esto es tu bola -percibo la sombra de la silueta de Sheva acercándose con movimentos felinos-. Tu bola de Cristal. Cristal. Tu eterna morada. Aquí permanecerás toda tu vida sometida por completo a mis más oscuros deseos. Aquí soy tu Dios, todopoderoso. Aquí puedo hacer lo que quiera. Porque estás atrapada en mis sueños... Para siempre... Siiiií, mmmmm... Aquí puedo follarte durante horas, días, semanas, sin parar. Voy a abrirte el pecho, sacarte el corazón y lo cubriré de besos, mi amor, combinando el dolor y el placer como sólo yo se hacer, dorogaya Cristal.

-No... no lo entiendo... Yo... Yo te amo... Sheva, cariño... Tu me dijiste que me amabas, tú me amas... No puedes hacerme esto. No sé a qué juegas, pero esto no me gusta nada. Tú me amas...

-Te lo dije, mi krasivia Cristal. Te dije que te quería, pero nunca dije que te amara, sólo que te quería -el eco de su risa cruel choca contra la superficie de cristal helado-. ¿Sabes lo que significa mi nombre? Vsévolod. El que todo lo obtiene. Y es cierto. Obtengo todo lo que quiero. Te quería y ya te tengo. Por siempre mía. Voy a ser tu guía en este infierno. Inventaré mil tormentos y torturas para tu hermoso cuerpo sin temor a quebrarlo, porque aquí sólo está tu mente. La tuya y la mía.Y pronto comprobarás lo siniestro, demoníaco y retorcido que puedo ser en realidad. Bienvenida a mi mundo, niña bonita. Bienvenida a tu peor pesadilla.

Se tiende sobre mí y siento un escalofrío de terror y repugnancia que me recorre el cuerpo. Sus ojos tienen el brillo perverso del sadismo más absoluto. No... No puedo creerlo. No. No es un hombre. Es un demonio. ¡Es un demonio! Su mirada no tiene ni rastro de ternura, es tan dura como su polla, que me penetra con ímpetu, invadiendo con violencia mi carne que no está preparada para recibirle, desgarrando mi cuerpo tanto como desgarra mi alma con sus palabras crueles, hinca con saña sus afiladas uñas que rasgan mi piel y mi corazón se rompe en mil pedazos como cuando un cristal estalla contra el suelo. Cristal roto. Estoy rota, rota... El dolor es lacerante, espantoso y cierro mis ojos con fuerza y me grito a mí misma: despierta, despierta... Esto es sólo una pesadilla, sólo una pesadilla... ¡Despierta! Por Dios... ¡DESPIERTA!

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!


Sheva sonríe y besa a Cristal con delicadeza en los labios, acaricia sus cabellos como señal de despedida, vuelve a subir a la caravana y arranca el motor. Enciende el equipo y suena la música estridente de Metallica. Sonríe como un lobo y comienza a tararear:

- Obey your Master.... Master... Master of Puppets I'm pulling your strings... Twisting your mind and smashing your dreams...


Amanece en la ciudad. Los rayos del sol irrumpen a través de las rendijas de las persianas en la habitación de Cristal. Las sábanas son de algodón y los cabellos de la chica esparcidos sobre la almohada lucen como ramos de margaritas amarillas sobre fondo blanco. Unos pasos se oyen y dos personas entran en el cuarto sin llamar.

-¿La han identificado ya? -el enfermero nuevo inyecta la medicación en el gotero y se queda mirando a la chica que yace inmóvil sobre la cama del hospital.

-Ah... Sí. Creo que sus familiares están al llegar -responde su compañera retirando las bolsas de orina conectadas a la sonda de forma eficiente, sin mirar a la paciente.

-Pobrecilla. Dicen que la encontraron desnuda e inconsciente al borde de una carretera intercomarcal. ¡Qué caso más raro! ¿Verdad? No tenía lesiones ni ninguna alteración patológica -lee el historial y el diagnóstico-. Coma atípico por causas desconocidas.

-Sí, es cierto -reconoce la enfermera-. Es uno de los casos más raros que he visto en mi larga vida atendiendo pacientes en estado de coma.

-¿Crees que despertará algún día?¿Estará soñando? Mírala. Parece la Bella Durmiente... Tan reposada y linda... ¿Verdad? -el chico mira con ternura a Cristal.

-Si, pero no creo que un beso vaya a despertarla, Romeo -su compañera sonríe al nuevo y mueve la cabeza con condescendencia-. Ya te acostumbrarás a esto. Cuando llevan ya un par de semanas en coma profundo es improbable que despierten. ¿Que si sueña? Fíjate en su electroencefalograma.

El muchacho avanza y consulta la lectura del EEF.

  • Sí. Las ondas gammas tienen una frecuencia superior a los 48 hertzios y las ondas beta presentan picos de frecuencia anormales. No aparecen ondas alfa y se registran ondas theta y delta.

-Pues eso. Está en un estado de inconsciencia aunque su mente no descansa. Las lecturas marcan un estado de agitación contínua. Seguro que sueña y apostaría lo que quieras a que sus sueños son muy, muy intensos...

Mientras prepara el instrumental para cambiar la cánula y limpiar el tubo de la traqueotomía el chico vuelve a mirar a Cristal con pesar y piensa que es una lástima, tan joven y bonita. Seguro que tenía una familia maravillosa, unos amigos en los que confiar y un novio que la quería con locura. Seguro que sí.

FIN