La boda de mi primo (parte seis).
Esta es la sexta parte de mi penúltima historia, que acabé de escribir en el pasado mes de Mayo. Espero que guste a mis lectores y que se vayan engachando a lo acontecido.
Al quedarme de nuevo solo volví a centrarme en la descomunal orgía en que se había convertido la boda pero sin dejar de pensar en lo excitante y placentero que me resultaría ver desnuda y poder tocar a Anne Lise. Estaba tan absorto en ello que no me percaté de que cinco mujeres que, aunque se conservaban muy bien, iban vestidas con ropa que las daba un aspecto bastante juvenil y estaban de lo más potable, andaban en torno a mi edad y que, al permanecer vestidas, evidenciaban que aún no se habían estrenado se estaban acomodando a mi alrededor. Cuándo me di cuenta de su presencia las féminas estaban centradas en mirarme y sin el menor disimulo, la tranca y aunque todas parecían arder en deseos de disfrutar de semejante miembro viril y por las razones que fueran, ninguna estaba dispuesta a tomar la iniciativa por lo que se limitaban a vérmela bien dura y tiesa y a hacer ciertos comentarios que no llegué a entender. Mientras aquella situación se mantenía, a través de la conversación que dos de ellas mantenían en inglés, me enteré de que la mayoría de las hembras de aquel país se habían acostumbrado a demostrar a sus parejas que se encontraban complacidas y satisfechas haciéndose pis durante el acto sexual lo que explicaba el gran interés demostrado por Martina para que continuara jodiéndola hasta que su micción hizo acto de presencia. Pasaron varios minutos más antes de que una de las mujeres que había mantenido aquella conversación se decidiera a sentarse a mi lado con intención de tocarme la verga y movérmela lentamente mientras me indicaba que la resultaría de lo más gratificante que me la cepillara mientras veía a su marido follarse a una joven pedorra. Como estaba muy caliente, acepté su propuesta y después de esperar a que se desnudara y tocarla sus voluminosas tetas, la indiqué que quería que se colocara a cuatro patas y bien abierta de piernas en el suelo y en cuanto lo hizo y bajo la atenta mirada de las demás, me coloqué de rodillas detrás de ella, la lamí el ojete, lo que pareció agradarla, antes de proceder a perforárselo con dos de mis dedos y se la “clavé” hasta el fondo por el coño. En cuanto conseguí que lubricara más para poder dar mayor rapidez a mis movimientos de penetración, me indicó que la estaba reventando de gusto y un poco después se meó aunque, al igual que me había sucedido con Martina, su micción fue saliendo al exterior en cortos pero intensos chorros cuándo la presión que mi chorra ejercía en su vejiga urinaria lo permitía. Me resultaba bastante evidente que aquella golfa estaba disfrutando al no dejar de pedirme que siguiera dándola aquellos envites puesto que nadie la había jodido con tanta energía y nunca había tenido en su interior un cipote como el mío con el que la estaba causando verdaderos estragos al mismo tiempo que la daba mucho placer. Animado por sus supuestas amigas me decidí a insultarla mientras culminaba. Supongo que no llegaría a entender ninguno de los múltiples improperios que la dediqué pero me dio la impresión de que, a cuenta de ello, alcanzó tan elevado grado de excitación que, totalmente salida y además de volverse a mear, iba llegando al clímax una vez tras otra de una forma intensa y prolongada. Una vez más mi eyaculación tardó bastante en producirse por lo que cuándo la solté y en cantidad la leche, la recibió, disfrutando de un nuevo orgasmo, entre evidentes muestras de satisfacción.
Después de mi “descarga” me la seguí tirando durante varios minutos más hasta que me indicó que la estaba dejando exhausta puesto que el habérmela cepillado con tanta energía, aunque sólo la hubiera echado un polvazo, valía mucho más que todo lo que la había hecho su marido en los últimos meses y que a sus casi cuarenta años había tenido que ser un español, comentario que me llenó de orgullo patrio, dotado de una excelente minga el que la hiciera “romper” como una autentica cerda quinceañera para disfrutar a tope del sexo y descubrir que era multiorgásmica por lo que estaba de lo más complacida y pletórica. Pero, tras indicarme que había logrado vaciarla al hacerla llegar al clímax varias veces seguidas y con mucha intensidad y comprobar que su marido había acabado de follarse a la fémina a la que ella había denominado joven pedorra, se echó hacía adelante con intención de que mi nabo se fuera deslizando lenta y suavemente hacía el exterior hasta abandonar su “cueva” vaginal. En cuanto la tuvo fuera de la seta, me hizo extraerla los dedos del ojete y se giró para mirarme el pene impregnado en su flujo y me lo volvió a mover muy despacio con su mano mientras me decía que había que celebrarlo haciéndola lubricar aún más. La propuse tirármela, de nuevo, en otra posición pero me contestó que hacía tres meses escasos que, ante la escasa actividad sexual que desarrollaba, había decidido prescindir del DIU y como a su edad no podía exponerse a que a base de echarla polvos la acabara dejando preñada, lo que más la gustaría sería que, acostada en el suelo y abierta de piernas, me dedicara a comerla la almeja al mismo tiempo que la volvía a forzar el ojete con mis dedos. No me agradó mucho su propuesta pero la complací durante varios minutos hasta que alcanzó dos orgasmos consecutivos y se volvió a mear y esta vez en mi boca, con lo que consideró que la dejaba muy bien servida. En cuanto la extraje los dedos del culo, se incorporó y recogiendo su ropa del suelo se dirigió con las prendas en la mano hacía el cuarto de baño para limpiarse y seguramente, defecar mientras sus supuestas amigas, aunque sólo era capaz de entenderme con una de ellas que hizo de interprete con las demás, se ponían de acuerdo para turnarse en ir ocupando su lugar con intención de que las hiciera lo mismo a cambio de comerme la picha pero, a pesar de que logré que todas ellas echaran un montón de “baba” vaginal y se mearan en mi boca, solamente una fue lo suficientemente perseverante para conseguir sacarme la leche que recibió íntegra en su boca. Las otras tres, alegando que se me ponía enseguida tan dura, gorda y larga como la de un buey y que el mantenerla dentro de su orificio bucal las llegaba a producir arcadas y ahogos, no llegaron a culminar sus respectivas mamadas con la ingesta de un buen “biberón” por lo que me demostraron que todo su interés se centraba en recibir placer y satisfacción a través del sexo oral pero sin pensar en dármelo.
Cuando terminé de comer el chocho a aquellas hembras maduritas deseosas de disfrutar de la satisfacción que las llegó a producir el sentir mi lengua introducida en su coño, el poder mearse en mi boca y el que las hurgara analmente con mis dedos lo que con una de ellas fue suficiente para que evacuara masivamente en el salón, apenas dispuse de tiempo para volver a observar como se iba desarrollando aquella bacanal ya que, enseguida, se acercaron a mí tres jóvenes, a cual más guapa y sensual, que desnudas y hablándome en francés me indicaron que deseaban dar debida cuenta de mi potencia sexual y resarcirse de que los chicos que se las habían cepillado hasta unos minutos antes no estuvieran tan bien dotados y de que, además de no haber sido capaces de satisfacerlas, las hubieran dejado con las ganas al decirlas que iban a tomarse un descanso antes de volver a intentar rendir en las debidas condiciones. Por los comentarios que escuché de una de ellas mientras la sobaba las tetas llegué a entender que la mujer madura a la que me había follado antes, al verlas desconsoladas, las había aconsejado que se dejaran joder por mí asegurándolas que disponía de una pilila excepcional y de suficiente leche para las tres por lo que las dejaría complacidas. Después de indicarme que las daba mucho morbo el que se las tirara un hombre de mi edad, de tocarlas la “delantera” y de enterarme de que eran familiares de la novia, me tumbé en el suelo y abrí mis piernas. Una de ellas, la más menuda, se arrodilló a mi lado y procedió a comerme la pirula pero no tardó en darse cuenta de que la tenía como una autentica piedra y que aquellos preliminares no eran necesarios por lo que, abandonando su cometido y tras hablar con sus amigas para ponerse de acuerdo, la que había ejercido como portavoz de las demás decidió cabalgarme pero incorporándose cada poco tiempo para que el pito saliera de su seta con el propósito de que la joven menuda, que se estaba dedicando a hurgarme en el ojete con unos enérgicos movimientos circulares al mismo tiempo que me acariciaba la parte superior interna de las piernas, me lo comiera durante unos segundos bien impregnado en la “baba” vaginal de su pariente para, a continuación, volverlo a colocar en el interior de la almeja de la primera mientras la tercera, colocada en cuclillas sobre mi boca mirando a las otras y manteniendo bien abiertos los labios vaginales con sus dedos, me ofrecía su chocho para que se la comiera sin olvidarme de darla unas buenas lamidas anales sin que ninguna de las dos que ocupó esa posición se privara de mearse en mi boca. Un poco después de echar la leche a la primera intercambiaron sus posiciones con intención de que las tres pudieran cabalgarme y recibir uno de mis copiosos, espesos y largos polvos. La que se encargó de sacarme la leche por segunda vez fue la chica más menuda que se llevó un premio añadido y al parecer muy satisfactorio, cuándo me meé dentro de ella poco después de haberla soltado la lefa. Pero, a pesar de que intentaron que sus cabalgadas fueran intensas y rápidas, mis eyaculaciones seguían tardando bastante en producirse por lo que cuándo se sentían mojadas por mi leche estaban reventadas de gusto lo que motivó que no me diera tiempo a cepillarme a la tercera ya que los camareros nos pidieron que abandonáramos el salón en el que se había celebrado el banquete nupcial para poder prepararlo de cara a la cena indicándonos que podíamos continuar con la fiesta en la discoteca del hotel.
Como no quería que la última chavala, una joven de nacionalidad belga de cabello rubio que se encontraba dotada de una abierta y amplia raja vaginal, se me escapara sin poder follármela y echarla mi leche, me la llevé, completamente desnuda, al cuarto de baño donde se arrodilló y me chupó la polla durante varios minutos hasta que estuvo segura de haber conseguido que recuperara su plena erección. En cuanto se la extrajo de la boca la ayudé a incorporarse y procedí a “clavársela” vaginalmente haciendo que la chica permaneciera de pie, dándome la espalda y manteniendo su pierna derecha más elevada que la izquierda. No tardé en echarla el séptimo polvo de la tarde, que resultó ser un tanto aguado pero intenso y largísimo, con el que quedé de lo más satisfecho al igual que la joven que, en cuanto la extraje el rabo del coño, se giró en redondo para volver a arrodillarse delante de mí y proceder a chupármelo lentamente durante un buen rato antes acomodarse en el inodoro, pasárselo repetidamente por las tetas y acabar haciéndome una placentera cubana con la que, aunque la costó, consiguió que, mientras ella meaba, volviera a “descargar” con lo que, aparte de su “delantera”, la empapé con mi lefa el cuello, la cara e incluso, el pelo. En cuanto acabé de eyacular me apresuré a introducirla mi miembro viril en la boca y mientras me lo comía con evidentes ganas de más, la solté una abundante y larga meada que recibió con entusiasmo y que fue ingiriendo entre visibles muestras de agrado a medida que se la iba echando.
Después la hice incorporarse con intención de poder restregar mi tranca en su caldosa seta al mismo tiempo que nos besábamos en la boca con lengua para, más tarde, apretarla y mamarla las tetas mientras la forzaba con dos de mis dedos el ojete. Sin variar nuestra posición se la volví a “clavar” de nuevo por la almeja. La joven, que lubricaba de una forma masiva, alcanzó rápidamente el clímax y acto seguido, noté que había conseguido provocarla la defecación con mis hurgamientos anales por lo que, en cuanto la extraje los dedos bien impregnados en su “chocolate”, evacuó una gran cantidad de caca. Como la chavala no acababa de soltar mierda la tuve, muy a mi pesar, que sacar la verga para que se pudiera acomodar en el inodoro donde la dejé expulsando mierda entre una sonora colección de pedos y después de lavarme las manos, volví al comedor para recoger mi ropa y poder vestirme observando que aún quedaba bastante amontonada y que, entre ella, existía un gran surtido de tangas. Una vez que localicé la mía busqué el vestido de Martina pero no lo encontré por lo que me supuse que, una vez concluido nuestro contacto sexual, lo habría recogido y llevado al cuarto de baño para ponérselo allí ya que, por lo que me había contado Anne Lisa, en su faceta lesbica prefería que fueran las demás las que lucieran sus encantos delante de ella.
C o n t i n u a r á