La boda de mi primo (parte once).

Undécima parte de mi penúltima historia, que acabé de escribir en el pasado mes de Mayo y que se va acercando a su final. Espero que guste a mis lectores y que disfruten y se enganchen a lo acontecido.

Martina, bastante contrariada por el gran interés que demostraba por permanecer junto a esa pareja, terminó por enfadarse diciéndome que debía de elegir entre seguir allí ó terminar la velada en su compañía por lo que, mientras el hombre restregaba su minga por la zona externa de la seta de la fémina volviendo a abrirla y cerrarla continuamente el ojete con sus dedos y esta le decía que, al final, iba a lograr que se cagara allí mismo, no me quedó más remedio que subirme el calzoncillo y el pantalón, ofrecer mi mano a Martina que no dudo en aceptar y reemprender el camino hacía mi habitación sin llegar a saber si la pareja decidía continuar su actividad sexual en la de la hembra. En cuanto entramos y cerré la puerta, Martina tiró su ropa al suelo, se tumbó boca arriba en la cama y abierta de piernas, esperó ansiosa a que me desnudara mientras me indicaba que confiaba en que aún me quedaran fuerzas para que pudiera comportarme tan bien con ella como con Anne Lise, Katerina ó la camarera. En cuanto me acosté a su lado se echó sobre mí y comenzamos a retozar dando vueltas el uno sobre el otro con lo que sus tetas se mantuvieron apretadas a mi torso y mi erecto nabo no dejó de mantenerse en contacto con su abierta y húmeda raja vaginal.

Pero Martina, evidenciando que se encontraba muy caliente y que tenía unas inmensas ganas de que la metiera el pene, no estaba dispuesta a que aquello se prolongara durante mucho tiempo por lo que decidió pasar a una acción mucho más directa y tras decirme que había llegado el momento de demostrarla que además de un autentico cabronazo era un buen semental, se puso boca abajo entre mis abiertas piernas y procedió a comerme la picha con esmero y ganas. Pensé que, después de toda la “tralla” que la había dado en las horas precedentes, iba a tardar en alcanzar su total erección pero se me puso a tope con una rapidez inusual en cuanto me la empapó en su saliva y me la chupó con movimientos de tornillo. En cuanto Martina observó que la pilila se me había puesto, como ella decía, divina y estando segura de que aún me quedaba leche en los cojones, optó por “cascármela” muy despacio con su mano con intención de poder cortarme la eyaculación en cuanto aparecían por la abertura las gotas previas de lubricación presionándome la base con sus dedos en forma de tijera con lo que aseguraba de que mis “descargas” iban a resultar abundantes y largas. Con aquello consiguió que llegara a ansiar el poder “clavársela”, el follármela y el echarla unas espléndidas raciones de leche por lo que, en cuanto me lo permitió, la hice acostarse boca arriba a mi lado, me tumbé sobre ella, la metí la pirula hasta el fondo y me la tiré con movimientos muy rápidos, como a ella la gustaba. Martina, que lubricaba de maravilla, no tardó en “liberar a un par de presos” diciéndome que, como había visto que me gustaban aquellas cerdadas, quería excitarme aún más con el olor de sus pedos. Un poco después se meó y de que forma. Su micción fue saliendo al exterior a chorros pero en veces, cuándo mis movimientos de mete y saca lo permitían, lo que unido a la que gran cantidad de pis que soltó hizo que se prolongara bastante. Cuándo pasados unos minutos se encontraba disfrutando de su segundo orgasmo la solté la leche. Sentí perfectamente que su cuerpo llegaba a estremecerse de placer y que, sin poder hacer nada por evitarlo, volvía a mearse de autentico gusto. Consideré que aquella guarra había logrado convertir aquel polvo, después de haberme cortado varias veces la eyaculación mientras me la “cascaba”, en el que más había deseado echar y estaba siendo el más intenso, largo y placentero de todos. Un poco más tarde se la saqué para cambiar de posición y continuar cepillándomela primero con sus piernas dobladas y después apoyadas en mis hombros; colocada a cuatro patas y una vez más, echado sobre ella hasta que, a pesar de que la eyaculación se demoró mucho lo que la permitió llegar en repetidas ocasiones al clímax, conseguí echarla un segundo polvo y una abundante micción tras lo cual se la saqué y haciendo que volviera a ponerse a cuatro patas, se la “clavé”, de nuevo, vaginalmente para darla unos envites impresionantes antes de que, con el pito totalmente impregnado en su “baba” vaginal, se la sacara con intención de proceder a poseerla y de una manera brutal por el culo en donde me costó metérsela entera puesto que la dilatación de su orificio anal no llegaba a ser la más apropiada para facilitar que se lo perforara con un miembro viril tan duro, grueso y largo como el mío aunque, con paciencia, logré ir abriéndoselo hasta que la entró por completo y pude empezar a encularla. Después de disfrutar durante un montón de tiempo de su trasero mientras ella no dejaba de decirme que la estaba haciendo mucho daño porque la tenía demasiado gorda y larga, se la saqué para hacer que modificara su posición y volvérsela a “clavar” analmente tumbada boca arriba a lo ancho de la cama y con sus piernas apoyadas en mis hombros lo que me facilitaba que, mientras la daba por el culo, pudiera sobarla la almeja, que se había convertido en un autentico mar de “baba” vaginal. Como sufría ligeras pero constantes pérdidas urinarias, llegó a excitarme tanto que cuándo logré “descargar” lo hice inmerso en tal gusto que pensaba que no iba a acabar de echarla chorros y más chorros de caliente y espesa leche. Martina que, al igual que Anne Lise y Andrea, me había demostrado que, a pesar de la gran contrariedad que supuso su inicial escasa dilatación anal y de haber sentido mucho dolor durante todo el proceso, “tragaba” perfectamente por detrás a pesar de las dimensiones de mi polla y de habérsela enjeretado de una forma un tanto brutal, terminó escocida, molesta y bajo los efectos de una diarrea de consideración por lo que, en cuanto me cansé de poseerla por detrás y se la pude sacar tras liberarla de su aprisionamiento intestinal al perder ligeramente su erección, se levantó de la cama y se dirigió al cuarto de baño donde pasó un buen rato acomodada en el “trono” defecando y echando en tromba montones de mierda líquida. A la mañana siguiente me indicó que aquellas evacuaciones masivas la venían de maravilla ya que era muy estreñida y hasta que había logrado hacerla defecar por la tarde, llevaba varios días sin cagar.

Como estaba muy cansado me quedé dormido antes de que regresara aunque, en sueños, sentí que se acostaba y que se apretaba a mí para restregar su zona pélvica en mis glúteos, que seguía sufriendo ligeras pérdidas urinarias e incluso, que se hizo pis en la cama empapándome con su micción el rabo y los pelos púbicos. No sé el tiempo que dormimos pero no debió de ser mucho. Me desperté al notar que me estaba acariciando la tranca, mojada en su pis, que estaba sumamente dura y totalmente erecta al mismo tiempo que me apretaba los huevos. En cuanto abrí los ojos me dio un beso en la boca y tras indicarme que hacía un buen rato que había amanecido, volvió a colocarse boca abajo entre mis piernas y de nuevo, procedió a comerme la verga. No tardé en soltarla en la boca la primera meada del día, que se bebió prácticamente íntegra entre evidentes muestras de agrado y de satisfacción y unos minutos más tarde la eché una gran ración de leche en la garganta. Después y como unas horas antes, la hice acostarse boca arriba, la abrí todo lo que pude las piernas, me tumbé sobre ella, la “clavé” la chorra por la raja vaginal y a pesar de sus protestas, me la follé muy despacio para poder disfrutar durante más tiempo de su sabrosa “cueva” hasta que, al final, no pude aguantar más y volví a eyacular en su interior. Mi leche había tardado bastante en salir lo que ocasionó que el cuerpo de Martina se estremeciera de gusto en cuanto sintió que la estaba mojando haciéndola llegar, una vez más, al clímax y provocándola otra apoteósica, intensa y larga meada. Mientras su micción iba saliendo lentamente al exterior la seguí jodiendo pero, al cabo de un rato, empecé a sentir escozor y molestias en los huevos por lo que opté por sacarla el cipote para no “exprimirlos” más y haciendo que se colocara a cuatro patas, procedí a sobarla su amplio, caldoso y jugoso chocho antes de introducirla dos dedos en él y otros dos en el ojete que comencé a mover rítmicamente al mismo tiempo que mantenía fuertemente presionado su clítoris con la palma de mi mano. Desconozco el tiempo que empleé en ello pero fue bastante puesto que Martina no dejaba de animarme para que continuara dándola satisfacción mientras me deleitaba viéndola soltar “baba” vaginal, que llegó a gotearla; mearse con relativa frecuencia pero expulsando poca cantidad y defecar con lo que tras haber retenido su caca con sus tres masivas evacuaciones de las últimas horas debió de vaciar por completo el intestino, aunque nada de ello me impidió seguir con mi cometido hasta que me cansé. Cuándo la extraje los dedos Martina estaba exhausta por lo que, diciéndome que nunca había pensado en llegar a alcanzar un número de orgasmos tan elevado, se desplomó en la cama boca abajo totalmente despatarrada. La acaricié repetidamente la masa glútea, la pasé un par de dedos por la raja del culo prestando una atención muy especial a su ojete y volví a sobarla el coño con mi mano extendida a través de sus abiertas piernas mientras observaba que volvía a salir un poco de “chocolate” por su orificio anal. Su “cueva” vaginal estaba tan sumamente abierta que, pensando que a aquella cerda aún la quedaban ganas de “guerra”, me decidí a darla la vuelta para proceder a reventarla y vaciarla metiéndola vaginalmente uno de mis puños con el que la forcé con verdadera saña. Mientras la sábana y el protector del colchón se iban empapando con sus secreciones, Martina no dejaba de llamarme cabrón y me pedía que no la forzara más puesto que sentía que no la quedaba flujo en su interior y estaba notando dolores bastante agudos en la zona uterina. A pesar de ello, continué unos minutos más y cuándo la saqué el puño impregnado en su “baba” vaginal, su más que copiosa lubricación me saltó hasta casi la mitad del brazo. Después la depilé con unas tijeras su poco poblado “felpudo” pélvico con idea de, junto a su tanga rojo, conservarlo en mi poder como recuerdo y la apreté desde el exterior la vejiga urinaria hasta que conseguí verla mear al más puro estilo fuente mientras volvía a contraérsela el cuerpo con lo que, aunque empapó todavía más la cama, pareció quedar totalmente relajada lo que facilitó que, entre escozores y molestias, se durmiera. Me levanté y la estuve mirando sentado en una butaca mientras recordaba el placer y la satisfacción que aquella golfa me había dado y esperaba a que la minga perdiera parte de su erección para poder vestirme más cómodamente pero, al mirar el reloj, me di cuenta de la hora que era. Me apresuré a ducharme, afeitarme, vestirme y recoger mi equipaje, sin olvidarme de los dos recuerdos que me llevaba de Martina y después de volver a mirar con detenimiento el escultural cuerpo de la joven, darla un beso en la boca, taparla y dejarla una nota diciéndola que a su lado había pasado una velada inolvidable y facilitándola mi correo electrónico con intención de poder seguir en contacto, abandoné la habitación y me encaminé hacía las que ocupaban mis tíos y mis primos con intención de despedirme de ellos.

C o n t i n u a r á