La boda de mi primo (parte cuatro).

Esta es la cuarta parte de la última historia que he acabado de escribir, en el pasado mes de Mayo. Espero que guste a mis lectores y que, poco a poco, se vayan engachando a su desarrollo.

A lo largo de la noche me desperté en un par de ocasiones. La primera vez fue a cuenta de los tacones de una hembra que se encontraba alojada en la habitación situada encima de la mía y que no paraba de ir de un lado para otro sin quitarse los zapatos. Después fueron las carcajadas y risas de dos jóvenes que ocupaban una de las habitaciones contiguas que llegaron bastante borrachas a altas horas de la madrugada. Esta vez me levanté y fui al cuarto de baño a mear. Mientras veía salir mi micción pensé que, en su estado, si acudía a su habitación no me resultaría demasiado complicado el tirármelas pero, mientras me sacudía el miembro viril para expulsar las últimas gotas de pis, escuché que una de ellas entraba precipitadamente en su cuarto de baño en el que vomitó con lo que se me quitaron de golpe las ganas de trajinármelas y terminó todo el revuelo puesto que, unos minutos después, se desnudaron y se acostaron por lo que no tardé en volver a conciliar el sueño. A la mañana siguiente me levanté temprano para desayunar y poder comprar unos detalles para Reyes y Violeta, las dos compañeras de trabajo a las que me estaba cepillando con regularidad, antes de regresar al hotel para vestirme adecuadamente de cara a la ceremonia del enlace matrimonial de Jesús y Zdenka y desplazarme en taxi hasta la iglesia, situada al otro lado de la ciudad, en la que se iba a celebrar el acto religioso. Llegué con tiempo por lo que di un paseo por los alrededores antes de decidirme a entrar y tomar asiento en un banco para esperar la llegada de los contrayentes. A pesar de que no entendí nada de la ceremonia me pareció bastante similar a las que se celebran en nuestro país aunque con un horario distinto ya que comenzó antes del mediodía y fue tan musical y solemne que terminó cansando a los novios, a los padrinos y a los invitados. Lo más destacable fue que cuándo el sacerdote le dijo a Jesús algo similar al conocido “puedes besar a la novia” este puso sus manos en los glúteos de Zdenka y apretándola con fuerza contra él, procedió a “restregar cebolleta” mientras se daban un largo beso en la boca.

Al salir al exterior y como mis tíos y mis primos estaban demasiado ocupados atendiendo a los invitados y no conocía a nadie, me dediqué a observar a parte de las invitadas que, con unos vestidos tan elegantes y sofisticados como sugerentes, parecían evidenciar ser unas golfas deseosas de ser folladas y de que las echaran un buen polvo. Me llamó mucho la atención no encontrarme con ninguna obesa y que la mayoría de ellas fueran de complexión delgada y esbeltas; que todas intentaran lucir al máximo sus piernas y a través de desproporcionados escotes, el canalillo y la “delantera”; que se encontraran dotadas de un culo estrecho y al parecer, muy terso y que hasta las mujeres de más edad estuvieran realmente buenas por lo que pensé que debían de cuidarse mucho para aparentar menos edad de la que realmente tenían y poder seguir seduciendo al sexo masculino. A varias féminas se las marcaban a la perfección en la ropa los pezones y algunos realmente erectos, lo que denotaba que, al menos cuándo asistían a una boda, no usaban sujetador. Más tarde me percaté de que Jesús no se cansaba de pasar su mano derecha extendida por la masa glútea de Zdenka a través del vestido y que intentaba localizar con sus dedos el ojete de la joven. En ese momento no llegué a comprender lo que pretendía con ello pero no iba a tardar en saber que el perforar con uno ó más dedos el ano a las hembras y no dejar de moverlos en círculos hacía dentro y hacía afuera durante un buen rato, llegando incluso a provocarlas la defecación, era algo bastante habitual en el periodo preliminar al acto sexual para calentarlas.

En el banquete nupcial y por aquello del idioma y de poder hablar con alguien mientras comía, me acomodaron en una mesa junto a otras nueve personas sentándose a mi derecha José Andrés y Anne Lise, su esbelta y llamativa pareja sentimental que a pesar del “bombo” y de encontrarla un poco demacrada me pareció aún más atractiva que el día anterior y a mi izquierda Juan Ignacio y su joven novia, Katerina, que evidenciaba no haber dormido lo suficiente la última noche. El menú no se parecía en nada a cualquiera de los habituales en los enlaces matrimoniales que se celebran en España por lo que preferí comerme los distintos platos sin saber de que clase de alimento se trataba mientras más que hablar con mis primos y sus parejas lo que hice fue enrollarme y en inglés con una escultural joven de cabello rubio, alta y delgada, que se encontraba sentada casi enfrente de mí que me indicó que se llamaba Martina y que era amiga y bastante íntima de Anne Lise, con la que había cursado una parte de sus estudios universitarios y Zdenka a la que conocía desde que era una cría y con la que, hasta que se lió con Jesús, solía pasar parte de su tiempo libre. La chavala llevaba puesto un provocativo vestido de color rojo con un escote desmesurado a través de cual lucía buena parte del canalillo y de su portentosa “delantera” y una falda con la tela decreciente que la cubría casi hasta la altura de las rodillas por detrás pero que, por delante, resultaba tan corta que, a pesar de permitirla lucir prácticamente íntegras sus bonitas y largas piernas, faltaba muy poco para dejarla al descubierto el tanga que llevaba puesto y que, por aquello de ir bien conjuntada, también era rojo. Según hablaba con ella me acordé de que la había visto ir de un lado para otro bastante inquieta en el recibidor del hotel cuándo salí hacía la iglesia lo que me hizo pensar que también se encontraba alojada en él y que me había llamado tanto la atención su ropa que llegué a considerar que, una mujer que vistiera así, tendría que ser una excepcional “yegua” guarra, golfa y salida de la que se podría obtener un excepcional rendimiento en la cama lo que, a su vez, me hizo pensar que también podría tratarse de una fulana con la que el hotel se ponía en contacto cada vez que necesitaba satisfacer sexualmente a algún cliente. Mientras mi cabeza permanecía centrada en aquellos pensamientos Martina seguía hablando y cuándo volví a meterme en la conversación estaba indicándome que un par de meses antes había cumplido veintiséis años y que estaba separada tras un breve matrimonio que apenas duró medio año puesto que su marido no lograba dar la talla en muchos aspectos, incluida la cama, por lo que, después de la desilusión que se había llevado con él, tenía la intención de continuar libre y sin compromiso sin llegar a plantearse, al menos de momento, el volver a casarse ó el iniciar una relación estable con convivencia mutua con un hombre.

La comida transcurrió sin nada reseñable hasta que, en los postres, los invitados comenzaron a ponerse un poco bordes pidiendo continuamente a los contrayentes que se besaran y que se realizaran cierto tipo de caricias y tocamientos. Unos minutos más tarde dos amigos del novio se colocaron detrás de Zdenka haciendo que se levantara y se desplazara unos pasos hacía atrás. Uno de ellos se arrodilló y se metió debajo de la falda de su vestido mientras el otro la bajaba la cremallera dejándola al descubierto el sujetador sin tirantes y después de quitárselo, las tetas. Martina me indicó que el chico que permanecía debajo de la falda del vestido de Zdenka tenía que despojarla del liguero, las medías y el tanga, todo ello de color blanco, antes de realizarla una comida de coño para favorecer que la joven, que seguramente llevaría bastante tiempo reteniéndolo, pudiera hacer pis y echárselo al joven en la boca de una forma abundante, concentrada y discreta. Una vez que los dos hombres acabaron con su cometido dejando muy satisfecha a la contrayente, fueron tres amigas de Zdenka las que se encargaron de hacerse con el calzoncillo de Jesús para lo cual tuvieron que quitarle antes el pantalón con lo que resultó bastante evidente que formaba parte de la familia puesto que lució una pirula sumamente tiesa y de buenas dimensiones que las tres jóvenes no dudaron en moverle con su mano e incluso, una de ellas le chupó durante unos momentos al mismo tiempo que le acariciaba sus gordos cojones.

Una vez logradas las prendas íntimas de ambos contrayentes, los chicos y chicas que les habían despojado de ellas procedieron a subastarlas al mejor postor. Lógicamente, las féminas se ocuparon de hacer subir la cotización del calzoncillo de mi primo mientras que, tras pagarse un magnífico precio por el sujetador de Zdenka, el liguero y el tanga llegaron a alcanzar una cantidad bastante elevada de dinero sobre todo desde el momento en que el chico que dirigía la subasta hizo ver a los invitados que en la prenda íntima existían señales evidentes de humedad vaginal y de alguna ligera pérdida urinaria. Al finalizar la puja por el tanga Martina me indicó que Zdenka había contraído matrimonio con “regalo” incluido ya que el lunes anterior la habían confirmado que estaba preñada cosa que aún desconocía Jesús puesto que, con los jaleos de la boda, la chica no había encontrado el momento ni la ocasión propicia para comunicárselo. Intenté quitar importancia al hecho comentándola que en un país como España, con mucha menos libertad sexual, aquello se daba con bastante frecuencia y se le llamaba casarse “de penalti”.

En cuanto terminó la subasta y se entregó a los contrayentes la cantidad recaudada para que pudieran cubrir los gastos de la luna de miel que pretendían pasar en París, la ciudad del amor y de la luz, parte de los invitados se pusieron bastante pesados demandando a los recién casados que consumaran allí mismo su unión. Al cabo de un rato, los novios decidieron no hacerse de rogar más y levantándose de sus asientos, Zdenka se apresuró a ponerse en cuclillas delante de mi primo para chuparle el pito que se había mantenido al descubierto y bien tieso desde que las amigas de la novia le habían despojado del pantalón y del calzoncillo mientras los camareros se daban prisa en quitar de las mesas botellas, copas, cubertería y vajilla y la gente intentaba conseguir una buena posición para no perderse el menor detalle y sacar fotografías de tan exhaustiva mamada. Cuándo la joven se sacó la polla de la boca daba la impresión de que se encontraba a punto de “estallar” de gusto pero Jesús, después de ayudarla a tumbarse boca arriba cruzada en la mesa, subirla la falda del vestido, abrirla bien las piernas, “clavársela” hasta el fondo en su depilada seta y darla unos buenos envites cambiando con frecuencia el ritmo de la penetración, tardó varios minutos más en echarla la leche. Después de soltarla los primeros chorros en el interior de la almeja, se la extrajo para que los invitados e incluso Zdenka, que se incorporó ligeramente, pudieran ver que estaba eyaculando mientras la copiosa lefa se iba depositando en los brazos, el estómago y el vestido de la joven a la que mi primo no dejaba de sobar las tetas y volvió a introducírsela vaginalmente en cuanto acabó de salirle leche. Pero mientras en España es habitual que, una vez que los novios lo abren en solitario al ritmo de un vals, los invitados se unan al baile allí lo normal es que, una vez que los contrayentes consuman el matrimonio, sean sus progenitores y los padrinos los que se junten al sarao pero, como ni mis tíos ni los padres de Zdenka quisieron tomar parte activa en ello, fue el padrino, un hombre de aproximadamente mi edad que resultó ser uno de los propietarios de la empresa en la que mi tío trabajaba como jefe de administración cuyo padre ya fallecido les había ayudado mucho cuándo llegaron al país, el que no dudó a la hora de tirarse a la madrina, que era una de las hermanas de Zdenka cuatro años mayor que la novia, delante de los sacerdotes que habían oficiado el acto religioso y que, dándose cuenta de que allí sobraban y que su misión había concluido con la comida, se levantaron, se despidieron de los padres de los contrayentes y no tardaron en abandonar el salón.

C o n t i n u a r á