La boda de mi mejor amigo

Forever, forever, you'll stay in my heart

Forever, forever, you'll stay in my heart

and I will love you

Forever, forever, we never will part

Oh, how I'll love you

Together, together, that's how it must be

To live without you

Would only be heartbreak for me.

“I say a little prayer”

Compositores:Burt Bacharach y Hal David

Estaban ahí, en una mesa cercana a la barra del restaurante, se reían copiosamente mientras compartían la comida de la parrillada para dos y chocaban sus copas.

  • Salud, por el mejor amigo que pude haber tenido, el mas guapo y el mas próximo a casarse.
  • Salud, aunque solo por lo ultimo se que es por mi.
  • Ajajá, ¿El modesto no vino? Aunque, la verdad, se me hace tan irreal que estemos aquí, a tres semanas de que te cases y ya no podamos salir así, por lo menos no tan seguido.
  • Chio, yo voy a seguir siendo tu amigo siempre, casado, soltero, divorciado, viudo, dejado o como sea, pero siempre estaré contigo.
  • Eso no lo dudo Fer, el punto aquí es, ¿Cecilia piensa igual que tu?
  • Me caso, no me suicido.
  • Quien sabe, ajajá, salud.

Si, esa era, según Rocío, la ultima vez que se verían a solas antes de que Fernando se casara, por que las veces que seguirían serian en reuniones con sus amigos, despedidas de soltero y demás, pero así, solos, como tantas veces habían salido desde que se conocieron, veinte años atrás siendo aun unos niños,  nunca mas.

Se conocían de toda una vida, habían crecido juntos, compartieron juegos y travesuras en la niñez, aventuras en la adolescencia y habían sido compañeros de farra los últimos años, mas que amigos, se veían casi como hermanos, con la pequeña diferencia de que entre ellos no se compartían ni una gota de sangre.

  • ¿Pedimos postre?
  • Mmm....., por que no, pero tengo que ir al tocador, pídelo mientras, lo que tú elijas esta bien.

Y fue entonces, cuando Rocío caminaba por entre las mesas y los hombres no podían evitar voltear a verla, enfundada en aquel pantaloncito corto y entallado que dejaba al descubierto gran parte de sus piernas, y esa blusa de generoso escote que se pegaba a su cuerpo de forma insinuante, que Fernando la vio por primera vez no como su amiga, si no como una mujer increíblemente bella a la que nunca le había puesto la atención que merecía.

Verla así, provocando que todos voltearan a verla, saber que era la envidia del resto de los hombres presentes por tenerla como acompañante, que bien podría salir de ahí abrazándola y acariciando “sin malicia” ese cuerpo que todos deseaban, despertó algo en el que jamás pensó que podría sentir por Rocío.

Cuando ella regreso a la mesa, ya la esperaba con un apetitoso postre de manzanas y canela en una charolita para dos y los tarros de cerveza llenos de nuevo.

  • Dijiste que pedirías el postre, nunca hablamos de más cerveza.
  • ¿Es mi despedida no? Brindemos por eso.
  • Ajajá, OK, solo por eso.

A esa cerveza y el postre le siguieron un tarro mas antes de pedir la cuenta, aunque, lejos de preocuparse por la cantidad de alcohol, lo que tenia un poco inquieta a Rocío era la actitud tomada por Fernando, ahora se mostraba mas cariñoso, no dejaba de abrazarla, acariciar su rostro y darle algún besito en las mejillas, definitivamente eran muy cercanos, había la confianza, pero nunca antes lo había hecho. Sin embargo, lo dejo seguir, era joven, guapo, lo quería, que mas daba si por una noche, y antes de que se casara, se pusieran las cosas un poco subiditas de tono entre ellos.

Pidieron la cuenta y salieron del lugar abrazados, el detrás de ella guiándola hacia la salida.

  • Y, ¿Tu casa o la mía?
  • Mm....., la mía, no me gusta llegar a lavar tus trastes, ajajá jajá.
  • OK.

Entonces le dio un pequeño beso en el cuello, apenas un roce de sus labios muy cerca de su oreja, Rocío intento zafarse pero Fernando no la dejo, la apretó fuerte contra el y siguió caminando. Llegaron al coche, el le abrió la puerta y después se fueron rumbo al departamento de Rocío.

  • Tengo un paquete de cervezas, y también una botella de vino, ¿Qué nos tomamos?
  • Pues, todo, ¿no?
  • Ajajá, mañana trabajo, bueno, te ayudare, pero no prometo beber al parejo que tu.
  • OK.

Puso su mano libre sobre la pierna de Rocío, quien disimuladamente se movió y volteo hacia la calle, Fernando la quito y no hubo mas platica hasta llegar al departamento. Subieron los tres pisos por las escaleras, ella iba al frente y Fernando no podía quitarle los ojos de su bien formado trasero el cual resaltaba más con aquella cortísima y ajustada prenda.

  • Pasa, si quieres ve acomodando el sillón en la terraza, mientras voy por las cervezas y pongo el vino a enfriar.
  • Si, claro.

Rocío se metió a la cocina, con ese sentimiento extraño de quien no comprende el comportamiento de alguien a quien conoce de toda la vida, se sentía rara, nunca pensó en Fernando como hombre, si era guapo, divertido y le encantaba su forma de ser, pero era su amigo, su mejor amigo, y todo aquel juego de seducción iniciado esa noche no lo comprendía, y mucho menos comprendía el hecho de que le estaba gustando.

  • ¿Te ayudo?
  • Si gracias, tu llévate las cervezas y yo me llevo esto.

Rocío salio de la cocina con una charola con queso y salchichas botaneras, sal y limones, Fernando la seguía muy de cerca con el paquete de cervezas, ella casi podía sentir su respiración en la nuca. El sofá ya estaba en la terraza junto con una mesita que Fernando había llevado hasta ahí, colocaron todo sobre ella y se sentaron juntos para sentir un poco del frescor de esa noche de abril y ver la luna.

Rocío, estaba muy cerca a Fernando, prácticamente abrazados, el le acaricio el rostro muy suavemente y Rocío no pudo evitar estremecerse, aunque al instante se separo de el.

  • Pues, salud por tu próxima cita en el matadero.
  • Salud, aunque, aun puedo arrepentirme.
  • No, no creo que tú hagas eso, quieres mucho a Cecilia.
  • Pero eso no significa que la ame.

  • ¿Cómo esta eso?

  • Bueno, es que, la verdad yo no quería casarme, no todavía, y menos con Cecilia, la noche en que ella pensó que le había propuesto matrimonio, en la que ella asumió eso, bueno pues si, la invite a cenar y le dije que nuestro noviazgo tenia que llegar a su fin y ella emocionada me abrazo y me dijo que tenia razón que había llegado el momento de casarnos, yo no supe que decir y me resigne.
  • ¡¡¡¡Que!!!
  • Pues todo eso que ya te dije.
  • ¡Pero si has gastado una millonada en la dichosa boda! ¡Hombre, si Joel y yo, solo por ser tus “padrinos de pastel” nos hemos quedado con el ojo cuadrado al ver el precio del biscochito que eligió tu novia! ¡No! ¡A mi no me sales con que te hechas para atrás!
  • No, bueno, no pienso hacer eso, pero es la verdad, me casare y pues no te sorprenda un divorcio próximo.

Rocío estaba que no se creía un bocado de lo que su amigo decía, tras casi cuatro años de noviazgo, un año más de preparativo para una boda casi monárquica y a tres semanas de la misma no podía creerle que no amaba a Cecilia.

  • ¡Estas loco! Salud por eso.
  • Salud, y no te sorprendas, tras años de noviazgo, hoy te puedo decir, la quiero, pero no la amo, y no es ni por mucho la mujer que quiero para pasar el resto de mi vida.
  • ¿Y por que no decírselo en la misma noche en que te comprometiste? Ahora entiendo por que diablos le compraste el anillo un mes después.
  • Cecilia es muy… sensible, no quería lastimarla.
  • Bueno, será peor con un divorcio, en caso de que llegue, igual y nunca te decides a “lastimarla” de ese modo.

El rostro de Rocío era una mezcla de preocupación, incredulidad y alegría. ¿Seria ella acaso la mujer con la que Fernando se veía el resto de su vida y por eso su actitud?

  • Bueno, ¿Y tu, cuando te casas?
  • Pues cuando por lo menos tenga un novio formal, alguien que me haga olvidar a Néstor.
  • Néstor, años sin escuchar eso nombre, ¿Aun lo quieres?
  • Que si lo quiero, más que eso, creo que aun lo amo, aunque tampoco esto muy segura de eso, por eso no me decido a sentar cabeza con alguien más.
  • ¿Y si de pronto “alguien” te dijera que le gustaría probar contigo algo serio?
  • Pues, antes que nada, ese “alguien” no debería estar próximo a casarse, así que mejor cambiemos de tema, ¿Vale?
  • Ajajá, OK princesa, salud.
  • Salud.

Y las cervezas se fueron una tras otra entre risas, recuerdos y una platica ligera, poco a poco Rocío se iba sintiendo un poco mas desinhibida y abrazaba y acariciaba a Fernando ya sin cuidado, dejándose llevar por lo que estaba naciendo esa noche entre ambos, queriéndolo, y dejándose querer.

  • Se terminaron las cervezas, ¿me acompañas por el vino?
  • Claro, no pienso dejarte sola ni un momento esta noche.

Sus miradas se cruzaban de nuevo entre chispeantes reflejos de pasión contenida, ¿Era solo pasión? ¿O es que realmente había algo más?

Rocío lo tomo de la mano y Fernando se fue detrás de ella, al poco ya la iba  abrazando por la cintura y ella podía sentir su aliento en el cuello mientras el le decía cosas que no terminaba de comprender, ya fuera por el alcohol, la situación o por que simplemente no quería darse por enterada.

Sacaron el vino del refrigerador y las copas de la alacena, todo sin separarse, como se lo había advertido Fernando, salieron de la cocina y regresaron a la terraza, donde fue el quien descorcho y sirvió las primeras copas.

  • Salud, por esta luna tan brillante, por esta noche tan tranquila y por ti, hermosa dama.
  • Salud.

Tras beber de un solo trago todo lo servido, Fernando volvió a acariciar el rostro de su amiga.

  • Que hermosa eres Rocío, eres…bonita. Tienes una cara preciosa, armoniosa, con cejas justas para enmarcar esos hermosos y grandes ojos cafés, con una nariz que ni mandada a hacer y esa boquita de labios sugerentes, adornados con tu lunar, bella, sin más necesidad de maquillaje.
  • Gracias.
  • De verdad que eres linda, jamás lo había dicho, pero lo eres, que tonto he sido.

Sus alientos se mezclaban, las manos de Rocío estaban sobre los hombros de su amigo y las de el acariciaban el rostro, pero también sostenían la cintura de la chica.

  • Fer, gracias, pero…
  • No, no digas nada, solo déjame admirante, dios, que tonto ha sido Néstor, que tonto he sido yo.

De pronto Rocío sintió como todo se le iba nublando, como si estuviera cayendo lentamente en un sueño, cerro los ojos y fue entonces que sintió la presión de los labios de su amigo sobre los propios, la mano que antes acariciaba su rostro aprisionando su nuca, la otra estrechando su cintura, la lengua luchando por introducirse en su boca, y no dudo en responder a ese impulsivo beso abrasando a su amigo y besándolo con gran pasión.

Se olvidaron de prejuicios, de que eran amigos, casi hermanos, de que Fernando estaba por casarse, del tiempo y el espacio y se entregaron a ese beso húmedo, profundo y sincero.

Se separaron por un momento, sus miradas eran distintas, iban cargadas de amor, de pasión, de emociones contenidas, de sentimientos resguardados a la sombra de una larga amistad, de años juntos, de estar ahí y pensar que todo eso que sentían era solo cariño, fraternidad, pura amistad. Fernando tomo las copas vacías de la mesa y las lleno de nuevo, ofreciéndole a Rocío una nueva oportunidad para brindar.

  • Salud, por ti princesa, por mi, por esta locura.
  • Salud, por que no se en que va a parar esta noche.

Bebieron de nuevo hasta el fondo y tras dejar las copas en la mesa, se besaron con más pasión. La suerte estaba echada, podía ser solo una noche de copas, la despedida de soltero que Fernando siempre soñó y jamás imagino tener, o el inicio de algo que desembocaría en algo más grande.

Fernando fue acomodando a Rocío sobre el sofá, entre besos, abrazos y caricias ya la tenia recostada y el estaba sobre ella, dejándose llevar por la mas deliciosa de las tentaciones, disfrutando del mas maravillosa cuerpo que jamás había acariciado y bebiendo la miel mas dulce de los labios mas exquisitos que había probado.

  • Espera, aquí no, pueden salir los vecinos, ven.

Entonces Rocío se levanto y tomo de la mano a Fernando, quien se apodero de su cuerpo y camino junto con ella hasta su recamara, aquella en la que tantas otras veces habían dormido juntos, en ocasiones hasta en la misma cama, en la que tantas veces la había visto desfilar frente a el cubierta únicamente por fina lencería, sin que el la mirara mas que como a una modelo de revista, un maniquí, una amiga, una mujer a la que jamás podría aspirar.

Apenas llegaron y su ropa comenzó a caer al suelo, el pantaloncito corto de Rocío y la camisa a rayas azules de Fernando, la blusa escotada, los jeans, el sostén, los boxers, la tanga, los zapatos y los calcetines, todo revuelto sobre la alfombra mientras ellos se besaban insaciables en la cama, se acariciaban, descubrían poco a poco sus cuerpos y se propiciaban el placer que durante tanto tiempo se habían negado, y solo cuando Rocío sintió en su interior una explosión liquida e hirviente que al mismo tiempo que la mataba la regresaba a la vida, pudo decir que por fin había encontrado a su alma gemela, esa que le borraría por siempre de la memoria a aquel mal amor de su pasado.

Se quedaron dormidos, abrazados, entre besos y caricias, hasta que el despertador los regreso a al realidad. Eran las ocho de una mañana soleada de abril, Rocío estaba con una resaca de muerte, pero a pesar de eso era conciente de quien era  dueño del brazo que presuroso apagaba el despertador.

  • Hola bonita.
  • Hola.

Y Fernando fue en busca de los labio de Rocío de inmediato, quien no le negó un beso apasionado, pero, a pesar de sus deseos, tuvo que zafarse de sus brazos.

  • Espera, tengo que ir a trabajar.
  • Si, tienes razón, soy un encimoso, por que no te bañas mientras te preparo el desayuno.
  • Me parece bien, te veo en un ratito.

Le dio un beso en los labios y brinco de la cama desnuda, salio de la habitación y se fue a bañar. Mientras, Fernando se levanto, se vistió y se fue a la cocina a preparar el desayuno para los dos, era extraño, estando a tan pocos días de su boda, habiéndose acostado con su mejor amiga, lejos de sentirse mal, estaba mas feliz que nunca en su vida.

Lo mismo le pasaba a Rocío, no sentía ni una pizca de culpa o arrepentimiento, al contrario, se sentía feliz, liberada, sentía que por fin había soltado el doloroso recuerdo de Néstor y comenzaba una nueva etapa en su vida, una llena de felicidad y amor.

Cuando salio de su habitación, ya arreglada para el trabajo, encontró a Fernando en la cocina, se acerco a él y lo abrazo por la espalda, dándole un beso en el cuello.

  • Huele delicioso.
  • Gracias, pero más bien huelo a alcohol.
  • Me refería al desayuno, tonto.
  • Ajajá, lo se, solo jugaba.

Se volteo y la abrazo, sus ojos se quedaron muy fijos en los de ella y la beso.

  • Siéntate, te sirvo.

Desayunaron felices entre caricias, besos y risas, ninguno de los dos comentaba lo sucedido la noche anterior, pero era obvio que los dos estaban concientes, y felices, de lo que ocurrió.

  • ¿Estarás desocupada esta noche?
  • No lo se, lo mas probable es que si.
  • ¿Puedo venir a hacerte compañía?
  • Sabes que las puertas de mi casa siempre están abiertas para ti.
  • Eres tan linda.

Fernando se levanto y paro frente a ella que lo miraba expectante, se acuclillo frente a Rocío y la beso tiernamente en los labios, y justo cuando ambos estaban por perder la cordura, sonó el celular de Fernando.

  • Si, ah, hola Ceci, si, bien, ah, es que no estoy en casa, pues es que no lo encontraba, si, claro, si, si ahí estaré, si, si yo también te quiero, si, adiós.
  • Tu novia.
  • Perdón.
  • No hay problema, pero si te vas a ir a verla, mejor date un baño, en el cajón debajo de mi armario hay ropa que se te quedado  olvidada, esta limpia, así no se dará cuenta de nada, yo lavo los platos.
  • Gracias.

Rocío no dijo nada, pero cuando el intento besarla de nuevo, ella giro su cara para que los labios de su amigo se estrellaran contra su mejilla.

Cuando Fernando salio de la habitación ya bañado y cambiado, Rocío lo esperaba en la sala con su bolsa lista para salir.

  • Vámonos, que ya voy un poco tarde.
  • Si Chio, vámonos.

Salieron juntos, pero no hubo mas platica y mucho menos besos o caricias entre ellos hasta que llegaron a sus autos,  definitivamente ninguno de los dos se veía tan contento como al amanecer.

  • Bueno, gracias por todo, ¿Nos vemos en la noche?
  • Tal vez Fer, tal vez.

Y sin más Rocío se fue al trabajo.


No podía concentrarse, simplemente no podía, y no era la resaca lo que tenia a Rocío fuera de este mundo, aunque si era un buen pretexto con sus compañeros de oficina. A Fernando le pasaba lo mismo, estaba con Cecilia de un lado para otro entregando invitaciones, pero entre que cada que llegaban a la casa de una amiga de su novia ella se quedaba a platicar dos horas de cosas que a el no le importaban y sus deseos de estar con Rocío, el parecía divagar por el espacio.

  • ¿Qué pasa amor? Te quedaste calladito como niño castigado.
  • Nada Ceci, solo que, tus platicas con tus amigas sobre sus esmaltes para uñas me aburren.
  • Pues perdona, pero podrías estar mas interesado en mi.
  • Claro que me interesas, pero, amor, el color del esmalte que compraste hace un mes me tiene sin cuidado.
  • Grosero.
  • Los siento, es la verdad.

Por fin llego la hora en que Rocío salía del trabajo el sábado, de ahí se fue directo a un restaurante en el centro de la ciudad donde había quedado de comer con su mejor amiga, quien seguramente ya la estaría esperando.

  • Hola Lulú, perdón por hacerte esperar.
  • Hola, para nada, voy llegando. ¡Pero que carita traes!
  • Desvelo, y unas cuantas copas de más.
  • ¿Solo eso?
  • Si, solo eso, fui a cenar con Fernando, tipo su despedida de soltero.
  • Ah, bueno, si fuiste con el, seguro que solo es eso.
  • Ajajá, tonta. Pero pues si, así es, no pasó de la desvelada y las copitas de más.
  • Pues yo tengo el remedio para tu develo.
  • Ah, si, y ¿Cuál es?
  • Pues mas desvelo y mas tragos coquetos, ajajá
  • Ajajá, a ver pues propón.
  • En la empresa organizaron una noche de casino, ya sabes, todo lo que perdamos ira a dar a una casa de asistencia, pero pues, aunque mi plan es ir a ligar mas que a perder dinero, no quiero andar sola de cacería y pensé en invitarte.
  • Pues suena bien, aunque ya sabes, tengo tres a bordo, y no se si tengan “algún plan” para esta noche conmigo.
  • Pues mira, hacemos esto, si puedes ir, me llamas y nos vemos en el evento, será en el antiguo casino de la ciudad, si no, ni modo, me tocan mas.
  • OK, Lulú, OK.

Se despidió de su amiga y se fue a hacer las compras para la semana, normalmente así eran sus sábados, trabajo, comida con amistades, compras y limpieza en casa. Mientras estaba en el supermercado recibió un mensaje en el celular:

“Te quiero, esta noche no se si pueda resistirme a perderme de nuevo en tu cuerpo, en tu calor, te quiero de verdad.”

El número del que provenía era el de Fernando, lo leyó, pero no lo contesto, siguió con sus compras, pero cada una de las palabras del mensaje daba tumbos en su cabeza.

Regreso a su casa y se cambio el traje sastre veraniego por un vestidito negro de tirantes que apenas y le cubría los muslos y unas sandalias, no esperaba visitas, el calor estaba que quemaba el aire y se disponía a hacer la limpieza de la casa, incluido el lavado y planchado de ropa.

Justo estaba pasando la ropa de la lavadora a la secadora cuando sonó el timbre.

  • Hola, pasen, esta un poco desordenado pero pasen.
  • Gracias Rocío, esto será rápido.
  • Hola Chio.

Mientras Cecilia pasaba de largo sin siquiera detenerse a hacer el saludo de cortesía, Fernando abrazo fuertemente a Rocío y le planto sendos besos en las mejillas, Rocío se alejo y le hizo señas de que se tranquilizara.

  • Siéntense, ¿Les ofrezco algo de tomar?
  • No gracias, solo estaremos unos minutos, te traemos la invitación a la boda.

Cecilia le alargo el sobre con la invitación, Fernando se veía nervioso, pero no se atrevía decir una sola palabra, aunque no le quitaba la mirada de sus piernas, lo cual Cecilia noto de inmediato.

  • Gracias.
  • Incluí dos cortesías para la recepción, Fernando me lo ha pedido así.
  • Gracias.
  • Bueno, pues era todo, por cierto, lindo vestido, aunque le falta un poco de tela para mi gusto.

Cecilia se levanto y se dirigió a la puerta, Fernando y Rocío tardaron en reaccionar, se miraban como hipnotizados.

  • Fernando. Apúrate, aun nos faltan muchas invitaciones que entregar.
  • Ah, si, bueno, nos vemos Chio, cuídate.
  • Si, gracias, que estén bien.

Un nuevo abrazo y un nuevo ataque de besos en las mejillas que Rocío contuvo, la mirada de Cecilia lo decía todo, jamás le cayó bien Rocío, pero ahora la quería matar.

Por fin se fueron, Rocío quedo muy tensa, definitivamente tenia que salir a despejarse un rato esa noche.

Cuando termino sus labores hogareñas, Rocío se metió a bañar, no sin antes leer por enésima vez el mensaje de Fernando al celular, en la regadera, la caricia tibia del agua cayendo por su piel no hacia mas que recordarle las manos de Fernando, pero de pronto, el recuerdo de el y Cecilia entregándole la invitación de la boda la hacia volver a este mundo y prometerse que no pasaría nada mas entre ellos.

Al salir del baño ya era algo tarde, así que trato de arreglarse lo mas rápido que pudo, un peinado sencillo pero lindo, un vestido ceñido y un poco mas debajo de la rodilla color negro, zapatillas altísimas a juego y maquillaje un poco recargado, era un evento formal y de noche, así que no tenia mas opción que maquillarse un poco mas de lo habitual.

Tomo una bolsa acorde con el vestido y se dispuso a salir a despejar su mente, pero justo cuando abrió la puerta, sus ojos cafés se encontraron de frente con los de Fernando quien estaba a punto de tocar el timbre.

  • Chio, ¿Te vas?
  • Fer…
  • No, quédate…conmigo… por favor.

Se fue sobre ella, abrazándola y besándola, Rocío intento zafarse pero no podía, no por que Fernando estuviera haciéndole daño o utilizando mucha fuerza, era simplemente que su propio deseo le impedía luchar contra las caricias de Fernando, quien cerró la puerta del departamento tras ellos.

Llegaron desnudos al sofá, el mismo que habían sacado la noche anterior a la terraza, el mismo en el que horas antes habían estado sentados Cecilia y Fernando entregándole la invitación a su boda, invitación que estaba sobre la mesita de centro frente a ellos. Pero que mas daba, lo importante era sentirse, acariciarse, besarse, amarse con total desenfreno, y así terminaron el primer encuentro de la noche sobre el sofá.

Se quedaron abrazados y en silencio largo rato, acostados en el sofá, apenas y tenían espacio, pero ninguno de los dos parecía dispuesto a hacer algo que los obligara a hablar de lo sucedido. Entonces, el timbre de un celular los saco de sus pensamientos.

  • Hola Lulú, si, bien, no, no te preocupes, es que bueno, ya sabes, que de pronto llego uno de mis tripulantes y bueno, ya ni tiempo tuve de llamarte, si, disculpa y pues sigue pasándotela bien, adiós.
  • ¿Dejaste plantada a Lulú?
  • Pues, si, algo hay de eso.
  • ¿Quieres que prepare algo de cenar?
  • Si quieres, mejor pedimos algo.
  • OK.

Se vistieron mientras esperaban que llegara una pizza, ambos se miraban con amor, si, pero también con algo de culpa. Cenaron en silencio, y cuando Rocío estaba dispuesto a pedirle a Fernando que se fuera, ocurrió algo inesperado.

  • Voy a cancelar la boda.
  • ¿Qué?
  • No me puedo casar, voy a cancelar todo, no me importa, no la amo.
  • Fer… tú no puedes…
  • Claro que puedo.
  • ¡Que fácil no! ¡Tu cancelas la boda, se te sale algo de lo que ha pasado aquí y la mala del cuento seré yo!
  • Chio...

Se quedaron mirando un rato, expectantes, hasta que Fernando rompió el silencio.

  • ¿Puedo quedarme a dormir?
  • Si, pero solo a dormir.
  • Gracias, te ayudo a recoger todo y después bajo las sabanas del armario para quedarme en el sofá.
  • Me vas a ayudar con los platos, pero te vas a quedar en la cama, conmigo, tenemos que ser capaces de contenernos, ¿OK?
  • OK.

Levantaron la mesa y lavaron trastes, después se fueron a la recamara de Rocío, callados, sin mirarse siquiera, ella se metió al baño y salio con una pijama de pantalón y camisetita de tela delgada, Fernando dormiría en boxers. Se acostaron cada uno en un lado de la cama, curiosamente el mismo en el que habían amanecido esa mañana, un buenas noches y cada uno volteo para el lado opuesto de la pared.

Aparentaron dormir, ninguno de los dos hacia ruido ni se movía mucho, pero ninguno podía pegar el ojo. De repente, Rocío sintió como el calido cuerpo de Fernando se acercaba al suyo y como su cintura era rodeada por un fuerte brazo de hombre, y después de unos instantes de sentir su respiración en el cuello, escucho su voz apenas en un susurro muy cerca de su oreja.

  • Perdóname por todo esto, se que tal vez no debió haber pasado, pero, Rocío, te amo, y me doy cuenta hasta ahora. Eres la mujer de mi vida, lo que siempre he querido, te he tenido a mi lado siempre y quizá eso sea lo que me ha segado, ahora estoy a punto de casarme, pero créeme, buscare la forma de estar contigo para siempre, así se me vaya la vida en eso.

Una lágrima rodó por sus mejilla y callo en el cuello de Rocío, quien sin más tomo la mano que tenia en su cintura y la llevo hasta sus labios, también lloraba, lentamente se giro y quedo frente a Fernando.

  • ¿Seguro?
  • Nunca antes lo he estado tanto.
  • ¿Entonces?
  • Habrá que pensar que hacer.

Se enjugaron las lágrimas mutuamente entre besos y caricias hasta quedarse dormidos, abrazados.


Se despertaron tarde aquel domingo, el sol ya estaba alto cuando su luz los hizo saltar de la cama, el celular de Fernando presentaba cientos de llamadas perdidas, todas del mismo numero, el de Cecilia, pero no se lo dijo a Rocío, en vez de eso, volvió a apagar su teléfono, como lo había hecho un poco antes de entrar al edificio.

Desayunaron juntos y arreglaron la casa un poco, Rocío guardo la invitación de la boda en un cajón, quería verla lo menos posible. Después sacaron dos sillas a la terraza, prepararon te helado y salieron a platicar, o mas bien, a discutir que harían.

Se quedaron mirando largo rato, ambos sostenían sus vasos de te y le daban pequeños sorbos, mas por mecánica que por gusto, se miraban a los ojos por momentos, pero la mayor parte del tiempo miraban el horizonte, ninguno de los dos se atrevía a comenzar, hasta que Rocío tomo la iniciativa.

  • Y… ¿Qué pensaste?
  • Pues… creo que no es tan buena idea cancelar todo ahora… pero…
  • ¿Pero?
  • No te quiero soltar, no ahora que por fin he descubierto que eres la mujer que quiero.
  • ¿Estas seguro de lo que estas diciendo?
  • Completamente.
  • ¿Entonces?
  • Me casare, pero me voy a divorciar a mas tardar en tres meses.

Rocío no dijo nada, se quedo mirando a Fernando, parecía muy seguro de lo que decía.

  • No pienso tocar a Cecilia en todo ese tiempo, al final se va a desesperar, seguro que ella misma me pide el divorcio.
  • ¿Seguro?
  • Por lo menos de que no la tocare si, y si ella no me pide el divorcio, lo are yo.
  • Suena muy complicado, pero habrá que intentarlo, aunque, bueno, tendríamos que anunciar que somos pareja algunos meses después de tu divorcio, no quier quedar como la rompe hogares.
  • ¿Entonces te arriesgas conmigo?
  • Pues claro, ¿Cuándo te he dejado solo en algo? Además, te quiero, y quiero intentar algo contigo.

Se miraron por un rato, era una locura, pero tenían que intentarlo, no había de otra, ella no quería que la señalaran y ambos querían estar juntos, esa era la única opción disponible, o por lo menos la única que a ellos se les ocurría.

  • ¿Y que vamos a hacer mientras?
  • Pues, yo quisiera dormir aquí hasta el día de la boda.
  • Concedido.
  • ¿Mi bella genio?
  • Esto es serio Fer, tenemos que ser muy discretos con esto.
  • OK, no te enojes, aunque te ves hermosa cuando levantas la ceja así.

Los dos sonrieron y se dieron un beso tierno en los labios.

  • También quisiera verte durante los dos o tres meses antes de que pida el divorcio, se que tal vez no pueda quedarme a dormir contigo, pero estar a tu lado lo mas que se pueda.
  • Lo haremos, pero con cautela.
  • Claro, te quiero.
  • Te quiero.

Llegaron a acuerdos, serian amantes oficialmente, aunque para ellos era ser novios, era complicado y arriesgado, pero tomarían ese camino, no había otro. Fernando se comprometió a no tocar a Cecilia ni siquiera en la noche de boda, él sabia que aunque no hiciera ese compromiso, no la tocaría, ya tenía algún tiempo sin hacerlo, ya no la deseaba.

Y así fueron cumpliendo el pacto, ante todo el mundo seguían siendo tan amigos como siempre, pero por las noches, Fernando en vez de llegar a su casa, se aparecía en la de Rocío, a veces llegaba para cenar, a veces mas tarde, en ocasiones la encontraba trabajando, eso le encantaba, le parecía tan hermosa cuando estaba concentrada frente a la computadora que podía pasarse toda la noche observándola.

Cenaban juntos en casa para evitar habladurías y suspicacias y cuando salían a alguna reunión por motivo de la “próxima boda de Fernando” siempre llegaban separados y se iban de la misma forma, un poco antes Rocío, para que nadie sospechara nada.

Hacían el amor, pero no todas las noches, y aunque lo disfrutaban, parecía que aquellas ocasiones en las que se quedaban dormidos abrazados eran mucho mas satisfactorias que una plagada de sexo y pasión.

Y así, viviendo una doble vida, se les pasaron las tres semanas como si de tres segundos se trataran.

  • ¿Y esa caja corazón?
  • Es mi vestido, me lo entregaron apenas hoy, justo a tiempo para… tu boda.
  • Mi boda…
  • Si
  • Seguro que serás la más hermosa de todas las asistentes, incluyendo a Cecilia.
  • Como desearía ser yo la que ocupe ese lugar.
  • En mi corazón serás tu la que lo ocupe.

Se abrazaron, era jueves, el sábado era la boda y ellos estaban mas que resignados a aceptar su destino.

  • Mañana voy a invitarte a cenar.
  • Pero es comprometedor que nos vean juntos.
  • Será algo muy intimo, totalmente privado, quiero que cuando regreses del trabajo te pongas mas linda de lo que eres y te vayas al “Hotel del Real”, pregunta por la suite nupcial, ahí te estaré esperando a partir de las nueve.
  • Fer…
  • Ahí te esperare mañana.

La abrazo y le dio un beso en la frente que desemboco en una tormenta de besos y caricias que los dejo agotados, dormidos desnudos y abrazados hasta el siguiente día.

El viernes fue largo y tortuoso para ambos, Fernando afinaba detalles con Cecilia y sus familias, Rocío dejaba todo a punto para poder faltar el sábado y asistir a la boda de su mejor amigo.

Las horas fueron largas, ambos sentían el deseo de marcarle al otro, de escuchar su voz, pero sabían que era muy arriesgado, que no se contendrían en expresiones de amor y que echarían todo a perder, era el inicio de una prueba muy fuerte, pronto Fernando se vería limitado a su matrimonio para seguir con esta relación, tres meses de limitaciones, tres meses antes de pedir el divorcio, tres meses, como mínimo.

Por fin llego la noche, Rocío estaba hermosa con aquel vestido de seda negra en corte sirena que le llegaba justo a la mitad de la pantorrilla y que se sujetaba a sus hombros por finos tirantes, un maquillaje muy natural y el cabello recogido en la nuca.

Llego puntual al hotel, pregunto en recepción por la habitación que le indico Fernando y un botones la condujo por el elevador a su destino.

Cuando la puerta se abrió, la sorpresa de Rocío fue total, una amplísima habitación que contaba con sala, comedor y recamara totalmente iluminada por velas y adornada bellamente con flores la esperaba, al fondo, Fernando estaba de pie vistiendo uno de sus mejores trajes y sonriendo ante su llegada. Fue a su encuentro con paso firme entre un camino de rosas y velas, ambos estaban mas que ansiosos por encontrarse.

  • Te ves… preciosa.
  • Gracias, tu luces como un príncipe.
  • Soy el sapo que con tus besos se convirtió en príncipe.

Se besaron y caminaron abrazados hasta la mesa del comedor al fondo. Ambos se sentían en un sueño.

  • Pedí que dejaran todo listo aquí, no quiero mirones ni interrupciones, estamos solos, tu y yo, aquí, con las flores, las velas, todo, te ves hermosa, te amo.
  • Fer… te amo… no sabes las ganas que tenia de verte, de escucharte, me detuve mil veces antes de llamarte hoy, sabia que no debía hacerlo.
  • Yo también me contuve, ha sido un día difícil para ambos, mañana será peor… Rocío, no se si pueda hacerlo, no se si puede soportar la presión.
  • Tenemos que poder…
  • Lo se…

Estaban tomados de las manos, mirándose fijamente, no lloraban, pero estaban a punto, sus respiraciones eran agitadas, sus corazones estaban a punto del colapso.

Fernando tomo la iniciativa, esa noche tenia que ser mágica, era la ultima antes de su boda.

  • Tranquila ¿Te sirvo algo?
  • Si, gracias.

Sirvió dos copas de vino, abrió la ventana que daba a un pequeño balcón y la luz de la luna los ilumino, la abrazo y la beso.

  • Brindemos, por ti, por mí, por nuestro amor.
  • Por nuestro amor… y por que el sacrificio que vamos a realizar tenga su recompensa.
  • ¡Salud!
  • ¡Salud!

Bebieron y se abrazaron, duraron mucho tiempo así, abrazados, las lágrimas se escapaban de sus ojos, silenciosas, y tras casi media hora, se separaron y comenzaron con una velada de ensueño, una cena deliciosa, música agradable y que se prestaba para bailar muy cariñosamente.

Hablaron largo rato intentando evitar en lo posible el tema de la boda, hablaban de planes, de proyectos en pareja, que si vivirían en tal o cual departamento, que si harían un viaje de bodas por todo el mundo y que si tendrían tantos hijos como para formar su propio equipo de futbol. Recordaban anécdotas, momentos de su vida en los que la habían pasado muy bien juntos, historias que seguramente les contarían a sus nietos.

Si, una velada propia de enamorados, sueños, ilusiones, planes de formar una familia, si, una familia en común, dejar de ser “como hermanos”, para ser los cimientos de una estirpe, sus lágrimas se convirtieron en risas y ensoñación.

Y así, de copa en copa, de beso en beso, de risa en risa, de baile en baile, de caricia en caricia, terminaron en la cama, haciendo el amor entre pétalos de rosa, a la luz de las velas y amparados por la luna.


Los despertó el servicio a cuarto a las seis de la mañana, la misa de la boda seria al medio día, en la catedral de la ciudad, después la gran fiesta se realizaría en el jardín de un rancho a las afueras, habría comida, cena y desayuno para los mas osados, una celebración por todo lo alto, así lo había exigido Cecilia y su familia.

No desayunaron, tan solo se bañaron y salieron del hotel, Fernando formo un ramo de rosas con las que quedaban de la decoración y se lo regalo a Rocío, como recuerdo de la gran noche vivida, cada quien tomo su rumbo y no se comunicarían hasta encontrarse en la boda.

Ambos estaban nerviosos, cuando les llego el momento de comenzar a arreglarse para el evento, las manos les temblaban y sudaban, sentían taticardias, definitivamente no creían poder soportarlo, pero tenían que hacerlo.

Rocío se sentía ridícula con su vestido color lavanda, lucia hermosa y lo sabia, pero ella tenia que ser la que se vistiera de blanco, a la que todo mundo esperara ansioso, la protagonista del cuento de hadas, y sin embargo, solo era una invitada, una muy especial, claro, de esas personas que no podían faltar, se casaba su mejor amigo, y aunque hubiera preferido no asistir, seria mucho mas extraño que no llegara a que la vieran llorando a mares en la iglesia.

Fernando por su parte no la estaba pasando mejor, entre las insistentes llamadas de Cecilia y su familia y sus dudas entre seguir o cancelar todo de una vez, no podía ni acertar a hacerse el nudo de la corbata, quien lo viera en ese momento pensaría que era por que estaba a punto de convertir a la mujer de su vida en su esposa, la realidad era otra.

Y la hora se acercaba, Rocío, fiel a su costumbre, llego temprano a la iglesia, pocos invitados ya estaban ahí, entre ellos Joel, amigo en común con Fernando y quien junto con ella había pagado el pastel de bodas, quien se hacia acompañar por un hombre de mas o menos su misma edad, atractivo y que no dudo en mostrar su interés por Rocío.

  • Hola Chio, tan hermosa como siempre.
  • Gracias Joel, tu también te ves guapo.
  • Gracias, te presento a Alberto, amigo y compañero del despacho.
  • Hola mucho gusto.
  • El gusto es todo mio, no siempre se encuentra uno con una mujer tan bella.
  • Gracias
  • ¿Vienes sola?
  • Si y no, Lulú llega en un rato mas.
  • Perfecto, y bueno, si tu vienes con una amiga y yo con un amigo, por que no pasar la celebración juntos.
  • Pues si, por que no.

A Rocío jamás le había gustado eso de aparentar que estaba a gusto con alguien, y el fantoche ese no era mucho de su agrado, se notaba a leguas que Joel lo había llevado para conocerla, pero no había de otra, tendría que quedarse con ellos, así por lo menos distraería un poco su mente del hecho de que el hombre que estaba casándose era el amor de su vida. Al poco rato llego Lulú y la conversación se puso un poco más amena de lo que había sido sin ella.

Hablaban de trivialidades cuando Alberto noto algo raro en uno de los invitados.

  • ¿Así que ninguna de las dos tiene novio?
  • Así es.
  • Interesante. ¿Por qué?
  • Es algo difícil de explicar, mejor durante la fiesta, que mira que tendremos tiempo.
  • Si claro, ya vieron a aquel tipo.
  • Si, es hermano de Cecilia, o su primo, no recuerdo, alguna vez lo vi en una fiesta, pero ni le preste ni me presto mucha atención.
  • Se ve que trae una pistola bajo el saco, ¿o no Joel?, que loco trae una a un evento así.
  • La familia de Cecilia es un tanto diferente, son de una comunidad fuera de la ciudad, ya saben, tienen costumbres un tanto extravagantes para nosotros.
  • Pues que peligroso, esperemos que no este cargada.

Justo en eso llego Fernando, apenas se bajo del auto localizo a Rocío y se dirigió hacia ella.

  • Hola, Rocío acompáñame tengo que platicar contigo de algo importante.
  • Si, tranquilo, vamos.

La tomo del brazo y se la llevo a un lugar apartado de la vista de todos.

  • Te ves tan bonita, hay no sabes las ganas que tengo de besarte.
  • Y yo a ti.
  • ¿Segura que me sigues en todo?
  • En todo.
  • Bien, esto es temporal, pronto estaremos juntos para siempre, OK, para siempre.
  • Lo se mi amor, lo se.
  • Bien, animo, podemos hacerlo…
  • Si, te amo.
  • Te amo.

Se abrazaron y se besaron pensando que nadie los veía, resguardados a la sombra de un árbol, tras las paredes de la catedral, después regresaron a donde estaban sus amigos, el auto de la novia iba llegando y Fernando se tuvo que ir.

  • ¿Qué paso?
  • Nada, los nervios previos a algo tan importante en su vida.
  • Bueno, cada quien lo externa como puede.
  • Así es.

Llego Cecilia, se veía bien, aunque, ni por más hermoso que era el diseño de su vestido, podía opacar la belleza natural de Rocío, ni siquiera en su boda.

Entraron todos los invitados a la iglesia que estaba bellamente adornada con flores blancas, después entro el cortejo nupcial, Fernando al frente, al final la novia, Rocío estaba sentada junto a Alberto, el amigo de Joel, pero su asiento estaba justo a un lado del pasillo principal, desde ahí vio pasar a todos con sus mejores sonrisas, a excepción de Fernando, quien iba con cara de velorio, pero le dedico una sonrisa al pasar a su lado para tranquilizarla.

La ceremonia se efectúo en completa calma, conforme a lo establecido, aunque la seriedad del novio era evidente y la tristeza de Rocío mas. Pronto llegaron al momento cumbre, el momento de darse el si, acepto.

El nerviosismo de Fernando ya no le era indiferente a nadie, estaba sudoroso y las manos le temblaban, Rocío estaba a punto de llorar, sus ojos ya no podían contener las lágrimas, y entonces, el sacerdote hizo la pregunta.

  • Fernando, ¿aceptas a Cecilia como tu esposa ante dios?

El silencio reino en la iglesia, Fernando era incapaz de contestar, Cecilia lo miraba impaciente y todos los asistentes se sorprendieron.

  • Fernando, hijo, te pregunto nuevamente, ¿aceptas a Cecilia como tu esposa ante dios?

Nuevamente silencio, la tensión se podía oler en el aire.

  • Fernando, contéstale al padre.

Fernando estaba desesperado, Rocío también, volteo a verla, estaba a unos cuantos metros de el, las lagrimas rodaron por sus ojos, las de Rocío también bañaron su rostro mientras calladamente se quitaba los altísimos tacones que llevaba.

Fernando volteo de nuevo al altar y respirando profundamente contesto.

  • ¡No! ¡No acepto!

La cara de Cecilia se desencajo en medio de la locura, todos quedaron petrificados por la impresión.

  • Lo siento pero no te amo.

Se dio media vuelta y corrió hasta donde Rocío lo esperaba lista para salir corriendo juntos de la iglesia, tomados de la mano, sin importarles nada más.

Y apenas se rozaron sus manos, apenas sus ojos se cruzaron, apenas sintieron el latir sincronizado de sus corazones, cuando el sonido de dos disparos, los gritos de los invitados pidiendo auxilio, ambulancias, patrullas, un medico, inundaron el recinto, pero ellos ya eran ajenos a todo aquello, Rocío y Fernando seguían corriendo por un camino de luz, al final del cual sellaron su pacto con un beso que duro una eternidad.