La boda

(2º relato escrito a duo) ¿Era sólo amistad lo que había entre ellos? ¿Se casará ella con el novio...? ¿tendrá el amigo alguna posibilidad?

LA BODA

¿Cuanto tiempo hace? ¿Diez años? ¿Doce? No lo sé a ciencia cierta, pero es más o menos ese, el tiempo que no he vuelto a mi casa, a mi Barcelona natal. Y lo mejor es, volver a ver a mi gente y en especial a Karen y Juan, mis amigos del alma, aquellos con los que tanto viví en mi juventud, con los que compartí tantas cosas. Juan siempre tan calculador, tan metódico, tan clarividente y ella, Karen, mi Karen, con la que soñé todos estos años, tan simpática, tan vivaracha y tan hermosa... Ahora, ellos dos van a casarse y yo voy de invitado de honor a su boda. Parece que el destino está sellado. Tanto Juan como yo estábamos enamorados de Karen hasta las trancas, pero él anduvo más vivo y me la robó. Ahora que pronto será su esposa, solo me quedará resignarme a perderla para siempre, pero no a soñarla y a desearla como tantas noches. Y es que es tan especial... Estoy nervioso. El avión ha llegado a la Terminal y ya estoy deseando encontrarme con mis amigos, pero egoístamente estoy viendo la imagen de Karen, ¿habrá cambiado mucho? ¿Seguirá teniendo esos ojazos azules que me hacían babear? ¿Seguirá teniendo ese cuerpo endiablado? No sé lo que más me gustaba de ella, pero creo que lo tenía todo en su sitio, al menos para mí, era una diosa de mi juventud y  a la que tantas apasionadas sesiones amatorias le dediqué en secreto en mi cama.

No sé porque estoy tan nerviosa. Es cierto que hace mucho tiempo que no vemos a Rinaldo, pero no por eso debería estar así ¿No? Me pregunto si habrá cambiado mucho, si seguirá siendo aquel muchacho tímido que conocí hace ya unos doce años. Creo que Juan está tan nervioso como yo. Cuando le enviamos la invitación no creímos que aceptaría venir a la boda. Después de tanto tiempo... y sobre todo después de que tras un tiempo rondándome ambos, yo me decidiera por Juan. A veces aún me pregunto hasta que punto estuvo Rinaldo enamorado de mí y si aún lo estará. Aprieto con fuerza la mano de Juan mientras seguimos esperando que en el panel se anuncie el aterrizaje de su vuelo.

Avanzo por la terminal, pensando en todo este tiempo. Karen fue siempre la chica que solucionaba todo, la que resolvía nuestras dudas, pero ahora me queda la gran duda: ¿Qué sentiría ella por mí entonces y qué sentirá ahora? ¿Me habrá olvidado y seré simplemente el amigo aquel que un día se fue? Al llegar al hall, hay un montón de gente esperando, mis ojos recorren incesantes cada cara, cada rostro, pero curiosamente no estoy buscando la cara de Juan, sino la de Karen. Y qué cosa, el corazón me palpita a tope y estoy empezando a tener una erección solo de pensar que está entre toda esa gente.

De repente le veo saliendo por la puerta, y mirando a diestro y siniestro como si buscara algo que lleva años buscando. Mi corazón se acelera aún más, por fin nos reconoce. Sonríe y nuestras miradas se cruzan. - Mira, está allí - dice Juan señalándole. Nos acercamos a él y se une en un fuerte abrazo con Juan. - Cuanto tiempo - dice Juan. - Sí, mucho tiempo - repite Rinaldo. Seguidamente se acerca a mí y me abraza. Siento su cuerpo pegado al mío y lo que me parece una erección, pero... no puede ser, serán... sus llaves... Aparto esos pensamientos de mi mente, pero inevitablemente notar esa erección me ha excitado y otros pensamientos, recuerdos, acuden a mí. Son imágenes de un verano en la playa, los tres jugando en la arena. Aquel verano yo aún no me había decidido por ninguno de los dos y ambos iban detrás de mí como perritos en celo, algo que me encantaba. Recuerdo que estabamos jugando a pillar, yo corría hacía el agua mientras ellos me seguían. Entré en el mar, pero a medida de avanzaba me era más difícil correr porque mis pies se hundían en la arena. Cuando el agua me llegaba a la cintura decidí echarme a nadar, y entonces sentí que una mano me cogía del pie y me atraía hacía sí. Era Rinaldo. Su cuerpo quedó pegado al mío, piel contra piel bajo un sol de justicia y entonces sentí por primera vez aquel bulto sobre mi vientre, duro y fuerte. Nos miramos un segundo fijamente a los ojos, parecía que ambos deseábamos besarnos, sumergirnos en los labios del otro, pero entonces Juan me cogió de la cintura y me apartó de Rinaldo hundiéndome con él bajo el agua.

Tras ese abrazo con mis amigos y en especial con ella, nos quedamos callados unos segundos. De pronto Karen se pone de puntillas, me agarra de las manos y me planta un beso en la boca, con esa naturalidad que siempre le ha caracterizado, como hacíamos entonces; pero ahora ya no somos aquellos chiquillos y quiero ver en ese beso algo más o ¿Serán imaginaciones mías? Nos quedamos mirando un rato sin saber qué decir. Ella sigue cogida de mi mano. De nuevo sus ojos azules me turban. Esas gafitas le hacen más interesante todavía. No ha cambiado nada, es más, creo que ha mejorado en estos años, la veo guapísima. No creo haberme conservado tan bien como ella. Juan está más calvo, miro sus incipientes entradas y le sonrío. Después, casi instintivamente mi mirada va a parar al escote de su novia para entrever el nacimiento de sus senos, pequeñitos según recuerdo, pero tan bien puestos... sigo hacía su entrepierna embutida en unos pantalones vaqueros que le sientan como un guante. Sigue estando tan buena como siempre. No creo que ahora está más buena todavía.

No sé porqué le he dado ese beso, quizás por costumbre, como hacíamos en la adolescencia, quizás porque me apetecía, quizás porque el recuerdo de aquel día en la playa me ha empujado a hacerlo. La cuestión es que lo he hecho pero Juan, como entonces, no ha objetado nada. A veces me preguntó si de verdad no le importan esas cosas, o si es un hecho tan natural entre los tres que lo acepta como si nada ó quizás haya pensado que es una justa penitencia por su infidelidad de hace tres años. Nos encaminamos los tres cogidos de la mano hacía el aparcamiento. Y por fin me atrevo a preguntarle a Rinaldo: - ¿Cómo ha ido el viaje? - Bien – me responde - ¿Y todavía no hay ninguna candidata que ocupe ese corazón solitario? Me mira a los ojos, y en lo profundo de su mirada me parece ver la misma chispa que cuando teníamos veinte años. Es como si sus ojos intentaran hablarme más allá de las palabras y decirme que siente algo por mí.

Ninguna ha ocupado mi corazón y mi mente como lo ha hecho ella. He tenido muchas novias en este tiempo, pero ninguna tan hermosa y tan especial como Karen. Estoy terriblemente excitado con esta mujer, como me pone. Me siento rejuvenecer a su lado, como cuando éramos unos chiquillos. A veces tengo que disimular con Juan y no sé si se ha dado cuenta de la erección más que evidente. Karen se ha tenido que dar cuenta, en eso las mujeres no se despintan y más ella que sabe como me tiene. Recuerdo cuando entonces, íbamos a la playa y nos hacía aquellas poses tan provocadoras para desnudarse y quedarse con un biquini de lo más reducido. Ahora vuelve a hacerlo. Al meter mi maleta en el maletero del coche, vuelve a ponerme ese precioso culo a pocos centímetros de mí. Ufff, como estoy. Tengo que desviar mi mirada hacia Juan y charlar de cualquier cosa, sino, no voy a poder responder.

La verdad es que siempre me ha gustado jugar con Rinaldo a ese juego de seducción, me encantaba ponerle caliente y era algo que no podía evitar, porque me cautivaba la cara que ponía cuando le

metía

en un aprieto delante de Juan. Como ahora que oigo como habla con él, mientras yo meto la maleta en el maletero intentando rozar su pierna con mi culo. - Bien chicos, ¿nos vamos? - Pregunto tras incorporarme. La cara de Rinaldo es un poema, está rojo como un tomate y se nota que la situación se ha vuelto algo embarazosa para él. Creo que ya no somos aquellos jovencitos de 20 años que jugábamos a seducirnos sin pasar nunca de la

raya

, ahora somos dos adultos que saben muy bien lo que hacen. Me acerco a Juan y le estampo un largo y apasionado beso en los labios, mientras él sorprendido trata de corresponderlo y me abraza.

- ¡Qué bien se os ve! - alcanzo a decir al verles tan enamorados y con toda la envidia del mundo. Incluso me parece que la malvada de Karen, me está provocando. Vuelven a besarse y cuando esos labios blanditos de Karen desaparecen en los de Juan, siento que soy yo quién la besa. - Mi hotel está cerca de Las Ramblas - les digo cortándoles e intentando huir de esa sensación. Karen hace un gesto que recuerdo de nuestra época juvenil y me dice que de ninguna manera, que soy su invitado y que vamos a su casa. No discuto, cuando esa chica dice algo no hay discusión. Me siento en el asiento de atrás, con mi vista perdida en el cuello divino de esa hermosa chica que sonríe con nuestros comentarios y recuerdos; pero yo a veces no escucho, solo alcanzo a ver su perfil, su pelito corto, su sonrisa, el brillo de sus ojos...

Empiezo a hablar sobre nuestra adolescencia, aquellos años en que los tres íbamos juntos a todas partes, las noches en la playa hasta el amanecer, la discoteca de los sábados, y las tardes estudiando en casa de Juan. Rinaldo parece ausente, como si no me escuchara. - ¿Te pasa algo, Rinaldo? - Me giro hacía él preguntándole, con lo cual para apoyarme mejor debo poner mi mano sobre la rodilla de Juan, y entonces la vista de Rinaldo se queda fija en mi mano. - ¿Rinaldo, me oyes? Parece salir de su ensimismamiento y me mira sonriendo. - Sí, te oigo, estoy bien. Es que intentaba recordar todas esas cosas que contabas. Hemos llegado a mi casa, seguro que mamá estará contenta de recibirlo, ella siempre prefirió a Rinaldo antes que a Juan, y desde que sabía que iba a venir a la boda, no ha parado de decirme que

él

hubiera sido mejor partido que Juan.

**La madre de Karen

me recibe con todos los honores y emocionada, igual que yo, dice alegrarse muchísimo de verme. Esa mujer, que fue casi mi segunda madre, s

iempre me tuvo mucho aprecio y es que, además, es encantadora. Juan me ayuda con la maleta y la llevamos hasta la habitación de invitados. Los novios se dan un beso profundo y prolongado. Juan la tiene agarrada por la cintura. Veo sus manos

en el cuerpo de ella

y le envidio, me gustaría ser yo quien la besara de esa forma. Esos labios que minutos antes me besaron con un piquito travieso, están ahora entregados. - Se os ve enamorados, chicos - es lo único que me sale ante la escena. Karen se vuelve y sonríe como solo ella sabe hacerlo. Está preciosa.**

  • Sí, tengo una gran suerte de tener a esta preciosidad y casarme con ella ¿verdad? - dice Juan. A mí no sé porque me incomoda hablar de eso con Rinaldo, así que cojo a Juan de la mano y lo arrastro fuera de la habitación diciendo:
  • Es mejor que lo dejemos solo para que pueda acomodarse tranquilo.
  • Entonces yo me despido ya - añade Juan - tengo algunas cosas que hacer antes de cenar. Nos vemos mañana.
  • Hasta mañana - dice Rinaldo mientras se estrechan la mano. Salimos de la habitación y vuelvo a besar a Juan. Le acompaño hasta la puerta y lo despido. A continuación me dirijo a la cocina, seguro que mamá ya está haciendo la cena. Al entrar y verme lo primero que dice mi madre es lo siguiente:
  • Esta guapísimo Rinaldo, ¿verdad? Más moreno y elegante que hace diez años, aunque sigue siendo tan tímido como entonces.
  • Sí, está muy guapo - respondo suspirando.

  • Seguro que él no te hubiera puesto los cuernos  - apostilla.

  • ¡Mamá! – me quejo.

**Saber que tengo a Karen tan cerca me tiene confundido, por un lado me siento muy bien de que sea así, es lo que más deseaba y por otro me hace sentir mal el hecho de desearla de esa forma, siendo la futura esposa de Juan. - Rinaldo ¿puedo pasar? - oigo la dulce voz de ella al otro lado. Se ha cambiado de ropa,

lleva

una especie de chandal de un color celeste, que por cierto, le sienta de maravilla. - ¿Qué tal? - Me pregunta. Mis ojos recorren su cuerpo, no lo puedo evitar, es que está imponente y la deseo con todas mis ganas. Ella no parece darse cuenta de mi situación o si se da cuenta lo disimula

bastante bien

. Me siento en la cama. - Déjame admirarte Karen. Estás preciosa - le digo cuando ella se sienta sobre mis rodillas y suspira.**

Vuelvo a darle un pico en la boca y lo abrazo con fuerza. Luego le miro a los ojos. - Me alegra que hayas venido, tenía muchas ganas de verte y, además, tienes muchas cosas que contarme. - ¿Qué quieres que te cuente? Mi vida sigue siendo tan aburrida como siempre - dice jugueteando con mi mano que está posada sobre mi rodilla. - No digas eso. Dime ¿hay alguna mujer en tu vida ahora? Me mira a los ojos, como si yo supiera ya la respuesta a esa pregunta, acaricia mi mejilla  y por un segundo parece que nuestros labios vayan a juntarse, pero entonces responde: - No, en mi vida no, pero en mi corazón sí. Al oír esa respuesta, siento como si me hubieran dado un pinchazo en el corazón.

Creo que nuestras cabezas están dando vueltas, confundidas, y yo no quiero llevarla a ningún lado. Supongo que ella ama a Juan y no voy a ser yo quién vaya a montar el lío a dos días de la boda. - Bueno preciosa, me voy a dar una ducha - le digo cambiando de tema para borrar cualquier resquicio de mal pensamiento por mi lado y por el suyo. - Sí, claro, al final del pasillo ¿Te acuerdas todavía? - responde con una sonrisa. Desaparece de la habitación y guardo la imagen de su culo, que con ese pantalón se le marca tan bonito.

La cena ha sido... no sé, mamá no paraba de hacerle preguntas sobre su vida, lo que hace y lo que no, papá sólo de vez en cuando le preguntaba alguna cosa sobre su actual trabajo. Mi hermano Toni, como siempre, parecía ausente mirando el televisor y yo sólo deseaba que la cena terminara, para salir a dar una vuelta o subir a la habitación y seguir charlando un poco más. Al final no hemos hecho ninguna de las dos cosas y ahora no puedo dormir, me pregunto porque siento dentro de mí este deseo y esta excitación cuando pienso en

él;

porque nacen en mí estas ganas de tener algo, algo de lo que nunca tuvimos él y yo. Quiero a Juan, pero Rinaldo... creo que me sigue gustando y que en el fondo de mi corazón surge la duda de

cómo

sería mi vida si él no se hubiera marchado, si aquel día en la estación cuando le di aquel apasionado beso y le pedí que se quedara, realmente lo hubiera hecho, en lugar de coger aquel tren. Su mirada tras la ventana del vagón, sigue en mi memoria. Me levanto de la cama, me dirijo a la puerta, quizás él tampoco pueda dormir y..

**Estoy tumbado sobre la cama, con tan solo un calzoncillo, me estoy acariciando pensando en ella,

rememorando su cara, su cuerpo….

Alguien está entrando en mi habitación. No me lo puedo creer, puedo ver la silueta de Karen que con ese camisón,

a contraluz,

se dibuja perfectamente. Se acerca hasta mi cama y se sienta al borde. Intento tapar una erección

evidente

poniéndome de costado, pero tener a esa diosa a mi lado no va a apaciguar mi calentura

precisamente

, sino todo lo contrario. - Hola - me dice sonriente - no podía dormir. - Yo tampoco. Mi mano alcanza su rodilla desnuda y la acaricio.

Noto calor en mis mejillas. La miro a los ojos.**

**- Karen, que guapa estás. - - ¡Con estas pintas, venga ya, me ves con buenos ojos! - Siempre lo he hecho. Hay un silencio que se hace largo, parece que ninguno queremos entrar en terreno resbaladizo.

Con esas pintas dice, y está para comérsela. La mujer más sexy que pudiera desear, está aquí a mi lado.**

Sus palabras me han incomodado y no sé que hacer o decir. Me levanto de la cama y me acerco a la ventana a través de la cual entran los suaves rayos de la luna. Él se ha quedado incorporado en la cama, aunque parezca que no, he visto la erección que se evidenciaba bajo las sábanas, razón por la cual he preferido alejarme de él. - ¿Por qué no te quedaste cuando te lo pedí, aquel día en la estación? - le pregunto, necesito saberlo, necesito tener esta conversación con él, aunque hayan pasado diez años. - Porque tú ya habías elegido, no podía quedarme sabiendo que tú y Juan ya os habíais acostado y que yo ya no tenía ninguna posibilidad. - ¿De verdad crees que acostarme con Juan me ayudó a decidir si le prefería a él antes que a ti? - Sí - me responde lacónicamente. Me giro hacía él y veo que se está acercando. Veo la erección entre sus piernas aunque intente tapársela con sus manos y sé que es por mí. Una mujer nota esas cosas, lo veo en su mirada, en sus ojos, en sus gestos para conmigo y en su voz. Sé que me desea y que sus palabras esconden mucho más de lo que dice. Y cuando está frente a mí me estrecha por la cintura, pega mi cuerpo al suyo y.. me besa. Sus labios tienen el mismo sabor dulce y tierno de hace diez años, y no puedo evitar corresponder el beso. Pero cuando nos separamos y me doy cuenta de lo sucedido... - Lo siento - musita él. Le aparto y salgo corriendo de la habitación. No puedo, aunque la imagen de Juan con aquella chica siga presente en mi cabeza, no puedo hacerle lo mismo a él y menos con Rinaldo.

**Me siento mal por Karen, ella debe haberlo pasado tan mal como yo y ahora le estoy poniendo en un compromiso

, en un lío tremendo en su vida

, pero es que mis sentimientos hacia ella son

tan superiores

a mí, ojalá pudiera olvidarme de ella,

pero desde aquel

día en la

estación mi deseo hacia ella no solo ha aumentado, sin que se ha convertido en auténtica obsesión.

Amo a esa mujer que ahora se va a casar con Juan. ¿Qué puedo hacer? ¿Decírselo? No, creo que es mejor que me vaya, pondré cualquier excusa, pero no quiero hacerle daño, ni a ella ni a él...  sería injusto.

Desapareceré de sus vidas para siempre.**

Corro hacía mi habitación, sintiéndome más confundida que nunca. Creo que en el fondo de mi corazón sigo albergando las mismas dudas que hace diez años, ese beso que me ha dado, ha sido como si renaciera en mí ese deseo de ir más allá. Aquel día en la estación yo no quería que se fuera, quería que se quedara y que luchara por mí, para que yo pudiera saber si lo que sentía por él era más fuerte que lo que sentía por Juan. ¿Haré bien casándome con Juan? ¿De verdad es el hombre de mi vida? ¿Y si el hombre de mi vida fuera Rinaldo y casándome con Juan estuviera cometiendo el error mayor de mi vida? ¿Y si Juan vuelve a ponerme los cuernos? Las dudas me asaltan y.. Creo que lo mejor es enfrentarse a los sentimientos, tengo que terminar esa conversación con Rinaldo, decirle lo que sentí aquel día en la estación al verle marchar y lo que deseaba que hiciera. Creo que será lo mejor, pero mejor será que se lo diga mañana cuando estemos ambos más tranquilos y hayamos recapacitado.

**He dormido fatal, toda la noche intentando buscar qué

poder

decirle a Karen. Al acudir a la cocina en su busca con la idea de

comentarle

que tenía que salir urgentemente, no puedo hacerlo. Su silueta marcada bajo un vestido de tela fina ha vuelto a superarme. Esta tomando una taza de café y con la vista perdida en la lejanía, asomada a la ventana. La agarro por la cintura y pego mi cuerpo a su espalda. Ninguno decimos nada, no nos hace falta, tan solo reconocer nuestros sentimientos y nuestra atracción, la que nos conduce a un abismo al que caemos irremediablemente. - Karen - le susurro al oído. Ella gira su cabeza y me besa en el cuello y alza su mano hasta detrás de mi cabeza. Mis manos se aferran a su cintura como si quisiera agarrarme a un clavo ardiendo. Los dos sentimos lo mismo, lo percibo en su respiración y lo confirmo cuando su boca se une a la mía sin pudor, cuando nuestras lenguas se enlazan y juegan al juego prohibido.**

Le pido que nos sentemos, tengo que hablar con él. Cogidos de la mano nos dirigimos a la mesa de la cocina. El sabor de sus labios me envuelve de nuevo, le miro a los ojos, tienen un brillo especial y una mirada que me hacen sentir única. Juan nunca me mira de esa manera. Creo que es irremediable que los compare, siempre lo he hecho. - Rinaldo, creo que tenemos que hablar, quiero decirte lo que hace diez años debía de haberte dicho, lo que aquel día en la estación no debía de haber callado. - Tienes razón, aquel día dejamos

de decir

muchas cosas. - Sí, aquel día tenía que haberte dicho que tenía dudas, dudas que al volverte a ver han vuelto a renacer, dudas que me hacen pensar que quizás no esté dando el paso adecuado, y que quizás Juan no sea el hombre de mi vida.

  • No Karen, no digas eso. Juan te quiere mucho y sé... que tú a él.
  • Pero tú... Cierro su boca con otro beso. Nuestras manos se unen de nuevo. Los dos sabemos que esta locura no es posible, que todo tiene que seguir su curso y que no hay nada que hacer. Permanecemos unidos, abrazados, sin pronunciar nada más, pero sabiendo que en este tiempo los dos hemos cometido un grave error, que ahora es difícil de subsanar.

  • Pero bueno, ¿qué haces aún así? - suena la voz chillona de mi madre. Al oírla Rinaldo y yo nos separamos rápidamente como si nos hubiéramos quemado el uno con el otro.

  • ¡Buenos días, mamá!
  • ¡Buenos días, Sra. Ángela! - la saluda Rinaldo.
  • Venga nena, que en cinco minutos estará aquí el peluquero. Mi madre pasa su brazo por detrás de mi hombro y me lleva al comedor. Rinaldo se queda en la cocina. No han pasado ni cinco minutos cuando suena el timbre, debe ser el peluquero. Mientras este me peina no dejo de pensar en Rinaldo, en esos besos robados, en sus palabras... cuando el peluquero termina de peinarme y maquillarme, mi madre me obliga a irme a la habitación para vestirme. Desearía tener unos minutos para hablar con Rinaldo, pero...

**Mi corazón se angustia pensando en que no estoy obrando bien y al mismo tiempo lo único que deseo es abrazar a esa mujer a la que sueño

y no soltarla jamás.

Todas esas fuerzas me debilitan y me convierten en más animal sin pensar en las

terribles

consecuencias. La Sra. Ángela sale a recoger el ramo de la novia y aprovecho para espiar

a Karen

.

Sé que no está bien, que es toda una locura, pero deseo verla. La imagen,

desde el quicio de la puerta

no puede ser más espectacular: Karen

, mi diosa se acaba de poner la lencería que ha preparado para su gran día. ¡Madre del alma, está preciosa!.

Viste un sostén blanco de encaje que realza su busto  y de qué manera, su cinturita plana al aire, unas braguitas blancas muy pequeñas y un liguero de blanco impoluto que sostiene unas medias del mismo color y unos zapatos de tacón alto

, igualmente blancos. Vamos,

es el sueño de cualquiera, pero para mí es incluso más que eso, es la mujer más deseada y que con esa sensual indumentaria va a regalarle a su futuro marido una sesión que desearía a toda costa para mí. Lo que daría por hacerle el amor, por acariciar ese pecho robusto que ahora está apresado en

su

blanco sostén, mi alma por acariciar con mis labios los de su sexo y hacerle estremecer, para hacer el amor a la reina de mis fantasías, a la mujer que un día pudo ser mía.**

Me miro en el espejo albergando dudas aún de sí realmente debo seguir adelante, pero ¿qué puedo hacer? En unas horas me caso y ahora no hay vuelta atrás ¿o sí? No sé, me siento más indecisa que nunca ante el paso más decisivo de mi vida. Y entonces le veo, veo la puerta de mi habitación ligeramente abierta y sé que él está mirando, me observa mientras me visto, y siento que me gusta que me mire, así que me insinúo contoneando mis caderas y dando un par de vueltas ante el espejo, recolocándome el sujetador, las braguitas... Deseo que entre, que me diga que no siga adelante, pero... Sé que no lo hará. Y entonces la que entra es mi madre con el ramo de flores en la mano. - Mira nena, que bonito ha quedado el ramo. Me lo acerco y lo huelo. ¿De verdad debo seguir? - Mamá ¿cuando te casaste con papá, como sabias que él era el hombre de tu vida? - le pregunto. - ¿Por qué lo preguntas, hija? Eso se sabe, no sé como, pero se sabe - mi madre me abraza con fuerza mientras yo sigo albergando la duda de sí Juan será el hombre de mi vida o no - Aún tienes algunas dudas ¿verdad, hija? Ya te he dicho que Juan no es trigo limpio, si lo fuera no te hubiera puesto los cuernos. Ves, con Rinaldo no creo que te hubiera pasado eso, está tan enamorado de ti.

  • Mamá...  – le reprocho – Me voy a casar con Juan, aunque no te guste.

  • Hija, no es que no me guste, es que no me fío de él, si te puso los cuernos una vez, volverá a hacerlo tarde o temprano.

**La novia entra en el salón donde algunos miembros de su familia y yo como invitado de honor tenemos el placer de recibirla. Está impresionante. Un vestido largo hasta los pies, que moldea su figura de una manera tan insinuante, con un escote prudente y ligeramente atrevido y un velo que cubre su cara. Está guapísima, es la novia que deseo para mí.

Es la más bella para mis ojos.

Sus zapatos asoman brevemente bajo el vestido y a mi mente vuelve la imagen de su cuerpo en ropa interior, que tuve la suerte de ver minutos antes. Nuevamente mi sexo pide guerra y tengo que mirar a otro lado para evitar a ese demonio que me pide devorar a la chica más hermosa del mundo.**

El fotógrafo acaba de llegar y aunque no me apetece demasiado tengo que posar con mis padres, mis hermanos, la familia y Rinaldo. Cuando se pone junto a mí y el fotógrafo dice: - Muy bien, hacéis muy buena pareja. Otra vez me asaltan las dudas, nos miramos brevemente, él me sonríe y entonces me dice: - Estás guapísima. El fotógrafo dispara y Rinaldo vuelve a colocarse detrás de él para que otro de los invitados se sitúe a mi lado. ¿De verdad debo seguir con esto a pesar de todas las dudas que albergo? Cada vez me pesa más seguir adelante, pero me dejo llevar por los acontecimientos, por el momento. Finalmente mi padre se acerca a mí, me cede su brazo y dice: - ¿Estás lista, cielo? Paso mi mano por debajo de su brazo y lacónicamente digo: - Sí.

**Nuestras miradas se mantienen durante unos largos segundos, parece como si nuestros cuerpos quisieran explotar y decir lo que sienten. Estoy convencido que ella siente lo mismo que yo. Todo es algarabía en la calle cuando sale la novia, no es para menos, está preciosa y los vecinos la piropean. Mi hinchazón sigue sin apaciguarse y como no descargue pronto voy a dar la nota, pero la imagen en ropa interior de Karen, esa ropa sexy de novia me tiene loco

, no se me quita de la cabeza

. Estoy imaginándome como le quito el vestido, como cae por su silueta hasta el suelo y puedo admirar solo para mí, ese cuerpo que tanto deseo. Envidio a Juan, pero esta vez no es una envidia sana, de amigo, ahora es una envidia que me corroe, es casi rabia e impotencia de no haber hecho nada antes para evitar lo inevitable**

.

Llegamos a la iglesia, ya todos están dentro y mi corazón va a cien por hora. El fotógrafo hace un par de fotos más. Y tras subir las escaleras de la entrada y traspasar la puerta, mi padre y yo avanzamos por el pasillo. Todos me observan, alzo la vista y al final, frente al altar veo a Juan junto a su madre. Las piernas empiezan a flaquearme, no debería seguir, quiero huir, salir de aquí y decirle a Juan que no puedo, que tengo el corazón dividido y que creo que siento algo muy fuerte por Rinaldo. No sé como pero he llegado casi al final, miro a la derecha y allí está Rinaldo en la segunda fila, me mira, me sonríe, pero en su mirada veo un halo de tristeza. Ya estoy junto a Juan, esta más sonriente y feliz que nunca, lo veo en su cara, pero yo no soy tan feliz como él en estos momentos, en realidad tengo ganas de llorar. Juan acerca su boca a mi mejilla para darme un beso, pero antes de que sus labios me rocen le digo: - No puedo. - ¿Qué? - Me pregunta extrañado. - No puedo casarme contigo. Mi padre y mi futura suegra me miran sorprendidos. Mi madre se acerca corriendo. - Pero ¿qué dices, niña? - No puedo casarme con él, mamá, no puedo. Mi madre me coge del brazo, le hace una leve señal al cura indicando la sacristía y este mueve la cabeza afirmativamente. Casi en volandas mi madre me lleva hacía allí, cierra la puerta tras nosotras con un sonoro portazo y vuelve a preguntarme: -¿Qué es eso de que no puedes casarte con Juan? Hace una media hora me has dicho que ibas a casarte con él aunque no me gustara ¿y ahora me dices que no puedes? Seguro que en esa cabecita sigue rondando la imagen de él y esa guarra revolcándose en aquel banco del parque ¿verdad? si no les hubieras pillado mientras paseabas por allí ni te hubieras enterado. - No, mamá, no es eso, es sólo que no estoy segura de que Juan sea el hombre de mi vida, que el volver a ver a Rinaldo ha hecho renacer en mí sentimientos que creía muertos y olvidados.

**No sé lo que está ocurriendo, pero Karen estaba muy nerviosa y los invitados están haciendo mil comentarios

, mil preguntas

. Me acerco hasta Juan, que se ha sentado

en el banco, se le ve cabizbajo

y decaído. Algo no funciona. Le paso el brazo por el hombro y él intenta esbozar una sonrisa. - Rinaldo, ve a verla. -  ¿Como? - Le pregunto sorprendido. - Si, entra allí, sácales a todos y vosotros dos hablad... Tenéis mucho de qué hablar. - ¿Pero yo? - Rinaldo, por favor.**

Empiezo a llorar de impotencia, mi madre me abraza con fuerza y en ese momento, alguien llama a la puerta. - ¿Quién es? - Pregunta mi madre - Yo, Rinaldo. Mi madre me mira y en voz baja me pregunta: - ¿Quieres hablar con él? Quizá así puedas aclarar algo, no sé. - Vale - le respondo a mi madre - pero déjanos solos. - Muy bien, niña. Mi madre se dirige a la puerta sonriente, es evidente que para ella Rinaldo sería el yerno perfecto, el que siempre ha soñado. Abre y deja entrar a Rinaldo, luego ella sale dejándonos solos. Rinaldo avanza hacía mí diciendo: - Juan me ha pedido que entre, dice que tenemos mucho que hablar. ¿Le has contado algo? - No, pero no es ciego, supongo que... - abro mis brazos para recibirle, necesito que me abrace, necesito sentir su calor. Nos abrazamos y al pegar nuestros cuerpos siento su sexo duro y erecto chocando contra mi vientre. Me sorprende que en este momento esté excitado pero saberlo me excita a mí también. Tras el abrazo nuestros ojos se cruzan y no hace falta que digamos nada, nos besamos en un largo y apasionado beso. Le deseo y en este momento me da igual que hayan más de 100 personas esperando en la iglesia.

**Sentir a mi Karen abrazada, vestida de novia es un sueño hecho realidad y no puedo evitar desearla tanto que no coordino. - Rinaldo, no puedo... - Karen, no puedes hacerle esto a Juan. Él te quiere. - Pero yo te quiero a ti. Mi boca quiere tapar sus palabras, como no queriendo oír lo inevitable. Mientras la beso, mi mano baja la cremallera de su vestido por detrás. Ella abre los ojos sorprendida como queriendo decir "¿Qué demonios haces?", Sin embargo, no lo dice y regresa a mi boca

para

recibir

agradecida

mis besos, no parece importarnos nada más. No sé muy bien si por la situación o la desesperación, no nos asusta que alguien nos pueda sorprender, los demás deben imaginar que hablamos, pero no necesitamos hablar, sino amarnos, entregarnos a esa pasión que siempre soñamos.

Hacer el amor de una vez por todas.

El blanco vestido de la novia va bajando por su cuerpo para mostrar esa ropa interior tan radiante que me vuelve loco. Beso su canalillo. Sus ojazos azules brillan más que nunca.**

Sus manos recorren mi cuerpo por encima de mi ropa interior. Sus labios rozan mi piel con suavidad y aunque al principio me pareció una locura entregarnos a esta pasión en este lugar, ahora ya no puedo parar, no quiero dejar de sentir sus besos y sus caricias. Mis manos buscan su cuerpo. Le quito la chaqueta dejándola caer al suelo. Miro hacía la puerta y veo que no tiene ningún cerrojo, cualquiera podría entrar ahora mismo y sorprendernos, pero saber eso me excita incluso más. Palpo su sexo por encima del pantalón. Esta duro como un hierro. Me arrastra hasta una mesa que hay detrás de mí y me apoya sobre ella. Desabrocho el cinturón, bajo la cremallera y deslizo mi mano muy despacio hacía su pene, mientras sus manos desatan el sujetador dejando libres mis senos que besa suavemente, primero uno y luego el otro. Siento como mi sexo se humedece con cada caricia que él me dá. Acaricia mis senos con delicadeza, reteniéndolos entre sus manos. Besa mi cuello, desciende hasta mi busto y lame y chupetea mis pechos a su antojo. Suspiro extasiada.

¿Qué nos pasa?

Esto es una auténtica locura desenfrenada.

Nos hemos convertido en animales. La futura mujer de mi mejor amigo, está ahora tumbada sobre la mesa y le estoy succionando los pezones como si fuera a desaparecer, nada me importa en ese momento, solo quiero tenerla para mí.

Necesito poseerla.

Karen me besa con tanta pasión que no puedo alejarme de mis malos pensamientos, esos mismos que me piden a gritos comerla, devorarla. Saca mi miembro de la prisión del pantalón y yo acaricio su sexo sobre la braguita que la cubre. Pero de nuevo el animal que llevo dentro me hace arrancarle las bragas, medio poseído. Ella suspira y solo pronuncia mi nombre en un susurro. Su sexo está expuesto a mí, ese pubis recortado, ligeramente abultado que se ve inflamado y ligeramente brillante por cuenta de una excitación que ella no puede ocultar.

Siento su respiración sobre mi sexo desnudo. Quiero sentir su boca explorando mi húmeda vulva y ya nada me importa. Quiero ser suya. Su lengua se mueve sinuosamente por mis labios vaginales, musito y me estremezco sintiendo como se adentra en mi vagina. Aprieto su cabeza contra mi sexo enredando mis manos en su pelo. Sé que no debería seguir, que debería decirle que fuera hay un montón de gente esperándome y sobre todo,Juan, que merece una explicación, pero no puedo, no puedo parar, quiero que siga, que me haga el amor, sentirle dentro de mí. Por un momento, pienso que esta es la venganza perfecta para la infidelidad de Juan, hacerlo con su mejor amigo, una dulce venganza. Suspiro mientras siento como sus dedos masajean mi clítoris. Me muerdo el labio inferior para ahogar los gemidos que no puedo evitar emitir. Y repito de nuevo su nombre en un gemido: - Rinaldo.

Sus dedos se adentran en mi sexo y se mueven dentro y fuera de mí como si fueran un pene. Todo mi cuerpo se estremece, estoy a mil y no quiero parar. El mundo ha desaparecido para mí, sólo existimos Rinaldo y yo, ahora mismo.

**Por un momento se oyen ruidos afuera y me quedo paralizado. Karen no parece darse cuenta. Por suerte, nadie entra. Por unos instantes observo a esa princesa tumbada sobre la mesa, prácticamente desnuda; tan solo unas medias,  un liguero y esos zapatos de tacón blancos son sus únicas prendas. Está tan sexy, tan poderosamente arrebatadora de lo que se pudiera imaginar cualquier mortal, sus braguitas rotas descansan ahora en el suelo junto a su impoluto vestido blanco. Acaricio con mi pulgar

el

monte de Venus de esa mujer adorada que sigue apaciguando sus gemidos con el velo, que momentos antes estaba sobre su cabeza. Su pecho se hincha en cada respiración. Está tan hermosa y ahora, sin importar nada más, es mía y solo nos falta un vínculo, un nexo de unión a nuestro tiempo perdido. Agarro mi miembro erecto y me pongo en pie. Ella abre los ojos mientras se lo muestro señalándole ese punto que falta para hacer realidad nuestras fantasías. Ella lo desea, estoy seguro, pero es ella quien tomará la decisión, solo tiene que decirme un no, para que abandone todo y

me esfume

de sus vidas para siempre. En cierto modo deseo que diga que me detenga.**

Mi deseo aumenta cuando le veo ante mí con su sexo apuntando al mío. Me mira interrogante. Cojo su miembro con mi mano y lo acerco a mi sexo húmedo rogándole: - Métemela, quiero sentirte dentro, quiero ser tuya. Y sin pensárselo más, introduce su sexo en mí, despacio pero con seguridad. Nos abrazamos y acercando mi boca a su oído mientras le abrazo con fuerza, susurro: - Te quiero. - Yo también te quiero.

Lamo su oreja, y desciendo por su cuello. Muerdo la base, mientras mis manos aprietan su culo contra mí para que la penetración sea más profunda. Él también me aprieta contra su pecho y siento como nuestras pieles calientes se tocan, se rozan. Siento como sus manos descienden desde mi cintura hasta mis nalgas, las aprieta y uno de sus dedos se introduce entre ellas lo que me excita aún más. Empieza a moverse dentro de mí, arremetiendo con fuerza una y otra vez, rápidamente. Podemos ser descubiertos en cualquier momento y eso hace que lo hagamos con urgencia, con rapidez.

**No puedo creerme estar así, haciendo el amor con mi

idolatrada

Karen, todo se hace tan especial, el morbo de ser pillados, el tiempo que ha pasado, ella vestida de novia, entregada…. Mi sexo está robusto, más grande que nunca y es abrazado por una vulva que lo succiona de una forma tan

maravillosa

que me lleva a un orgasmo cercano. Intento aminorar el ritmo pero ella tiene prisa, mucha prisa por llegar al clímax o por no ser descubierta. Un polvo robado será nuestro recuerdo para siempre. Y nuestro secreto quedará sellado en nuestra unión. Sus pezones se han puesto más duros, los muerdo y ella gime y gime sin parar mientras sigo penetrándola como si quisiera atravesarla.**

Estoy a punto de alcanzar el éxtasis, y empujo con fuerza contra él. Siento como su sexo se hincha dentro de mí y como sus dedos arañan mi espalda mientras me aprieta con fuerza contra él y arremete sin contemplaciones contra mi sexo. Gemimos, nos enredamos en esta pasión que nos quema y finalmente nuestros cuerpos explotan en un maravilloso orgasmo. Por fin me siento libre. Dejamos de convulsionarnos y aún unidos le acaricio la mejilla, le miro a los ojos y le digo: - Te quiero y no voy a casarme con Juan. No puedo hacerlo. Creí que le quería, pero ahora estoy segura que no, por lo menos, no como a ti. Le tengo cariño, pero no le amo. Además... Tengo que decirte algo que nunca te he dicho y que....

Nos separamos y empezamos a vestirnos.

-

¿Qué? – me pregunta a la expectativa.

Quiero contarle que Juan me fue infiel hace un par de años y esta boda era el último intento para olvidar esa infidelidad, pero no puedo, haga lo que haga, siempre temeré que vuelva a serme infiel como aquella noche.

**Hemos quedado agotados después de nuestro acto prohibido, nos cuesta recobrar el aliento. Esperamos la respuesta a nuestros dudosos corazones. - Karen, no puedes hacerle esto a Juan...  no podemos hacerle esto. Me besa de nuevo mientras le ayudo a ponerse el vestido. La beso en la frente. Sostenemos nuestras manos, justo en el momento en el que llaman a la puerta. Escondo rápidamente las braguitas en mi bolsillo y Karen cubre su rostro con el velo para ocultar el enrojecimiento de sus mejillas, el brillo

pecador

de sus ojos.**

Juan entra en la sacristía. - ¿Todo va bien? Justo en el momento en el que Karen va a abrir la boca, me adelanto. - Todo perfectamente, los nervios normales de una novia y está preparada para casarse. ¿A que sí Karen?

Afirmo con la cabeza, en realidad, en este momento lo que quisiera hacer es huir. Juan se acerca a mí, me coge las manos entre las suyas, con un gesto hace que Rinaldo se acerque a mí, coge su mano izquierda y la enlaza con las mías diciendo: - Entonces es contigo con quien creo que debe casarse. - Juan, yo... - intento disculparme. Pero Juan me tapa la boca con un dedo y añade - Sé que le amas, sé que él debería ser el elegido, hace mucho que lo sé, desde que se fue; y al volver y ver de nuevo en tus ojos ese brillo especial cuando le miras, y que nunca he visto mientras estabas conmigo y menos desde que te puse..., me he dado cuenta de que le sigues amando. El novio debe ser él. Sabes de sobras que yo no merezco la pena y que esta boda era sólo un intento más para olvidar ese momento que siempre estará entre nosotros y nos hará daño y a ti más que a mí – me dice acariciando mi mejilla. Me sorprende el modo en que Juan se lo ha tomado y descubrir que él sabía cuales eran mis sentimientos también. Así que sólo puedo abrazarle y darle las gracias. - Y tú cuídamela - dice dirigiéndose a Rinaldo que también le abraza - te llevas a una mujer maravillosa. - Gracias, amigo - le dice Rinaldo.

Los tres abrazados acabamos llorando emocionados.

Aun no soy capaz de reaccionar.

Nunca podré agradecerle a Juan suficientemente, todo lo que me ha regalado e incluso a lo que él mismo ha sido capaz de renunciar, nada menos que la chica de nuestros sueños. Volvemos a la iglesia. Los invitados no dan crédito a lo que ocurre, se oyen todo tipo de comentarios. Nos volvemos a mirar los tres emocionados. Solo mi mano fuertemente agarrada por la de Karen me devuelve a la realidad y cuando el cura me pregunta. Mi respuesta es: - Si quiero.

Ella me mira a los ojos, con esos ojos que me cautivan y repite:

-

Si quiero.

Erotika y Rinaldo

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