La boda 2
Continuo con mi día, en una boda sin mucho aliciente para mí.
Sería la 1 de la madrugada cuando algún ruido me despertó. Mi marido dormía completamente desnudo a mi lado, en una posición donde podía notar que su sueño era profundo.
Me levanté de la cama desnuda, me dirigí aun entre estiramientos para desperezarme a través de la habitación solo iluminada por la luz que entraba por la ventana hasta el baño, ahí encendí la luz y me senté en la taza para hacer un pis. Me incorporé para ver en el espejo los estragos de la boda en mi cara. Restos de maquillaje corrido y pelo bastante alborotado en el reflejo daban buena cuenta de la tarde que había pasado. Empezaba a entrar en consciencia y miré casi automáticamente a mis pechos. Los restos de semen seguían trazados por mi piel más difuminados por el sudor del polvo con mi marido y el roce con las sabanas posterior. Mi cara esbozó una sonrisa de las que dicen “que guarra soy”.
Me metí en la ducha, enorme, con espacio para dos personas, de esas tipo lluvia, y me relajé bajo los chorros de agua. Frotaba mis pechos con mis manos desnudas para retirar el semen pegado en ellos. Me enjabone y seguí jugando con mis manos por todo mi cuerpo, lo que me empezó a poner muy caliente. Pase mis dedos abriendo mis labios vaginales hasta notar como mi clítoris se hinchaba para recibir sus caricias. Me alejé de la caída del agua, para apoyar mi espalda en la pared. Empecé a jugar con mis manos pasando mis dedos a ambos lados de mi clítoris, casi pellizcándolo, hasta meter un dedo en mi interior, con suma facilidad, estaba muy lubricada de nuevo, por lo que empecé a meter y sacar dos deditos de mi interior, mientras con la otra mano, frotaba con delicadeza mi clítoris. Mis piernas flojeaban y prácticamente ponía mi culo sobre el agua que corría por el suelo. Rápidamente notaba mi orgasmo llegar, dejando la penetración con mis dedos para sujetarme mejor. Mi mano aceleraba su ritmo sobre mi clítoris alternando con algún paso por mis labios para lubricar totalmente la zona. Conseguí un orgasmo maravilloso en apenas unos minutos. Cuando me masturbo en esa postura, suelo llegar a tener orgasmos seguidos e incluso con algo de squirt.
Cuando me relaje en esa posición, me puse en pie, termine de lavarme el pelo tranquilamente y anude una toalla a su alrededor para secarme y volví a la habitación ahora mejor iluminada al dejar el baño abierto. Me arrodille sobre la cama acercándome a mi marido. Mi mano se posó en su espalda, bajando mi caricia por su culo, llegando con mis uñas de forma delicada a sus testículos. Ni un atisbo de despertar ni en mi marido ni en su pene, que agarre de forma delicada con mi mano notando su flacidez casi insultante.
Me quité la toalla, me mire al espejo y me dije:
- Me voy a dar una vuelta, la noche en Madrid es para aprovecharla,
Y dicho lo cual, me lave los dientes, me seque un poco más el pelo y como hacía calor, lo dejé suelto para que secara en el calor de la noche madrileña. Me pinté de nuevo, lo justo para no perder mucho tiempo más y abrí mi armario. No había mucho donde elegir, pues solo quedábamos una noche. Cogí un vestidito veraniego de estampado floral, de medio muslo, tirantes atados y un escote no demasiado pronunciado. Al fin y al cabo, iba a dar un paseo a refrescarme y comer algo, pues me había entrado hambre. Quizá una copa- me dije mientras me ponía un mini tanga blanco. Me puse mis sandalias altas y puse el vestido sin sujetador como tantas otras veces. Ultimo vistazo a mi chico, que no daba señales de vida y una notita en el escritorio diciendo que había salido a dar un paseo, que si se despertaba, me llamara al teléfono móvil. Hecho esto, Salí y cerré la puerta.
Ya por el pasillo en busca del ascensor, la sensación de andar por el hotel, a esas horas de la noche, sola, con apenas un vestido bastante ligero, sin sujetador, notando mis tetas balanceándose con mis movimientos me hizo cambiar de idea. Baje al hall y en él, había bastante movimiento de gente bien vestida, seguramente de una boda nocturna y clientes del hotel que salían y entraban. Me acerque a la terraza del propio hotel que tenía un lounge con buena música y me pedí un mojito, para no perder la costumbre y me senté en un taburete mirando a la calle. Allí, no iba a encontrar nada divertido, así que pagué y me dirigí a la entrada. Baje buscando alguna terraza por la zona central de la castellana, despacio, recreándome en la tarde que había pasado. En un semáforo paré y una voz me dijo:
-perdona, conoces algún lugar para tomar algo.
Me asuste por la sigilosidad de la persona. Miré a mi lado, un hombre de unos 55, canoso con un polo de marca gris y pantalón corto color beige.
- Perdona si te he asustado- se disculpó-, te he visto salir del hotel donde estoy alojado y como no conozco nada de la ciudad, pues así me daba un paseo. Puedo acompañarte o si te molesto me lo dices y no pasa nada.
- No te preocupes, yo también me alojo allí, pero mi marido no podía salir y me iba a dar un paseo, por lo que tampoco llevo rumbo.
Fuimos hasta Cibeles andando charlando del hotel, de la noche en Madrid. Me conto que estaba casado, que estaba por un tema de papeleos en Madrid y que vivía en Salamanca. Él era muy agradable, alto, sin barriga, muy aseado y por el hotel donde estaba, bastante bien posicionado. Me conto que su mujer estaba en salamanca y le conté que nosotros estábamos de boda y mi chico estaba indispuesto. No veíamos nada donde tomar algo y nos sentamos en una terraza frente a la puerta de Alcalá. Todo muy chic, donde pudimos charlar sin mucho agobio y nos tomamos una copa tranquilamente. En un momento dado brindamos salimos andando de nuevo, casi estaba agotada de andar y era tarde. Me dijo de tomar la última más animados a lo que respondí que conocía sitios, pero algo lejos de allí.
Al primer taxi que pasaba lo paro y me invito a subir. Indicó al taxista que me llevara donde le dijera y así hicimos. En unos minutos estábamos en la zona centro, por la plaza de huertas, tomando algo, con la música más alta y más movida que hasta ahora por lo que me lancé a bailar entre un gentío, en su mayoría turistas, mientras mi acompañante me pedía una copa en la barra.
Por fin pudo llegar hasta mí, para cogerme de la cintura y llevarme hasta una zona menos concurrida para poder movernos mejor. Me lo estaba pasando genial, bailando con él, riéndonos. Cada vez estaba más a gusto, incluso con sus manos posándose sobre mis caderas, sobre la piel desnuda en mi espalda. En un momento, me puso las manos en la cintura mirándome de frente y me dijo.
- Que buena estás chica.- podíamos haber venido aquí antes. Y se rio.
-tienes razón- le dije.
Cogió mi mano y me saco despacio abriendo paso entre la gente y salimos a la calle. Buscamos un taxi mientras bajábamos hacia el paseo del prado por unas calles poco concurridas esa noche. En un momento me apoyo en el coche y me beso agarrándome fuertemente del cuello y de la cintura. No opuse ninguna resistencia. Me deje besar, pasando mi lengua al ataque introduciéndose en su boca. Ante mi nula resistencia, paso a tocarme un pecho sobre el vestido descubriendo que no llevaba absolutamente nada debajo.
- Vaya sorpresa – dijo dejando mi boca un instante
Ahora fui yo la que me lancé a su boca, comiéndonos los labios, mientras me dejaba tocar.
- ¿Bragas llevas? – me pregunto en tono socarrón mientras levantaba la mano para parar un taxi.
- Llevo. – conteste.
- Vaya decepción – me dijo entre risas mientras agarraba la tira del tanga en mi culo sobre el vestido.
Paro el taxi, y antes de subir, mientras me abría la puerta, me baje el tanga allí mismo dejándolo en el asiento.
-mejor.- pregunté
Cuando subió al taxi, comenzamos a besarnos y su mano buscaba casi con desesperación y algo de torpeza mi sexo. Lo encontró completamente húmedo de nuevo, mientras disfrutaba de mis labios.
El viaje fue corto, apenas un par de minutos hasta el hotel. Allí nos bajamos y entramos al hall por separado. Su habitación estaba en la planta encima de la mía, por lo que cuando me dijo el número, me acerque por nuestra planta y del resto de los invitados a la boda y comprobé que mi marido seguía durmiendo. Eran cerca de las 4 de la mañana y volví por el pasillo contoneándome en dirección al ascensor, donde me esperaba en la puerta apoyado para no se cerrara mi nuevo compañero mirándome y haciendo un gesto mordiéndose el labio inferior.
Se cerraron las puertas ascensor, subió mi vestido para verme el culo y darme un cachetazo que sonó en el momento de abrirse la puerta. Nadie por el pasillo. Me paré en la puerta de la habitación y entre delante de él.
Comencé a reírme de pronto
-de que te ríes –
- me acabo de dar cuenta que me dejé el tanga en el taxi. - y reímos los dos.
Me beso de nuevo bajando mis tirantes para dejarme desnuda ante su mirada. Cogerme de la cabeza y agacharme con la clara intención de que le bajara los pantalones. Así hice. Le baje los pantalones cortos, y se quitó los zapatos. Sus calzoncillos no eran lo más sexy que me había encontrado pero su polla al aparecer no me decepcionó en absoluto. Me la comí despacito, como me gusta, bastante trabajo me costó ponerla en plena erección. Allí en medio de una habitación del hotel, desnuda, con una nueva polla en mi boca, la cual no me cabía demasiado en la boca por su grosor. En ese momento, se quitaba el polo de su cuerpo, apareciendo un torso lleno de pelo por su pecho y bajaba hasta sus genitales, pelo canoso, que enmarañaba con mi uñas mientras le hacia la felación.
- Carlos. Me llamo Carlos. Me dijo en ese momento.
Le empuje hacia la cama sentándose en ella. Empecé a lamer sus pelotas, cubiertas de pelo, mientras agarraba su polla, para después lamer desde abajo hasta su prepucio. Gatee por su pecho y le di un beso.
- María. Un placer.
Y me senté a horcajadas sobre el, subiendo y bajando apoyando mis manos en sus pelos, veía como miraba mis tetas, las agarraba, las apretaba.
- ¿Te gusta?
- Me encanta, me dijo. Ojala mi mujer follara como tú-
- ¿No folla así? – comenzando a subir y bajar más deprisa casi saliendo de mí en cada embestida.
- No, mi mujer es muy recatada, además, apenas follamos.
Baje despacio hasta notarle entero dentro de mí. Me coloque hacia detrás y empecé a masturbarme para él. Notaba como su mirada se encendía.
-¿y esto? – le pregunté mientras me frotaba el clítoris para él.
- tampoco me lo hace. - Contesto mirando atentamente.
Me incorporé y me coloqué dejando mi culo a su disposición. Se dio por aludido y acudió a metérmela y empezó a moverme fuertemente, agarrado a mis caderas, soltándome unos cachetes que resonaban por toda la habitación. Me hacía de gemir en cada embestida, y él se soltaba dándome más cachetes en las nalgas.
- Métemela por el culo – le pedí
- No lo he probado nunca – explicó.
- Aprovéchate. Termine por decirle
Y la agarré con la mano acercándola a mi ano. Solamente había entrado la mitad, cuando note como se corría en mi culo, resoplando sin moverse pero masturbando la parte que quedaba fuera de mí.
- No te preocupes le dije.-
- Ha podido conmigo la situación. Se disculpó.
Me abrí de piernas y pedí que me lo comiera. Se abalanzo sobre mí y empezó a lamer por dentro de mi abierto coño. Me acaricié el clítoris para poder llegar a un orgasmo que me costaba, y en unos segundos, noté como mi cuerpo se encorvaba, y cerrando los ojos note como mis fluidos mojaban su cara, fluidos como hacia tiempo no veía en mí, dejando la cama mojada.
Su polla no estaba para mucha fiesta y me puse mi vestido dándole un beso de despedida, pues me había hecho pasar una noche fenomenal y con los zapatos en la mano, baje en el ascensor hasta mi pasillo y entre en la habitación, me desnudé y me coloque al lado de mi chico, completamente agotada.
Me despertó la lengua de mi marido en mi pezón, seguramente 4 horas después, pues aun notaba semen saliendo de mi ano.
- Mmmmm, cariño, - le dije.
- Te lo voy a comer todo. Me dijo.