La blusita (05)
...y quién se acordaba de la blusita, estando tan ocupados?... así terminó la aventura...
Vera se acariciaba el pecho lleno de semen y se repasaba con el dedo el que le quedaba en los lábios y la lengua, mirándome con una expresión de viciosa inmersa en una orgía de sexo sin límites, perdida, casi ausente, consciente de que estaba completamente a la deriva .
El cabrón que la había sodomizado no dejaba de pajearse a la espera de su turno pero Vera seguía asuente, jugando con el semen que adornaba su cuerpo, sus labios, su cara y empezó a pajearse una vez más el clítoris, embriagada en una dulce sensación de poder era evidente que ya no se procuraba placer después de tanto exceso con su cuerpo pero no le importaba, aquello era símplemente un gesto de vicio y perversión Vera estaba lejos, muy lejos de aquella situación y de los tres hombres que la rodeaban. Se había convertido en una diosa, aislada en su mundo de autosatisfacción
Aquel éxtasis fue interrumpido por las necesidades terrenales del último cabrón que ya no pudo esperarla más. Imitándo a su cómplice recogió con violencia el pelo de Vera y sin mediar palabra le introdujo su enorme miembro en la boca hasta la misma garganta, sin ninguna consideracion. Con su voluntad aniquilada a Vera no le quedaba ya ninguna estima y se dejo hacer como un simple objeto, con los brazos caidos, acogiendo el enorme miembro sin rechistar ni mostrar interés el tío la utilizaba como una puta herramienta pero retenía su descarga prolongando su placer a costa de Vera. Al cabo de unos minutos, en un gesto de lucidez Vera reaccionó y lo agarró por las nalgas. Pero para mi sorpresa su mano fue más allá y con maestría le deslizó un par de dedos en el culo a aquél cabrón que la estaba exprimiendo al borde de sus fuerzas la iniciativa de Vera cayó como una bomba sobre aquel tio que resultó ser más versatil de lo que me imaginaba. Empezó a gemir como un poseído al tiempo que los huevos se le tensaban y aumentaba el ritmo de vaivén de la cabeza de Vera que acogía su poya ya al límite de sus fuerzas
El tío empezó a bombear al tiempo que Vera apretaba aún más los dos dedos en el culo de aquel cabrón para acabar de una vez y acoger el semen de aquel tío que a juzgar por su excitación se anunciaba en abundancia Absorto ante la escena de mi mujer totalmente entregada me permití el placer de animarla a consumar su nueva condición de zorra sumisa: "Vamos cariño, trágate hasta la última gota, como una buena zorra, completa la faena!" Mis palabras tuvieron un efecto definitivo en Vera que empezó a tragar tanto como pudo. pero no consiguió evitar que a la segunda bocanada la leche de aquel tío se empezara a desparramar por su cara, sus labios y viniera a reunirse con el abundante semen que ya adornaba su divino cuerpo tras la corrida de su complice y la mia El tío bombeo una buena media docena de bocanadas y se derrumbó sobre la cama, extenuado ante mi mujer.
Por fin aquel tío soltó su presa dejándo el precioso pelo de Vera yacente sobre la almohada. Para nuestra sorpresa, Vera aún no tenía suficiente. Volvió a recluirse en su juego, ignorándonos a todos casi como una autista seguía restregándose el semen por todo el cuerpo y lamiéndo los dedos con el que le quedaba prendido al tiempo que volvía a machacarse el coño con mayor desesperación, buscando un orgasmo que ya no podía llegar tras tanto exceso sentí que se pajeaba cada vez con más severidad mientras intentaba estrujarse los pezones con desesperación pero se le resbalaban como jabón con tanto semen derramado sobre su cuerpo así que decidí que era el momento de salir a su rescate antes de que se produjera daños irreparables en su bella anatomía
Me acerqué y con dulzura le retuve la mano con la que se pajeaba de forma insensata y le susurré: déjalo cariño, ya está bien por hoy . Vera tomó su tiempo para escuchar mis suaves palabras y lentamente dejó la faena. Dejó de pensar solamente en su coño con el que estaba seriamente obsesionada y con una dulce mirada de complicidad y satisfacción me dedico una leve sonrisa .
Era dificil de describir mis sentimientos. Puede parecer contradictorio, pero una parte de mí no podía evitar sentir un irracional desprecio hacia la zorra en que se había convertido mi mujer y que me resultaba casi desconocida aquella noche pero era aún más fuerte mi excitación y admiración hacia Vera la adoraba al tiempo que recordaba la admiración que había sentido ante la seguridad y el encanto que desplegaba en aquella velada.
En estos pensamientos cogí a mi mujer en brazos y la llevé al baño ignorando aquellos tipos que se vestían pausadamente sin mediar palabra, derrotados, conscientes de que aquella noche mi mujer había acabado con ellos. Al cabo de unos minutos oímos la puerta de la habitación desde el yakusi mientras tomábamos un baño en silencio, un silencio pesado y dificil de romper .
Las palabras estaban de más en aquella dulce situación pero tarde o temprano serían imprescindibles para relatar la osadía sin límites que Vera acababa descubrir en sí, como preludio de los innumerables episodios que en adelante Vera iba a protagonizar y por qué no decirlo en la mayoría de los casos buscar y provocar para satisfacer su insaciable búsqueda de nuevos retos donde los límites parecían no existir