La Bienvenida
Permanecí en la cama, desnuda, mis ojos cerrados, a lo lejos alcancé a oír un sonido, traté de levantarme y mientras lo hacía, el sonido se hacía cada vez más fuerte y más claro eran tambores.
Todavía no se como fui a parar ahí
Sólo recuerdo que desperté en una habitación oscura. Mi ropa no estaba, me sentía relajada, como si hubiese dormido muchas horas. No sabia donde estaba, ni la hora. Toque mi muñeca buscando mi reloj y no lo encontré. Busqué una ventana para ver si era de día o de noche. No había.
Sentí un fuerte mareo y volví a recostarme, tratando de entender que había pasado.
Lo más extraño de todo, es que no estaba asustada. Una voz en mi interior me decía que estaba a salvo. No podía comprenderlo, pero sabía que estaba bien. Lo sentía.
Por unos momentos pensé que me habían secuestrado, traté de recordar que había hecho en las últimas horas y no pude. Cuanto más trataba de recordar, más dolor de cabeza sentía. No tenía fuerzas ni siquiera para hilar un pensamiento.
Permanecí en la cama, desnuda, mis ojos cerrados, a lo lejos alcancé a oír un sonido, traté de levantarme y mientras lo hacía, el sonido se hacía cada vez más fuerte y más claro eran tambores.
Al escucharlos mi cuerpo comenzó a temblar, pero no de frio, ni miedo. Comencé a sentir mucho calor, mi respiración se agitaba, mi cuerpo se movía al ritmo de los tambores.
Yo conocía esos sonidos, ya los había escuchado con anterioridad, no sabía donde ni cuando. Y lo más extraño era qua había disfrutado.
Sin querer mis manos fueron recorriendo mi cuerpo, sentía calor, pero mi cuerpo estaba frio y sin embargo sentía la sangre pesada, los párpados se cerraban, pero mis manos no podían dejar de moverse. Los movimientos iban al ritmo del tambor, lento, pausado. Quien tocaba lo hacía con el único fin de excitarme.
Y yo no podía dejar de moverme, mi cuerpo ya no era mío, pertenecía a esos sonidos, se movía a su ritmo. SI el tambor dejaba de sonar mis manos se detenían, si lo hacía lento, así se movían ellas pero cuando el tambor comenzó a oírse con frenesí, mis manos no dejaron de moverse, subían y bajaban, recorrían, mi cara, mis pechos, pellizcaban mis pezones, tocaban mi pubis y siguieron hasta llegar al clítoris.
Dios!! Que sensación...
No podía respirar, mi cuerpo temblaba, mis gritos eran amortizados por las paredes y yo seguía cayendo en un abismo, pero ya nada me importaba. A lo lejos escuche el sonido de la puerta al abrirse, durante unos instantes sentí miedo pero después no me importó.
Él se acercó a la cama, lo sentí a mi lado, supe que era alto, podía sentir su mirada recorriendo mi cuerpo, siguiendo el movimiento de mis manos. Intenté abrir mis ojos pero no pude. Quise hablar, pero de mi boca solo salían gemidos.
Sabía que estaba acercándome al final y quería concentrarme y él quería verme llegar. Se arrodilló junto a la cama y pude sentir su respiración. Seguía sin verlo-
Su boca estaba cerca de mi oído, sentí su lengua deslizándose por los pliegues. Y ahí escuché su voz.
Hablaba muy despacio, su voz era ronca y me susurró: No luches No busques No desesperes Solo siente.
Fue en ese instante que sentí un fuerte orgasmo, me escuche gritar y me di cuenta que la habitación olía a sexo.
Cuando todo a cabo, sentí una mano en mi rostro, fue recorriéndola lentamente con un dedo, cuando llegó a mi boca, cambió su mano por sus labios y me besó. Fue un beso tierno, de entrega.
Dejó mis labios y lentamente fue recorriendo con su lengua mi cuello hasta llegar al oído.
Cuando llegó a el, sentí que se le formaba una sonrisa y fue en ese preciso instante cuando volvió a hablarme y dijo: Bienvenida.