La biblioteca
La biblioteca puede ser un sitio estupendo para ligar, al menos para un primerizo al que un libro le da una oportunidad.
Ya hace unos años de esto. No había internet y mis fuentes de información eran bastante limitadas. Si se lo hubiera planteado a mis padres, familia o amigos lo más suave que me hubieran llamado habría sido maricón. Así que necesitaba bastantes más datos para conocerme a mí mismo y mis necesidades.
Estaba prácticamente solo en la biblioteca, no había nadie en el mismo pasillo que yo. Aprovechando eso me puse a curiosear sobre temas por los que tenía curiosidad, el sexo y la homosexualidad. Me gustaban los chicos, mas que las chicas y no tenía ni idea de como expresarlo, ni de como usarlo, ni de como probar con quien me gustaba.
Un ruido me sobresaltó, otro chico guapo y de mi edad había metido con fuerza un libro en su lugar en la estantería cerca de donde yo estaba. Rubio, ojos azules un cuerpo estupendo por lo que podía ver entre su camiseta ajustada y sus vaqueros. Del susto se me había caído el libro al suelo. Él se acercó deprisa y se agachó a mi lado para recogerlo.
¡Qué amable!
Comprometedor, el libro, había quedado abierto por una pagina con una foto de dos chicos semidesnudos besándose. El chico miró la pagina casi demasiado tiempo fijándose en los detalles de la foto. Arrodillados juntos, frente a frente, nos miramos a los ojos y algo corrió entre ellos. Miré rápidamente alrededor y seguíamos solos. Al volver la cabeza en su dirección quedamos aún mas cerca y nuestros labios se rozaron por primera vez. Cogió el mío de abajo entre los suyos, lo sujetó unos segundos y pasó la lengua por él. Un escalofrío de placer recorrió todo mi cuerpo.
No hablamos mucho, no lo necesitábamos. Apenas conseguimos decirnos nuestros nombres antes de que el deseo nos hiciera buscarnos. A pegar mi cuerpo al suyo con deseo. Y a que él me rodeara con sus brazos.
Nos fundimos en un beso y su lengua se abrió paso entre mis labios saboreándome. Respondí, claro, lo estaba deseando. Entre los libros, acorralado por sus fuertes brazos contra una estantería. Mi lengua jugaba con la suya. Nos costó separar el beso pero había más gente por allí. Cogió mi mano como si no quisiera perderme. Necesitábamos un sitio mas discreto para perdernos y explorarnos a solas. La primera opción eran los baños, como era verano y a esas horas no habría mucha gente allí.
Sentado en la encimera de los lavabos, él de pie entre mis muslos me besaba con ansia y acariciaba mi pecho y mi espalda. Sus manos recorrían mi cuerpo por encima de la camiseta pero las notaba ardientes sobre mi piel. Las mías no estaban ociosas. Tiré de su camiseta hasta sacársela por la cabeza sin pensar que ahí también podrían sorprendernos. Por fin tenía su piel para acariciarla y besarla, pero quería mas, todo él.
Me arrastró hacia una de las cabinas y cerré la puerta a mi espalda. Apenas conseguí recoger su prenda y llevarla conmigo. Sentado en la taza, frente a mí, empezó a lamer mis axilas, besarme los pezones, el pecho y el vientre mientras yo mismo me sacaba la camiseta. Intentaba no gemir, mantenerme en silencio, para no llamar la atención. Pero me lo ponía difícil. Su lengua en mi piel levantaba sensaciones que nunca había tenido, que nunca había disfrutado.
Empezó a abrirme los vaqueros, cuando todavía no había bajado los brazos él estaba bajando mi slip y mi polla ya bien dura saltó frente a sus ojos. La miró con admiración aunque era evidente que no era la primera que veía.
En cambio para mí ver la suya, si seria mi primera vez. No paró ahí, le dio una lenta eterna lamida desde mis huevos peludos que tenía sujetos en una mano hasta el morado glande que se metió entre los labios con un ansia feroz. Con la otra mano seguía bajándome la ropa hasta los tobillos. Abrí las piernas como pude para que con esa mano pudiera acariciarme las nalgas y puede que deslizar un dedo en mi ano.
Sabía como hacerme gozar con su boca y sus manos. Me agarraba las nalgas con fuerza, amasandolas. Las abría buscando mi ano con un dedo. No me penetraba, solo lo acariciaba haciéndome desear más.
Levanté su cara sujetando su barbilla para volver a besarlo dándole mi lengua, dejando caer mi saliva en su boca. Se puso en pie para que pudiéramos estar mucho más juntos. Abriendo sus vaqueros a la vez que nuestras lenguas se cruzaban, con prisa.
Necesitaba ver y tocar su polla, tenerla en la mano y pasear la lengua por ella. Pronto conseguí bajarle el pantalón y el slip hasta la mitad de sus torneados muslos. La tenía tan dura como yo, puede que incluso más. Cogió las dos pollas con su mano y las frotaba juntas.
De pie en el estrecho espacio comiéndonos los morros con las duras pollas cruzándose y rozándose. Las manos recorriendo el cuerpo desnudo del otro. Manteniéndonos en silencio pues de vez en cuando alguien entraba a aliviarse. Agarrando sus nalgas y amasándolas fuerte con mis manos y deslizando un dedo en el interior de su ano.
Pero eso no es lo que quería yo. Buscaba comprobar mis deseos, mi imaginación, y por ello quería tener su rabo. Verlo, saborearlo, fui bajando por su pecho lamiendo su piel. Mordisqueaba sus pezones, lamía si vientre, metía la lengua en su ombligo retrasando en momento que tanto deseaba.
Por fin sentado en el inodoro tenía frente a mí su hermosa polla. Saliendo de una mata de ensortijado vello rubio su bonita polla con las venas marcadas y el pulido glande morado. Era todo lo que deseaba, bueno y el resto de su cuerpo también, no pensaba conformarme. Pero una polla, la había deseado durante meses y por fin la tenía allí ante mí.
Empecé a darle besos, todo el tronco, los huevos que parecían guijarros de río en el escroto arrugado. Y por fin el glande, duro, púrpura, pulido. Me encantaba pasar la lengua por él. Ensalivarlo y luego recogerla con mi lengua. Me lo metí en la boca, lo chupaba con ganas sin déjar de pasar la lengua por él y sin déjar de acariciar sus huevos peludos con mi mano. Uno de mis dedos alcanzaba su ano y lo acariciaba. Era aún mejor de lo que había imaginado.
Todo confirmaba mi deseo, eso era lo que me gustaba. Era lo que buscaría a partir de entonces. Pero entonces ya lo quería todo. Seguí chupando y lamiendo, buscando su lefa. Que se corriera para mí, saborearlo. Para ser mi primera vez quería su semen. No tardó en dármelo, estaba tan excitado como yo. Pronto noté los trallazos en mi lengua. Sabía cómo yo, tenía mi mismo sabor. Pues claro que había probado mi leche.
No dejé de chupar hasta que la dejé reluciente. Había conseguido que un chico se corriera con mis caricias, con mi boca. Y a él no parecía bastarle, se inclinó a acariciar mi polla que seguía durísima. No tardaría en correrme yo también. La duda era donde lo quería él. Al paso que iba lo tendría en sus dedos en cuestión de segundos.
Pero esperaba que buscara una opción más placentera. No me decepcionó, se arrodilló entre mis muslos y buscó mi polla con la boca. Lo hacía mucho mejor que yo. Se notaba la experiencia. Apenas duré unos segundos. Un momento más tarde me corría en su boca.
Queríamos seguir, yo por lo menos. Pero desde luego no era el lugar. Ni el momento, para ninguno de los dos. Pero ya no estaba dispuesto a quedarme sin todo lo que había descubierto ese día. Si no era con ese chico lo seria con cualquier otro.