La Biblia de la Lujuria - 4 - El Despertar.
Siguen los experimentos con los hechizos. Esta vez la tía del joven brujo sufrirá (o disfrutará) los efectos de su poder en sus carnes... Mientras, el cuerpo y la mente del brujo van cambiando y transformándose. Se ha iniciado el Despertar de su poder. Su perversión y placer aumentan a la par.
Mi madre y mi hermana habían regresado de la compra y ya estaban en la cocina con mi tía. Miré a mi tía, para ver si había algún cambio, pero no la vi diferente. Se reía y decoraba la tarta recién salida del horno junto a mi madre. Ayudé a mi prima a colocar una mesa desmontable en el jardín, junto a un gran mantel que la cubría toda. Colocamos los platos, cubiertos y demás, cuando sonó el timbre. Desde fuera, oímos cómo mi madre y mi tía recibían a los invitados.
Pablo, Rebeca y Ana eran los vecinos más cercanos a nosotros. Pablo y Rebeca estaban casados y tenían una hija. Eran de estos matrimonios de antes, que eran jóvenes, pero se habían casado de pentalty, muy jóvenes y tuvieron a su hija Ana cuando ellos apenas tenían 17 años. Ahora Ana tenía 23 y Pablo y Rebeca iban por la cuarentena. Pablo era el típico tío genial, que hacía chistes de todo y siempre era un placer su visita. Rebeca era muy amiga de mi madre y de mi tía. Era una mujer extraña, porque a pesar de tener cuarenta y haber tenido una hija, compartía la afición de Pablo por los deportes, así que siempre se iban a correr y hacían deportes de riesgo. Luego, nos contaban sus aventuras.
Digo que era extraña porque era pequeña y delgada, cosa nada habitual en las mujeres maduras. Tenía poco pecho y un culo de infarto, cosa que siempre le hacían ver mi madre y mi tía, mientras ella les contestaba “preferiría gastar más de arriba y perder un poco abajo…” y todas se reían.
Ana era la novedad, ya que aparte de algún saludo casual, nunca venía a nuestra casa. Era pelirroja con pecas y unos ojazos verdes, herencia de un tio de Pablo, ya que el parecido era sólo leve con su madre, pero no se parecía a ninguno de los dos. Delgada como su madre, pero con más suerte en la delantera, ya que se advertían unas tetas más grandes que su madre y que Fátima y el culo también más grande y relleno, pero con una forma deliciosa y respingona. Según sus padres, no le gustaban mucho las quedadas familiares y siempre buscaba planes para huir de ellas. Pero esta vez quiso venir. Yo no sabía por qué, hasta que Fátima la saludó a lo lejos.
Hola Ana! Al final viniste como te pedí!
Hola Fátima! Pues sí… Nunca había venido porque pensaba que me aburriría como una ostra, pero estando tú ya seguro que no me aburro. – Luego me miró.- Hola, que tal, como te va?
Vaya, que tal Ana, es la primera vez que vienes! Un placer! – Le di dos besos. – No venías porque te aburrías? Pues tu padre es bastante divertido cuando quiere jajaja
Uf, que dices, si en casa hace lo mismo… Menudos chistes más malos, pero debo de ser a la única a la que no le gustan! Al resto de chiflan. – Miró a Fátima resignada. Resultó que ellas se habían conocido días atrás, cuando Fátima llegó y se encontró con Ana por el pueblo. Hablaron y resultaba que ahora quedaban todos los días.
Pues estoy deseando conocerlo. – Fátima entró en la casa para saludar a Pablo y Rebeca. Yo me quedé a solas con Ana. Le llevaba 4 años casi, teniendo yo 26, casi 27. Además, era más baja que yo, al menos 15 cm. menos, lo cual acentuaba que no éramos precisamente de la misma esfera de amistades ni de edades. Hablamos de cosas corteses mientras colocábamos la mesa. Estudios, que tal las vacaciones, esas cosas. Entonces, decidí usar uno de los hechizos que más recientes había aprendido. Excitar a una mujer.
Según decía, tenías que decir unas palabras, lamerle una parte del cuerpo, y luego tocar la piel de la víctima con esa parte lamida. Entonces, excitabas a una mujer. Claro que no la excitabas para tu provecho, sencillamente, la excitabas. Supongo que era parte de los macabros hechizos que aún tenía por descubrir… o quizá, sencillamente era el puro afán de ver la lujuria en otras personas… para ver cómo reaccionaban. Lo mejor era que la intensidad de la excitación, venía dada por las caricias que te dabas en esa zona lamida.
Me di la vuelta, para ir a buscar una silla, y dije las palabras. Luego, me lamí el dorso de la mano. Luego, puse la silla en su sitio y rocé a Ana en el brazo, algo natural entre personas que trabajan codo con codo, así que ella ni se fijó. Pero yo sí. Colocamos todo y luego entramos en la cocina. Saludé a Pablo y a Rebeca, nos reímos con Pablo y Rebeca ayudaba a mi madre y a mi tía a colocar la comida en la mesa. Cuando todos nos sentamos, empezamos a hablar. Yo estaba sentado justo enfrente de mi tía y de Ana. A mi lado tenía a Fátima y a mi madre. Pablo y Rebeca estaban juntos, pero cada uno hablaba con una persona.
Entonces, comencé a frotarme el dorso de la mano. Al tener a Ana enfrente, podía ver su reacción, así que mirándola con disimulo, me dispuse a observar si el hechizo funcionaba.
Al principio no ocurrió nada y seguí con la comida y la charla. Pero cuando llegaba unos minutos frotando un poco más intensamente en mi mano, observé. Ana se ponía un poco más acalorada por momentos. Ese sonrojo de excitación. Pero el efecto más sobresaliente, eran sus pezones. Debajo de su camiseta estampada, se diferenciaban perfectamente sus dos pezones. Así que iba sin sujetador! Eso me puso bastante cachondo, ya que imaginaba sus pequeños pechos firmes sin sujetador, pero con sus pezones luchando por romper la tela de la camiseta. Los debía de tener muy puntiagudos…
Entonces fingí que se me caía algo. Miré por debajo de la mesa y vi que sus piernas no paraban de moverse, apretándose entre sí, frotándose. Una mano se posó en su entrepierna y apretó. Yo estaba a mil, pero ya llevaba tiempo de más ahí abajo. Volví a subir y escuché que decía.
Disculpad, voy al baño un segundo… - Ana se había levantado, pero parecía no encontrarse del todo bien.
Estás bien? Pareces mareada... – Preguntó Rebeca. - Yo reía por dentro, claro que lo estaba! por lo que sabía, tendría que estar tan cachonda que correría a hacerse un dedo en el baño urgentemente.
-Ss... ssí... debe ser el calor...
Muy bien, está en el segundo piso, a la derecha! – Le dijo mi madre.
Yo la acompaño y le indico, así también voy a buscar la crema solar a mi habitación. - Fué la excusa más rapida que pude inventarme. Me aseguré de cogerla por los hombros y pegarme bien a ella. Quería que asociase esa excitación a mi cuerpo. Ella parecía turbada, pero su cuerpo se pegaba al mío.
Es por aquí, es que cuesta un poco de encontrar la verdad... Te encuentras bien? - Ella suspiraba.
Sí... debió darme fuerte el calor, que... quería lavarme con agua fría e ir al baño a ver si se me va pasando.
Claro, no te preocupes. Aquí es. - La toqué en la nuca suavemente mientras susurraba un par de palabras de un hechizo. Era un hechizo que estaba deseando probar... El hechizo se basaba en dos palabras y en tocar la nuca de la víctima acariciándola. Así, cuando tu quisieras, podrías ver a esa persona, como si unas cámaras la rodeasen. Con mi tía ya había hecho otro hechizo más poderoso y esperaba frutos y a Fátima ya la había visto y disfrutado desnuda muchas veces, por lo que Ana y su madre Rebeca eran idóneas.
Gracias... - Me miró de arriba a abajo, fijándose en mi paquete. Sonreí, no te preocupes, pensaba, pronto probarás mi paquete en lugar de solo verlo.
De nada! - Y cerró la puerta. Fuí a mi habitación y le dí un minuto. Cogí la crema y en silencio cerré la puerta de mi habitación. Me senté en la cama y cerré los ojos. Pensé en Ana y susurré su nombre. Al momento abrí los ojos y no vi mi habitación. Veía el baño, con Ana sentada. Me sentía como con unas gafas de realidad virtual. Mi cuerpo en un sitio, pero mis ojos y mi mente viendo otra cosa... No podría interactuar, obviamente, solo mirar, pero podía moverme y verla desde otros ángulos, además de ver el sitio donde estaba... Era increíble, ya nunca jamás me aburriría. Joder, con esto podría acariciar en la nuca a todas las chicas que quisiera e ir cambiando de "canal" hasta ver si alguna hacía algo interesante!
Ana estaba sentada en el váter, se había quitado el vestido, que estaba tirado a sus pies, y tenía las piernas abiertas de par en par. Llevaba un bikini verde a juego con sus ojos. La parte de abajo era un coulotte y estaba en sus tobillos. La parte de arriba no tenía tirantes y se la había bajado, enseñando sus perfectas tetas tersas. No caían ni un milímetro. Sus pezones eran puntiagudos y rosados. Miraba al techo. Parecía que gemía, pero no la podía escuchar. No escuchaba nada! Eso me frustró mucho. Me concentré más aún, invocando poder interno desde el libro y empecé a oir. Gemía, muy bajito pero gemía.
Con su mano derecha se masajeaba la teta izquierda y pellizcaba su pezón izquierdo bastante fuerte. Se lo estiraba a lo máximo que le daba y lo soltaba, repitiendo la operación. La mano izquierda frotaba su coño de arriba a abajo, furiosamente, buscando el orgasmo. Seguramente si tardaba mucho quizá alguien subiese a preguntar si estaba bien y le cortarían el rollo, tendría que correrse rápido. Por desgracia no le veía el coño ni el clítoris, ya que lo tapaba el propio váter, como si estuviese meando pero con la mano metida frotándose sin parar. Apretaba los labios gimiendo en silencio. Sabía cómo hacérselo a sí misma, se notaba que tenía experiencia... Quizá al ser tímida, la masturbación era su única vía de escape. Esperaba con toda mi alma que fuese virgen.
Entonces sentí algo más. Sentí que si me concentraba aún más, ya no solo vería y escucharía. También sentiría lo que ella estaba sintiendo. Iba a intentarlo cuando se corrió. Grandes chorros de líquido transparente chocaban contra el agua del váter. Ana se corría como sólo había visto en los vídeos porno! Con grandes chorros transparentes! No me lo podía creer, normal que tuviese que masturbarse en el baño y que fuese tan tímida. Que diría un tio si quisiese meterle mano en cualquier sitio y ella se corriese así?
Sus ojos estaban cerrados y apretados, mientras su cuerpo temblaba, tal como había visto que les ocurría a las actrices porno. Se iba recuperando lentamente mientras soltaba un gran suspiro de alivio. Lentamente, deslicé mi conciencia de nuevo hacia mi cuerpo. Abrí los ojos y ví mi habitación. Probé a ver si podía hacerlo de nuevo y efectivamente. Cerré los ojos, susurré su nombre y pensé en ella. Al abrirlos, veía a Ana en el baño, haciendo pis, luego limpiándose el coño y subiéndose el bikini. Volví a mi cuerpo (cada vez me costaba menos ir y venir entre ella y mi cuerpo). Cogí la crema y me fuí silenciosamente de la habitación, para que ella no sospechase que aún seguía allí. Cuando volví, con la crema en la mano, mi tía y Rebeca seguían hablando, miré a mi tía y ella me miró. Entonces algo cambió. Ella tuvo un escalofrío que le recorrió el cuerpo.
-Menudo respingo! - Mi madre le dió una palmadita en la espalda a mi tía.
Ui, sí, me ha dado un escalofrío, sería una corriente de aire.
Con el calorcito que hace… Luego nos vamos a la piscina, ok? – Mi madre era una fanática del agua.
Mi tía asintió sonriendo, pero me miraba fijamente. Entonces lo noté. Su pierna se rozó con la mía, y yo la separé. Algo normal, cuando te alejas para no molestar al otro. Pero ella volvió a ponerla pegada a la mía. Yo me dejé, a ver si era intencionado o no. Mi tía desvió la vista a la conversación de mi madre y Rebeca, pero empezó a mover su pierna, frotándola suavemente con la mía. Su tobillo y su preciosa pierna perfectamente depilada, subieron por mi pierna hasta llegar a mi rodilla, donde volvieron a bajar hasta mi tobillo. Serían los efectos del encantamiento? No sabía cómo reaccionaría mi tía… así que me dejé hacer. Primero Ana y ahora mi tía… yo estaba a mil y no sabía si seguir el ejemplo de Ana e ir al baño, donde seguramente Ana se siguiese masturbando para aliviarse. Menos mal que mi erección estaba oculta por el mantel, que me tapaba todo de cintura para abajo, porque mi pantalón de lino blanco no tenía forro, iba en libre… y esa erección se notaba mucho.
Entonces, sentí que la pierna de mi tía subía más allá de mi rodilla… Yo me acerqué un poco más a la mesa, instintivamente… Su pie iba subiendo… debía tener la pierna casi totalmente estirada. Entonces, al subir un poco más, se encontró con mi polla totalmente erecta. Ella se estremeció otra vez, y se acercó un poco más a la mesa, para estar más cómoda. Su respingo pasó desapercibido por las conversaciones que la gente tenía alrededor de la mesa, y por la llegada de Ana, visiblemente más relajada.
El ambiente se iba relajando en general. El sol y el calorcito, y el acabar de comer nos iban llevando al relax. Entretanto, el pie de mi tía no descansó. Al encontrarse con mi erección, se apretó aún más, haciéndome excitarme al límite. No era coincidencia. Mi tía quería mi polla. Y la quería cuanto antes, porque su pie comenzó a recorrerla por encima del pantalón, suave y sensualmente. Cuando nadie miraba, ella aprovechaba para mirarme y morderse el labio, lujuriosa, invitándome a relajarme y compartir nuestro secreto.
Mi pantalón era suave y notaba perfectamente su pie, que me hacia una de las mejores pajas de mi vida. Lentamente, sin prisa, yo cerraba los ojos cuando nadie me veía, para disfrutar mejor de todo el gusto que mi tía me estaba regalando. Fueron recogiendo la mesa, mientras yo disfrutaba, intentando concentrarme para no correrme. El pie de mi tía sabía lo que hacía, bajando el ritmo, para que durara más… El mantel nos protegía de las posibles miradas, así que me arriesgué y me la saqué por encima del pantalón. Mi tía pareció volverse loca por dentro, se mordía el labio, arañaba el mantel… Su otro pie no tardó ni un segundo en rodearme la polla, haciéndome la paja con los dos pies. Su ritmo había crecido, y yo me venía, ella lo vio y con rapidez, tiró un tenedor debajo de la mesa. Me quitó los pies, se agachó debajo de la mesa a “recogerlo” y me cogió la polla, se la puso en la boca, y con un par de mamadas me vine en su boca, demasiado intenso, una cantidad de semen como nunca había soltado. Casi se atraganta, pero me la dejó reluciente, mientras yo se la empujaba hasta el final, empujando su cabeza con las manos hacia mi polla, agarrándola del pelo sin piedad.
Le pegó un par de lamidas más al ver que salían las últimas gotas, cogió el tenedor, se levantó, lo puso en un plato, me cogió de la mano y levantándome, nos dirigimos hacia la cocina. Todos estaban recogiendo, así que dejamos nuestros platos y mi tía dijo:
Ahora volvemos, que Dani me va a enseñar una aplicación nueva para el móvil.
Ah sí? –Fátima parecía interesada. – Cual?
Yo estuve rápido y dije.
Preguntados, un juego estilo trivial, luego te la enseño a ti.
Genial! así podremos jugar después! Ya me contareis.
Salimos de la cocina y mi tía me llevó a su habitación, donde tenía el móvil, en el piso de arriba. Nada más entrar en la habitación, cerró la puerta. Se veía muy colorada.
Lo que ha pasado en la mesa… - La detuve con un gesto. Sentado en la cama, le dije que se acercara. Así lo hizo. Dándome la espalda, se sentó en mis rodillas. La abrí de piernas, mientras ella se recostaba en mi hombro. Le susurré en el oído.
Cállate, no digas nada. Querías mi polla, sé que no puedes vivir sin ella, ni sin mí. – Mi mano subió por la parte interna de sus muslos. Estaba totalmente mojada en la ingle, donde me topé con su tanga. De un tirón fuerte, se lo arranqué. Ella gimió y para ahogar el ruido, llevado por la lujuria, le puse su propio tanga empapado en la boca. Mi mano derecha, empezó a acariciar su coño con pelos recortados. Estaba tan mojada que dos dedos entraron en su raja de repente. Ella gimió aún más alto, arañándome la espalda con una mano. – Así que… -dije, presionando más mi mano contra su coño, introduciendo profundamente los dedos en su cueva húmeda y madura. – si quieres que siga esto, harás todo cuanto yo diga siempre que yo diga, está claro?
S… sí… por favor, no pares… AHMMMMM! – Mis dedos llegaron hacia lo más hondo de su coñito, llevándola al éxtasis. Mientras se corría, con las piernas abiertas en mi regazo y mi mano presionando su boca para callar sus gemidos, formulé unas palabras rituales para acabar atarla a mí, hacerla mi esclava para todo lo que yo quisiera. Que se arrastrase ante mí sin reticencia de ninguna clase. Y un hechizo pequeño y fácil, pero que a mí me pondría a mil. Sabría si funcionaría mañana…
En los últimos espasmos de su orgasmo, me ví en el espejo y sonreí. Mi tía era sólo el principio.
Mientras aún recuperaba el aliento, miré fijamente a los ojos a mi tía. Le dije que no había ocurrido nada, que no comentase nada a nadie o no lo repetiríamos. Sólo la misma idea de no repetirlo la horrorizó. Se tiró al suelo implorante y me susurraba:
Por favor, no me digas eso... Repitámoslo, repitámoslo cuando quieras! - Gateaba hacia mí, con su trasero contoneándose y su coño chorreando por los muslos... pero ya habíamos gastado mucho tiempo aquí arriba, los demás preguntarían.
Tú no digas nada y ya veremos. Ahora, vete al baño y ponte presentable. Instala el juego que quieras en el móvil por si alguien pregunta y pórtate como siempre conmigo o alguien podría sospechar algo... - Me dí la vuelta y la dejé gateando hacia el baño mientras ella susurraba - Así lo haré... - Aún quedaba mucha tarde por delante y tenía una ligera idea de qué sería lo siguiente en intentar. Sonriendo, salté los escalones de dos en dos y llegué a la cocina.
Mientras recogian los platos les dije a todos que me iba a dormir una siesta, pero realmente estudié el libro de nuevo para ver si aparecía algún conjuro más. Creía (con razón) que el libro cada vez iba cogiendo más y más poder, como que se iba... despertando a la vez que yo practicaba sus hechizos. Creo que también se debía a la carga sexual que despertaba en la casa con los hechizos, el libro lo notaba y de algún modo se nutría de esa energía sexual. Ahora, al apagar la luz y estar a oscuras, el libro brillaba con algunos destellos rosados violetas casuales. No era siempre, pero a veces pasaba. Y sin necesidad de volcar mi semen, aparecían nuevos conjuros. No eran tan poderosos como el que la esclavitud sexual de mi tía pero también eran muy interesantes.
Esta tarde, pretendía probar un hechizo que duraba a lo largo del tiempo, y que con el uso repetido, se hacía mas fuerte mi fuerza sobre otra persona. Se llamaba "obediencia inconsciente". Y sabía exactamente con quien iba a usar este conjuro. Con Fátima.
Hacía tiempo que lo pensaba. Fátima era la joya de mi corona, delicada. Empecé con ella mis escarceos, pero ahora me parecían hechos con poco tacto y sin elegancia. No había lujuria, solo era un niño probando a ser mayor y ver a otra chica desnuda, masturbándome con ayuda por asi decirlo. Fátima era indigna de eso. Con este hechizo, iba a modelarla. Pero ella no se iba a dar cuenta, la finura de este conjuro era que lanzabas sugerencias a esa persona y esa persona les daba vueltas y vueltas, pero al final, las acababa haciendo.
Entonces, descubrí un símbolo, el símbolo principal del libro, que se repetía. Parecía un circulo, con una linea gruesa hacia arriba a la derecha y una luna cruzándola.
Me apareció con el hechizo "para marcar a una elegida" y de él, sólo tenía el título, no sabía lo que hacía... Pero comprendí que podía matar dos pájaros de un tiro. Sugeriría a Fátima que se tatuase el símbolo, bien grande en su espalda, a color. Usaría toda mi fuerza para sugerirselo y que tanto el hechizo de obediencia inconsciente quedara arraigado, como que el símbolo fuese lo más grande y elaborado posible. El dinero no sería un problema, pensaba buscar a una tatuadora... Me empalmé pensando en toda la situación. Todo ocurriría, si todo salía bien, esa misma tarde...
Me relajé un poco de tarde y dije que iba a dormir una siesta. Realmente me dió sueño y estube durmiendo un buen rato, pero al despertarme, tenía ganas de abrir el libro y ver si había más conjuros. Me había fijado en que había ganado brillo e intensidad, su brillante fluorescencia rosa-morada era perfectamente advertible.
Había un conjuro nuevo, pero me pareció muy extraño... Decía que "curaba las heridas. Describía el modo y las palabras que había que usar para que la heridas desapareciesen de un cuerpo. Me imaginé que sería para beneficiar al conjurador, pero este libro era especial, entiendí desde el principio que este libro era de índole totalmente sexual, así que, para que servía un hechizo que curaba heridas?
Estuve pensándolo mientras lo memorizaba, supuse que nunca estaría de más aprendérselo, además que así ganaba un poder que no tenía nadie más, curarme a mí mismo... Entonces, mientras controlaba el conjuro, se me iluminó al fin la bombilla. Me reí tan fuerte que pensé que me oirían y vendrían a preguntar, ya que estaban preparándose para ir a la playa a las cinco, no me oyeron. Ya imaginaba para qué servía un hechizo así...
Me fuí a la cocina para probar mi nuevo conjuro. Cogí un cuchillo y me corté en el dorso de la mano, un corte poco profundo pero que sangrase. Me dolió, pero no me importó. Me concentré y con mi otra mano, tapé la herida repitiendo la fórmula del libro. Al destapar la mano, no había nada. Era fabuloso, se curaba al momento delante de mis propios ojos!
Esbocé un plan tan bueno que era infalible. Mañana, de noche, pretendía que Fátima fuese realmente mía para siempre. Y para mi tía tenía otros planes totalmente distintos, pero las dos serían mis damas. Incluso Ana, para ella también se me ocurriría algo. Pero primero pretendía disfrutar de una tarde de playa...
Decidí relajarme y dejar de un lado los conjuros, había practicado bastantes esta semana y había cosechado muchos éxitos. También consumian energía y me sentia cansado con ganas de tumbarme en la arena y dormir un rato. La playa quedaba a diez minutos en coche y decidimos repartirnos entre los dos coches. Llevabamos tumbonas y merienda y de todo, y siendo Pablo, Rebeca y Ana que iban en su coche y suponía que Fátima, mi madre y mi tía vendrían conmigo. Mi madre dijo que no podía ir ahora, que luego iria ella en bicicleta, ya que le gustaba mucho la bici. Tenía que limpiar un poco la casa y al final no se apuntaba hasta mas tarde. Entonces, dijo Pablo:
Estoy viendo que se nos quedan cortos los coches... menos mal que se queda tu madre. Que tal si vamos 5 en mi coche que es mas amplio y tu atrás llevas las tumbonas y bártulos de las nenas y llevas a alguien de copiloto?
Pues claro, faltaría más, vamos a cargar. -Yo estaba encantado, preferia ir solo con una persona y hablando mas tranquilo que con otras cuatro personas llenandome el coche. Cuando acabamos de llenar mi coche, subí y bajé las ventanillas. - Como os repartís?
Yo voy con Ana, Rebeca y Pablo si eso, tenemos que meternos al día Ana y yo! - Se rieron y subieron al coche. Entonces mi tía subió a mi lado -Voy yo contigo! - Llevaba un vestido de verano, y ví que no llevaba parte de arriba del bikini. No recordaba que mi tía hacía top less y se le notaban los pezones todos erectos. Sonreía y estaba emocionada. - Venga, vamonos ya que no llegamos! - Puso una mano en la pierna dándome unas palmadas y la dejó ahí. Yo hice como que no me importaba.
Estupendo! Nosotros arrancamos! - Y arranqué el coche. Estuvimos en silencio unos minutos hasta que perdimos de vista el otro coche. Iban más atrasados y aun no habian arrancado. - He estado pensando todo el tiempo en lo que hicimos antes... no sé que me pasa pero me pones a cien, estoy cachonda todo el tiempo pensando en ti, incluso ahora estoy mojada... - Se abrió las piernas y se subió el vestido hasta la cintura. Iba desnuda! Se pasó una mano por su raja peludita y la sacó llena de flujos. Su otra mano acariciaba mi pierna - Vamos di algo... - Mi pene palpitaba deseando ser saciado, no sabía que se me presentaría esta oportunidad así tan pronto. Iba en plan comando, con un pantalón blanco de lino pero sin nada debajo, me molestaba cada vez más llevar algo que me apretase ahí abajo, ya que lo notaba, tenía los genitales más grandes. Tanto los testículos como mi polla. Todo era un poco más grande. Incluso yo me sentía algo más fuerte.
Lámemela, lentamente, quiero que me la vayas limpiando de arriba a abajo, también los huevos, luego hablamos. Y vete tocándote, te quiero chorreando por ese coño peludo, pero pon una toalla o algo por debajo, no quiero que me manches el coche y me lo dejes con olor a coño. - Ella se lanzó al momento, levanté mis caderas y liberé mi polla, cada día estaba más grande y ella lo notó.
Uf... pedazo polla... - Efectivamente había crecido. Totalmente erecta, con venas rodeando al tronco, tenía unos 18 o 19 centímetros fácilmente, todo un récord ya que antes de encontrar el libro me medía unos 15 como máximo... - Pudiste ensartarme con ella en la habitación en vez de usar los dedos... Joder, y ahora vamos a la playa, al menos me follarás hoy de noche? - Mi tía no se daba cuenta de cómo me hablaba, soltaba esas frases mirándome con los ojos muy abiertos, alternando su mirada entre mi polla y mi cara, prácticamente suplicándome que me la follara. Su mano iba a tocármela.
Eh, sin manos, sólo con boca y lengua... Quiero que tus manso estén en tu coño, una metiéndose los dedos hasta el fondo y la otra masajeando el clítoris. No me respondió. Ya tenía los ojos cerrados, metiéndose lentamente mi polla en su boca. La sensación era increíble, seguro que mi tía había hecho infinidad de mamadas, lo hacía perfectamente. Su lengua recorría mi tronco, y justo al llegar a la punta, abría la boca y se ensartaba todo el pene casi hasta el fondo.
Donde aprendiste a mamar así las pollas? - Mi tono era autoritario. Creo que ni yo ni mi tía nos dábamos cuenta de como nos hablábamos. Era una relación de amo y esclava. Se sacó la polla de la boca y contestó.
He tenido varias parejas, además de que actualmente tengo dos o tres "follamigos" se podría decir... Y me encanta mamar buenas pollas. La tuya es sin duda la mas gruesa que he visto, aunque uno de mis amantes la tiene quizá unos dos centímetros más larga, pero no me llena la boca como la tuya...
Está bien, sigue mamándomela. Y no te olvides de los huevos, lámelos por todos los rincones, pero no los chupes, no me gusta. - Recuerdo que una parte de mí pensaba "No me gusta? pero si nunca me los habían chupado. Joder, era virgen, cómo sabía lo que me gustabay lo que no?". Pero parecía que ahora, instintivamente, sabía todo.
Con una mano conducía y con la otra acariciaba a mi tía en el pelo, marcándole el ritmo tanto de las lamidas como de la mamada. Mientras, sus manos no paraban. Se había puesto una toalla debajo de su vestido, y con las piernas abiertas, se follaba con los dedos y se frotaba el clítoris cada vez más rápido. Notaba que su respiración aumentaba, apenas podía coger aire mientras tenía mi miembro totalmente en su boca.
Su lengua lasciva recorría mi tronco mientras me miraba con una mirada de loba entre sus mechones de pelo castaño que brillaban al sol. Apenas podía atender a la carretera, la experiencia de mi tía chupando pollas se hacía notar. Se había sacado una de las manos del coño para acariciarme los huevos, que estaban también más grandes e hinchados de lo habitual. Lamía arriba y abajo, parándose a jugar con su lengua en mi capullo y saboreando su sabor. Entonces sentía que un enorme orgasmo venía del interior de mí. Pero, gracias a un hechizo que puse en práctica en ese mismo momento, pude controlarme y cabalgar el placer... Algo dentro de mí se encendió.
Torcí hacia un camino de tierra casi abandonado y me adentré un poco en un claro casi al borde del bosque. Paré el coche, le levanté la cabeza a mi tía para quitarle la polla de la boca, salí del coche y abrí su puerta, sin darle tiempo a que se colocase las tetas dentro de su vestido. Botaban sin control mientras la cogía por el brazo y la sacaba casi a rastras del coche. Me alejé unos metros, asegurándome un sitio en el bosque que no se viese desde la carretera ni siquiera aunque alguien se acercara bastante a la zona. Mi tía se dejaba arrastrar, con las tetas colgando firmes fuera del vestido y con una expresión de perplejidad en la cara.
Entonces, la puse contra un árbol, dándome la espalda y ofreciéndome su trasero. Casi le arranco el vestido cuando se lo subí hacia su cintura, mientras me bajaba los pantalones, liberando mi pollón en su plenitud, largo, grueso, venoso, brillante por la saliva de mi tía y soltando gotas de fluido preseminal por la punta. Tenía todo su culo para mí. Le abrí bien las nalgas y restregué mi polla contra su coño y culo, empapándome de fluido vaginal que mi tía soltaba sin cesar.
Apoyé mi capullo rosado e hinchado contra su agujero, recreándome en la visión. Encajé bien la punta, y apoyando mis dos manos en sus caderas, hice fuerza hasta penetrarla centímetro a centímetro, hasta el final. Su cueva era cálida, chorreaba flujo y me invitada a follármela. Notaba que mi punta era presionada por su vagina, seguramente nadie había llegado hasta tan al fondo nunca y su vagina no estaba acostumbrada. Eso me encendió aún más y, empujando con más fuerza, ignorando el pequeño grito de dolor que dió mi tía enmedio de sus gemidos, se la empujé todavía más, hasta que noté que había tocado fondo realmente.
Dios, era increíble. Esa mujer había nacido para follarse pollones, su vagina de estrechaba y de dilataba, se contraía y se relajaba, casi follándome sin moverme. Pero no pretendía estar mucho tiempo parado, porque empecé a bombear al momento. Mi tía gemía de placer, sin ocultar el ruido, mientras yo la embestía sin piedad. Ella se agarraba como podía al árbol y abría más las piernas para no caerse, ya que yo estaba fuera de mí, pegándole fuertes cachetadas con la mano derecha y prácticamente clavándole mis uñas en su cadera con mi mano izquierda para no perder el ritmo, clavando sin piedad mi polla en su cueva. Chorreaba flujo por sus muslos y cada vez gemía más rápido.
Sentía que me iba a correr, usé una vez más el hechizo para durar más, para cabalgar la ola de placer del orgasmo, pero sin que saliese semen ni llegando al clímax final. Ningún hombre sintió nunca nada parecido, estoy seguro. Para ellos era un segundo de clímax final, explotando en el orgasmo, pero yo podía incrementar esa duración, antes de que soltara los chorros de leche... Puse mi mano en la espalda de mi tía, y sin dejar de follarla, repitiendo una letanía, apreté con fuerza, mientras ella llegaba al orgasmo brutal que llevaba guardando desde que empezó a chuparme la polla en el coche.
Al momento se dibujó un tatuaje, un símbolo de color púrpura brillante. Sabía que solo yo podría verlo. Ese símbolo me daba control total sobre su cuerpo. Sobre sus orgasmos, su flujo, sus esfínteres, su mente, sus reglas, sus tetas, todo. Si yo no quería que tuviese la regla, no la tendría. Si quería que lactase por sus tetas, lo haría. Si quería controlarle los orgasmos, podría. Incluso a distancia podría "follármela" y hacer que se corriese sin poder evitarlo. Sólo imaginar eso, me puso frenético.
- Joder, me vas a rompeeeeeeeerrr AAAAHHHHH -Mi tía gritaba al cielo, era cierto, mi polla seguía creciendo en su interior, podía notarlo, y aunque ella tenía un buen coño, grande y dilatado, se notaba que no le cabía totalmente hasta el fondo. No me importaba que pudiese pasar nadie, en un lugar lejano de mi mente, mi antiguo yo se horrorizaría de lo que estaba haciendo... Pero yo había cambiado y pensaba disfrutar ese cambio hasta el límite.
Mi tronco se sentía completamente envuelto en carne de hembra, seguí bombeándola sin parar mientras ella gemía y se corría una y otra vez contra el árbol, temblándole tanto las piernas que tuve que sujetarla por el pelo y la cadera. Tirándole fuerte del pelo y empujando hasta el fondo de su interior mi pollón, grité cerrando los ojos:
- ME CORRO JODERRRRR. - Me corrí de forma espantosa, llenando su cueva de leche, su útero, cada rincón de su interior. Mi leche salía a presión del agujero de su coño derramándose por sus muslos. El orgasmo me invadía de una forma increíble, desde la punta de mi polla, hasta los huevos y directo, subiendo por todo mi cuerpo hasta mi cabeza pensé que ahora mismo, mi mente no podría soportar mucho más placer, estaba al máximo. Cuando iba decreciendo algo, abrí los ojos y observé a mi tía entre alucinado y en trance.
Su cuerpo temblaba sin parar, corriéndose sin fin, mientras su cara estaba desencajada, sus ojos miraban vidriados al cielo, mientras su boca, entreabierta, bramaba como un reno en celo. Hilos de baba colgaban de las comisuras desu boca, mientras sus piernas apenas la sostenían. El paso del tiempo volvió a mi mente, mientras aguantaba a mi tía por un brazo, miré su fino reloj de verano.
Llevaba veinte minutos follándomela a un ritmo frenético, pegándole en el culo, donde ya creía un cardenal formado por varios cardenales donde mi mano había golpeado sin parar. Si en ese lapso de tiempo alguien nos hubiese visto, o incluso gritado, no me habría ni enterado. Saqué mi polla del coño de mi tía, del que salían borbotones de semen espeso como natillas, blanco como nunca antes había salido en mis pajas. Miré alrededor y no noté presencia humana. Senté a mi tía con el vestido levantado y las piernas totalmente abiertas, apoyándole la espalda en el tronco del árbol, mientras le subía el vestido tapándole las tetazas. Sus ojos estaban el blanco y su cuerpo temblaba, pero yo empecé a controlarselo con el hechizo del símbolo de su espalda, reduciendo los espasmos y permitiéndo que dejase de correrse.
Borbotones de semen seguían saliendo, mientras le limpié la baba con su vestido. Entendía que lo que le había pasado a mi tía era lo mismo que a mí, solo que ella no tenía control sobre su clímax, para ella fué un orgasmo continuo durante varios minutos, lo que era insoportable para un cuerpo humano normal. Entendí también que era multiorgásmica y por eso pudo soportarlo mejor, ya que si esto le hubiese pasado a una virgen podría haber quedado inconsciente o catatónica. Tendría que tener cuidado.
Cogiendo un kleenex de mi bolsillo, limpié su entrepierna de flujo y semen, y sin esfuerzo, cogí a mi tía en brazos, como un novio llevaría a una novia al lecho nupcial, algo que antes era imposible que hiciese con mi poca fuerza ahora me costaba algo, pero no mucho. No podía volver a arriesgarme a que esto pasase en otros sitios menos controlados, necesitaba más control sobre mis sensaciones o me volvería descuidado y me descubriría alguien. Ya no era virgen. Había descubierto algunos límites del placer y había puesto en práctica el hechizo más poderoso hasta ahora del libro, tenía a mi tía totalmente a mi merced. Entonces recordé el hechizo para curar heridas y su utilidad cobro sentido. Lo recité, mientras acariciaba los cardenales y las uñas marcadas en las caderas de mi tía. Se curaron en segundos, era increíble, no habría ninguna prueba... Sonreí.