La bestia (Capítulo 1 de 2)

Sarah es una mujer divorciada con un hijo joven. Cuando entra en su casa después de un duro día, se encuentra al mejor amigo de su hijo, Sean, dispuesto a darle lo que ella lleva deseando mucho tiempo: sexo del duro.

A parcó el coche frente a la puerta. Estaba deseando llegar. Abrió la puerta con las llaves que siempre llevaba en el bolso. Sus protuberantes y firmes pechos casi le ocultaban la visión del mismo, pero no le importó. Cuando cerró la puerta, se encontró con una inesperada sorpresa: el mejor amigo de su hijo estaba tumbado en el sofá.

-¡Buenas! –saludó éste.

Ella sonrió como pudo.

-¿Hay alguien más en casa? ¿Quién te ha dejado pasar? –preguntó, algo nerviosa. Otro sentimiento (u otra cosa bien distinta) se formaba poco a poco. Pasó delante de él y se asomó a las habitaciones de la primera planta. Cuando volvió a aparecer, Sean le sonreía.

-Estoy solo –dijo.

-Ya veo –replicó ella.

Dejó el bolso sobre la mesa. ¿Era tan descabellado? Si de verdad estaban solos en casa, nadie se enteraría, ¿no? Nerviosa, se colocó los pechos dentro del vestido corto que llevaba. Sean se chupó los labios con la lengua. ¿Se equivocaba o él también tenía otras intenciones? Mejor sería asegurarse.

-¿Quieres algo de beber? –Con el pulgar señaló la cocina.

-No, qué va –contestó él, como si nada. Estaba sentado con las piernas abiertas, dejando su virilidad bien clara. Todo un macho seguro de sí mismo, algo que a ella siempre le había gustado. Parecía divertido, pero con sus ojos escrutaba todo lo que la madre de su mejor amigo hacía.

Sarah se sentó en un sillón colindante con el sofá. ¿Y si daba el paso? Se humedeció los labios, como había hecho momentos antes Sean, y se levantó. Se colocó el vestido, ya que enseñaba más de lo que deseaba, y se sentó al lado de Sean.

-¿Quieres algo, de todas maneras? –preguntó. Le dio el tono justo que el hombre esperaba, que asintió sonriendo, mordiéndose el labio.

A Sarah siempre le había parecido atractivo Sean. Con su metro ochenta, sus fuertes músculos marcados y siempre moreno por el sol. Por no hablar del tremendo bulto que asomaba siempre en la entrepierna. Sarah siempre lo contemplaba obnubilada mientras su hijo y él hablaban en el salón.

Y a Sean siempre le había parecido atractiva Sarah. Apenas cuarenta años que parecían veinte, un cuerpo de infarto, pero sobre todo, un par de tetas y un culo tan firme y contundente que quitaban la respiración y aumentaban el pulso de varias partes del cuerpo. Siempre se había preguntado por la experiencia sexual de ella; parecía muy puesta en esos temas, siempre dando consejos tanto a su hijo como a él. Quizá hoy lo probaría.

-Sí –fue lo único que dijo Sean.

La mano de Sarah se movió rápidamente. Le excitaba la idea de hacerlo con él, solo pensarlo le ponía a cien. Aterrizó en la entrepierna de Sean. Por fin podía tocar el bulto prominente con el que siempre pensaba. Lo acarició, frotó y apretó. A su vez, Sean se había colocado en una postura mucho más cómoda: con las manos entrelazadas en la nuca, echando la cabeza para atrás. Sarah le miró mordiéndose el labio. La polla de Sean, bien guardada dentro del calzoncillo, se estaba haciendo mayor por momentos.

Sean cerró los ojos un momento. Sentía placer y se excitaba, seguro de que iba a vivir la mejor media hora de su vida. Por fin probaría todo el cuerpo de esa madura tan cañón. Notaba cómo ya no le cabía en los calzoncillos de la envergadura que estaba tomando por las caricias tan certeras que Sarah le estaba haciendo, por lo que tuvo que abrir los ojos y desabrocharse el cinturón… y el resto lo hizo ella.

Sedienta como estaba, y cada vez más, de follar con Sean, retiró el cinturón de un rápido tirón. Lo lanzó al suelo. Mirando cómo los ojos de Sean hacían chiribitas al suponer lo que vendría a continuación desabrochó el botón del pantalón. Lo bajó con cuidado, poco a poco. Más morbo, ¿no? De pronto, la enorme polla de Sean apareció protegida por la tela de sus calzoncillos. Sarah se chupó el dedo en un acto reflejo y la boca se le hizo agua.

Terminó de quitarle los pantalones, tarea para la que Sean tuvo que colaborar un poco, pese a que estaba plácidamente. Abrió incluso más las piernas para tener más libertad de movimientos y sentir mayor placer. Casi se corrió pensando en el placer de lo que ocurriría en los segundos venideros.

Sarah bajó el calzoncillo de golpe y la tremenda verga de Sean pudo salir a la luz por fin. Erigida como estaba, y a medias de cómo iba a estar, Sean demostró que las historias que sus exnovias contaban no eran broma. Sarah se asombró de tal tamaño. Era larga y gorda, aunque no mucho, pero lo suficiente como para que los pezones de Sarah estuvieran a punto de hacer estallar el vestido.

Sarah miró a Sean, que colocó su mano izquierda en la nuca de Sarah y la besó suavemente. El beso duró poco y se vio interrumpido porque Sean se quitó la camiseta, dejando ver todos los músculos tan definidos que Sarah acarició en cuanto estuvieron expuestos.

Y ahí fue cuando Sean demostró cuán sediento estaba.

Cogió la cabeza de Sarah y la dirigió a su pene, que ya pedía ser auxiliado por la boca de ésta. Sarah se lo metió entero y movió la lengua en círculos alrededor del glande. Sean gimió de placer y le dio más fuerzas para apretar la cabeza de Sarah.

Cuando parecía que se iba a ahogar, soltó la presión. Su polla crecía por momentos y Sarah dudaba de si le cabría en la boca; pero apenas tuvo tiempo de pensarlo, porque Sean volvió a obligar a que se la chupara. Ahora no pudo metérsela entera, porque era tremendamente grande, pero a él no le importó. Apretó más que antes hasta que la boca de Sarah pudo albergar aquella enormidad de miembro.

Sean gritó. Impulsó el pene dentro de la boca de Sarah haciendo fuerza, pero esta vez, con la parte baja. Sarah abrió los ojos y se separó. De su boca caían finas líneas de un líquido blancuzco del que también estaba rodeada la polla de Sean. Sarah se metió los hilos que le colgaban en la boca, jugó con ellos un momento con la lengua mirando a Sean y lamió el resto de líquido del pene de éste. Sean no se podía creer que estuviera haciendo todo aquello y con tanta facilidad. Una vez hubo terminado, sin mostrar asco o arrepentimiento, tragó, mirando a Sean con ferviente deseo.

Rodeó con los dedos la verga y comenzó a masturbar a Sean. Él echó la cabeza hacia atrás y se puso las manos delante de la cara, presa del placer que Sarah le provocaba. La velocidad que la mano de Sarah cogió fue espectacular y Sean creyó que se iría, pero ella supo parar en el momento justo… aunque remató con un par de lametones.

Sarah se levantó y se puso frente a Sean, que continuaba impasible en la postura tan masculina y de macho que tanto le ponía a ella. Se disponía a quitarse el vestido cuando Sean se dio cuenta de una cosa. Algo que siempre preguntaba y que se le había olvidado esta vez. Era una de las cosas que más placer le provocaba y que aumentaba su ego.

-¿Has visto alguna vez una polla tan grande? –dijo, mientras se la agarraba con una mano y se masturbaba lentamente. Esperó la respuesta en esa postura.

Sarah cejó en su empeño de quitarse el vestido. Y se rozó la parte baja con el dedo índice, que comenzó a tomar velocidad en círculos. Se agachó, quedándose con la cara a la altura del pene de Sean y contestó:

-¡Nunca! –lo dijo gritando mientras se la metía en la boca con la ayuda de una mano y con la otra masturbaba el trozo que quedaba fuera. Estuvo dándole caña al manubrio durante unos minutos en los que la verga pareció crecer incluso más y cambió de estrategia. Chupó los dos (y enormes también) sacos de Sean. Se metió ambos en la boca y los rozó con la lengua, dio varios círculos y los empujó con la punta, todo dentro de la boca.

Esa vez, Sean pegó un grito tremendo y se comenzó a masturbar muy rápido, sobre todo por la zona del glande. A esa velocidad y con el tremendo placer que le provocaba que le chupara los cojones de esa manera, era probable que se corriera. Aunque, ¿algo podría igualar el placer que en esos momentos tenía?

Como un loco, aumentó la velocidad de la masturbación. Sarah se sacó los huevos de la boca y apartó de un golpe la mano de Sean. Él, algo mosqueado con esa actitud, volvió a lo que estaba haciendo, pero Sarah volvió a apartarle la mano.

Salió a relucir, con ello, la bestia que antes había aparecido. Las mismas exnovias que comentaban que tenía una polla enorme, hablaban de eso. De lo que ocurría en esos momentos: que si consigues que Sean reviente de ira, te reventará el coño de placer. Y por eso Sarah le había chupado los cojones.

Casi saliéndole saliva por la boca, echo una fiera, Sean tiró del pelo a Sarah, que se dejó llevar por él. Apretando sus pómulos con los dedos acercó la cara hacía sí. Mantuvo en esa postura a Sarah unos segundos, los cuales aprovechó para pajear, como pudo, a Sean, que la miraba con una mezcla de asco y odio.

La escupió sin previo aviso, para lo que Sarah contestó, deshaciéndose de placer:

-Poséeme.