La Bestia

Me encontré a mi ex compañero de estudios, a quien apodábamos La Bestia, y no precisamente por su ferocidad, si no por la vibrante verga que ostentaba.

La Bestia

En la secundaria había un muchacho al que le apodaban "La Bestia"... Definitivamente era muy feo, moreno y grandote. Estaba en la edad del acné y lucía totalmente desproporcionado; yo creí que por esos motivos le pusieron el apodo citado, pero según contaban las leyendas era también por sus atributos viriles...

Los muchachos de la clase decían que tenía un miembro enorme y que inclusive una prostituta no había querido tener relaciones con él ya que decía que lo tenía "muy grande"...

Ninguna de mis amigas comprobó la veracidad de los hechos narrados ya que en aquella época no nos interesaba tanto la cuestión sexual, máxime con un tipo tan feo como "La Bestia".

Han pasado ya veinticinco años de que salí de la secundaria y evidentemente todo ha cambiado. Ingresé a la preparatoria, estudié Medicina y luego especialización en Psiquiatría y en diversas materias relacionadas con psicología, trastornos de la personalidad, adicciones, depresión, rupturas matrimoniales, etc. Actualmente tengo mi consultorio como Médico Psiquiatra y me dedico a atender profesionalmente a personas que tienen alguno de los padecimientos antes citados o pasan por una etapa emocional depresiva.

Hace unos cuatro meses solicitó una cita conmigo un amigo llamado Carlos Pérez... Yo no lo identifiqué de inicio pero cuando ingresó a mi consultorio y se presentó ante mí, me di cuenta que era "La Bestia"... Recordamos viejos tiempos y preguntó sobre mí y le contesté que estaba felizmente casada, con una familia de tres niños, mi esposo era una persona muy trabajadora; desgraciadamente él no podía decir lo mismo sobre su vida... Me contó su historia familiar: se había casado y su matrimonio había sido muy bonito hasta que su padre falleció y los negocios familiares habían caído en quiebra. La crisis del país hizo que buscara empleo sin encontrarlo... Su esposa, una alta ejecutiva de un banco lo menospreciaba. No habían tenido hijos por que su esposa no quería dejar su "superación personal"...

Todo ello desembocó a un divorcio anunciado.... Carlos (o "La Bestia"), había caído en una depresión absoluta, sin empleo fijo y sin medios económicos para salir adelante. Se dedicó al alcohol y a generar algo de dinero dedicándose a los bienes raíces. Un amigo suyo le había pedido que buscara ayuda profesional y pidiendo informes llegó hasta mí. Lejos de sorprenderme su caso le di palabras de ayuda emocional. No era un caso grave ni perdido, tenía a la mano los elementos para salir adelante, solo bastaba un poco de apoyo, mucha tenacidad y fortaleza.

La terapia avanzaba cada día. Su situación económica mejoró cuando por instancias de mi marido le conseguimos un trabajo estable. Al sentirse dentro de un ambiente laboral hizo maravillas y cambió su perspectiva de vida. A pesar de que teníamos mucho tiempo sin vernos, empezamos a platicar de cosas más íntimas. Carlos tenía ya más de un año de no tener relaciones sexuales, me contó de algunos días de jarra que se iba a algún table de alguna amiga que había conocido, pero no había pasado nada. No puedo negar que al tenerlo frente a mí, volvieron a mi memoria las leyendas sobre "La Bestia", ¿sería verdad?... Lo que si pude corroborar es que "La Bestia" había cambiado. Era moreno, alto, grandote, con pelo negro rizado, muy tosco, pero no era desagradable como el recuerdo que tenía de nuestras épocas de escuela. Carlos se conservaba muy bien físicamente, tal vez las tensiones hacían que no engordara y a pesar de ser de complexión robusta, tenía solamente una pancita que caracteriza a todos los cuarentones.

Los días pasaban y en mi mente se fijaba una idea... ¿Qué mujer no sueña con tener relaciones con un hombre muy bien dotado? Nunca en mis 13 años de matrimonio había siquiera pensado en otro hombre, pero esa idea de algo verdaderamente fuera de lo normal turbaba mis pensamientos. ¿Y si la leyenda no era cierta?... Bueno había que por lo menos intentarlo.

El fin de semana pasado mi esposo salió de la ciudad a una convención, así que disponía de más tiempo para mí. El viernes, Carlos tenía al mediodía su cita para terapia y terminando ésta decidimos ir a comer. Comimos muy tranquilamente en el Matisse de la Condesa y durante la plática, le volví a preguntar sobre su situación sexual. Carlos, como presintiendo algo, me dijo:

No he tenido nada, pero estoy que reviento-, solo sonreí.

Mi mente comenzó a crear mil situaciones, me distraje un poco. Terminando de comer, Carlos me dejaría en mi oficina, pero decidí atacar y le dije que me gustaría conocer su departamento, al fin estaba muy cerca, en la Anzures, de la capital mexicana. Una vez que llegamos a su departamento, me ofreció algo de tomar y nos pusimos a platicar en la sala. Después del vino de la comida y de un par de copas de cognac , me sentí muy relajada. Platicamos y platicamos hasta que llegamos de nuevo al tema sexual y le pregunté expresamente sobre lo que se decía de él en la secundaria, él sonrió. Efectivamente, lo de la prostituta había sido verdad...

¿Quieres comprobarlo?... -, dijo sonriéndome.

Yo también sonreí y asentí con la cabeza. Carlos se bajó los pantalones lentamente y se acercó hacia mí para que yo bajara su bóxer. ¡Ohhh sorpresa!, efectivamente, Carlos tenía el pene mas grande que había visto en mi vida. Colgaba flácidamente unos 15 centímetros, era muy ancho y su cabeza cubierta por el prepucio parecía una pelota de golf. ¿Si así estaba en estado de reposo, como estaría en estado de excitación? Toque ese palo que enseguida comenzó a erectarse. Me dijo en son de broma:

¿Te parece chiquito?... -, volteé a verlo con una cara de asombro.

¡Es inmenso!... –

Él se sentó junto a mí y me dijo al oído:

¿A poco no te gustaría probarla?... -, yo asombrada por lo directo de su propuesta, le dije que si, pero que "lo hiciera con cuidado".

Carlos se paró y fue a su recámara y después de unos segundos regresó con un paquete de condones, lubricante y una cámara desechable de fotografías. Cuando vi la cámara le dije:

Eso si que no, Carlos, no quiero fotos-, él solo me dijo:

Las fotos son para ti, toma tú las que quieras-

Se quitó completamente los calzoncillos y comenzó lentamente a desvestirme, a liberar mis pechos y a lamer mis erectos pezones que en ese momento querían reventar, estaban duros como pivotes de bicicleta. Mi nuevo amante comenzó a meter su mano en mi tanga, sus dedos tocaron mi vulva y enseguida comenzó a lubricarse por sí sola. Me atrajo hacía él y me besó, lentamente me recostó en el sofá y abrí mis piernas dejando ver mi tremenda papaya que deseaba ser penetrada. Se sentó junto a mí y de inmediato comenzó a insertar uno de sus dedos en mi cuevita mientras me mamaba los pezones que estaban durísimos.

Me recosté saboreando esas ricas sensaciones que hacía mucho no experimentaba, Carlos se bajó a chupar mi raja y me daba tremendos lengüetazos que hacían que yo me retorciera del placer. Su lengua alcanzó mi clítoris y con sus dientes lo mordió; yo grité, aullé, mientras su lengua recorría mis labios vaginales mientras dos de sus dedos entraban y salían de mi húmeda vagina… "La Bestia" estaba suelta y con gran fuerza lamía y mordía mi clítoris, mi labia y el interior de mis muslos. Sentía su barba rasposa en mi vulva obligándome a arquear mi cuerpo de sumo placer al son de las mamadas que me daba.

Terminé en un orgasmo indescriptible, y quedé tendida en el sofá, él se levantó y se quitó el resto de su ropa, dejándome ver aquella enorme verga que colgaba semierecta, con la cabeza rojiza apenas descubierta, entre una mata de pelos rizados que adornaban aquella hermosa zona. "La Bestia" se acercó hacia mí dándome a probar aquel manjar. La tomé entre mis manos y empujó para que yo me la metiera a la boca. Obedecí a esa tácita orden y lenta y cuidadosamente le comencé a mamar la verga

Primero la lamí en todo su contorno hasta que se puso completamente erecta, luego me metí toda la cabezota en la boca. Chupándola y moviendo la lengua alrededor de ella. La acariciaba con mis labios mientras la mojaba con mi saliva, después me la metí hasta que con la punta toqué mi garganta... ¡Qué verga tan rica, tan gruesa, tan dura, tan jugosa!... Tenía un sabor saladito IRRESISTIBLE. Me ensimismé tanto como hacía mucho que no lo hacía con mi esposo, sintiendo como aquel instrumento pulsaba en mi boca y también como Carlos tomaba mi cabeza con sus manos para dirigir la operación.

Cuando la mandíbula me dolió, saqué la vibrante ñonga de mi boca y bajé un momento a sus huevos que como un racimo de uvas colgaban. ¡Qué huevos!, eran también enormes que de inmediato me los metí a la boca; los succioné y jugué un momento con los vellitos rizados que cubrían su escroto. Después de lamer sus muslos regresé a la verga para meterla de nuevo a mi boca, pero "La Bestia" alejó mi boca de su garrote y se sentó en uno de los sillones de la sala, abriendo sus piernas con su enorme pito apuntando al techo.

Me acerqué como una gatita mimosa a él y me hinqué enfrente a mi trastornado amante. Comencé de nuevo a tragarme ese pitote tan bonito, chupándolo de nuevo y engolosinándome con él... Era una paleta helada que no quería que se acabara, y mientras mamaba la verga, cogía sus huevos y los apretaba con una de mis manos. Su glande tocaba con mi campanilla, y mientras más la succionaba, más gemía Carlos. Cuando ya no aguantaba más, me asió del cabello para sacarme la verga de la boca y murmuró:

Nena, estoy a punto de venirme, ya no aguanto-

No importa, déjame tragarlos, dámelos en la boca., dije súper prendida.

Me quiero venir en tu carita-, me dijo sonriendo.

Yo puse cara de what ?, pero me replicó:

Si, quiero venirme en tu cara-

Se levantó del sillón y apuntándome con su arma me pidió que me acostara en el sofá, bocarriba, justo en la orilla. Se paró justo encima de mí, desde yo podía ver aquel enorme falo que vibraba y lucía enrojecido y baboso. Cerró los ojos y mientras "La Bestia" se masturbaba, yo veía como su racimo de uvas se bamboleaba al ritmo del movimiento de la mano. Estaba asombrada, viendo como mi antiguo compañero se la pelaba por completo, dejando la roja cabezota descubierta para ser cubierta por el prepucio en cuestión de segundos. Y mientras yo misma me rascaba mi puchita, Carlos continuaba matándose a pajas murmurando incoherencias y monólogos que él solo entendía.

¡Ya, me vengo!... ¡Aghhh!... -, cerré los ojos y sentí como los hiperbólicos lechazos que salían de la verga iban a parar justo en mi rostro.

Él hacía como si estuviera disparando una pistola, pero sin dejar de gemir; y mientras sus lechazos caían en mi frente, mi pelo, mi boca, mi nariz, yo continuaba estimulando mi clítoris. Me daba la impresión que estaba fusilándome, ¡y cómo no!, con semejante verga y los chisguetes de semen que me aventaba en donde le placía… Sentía la cara llena de semen caliente y al no oír más "disparos", abrí los ojos para apreciar justo frente a mí una verga completamente deslechada, una tremenda cabeza roja con algo de leche saliendo todavía de su orificio.

Carlos soltó una carcajada y me dijo:

No te muevas-, y al momento en que con la cámara de fotografías desechable, tomó una foto de mi rostro con su abundante mascarilla blanca.

"La Bestia" no paraba de reír y me decía:

Ahora sí te va a quedar el cutis lisito, lisito... –

Payaso-

Con mis manos toqué mi carita y pude comprobar que estaba completamente cubierta de leche caliente que comenzaba a enfriarse; y mientras él se reía yo me levanté y fui al baño a lavarme la cara antes de que esa lechita se convirtiera en engrudo. Me sentía burlada... ¿Cómo pude haberle permitido eso?... Después de unos cinco minutos en el baño, salí a la sala y pude apreciar a "La Bestia", completamente desnudo recostado en el sillón de dos plazas. Su instrumento estaba en estado de reposo. Obvio que le reclamé airadamente lo que me había hecho y pero solo me dijo en tono de burla:

Princesa, siempre hay una primera vez... –

Tomé la cámara desechable que estaba en la mesa de la sala y la guardé en mi bolsa. Poco a poco me calmé, pues al fin de cuentas yo había sido quien había propiciado ese encuentro y a pesar de todo, había sido muy satisfactorio ya que era algo que nunca me habían hecho. Después de un rato de estar conversando y de tratar de justificarse, mi amigo me dijo:

Nena, mi verga está despertando-, me viré para contemplar su pene y efectivamente, la enorme ñonga estaba comenzando a erectarse de nuevo.

Me abrazó atrayéndome hacía él y muy quedito me murmuró:

Acércate, mamita, quiero probar tu riquísima concha-

Un poco renuente me acerqué y me atrapó por la cintura, me dio la vuelta y me indicó que me inclinara frente a él poniéndome de ladito. En esa posición empezó por abrir mis labios vaginales y tomó el bote de lubricante y me aplicó generosamente la crema en toda mi raja. Sentí una sensación muy extraña ya que mi cuerpo estaba caliente y el lubricante muy frío, luego con uno de sus dedos esparció la crema y lo introducía poco a poco en mi panocha, que ya de por sí estaba muy lubricada. Siguió acariciando mi pepa con sus traviesos dedos que tocaban mis pliegues y poco a poco mi almeja se fue distendiendo.

El muy canijo metía un dedo y luego dos, después de dedearme unos minutos, se puso también lubricante y un condón.

Ahora échate hacia atrás y siéntate sobre mi verga, que quiero sentir como te la clavas-, me pidió.

Me acerqué a él y me senté poco a poco hasta sentir la punta de su glande contra la abertura vaginal, él me tomó por la cintura, jalándome hacia abajo, hacia su ansiosa verga que ya quería que entrara en mí. Justo en el momento en que sentí como su cabeza entraba en mi ser, solté un grito de dolor. Era muy gruesa para mi puchita; me moví un poco y luego repetí la acción. Mi concha poco a poco se fue acostumbrando al enorme instrumento que se anidaba en mi interior. Sentí como prácticamente me abría en dos. La verga estaba dura como un palo de escoba y me llenaba plenamente, en ese momento pensé en mi amado esposo, pero que va, no había comparación, este si era un verdadero macho...

Mi cuerpo se estremeció cuando me la empujó un poco más, mientras se movía lentamente hasta que mi gruta dio cabida a toda su verga. Sentía aquel pito me llegaba hasta el ombligo, estaba tocando hasta lo mas profundo de mi ser, afortunadamente estaba muy lubricada, lo que permitía el libre paso de la verga al interior de mis entrañas. Carlos me abrazó con fuerza y comenzó cañonearme muy lentamente, hasta que poco a poco fue apresurando sus movimientos... El dolor había pasado a ser placer, aflojé mi cuerpecito y decidí gozar aquella verga...

Mi nuevo amante entraba y salía mientras con sus labios mordía nuevamente mis pezones, yo únicamente jadeaba y trataba de acomodarme lo mejor posible para que su enorme macana no tuviera dificultad al horadar mi ser. Después de unos minutos de estar en aquella posición, él detuvo sus movimientos y cambiamos de posición. Me senté entonces en la orilla del sillón mientras él se hincaba en el piso. Levantó un poco mis piernas y me metió lentamente la verga, chillé al sentir la pulposa cabezota hundiéndose en mi panocha. El hecho de tenerlo de frente con los ojos cerrados y resoplando por la boca, me decía que estaba gozando de esta suculenta yegua que se abría por completo para ser gozada.

Me cogía despacio y luego apresuraba sus movimientos y de vez en cuando paraba completamente y me decía con voz entrecortada:

¡No quiero venirme, no quiero, nena!... –

Sentía un tremendo ardor en mi vagina y mientras yo apretaba los músculos interiores, "La Bestia", embestía con mayor fuerza. ¡Caray, me estaba tragando toda la ñonga!...

¿Te gusta, puta?-

¡Si papito!... -, contesté entre soplidos.

Mi excompañero comenzó a moverse furiosamente mientras yo apretaba mis músculos vaginales tratando de retener el enorme trozo que me hacía derramar una y otra vez… Carlos resopló y gimió, entonces lo sentí cómo llegaba al orgasmo y como soltó su leche dentro de mi. Sus movimientos no cesaban mientras él solo resoplaba y se retorcía; comenzó a temblar y le faltaba el aliento. Sentía su duro falo perder dureza y lo sacó justo en el momento en que dejaba de cabecear. Mi cuevita quedó completamente abierta y una satisfacción plena, me invadió, pues había experimentado tres orgasmos, lo que me era muy difícil con mi marido. Carlos se acercó y le quité el condón, me dejó ver la cantidad de semen que había derramado en el depósito y pude ver su pene como empezaba a flaquear, completamente lubricado por la eyaculación que acababa de experimentar.

Su pubis estaba también impregnado del licor de macho y atrayéndolo por la cintura lo abracé y se sentó junto a mí en el sillón, ambos completamente sudados y cansados, pero yo aún queriendo más.

Después de descansar un rato y de darme un baño relajante, regresé a la sala en donde él me esperaba. Ahora era el turno de Carlos quien se dio también una ducha mientras yo veía por un momento la televisión. No sabía que pasaría ahora, pero algo me quedaba claro, ¡no interrumpiría nuestro encuentro!... Carlos regresó y me invitó a su recámara. Los dos completamente desnudos conversamos de nuevo sobre nuestras coincidencias de juventud y nuestros "pecados" sexuales. Después de una media hora de charla, se acercó aún más hacía mí y me abrazó. Fue sincero al decirme que nunca había gozado tanto a una hembra como lo había hecho conmigo. Lo abracé también y pude sentir como su fierro había comenzado a despertar.

No pude resistir y me incline para saborear esa enorme verga con mi boquita, sabía simplemente a verga. Empecé a mamarla como desesperada mientras mi mano recorría su trasero. Puso sus manos sobre mis hombros y dejó que yo hiciera mi trabajo. Mientras yo estaba concentrada en mi labor de mamar verga y saborearla, sentí las manos de mi amante deslizarse por mi espalda y llegar hasta mis redondas nalgas.

¡Qué nalgona estas, chiquita… -, dijo dándome una soberana nalgada.

¡Aughhh!... –

Esas manozas abrieron mis pompas y tocaron mi ano. Dejé de mamar y repliqué en tono fuerte:

Ni se te ocurra-

¿Por qué no?... Estas nalgotas merecen todo un homenaje que pienso brindarles con la punta de mi verga-

Pues estas nalgotas no están acostumbradas a recibir nada entre ellas-

Nena, tienes un culo delicioso, déjame probarlo-

Le fui sincera y le dije que nunca lo había hecho por ahí (ajá, si), que me parecía algo muy sucio, y que prefería mil veces que me cogiera por delante a que me enculara; máxime con el enorme garrote que se cargaba. Había leído en esta misma página que algunas chicas se tiran pedos o les dan ganas de defecar en pleno acto, y todo eso me abochornaba. Pero afortunadamente todos mis argumentos fueron vanos, sencillamente se levantó y me dijo:

¡Si es tu primera vez, te voy a tratar con cariño!... –

Le pregunté si él ya lo había hecho antes y por supuesto que se consideraba un maestro, que así como yo era Psicóloga, el era Chiquitólogo... Soltó una fuerte carcajada, y a pesar de que yo insistía que no y máxime con él que era un hombre bastante vergudo, Carlos fue firme en su idea y me dijo:

Vamos a tratar, si no te gusta o te duele, lo dejamos, ¿ok?...-

Yo estaba a sus expensas pero me aseguró que lo haría con paciencia y dedicación. Después de un momento de deliberación decidí probarlo, así que solamente le dije que tratara de encularme, pero con cuidado. Me sentó a la orilla de la cama y comenzó a mamar mi puchita. Sus labios succionaban mi clítoris, mi labia, mi gruta, hasta que poco a poco fue bajando hacia mi ano y lo mamó en una forma muy lenta y cuidadosa. Me sentí rara, pues nunca me habían mamado el culo, sentía como su lengua recorría todos mis pliegues, mis redondas nalgas. La sensación era indescriptible ya que era algo que nunca antes había experimentado.

Uno de sus dedos lleno de lubricante comenzó a circundar mi culo para hacer que solito se fuera abriendo. El sentirme dedeada me gustó, así que simplemente dejé que el placer me inundara, relajando todo mi cuerpo, en especial mi esfínter anal sintiendo como su dedo entraba y abandonaba mi culo, prácticamente ya de acuerdo en ser invadido. La sensación era riquísima, sentí como ahora dos dedos se colaban libremente en mi culo, yo estaba cada vez más caliente, deseando pedirle que de una vez por todas me enculara.

"La Bestia" me abrazó, me acariciaba toda, pero siempre volvía a mi soberbio culo; hasta que se puso de pie, y lo vi enormemente excitado ya que la dureza de su macana lo delataba. Empezó a besarme todo el cuerpo, me abandoné por completo a sus caricias, mientras él se deleitaba mordiéndome los pezones de mis duros pechos que estaban rojísimos, con las venas azules y verdes resaltadas, me metía sus dedos a la boca y yo golosa, se los chupaba una y otra vez… Me apretaba las nalgas, me nalgueaba suavecito y me besaba. Yo acariciaba su verga y hasta entonces empecé a temer al dolor que seguramente me causaría una tranca de ese grosor dentro de mi culito.

Me subió a la cama, me puso a gatas, me empinó y de nuevo hundió su rostro en mis redondas nalgas hasta alcanzar mi abierto culito que se encontraba hecho un horno. Me lengüeteó todo lo que quiso, dedeándome como ni mi marido me lo hacía, untándome más lubricante, y preparándome para recibirlo. Yo quería alcanzar su verga pero no me lo permitía, lo cual solo conseguía calentarme más. Me pidió que me abriera las nalgas y le enseñara mi hoyito, al hacerlo me soltó otra nalgada y me dijo:

Flojita y cooperando, cabrona-, eso lo repitió un par de veces más hasta que me notó relajada.

Sentí como todo mi cuerpo se aflojó, se puso de pie y justo enfrente de mi cara tomó su verga entre sus manos, la lubricó y se puso un condón. Ese instrumento era enorme, debía estar loca para aceptar semejante monstruo en mi interior. Se ubicó atrás de mí, me abrió las pompas con ambas manos y me puso la cabezota contra mi asterisco, empujo, pero nada; volvió a empujar, y sentí que me estaba clavando un arpón. Pensé esto había sido una mala idea, pero seguí ahí, abierta como una perra, esperando el fregadazo. Poco a poco empezó a entrar en mí, empecé a pujar y a gemir de autentico dolor, sentía que me estaba abriendo en dos, me ardía y a la vez me gustaba.

Mi culo se estaba abriendo como nunca antes, grité desesperada.

¡Papi, me estás lastimando, sácala por favor!... –, Carlos se detuvo y sin sacarme la verga me dijo:

¿Te duele mucho?... -, asentí. - Espera un poco a que tu cuerpo se acostumbre… Así pasa la primera vez-

Sentía casi como las lágrimas me salían y seguí pujando y tratando de ponerme lo más "flojita" que podía. Él deslizo sus manos hacia mi chocho, donde hundió sus gruesos dedos, mientras que con la otra apretaba mis pezones como si quisiera que saltaran de mi cuerpo. El placer me distrajo un poco de lo que sentía en el ano, pero solo por un momento. Por fin sentí que su pene entró por completo y sus huevos tocaron mis nalgas, ¡no lo podía creer!... Llevé mi mano hasta mi amplio trasero para comprobar que tanta verga me había comido y sentí la raíz de su pubis tocando mi cadera. Eso me calentó, el dolor empezó a disminuir, así que reculé restregando mis pompas contra su vientre mientras movía el culo como me gusta hacerlo cuando estoy bailando.

¿Aún quieres que te la saqué?... –

No papi, encúlame por completo, soy tuya, tu piruja… -, dije apretando la verga con mi ano.

La realidad era que ahí estaba yo, completamente ensartada y pujando como una puta. Mi amante empezó a moverse, sentía como si mis intestinos fueran a salirse y después regresaban. Empecé a sentir un placer increíble, me sentía llena, empalada, y bien cogida... Carlos me dio una nalgada y me dijo:

¿Te gusta verdad, cabrona?... ¿Te gusta, puta?-

Me fascina, papito, pero no dejes de moverte-

En ese momento hubiera dicho cualquier cosa, pero Carlos me siguió cogiendo y embutiéndome toda la verga por el fundillo. Yo gritaba de placer y sus embestidas hacían que sintiera que mi culo se rompía. "La Bestia" sudaba a chorros y dentro del cuarto había un olor a sexo que me excitaba en exceso. Cuando se cansó de limarme, sacó su instrumento de mi ano y me cambió de posición. Yo pude apreciar toda esa enorme verga en plenitud de erección, así como también observé el condón lubricado y como en la parte de la punta estaba mezclado con un poco de mis heces. Definitivamente Carlos estaba entrando hasta lo más íntimo de mi ser.

Se recostó sobre la cama y me pidió que yo me sentara encima de su verga, dándole la espalda. Mi culo pedía más verga y así sucedió. Me senté encima, sintiendo milímetro a milímetro como la estaca se deslizaba suavemente por mi recto. Ya no hubo dolor sino un absoluto placer. Sentía como la verga llegaba hasta mis intestinos y como sus huevos tocaban la entrada mi raja. Estaba completamente empalada por "La Bestia". En ese momento se me ocurrió darle suaves apretoncitos a su palo y él lo sintió porque dejó de moverse para gozar mis "caricias".

Créanme, mi culo abierto tan parecido a una verdadera autopista. Carlos hizo que yo me recostara sobre él y levantó con sus manos mis piernas para dejar a la vista del espejo el espectáculo. Mi culo pedía verga y la estaba teniendo. Me sentía llena, satisfecha. La daga que me estaban clavando tocaba prácticamente mis intestinos, y por conocimientos médicos sabía que esa si era una señora verga la que me estaban clavando, pues en mi preparación he conocido la diferente de un pene normal a una ñonga de burro como la que se cargaba mi Carlos.

El placer era indescriptible, los gritos, pujidos y quejidos estaban a la orden del día. Sentía que mi ano iba a reventar, pero gracias al lubricante mis pliegues se distendían permitiéndole el paso al enorme trabuco que tenía ensartado por atrás. Volví a recular por lo que Carlos aumentó sus embestidas, afianzándose a mi cadera para bombearme casi con furia. Sentía como su enorme animal entraba y salía de mi ano. En ese instante se empezó a venir, se movía tan fuerte, tan fuerte que en fracción de segundos pensé que me caería de la cama. "La Bestia" comenzó a gritar, me apretaba contra su tolete y sentí la fuerza de su descarga dentro de mi recto. Su verga se inflamaba aún más con la eyaculación y estaba completamente ensartadota a su estaca.

Carlos bufó fuertemente y me sacó la verga lentamente y creo que hasta pude sentir como entraba el aire en el agujero de mi culo, de lo abierto que quedó al sacarla por completo. Me dio otra nalgada, diciéndome:

Está usted servida, señorita-, se dio la vuelta y salió del cuarto.

Me estire para tocar con mis manos la abertura de mi culo y sentí como poco a poco regresaba a su estado de normalidad... Me quedé un buen rato echada sobre el sofá, rendida, plena, satisfecha y bien cogida. Después de aquella ocasión con "La Bestia", el sexo nunca será igual. Cualquier comentario (bueno o malo) favor de contactarme a mi correo electrónico.

Mariana Campos

dramcamposav@hotmail.com