La Benéfica
Aunque el título suene a sorteo de lotería, en realidad va de...mejor lo lees y me ahorras el resumen.
Me doy perfecta cuenta que una página de relatos eróticos no es el sitio más indicado para contar esta historia, mi historia. Ustedes sabrán perdonarme, espero, la osadía que cometo. Por mi parte, adornaré el relato con algunas (pocas) escenas calientes que hagan más llevadera la lectura al lector. Lo intentaré, al menos.
Estadísticamente, entre un 60 y 70% de los lectores, ya habrán dejado de serlo después de leer el párrafo inicial. Del 40% restante, siendo optimista, más de la mitad abandonará la lectura en cuanto se enteren de que esto va de inmigración china clandestina, secta filosófica y que soy una mujer (china) un tanto rarita. Ahora el porcentaje se habrá reducido drásticamente y no pasará del 10%. Bueno, no pretendo que esto sea un superventas.
Mi nombre es Lao Li Mai. Mai para los amigos. Dado que los nombres chinos se escriben al revés, mi nombre de pila es Mai, Li mi apellido y Lao por mi abuelo paterno. No sigo, que si empiezo a contarles mi genealogía, el porcentaje de lectores que están dudando entre abrirse las venas o tirarse por la ventana, aumenta.
Nací en Linhai, un pueblecito de la provincia de Zhejiang, no muy lejos de Hangzhou. ¿No les suena? Vale, un poco más lejos está Shanghai. Ésta sí que les sonará, ¿no?
Lo de pueblecito (450.000 habitantes; chino más, chino menos) no va con recochineo, sólo es cuestión de escala. En Europa puede que sean suficientes para una ciudad, pero no en China.
Antes les decía que soy un poco rarita. No se alarmen. Físicamente no estoy del todo mal, aunque algún conocido mío no estará de acuerdo y dirá que de eso nada, monada, que estás como un puto tren. Tampoco soy tan vieja. 37 recién cumplidos. Y soy "Benéfica".
Para entender lo que es una benéfica, tendrán que armarse de paciencia para soportar un rollito histórico y algún que otro antecedente familiar. Sí, ya sé que antes les había dicho que no iba a mencionar a mi familia, pero ahora me desdigo. Además, una china sin antecedentes familiares, extensos antecedentes familiares, no existe o quiere ahorrarles el disgusto porque trabaja de puta; que no es mi caso, por si alguno ya se estaba haciendo ilusiones.
Los ancestrales orígenes de la rama Li de Zhejiang están muy ligados con el comercio marítimo en el Mar de China; es decir, mis antepasados se dedicaban a importar mercancías libres de impuestos. Esto explica que seamos bastante más altos que la media de los chinos del Sur. ¿No lo explica? Sí, si tenemos en cuenta que mis ancestros, partidarios del libre comercio, tenían la sana costumbre de quedarse con las chicas más altas (y buenorras) que caían en sus manos. Rasgos genéticos que se van heredando de generación en generación, dando como resultado que yo mida 182 cm y tenga unas pedazo lolas y un culo nada asiáticos.
La otra característica familiar, el de las benéficas, también está relacionado con el libre ejercicio profesional de mis antepasados. Notarán que tengo un cierto reparo a llamar a las cosas por su nombre, pero alguno de los miembros actuales de mi gran familia aún siguen siendo piratas, y eso no está bien visto en la República Popular China. Si te pillan, se organiza una reunión multitudinaria en el estadio deportivo local, te meten una bala en la cabeza y se la hacen pagar (la bala) a los familiares más cercanos. Así que dejemos las cosas como están y sigamos llamándoles profesionales liberales.
Volviendo al asunto de las benéficas, tienen que saber que están relacionadas con los venenos y los asesinatos por encargo. Actividades, ambas, que mi muy honorable familia ha abandonado hace algún tiempo, no mucho.
En China, históricamente, el asesinato discreto de alguien importante era una actividad fundamentalmente femenina. Los chinos, como todos los hombres de cualquier parte del mundo, carecen de la sutileza necesaria para hacer el trabajo como es debido. En seguida se les va la mano con la dosis, o peor, quieren disfrazarlo de accidente fortuito. Eso si no les da por rebanarle el cuello al objetivo, lo que es muy poco sutil.
Hace más de 2.500 años que está documentada la existencia de mujeres que eran entrenadas desde niñas para tomar venenos, todo tipo de venenos, en dosis cada vez más altas. Llegados a cierto punto, si la candidata lograba sobrevivir al entrenamiento, su cuerpo rezumaba veneno por todos los poros. Podríamos decir que su organismo se convertía en un crisol en el que se sublimaban los principios activos de todos los venenos ingeridos. Llegados a este punto, las hormonas de la benéfica eran capaces de sintetizar nuevos venenos, indetectables, pero igualmente letales. Entonces era enviada a cumplir su misión.
El otro aspecto de la educación de una benéfica -ésta parte seguro que les resultará más interesante-, consistía en convertirlas en un reclamo sexual irresistible. Para no extenderme mucho, piensen en la educación de una geisha japonesa, multipliquen por dos el número de habilidades y tendrán una idea aproximada de las capacidades de una benéfica. Sólo entonces se la instruía en el arte del asesinato, por si el objetivo era resistente a los venenos, y se la enviaba a cumplir la primera misión. Pocas conseguían volver.
Desde luego, las candidatas tenían que ser fuertes, bonitas, audaces y sensuales. Las tres últimas características eran necesarias para lograr meterse en la cama del objetivo. Sus fluidos corporales hacían el resto, cualquier tipo de fluido. El sudor, la orina, la saliva, el flujo vaginal hasta sus lágrimas eran venenosas.
Hay técnicas sexuales que ustedes, pobres bárbaros occidentales, ni se imaginan que existen. Daré sólo algunos ejemplos.
Alguien habrá oído hablar de las acrobacias circenses que pueden hacer con el coño algunas profesionales tailandesas. Una benéfica tenía que ser capaz de controlar cada una de las 235 fibras musculares que conforman la vagina y el perineo. Así se puede dar un masaje ultrasensitivo a la polla, que el afortunado mortal recordará toda su vida. En caso contrario, puedes estrangular el glande hasta cortar el riego sanguíneo y hacer que se le pudra, cosa que también recordará toda su vida el infortunado mortal.
Pero no se alarmen, yo no suelo cargarme a mis amantes. Tampoco los enveneno. Y tengo bien reguladas mis hormonas, de forma que mis fluidos corporales son inocuos, salvo que esté muy estresada o me concentre en cumplir un encargo. Huy, esto último se me ha escapado. Ya he dejado muy clarito al principio que esos son antiguos negocios familiares.
Los hay que piensan que una mujer con el chochito mojado está excitada. Bueno, quizá algunas. Otras podemos llenar un vaso con flujo y estar penando si me quedará mejor el vestido negro con escote o los vaqueros ajustados. También puedo llegar al orgasmo sin que me toquen, o sin tocarme, mediante un ejercicio mental. ¿Sorprendid@s? No se preocupen, luego les dejo la dirección del centro que dirijo y se matriculan. Las clases son muy económicas.
Otro aspecto de la cultura china, desconocido en occidente, es el de la herboristería. ¿Estás deprimida y con la líbido bajo mínimos? Una tacita de té y listo. Con dos le pondrás ojitos tiernos al carnicero del supermercado: el bajito, gordo y calvo. Tres y te detienen por escándalo público. Las bolsitas de té también están a la venta, aunque baratas no son.
A los caballeros no intentaré venderles nada. Ya tienen bastante con el Viagra.
Una curiosidad de la cultura occidental, es la relativa a las tradiciones familiares. Es sorprendente: una familia que se dedique a una profesión, o un negocio, durante más de tres generaciones, ya se considera una dinastía. Entonces, la mía, con más de cien generaciones en el ramo del sector servicios, ¿qué es? Adecuación genética, eso es lo que es. Hay cosas que no me las ha enseñado nadie, pero las conozco. Otras, sobretodo las que me contó mi abuela, auténtica benéfica, con un amplio curriculun vitae, no se me han olvidado.
Les decía al principio que el relato iba de chinos, creo que ya ha quedado claro que no mentía, de sectas filosóficas e inmigración ilegal. Atando cabos, por incluirlo en la categoría de interracial, más de un listillo se imaginará que trabajo vendiendo claveles -porque ya dejé claro que no soy una puta, que si no - y que estoy liada con un español. Pero, ¿qué secta?
Casi aciertan. Ilegal no soy, después de haberme casado con el cónsul honorario de Liberia en Canarias. Sí, mi marido es negro y la preciosa niñita que tenemos, mulata, ¿tiene algo de raro? Ya dejé caer que dirijo un centro educativo sexual, vendo artículos exóticos y, además, ejerzo como terapeuta en casos graves de angustia existencial. ¿La secta? Falun Gong, aunque para mí es un insulto llamarla secta. Se trata más bien de filosofía y religión.
El Ying y el Yang, seguro que les suenan de algo ¿Pero también el Wan? Pues ahí está la clave del proceso de aprendizaje que conduce al autococimiento e iluminación, mediante una serie de ejercicios que desbloquean los canales de energía de nuestro cuerpo y permiten alcanzar procesos mentales avanzados. La mayoría se queda en la fase de la gimnasia, que tampoco está mal para mantenerse en forma.
En un país con hondas creencias confucionistas y budistas, por mucho que el régimen comunista se empeñe en erradicarlas, la filosofía Falun Gong se extendió como reguero de pólvora. Al principio, las autoridades fueron compresivas, incluso llegaron a prestarle cierto apoyo, pensando que algún tipo de creencia autóctona le vendría bien al pueblo. Las cosas cambiaron después de los sucesos de la plaza de Tianammen. Allí estaba yo, en mi primer año en la universidad, manifestándome, pidiendo un poquito de Libertad. Nos frieron a tiros y me detuvieron, pero pude vivir para contarlo, no como muchos de mis compañeros.
Por entonces aún era virgen, técnicamente virgen. El tecnicismo se fue al carajo durante los interrogatorios. Podría haber sido peor. Al menos conseguí salir con pocas cicatrices en el cuerpo. La violación fue lo peor.
No tengo la más mínima inclinación masoquista, así que podría saltarme el episodio sin más, pero quiero contarlo se lo debo a muchos compañeros que nunca podrán contar su experiencia.
Las primeras cuarenta y ocho horas estuve encerrada, sola, sin comer ni beber, en una mugrienta celda, desde la que se podían oír los alaridos de los que eran interrogados. Creo que fue lo peor. La tortura psicológica de no saber qué te espera, imaginándote las peores escenas posibles y la debilidad física que provoca el hambre, la sed y la falta de sueño cada diez minutos sonaba una bocina ensordecedora-, es peor que cualquier brutalidad física.
Luego apareció un amable carcelero que se compadeció de mi situación, ofreciéndome un alojamiento más digno, comida y bebida a cambio de algo de colaboración e información (el poli bueno). No tardó mucho en aparecer el poli malo.
Las técnicas de relajación física y evasión mental, me sirvieron para mantener las fuerzas, evitar volverme loca y mantener la boca cerrada. Me pasé muchas horas de pie, de cara a la pared, desnuda, procurado no oír los piropos que me dedicaban aquellos cerdos -anunciándome por dónde y cuántas veces mela iban a meter- y procurando que no me flaquearan las piernas para evitar una descarga de los electrodos que me habían colgado de los pezones.
Al final dio igual. Cuando se casaron de esperar, conectaron el maldito aparato y creí morir con la primera descarga. Pararon para volver con el interrogatorio yo no les oía, tenía la mente en blanco y estaba cenando con mi familia- y comenzaron de nuevo.
Fue una reacción automática: empecé a retorcerme, a gemir de placer, volviéndome hacia mis torturadores y, supongo, que con la mayor cara de vicio que habían visto en su vida. No me había vuelto loca. Mi abuela, más tarde, me confirmó que era una de las técnicas que usaban las benéficas en situaciones similares. Puedo asegurarles que funciona. En caso contrario, no estaría aburriéndoles ahora.
Eran tres hombres y una mujer. El primero que me puso la mano encima, cayó redondo por la descarga; con la impresión, se habían olvidado de apagar el aparato. Mientras se recuperaba, me dio tiempo para una mamada rápida a uno, una pajita por las ridículas dimensiones del miembro , al otro y dejar a la chica levitando con unos cuantos lametones en las tetas y un repaso con la lengua en el clítoris. La muy guarra llegó a decirme: ¡Te quiero!
Llegó un momento que me encontraba cabalgando una polla, otra perforándome los intestinos o eso creía el iluso-, pajeando con la mano una tercera y la lengua alternando las incursiones entre el coño y el culo de la chica, que flexionando las piernas, me daba la espalda y seguía con las declaraciones de amor.
Yo estaba concentrada en estimular mis hormonas. Ignoro la sustancia que produjeron, pero fue fulminante. Me vestí con el uniforme de mi fugaz amante y salí de allí sin levantar sospechas.
Cinco días después, hacía a travesía Shanghai-Hamburgo, junto con otros treinta y cinco pasajeros, dentro de uno de los muchos contenedores de un carguero.
Algo salió mal. Supongo que alguna banda rival de la mafia china daría el chivatazo, el soplo le llegó a la tripulación y el contenedor quedó abandonado en una terminal de carga del puerto de Las Palmas. Lo malo es que nadie nos avisó a los que íbamos dentro del contenedor. Cuando nos dimos cuenta de la situación, un día después, nos quedamos afónicos gritando y pedimos las fuerzas aporreando las metálicas paredes de nuestra cárcel. Yo desconecté todas las funciones corporales no esenciales y eso me salvó.
Desperté del estado de hibernación una semana después. Estaba en un hospital y un guapísimo negro me sujetaba la mano. Isaac Washington Mungwebo, cónsul honorario de Liberia en la ciudad. El carguero tenía bandera de conveniencia de Liberia.
Otro día les cuento el proceso de integración de una china en una sociedad tan distinta a la mía. Temo que, por hoy, ya he abusado mucho de su paciencia.
Apostillas del autor.
Adelantándome a poner la venda, antes de recibir la pedrada, someto a su docta opinión las siguientes opiniones:
-¿Puede considerarse racista el empleo del término "negro"? Creo que no. En cambio, considero ofensivos los eufemismos, tan políticamente correctos, que nos quieren imponer los meapilas:
Sub-sahariano (término de localización geográfica con prefijo, éste sí, despectivo, por mucho que también tenga la acepción debajo de).
De color. ¡Cojones! ¿De qué color? ¿De color negro? Con lo que volvemos al principio.
-No, está claro que éste no es un relato erótico. Y, de momento, de interracial no tiene más que el origen de los protagonistas. A los indignados lectores que no me perdonan semejante osadía, la recomendación de siempre: protesten airadamente con profusión de terribles, pero ahórrenme sus comentarios. Del resto, si es que aún queda alguno, serán bien recibidas críticas y collejas.
-Sí, el personaje de Lao Li Mai procede de la extinta serie de Las Voces, aunque trasladado de época. No soy un experto en historia china antigua y tenía graves problemas de ambientación. Por otra parte, la masacre incidente, según algunos- de la plaza de Tianammen y la represión posterior, me escuecen.