La Bella y la Bestia (2)
Segunda y última parte del cuento perverso.
-¡Maldita sea! -Maxim lanza el crisol, que se estrella contra la pared y se rompe en mil pedazos-. ¡Maldita zorra!¿Cree que puede hablarme así? ¿Que puede...tocarme o mirarme así? Se lo tiene merecido, se lo tiene merecido...
Olores y humos extraños se escapan por la chimenea de la cámara situada en la torre más alta, donde se encuentra el laboratorio de alquimia, pero nadie puede verlo. Ni siquiera los sirvientes ya que hace horas que abandonaron el castillo. La Luna Llena es inminente, saben de la maldición y le tienen pánico a la bestia, por eso hasta que pase una quincena, hasta la Luna Nueva no vuelven por el castillo.
Maxim abre el atanor, extrae con cuidado los pedazos de cristal de Bierj, ahora fundidos en uno sólo en forma de estrella y lo coloca en el centro de la paleta del kerotaxis. En la parte inferior deja caer con mucho cuidado las lágrimas negras y solidificadas de Bella, para que al calentarlas desprendan sus vapores, se condensen en la parte superior e impregnen bien el cristal.
Contempla abstraído el proceso, furioso consigo mismo por haber perdido el control con la chica. Lo más seguro es que si no recibe pronto atenciones, no sobreviva a su castigo brutal.
-No. No lo voy a permitir. No voy a dejar que muera. Sería demasiado fácil, demasiado bueno para ella. Quiero que siga viva, que me siga comiendo la polla, quiero follarla de nuevo cuando me apetezca, quiero que se arrastre, volver a ver esa mirada de odio y de miedo mientras le vuelvo a romper el culo y la destrozo de nuevo a golpes. Pero lo primero es lo primero, para eso tengo que seguir siendo yo, he de evitar la transformación. ¡Tengo que romper de una vez para siempre esta puta maldición!
Echa un vistazo al cielo por la aspillera. Está a punto de anochecer y la Luna aparecerá en todo su esplendor. Sonríe mirando la estrella de cristal. Ahora es, si cabe, mucho más oscura que antes. Es como si absorviera la luz que la rodea y se precipitara a un pozo sin fondo de negrura infinita. Toma la estrella, engancha una de sus puntas a una cadena de plata y se la cuelga al cuello.
El amuleto ya está terminado. ¿Debería sentir algo? Bueno, en unos minutos comprobará si ha funcionado.
Maxim siente, sí siente algo... Un extraño estremecimiento. Un temblor se apodera de todo su cuerpo. Por la aspillera puede verse la Luna, llena, redonda, magnífica. La luna maldita de Maxim. Las convulsiones le hacen perder el equilibrio y cae al suelo. Mira sus manos y contempla horrorizado como se convierten en garras de uñas afiladas y se cubren de espeso vello negro.
Intenta hablar, pero ya sólo un rugido puede salirle del pecho. Cae al suelo poseído por las cada vez más violentas convulsiones. Con las garras se araña el pecho, los brazos y se arranca la ropa que está empezando a ceder por la presión. Es una horrible tortura, se le tensan al máximo los miembros, cada una de las fibras de su cuerpo hasta romperlas. Se le quiebran todos los huesos y se reunifican de nuevo. El dolor es tan extremo que llora lágrimas de sangre, sufre una intensa hemorragia nasal y aulla como loco hasta que pierde el conocimiento.
La transformación ha tenido lugar. El amuleto forjado con los poderosos cristales de Bierjs y aderezado con las lágrimas amargas de una inocente parece no haber funcionado. Cuando recupera el sentido, girones de ropa rasgada y manchada de sangre yacen en el suelo. Ya no es el atractivo Maxim, ya no es ese príncipe de ojos oscuros y rostro hermoso, ya no es ese hombre de rasgos nobles y cuerpo atlético.
Ahora es un monstruo.
El animal huele la sangre. Huele a dolor. ¿A muerte? Olfatea el aire, las aletas de su nariz se dilatan y sigue el rastro del olor hasta la sala de ceremonias, en el piso inferior, bajando desde la torre del homenaje. Allí está. Puede verla ya.
Bella permanece atada a la viga del techo, con las manos sobre su cabeza. No... No puede más... Ya no puede soportar tanto sufrimiento, tantas vejaciones. El gruñido inhumano a pocos pasos de ella le hace abrir los ojos.
Es... ¡Es una bestia aterradora! Sostenida sobre sus patas traseras alcanza casi los siete pies de altura, tiene el pelaje oscuro, es un descomunal licántropo de ojos refulgentes, grandes fauces y enormes colmillos. Y se aproxima gruñendo de forma amenazadora.
-Ooooh... Dioses... -Bella ya no tiene fuerzas para gritar.
Un certero zarpazo sesga las cuerdas que la mantienen atada y Bella se desploma de lado en posición fetal sobre la alfombra. La bestia se abalanza sobre ella y Bella no puede reprimir un quejido de horror. Aprieta los ojos con fuerza y desea que al menos sea rápido, que la mate primero y que no la devore poco a poco.
El animal se aleja un poco, puede oler su miedo. Y la sangre... Demasiada sangre. Contempla la espalda cuarteada, destrozada a latigazos, los mordiscos en los pezones, el ano devastado por las múltiples penetraciones violentas. Acerca el hocico y puede percibir al menos el olor de los restos de los fluídos de siete hombres en el cuerpo de la joven.
Bella, temblando de pánico, siente el resuello ardiente en su espalda, el gruñido inquietante, y la lengua. en su piel. La lengua es cálida, pero la sensación es extrañamente fresca.
El animal lame suavemente las heridas de su espalda y éstas se van cerrando y sanando milagrosamente. Bella siente cada lametón como un bálsamo sedante que la libra de todo dolor. Y no es sólo eso... La joven empieza a sentir más, mucho más... Una especie de gozo inexplicable, un deseo intenso de que esa lengua no se detenga, que continúe lamiendo cada palmo de su piel.
La bestia pasa la lengua por el ano con una delidadeza extrema. Bella eleva un poco las caderas, y la punta de esa larga lengua llega hasta la entrada de su sexo, a su clítoris, y sigue lamiendo repetidamente.
Para el animal el aroma y el gusto es placentero, mucho más que el sabor de la sangre. Mmmmm... No quiere ni puede detenerse. Tiene que seguir chupando, lamiendo... Llenándose las papilas gustativas y olfativas de ese deleite maravilloso, de ese jugo de esa criaturita que es increíblemente sabroso y sigue lamiendo con fruición.
-Síii... Síiii... Mmmmmm...-susurra Bella completamente ida, en estado febril.
Sube más el culo, hasta ponerse a gatas. El aliento le quema entre las piernas; los dientes afilados le rozan la vulva, el pubis, las nalgas; la lengua húmeda y rápida se desliza contínuamente desde el clítoris hacia el ano, y sigue lamiendo, sin parar.
La chica piensa que lo más probable es que su estado mental esté completamente trastornado por lo ocurrido, porque no puede entender lo que le sucede. Por una parte tiene un miedo atroz a que esos dientes se le claven y la devoren, pero por otra parte no puede controlar ese deseo que la consume, que la hace jadear y mover las caderas de forma desbocada hacia esas fauces.
El orgasmo la deja extenuada, con la cabeza apoyada contra la alfombra, las piernas temblorosas y sin aliento. Se siente bien, extraordinariamente bien, como si su mente estuviera flotando entre brumas de felicidad. Sonriendo, cierra los ojos y se queda dormida.
Bella despierta confusa. Reina la más completa oscuridad en la sala. La cera de las velas se ha consumido así como el fuego de la chimenea también se ha apagado. Es frío es extremo. Está congelada, tiritando desnuda sobre la alfombra.
-Es posible que ya esté muerta, la muerte debe ser fría. No siento ningún dolor, sólo este frío. Tengo tanto, tanto frío. Sí. He tenido un sueño mortal. Soñé que un hombre me mataba y un monstruo me daba la vida.
Entonces oye el gruñido y ve esos ojos amarillos que brillan en la oscuridad. No fue un sueño ni una alucinación. El monstruo sigue allí, con ella.
Ahora Bella está completamente lúcida y puede verle bien, de pie, sobre sus dos cuartos traseros, las mandíbulas abiertas, la lengua húmeda que sobresale de la boca, el vapor cálido y blanquecino de su respiración agitada, su pecho enorme y peludo y más abajo... Más abajo es imposible no impresionarse con ese enorme miembro rígido, descomunal.
Bella recula, alarmada, cuando esa especie de engendro diabólico con esa aparatosa erección se aproxima ahora a cuatro patas.
-No... No... Por favor, por favor.. Por favor, por favor, eso no, no, no... Eso no... Otra vez, no... Por favor, por favor...
La bestia se detiene, se alza en posición bípeda y gruñe de forma amenazadora, mostrando los dientes. Respira hondo y el potente aullido que brota desde el fondo de su pecho hace gritar de terror a la joven.
-Nooooo... No me mateeees... -susurra la joven aterrorizada.
El miedo hace que sus músculos se tensen, Bella respira agitadamente, la adrenalina riega su torrente sanguíneo inducida por el pánico, y pierde todo el sentido de la razón. Sólo actúa el instinto, y tanto en los animales como en los seres humanos no hay mayor instinto que el de la supervivencia.
La chica contempla como su mano se acerca al monstruo, como si no fuera suya, como si hubiera perdido el control y actuara por su cuenta. Y esa mano pequeña se aferra al gran miembro de la bestia como si un impulso nervioso ajeno a ella se propagara hasta el extremo de su brazo. Así, como un acto reflejo, involuntario, comienza a masajear suavemente el miembro firme de la bestia desde su funda.
Cien años. El gran lobo lleva más de un siglo sin ningún contacto con otro ser vivo, recluído en ese castillo sin más compañía que los pequeños animales que caza en el jardín para sobrevivir, cien años en la más absoluta soledad, y ahora esto... Pero... ¿Qué es esto?
Pues esto es una criaturita extraña, pequeña, desvalida, sí, pero le está produciendo un placer indescriptible. La mira mientras ella sigue masturbándole, aumentando la intensidad del movimiento de su mano. Verdaderamente es una criaturita bastante feuchilla, muy canija. Casi no tiene pelo que cubra su ridículo cuerpo lampiño, pero algo tiene que le excita, algo que desafía su lógica animal y que hace que desee montarla ya, con urgencia.
De improviso la bestia ruge y empuja a la joven. Esta grita y cae al suelo e intenta huir gateando, pero la bestia la agarra con la boca de un tobillo y la atrae hacia sí. La joven se revuelve y se retuerce, pero el rugido brutal la vuelve a dejar paralizada. Se queda en esa posición, a gatas, sintiendo el aliento húmedo en su oreja, las garras afiladas sobre sus hombros manteniéndola inmovilizada. Nota ya la cabeza de la enorme verga rozando la entrada de su vagina, traga saliva y aprieta fuerte los ojos. El gran lobo agarra impulso, las garras se le clavan en los hombros y Bella vuelve a gritar.
La chica espera un tiempo para calmarse, para intentar recuperarse. Las piernas le tiemblan tanto que casi no pueden sostenerla. Con el corazón latiendo a mil se levanta y sale por la puerta. Todo desierto, ni un sirviente, ni Maxim. Nadie.
Baja corriendo las escaleras hasta llegar al patio de armas. Allí el silencio sepulcral es roto por un aullido. Le tiene frente a ella bebiendo agua del aljibe.
Bella se oculta tras una columna con el corazón en un puño. Amparada por la oscuridad se asoma un poco para verlo bien. Es realmente enorme. Sus ojos relucen al reflejarse en ellos la luz de la luna, manteniendo la mirada fija en su dirección.
El monstruo la ha olido, sabe que está ahí y se le acerca de nuevo, ahora despacio, mucho más tranquilo. Se pone a cuatro patas y lame sus manos, ronroneando.
Sí... Quizá fuera por el frío. Por ese frío mortal que le hacía temblar y estremecerse por fuera o por ese frío mucho más crudo que le oprimía el corazón por dentro. Es lo que se dice Bella, tumbada en la alfombra del suelo de la biblioteca, al lado de esa Bestia, refugiada en el calor que despide su cuerpo. No entiende bien lo que sucede, pero pudo sentir como una especie de vínculo, una energía magnética que la atraía de nuevo irremisiblemente hacia ese... monstruo.
Y es que a su lado no siente ese frío.
Porque lo cierto es que esa primera vez, aunque Bella gritara que no, lo que en realidad su mente, su corazón y su cuerpo gritaban dentro de ella era que no se parase, que no dejase de embestirla así, tan fuerte. Las uñas de las garras arañaban su espalda y un escalofrío de placer recorría su cuerpo. La bestia la llenó toda, su vagina se contraía de gozo invadida y saturada hasta el nudo, sintiendo todo el calor, todo ese manantial ardiente, toda esa lava de volcán que hizo que el frío que le atenazaba se calmara, el hielo que rodeaba su alma se derritiera y sintió esa felicidad de nuevo, que hizo que temblara y se estremeciera de gozo bajo ese enorme cuerpo peludo.
Bella se incorpora un poco y le contempla mientras el animal resopla a su lado. Es un ejemplar magnífico de.. de lo que sea. Su pelaje es tan suave, su aspecto es tan salvaje y a la vez tan.. hermoso . Sí. Es soberbio.
Las manos de la joven siguen tocando la suave y mullida piel del animal. El pecho es blanquecino, ancho y profundo. Todo su cuerpo es musculoso y compacto, del cuello grueso pende un precioso medallón en forma de estrella oscura. Bella observa las mandíbulas potentes, las orejas puntiagudas, los ojos grandes, ovalados que la miran con fijeza, ya despierto. Bella sigue acariciando el torax, sigue bajando la mano. Inclina la cabeza entre sus cuartos traseros y siente el rugido hondo en el pecho del animal que se estremece de placer cuando ella decide reemplazar la funda que resguarda su verga por su boca.
La chica corre desnuda riendo por el jardín y Lobo la persigue saltando a su alrededor. En un momento dado, el animal la tira al suelo y se abalanza entre sus piernas.
-Nooo... Ahora no Loboooo ... Estate quieto... ¡NOOOOOOO! -protesta Bella y Lobo se detiene y gruñe-. Bueno... Síiii... ¡¡¡Eeeeehhh!!! ¡¡No te pares ahora!! Mmmmmmmmm...
Lobo la vuelve a mirar, gruñe de nuevo y sigue lamiendo entre sus piernas. No comprende a esa criaturita que en la mayoría de las veces no sabe lo que quiere. O es que no, o es que sí. Y para él siempre es que sí, lo sabe porque puede olerla, huele su deseo, y ese aroma le vuelve loco, el celo se apodera de él. Querría tratarla con más delicadeza, sabe que es más frágil que un cachorro, pero el instinto es superior. Y ahora la monta con frenesí, se deja llevar, no consigue controlarse y la criatura acaba unida a él durante mucho rato y con la espalda llena de arañazos, aunque enseguida lame las heridas, que sanan inmediatamente.
Y es que ella tiene esa forma de mirarle, es esa voz tan dulce, su olor, su boca, eso que le hace con la boca... Mmmmm... Y sus caricias... Y su manera de temblar cuando se queda quierecita esperando que la monte, toda ansiosa... Lobo sabe que aunque sea él quien la monte, no es él quien la posee, sino que es al contrario. Ella tiene todo el control y él hará todo, todo lo que ella le diga, todo lo que ella quiera. Daría todo por ella, incluso su vida si fuera necesario. Moriría por ella. Mataría a cualquiera que intentara hacerle daño.
-Tú le mataste, ¿verdad? Subí a la torre y vi las ropas manchadas de sangre. Supongo que los sirvientes huyeron al verte. Él no era bueno, era un monstruo. Maxim era un monstruo. Y tú... Tú... No sé lo que eres tú, no eres humano, pero sé lo que siento por ti. Es posible que sea una degenerada, una loca.. No lo sé. Pero no puedo controlarme por mucho que lo intente. Ahora mismo estoy unida a ti, llena de ti, hasta que aflojes. Pero aunque me separe físicamente, sé que sigo pegada a ti. Hay una fuerza de atracción que me ata a tu ser, que me domina y que no puedo resistir. Y sé que tú sientes lo mismo. Por eso créeme cuando te digo que volveré. Tengo que irme, pero será por poco tiempo. Volveré.
El aullido intenso es tan desgarrador que corta el aire. Lobo ha vuelto de cazar en el jardín y ella ya no está. Corriendo, aullando, gruñendo, recorre el sendero y llega hasta el portón de entrada del castillo, pero la maldición no le deja salir. Su cuerpo choca contra una pared invisible que le propina una descarga de energía mágica que le lanza de rebote contra el suelo. Sigue intentándolo una y otra vez, hasta que la última descarga es tan fuerte que lo deja en tierra malherido. Una lágrima resbala y cae sobre el medallón en forma estrellada, que de pronto emite un haz de luz centelleante que se clava en el pecho del animal.
Bella camina por el Bosque Negro llorando. Al menos ha tenido la oportunidad de estar con él antes de que muriera. Le encontró en unas condiciones lamentables, había perdido mucho peso, ni comía ya, estaba débil, desnutrido, tan enfermo. El dolor y el remordimiento le había destrozado.
Pero al menos a ella le queda el consuelo de que pudo hablar con él, pudo aclararlo todo, decirle a su padre que le quería, que lo entendía ya, que él no tuvo culpa. Aún recuerda sus palabras, y su vergüenza, el no poder mirarla a los ojos:
-Hija, fue él -El padre de Bella intenta explicarse-. Me dijo todo lo que les haría a tus hermanas si yo no... colaboraba. Yo no quería, hija, nunca he pensado en ti de esa manera... Y ellas son unas niñas. Iba a matarlas. Maxim, ese hombre... es un animal, un sádico perverso, él me dijo... Oh, dioses, no sabes todo lo que dijo que les haría... Las he mandado a Paris, con tu tía Claudia, para que no estuvieran a su alcance. Hija, Bella, hija mía, me moría al pensar que... Que tú seguías a merced de ese monstruo por mi culpa, me moría al recordar lo que te hice, y al pensar que pudieras creer que yo... que yo... Ahora puedo morir tranquilo. Puedo morir tranquilo.
Y Maurice sonrió levemente. Bella le abrazó llorando y el corazón de su padre dejó de latir.
Ahora la joven vuelve al castillo. Sus hermanas estarán bien con su tía Claudia, pero ella no quiere ir a París. Tiene que volver. Sólo tiene un pensamiento en su mente. Abrazar a Lobo. A su Lobo. Hundir la cara en la suavidad de su pelo, aspirar su aroma y quedarse así, sintiendo su calidez. Bella está tan absorta en sus pensamientos que no se ha percatado de que la están siguiendo.
-Vaya, mira lo que tenemos aquí, nuestra querida Bella -Uno de los magos, Alfa, aparece de repente ante la muchacha.
Bella grita, intenta huír, pero es imposible. Delta y Ganma la sujetan y los otros tres, entre risas, le arrancan la ropa y la dejan desnuda. Alfa se acerca con un collarín magnético con una cadena y se la pone al cuello.
-Quietaaaa preciosaaaa... Ahora eres nuestra. Nuestra mascotita. Y las mascotas no llevan ropa. No. No hables -Alfa hace un movimiento con la mano, musita un conjuro, y Bella se queda muda. No le salen las palabras-. Con este conjuro no puedes hablar, casi ni pensar... jajajaja... Para evitarnos complicaciones, nadie en nuestra morada verá en ti otra cosa que una perrita, cuando te miren nuestros sirvientes no te verán a ti, sino que verán un animal. Y es que ya no eres una persona: eres una perra. Nuestra perra.
-Shhhhh.. calla, no berrees, perrita -prosigue Epsilon-. Las perras no hablan, ni piensan. No es necesario. Sólo obedecen. Si eres una buena perrita y obedeces fielmente a tus amos, te trataremos bien.
Cuando va a acariciarla, Bella le muerde la mano furiosa, y Epsilon le cruza la cara de una fuerte bofetada ante las risas de los demás magos.
-No. Noooo... No muerdas, perra mala. Tendremos que domarte para que nos obedezcas y nos complazcas en todo. Unos cuantos días en la jaula de nuestros mastines y verás como te vuelves mucho más mansa -Beta le pellizca el culo, todos los demás también se rién. Alfa tira de la cadena del cuello y Bella se revuelve, pero el mago tira más fuerte y no tiene más remedio que seguirles a su casa.
-Vamos, perrita, abre un poquito más la boca. Así... Quietecita... Mmmm.. ¡¡Cómo te voy a follar la boca!! Eso es, te estás portando muy bien, mmm...
Beta se dedica a meterle el miembro hasta la campanilla, sujetándola por el cabello, llega el momento en que se lo mete tan fuerte, tan rápido y tan profundo que Bella lagrimea y se atraganta, sofocada, sin respiración. Entonces llega Alfa y le abre las nalgas.
-Espera, hombre -protesta Beta- que ya termino yo, que vas a hacer que se mueva y me desconcentras... Mmm... Me corrooo.. Trágatelo, vamos... Ahhh... -Bella tose atrangantada intentando tragar el semen que sale a presión contra su paladar, y los magos se ríen.
-Buena perrita... Eso es.... Ven aquí -la joven va a gatas por el suelo hasta llegar al sillón donde se encuentra Delta, que la espera con el miembro bien erecto. En las mismas condiciones está Alfa a su lado, de pie, esperando.
-Así me gusta, que vengas arrastrándote ante tus amos. Ya eres toda una mascota fiel.
-Vamos, salta a mi regazo, preciosa. No te quejarás que no te tratamos bien, te vamos a hacer disfrutar el doble en la mitad de tiempo. Aprovecharemos bien tus agujeritos. Ahora tu coño para mí, y el culo para mi colega Alfa.
Aún no se ha sentado bien sobre el miembro de Delta que siente como Alfa la inclina hacia adelante, le abre las nalgas y le introduce el miembro por el ano.
Y Epsilón y Gamma esperan su turno.
La escena se desvanece y el espejo vuelve a reflejar la imagen del hombre. Sí. Es un hombre.Ya no es una bestia. Despertó en el jardín con su forma humana; el amuleto estrellado por fin parece haber funcionado.
Maxim palidece, aprieta los puños, tuerce el gesto crispado y en un arrebato de ira casi está a punto de romper el espejo mágico de un puñetazo. Hijos de puta. Cabrones, hijos de puta... Son las palabras que salen de la boca de Maxim, como una letanía furiosa, o más bien como una sentencia mientras baja raudo las escaleras, ensilla su caballo y, tras cien años sin poder abandonar el castillo, Maxim se lanza al galope, atraviesa la verja y se adentra en el bosque negro, hacia la morada de los magos.
Desnuda, recostada sobre la alfombra, al lado del fuego, Bella recuerda a Dupin. Su perrito Dupin. Cuando era niña ella le cuidaba, le protegía, le proporcionaba alimentos, le daba cobijo para que no pasara frío. Dupin sólo tenía que jugar con ella, dejarse acariciar, entretenerla, obedecer cuando lanzaba el palito. "Ve a por él, Dupin... Eso es. Buen perrito..." "Y ahora te pongo la correa y daremos un paseo".
Eso es ella. Un animal de compañía con collarín en el cuello y cadena: una mascota al servicio de sus amos. La alimentan bien, no la maltratan, no la muelen a golpes, no pasa frío... Sólo debe jugar con sus dueños cuando ellos quieren divertirse. Sin hablar, sin pensar, sin protestar. Sólo obedecer. Chupa, lame, muévete, éstate quieta, deja que te toquen, que te penetren por donde quieran, cuando quieran y como quieran. Son los amos, ellos mandan y tú obedeces; porque sólo eres un animal. Y te sacian con comida, y te saturan con su semen y tú te sientes cada vez más vacía...
Sí, mi pobre Bella. En tu corazón hay un hueco vacío y en tu alma un pozo negro sin fondo donde se oye de vez en cuando el eco de un aullido de lobo.
Lobo... Lobo... Loboooo... Se acerca y acaricia su lomo suave y peludo, Oh, dioses, sí, es su Lobo... Su hermoso y fiel Lobo... pero antes de poder abrazarle unas manos la arrancan cruelmente de su sueño. Abre los ojos y gira la cabeza.
Es Maxim.
Su pecho vacío se colma ahora de terror, originando una presión insoportable que la deja sin sentido.
La chica permanece desnuda, atada sobre la cama, con la mirada extraviada. De vez en cuando fija la vista en el hombre, se estremece y solloza. Maxim se sienta a su lado.
-No les maté. Quise hacerlo, pero al final no lo hice. Gracias al Cristal he recuperado todos mis poderes y con mucha más intensidad. Les convertí en perritas en celo y están en la jaula de los mastines. Cinco perritas lindas con nombres de letra griega -hace un intento de acariciar la cabeza de Bella, pero se retiene cuando ve el terror en sus ojos-. Sin embargo, a pesar de mis poderes, no logro recuperarte a ti. Gritas y lloras si me acerco demasiado, y tengo que mantenerte atada para que no te hagas daño a ti misma y yo... No sé qué puedo hacer...
Bella tiembla de nuevo y solloza. En su mente nublada sólo hay algo que la mantiene aún despierta a la esperanza; es el único hilo que la ata a la cordura. Ver aparecer a Lobo. Necesita a su Lobo. Sabe que no ha muerto, que sigue vivo, lo intuye, siente su presencia cerca. Lobo vendrá y la salvará de ese malvado. Lobo, Lobo, Lobo, Loboooo....
-Sé lo que hice. Sé lo que te hice. Sé lo cruel y perverso que fui contigo, lo recuerdo todo para mi mortificación. Tienes que intentar entenderlo, Bella, por favor... Una maldición me dividía en dos. Yo era Maxim, mi aspecto era humano pero era una fiera inhumana, perversa y sin sentimentos por dentro; pero ¡Mírame! ¿No lo ves? ¿No me ves? También soy el Lobo, esa fiera de aspecto horrible pero que te ama con locura y que daría la vida por ti.
Maxim no puede evitar la violenta erección que le oprime la entrepierna al contemplar el cuerpo perfecto y desnudo de la joven que permanece atada... Esos pechos firmes, esa piel de seda, ese vello suave entre las piernas...
-Ay... dioses... No sabes lo difícil que es esto para mí. Hay una parte de mí que ansía acariciarte, abrazarte, amarte... Jurarte que nada ni nadie te hará daño nunca más. Pero... Pero ese otro yo sigue dentro de mí. El otro Maxim, ese ser horrible que conociste no ha muerto. ¡Sigue viviendo aquí! Sólo tú puedes hacer que muera, que desaparezca para siempre, sólo diciendo lo que necesito oír, lo que siempre he necesitado oír. ¡Bella!
El hombre la toma por los hombros y la agita a ver si ella reacciona... Pero al tocarla, los ojos se le oscurecen con la negrura de la maldad. Las manos manosean los pechos de la joven y esa sonrisa cruel se asoma en su rostro al ver su mirada de terror.
-Qué hermosa eres Bella... -su tono de voz baja unas octavas y se acerca tanto a ella que puede respirar su miedo- Eres tan hermosa e indefensa como un cachorrito... ¿Sabes lo que más desearía ahora? Pues ahora lo que más desearía es obligarte a que me chuparas la polla, así tal y como estás, para hundirla bien en tu garganta. Luego desataría tus piernas y las subiría, dejando tus rodillas pegadas a tu cabeza. Te destrozaría el culo sin perderme ni un detalle de las expresiones de dolor de tu rostro, y luego, después de correrme... Mmmm... Te sorprendería saber la cantidad de juegos perversos que tengo pensados para ti. Follabas con la bestia, te gustaba follar con ese animal, ¿verdad? Sí, eres una zorra, una zorra asquerosa que le gusta montárselo con animales. Pues vas a ver lo complaciente que soy. Puedo satisfacer esos vicios tuyos esta noche, en la cuadra. Te encantará chuparle la verga a cada uno de mis sementales y dejar que te monten por el coño o por el culo con sus enormes...
Sobresaltado, Maxim, agita la cabeza como si despertara de una pesadilla, salta de la cama como impulsado por un resorte, y mira a la joven que se agita en la cama angustiada. Sin decir nada más abandona la habitación.
Gotas de sangre y dolor en unas calzas infantiles; el niño lava su prenda manchada de sangre y su vergüenza en el río, y el conde de Marais, su padre, se aleja subiéndose los pantalones.
Pero el agua no es suficiente, no hay ríos en el mundo que ahoguen ese sentimento que mancilla su alma, ni esas palabras de desprecio de su progenitor: "Es por tu culpa, es tu castigo, no eres un hombre, eres una nenaza. Llora, llora, nenaza, que me das vergüenza. Los hombres no lloran, son duros, no sienten piedad. Son fuertes, valientes... Pero tú eres sólo una nena, y las nenas sólo son agujeros para follarlos..."
Rojas gotas de sangre en sus manos cuando arranca el corazón de su padre. El conde de Marais yace en su lecho con el pecho abierto por un cuchillo que empuña su hijo Maxim. Pero esta vez en la sangre no hay dolor, ni vergüenza, ni culpabilidad, ni lágrimas. Ya no. Los espíritus malignos atendieron sus deseos y en su corazón sólo hay frialdad. Es todo un hombre, y los hombres no tienen compasión ni piedad. Ya no es una nenaza. Es un hombre, y los hombres no lloran.
Maxim despierta de su pesadilla. Un sudor frío baña su cuerpo y una exhalación de fuego baña su alma. Sí, síii... Las nenas sólo son agujeros para follarlos, y él tiene ganas de follar, entre otras cosas, y una nena, una preciosa nena a su plena disposición para divertirle.
Gritos. Hay muchas clases de gritos. Gritos lastimeros, de terror, de angustia, de dolor, de desconsuelo.... Gritos agudos, desesperados, intensos, desquiciados, desgarrados... Maxim, en su agitada vida de incursiones y saqueos a los poblados ha oído toda clase de gritos. Pero ese grito...
El grito de Bella fue todo eso y mucho más. Maxim se paralizó al oírlo. Se aproximaba a ella desnudo, con esa mirada diabólica y esa sonrisa cruel que torcía su gesto. Pero no fue su rostro, ni su imponente erección, ni la fusta que blandía en su mano derecha, ni el ramo de rosas rojas que llevaba en su mano izquierda lo que le provocó ese alarido a la chica.
Fue el medallón. Bella gritó al ver el amuleto de cristales oscuros con forma de estrella que lucía en su pecho, el amuleto de Lobo, de su amado Lobo.
Los animales y los espíritus del bosque enmudecieron de repente. Las hadas lloraban de pena y los dioses se miraban desconcertados. Donde hubo en un tiempo un corazón puro y compasivo de mujer ahora solo existía una fiera delirante. Una loba herida.
-Le has matado... Le has matado... -musita la joven con los dientes apretados, los ojos de Bella lucen con un brillo febril extraño.
Maxim reacciona y se acerca de nuevo. Deja en un extremo de la cama el látigo y las rosas. Con una mirada cargada de energía mágica, los nudos que atan las piernas de la joven al pie de la cama se deshacen, la cuerda se tensa hacia arriba y luego hacia atrás, hasta llevar sus tobillos hasta el cabezal de la cama, dejando sus piernas flexionadas y bien abiertas.
-Estás... Distinta. Noto algo diferente en ti. Algo que... -Maxim acaricia con suavidad sus piernas y el vello de su pubis-. La piel te arde, tanto como tus ojos, que están encendidos... ¡Dime lo que tienes! Dime qué hay en ti que me obsesiona, que me vuelve loco. ¡Mírame! Me duele la polla, me duele de las ganas que tengo de follarte. Lo deseo tanto, deseo tanto follarte, por el coño, la boca, por el culo... Por donde sea, pero lo deseo tanto, tanto, que me duele.
Los labios de Maxim se acercan a sus pechos y su mano continúa en su entrepierna. Bella cierra los ojos, pero contrariamente a lo habitual, esta vez no le muerde. No. Esta vez no hay mordiscos en sus pezones ni pellizcos en su clítoris. Esta vez es mucho peor.
-No, no me hagas esto... Hijo de puta... Esto no... Noooooo... ¡NOOOOOOOO!
Pero por mucho que la joven grite y se revuelva, Maxim no se detiene. Sus manos la acarician con suavidad, su boca lame los pezones endurecidos con afán, pero con delicadeza. Su lengua recorre su vientre, besa su ombligo, y sigue la ruta hacia el sur. Sopla entre el vello púbico con aliento cálido y abre los labios con suavidad. La lengua rodea ese sensible bultito una y otra vez. Desliza el capuchón con sus labios y sigue lamiendo con la punta, haciendo pequeños círculos, primero despacio, como tentando, luego con toda la lengua de abajo arriba, y continúa aleteando con suavidad en el clítoris.
-Noooooo... Pégameeeee... Hazme lo que quieras... Hazme daño... Pero esto nooooo.... Aaaah...Aaaah -Bella jadea. Intenta no sentirlo, pero es imposible no sentir nada ante esa lengua hábil que no para, que no para, que continúa lamiendo con destreza, que no descansa, que no se detiene en su empeño de hacerla sentir, de forzarla a sentir, hasta que ella se corre en su boca-. Aaaaaahhhhhhhh....AAAAAAAAAH!
-Por todos los dioses, qué mojada estás -Sonriendo Maxim deja ya de lamer e introduce un dedo despacio en su vagina- Mmmm... Y qué caliente... Aún te estás contrayendo de gusto, zorrita...
-Eres un cabrón hijo de puta -Las palabras de la joven son tan frías como ardiente está su cuerpo-. El ser más odioso y despreciable que ha existido jamás. Juro que te mataré... Lo haré...
Sus amenazas no hacen mella en el ánimo del hombre, que ahora se inclina sobre ella. Los nudos de las cuerdas se deshacen y las piernas de la joven se atan rodeando la espalda del hombre. El extremo de su miembro roza la entrada de su vagina.
-Te he follado muchas veces, muchas... Pero nunca así, mirándote a la cara. Mírame.
La ira centellea con más intensidad en la mirada de la joven cuando siente el miembro rozando su sexo. La furia la enciende de nuevo, pero esa misma rabia sigue prendiendo esa llama de deseo que le provoca tanta repugnancia y aversión como un arrebato frenético de excitación, de ardor sexual en sus entrañas cuando él la penetra despacio, acariciando sus cabellos, sin dejar de mirarla.
Le odia más que nunca, porque él sigue, sigue así, acariciándola, mirándola con ternura mientras su miembro encaja entre sus piernas como una pieza perfecta, que ella ansía con delirio, que le atormenta cuando sale de ella, y que anhela desesperadamente que vuelva a hundirse con fuerza en su interior.
Maxim intenta besarla, pero Bella le muerde los labios, haciéndole sangrar, lo que provoca que el deseo se agudice en ambos y los jadeos intensos se conviertan en gemidos. Bella siente de nuevo el torbellino del orgasmo que la embriaga y llora de rabia.
-Dímelo... Hazlo... Dímelo... Por favor... -El hombre puede sentir su fuego, el calor húmedo que despide el interior de su sexo, las contracciones del orgasmo que le abrazan y oprimen el miembro duro y ansioso, está a punto de correrse, pero sigue insistiendo- Dímelo....Sabes lo que necesito oír... Bella... Dímelo... Aaaaaaahhhhhh...
Se desploma sobre ella sudoroso y jadeante. El miembro emerge de nuevo de entre las piernas de la joven destilando semen y las palabras emergen del corazón ahora despiadado de Bella, destilando odio.
-Ni con carbones encendidos me obligarás a decirlo -la frialdad de sus palabras contrasta con el ardor febril de su cuerpo-. Sé lo que quieres oír... Sé mucho más de lo que imaginas... Lo sé todo. Siempre he podido ver en los corazones y ahora puedo verlo en ti. Nadie te lo dijo nunca, ¿verdad? Nunca. Jamás, en toda tu vida, nadie te dijo que te quería... ¿Y sabes por qué? Porque nadie te quiso nunca. Ni siquiera tu madre te amaba cuando eras niño. Ella sabía lo que estaba ocurriendo, le vio hacértelo, pero ella prefirió callar. No te ayudó, se hundió. Y tus lágrimas al quejarte la hundieron mucho más en el río dónde decidió perder la vida y abandonarte en manos de tu padre. Y tu padre... -la risa de Bella es cruel ahora-. Tu padre te quería sólo para follarte, nenaza. ¿Estás llorando? Los hombres no lloran, nenaza.
Maxim se incorpora y la oscuridad que anida en su corazón se apodera de él por completo. Alarga la mano y agarra la fusta. A punto de descargar el primer azote, se detiene y lanza el látigo contra la pared. Roza las mejillas de la chica, bañadas de lágrimas y con la otra mano toca su propio rostro también húmedo. Antes de salir, se quita el medallón en forma de estrella y se lo prende a la joven del cuello, al tiempo que hace que las cuerdas que la mantienen inmovilizada deshagan sus nudos y la liberen. Con los labios aún sangrantes por el mordisco, el hombre besa a la mujer, dejando en su frente unas pequeñas marcas como los pétalos de una rosa roja.
Con paso tambaleante pero firme en su propósito, Maxim camina por el adarve, en la parte superior de la muralla dónde se levantan las almenas, hasta llegar a la tronera. Allí se detiene y mira el cielo estrellado. Se estremece con los primeros temblores. La Luna reclama su forma de Bestia, ahora que ya no lleva el medallón oscuro que le protegía.
Bella le ha seguido por el terraplén hasta lo alto de la muralla. Observa su silueta atlética y de fuerte complexión apoyada en el muro. ... Aún así piensa que no será difícil empujarle al vacío si le coge por sorpresa. Es su oportunidad. Tal vez la única que tenga.
-No es necesario, Bella -Maxim se gira repentinamente, con el rostro algo desencajado-.Te ahorraré el esfuerzo... Yo... Yo te amo más que nada... Más que mi propia vida. Me prometí a mí mismo que mataría a cualquiera que te hiciera daño. Y el que te hace daño soy yo. Yo... Lo siento... No sé cómo decirte que... como decirte que...
Maxim se encoje de hombros y se deja caer desde lo alto del muro.
En el patio de armas yace en el suelo la forma quebrada de un gran Lobo y una mujer a su lado llora acariciando su pelaje y murmurando al oído lo que nunca le había dicho.
Desesperada, la joven grita y clama a todos los dioses, a todos los espíritus ofreciendo todo, cualquier cosa para volver a recuperarle.
Y los dioses y las hadas del bosque sonríen por fin y atienden sus demandas, ya que los hilos de sus destinos estaban unidos desde siempre, entrelazados desde antes incluso de que nacieran.
El medallón del cuello de la muchacha irradia una luz intensa, blanca luz de rayo de luna que les envuelve a ambos, a Bella y Bestia, en una aureola fulgurante.
El mozo de cuadras jura y perjura que no había probado ni gota de vino, que estaba completamente sereno cuando franqueó el portón de entrada al castillo, aunque el resto del servicio le mira con incredulidad. El muchacho jura que eran dos, dos bestias las que retozaban en el jardín, una un poco más menuda que la otra, pero que eran dos.
Se quedó paralizado del terror, pero esos monstruos ni siquiera se le acercaron, sino que se lanzaron a la carrera hacia la salida del castillo y se perdieron en el bosque negro.
Hoy en día hay quien asegura que les ha visto, otros afirman que han oído los aullidos de esa pareja de hermosos y enormes lobos... Algunos creen que cuando el cielo oscurece completamente por la ausencia de Luna, esos dos seres dejan de ser lobos para ser hombre y mujer... Otros dicen que han visto a una hermosa mujer montada por un enorme lobo...
Se dicen tantas cosas... Hay tantas leyendas sobre criaturas extrañas que habitan en el bosque negro...
Como esa otra de la ninfa Nerea que... Bueno... Eso sería otra historia...
FIN
COMENTARIO DE LA AUTORA:
No sé si lo habíais pensado, pero es curioso... Cuando decimos que alguien es un "animal", asociamos ese adjetivo con un significado similar a la brutalidad o la crueldad. Por el contrario, si es una persona muy "humanitaria", muy "humana", damos por hecho que es compasivo y bondadoso.
Creo que nos olvidamos que los animales matan o hieren a otros seres vivos únicamente para defenderse, o para proteger su territorio o para alimentarse...
Olvidamos que los únicos "animales" en toda la creación que matan y hacen daño por placer son los seres humanos.