La bella y el profesor
La joven y bella marina, pierde su virginidad con un desagradable profesor.
Su primera vez fue en una clase particular, en su casa, con un profesor de matemáticas, él había deslizado su mano sobre su pierna, dentro de la falda, subiendo sin detenerse.
Marina esa tarde no se cambió para recibir al profesor, permaneció con el uniforme del colegio, una falda a cuadros que ella igual que otras compañeras recogía un poco más allá de lo permitido y una blusa blanca que estaba desabotonada, no la abotono, le complacía al parecer que él la viera de esa forma rara que solía hacerlo.
La respiración del profesor estaba agitada, sus ojos desorbitados, la tocaba, ella sintió miedo, sentía miedo desde el inicio, desde la primera clase, el no admitía contradicciones, ni respuestas erradas, le exigía, la obligaba, las matemáticas debían entrarle como fuera.
El miedo se convirtió, en gotas lascivas, en pánico, mientras la mano subía tocando la tela suave de su ropa interior; la madre de Marina estaba en la casa, seguramente en su habitación, ella con la mano del profesor entre sus muslos blancos, sobando, subiendo, llegando hasta su tibio lugar. La acaricio suavemente ella sintió como se calentaba su cuerpo, la pena reflejada en el rostro se regaba sobre ella, su respiración se aceleró.
Estaba atrapada, el escuchaba su respiración, sabía que significaba, no lo detuvo ni dijo nada, palpitante, sintió su mano, la perturbaba que algo tan horrible la pusiera así, ese hombre estaba lejos de ser su tipo, el cuerpo la contradecía, estar sentada con alguien tan enorme, grotesco y además su profesor, hacía que se humedeciera y no entendía porque, él era desagradable, rayaba en la anarquía, con sus brazos gruesos, velludo, su barriga prominente y sus testículos gigantescos comprimidos en el pantalón de dril, todo le daban el aspecto de un animal salvaje, de algo arcaico.
El usaba lentes de botella que dejaba caer en la nariz, mirándola por encima de ellos, haciendo observaciones sarcástica o morbosas, un día le dijo con desprecio disimulado que las matemáticas no eran para todos, que habían mujeres que nacieron solo para eso... bailar, agrego que seguramente ella bailaba muy bien con esas nalgas, lo dijo sin inmutarse con la vos grave y ese tono tan neutro.
La manoseo esa tarde, con su madre arriba, desvergonzadamente. La trataba de esa forma tan alarmante, le dijo un día, mirándola con hambre -me gusta enseñarte solo cuando llevas el uniforme, aunque no te veas inteligente, te ves más dispuesta-. Rompía el límite, en otra oportunidad cuando ella regresaba de la cocina, antes de entregarle el agua que él había pedido, de la nada, turbándola, le dijo - las culonas son las más inteligentes ¿no entiendo por qué vos no lo sos?-, sus regaños solían terminar con una observación obscena, -si no podía usar la cabeza solo podría usar otra cosa- comento mientras fijaba la mirada en su pecho, la escandalizaba, nadie la trataba así, bueno casi nadie, su padre a veces se excedía, la regañaba, pero era diferente, era su padre.
había noches que la pasaba mal, inquieta sudando, dándole vueltas a las palabras del profesor, a su mirada obscena, a esa actitud que la hacía sentir menos aun cuando ella respondiera bien a los ejercicio de matemáticas. Pero como zafarse de todo esto si había mejorado en el colegio y su madre estaba encantada con el profesor, hablaba maravillas de sus logros y hasta su padre estaba orgulloso.
Ella varias veces sin querer fijo su mirada en la entrepierna del profesor. El primer día él se sentó invadiendo su espacio, abrió las desmedidas piernas acercándose más de lo recomendado, sus testículos eran verdaderamente enormes había pensado Marina, se notaban excesivamente, sintió miedo revuelto con vergüenza, seguramente su madre parada a su lado también los había visto, pero después ninguna había dicho nada. Un día la vio mirándolo, respondió tocándose, su verga se empalmo a medias y ella no pudo evitar imaginar que sujetaba aquel troco.
Se abrió paso con sus dedos corriendo el panti, palpo su humedad, no dejo de hablar, de explicar las ecuaciones, a ella las ideas se le amontonaban, el mundo le daba vueltas entre variables y pesadas sensaciones. Para sorpresa de ella se detuvo, -Ve a ver dónde está tu mama- dijo con cinismo, ella se levantó y fue, la encontró acostada, dormía, no la despertó. Bajo de nuevo, pensó por un instante que esto no podía estar pasando.
Ella era una de las preferidas en el colegio, no era como las otras, era popular, en pocos meses se había desarrollado considerablemente, ahora la miraban, la admiraban, la invitaban a salir, querían en todas partes su compañía. ¿y venir a caer con este? Se sintió sucia y mojada. Al terminar de bajar las escaleras quiso decir algo, pero no encontró palabras.
-¿Dónde está tu mamá?- le pregunto, sonaba tan tranquilo, como si no pasara nada.- arriba, durmiendo, cerré la puerta- respondió entrecortada, con un hilo de vos.
Sentado en la mesa la esperaba -Vas mal con la lección, debemos continuar-, ella se quiso acomodar pero vio que bajo la barriga él tenía la enorme verga desenfundada, flácida, gorda, a ella los ojos se le querían salir, se congelo de terror, allí de pie una gran gota bajo entre sus piernas.
Estiro la enorme mano y la atrajo, su nariz regordeta quedo incrustada en la blusa, al nivel del abdomen, podía olerla, -sí, goma de mascar y sudor-.. La abrazo, subió las manos por debajo de la falda, por atrás, sus nalgas eran lo más desarrollado en estos últimos meses, todos, hasta su padre se lo había dicho.
Las amaso con parsimonia, dejando que sus manos saborearan la tierna carne bajo el Panti, e introdujo dos dedos entre las nalgas, se perdieron, casi no alcanzaban "que nalgas tan sabroooosas", alargo las vocales en un murmullo grave, alzo más la falda, inclinándose un poco, sin soltar una nalga y pudo tener su boca cerca de la pelvis, sin tela que le estorbara lamió la fina línea de la vagina empapada, se relamió "mmmmmm" y lo volvió a hacer. Marina tenía los pantis en las rodillas.
A ella le fallaron las piernas. El continúo dando largos lengüetazos introduciendo forzadamente la lengua en ese tierna viscosidad. Que ella estuviera de pie se lo dificultaba.
La joven se sentía flotar en un mar viscoso, perdió el equilibrio varias veces. La sostuvo. No podía mantenerse de pie mientras le pasaba la lengua por allí, nunca le habían hecho algo así, ella sabía que debía tener cuidado con los chicos, más ahora que había crecido y se había puesto tan linda, su padre cuando la llamaba se lo decía, se lo recordaba, era su bebe, que no se dejara convencer con las mentiras de los jóvenes, que lo único que querían era su florecita. Pero el profesor nunca le dijo mentiras, al contrario era crudo, le decía cosas feas, algunas verdad, en cierta forma se parecía a su papa, que le hacía muchos reproches, porque no le iba bien en el colegio y solo halagaba que se hubiera puesto tan linda.
No la quiso sostener más, ella se desvanecía, aguzó el oído, nada, ni una mosca, la llevo con dificultad al sofá de la sala, tenía los pantalones desabrochados, la sentó y se paró delante de ella. Su verga estaba más dura, -agárrala- ordeno, no pudo evitarlo, lo hizo. Una noche en casa de su padre, durmiendo con él había sentido su riel, era lo más cerca que había estado de un miembro erecto, esa noche permaneció muy quieta mientras él la abrazaba, supuestamente dormían.
Ahora asía con su blanca mano, sin alcanzar a rodear del todo, la poya rechoncha del profesor, la incito a que lo masturbara, que bajara y subiera, retrayendo la piel, sorprendida le gusto la tibieza, el tacto de su tiesura, adueñarse de tanto. Ver el conjunto, la excito demasiado, las huevas descolgadas grandes más de lo que imaginaba, los bellos, el sobresaliente miembro.
Tomo su largo cabello y acerco su mástil a la boca de la inocente, ella lo toco con los labios y abrió la boca, enarbolada la verga palpitaba, no le cabía, el insistía mientras salía un leve fluido del glande enrojecido, le unto parte del rostro, la golpeo con el trozo de carne caliente. Ella jadeaba. De improviso la tomo del brazo y la arrastro a la cocina, marina le dejo hacer, se deshizo de la falda lanzándola sobre un taburete, los pantis desaparecieron, a Marina de pies, la volteo de espalda hacia él, contemplo las nalgas rollizas mientras ella se apoyaba en el mesón, la cintura estrecha, el color de piel blanco, puro, sin marcas, con la perfección de la juventud, sin que le importara el dolor, se arrodillo, -tienes el trasero más hermoso-.
Apretó, juntó, separo la carne de los nutridos glúteos, hundió su cara entre ellos, lamió el ano, ella dio un respingo, y siguió así un rato, pasando la lengua por el diminuto esfínter, saboreándolo, tocando la humedad de la hermosa conchita, ella gemía, las piernas le temblaban, se revolvía, él casi no aguantaba la erección. Apunto de explotar sudando a chorros se levantó con dificultad entumido y dirigió su garrote a la estrecha vagina, ella permaneció quieta temiendo lo peor, sintió que el introducía un dedo en su culo, mientras el glande hacia fuerza en la entrada de su virginal nido, el dolor la enloquecía, aumentando a mas no poder su excitación, ella empujaba echando la espalda hacia atrás para que ingresara, pero era muy gruesa, sintió que algo se rompía, ardor y placer se confundía, el entraba a medias... entonces un ruido, su nombre a lo lejos -marina?!-. El profesor se arqueo, tensionándose se derramo sobre ella, abundantes gotas de leche tibia cubrían la superficie de su vagina, la espalda, escurriendo en el piso.
El corrió al baño que quedaba más allá de la cocina, ella alcanzo a ponerse la falda, su madre entro, pregunto por el profesor, -creo que está en el baño hace rato no sale-, la madre hizo una mueca, podría ser una sonrisa. A los pocos minutos el salió, la clase había terminado, el profesor muy formal se despidió.
No hubo más profesor particular de matemáticas, la madre que estuvo más amable que nunca los días siguientes, había cancelado las clases, le dijo a Marina que ya podía defenderse sola que le iba bien en el colegio y no necesitaba más lecciones, esa plata que le enviaba su papá la podían ahorrar. Marina sintió cierto alivio.
Un mes después la joven recibió una llamada, era el profesor de matemáticas iba a pasar por un libro que había dejado en su casa, pero la madre le dijo que no estaría por la tarde, -te recojo a la salida del colegio Marina-, ella colgó.
No se montó en el bus escolar, salió desapercibida y camino dos cuadras hacia el norte, temblaba, un Fiat croma algo destartalado paro a su lado, Marina se subió.
El obeso profesor condujo un rato, iba rápido, ninguno decía nada, pesaba lo evidente, los dos juntos…NO!, él hablo -tócamela-, la excitación la golpeaba a cada latido, se demoró en reaccionar, todo era tan inusual, el carro con el óxido en los rincones, aquel hombre que no cabía en el asiento y sudaba copiosamente, empapado en colonia barata, tan inesperado pero a la vez tan común que rayaba en lo absurdo, era una negación al estilo de vida que ella debería llevar, a la forma como se esperaba que fueran las cosas. – Veo que no oíste, debes tener un problema de atención- soltó el, -¡Sácame la poya!-, ella brinco. Con una torpeza que la hacía sentir ridícula lo intento, muy ajustado, la ayudo forzando los botones del pantalón y buscándola, la verga fofa dejo verse, ella la tomo, la froto, se endureció severamente, paso los dedos delicados a su alrededor sin poder unirse, juguetonamente subió y bajo por el tallo regordo, la sensación de esa cosa en su mano ocupaba todas sus ganas. No se enteró por donde iban, ni hacia donde manejaban, sus ojos se centraban en la visión de esa carne, el conducía dando algunos giros por esquinas que eran extrañas.
Cierta vez luisa llevo al colegio en su celular unas imágenes de hombres desnudos, atractivos, algunos erectos, pero no sintió el entusiasmo de sus amigas, pensó que algo andaba mal cuando, a los días, una compañera la insulto, era más alta y robusta, pero no se detuvo por esto, Marina por desquitarse la empujo en el baño y terminaron peleando, mientras recibía mas golpes que los que daba, su vagina había respondido, fue tanta su impresión que pensó que era lesbiana, pero no era así, su padre al enterarse, casi una semana después, estuvo a punto de castigarla físicamente, esto la asusto al punto que volvió a pasarle, su ropa interior había terminado empapada.
Sin embargo se reprimía, le parecía de mal gusto incluso llegar a masturbarse, no había permitido que los chicos la besaran, hasta ahora… con los excesos del profesor, no tenía alternativa. Se detuvieron en un semáforo, la halo y acerco su boca voluptuosa, su primer beso, los labios dulces, le gusto, claro no fue como imaginaba, sintió la boca arder delicadamente, él metió la lengua, roso, apretó su labio inferior, ella no soltó el miembro ni un momento, el glande baboseaba y eso la éxito mucho. No le importo la incomodidad de su obesidad, al contrario, el que fuera tan gigantesco, velludo hacia que se sintiera con un hombre… en manos de algo primitivo. Cambio la luz a verde, con urgencia aceleraron.
Llegaron a un hostal, él se bajó y se dirigió a la recepción. Marina espero agazapada, ocultándose, mientras le venía a su memoria cómo había descubierto a su padre en el corredor, un fin de semana que lo visito, mirándola a través de la puerta del baño, no la había cerrado bien, se acababa de bañar y se miraba en el espejo aplicándose crema y contemplándose, sus muslos muy blancos, bien formados, le daban a sus piernas esa fuerza que tanto alborotaba a los muchachos, el abdomen plano y el trasero saliente, bastante redondo. Al ver a su padre no supo que hacer siguió aplicando crema disimulando, como si él no estuviera allí, pero no se fue, luego ella tomo la toalla y paso a su lado, el padre no se inmuto, le dio un beso cerca de los labios mientras le apretaba el brazo –bebe, eres tan bella-. La sensación de la barba sin afeitar era tan parecida a la del profesor.
El profesor volvió al carro lo abrió apeando a Mariana, corriendo, la llevo a un cuarto, ella temblaba, 301 decía en la puerta, era un cuarto con olor a humedad, tenía un mueble viejo a un lado, una mesita de noche con una lámpara insípida y la cama algo amplia, se veía limpia, dejo a la adolecente frente a un espejo, y le dijo que se quitara la ropa, a mariana las manos no le respondían, no coordinaba bien al desabrochar la blusa, él se acercó y le bajo la falda de un tirón, quedaron sus muslos expuestos, bajo el panti, la pueril lubricación se hizo evidente deslizándose por la piel, el profesor acabo de desabrochar la blusa, -eres una delicia-.
Le quito el brasier, y sus diminutos pechos apuntaron hacia el obeso profesor, parados frente a frente él sobresalía casi por 30 centímetros, se agacho y se llevó a la boca uno de los pezones, eran más grandes de los normal, muy rosados, ella gimió estrepitosa. Había hecho que le crecieran desde que durmió en casa de una compañera, esta le había enseñado que podía agrandarlos si todos los días halaba de ellos, a los hombres así les gustaban, en pocos meses, el desarrollo de los pezones apoyo la disciplina que ella se imponía al estirarlos todos los días por la mañana y la noche. Cuando el profesor los mordisqueo ella aguanto, acostumbrados a ser tratados duro, respondieron con placer, permaneció un rato así, succionando, mordiendo, hasta que decidió arrojarla a la cama, ella se sorprendió, acostada boca arriba, al ver como se acercaba, como se deshacía de la ropa, era un hombre enorme, lleno de pelos, con un miembro tan gordo y alto como él.
La lamio toda, degustando esa piel que se despertaba ante su boca, probo con morbo sus piernas, las rodillas, los pies, el abdomen, apretaba y chupaba sus brazos, sus axilas, ella se sentía, confinada, presa, no podía hacer nada más que dejarlo. Con desespero, sin querer, el hizo algunas marcas entre las piernas de tanto chupar, a ella le dolía, le tensionaba, pero aumentaba la excitación el que la manipulara así. Húmeda abría las piernas quería seguir sintiendo, y él se arrojó, intentando que su lengua se abriera paso, lamio, absorbió, y volvió a lamer recorriendo hurgando con la lengua, levantando las caderas y hundiéndola en el ano, deslizándola arriba y abajo. La piel de Mariana sentía la barba mal rasurada, igual a aquella otra que la hacía feliz con sus cosquillas.
Mientras el profesor realizaba acrobacias con su lengua, saboreando, bebiendo más néctar de lo que debía, ella sintió que se quebraba, su vagina se abría a la implosión de si, caía en un abismo eterno y volvía a levantarse hecha pedazos, rearmada, fueron varias veces, muchas, alejándose del cuerpo, de la vida y volviendo nuevamente, la excitación solo continuaba, repetía, se levantaba sin desvanecerse ante esos segundos sin tiempo que le ofrecía aquella lengua ilícita.
Pero al profesor no le basto se arrodillo y con su maso de carne se decidió atravesar a la adolecente, ella serpenteaba en la cama, las caderas se batían solas, la sostuvo y puso su verga en la entrada de la vagina, decidido empujo, ella abrió los ojos aterrada, sentía que los esfínteres se le abrían, que toda ella se agrietaba ante esa verga, su cuerpo parecía hecho de electricidad, respiraba ahogada, el volvió a empujar, y sintió que entraba, primero el glande ahorcado, luego el grueso talle, ella grito, sintió que se desbarataba, el arremetió enorme encima de ella, una, dos, tres, cuatro veces, y nuevamente, hasta el fondo, dos que lo sienta…. cuatro adentro, cinco… seis…
Mariana cubierta por ese monstruo desfallecía, completamente anonadada por el descomunal estimulo, el grosor de esa verga adentro expandiendo el sentir innombrable, el profesor bombeada sin piedad, ella gemía, gritaba, se retorcía, creyó perder la conciencia varias veces, se abandonaba en aquel océano negro, el vacío la domino, cayo infinitamente, no sabe cuántas veces, no había palabras, no había más sonido que los de ellos, sudor y carne indefinidos. Se resbalaba como un objeto pequeño debajo de él, el extremo de las arremetidas la nublaba con una totalidad brutal.
El profesor creyó que la había matado, mariana no se movía, rígida, bella, ida, pero no pudo detenerse, continuaba dándole en el comprimido interior con su verga. Los testículos enormes la azotaban, aplaudiendo, animando. Miro aquel rostro angelical que parecía dormir en una rara tensión y no pudo aguantar, eyaculo con un ¡aaaaaaaaaah! amplio y profundo, con dificultad saco la verga y siguió eyaculando a mansalva, ella abrió los ojos como si volviera a la vida, regresando del infierno, aspirando ruidosamente,
El gordo se hecho a un lado, por un momento, Mariana se apresuró a vestirse, se fueron a hurtadillas como criminales, la llevo a su casa, cerca se detuvo, el profesor pregunto -¿pensaras en mí? Ella corrió a su casa, despreciaba lo patético.