La bella obesa , mi gordibella
En una discoteca me encuentro con una bellísima gordita , bueno algo más , que yo llamaría gordibella, que está cachondísima, y por muy poco, casi muero asfixiado en el baño No se preocupen amigos , tuve suerte y pude sobrevivir
Al poco de casarme por tercera vez, unos viejos amigos y compañeros del cuartel que llevaba tiempo sin ver, me invitaron a salir, seguramente para enredarme y procurarme otro divorcio más rápido que el anterior...
Habré de contarles sorprendentes historias del ejército relacionadas con el sexo.
Pero será otro día, pues hoy toca hablar de Gloria, la “gordibella”, como yo la tengo catalogada en los recuerdos de mi mente depravada…
Mi tercera esposa no puso ninguna pega a mi “escapada” de camaradas, ya que tenía pensado pasar por casa de su madre a probarse ropa de embarazada. Íbamos a ser papas meses después por primera vez, juntos. Yo ya tenía cuatro hijos más de mis dos anteriores matrimonios,…
La fiesta terminaría después de varias cervezas en una discoteca de uno de los pueblos alrededor de mi localidad.
Después de adaptar la vista a la oscuridad y pedir la consumición gratuita asociada a la entrada, me puse a indagar visualmente por todos los rincones del local.
Pude contemplar inicialmente que la gran mayoría de personas que allí estaban, eran hombres solos, a los que se unían unas pocas parejas bailando y un par de ellas en rincones hablando y besándose. ¡Qué bonito es el amor!
En un día de diario aquella discoteca aunque bastante famosa por la zona, no albergaba mucho bullicio.
En uno de los rincones pude apreciar desde largo, una enorme cara sonriente con unos ojos preciosos que sobresalía entre barandas y divisiones intermedias, por encima de algunos asientos y taburetes desperdigados por aquella alejada parte del local.
Al acercarme un poco más comprobé que anexada o unida a aquella cara bellísima había un grueso cuello y además un cuerpo de enormes proporciones.
Estaba sola, tomándose un refresco de cola. ¿Sería una premonición?
Sus ojos me invitaron a acompañarla.
No había otra cosa más interesante que hacer. Mis compañeros de viaje, estaban prácticamente borrachos discutiendo por futbol en la barra bajo la mirada inquisidora del barman.
Daba por hecho que tendría que llevar el coche con toda seguridad. Sería mi última copa y un poco de charla me vendría bien para empezar a despejarme y de paso entretenerme. Luego un café y listo…
No pensaba ni mucho menos en follar, más bien en morbosear con ella y ver qué pasaba. Realmente me he follado muy pocas gordas en mi vida, son muy incomodas de follar algunas, otras en cambio son muy mañosas y parecen que han trabajado en un circo como auténticas contorsionistas…
No piensen mal amigos…
Gloria era muy simpática. Aunque parecía más mayor por causa de su tremendo volumen, era bastante joven. Confesó que tenía tan solo veinticinco años. Yo tenía unos diez más que ella.
La conversación se animó. Hablamos de todo. Nos reíamos. Conocía su barrio de sobra. Era de Lavapiés, en la parte norte de Madrid, dentro de la gran zona de Embajadores como todos saben.
En aquella zona había una discoteca muy famosa de los años 80 de nombre el Club 33, que visité por primera vez en un viaje muy especial a Madrid junto a Amina y Fátima, mis queridas hermanas marroquíes... Seguro que saldrán en algún relato más.
Pasamos dos días maravillosos allí, cenamos y fuimos a bailar al Club 33, allí conocí a Valerie, en un descuido de las hermanas, y quedé con ella para la noche siguiente que era sábado.
Por la mañana las llevaría al aeropuerto, pues iban de vacaciones a Asilah, una de las ciudades más bonitas para mi gusto de todo Marruecos, a dar una vuelta a su familia.
En lugar de volverme a casa…, en ese momento estaba divorciado…, me quedé a hacer una trastadilla y la hice…, pues tuve mi primera experiencia con un travesti, aunque no lo supe desde el primer momento…
Fue una aventura excepcionalmente espectacular. No duden que se la voy a contar más bien pronto que tarde.
Volvamos a Gloria, que me enrollo como casi siempre…
Mis amigos…, borrachos pero no ciegos, al verme con la gorda, vinieron a molestarme, sonrieron maliciosamente, mientras me instaban a que se la presentase para luego…, alejarse mientras se reían, con cara de cabrones.
Gloria era de Madrid como ya les había dicho y había venido a visitar a su tía, la hermana de su madre.
Sin darnos cuenta nos estábamos besando. Empezó ella, lo juro… El rincón alejado y oscuro animaba a tener cierta libertad de acción sin dar mucho la nota.
En cuestión de minutos y sin darme cuenta, en aquel rincón de la discoteca Gloria estaba mamando mi polla dura, después de haberla manoseado un rato por encima y haber propiciado con ojos de cordera degollada…, que me la sacase.
Saqué sus enormes pechos de uno en uno para poder lamer y comer aquellos duros y grandes pezones oscurísimos en la parte central de dos enormes mares de grandísima cantidad de carne redondeada.
Me invitó a ir al baño.
Estaba cachondo y accedí. Jamás me había follado a una mujer tan gorda o dicho de otra manera…, tan poco fina o delgada.
Entramos y adelantándose a mí se puso mirando al espejo.
Se agarró al lavabo, y procedió a través de una mirada fe felina traviesa a invitarme a bajarle su ropa interior.
Noté con desagrado que no había bragas en el lugar habitual, sino una enorme faja que sujetaba aquellas dilatadas y comprimidas carnes.
Por comodidad arrugue su falda y la sujeté doblándola en el cintillo del sujetador por la parte donde se encuentra el cierre con los corchetes ajustables.
Tuve que esforzarme lo mío, que lo sepan ustedes...
Por fin veía una enorme espalda de carne fresca…, y al mismo tiempo…, también una enorme faja desde sus muslos hasta su cintura de color carne.
Al quitarle aquella faja, tan enorme como su dueña, quedaron a mi libre antojo aquellos dos jamones llenos de kilos colgantes donde sobraba todo, incluso centímetros y centímetros de celulitis que ocultaban…, eso sí…, un coño también enorme, pero además extremadamente caliente y húmedo.
No lo veía, pero lo notaba con mi mano. Lo acariciaba a mano llena.
Metí mis dos dedos principales enteritos…
Aquello era enorme…
Aquella cueva podía albergar sin duda muchos más.
Probé más dedos y entraban.
Tres, cuatro, cinco…
Apreté un poco y el puño entró completo después de una ligera resistencia.
Me la follé con el puño un rato, mientras mi cabeza y parte de mi torso descansaban en aquella enorme e increíble espalda ya desnuda, salvo su falda arriba enganchada en el sujetador.
Eso sí que era un sujetador sin duda… Hay mujeres que podrían pasar si él, pero para Gloria era más que necesario.
Sin sujetador, seguro que sus enormes tetas colgarían hasta su vientre lleno de rosquillas Michelin en triplete…
Deseché de inmediato quitarle en momento alguno el sujetador…, o aquel reducido servicio sería sin duda más pequeño que aquel famoso camarote de los hermanos Marx y no entraría después ni tan siquiera el aire…
Seguía con el puño dándole…
No gritaba, ni gemía…, tan solo se removía como una loca.
No podía alcanzar sus enormes tetas que se agolpaban en el lavabo dentro de aquel súper sujetador de varias “equis”, que no era de copa grande, sino que debía de ser el más caro de la tienda, por la cantidad de metros cuadrados de tela prieta y elástica que debió de necesitar la maestra corsetera para realizarlo.
Gloria meneaba bruscamente sin parar sus enormes caderas, suspirando profundamente y más que seguramente empezando a hacer irrespirable el escaso aire de aquel minúsculo baño.
El lavabo sonaba raro, creo que empezaba a descolgarlo del soporte y por un momento solo pensé en cómo pagaría el lavabo si lo rompíamos, sin tener que llamar a la Guardia Civil, que en esos pueblos tienen muy macha leche…, o tenían.
Por fin se corrió como una loca.
Le saqué el puño, y salieron detrás de él una recua de pedos vaginales…
Yo creo que otro de su culo, pero no puedo dar autentica fe de ello. Al menos no olía mal…
Pidió que le metiese mi polla. Qué quería sentirla…
Eso es un problema. Pensé.
No podía calibrar la posición y el sentido de su coño para que mi polla pudiera entrar con comodidad y eficacia al mismo tiempo.
Me preparé con mi preservativo…
Me puse a la tarea…
Hice los cálculos mentales logarítmicos y trigonométricos…
Con mi mano izquierda sin dejar de tocar su coño con la derecha, intenté que se agachara un poco más. Lo conseguí. Creo que su cabeza estaba casi entera dentro del lavabo y sus enormes tetas por fuera, pues no podía ser de otro modo. (Era una suposición).
Apenas me dejaba sitio entre el lavabo y el inodoro.
Me preparé la polla, que estaba en su expresión más enorme de dureza, deseando poder probar aquella caliente cueva de aquel enorme cuerpo lleno de todo incluso también de grasa dérmica y transdérmica.
Grabé en el chip de a bordo de mi proyectil, es decir…, de mi polla, la dirección logística y la mandé a lo desconocido a ver si llegaba a su destino, aunque fuese por casualidad…
Tuve que abrirle su enorme culo con la ayuda de mis dos manos, para poder maniobrar.
Metí mis caderas en aquel hueco abierto exprofeso y me preparé para encasquetarle mi polla al azar a ver si la metía a la primera.
No había problema de lubricación. Ninguno. Aquello era una fuente de lubricante en sí misma.
A la de tres… Pensé.
Uno…
Para embestir con mi polla dentro de su enorme coño, tuve antes, que prepararme psicológicamente para dar un fuerte golpe de riñones con las piernas levemente flexionadas para así obtener una posición adecuada a aquella metedura…, de polla.
Dos…
En aquella posición de la gordibella, que no era precisamente la posición ideal para follar…, por culpa principalmente del exceso seguramente de hamburguesas y colas (de beber) y obviamente por la carencia logística de sitio.
Tres…
¡Acerté!
Menos mal que no tengo la polla tan pequeña como la del protagonista de la historia que acabo de leer de Mau23, sino más bien como la del amante de su mujer (20). Por cierto…, Bienvenid@ (hombre o mujer) en tu primer relato y darte la enhorabuena… Me ha encantado el relato.
Sigamos con la gorda…
Al notar la polla dentro, cerró con fuerza sus enormes muslos y quedó mi polla totalmente aprisionada, sin poder salir, ni moverse.
El culo dejó de moverse por un momento y se quedó pegado a mi abdomen, mientras yo intentaba menearme sin conseguirlo. No podía moverme, pero al menos podía mantener la sensación del calor interno e intenso de su coño, incluso a través del preservativo.
Era una posición incomodísima para mí, pero finalmente me corrí gracias a la presión y contracción constante y regular de su vagina contra mi polla
He de dar gracias al “Santo de los milagros”, San Antonio de Padua, por hacer que mi amante “gordi” de aquel momento, de nombre Gloria como todos saben, tuviese una destreza enorme y fuera de lo corriente en su musculatura interna vaginal…
Mi leche almacenada durante días, salió por fin, liberando a mi próstata de un pasaje de mi vida de desencanto, tristeza y amenaza de enfermedad…, al permanecer depositados dentro de ella, mis fluidos durante centenares de horas injustamente… Al menos una semana entera.
La culpa era mía.
Sabía desde hacía poco tiempo que iba a ser padre por primera vez con mi tercera esposa y estaba más bien “agilipollao”… (Estado de gilipollez no crónico…, aunque transitorio…).
He de dar gracias desde aquí a Gloria, pues ella fue la primera amante de muchas que vendrían después de aquella “tercera” etapa de casi recién casado y el “tapón” mental de desear ser fiel…, se me retiró definitivamente.
A la siguiente semana, entraría a trabajar alguien nuevo en la empresa. Una persona que me ayudaría mucho a mejorar mi estado físico, pues nos íbamos juntos todos los amaneceres a hacer mucho ejercicio… (Te añoro Purita…)
Sigamos con la gordiguapa…, que finalmente no era del todo vaginal con polla, aunque si con puño…
Ella aún no se había corrido por segunda vez y querría correrse la muy “viciosilla”...
Me preguntó si me apetecía comerle el coño, que seguro que así se correría, que lo tenía en la puntita… Según me dijo.
Uno es un caballero… No pude negarme.
Pero antes me pidió probar la leche. Accedí.
Saqué mi preservativo, mientras abría su enorme y sensual boca para prepararse para recibir aquel enorme depósito de leche de toda una semana, que recibía dentro de ella sin rechistar y con cara de auténtica viciosa…
Vio en mi cara de envidia y me dio un beso blanco compartiendo conmigo al menos tres días de leche.
Un reparto salomónico. Sin duda Gloria era además de empática, igual o más de “guarrilla” comiendo leche como yo.
Vamos a lamerte el coño a la niña… Pensé.
Aunque temeroso de que me asfixiase acepte su proposición. Deseaba lamer su coño aunque mucho más, notar su calor en mi boca y robarle con mi lengua alguno fluido de vez en cuando.
Me acoplé debajo de ella sentado en el suelo y con mi cabeza apoyada hacia atrás en el inodoro cerrado. Realmente las mujeres cuidan mejor los baños que nosotros. Al menos no tenía goterones en el suelo…
Puso su coño a la altura de mi boca, cara a la pared y sujeta a la tubería que subía a la cisterna.
Apartó su mano y su coño se dio de bruces con mi boca.
El primer golpetazo del coño tapó mi nariz y mi boca.
Gruñí como un cerdito.
En esa posición me asfixiaba y tuve que retirar parte de sus muslos con mis manos, para cuadrar bien mi boca con su enorme coño y de paso dejar que pasase algo de aire hacia mi nariz.
Busque su botoncito del placer.
Lamí con destreza y rapidez hacia los lados.
Empezó a correrse de inmediato. Realmente era verdad lo que me había dicho minutos antes…, de que tenía el orgasmo a punto de salir….
Al empezar a correrse volvió a tapar mi nariz.
Se corría intensamente, pero yo no podía respirar con normalidad. Notaba que me asfixiaba cada segundo más y más
Pude sacar mi nariz nuevamente hacia un borde para poder inhalar algo de oxígeno, mientras terminaba de correrse como una loca.
Saqué mi enorme lengua para limpiar los restos de su corrida.
Ella aprovechó para restregarse el coño con ganas sobre mi enorme lengua, llegando a correrse nuevo.
Me había engañado… No era uno en la puntita…, eran mellizos, uno detrás del otro…
Me asfixiaba…, no podía respirar. Llegué a pensar que como tardase mucho en correrse, el juez de guardia me encontraba allí tieso…
Tras unos segundos de éxtasis, que me parecieron horas, se apartó y una oleada de aire llego por fin a mi boca.
¡Gracias señor! Pensé.
Me he salvado por los pelos. Volví a pensar.
Me pidió permiso para orinar.
Le dije que mease en mi boca. Me encanta la lluvia dorada. Puso cara de vicio.
Me levanté. Alce la tapa del inodoro y acople mi cabeza y boca.
¿Cómo lo hago? Me pregunto.
Ábrete de piernas y de pie te meas en mi boca…
Fue la primera vez que veía a una enorme gorda mear de pie desde ese punto de vista.
Lo vi venir.
Me había quitado la camisa para evitar males mayores.
Cerré los ojos para evitar que la acida meada cállese en mis ojos.
Abrí la boca todo lo que puse.
Me echo un chorrazo de magia dorada. Mi boca se llenaba y se desbordaba por las comisuras de mis labios.
Se me pone dura al recordarlo.
No se había cortado ni un pelo. Mi gordi no era la primera vez que hacia una guarrería de estas.
Después de un largo chorro del caliente néctar dorado, siguieron dos o tres más pequeños.
Terminó.
Con la ayuda de mi lengua saboree lo que tenía dentro, hice unas gárgaras y deje salir la gran mayoría. Tragué solo lo imprescindible.
Es un sabor fuerte que me encanta, pero solo una mínima parte.
Cogió papel y se secó su enorme coño pelado ya cerrado.
Era una visión única. Es la única vez que le había visto el coño en toda la noche.
Mientras se ponía su enorme faja, mientras no se fijaba en mí, y mientras me apartaba para dejarle sitio, saboree con sumo placer el regusto ácido y fuerte que había dejado su caliente meada en mi boca y mi garganta.
Con los movimientos de ponerse la enorme faja, tuve que dejar de respirar un momento, pues no sobraba nada de sitio y tuve que pegarme al lavabo haciéndome incluso daño en mi cadera.
Gloria me dio un mínimo piquito agradecida y salimos del aseo. Nos despedimos. (Creo que me había merecido dos docenas de besos, por haber estado a punto de morir…).
Me preguntó, si volvería al día siguiente, que quería volver a hacer cositas conmigo. Le dije que no podía. Su cara se endureció y dejo de sonreír.
Le pedí su teléfono para que se relajase. Me lo dio. Hice como que lo memorizaba.
- ¿Te vas acordar?
- Sí, claro. La semana que viene te llamo cuando vaya a Madrid.
En la puerta de la discoteca al salir, mis amigos me esperaban riendo. Del número de teléfono, solo me acuerdo que empezaba por 91…
No pude llamar jamás. ¡Qué lástima!
Ebrios y eufóricos no dejaron de reírse de mí durante todo el viaje de vuelta.
Desde aquel día, cada vez que me veían se reinan…
Respecto de Gloria, yo solo recordaba tres grandes sensaciones…
La primera, la sensación del calor agobiante de mi polla estrangulada por su vagina en el momento de soltarle toda la leche…
La segunda, el sabor dorado en mi paladar…
Y la tercera y última, la falta de oxígeno en aquellos momentos intensos cuando le devoré el coño y había estado a punto de morir.
Todas esas sensaciones eran contrapuestas y todas inolvidables… Dos morbosas y la última…, casi terrorífica.