La Bella de Dia

Hoy era su primer día en aquel pequeño burdel, casi familiar. Su primer día y su primer cliente al cual atender.

  • Vaya sorpresa. Así que tú eres Kira ¿Quien lo iba a decir?

Ni en sus peores pesadillas se podía imaginar algo así.

Su esposo y ella tenían buenos trabajos. Hoy estaban en las últimas. Sin empleo, una hipoteca que no podían pagar y una hija de 18 años que deseaban que pudiese seguir  estudiando. Habían tocado fondo, hasta tal punto eran y se sentían perdedores que habían decidido recurrir, de mutuo acuerdo, al último recurso que les quedaba.

Hoy era su primer día en aquel pequeño burdel, casi familiar. Su primer día y su primer cliente al cual atender. Una casada que se prostituye por primera vez debido a las estrecheces económicas por las que pasa. Una profesional, hasta hace poco acomodada, que ahora se prostituye bajo el nombre de Kira.

La dueña del local, Doña Mercedes, la había acogido de buen grado. Le interesaba una mujer como ella, de algo más de  los cuarenta, con un buen cuerpo, apariencia respetable y casada; es algo que seguro atraería a los clientes. Le había dejado muy claro que no quería que se vistiera de manera provocativa, que se presentara como siempre había ido y que, por descontado, no se quitase el anillo de casada ni negase su condición.

Ella asintió a todo, hasta cuando le dijo que a su edad debía estar dispuesta a ofrecer algo más que abrirse de piernas y hacer mamadas, que tenía que ser amable con los clientes y estar dispuesta a complacerlos en sus vicios. Solo puso unas condiciones, nada de scat ni fotografías, ni que le dejaran marcas en su cuerpo.

La dueña del local sonrió interiormente, pensando en su ingenuidad, en que con solo aquellos límites, de hecho le harían de todo. Le aseguró que los hombres que frecuentaban su establecimiento eran personas de toda su confianza y por descontado respetarían los límites que ella establecía.

Y ahora estaba allí, en aquella habitación poco iluminada, con aquel hombre como primer cliente, sentado en la mesita situada a los pies de la cama, con una botella de cava y dos copas, Aquel hombre, David, su cuñado, el esposo de su hermana. Su cuñado, al que siempre había despreciado, su cuñado, el vicioso al que una vez había abofeteado por intentar propasarse con ella, al que había llamado cerdo.

  • No. No, por favor… contigo no.. hay chicas jóvenes…

  • ¿Qué pasa? ¿mi dinero no es bueno para ti, puta?

  • No..no soy una puta...solo..solo hago esto temporalmente.

  • No conozco a ninguna ramera que no haya dicho esto al principio. He pagado bastante más de la tarifa habitual por darme el gusto de ser tu primer cliente y estrenar tu culo, pero de saber que eras tú habría pagado el doble con gusto.

  • Pero…pero, eres mi cuñado, el esposo de mi hermana… por favor.. .no me hagas pasar por esto…

  • Bueno, si quieres me largo, pero imagino que la siguiente persona que salga por la puerta de este burdel serás tú. No creo que  Doña Mercedes quiera que sigas aquí. Tú misma. O satisfaces al cerdo de tu cuñado, al que insultaste y abofeteaste, o te quedas fuera de este sitio.

  • Necesito esto… dile que no te gusto… no sé…

  • Sigue lloriqueando, esto me pone caliente.Lo primero que tendrías que hacer es pedirme perdón y tratarme con respeto.

  • Sí… sí… perdóname..por favor… perdóname.

  • Creo que no me has entendido. Me tratas de usted y de señor. Zorra.

  • Perdone…perdone señor..

Estaba a punto de arrancar a llorar.

  • Por favor… No le digas  nada de esto a Juan, bastante mal lo está pasando sabiendo que estoy aquí… ni a mi hermana..por favor...

  • Juan es un mierda, de lo contrario no consentiría que fueses tú, con tu cuerpo, quien llevara el dinero a casa. Porque de esto se trata. Podríais haberme pedido ayuda, pero sois tan orgullosos, me despreciáis tanto, que antes te vendes que pedirme dinero a mi. Si te portas como debes no le diré nada, no iré con reclamaciones a él; por lo que hace a tu hermana, yo se lo cuento todo, incluso que voy de putas. De hecho hemos disfrutado juntos de alguna. Ahora haz lo que tienes que hacer ¡Desnúdate putón!.

Ana bajó su mirada, no podía soportar ver su sonrisa cínica, sus ojos vidriosos y empezó a desnudarse.  Paso a paso fué quitándose la ropa,

a mostrarse ante él. Desabrochó su blusa, se quitó el sujetador negro, con bordados, sintió su mirada, clavada en sus generosos senos.

Desnuda, llevando el peso de la vergüenza y los miedos, se acercó a él a gatas, tal y como se le ordenaba, con sus pechos colgando,.

  • Ahora si vas a pedirme disculpas de verdad. ¡Te quiero postrada a mis pies!

Llevaba ya solo unos calzoncillos negros, mostrando su barriga de cincuentón cervecero y su paquete abultado, mirándola con sus ojos pequeños y fríos, sonriendo burlonamente.

Ana obedeció. Con su frente casi tocando el suelo, pidió, rogó, suplicó ser perdonada.

  • ¡Levántate!

Cuando sintió aquella bofetada en su cara, algo dentro de ella se rompió, supo que aquel cabrón podría hacer con ella lo que quisiera.

  • Te la debía, ¡Por zorra!

La empujó hacia la pared, al lado de la cama.

  • Tócate, tócate para mi, como haces cuando estás sola, cuando no está el maricón de tu marido. ¿Así lo haces? ¿De verdad?. ¡Más fuerte joder! Quiero ver tus pechos botando.

Ella veía su pene, bajo sus calzoncillos, cada vez más marcado, más erecto. No podía evitar mirarlo. Nunca había sido tratada así.

  • ¡Metete los dedos! ¡Así, como si te violasen!

Reprimía sus gemidos. No quería que él notase que se estaba excitando.

  • Mira qué tengo para tí, mira lo que te has perdido durante todo este tiempo.

Le mostraba su pene, enorme, quedando ya  totalmente desnudo.

  • Ven aquí. - Dijo, cogiéndola por sus cabellos, que le llegaban hasta los hombros  arrastrándola hasta el baño, del que disponía la habitación. La situó delante del espejo del lavabo. Notaba su pene en sus nalgas mientras le frotaba su ya mojado coño, mientras acariciaba su clítoris.

  • Mírate, mira que cara de puta viciosa se te pone. ¿Quieres polla verdad? Dilo. Di lo que eres y lo que quieres.

Veía su rostro, un rostro cambiado, desconocido por ella misma.

  • ¡Dilo!

  • Soy.. soy una puta que quiere polla… señor… la suya… señor.

  • Ahora ya no soy un cerdo ¿Verdad?

  • No… no señor.

La cogió por la cintura haciendo que sacara bien sus nalgas, mientras con sus manos se sujetaba en la pica del lavabo. Notó cómo su miembro rozaba su sexo, cómo entraba despacio, entero. Empezó a nalguear y a gemir, mientras su cuñado le decía todo tipo de obscenidades, llevando sus manos a los pechos, manoseándolos, sus pezones duros, erectos. Deseando correrse y al mismo tiempo que todo aquello acabase, sintiendo cómo el pene se movía, hacia delante, hacia atrás.

No tardaron en hacerlo, los dos al unísono. David se separó de su cuerpo mientras ella se incorporaba, con las piernas temblando. Se dirigía hacia la habitación, cuando sintió su mano agarrando su brazo con fuerza.

  • ¿Dónde vas? ¿A dónde piensas que vas?

  • A vestirme, señor.

  • Oye guapa; he pagado por dos horas, esto ha sido el entrante. Arrodíllate, limpia y pónmela a punto otra vez, o le voy a decir a la dueña y a tu esposo que no sirves para esto. Haz lo que te digo o me meo en tu cara,

Ana, obediente, la lamió, aún flácida. Empezó a hacer lo que se esperaba de ella, hasta que empezó a notar que se ponía dura en su boca, que se hinchaba de nuevo. Se preguntó por qué aquello le excitaba, en qué se estaba convirtiendo.

Se sintió arrastrada hasta la cama, obligada a ponerle un preservativo. Lo hacía con poca habilidad, nunca había puesto uno. La tiró sobre el colchón, boca abajo.

  • Levanta el culo, zorra, Ponte de rodillas si hace falta, pero lo quiero bien accesible.

Empezó a dar palmadas a sus nalgas, cada vez más fuerte. Sintió el escozor, el dolor, cómo se ponían calientes.

  • Te gusta ¿Verdad? ¿Crees que soy estúpido? ¿Que no me he dado cuenta de lo que te pasaba cuando te abofeteé? Eres una perra sumisa. Esto es lo que eres, por esto has aceptado venir aquí.

Notó cómo sus manos separaban sus nalgas. La punta de aquel pene en su ano, entrando despacio en ella y de pronto, con fuerza, rompiendo sus entrañas.

  • AH! DIOS! ¡Cómo duele!. - Mordía la almohada, derramando lágrimas de dolor-.

  • En unos días lo tendrás tan abierto que podrá entrar un camión. Lo ofrecerás, con gusto, a los clientes. Pero nunca olvidarás que yo fuí el primero.

Cuando él descargó toda su leche quedó tendida, rendida, agotada. Mientras él, su odiado cuñado se vestía.

  • Toma, una buena propina. Ha sido un placer follarte y romper tu culo y esto, que lo vas a necesitar si te corres con cada cliente. En unas semanas volveré a ver tu evolución.

Ah! y no olvides que tenemos la cena familiar de Nochebuena en unos días.

Le tiró un billete de cien euros y una pequeña bolsa llena de polvos blancos, pero ella solo veía la imagen de su hermana ¿cómo podría mirarle a los ojos? ¿Cómo?

Pero tendría que ser capaz de hacerlo. Después de todo aquello solo era una solución temporal ¿Lo era?

Oyó su risa y la puerta cerrándose.