La becaria tetona

Una joven hermosa, inocente y voluptuosa es chantajeada por su jefe

Clara se preparaba para ingresar a su nuevo trabajo en la empresa contable de sus sueños.

Se levantó temprano, a las 6 am y se dio un baño de agua caliente. Se vistió a detalle para estar a la altura de la ocasión.

Se colocó unas medias, un conjunto de lencería blanca de encaje con un coqueto moño en el medio del sujetador. Mientras se untaba crema por sus suaves y torneadas piernas se contempló en el espejo.

Era una mujer de bandera, debía de reconocerselo.

De estatura media, su rostro era precioso. No era en vano que siempre la habían comparado con auténticas princesas. Cabello castaño oscuro, largo y lacio, con pequeñas ondas era precioso y siempre despedía un olor delicioso. Sus ojos grandes color miel eran como dos enormes soles que atrapaban la mirada de quienes los observaban, sus labios gruesos daban un aspecto sensual que contrataban con la expresión de niña buena que siempre había tenido, aparentando muchos menos de sus 22 años, quienes la conocían le calculaban no más de 18.

Y si su cara era una auténtica obra artística, su cuerpo le hacía palodecer y se convertía en el verdadero protagonista.

Su silueta era delgada pero sin caer en exageraciones. Su cintura estrecha, sus caderas amplias, sus piernas eran gruesas y sensuales, varias veces sus amigas le habían comentado lo mucho que le envidiaban ese atributo.

Su trasero era llamativo también, no obstante ningún hombre jamás se fijaba ni en su trasero, ni en sus sensuales piernas, y a veces ni se percataban de lo hermosa que era. Toda la atención la acaparaban sus enormes y hermosos senos. Clara tenía dos pechos maravillosos. Unos senos grandes, muy grandes, redondos, de piel suave, que parecían dos auténticos melones, dos balones de fútbol incrustados en el delgado cuerpo de su hermosa y dulce dueña.

Cada que corría, e incluso cada que caminaba, hablaba o aumentaba su respiración, sus senos bajaba y subían.

Los hombres la miraban con deseo, con ganas de tenerla. Desde que comenzó a desarrollarse se convirtió en la mujer más deseada de toda la comunidad.

Ella solía vestir de forma no provocativa, pero le gustaba saberse hermosa y sexy. En ocasiones llevaba blusas escotadas o top que dejaban al descubierto al menos una parte de sus increíbles pechos.  Era muy común que mientras hablara se rozaba uno de los senos con las manos. Este gesto involuntario le parecía tremendamente sensual a todos los hombres que la veían que pensaban en dos cosas: lo hermosa y sexy que se veía, tan delicada y femenina, y dos: lo que querrían hacer con esos dos pedazos de melones. Lo que quisieran poder tocarselas a "la tetona"

Y es que Clara era ya conocida de esa manera. Todos los que la conocían se referían a ella como "la tetona" "la buenorra" "la tetuda" y demás adjetivos referentes a su voluptuosa figura.

Nadie podía ser hombre heterosexual y no desearla. Lo mismo jóvenes, como el hermano adolescente de su mejor amiga. Esta última la había invitado a cenar casa con motivo de su cumpleaños. Ese día acudió con una blusa tipo top que dejaba ver parte de las tetazas que se gasta.

El hermano adolescente de su amiga, un chico de eso, no pudo quitarle el ojo de encima, estaba embobado por la belleza de esa hermosa mujer, y sobretodo por los enormes melones que tenía por senos.

Después de aquel día, paso semanas auto satisfaciendose con el recuerdo de la "hermosa tetona" que su hermana trajo a casa.

Así era su día a día. Su madre, advirtiendo la belleza descomunal de su hija le había advertido que todos los hombres la mirarían con deseo y que ella debía tener cuidado y darse a respetar.

Volviendo a nuestra escena principal, ese día decidió ponerse una blusa cerrada, no quería causar una imagen equivocada ni que la atención se centrara en otros atributos que no fuesen su inteligencia y su profesionalismo. Necesitaba mucho el trabajo. Su madre había enviudado hace un par de años, su madre cayó en el paro a consecuencia de la crisis, y ahora ella era la única esperanza de su hermano pequeño, su madre y ella, ya que su padre había dejado solo una colección de deudas que los estaba matando. La casa estaba hipotecada y hasta el último objeto había sido empeñado.

Necesitaba abandonar unas clases en la universidad (de la cual también debía muchos pagos y estaba al borde de la expulsión) y ponerse a currar.

Así que acudió presta a una entrevista de trabajo que le pareció de ensueño. Contratación inmediata, un sueldo que superaba por mucho lo que una joven becaria como ella podía aspirar y además horarios flexibles. Todo era ideal. Por desgracia apenas llegó, enfundada en una elegante falda que marcaba su silueta, una blusa de cuello de tortuga y unos tacones altos, se encontró con que había más de 50 aspirantes.

Decepcionada, pensó en use pero decidió quedarse y esperar un milagro, pues eso necesitaba ya que parecía que gente mucho más experimentada y con la Universidad y hasta máster concluida aplicaban.

5 horas pasaron cuando el reclutador, un hombre de unos 50 años, algo gordo, canoso, más bien feo, mal encarado y de toscas maneras salió de su encumbrada oficina y manifestó que era todo, que las vacantes ya habían sido ocupadas. Todos los aspirantes se sintieron decepcionados y algunos suplicaron una entrevista, pero Mario, que así se llamaba el reclutador de recursos humanos, los echó a la calle, estaba a punto de regresar a su oficina de alto ejecutivo cuando algo lo sorprendió.

Una de la aplicantes era con casi toda certeza la mujer más bella que había visto en su vida, pero lo que más le atrajo fue el tremendo para de tetazas que se le adivinaban bajo la blusa que, lejos de ocultar, resultaban los enormes senos de la chica. El hombre alucinó de inmediato con lo buena que estaba la jovencita, así que inmediatamente instruyó a su asistente a que fuera a por ella y le concretara una cita el día de mañana.

Inmediatamente cuando Pablo, el asistente de Mario la alcanzó ya en la calle para decirle que tendría una oportunidad única de hacerse con el empleo, Clara se emocionó tanto, que en su ingenuidad, no notó que Pablo no le quitaba el ojo de sus generosos pechos.

-Joder con el pibón que se quiere traer don Mario. Menudas tetazas que se gasta la chica. Todo el resto del día no pudo quitarse la imagen de la "hermosa tetona" y sus senos botando mientras se alejaba caminado.

3 meses después la escena en la oficina del jefe era impresionante.

Clara, con muchos nervios y unas lágrimas escurriendo por sus mejillas cedía al chantaje.

Se quitaba la blusa y la falda entubada. Mario la veía en lencería. El sujetador negro de encaje apenas podía contener las tetazas de su dueña.

-Joder, preciosa. Que tetona estás. Los clientes vienen ahora más a menudo y ya no usan el servicio de ordenador porque quieren verte, es que eres una dios, Clara. Aún cuando fueras más plana que una tabla tu belleza les dejaría locos, pero es que además con ese pedazo de tetas. Mira qué tetona que eres. Joder, cómo voy a gozarlas.

Unos instantes después la escena era increíble. La pura y casta Clara estaba desnuda arrodillada mientras le hacía una cubana de capeonato a su jefe.

Mario tenía los ojos desorbitados. Tenía su momento entre dos senos enormes, suaves redondos, perfectos que todos morían por tener. En pocos segundos, además, iba a follarse a la tetona que todos deseaban.

¿Cómo llegamos hasta aquí?

Continuará...