La Barbería del Moro
Lo que había sido algo a lo que me resistía en un principio resultó ser uno de mis mayores placeres de los vicios secretos que he disfrutado...
A pesar de tener una buena mata de pelo, siempre lo suelo llevar depilado aunque de tanto depilarme, el vello púbico lo tengo bien debilitado, y es que a mi marido le gusta que lo lleve como el chocho de una muñeca sin pelos y en este relato voy a contar una experiencia por la que tuve que pasar estando implicado mi vello púbico. Mi marido tiene la costumbre de decirme cosas cuando me está follando y en aquella ocasión me estaba haciendo sentir como una cerda con lo que me estaba haciendo y diciendo y, entre otras cosas, me decía que había estado hablando con Ahmed que es el moro que le corta el pelo, es decir su peluquero, aquello me produjo un morbo increíble y me estaba haciendo gozar como perra en celo, mientras él continuaba diciéndome que no solo estaba el moro, sino que también estaba su ayudante; la peluquería la llevan entre los dos, aunque este Ahmed es el dueño, el otro es su socio, que también es moro; y sin saber porqué me estaba entrando tanto gusto que me puse hasta gritar y a moverme como una zorra mientras me follaba y me seguía hablando de la conversación que había tenido con los dos moros de la barbería donde va a que le arreglen el pelo.
No sé por qué llegué a pensar que mi marido había estado hablando de mí con su peluquero y a la mañana siguiente le pregunté por qué me había estado hablando de su peluquero mientras me follaba, a lo que él me dijo que le iba a plantear al moro que le corta a él el pelo que me afeitara a mí mi vello púbico; que el día anterior se había pasado por la barbería del moro pero no había visto la manera de plantearle ese asunto que le parecía bastante delicado. Escuchar aquella declaración por parte de mi marido hizo que me ruborizara y a la vez sintiera que me empezaba a humedecer, aunque no quería que mi marido lo notara. Para disimular le dije que me daba mucha vergüenza que me llevara a su peluquero, el moro, a que me depilara el vello púbico. Él me dijo, ¿te crees que es un salón de belleza, no te va a depilar, te lo va a afeitar, es barbero, recuerdas? Sí, pero no quiero que me lleves. Tú harás lo que yo te diga. Dicho esto se marchó a su trabajo y yo me quedé en casa haciendo las cosas, pero no podía dejar de darle vueltas al hecho de que de verdad me fuera a llevar a su barbero a que me afeitara el vello púbico, y a pesar de la vergüenza que me daba no podía negar que me estaba excitando solo de pensar en que lo hiciera realmente.
Así pasó el resto de la semana pero el sábado mi marido estaba bien burro y ya por la mañana me dijo que le hiciera una mamada que hice encantada hasta que se corrió en mi boca. Al rato me dice que le apetecía hacer algo conmigo y aprovechando que tenía que cortarse el pelo me dijo que me pusiera una falda que a mi marido le gusta mucho que tiene una gran raja por delante que casi me llega al chocho y cuando me siento tengo que andar con cuidado porque lo enseño todo, y que me la pusiera con unas medias que se ajustan a los muslos y sin bragas, la parte de arriba la dejó a mi elección y me puse un suéter que se me ajusta todo y sin sujetador, y después de que estuviera así vestida me dice que le acompañara a cortarse el pelo, ¿quieres? Lo dejó caer así como para ver qué decía y yo no tuve más remedio que decirle, si tú quieres… te acompaño. Así que acercándose a mí, me mete mano entre las piernas mientras me dice: sí, quiero que vengas, que te voy a presentar al moro que te va a pelar el chocho, y fue decirme eso y tocarme para que enseguida me empapara, y aprovechando que me mojaba toda me estuvo tocando un poco más hasta que sin poder aguantarme empiezo a correrme y como mi marido sabe que cuando me corro una vez lo que viene después es que no hago más que correrme una y otra vez y me pongo toda cachonda, así que me dejó así “preparada” y nos fuimos a la peluquería…
Me dejó toda mojada y cachonda a propósito y una vez ya en el coche me dice que me subiera la falda hasta la cintura para que fuera con el coño al aire durante todo el trayecto. Al llegar a la barbería, estaba que no podía más de lo cachonda que iba, me hace entrar en la barbería y me presenta a Ahmed y también a su socio, que también estaba allí, y bueno había también otro señor cortándose el pelo, y yo no sabía qué hacer allí en medio toda mojada, sin bragas y con la promesa de que le iba a decir al moro que me afeitara todo el coño. Así que cuando le di la mano para saludar al moro, tenía los pezones tan duros que se me notaban a través del suéter, y es fácil imaginar cómo tenía todo el coño de mojado.
Yo estaba empapada cuando fui a sentarme en una silla mientras mi marido esperaba a que el moro terminara de cortarle el pelo, primero al señor que había llegado antes que él, y después a él. Mientras le estaba cortando el pelo al otro señor, mi marido estuvo sentado a mi lado, agarrándome de la mano, ya que las tenía tapándome como podía con ambas manos, y como tengo orden de no cruzar las piernas nunca cuando estoy sentada, así que para que no se me notara ni se me viera nada, porque además iba sin bragas, tenía las piernas lo más cerradas que podía con las rodillas tocándose y con ambas manos encima de las rodillas y al agarrarme una mano, una parte de mi se quedó más tranquila, pero a la vez, también se me veían más y mejor las piernas y sobre todo, a poco que me moviera podían verme el coño cualquiera de los tres hombres que había en la barbería, tanto el moro Ahmed, su socio, o el cliente al que le estaban cortando el pelo.
A partir de ahí, mi marido empieza a entablar una conversación intrascendente con Ahmed, que es a quien mejor parecía conocer y con el que más confianza tiene, sobre el negocio de la peluquería, no recuerdo bien cómo fue, pero más o menos le decía algo así como que el negocio de las peluquerías siempre funcionaban bien, el moro le decía que había mucha competencia, bla, bla, bla, hasta que mi marido comienza a llevar la conversación por donde él quería cuando le dice: y qué me dices de las depilaciones, hoy en día todo el mundo se depila, las mujeres se lo depilan todo, ahí yo miraba a los tipos y no sabía dónde meterme, y me estaba poniendo bien colorada y me movía inquieta en la silla, el señor al que le estaban cortando el pelo también entraba en la conversación y bueno, le daban la razón a mi marido y se fue calentando la conversación…
Pues aquello se fue calentando bastante. Yo no me atrevía a mirar a nadie, y mi marido de la mano que me tenía agarrada la apoyaba cerca de su polla lo que me obligaba a moverme y de esa manera se me abrían un poco de piernas y podían verme el coño todos los que estaban en esa barbería, que dicho sea de paso lo tenía todo empapado. En esas seguía la conversación y el señor al que le estaban cortando el pelo también opinaba diciendo que las peluquerías de las mujeres funcionaban mejor que las de los hombres, si claro, todos estaban de acuerdo, y todos mirándome a mí, que estaba toda ruborizada de lo caliente y mojada que estaba, además de estar con el coño al aire, en medio de tanto hombre. Si, sobre todo porque cobran más en las peluquerías a las mujeres que a los hombres, decía el socio del moro Ahmed, que también es moro. Y todos me seguían mirando y yo no sabía qué decir, solo sonreía, así que para animarme a decir algo, mi marido hizo un comentario, algo así como: aquí mi mujer va a la peluquería por lo menos dos veces en semana, ¿verdad cariño? Yo muy tímida lo único que pude decir fue que sí, que cada diez días aproximadamente. Todos me miraban y parecía que estuvieran gozándome, yo no sabía dónde meterme. A lo que mi marido responde, pero merece la pena, ¿no creéis? La dejan bien guapa, ¿a que si? Ahí contesta Ahmed diciendo: bueno la que es guapa, es guapa, y tu mujer es muy guapa. Sí que lo es le dice, eso es verdad, por eso me casé con ella, bueno por eso y por más cosas, jajajaja, ya podéis imaginar, jajajaja, todos se reían menos yo que estaba abochornada, pero eso si toda mojada. Si, es fácil imaginar decía el señor al que le estaban cortando el pelo. Así que le consiento que vaya a la peluquería las veces que quiera, no os parece que hago bien, decía mi marido. Por supuesto dice el moro socio de Ahmed, si fuera mi mujer yo haría lo mismo, pero yo estoy soltero y sin compromiso, decía este moro. Y siguiendo la conversación por estos derroteros mi marido entretanto me tocaba las piernas y poco a poco me iba metiendo la mano entre las piernas. Yo me resistía un poco, pero no demasiado, aunque menos mal que mi marido tampoco fue muy descarado como para dejarme despatarrada allí mismo, él quería que todo fuera más sutil y que todo transcurriera naturalmente.
Ya casi terminaba Ahmed de cortarle el pelo al otro señor y pronto nos quedaríamos solos, quiero decir los dos moros, mi marido y yo, y ahí sería el momento que mi marido aprovecharía para echar más leña al fuego. El señor se levantó, pagó y se despidió de todos, incluso se despidió de mí. Mi marido se fue a sentar al sillón para que Ahmed le cortara el pelo, mientras yo seguía allí sentada en la silla esperando. Y ahí mi marido reanuda la conversación de la depilación. Mi marido estaba disfrutando en grande conmigo ante esa situación, le encantaba verme, toda cachonda y toda avergonzada; los moros no me quitaban ojo, mi marido me hacía señas para que abriera un poco las piernas, pero yo no me atrevía aunque después le dije ya en el coche que estuve a punto de abrirlas, si me hubiera insistido un poco más. Yo estaba así de cachonda porque ya lo habíamos hablado lo de llevarme a la barbería del moro a que me afeitara el coño y en realidad yo no sabía si él había quedado de antemano con ellos para que lo hicieran ese día, así que estaba que no sabía a qué atenerme. Sujetador no llevaba, solo un suéter que me marcaba bien los pezones de lo cachonda que estaba y tampoco llevaba bragas, y cuándo se marchó el otro señor pues pareciera que me quedaba más tranquila pero en realidad seguía más o menos igual, incluso más nerviosa.
Seguían hablando Ahmed y mi marido mientras le cortaba el pelo sobre las depilaciones, que si hoy todo el mundo se depila incluso los hombres para llevar la conversación hacia la depilación de las mujeres y sobre todo a que me afeitaran el coño a mí, y en una de esas mi marido le pregunta a Ahmed lo que opinaba acerca de la depilación masculina. Él contesta que bueno, que cada quien hace lo que quiere; mi marido le sigue la corriente diciéndole que sí, que cada cual puede hacer lo que quiera, pero que él no lo haría. Y sigue diciendo… en las mujeres es diferente, ¿a ti qué te parece Ahmed? Tampoco se quería manifestar al respecto y dar su opinión sobre la depilación femenina y la verdad es que parecía como que el moro se estaba sintiendo incómodo con la conversación, así que más o menos ahí lo dejaron, no sin antes seguir diciendo mi marido que a él le gustaba que las mujeres lo llevaran todo depilado, haciendo énfasis en el “todo” para ver si se decantaba por algo, pero seguía sin decir nada, mi marido me miraba por el espejo y yo me movía incómoda en la silla, también estaba bien avergonzada, y tímida con la mirada esquiva y mirando al suelo como a mi marido le gusta que me muestre, también estaba el socio de Ahmed, el más joven, y la verdad que este si lo estaba disfrutando sin dejar de mirarme constantemente, pero como el otro moro no quería seguir la conversación, cambiaron de tema y terminando de cortarle el pelo, ahí lo dejaron. No obstante, al mes siguiente cuando mi marido fue a cortarse el pelo otra vez, Ahmed, el moro más mayor no estaba, solo estaba el más joven, esta vez mi marido iba solo, yo me quedé en casa, y no sé qué edad tendrá aproximadamente este otro moro, entre 25 y 30 años, y bueno parece que mi marido le pregunta por Ahmed diciéndole que no iba a venir y que si quería que él le cortara el pelo, le dijo que si, y para asombro de mi marido este moro, le saca la conversación otra vez sobre lo de la depilación de las mujeres preguntándole por mí y si le gustaba que yo lo llevara todo depilado, mi marido le dice que sí y también le dice que normalmente me lo afeitaba él, mi marido, porque donde iba a depilarme las piernas y todo lo demás me daba vergüenza decirle a la chica que me depilara el coño, así que me lo hacía mi marido pero que ya estaba cansado de hacérmelo y que le gustaría encontrar a alguien de confianza para que se lo afeitara y bueno el moro no se lo podía creer lo que estaba oyendo, mi marido me decía que tenía cara de no es posible lo que estoy escuchando, y a todo esto va el moro y le dice, bueno mi oficio es este ya sabes, cortar el pelo, rasurar, afeitar, si quieres yo se lo afeito a tu mujer. Parece ser que en esas estaban cuando entró un tipo en la peluquería a cortarse también el pelo, así que cambiaron de conversación, pero antes de irse, mi marido le dice que le diera su número de teléfono personal si le parecía bien para llamarle en relación a lo que habían hablado, le dio el número y se vino para casa.
La verdad es que el moro joven si estaba por la labor y en cuanto tuvo oportunidad no la desaprovechó y ahí le dijo a mi marido que llegó a casa contento y bien cachondo así que nada más entrar por la puerta me puso a tono, y me tuvo chupando polla hasta que me dijo todo lo que había hablado con el moro joven en la peluquería y que iba a quedar con él para llevarme a que me afeitara el chocho.
La verdad es que me derretía del gusto, le hice una mamada Matrícula de Honor, me sentía como la perra que le gusta a mi marido y me puse bien guarra sin necesitar mucho para comportarme como una auténtica cerda. Me estuvo follando por la boca hasta que descargó la lefa de sus pelotas en mi boca, mientras me decía que me iba a abrir bien de piernas, yo solita, para que el moro me afeitara hasta el último pelo del chocho, te lo va a dejar todo pelado sin un solo pelo, me decía. Y trágate todo sin dejar caer ni una gota, me decía terminando. Y eso fue así nada más llegar a casa, pero al rato ya estaba cachondo otra vez y yo que siempre tengo que ir sin bragas, y que me asomo al balcón y ahí estaba el vecino de enfrente que me espía, joder aquello me dio otro subidón, se lo digo a mi marido y me pone a pasear en pelotas por la casa para que me viera, después me hizo cerrar las cortinas y me estuvo dando un correctivo mientras se la volvía a chupar, porque quería romperme el culo mientras me decía al oído: mañana voy a llamar al moro para quedar con él para llevarte a que te afeite el coño. Lo que hacía que me corriera una y otra vez sin poderlo remediar.
A los pocos días llamó a ese moro, por cierto se llama Samir, y queda en encontrarse con él al día siguiente en un bar para tomar algo y poder hablar tranquilamente sobre cómo sería para organizarlo todo y quedar para que me afeitara el chocho.
Quedaron un día entre semana a partir de la diez de la noche en un bar que estaba cerca de su casa. Fue mi marido solo pues quería hablar con el moro tranquilamente y también acordar con él cómo hacerlo, dónde y cuándo; y yo por el momento no tiene porque saber nada de eso. Estuvieron hablando de cómo lo iba a hacer, porque según le dijo cuando le pregunta si tenía experiencia en afeitar chochos, le dijo que no, lo que es normal, pero también le dijo: soy peluquero así que no voy a tener ningún problema en afeitar el coño de tu mujer. La siguiente cuestión era concretar dónde hacerlo, para mi marido lo mejor era que fuera en casa del moro. A lo que éste le dijo que por su parte no había inconveniente, pero que el piso donde vivía lo compartía con cuatro personas más, tres moros y un negro, y que el piso no era muy grande, así que quizá no tuviéramos mucha intimidad. Mi marido le dijo que no había problema por eso, en realidad le gustaba, y solo de pensar que me iba a llevar a ese piso para que me afeitaran el coño y además lleno de tíos jóvenes y seguro que salidos, se le estaba poniendo dura ahí mismo. Así que le dijo que no había problema y que ya solo quedaba concretar un día y una hora. El moro le dijo que tenía que ser a partir de las 8,30 de la tarde pues tenía que estar en la peluquería hasta las 8 y que podía ser cualquier día. Y también los sábados por la tarde a partir de las 5, y bueno al final quedaron en que lo haríamos el próximo sábado sobre las 6 de la tarde.
Cuando mi marido llegó a casa me pasó revista para comprobar que iba sin bragas y si estaba de mojada, ambas cosas las pudo verificar afirmativamente y sacándose la polla me dice que me arrodillara y se la chupara, cosa que hice naturalmente. Una vez que tenía su polla en mi boca mamándosela, me empieza a contar de dónde venía y lo que había estado hablando con el moro. Yo según me iba contando con más ganas le comía la polla, me la tragaba hasta la garganta mientras le acariciaba los cojones y no dejaba de gemir ummm…mmmm…mmm estaba que me corría toda y sin tocarme solo me empujaba la cabeza desde atrás mientras se la comía lo que terminó siendo una follada por la boca literal, cuando terminó corriéndose en mi garganta yo estaba empapada y me tumbo boca arriba toda despatarrada pidiendo que me diera más rabo. Pero el muy cabrón de mi marido en vez de follarme como a una cerda me levanta y me da un par de guantazos por zorra, me dice; y se quita el cinto y empieza a darme el correspondiente correctivo porque yo no podía parar de gemir y de pedir polla, darme con el cinto hizo que se le pusiera dura otra vez y terminó follándome y esta vez me quedé más calmada pero con el culo y la cara bien marcadas como un tomate.
El sábado a la hora acordada llegamos a casa del moro. Iba vestida con una falda por encima de la rodilla y un suéter ajustado, sin bragas y sin sujetador. También me dijo mi marido que me pusiera un perfume de feromonas que hace que los tíos se pongan bien cachondos cuando lo huelen. Me dijo que me pusiera un poco en las muñecas, en el cuello, el escote, entre los muslos y en la barriga. Me decía que estaba de vicio, y nada más llegar, el moro nos hizo entrar al comedor, donde había dos moros más viendo un partido de fútbol en la tele, y nos invitó a un té. Para mí, el moro, me preparó un té especial, y parece ser que ya lo habían acordado mi marido y él el día que se reunieron, al parecer es un té que tienen ellos y que parece ser que las pone bien cachondas a las mujeres. Mi marido sabía que no hacía falta darme nada para ponerme cachonda porque me mojo sin necesidad de nada, pero quería saber cómo me sentaría aquel té y lo que iba a hacer en esa situación tan bien preparada.
Todos me miraban y me decían que estaba preciosa la verdad, y lo de caliente que estaba era algo inexplicable, la falda que era bastante fina como de gasa la tenía toda mojada y se notaba que la había manchado por detrás de lo empapada que iba y en el pisito del moro y después de tomarme ese té que me dieron y el perfume de feromonas que llevaba puesto, aquello se convirtió en una orgía, porque no había terminado el té cuando no aguantaba el calor que tenía y al empezar a decirlo y sin poder remediarlo me desabrocho, primero, el suéter, que al no llevar sujetador quedaron mis tetas al aire en todo su esplendor, los moros hacían esfuerzos por contenerse pero estaban como burros entre el perfume que exudaba y el ambiente y lo caliente que estaba no sabían si lanzarse sobre mí allí mismo, y miraban a mi marido, mientras él les decía que sí que iba a haber para todos pero que primero quería que Samir me afeitara el coño, los moros me miraban con cara de no me lo puedo creer, pero mi marido se me acerca y me pregunta, ¿a qué hemos venido aquí? A que me afeiten el chochito, le digo. A ver, enséñales el chocho a Samir y a sus amigos, a lo que yo me subo la falda hasta la cintura y me abro de piernas tanto que no podía abrirlas más, mi marido me toca el coño y era un charco lo que tenía, y le pregunta a Samir, ¿vas a poder afeitarla? Si me dice, que pase a la habitación. Me quitaron toda la ropa, para que no se me manchara porque verlo me lo habían visto todo, así que me quedé en pelotas en medio de todos aquellos moros y mi marido allí mirando y sujetándome de las piernas y de los brazos porque estaba tan cachonda que no paraba de gemir y de moverme, y no querían tener ningún accidente. Me lo peló todo el Samir, no me dejó ni un pelo y bien suavecito, yo estaba en brama como cerda pidiendo que me follaran, no sé que llevaría el té ese de los moros pero hizo maravillas, nunca había estado tan cachonda en la vida. Parece que es una mezcla especial de plantas, que lo hacen en Marruecos. Pero bueno ese es otro asunto. Así que ya en pelotas como estaba y cachonda como una vaca no les quedó otra que follarme, bueno mejor dicho que me follaran los moros hasta que ya no podían más. Era algo increíble, pero los moros terminaron diciendo que ya no podían más y que ya no querían follarme más. Me dieron rabo por todos lados, hasta los tres a la vez mientras uno me la metía por el culo, el otro me la tenía metida en el coño y el otro me follaba la boca, fue todo un espectáculo. Y bueno estuvimos hasta las diez de la noche, cuatro horas o más me estuvieron follando, y al despedirnos yo seguía queriendo polla, a veces soy insaciable y aquella situación me había llevado a unos límites insospechados. Samir le dice a mi marido que cuando quiera puede llevarme otra vez, que me afeita lo que quiera las veces que quiera y cuando quiera y que había dos chicos más viviendo en el piso, que uno era un negro y el otro moro, y que al parecer el negro tiene un rabo descomunal, pero que ese día se habían ido a una obra a trabajar y que estarían fuera dos semanas más o menos, pero cuando regresen le avisaría a mi marido por si quería llevarme a conocerles. Mi marido le dijo que sí, que le avisara y bueno, me he llevado un par de veces más a que me afeite el coño el moro y la verdad es que me pongo como loca de cachonda cada vez que mi marido me dice, mañana vamos a casa del moro a que te afeite el coño, le hago unas mamadas espectaculares en consideración y me pongo toda cachonda de solo mencionármelo. Lo que había sido algo a lo que me resistía en un principio resultó ser uno de mis mayores placeres de los vicios secretos que he disfrutado.