La banda del Lote Baldío
Una chica es violada por tratar de salvar a otra de una banda.
En ese entonces yo tenía 22 años, me acababa de ir a vivir sola, independizándome de mis padres; al principio fue difícil, pero poco a poco me acostumbré a mi rutina diaria y no tuve problemas para adaptarme al entorno de mi departamento. Me llevaba bien con los vecinos, en el edificio todos eran muy cordiales conmigo y había por ahí uno que otro muchacho que me “aventaba el can” como dicen por ahí, pues siempre he tenido buen cuerpo, me gusta vestirme coquetamente y de cara siento que soy bonita; aunque uso anteojos por ser alérgica a los lentes de contacto, pero eso, según dicen mis compañeros, me da un toque de “mamacita intelectual”; la verdad es que sin mis anteojos no veo prácticamente nada.
Tenía un buen trabajo en una empresa como Ayudante de administración, gracias a un buen sueldo me cambié de casa, mi siguiente paso era comprarme un auto; así que todos los días tenía que caminar aproximadamente seis cuadras para tomar el transporte que me llevaba a mi trabajo; en ese camino había un lote baldío y ya mucha gente me había advertido que no pasara por ahí, pues en ese lugar se juntan unos vagos que no hacen mas que drogarse, asaltar y molestar a la gente; como yo pasaba muy temprano en la mañana, normalmente no estaban los vagos en el lugar y cuando yo regresaba por la tarde me iba por la acera de enfrente para evitar pasar cerca; aún así, en ocasiones escuché comentarios morbosos y silbidos de esos chicos, yo lo que hacía era no voltear ni hacer ningún caso.
A mí me gusta vestir de falda corta, a veces mini y un poco escotado; ese fue uno de los problemas que siempre tuve con mi Papá, que me decía que yo debería ser mas “decente” al vestir, yo le respondía que esa era la moda y no hacía caso de sus regaños.
En una ocasión salí muy temprano de mi departamento, pues había mucho trabajo en la oficina y el jefe me había encargado un trabajo para entregarlo al día siguiente, así que quería quedar bien y terminar cuanto antes. Iba yo vestida con una micro faldita, una blusa roja muy escotada que llamaba la atención de varios de mis compañeros y una chamarrita de mezclilla. El día fue muy pesado, estuvimos trabajando todo el día, comimos unas tortas en la misma oficina para no perder tiempo, pero aún así se nos hizo de noche y no acabábamos; mi jefe incluso pidió pizza para que cenáramos; al fin terminamos, pero ya eran cerca de la 1:00 a.m. El jefe nos ordenó a todos que nos fuéramos a nuestras casas, pero nos advirtió que teníamos que estar en la oficina al día siguiente a las 9:00 a.m. para entregar el trabajo.
Un compañero de trabajo se ofreció a llevarme a mi casa y yo agradecida acepté; nos fuimos en su auto, un Honda muy padre, en el camino íbamos platicando, pero noté que no dejaba de verme las piernas y de vez en cuando mis senos, que asomaban por el escote tan pronunciado que yo llevaba; me empecé a sentir incómoda y le pedí que se fijara en el camino; él, sonriendo, me dijo que todo estaba bien, que era un excelente conductor y nunca había tenido un accidente; yo seguí inquieta pero no dije nada, íbamos sobre una avenida bastante transitada y de repente el viró por una pequeña calle; le indiqué que ese no era el camino a mi departamento, a lo que él contesto que tomaría un atajo para llegar más rápido; nuevamente no alegué más.
En una de esas, él tocó mi pierna con el pretexto de cambiar la velocidad; le reclamé y el me pidió perdón, pero cuando lo hizo por segunda ocasión me molesté mucho y le dije que me dejara bajar, que no quería ya que me llevara a casa. El me dijo que lo disculpara, que no volvería a suceder y que yo pensara que ya era muy tarde y era peligros para mí andar sola en la calle. Yo, como estaba realmente molesta de que él me creyera una fácil le contesté que no me importaba, que me dejara allí y punto. El, molesto, orilló el carro y todavía se atrevió a decirme: “Tu te lo pierdes, la hubiéramos pasado muy bien”; me bajé, cerré de un portazo y empecé a caminar; escuché como arrancaba su auto y me quedé sola en medio de la calle. Nunca he sido miedosa, así que no tenía temor; pero estaba disgustada por lo ocurrido, como no sabía muy bien donde estaba empecé a caminar hacia donde creía que estaba el edificio donde vivo.
Pasaban algunos autos y me tocaban el claxon o me decían cosas sucias desde las ventanillas abiertas, yo seguí caminando sin hacerles caso; de repente reconocí la calle que daba hacia mi casa, por lo que aliviada empecé a caminar hacia allá. Como iba tan molesta, no puse atención por donde iba, pero de repente sentí un fuerte olor a marihuana, esto hizo que me diera cuenta de que estaba pasando junto del lote baldío donde se juntaban los vagos; este lote estaba en una esquina y se encontraba rodeado de tablas altas que hacían que no se viera lo que ocurría adentro; escuché risas de los vagos y gritos como de gozo de ellos, pero también alcancé a escuchar gemidos un poco apagados como de una mujer; quise seguir caminado, pero la curiosidad siempre ha sido uno de mis defectos y busqué por donde asomarme; en la calle donde yo iba no había por donde asomarse, por lo que di la vuelta a la esquina y encontré una pequeña separación entre unas tablas; me tuve que agachar un poco, cerré un ojo y me asomé con el otro. Lo que vi me impresionó; había varios vagos fumando marihuana, unos sentados, otros parados e incluso algunos acostados; casi todos estaban desvestidos; pero en una parte cerca de donde yo me asomaba se veía movimiento, noté piel, eran cuerpos desnudos y parecía que alguien estaba haciendo el amor; como estaban muy cerca de la barda, yo no veía bien, así que busqué acomodarme para ver mejor; al moverme alcancé a ver que un individuo hincado desnudo sostenía de los brazos a una chica acostada también desnuda, vi en la cara de ella un gesto de dolor, me asomé un poco más y alcancé a ver que otro individuo estaba violando a la chica.
Al ver esto me quedé un momento petrificada, de repente pensé en ayudar a la chica, pero me di cuenta que no tenía ninguna oportunidad contra los vagos, luego pensé en pedir ayuda y al final decidí ir a llamar a la policía por teléfono; para mi mala suerte, en ese momento hubo un apagón y me quedé totalmente a oscuras; intenté moverme sin hacer ruido, pero se me atoró un tacón del zapato, quise sostenerme para no caer, pero el movimiento hizo que me recargara en una tabla y que esta se rompiera, cayendo hacia adentro del lote, me di un golpazo tremendo e hice mucho ruido; quise levantarme rápido, pero mis anteojos, sin los que no veo casi nada, se me cayeron. Empecé a buscarlos a tientas, pero los vagos ya repuestos de la sorpresa estaban sobre mí. Alcancé a escuchar como uno de ellos decía: “Mira lo que nos cayó del cielo”; me estaba incorporando cuando sentí como era tomada de mi cabello negro; jalándome, me obligaron a caminar y me llevaron al centro del lote baldío; yo grité que me soltaran, pero una vez estando casi al centro del lote, uno de ellos me golpeó en la cara con fuerza ordenándome callar; del golpazo volví a caer y en ese momento sentí como jalaban mi ropa para quitármela, grité y les dije que me dejaran ir, que llamaría a la policía, pero ellos se rieron de mí mientras me acariciaban por todos lados. Uno de ellos dijo: “Yo creo que esta vieja es puta, mira como está vestida”, de nuevo me dieron una cachetada y me dijeron que me callara o no lo contaría. Decidí obedecer, pues aparte del miedo que me dio estar con estos tipos, no veía casi nada por la falta de mis lentes.
Yo estaba boca abajo y uno de los vagos casi se encimó sobre mí y jalándome del cabello me preguntó que hacía yo ahí. Le respondí que solo iba pasando; y él me dijo que era una gran suerte para mí haber pasado en ese momento, que ellos me harían gozar como nunca; al oír esto me asusté y quise levantarme para salir corriendo de ahí, pero me detuvieron entre varios y me mantuvieron en el suelo; me voltearon boca arriba, uno de ellos me detuvo los brazos por encima de la cabeza, igual que a la chica que yo había visto; en ese momento la recordé y volteé a ver hacia donde yo suponía que estaba ella, entre sombras alcancé a distinguir que había alguien violándola todavía; mientras, los vagos me jalaban la ropa, hicieron pedazos mi blusa y me quitaron la falda con facilidad, quise gritar, pero una mano en la boca me lo impidió; sentí la asquerosa lengua de un tipo recorriendo mi cuello y bajando a mis tetas; quiso arrancarme el sostén, pero no pudo y entonces decidió mejor cortarlo, sacó una navaja de su bolsillo y de un certero golpe cortó el centro de mi bra; mis tetas brincaron al momento que la luz regresaba; dándoles a los vagos un espectáculo maravilloso de mis senos bamboleantes y mi cuerpo semidesnudo; después me quitaron los zapatos y las medias a jalones.
Uno de los tipos dijo: “¿Ya viste quién es?, es la mamazota de los lentes y las chiquifaldas”, A lo que todos los demás silbaron y aplaudieron, otro dijo: “Hasta que se nos va a hacer mamacita”.
Yo intentaba soltarme y me retorcía, pero cada vez me dolían más las muñecas por la presión que ejercía el vago en ellas, además, tenía a otro tipo encima y su peso no me dejaba mover, poco a poco empecé a cansarme; pensé que si no hubiera sido por el maldito de mi compañero de trabajo ya estaría yo descansando en mi departamento; en ese momento sentí como mi última prenda, mi tanga, era jalada por el vago y la deslizaba fácilmente por mis piernas. Alcancé a notar como la levantaba como un trofeo. Sentí como inmediatamente uno de ellos metía su cara entre mis piernas y empezaba a lamerme el clítoris. Yo no sentía placer, sentía desesperación, coraje, odio y cuando me quitaron la mano de la boca intenté gritar, pero inmediatamente metieron mi propia tanga en mi boca, enseguida la aseguraron con cinta, formando una mordaza que me impidió gritar todo el tiempo que estuve ahí.
Lo que siguió fue lo peor que me ha ocurrido en mi vida, sin soltarme las manos, ellos me obligaron a abrir las piernas, uno de ellos se acomodó entre ellas y colocó la punta de su pene en la entrada de mi vagina; quise gritar e impedir la violación, pero no tuve escapatoria, sin ninguna compasión el vago empezó a penetrar en mí y sentí su miembro como un fierro caliente que me quemaba por dentro, quise sacarlo de ahí, pero al moverme lo único que lograba era que me penetrara más, después de varios intentos y de escuchar que se burlaban de mí diciendo que me movía porque me estaba gustando, dejé de hacerlo, gruesas lágrimas escurrieron por mi rostro e imagino que gemí de dolor igual que la otra chica; muy dentro de mí me maldije por haberme asomado a ver que pasaba; y por pensar en ayudar a la otra chica. Recordé la tabla que cayó y pensé que tal vez alguien vería lo que sucedía y nos ayudaría, pero al voltear a ver hacia donde caí, vi que las tablas ya estaban levantadas de nuevo, aunque sobrepuestas; pero aún así, nadie nos vería.
El vago que me violaba terminó por fin, pero no se salió de mí, así que sentí como me vaciaba todo su semen adentro; sentí mucho asco y pensé: “Tal vez ya me dejen ir”, pero debí ser menos ilusa, pues cada uno de los vagos quería su parte de la fiesta y se dispusieron a gozar de mi hermoso cuerpo.
Un segundo tipo se colocó en lugar del otro y de nuevo sin miramientos me clavó su pene hasta el fondo de mí; mis gritos se ahogaron con la mordaza y él empezó a moverse dentro de mí, al mismo tiempo que acariciaba mis senos desnudos y besaba mi cuello; sentí como dejó caer todo su peso sobre mí, impidiéndome moverme. A lo lejos escuchaba risas y burlas de los demás vagos, seguían fumando hierba y solo esperaban su turno para violarme. Sus burlas eran humillantes, incluso me decían que yo los había provocado por mi forma de vestir, que si yo fuera una chava decente no andaría así en la calle y que sabían que a mi me gustaba esto. El tipo también terminó dentro de mí y luego siguió el turno de otro.
Me hicieron lo que quisieron, uno tras otro me violaron sin compasión, no pude contarlos y de hecho creo que algunos me violaron dos o tres veces; unos se vinieron dentro de mí y otros me llenaron de semen desde el pubis hasta el pecho. Gozaron de mi cuerpo hasta que les dio la gana; fueron varias horas de sufrimiento y dolor; aún cuando la luz del sol ya asomaba anunciando el nuevo día y se escuchaba el ruido de la gente que se va a trabajar o a estudiar, ellos siguieron cogiéndome y a la otra chica también Todo el tiempo en que me estuvieron violando yo gritaba que no, que me dejaran en paz, pero mis gritos siempre se ahogaban en la mordaza que me pusieron. El sol ya calentaba cuando me soltaron, me senté como pude, adolorida de la espalda, los brazos, las piernas y la vagina; me quité la mordaza y me levanté, cuando me detuvieron y me dijeron: “te vamos a dejar ir, pero donde nos denuncies o hagas algo en nuestra contra, no lo contarás; tenemos tus datos” y me mostraron que en la mano de uno de ellos tenía una de mis credenciales donde especificaba mi domicilio particular, el de mi trabajo y mis teléfonos. Yo, asustada, les dije que no haría nada, pero que me dejaran ir. La misma amenaza le hicieron a la otra chica; pude ver que era una chica muy guapa, de cabello rubio y de muy bonito cuerpo, sus bellos ojos, azules y grandes, demostraban el miedo que sentía; les dijo lo mismo, que no haría nada en su contra, pero que ya nos dejaran ir.
La chica y yo nos vestimos como pudimos con lo poco que quedaba de nuestras ropas, la mía estaba hecha jirones; pero lo que me urgía era salir de ahí lo más pronto posible; todavía cuando nos salimos del lote, los vagos se burlaron de nosotras, gritándonos que cuando quisiéramos estarían ahí de nuevo, que los fuéramos a buscar sin pena.
Caminamos un poco, yo tenía rabia y dolor; iba cabizbaja y tratando de taparme; la gente en la calle nos veía con curiosidad y morbo, pues íbamos semidesnudas; la otra chica lloraba desconsoladamente; le pregunté donde vivía y me comentó que no era de ahí, que había llegado de provincia el día anterior y que se había extraviado; un maldito taxista le había robado todo su dinero y la dejó abandonada cerca de donde estaban los vagos y estos al verla de inmediato se aprovecharon de ella; me contó que había estado cautiva de ellos desde un día anterior; no sabía que hacer porque el taxista le había quitado la bolsa donde llevaba los datos de sus familiares; no me quedó más remedio que llevarla a mi departamento.
Cuando llegamos al departamento le dije que descansara mientras yo llamaba a mi empleo para avisar que no me presentaría a trabajar; ella me dijo que si podía bañarse, le contesté que sí y le presté ropa de baño para que se sintiera cómoda. La llamada a mi trabajo no fue fácil, como me daba miedo decir la verdad inventé otra excusa; mi jefe se molestó muchísimo y me dijo que era la última vez que me permitía eso, que la siguiente vez me despediría; al final, acabé gritándole que me habían violado y le conté lo sucedido. El se quedó mudo y solo me dijo que le llamara cuando me sintiera bien para ir a trabajar, incluso se ofreció a llevarme a levantar una denuncia. Yo le dije que después le avisaba, pero la verdad es que no me interesaba en lo más mínimo levantar la denuncia por las amenazas de los vagos.
Escuché que la chica se había acabado de bañar, fui a la recámara y la vi sentada en la cama, no dejaba de llorar; intenté consolarla un poco y le dije que durmiera para que descansara y tratara de olvidar, ella se acostó y cerró los ojos; yo me metí a bañar, quería que el agua y el jabón limpiaran de mi cuerpo la suciedad que sentía por lo que me hicieron los vagos. Me lavé el cabello y cerré los ojos para enjuagarme el shampoo. En eso estaba cuando sentí que unas manos acariciaban mi cuerpo; volteé sorprendida, pero no podía abrir los ojos porque me cayó shampoo en ellos, una boca suave y húmeda me besó en los labios, era una boca chica, de mujer; adiviné que la chica estaba ahí, sorprendida quise alejarla de mí, pero ella me dijo que solo quería un poco de cariño después de lo sufrido; como sus caricias empezaron a gustarme, me dejé hacer sin poner más resistencia, yo también necesitaba un poco de cariño.
Sus manos recorrieron mi cuerpo haciéndome estremecer, yo también la acaricié y nos besamos apasionadamente, disfrutando de nuestros cuerpos desnudos; las dos llorábamos, nuestras lágrimas se confundían con el agua que caía de la regadera; yo nunca antes había sentido unas manos tan suaves y unos labios tan dulces recorriendo mi piel; ella, con su lengua fue recorriendo mi cuerpo, me hizo gozar como nunca, bajó besando toda mi piel hasta llegar al triángulo de mi sexo, quise decirle que parara, pero el placer era tanto y tan intenso que solo gemidos salían de mi boca, ella metió su lengua en mi clítoris y allí fue el clímax, no pude más y tuve un orgasmo muy intenso, exploté como nunca, al tiempo que acariciaba los cabellos de mi compañera ocasional con desesperación.
Ella se levantó y me preguntó si me había gustado, como respuesta yo la besé en los labios con pasión; ella me dijo: “ahora tu” y yo bajé por su cuerpo de la misma manera que ella lo había hecho conmigo; sentí como su piel se excitaba con el paso de mi lengua; sobre todo cuando besé esos pechos turgentes coronados con dos pezones rosados que se levantaban desafiantes. Bajé más a su estómago y luego a su triángulo, entre el rubio vello descubrí su chochito y con mi lengua empecé a juguetear con él, sentí como se estremecía y como me empezó a jalar el cabello, aunque sentí dolor, este era soportable por el placer que las dos nos dábamos; metí un dedo en su vagina, ella gimió con mayor intensidad y de repente me gritó que se estaba viniendo, tomó mis cabellos con fuerza y prácticamente restregó mi cara contra su pubis, gimiendo y gritando como loca de placer: “¡Aaaahhhh si, si así mi amor, así me gusta, házmelo yaaaa!”.
Terminamos de bañarnos, enjabonándonos la una a la otra nuestros cuerpos firmes; le pregunté su nombre que hasta ese momento no conocía y ella dijo llamarse Mariana; le pregunté después si era lesbiana y me comentó que no lo era, que solo en el colegio había tenido algunos encuentros con algunas amigas, pero que en realidad le gustaban los hombres. Dijo también que lo que hizo esta vez fue porque las dos sufrimos el mismo dolor y la misma humillación y quería consolarse con alguien y como yo le había abierto las puertas de mi casa pensó que sería bueno retribuirme de alguna manera, además de que quería probarse a sí misma que el sexo no es la basura que nos mostraron los vagos, sino algo más sublime y hermoso; algo en lo que yo estuve totalmente de acuerdo.
Mariana y yo empezamos a vivir juntas, como ella perdió todo lo que traía y se sintió muy a gusto conmigo, decidió no regresar más con su familia, encontró un trabajo de mesera y también se inscribió en una escuela técnica para salir adelante; continuamente teníamos nuestros encuentros sexuales y las dos nos sentíamos plenas en ese territorio, de tal manera que no sentíamos necesidad de encontrar pareja masculina. Un día llegué de trabajar y encontré a Mariana llorando, le pregunté que le sucedía y me dijo que continuamente recordaba lo que nos había sucedido en el lote baldío y que como pasábamos por ahí continuamente, los vagos la molestaban diciéndole que regresara cuando quisiera más y que un día volverían a hacerle lo mismo, que ella lo había disfrutado, etc., eso me llenó de coraje y le dije que si ella quería nos vengaríamos de los vagos; Mariana asombrada me preguntó como; yo le dije que si ella me ayudaba lo haríamos, me respondió que si y procedimos a elaborar un plan.