La aventura del vampiro
El vampiro se moría de ganas de meter las manos bajo aquella ropa para sentir la cálida piel, el latido del corazón y hacer endurecer los pezones con el frío de sus manos.
24-may-09
LA AVENTURA DEL VAMPIRO
Wenceslao, se notaba aburrido de la vida, ser inmortal tenía una pega enorme: tarde o temprano todo acababa volviéndose tedioso. Ese era también el gran problema de ser vampiro y tener que cargar con la maldición del amor eterno. Lo que comenzaba siendo lo más maravilloso que podías sentir, acababa la inmensa mayoría de las veces en una guerra encarnizada entre los que inicialmente fueron pasionales enamorados, que pasan a ser apasionados enemigos. Y así viven, condenados a alternar siglos de amor con otros de odio hasta el fin de los días o hasta que alguno de los dos acaba con el otro, lo que equivale a un suicidio vampírico, porque lo que está claro es que cuando dos vampiros se enamoran no hay forma de separar sus destinos, que permanecen unidos hasta sus muertes.
Wen llevaba ya varios siglos con su pareja y aún conservaban bastante cariño y compañerismo entre ellos. También es verdad que eso era así porque ambos ponían de su parte para conseguirlo. A ninguno de los dos les apetecía enzarzarse de momento en batallas que complicasen su cómoda existencia.
Aunque precisamente tanta comodidad y rutina era lo que estaba haciendo que el protagonista de nuestra historia se plantease el echar una canita al aire para aportar algo de chispa a su monotonía. Entre vampiros no existe la infidelidad, cada cual puede tener relaciones sexuales con cualquiera de su especie sin que nadie considere que eso tenga la mayor trascendencia.
Pero no era eso lo que Wen andaba rumiando aquellos días. Él buscaba algo nuevo, nuevas emociones, algo más transgresor, como por ejemplo tirarse a un ser humano.
Lo de fornicar con seres humanos así sin más no es algo habitual entre los chupasangres, a veces lo hacen mientras se alimentan de ellos, pero en esos casos el sexo en sí es lo de menos y el acto tiene poco de erótico, más bien lo podríamos definir como bestial o instintivo.
Sin embargo Wen hacía siglos (nunca mejor dicho) que no tenía ese tipo de contacto con los mortales, por eso le parecía que aquello podría ser una buena forma de sacudirse las telarañas durante un tiempo. Calculaba que, entre los preparativos secretos para llevar a cabo su plan, la búsqueda de la persona adecuada y lo que le durase la aventura, quizá podría divertirse durante unos años.
Por lo pronto tenía claro que a su esposa debería ocultarle su lío y a su futura amante debería ocultarle su condición de vampiro. Pensaba en una amante en femenino porque, aunque los nosferatus son absolutamente bisexuales, a Wen le atraían sobremanera las cinturas de las mujeres, por lo que ya había decidido de antemano que la seleccionada sería una señorita.
Se hizo con un loft y lo montó en plan picadero sofisticado teniendo cuidado de no darle ningún toque siniestro que pudiese hacer sentir incómoda o inquietar a la frágil y asustadiza humana. Si se le daba bien la cosa podía conseguir varias chicas, e incluso hacérselo con un par a la vez, aunque era consciente de que tampoco debía hacer demasiado alarde de la potencia sexual sobrehumana que, como todos los de su especie, él poseía.
Sus planes y el morbo de estar montando aquel secreto le subieron la libido hasta el extremo de llegar a correrse durante una de sus "mordidas alimentarias", cosa que no le pasaba desde sus inicios, cuándo aún no controlaba bien las sensaciones que provoca la transformación a no vivo. Por lo visto la idea estaba funcionando, Wen volvía a sentirse ilusionado.
Cuando acabó de amueblar y decorar llegó el momento de la búsqueda y selección de las candidatas, algo que, aunque inicialmente le parecía de lo más sencillo, descubrió que no tenía ni idea de cómo llevar a cabo. Siempre que se había acercado a alguno de aquellos seres había sido usando su poder de control de mentes, pero esta vez no podía hacerlo así porque sería demasiado evidente para la chica, una cosa es controlar mentes un rato y otra que no recuerden lo que les ha pasado, lo que le obligaría a acabar con ella; además de que el asunto perdería parte de la gracia, pues el objetivo era que ella accediese a follar con él voluntariamente.
Intentó sin éxito un par de acercamientos a bocajarro con dos chicas con las que se cruzó por la calle, pero la situación le hacía sentirse de lo más ridículo y desistió. También probó a ligar en un bar, pero aquel ruido ensordecedor atronaba en su cabeza y despertaba su ira, ¿cómo diablos podían soportarlo aquellos seres?
Decidió que el siguiente paso sería poner un anuncio y, cuando llamó para hacerlo, le comunicaron que debía enviar el texto vía mail. Wen, que no había tocado un ordenador en su vida se apuntó a clases y así fue como conoció a Mabel (no por internet como todos estáis suponiendo sino allí, en la misma clase).
Hay muchos mitos falsos sobre los vampiros, pero el que les achaca una belleza atrayente e inquietante es cierto. Wen no es que fuese especialmente guapo como vampiro, por lo que, aunque a los ojos de los humanos sí lo era, no se sentía demasiado seguro de sí mismo cuando, el segundo día de clase, decidió cambiar de sitio para sentarse con ella.
Con la excusa de practicar lo que iban aprendiendo crearon cuentas de correo y se las intercambiaron para hablar por msn y así comenzó una relación que pasó de la toma de confianza al coqueteo y acabó en cibersexo.
Mabel estaba casada y se suponía que todo aquello sólo era un juego. Pero la verdad es que la situación la estaba superando, eso de pasar las mañanas manteniendo conversaciones guarras y sobándose el uno para el otro mientras se veían por cam y llegar por la noche a la academia y tener que tratarse con la distancia de simples compañeros de pupitre, les sumió a los dos en un estado de excitación permanente.
Durante las clases los ojos de Wen pasaban más tiempo fijos en la anatomía de ella que en la pantalla del ordenador, porque los escotes de Mabel habían aumentado generosamente desde que había comenzado aquel tonteo y además, sabía hacer los movimientos exactos que dejaban al descubierto ciertas partes de su cuerpo justo cuando él la miraba.
Era una mujer de mediana edad, rubia de melenita rizada no muy larga, cara sencilla, cuello tentadoramente esbelto, pechos generosos y una maravillosa curva que descendía hasta sus caderas. No era demasiado joven, ni muy alta, ni excesivamente delgada y eso encajaba perfectamente en las preferencias físicas de Wen.
El vampiro se moría de ganas de meter las manos bajo aquella ropa para sentir la cálida piel, el latido del corazón y hacer endurecer los pezones con el frío de sus manos. Mabel mojaba las braguitas en cuanto notaba a su lado la presencia de aquel hombre de aspecto formal y polla monumental.
Estaba más que claro que la tenía en bandeja, pero Wen no las tenía todas consigo así que, prefirió esperar un poco más y asegurarse antes de proponerle nada, no fuese a asustársele la chica y luego tuviese que buscarse otra (cosa nada fácil, como había tenido ocasión de comprobar).
Pero Mabel, cansada de esperar, dio el paso y una noche que él llegaba un poco tarde la encontró esperándole a la entrada del edificio. "No tengo ganas de clase hoy ¿Vamos a tomar algo?" le dijo, y él ofreció su casa.
Ambos sabían del deseo que les consumía, pero ninguno se atrevía a romper el hielo de la formalidad que siempre habían usado en sus encuentros físicos. Y así siguieron todo el trayecto, sin tocarse, hablando de temas intrascendentes hasta que llegaron al loft. El sonido de la puerta al cerrarse a sus espaldas fue como el pistoletazo de salida para su pasión.
Mabel se abalanzó sobre su boca y Wen se sorprendió de la urgencia y vehemencia de sus besos, esperaba algo más tranquilo. Él también estaba excitado y le tenía muchas ganas a aquella chica, pero estaba mentalizado para no estropear la situación con ningún comportamiento agresivo, los humanos siempre se vanaglorian de su racionalidad y así era como él tenía previsto comportarse.
Wen fue ralentizando la intensidad de los besos intercalando morreos lentos entre los apasionados y acelerados ataques que recibía de sus labios, hasta que aparentemente consiguió que ella calmase sus ansias; aunque la tranquilidad fue sólo momentánea porque, cuándo se detuvo un momento para preguntar si servía algo de beber, ella como respuesta volvió a lanzarse sobre él, con tanto ímpetu que cayeron sobre el sofá.
Mabel se subió a horcajadas sobre el pobre Wen, que no comprendía tantas prisas pero estaba decidido a adaptarse las costumbres humanas. Se incorporó y la colocó para que su culo quedase sentadito sobre su polla, el vestido se le había subido y unas braguitas oscuras asomaban bajo la tela arrugada. Volvieron a los besos. El sensible olfato del vampiro detectaba la elevada carga de feromonas que aquella mujer estaba desprendiendo, pero además, en esa postura le subían las emanaciones de su sexo, perfume húmedo y cálido, mucho más dulce que el desprendido por los coñitos vampiros (que para el que no lo sepa os diré que tienen un olor como a metal u óxido). La polla le creció varios centímetros y ella pareció notarlo. Sin dejar de comerle la boca restregaba su culo contra el paquete de Wen, que, de no haber sido por las normas que se había autoimpuesto, ya le hubiese arrancado la ropa de tres zarpazos. Pero espero a que fuese ella la que se levantase y se quitase la ropa.
Desnuda era aún más bonita, o eso le pareció a él, además, ver aquella cinturita suya hizo que Wen tuviese que hacer verdaderos esfuerzos de concentración para que además del rabo no le creciesen también los colmillos. Él siempre les mordía en la cintura, era una especie de fetiche que tenía, la suavidad de la piel, la vulnerabilidad de la zona, la cercanía del pubis a un lado y los pechos al otro y aquella hondonada del ombligo, le volvían loco, pero esta vez tendría que contenerse.
Sin dejarle quitarse las braguitas la tiró en la cama para llenar de besos, lametones y caricias aquel terreno que tanto le atraía. Esperaba no parecerle demasiado atrevido ni raro, pero por acercarse a aquella cintura merecía la pena arriesgarse.
Podía haber pasado así toda la noche (tened en cuenta que el tiempo no cuenta tanto cuando se es inmortal), pero Mabel se impaciento y, agarrándole la mano la dirigió hacia su sexo. Entonces Wen supo que era el momento de seguir avanzando. En vez de meter la mano bajo la ropa interior, como ella había intentado, pasó la mano por encima varias veces divirtiéndose ante la creciente excitación de ella, después apartó las braguitas para dejar al descubierto un depiladito, empapado y abierto coño palpitante.
Los planes de Wen incluían practicarle varias masturbaciones, sexo oral compartido y luego un rato de folleteo, si era posible con penetración anal de propina, pero Mabel estaba acelerada y se puso aún peor cuando él se desnudó y vio de cerca su enorme polla en erección. Se empeñó en metérsela sin más. Aquello para Wen fue extrañamente placentero y tormentoso a la vez, una sensación contradictoria de cámara lenta a pesar de que todo ocurriese tan deprisa. Deseaba intensamente atravesar con la polla a aquel frágil cuerpo, metérsela hasta las entrañas, y sabía que eso sería lo que ocurriría si no andaba con cuidado, por lo que se concentró en controlar la fuerza de las embestidas y el ritmo de las mismas, dispuesto a que Mabel saliese de allí ilesa por mucho que su instinto le gritase otra cosa.
Supo de la inminencia de su orgasmo antes de que ella le avisase. Las contracciones de la vagina se marcaban claramente en su pene mientras intentaba no acelerar la velocidad de las acometidas a pesar de que una sensación de efervescencia creciente subía por sus muslos y amenazaba con inundar aquel coño humano.
El semen de los vampiros es tóxico para los no vampiros y tiene un color rojo intenso, por eso Wen aguantó hasta que ella acabó de disfrutar y poniéndola de espaldas, con la excusa de follarle el culo, se corrió sobre sus nalgas. Luego limpió concienzudamente la corrida con la lengua, mientras la mantenía a ella bocabajo para que no viese nada sospechoso.
Aunque hubiese podido seguir follando sin descanso, creyó que tanta actividad resultaría sospechosa, por lo que fingió necesitar un rato antes de continuar. Pero Mabel, que había decidido que quería más y que lo quería ya, se puso a chuparle la polla con una gula que le hubiese resultado preocupante de haberse tratado de una vampira. Wen no era de piedra y su polla mucho menos; ante tal entrega y dedicación no pudo por menos que ponerse dura de nuevo. Era imposible que le entrase entera en la boca por muchos intentos que hiciera, era demasiado grande, por lo que cada poco se la sacaba para coger aire y entonces, entre babas y jadeos, el estupefacto Wen la oía decir "Dame caña", "Jódeme", "Muy fuerte", "Lléname de polla", "Hazme gritar", "Hasta el fondo", "Rómpeme el culo", "No pares", "Fóllame ya por favor".
Aunque sospechaba que todo aquello era fruto de la excitación del momento, estaba un poco aturdido, porque, entre la tremenda mamada que le estaba haciendo y tantas peticiones no sabía muy bien como reaccionar. La experiencia estaba resultando bastante más brusca que la idea que él tenía en mente sobre lo que debería ser el sexo con aquellos seres.
Una vez más fue ella la que decidió cuál era el siguiente movimiento. Tumbándose bocarriba guió la cara de él hacia su pubis. "Voy a hacer que se corra de nuevo a ver si así se calma un poco" pensó él para sí y agarrándose a sus muslos metió nariz y boca en aquel paraíso para el olfato.
No sabía si el sexo de todas las humanas olía así o era sólo el de Mabel, pero le encantaba. Si algo se le daba bien a Wen era realizar cunnilingus, lo hacía con tal paciencia, con tanta minuciosidad y detenimiento que los coñitos acababan vibrando justo cuando él se lo proponía, o al menos eso era lo que ocurría cuando se lo hacía a sus congéneres. Así que, se dispuso a hacerle pasar a aquella mujer el mejor rato de su vida. No había hecho más que empezar con su técnica cuando ella le agarró del pelo y le obligó a clavarle la cara de una forma muy poco suave. "Qué bruta, si se tiene que estar hincando la nariz" pensó Wen retirándose un poco para intentar de nuevo llevar aquello a terrenos más tranquilos. Pero Mabel parecía poseída, le empujaba contra ella apremiándole a hacerle lo que fuese pero a hacerlo de forma violenta y rápida. "Vale, vale, pues ahora te voy a dar si es lo que quieres" pensó Wen un poco harto ya de tantas prisas.
Levantó a Mabel del suelo como si fuese una pluma y empujó su cuerpo contra la pared mientras cargaba con él, con las piernas enroscadas en su cintura se dispuso a penetrarla, pero entonces ocurrió algo muy extraño. Ella le mordió. Fue un pequeño mordisco en el cuello, ni siquiera marcó su piel, pero Wen la soltó de golpe y ella cayó al suelo.
"¿Qué has hecho?" preguntó furioso. "¡Nada! Si apenas he apretado ¿Te he hecho daño?", preocupada, intentaba acercarse para mirarle el cuello. "¡¡Me has mordido!!" dijo él indignado. "Lo siento, pensé que podía gustarte. A mí me encanta", contestó ella como si tal cosa. "Vaya cosas extrañas te gusta hacer mientras follas" dijo Wen con claro tono de reproche. "Oye, lo siento, ya te lo he dicho. Pero si te vas a poner así lo dejamos". "Sí, mejor lo dejamos" concluyó él aliviado mientras empezaba a vestirse.
"Vaya tía más rara" pensó Wen de camino a casa, sin comprender que realmente Mabel era una mujer de gustos sencillos y de lo más convencional.
"Vaya tipo más soso" pensó Mabel, muy lejos de sospechar que Wen era un espécimen de una las criaturas más excitantes y misteriosas del planeta.
Irónico, ¿verdad? Aunque , quien sabe, puede que no sean ellos los que se equivoquen con sus conclusiones, quizá los confundidos seamos nosotros.
Un relato de ErotikaLectura