La aventura de Carmen

Relato ilustrado sobre las experiencias de una mujer madura con su joven amante, (la mayoría de las fotos son reales).

La aventura de Carmen

Lo había pensado durante mucho tiempo, por fin se decidió cuando supo que su padre se iría de viaje y ella estaría sola durante una semana. Y no había sido fácil. Conocía al chico desde hacía seis meses, se hicieron amigos por internet y todo parecía ir sobre ruedas, a Carmen le gustaba su forma de pensar y expresarse, el intercambio de correos subió de tono: de amistosos a tiernos y cariñosos, hasta podría decirse que eróticos; quería conocerlo, pero cuando planearon el encuentro el tipo le confesó que en realidad tenía 22 años, no los 47 que le había dicho. La mujer reaccionó con rabia al descubrir la mentira y no quiso saber nada de él, lo terminó, pero el siguió insistiendo y mandando tiernos y amorosos mensajes por e-mail. A una semana de la partida del padre, Mita acordó con el enamorado verse un sábado en una pequeña ciudad cercana a donde vivía, el chico estuvo encantado, pero ella sentenció: "te advierto que nos veremos sólo para que te quede claro que yo no quiero nada con chiquillos como tú, me mentiste, yo no soy así, he sido sincera contigo desde el primer momento y tú no, ni siquiera podremos ser amigos, nos conoceremos en persona y daremos por terminada nuestra amistad ahí mismo".

Viajó por tren a temprana hora del sábado, ni siquiera llevaba equipaje, pensaba regresar ese mismo día, fue directo al sitio de encuentro, llegó media hora antes y ocupó una mesa del café de enfrente, no en el que habían quedado, desde ahí quería ver primero cómo era el chiquillo que le mandaba tiernos y apasionados mensajes de amor. Antes de consumir su taza de café lo vio llegar, era alto y sin ser musculoso tenía el cuerpo bien formado, su espalda era ancha y sus piernas largas, vestía una camisa de manga corta que dejaba al descubierto sus velludos y firmes brazos, Carmen se sintió nerviosa, más cuando se sintió descubierta: el chico vino hasta su mesa y sin pedir permiso se sentó.

Mita sintió que se moría de vergüenza de solo pensar que la gente la miraría junto a un joven que bien podría ser su hijo, ahí, en un cafetín para enamorados. Respondió cortante al saludo de Juan y fue al grano: "bien, ya me conoces, como verás no soy ninguna chiquilla para andar contigo, me apena esta situación, así que dime lo que tienes pensado y nos despedimos, no tengo ninguna intención de alargar la plática, tengo que regresar a Capital Federal en el próximo tren". El jovenzuelo no se inmutó.

Y luego, como sin querer, la madura fue empezando a poner atención a lo que el chico le decía, mientras lo miraba detenidamente, era obvio que el joven le gustaba, pero se decía una y otra vez que aquello era absurdo, que una relación con un chico de esa edad era impensable. Luego de unos minutos el nerviosismo de Carmen desapareció, pidieron de almorzar y platicaron de música y de cine, Juan le contó sobre el último libro que acababa de leer, pero al final intentó la huida: "bueno Juan, me dio mucho gusto conocerte, pero ya me tengo que ir, no tiene caso de alarguemos esta situación, eres un buen chico pero no quiero nada contigo, olvida todo lo que nos contamos en estos meses, me avergüenza lo que pensarás de mí luego de que te conté tantas cosas mías, algunas muy íntimas, olvídalas por favor" y cuando se disponía a levantarse de la mesa la varonil mano del chico la retuvo, ambos se miraron a los ojos y Mita leyó en los de Juan un ruego, una súplica y la voz de él lo confirmó: "No Mita, perdona si te mentí, pero estos meses han sido muy dichosos para mí, por primera vez me sentí identificado con alguien, me enamoré de ti, me gustaste desde el primer e-mail y luego nuestras cartas, saber que te interesaba, nuestros llamados por teléfono, saber que eras una mujer tan apasionada, no te vayas, por favor, al menos no así, enojada conmigo, quédate un rato más. Mira vamos a caminar y platicamos, luego si insistes, te dejo ir y ya nunca sabrás de mi". Carmen no se pudo negar.

Horas más tarde Mita se sentía fatigada, luego de caminar y recorrer aquella ciudad, pero a la vez se sentía feliz y dichosa; tenía años de no sentirse así, sobre todo percibir el cariño y las atenciones de un hombre, aunque tuviera muchos años menos que ella. Intentó la fuga una vez más: "ahora sí Juan, debes dejarme marchar, me siento cansada de tanto caminar, ya se está haciendo tarde para tomar el último tren, debo irme, dormiré unas horas en el viaje de regreso"; Juan se negó a dejarla partir: "Mira si te sientes cansada, no te ofendas por favor, pero te ofrezco el cuarto del hotel donde estoy hospedado, si quieres te dejo sola para que puedas descansar y sentirte segura, luego podremos salir a cenar o si quieres vamos a un sitio a oír música, te aseguro que no trataré de hacer nada que tú no quieras si vas a mi hotel". La punzada que sintió en la entre pierna le avisó que estar a solas con ese chico podría ser peligroso, sobretodo tomando en cuenta que Juan le gustaba mucho a la madura, fue el último intento por negarse a lo que deseaba muy dentro de sí: "no tiene caso Juan, de verdad, eres encantador, pero entre los dos no puede haber nada, entiende, aunque me quedara te aseguro que no podría torcer mis valores y acceder a lo que deseas, si quieres llévame a donde estás hospedado pero te aseguro que al final me tendré que ir, no puedo acceder a tus intenciones".

Ya en el hotel Carmen no podía dejar de temblar de solo pensar que el chico intentara algo que ella también deseaba, pero al menos pensaba que Juan era un caballero y que no haría nada indebido cuando estuvieran solos, así fue. Mita quiso ducharse y el enamorado fue prudente al proponer que la dejaría sola el tiempo que ella considerara necesario para ducharse y descansar, pero Mita lo evitó: "no hace falta que te vayas, confío en que eres un caballero y no tratarás de aprovechar la ocasión, además me sentiré mas segura contigo, aquí en la habitación". Ya en el cuarto de baño, mientras se desnudaba, la mujer percibía que su nerviosismo no era por temor sino por excitación, lo notó cuando se despojó de su calzoncito de satén, estaba mojado de líquido y sentía hinchada la puchis, en otras palabras estaba caliente y no podía evitarlo. Cuando salió del baño enfundada en una gran toalla buscó a su enamorado y lo encontró en el balcón mirando el paisaje de la ciudad, para entonces ya estaba decidida a entregarse: "bueno, al menos que el pobre no se quede con las ganas de sexo, haremos cositas y luego dejaremos todo en paz, además el chico me gusta"; pero a la vez planeaba que la entrega no fuera tan simple, sino con cariño y pasión a la vez.

Se acercó a él para decirle: "¿qué haces fuera?, ven adentro", Juan la siguió obediente, nervioso como ella, sin dejar de mirarla. Mita se sentó en la cama para secarse el pelo con otra toalla: "mira que me sentía acalorada, pero ahora con el baño ya me siento mejor, hasta el cansancio desapareció, ¿tú no quieres tomar un baño?, te sentará bien, anda desnúdate aquí o en la ducha, como quieras, por mi no importa, prometo mirar para otro lado cuando te desnudes" y lo miró a los ojos, él mantenía sus ojos en ella. La mujer se sintió turbada y cuando el chico empezó a desabrochar sus pantalones volteó a mirar hacía otro lado, y así se mantuvo conteniendo las ganas de mirar a su enamorado en cueros, y cuando no pudo más de reojo lo miró cuando se despojaba de su calzoncillo y se quedó sin habla, ahí, entre las piernas del chiquillo, colgaba una enorme verga, parcialmente erecta, gruesa y sumamente larga, hasta creyó escuchar su "aaahhh" de sorpresa, pero siguió quieta pensando "lo tiene enorme, nunca podría…", paralizada, abriendo sin querer la boca y así siguió sin percatarse que su enamorado ya estaba junto a ella, de pie junto a la cama, y todo ocurrió en silencio.

cálida y mojada ya esperaba la arremetida, luego percibió la presión de esa carne dura y suspiró un "aaahhh" cuando el enorme miembro la empezó a penetrar, lo sintió duro, causándole cierto dolor la inesperada distensión de su carne al aceptar esa pinga y de pronto se sintió llena, toda su pucha estaba llena de esa carne dura y entreabrió los ojos y habló: "ya no, no cabe más, hasta ahí, no sigas, quédate así, no lo metas más, me lastima", y el joven la rodeó con sus brazos y se besaron muchas veces, recibiendo en sus tetas pequeñas las ansiosas caricias de las manos del chico, luego sin querer la mujer, excitada al máximo, empezó a mover su cuerpo, a los lados, hacía arriba cuando él intentó penetrar más y cuando Mita perdía el aliento sintió que los cuerpos quedaban pegados y alcanzó a pensar: "¿ya?, ¿entró todo?, no es posible, por dios, no lo creo", y cuando la pelvis del chico golpeaba acompasadamente su entre pierna, lo confirmó: si, estaba totalmente empalada por la enorme verga de su amante y se abandonó a la cogida, suspirando, sintiendo con la carne dura resbalaba en su interior, hasta el fondo, llenando su vagina por completo, distendiéndola, provocando sensaciones indescriptibles, y cogieron mucho rato, Mita se vino de forma tumultuosa, brincando sobre la cama, yendo al encuentro del amante con su pelvis, sintiendo como la verga entraba y salía, chocando, produciendo un acompasado ruido como "clap, clap, clap", y se volvió a venir gritando de placer cosas ininteligibles hasta que de pronto, por un momento el chico se detuvo y al siguiente cayó sobre ella gimiendo mientras los chorros de semen le llenaban la pepa, Mita sintiendo la eyaculación acompasada, tratando de contar las pulsaciones del miembro al escupir su ofrenda, perdió la cuenta así como el sentido, siguieron así, pegados, uno sobre la otra, ella con el miembro bien clavado en su pucha ahora abierta, excesivamente distendida y entre sueños sintió que el chico tomaba sus muslos alzándolos, hacía arriba, hasta colocarlos uno sobre cada hombro, y sin sacarle el miembro se la

empezó a coger de nuevo, pues el miembro seguía duro, bien erecto, en ese momento la madura miró entre sus piernas y se sorprendió al ver que su panochita estaba tremendamente distendida, deformada por el duro ariete que la tenía bien cogida, la pucha deforme por aquella maza de carne clavada hasta lo más íntimo de su ser. Carmen pensó sintiendo las violentas metidas de miembro: "no es posible, por dios, no es posible, que eso tan grande esté dentro mío, y que siga así, duro y erecto, penetrándome así de esta forma tan… salvaje, dios cuánto placer" y se abandonó a la cogida acompañando a su compañero con involuntarias palpitaciones de su pepa cuando le venía un nuevo orgasmo, hasta que el chico eyaculó de nuevo, inundando la de por si empapada vagina.

Quedaron desfallecidos, uno al lado del otro, sin sentido, hasta que temblando Mita recordó que no habían usado ninguna protección y pensó de pronto: "me va a embarazar, quedaré preñada" y cerró los ojos un momento recordando la fantástica cogida y sintió que el semen salía de su pepa empapando las sábanas, sonriendo se dijo: "pero qué cogida por dios" y tambaleando se puso se pie para meterse al baño, bajo la regadera se lavó el cuerpo, sobre todo la entre pierna que escurría jugos, tratando de sacar de su cuerpo ese líquido peligroso, "que no me embarace, por favor, que no me haga un hijo", y mientras el agua caía sobre su cuerpo la madura se abrió de piernas y con mirada curiosa vio su sexo distendido, los labios externos hinchados, pero un poco abiertos como formando una burlona sonrisa vertical y en medio los otros labios rosados mostrándose hacia fuera de la raja; cuando regresó al cuarto descubrió a su amante dormido boca abajo sobre la cama y a su lado la gran mancha blanquecina que habían dejado sobre la ropa de cama. El chico la sintió y volteó a verla amorosa, Mita se dejó acostar junto a él y volvieron a besarse e involuntariamente le tocó el miembro, que aunque flácido y pegajoso aún mostraba un tamaño considerable, y se durmió un rato, así, agarrada a la enorme verga que minutos antes la había vuelto a hacer mujer.

Más tarde algo turbo sus descanso, era como un sueño, algo lleno de placenteras sensaciones, cuando abrió los ojos perezosa encontró que la oscuridad de la noche entraba por la ventana y que algo o alguien la procuraba un placer olvidado, allá abajo, entonces cayó en cuenta que su joven amante estaba acostado entre sus piernas besándole el sexo, con suavidad, con besos tiernos, a veces; la madura podía sentir como los labios y la lengua del chico recorrían con suavidad las carnosidades expuestas de su pucha, así en interminables segundos o minutos, y Mita se abandonó suspirando, dejando que el jovenzuelo satisficiera su curiosidad y sus ganas, abandonándose a las atrevidas caricias y abriendo sus muslos al máximo para que él con dedos ansiosos le abriera la raja y chupara y lamiera y succionara, una y otra vez su pucha que ya escurría jugos, y siguió abandonada cuando el orgasmo le llegó de improviso, y atrapó la cabellara del chico pegándolo a su sexo y refregándole la panocha en el rostro mientras él seguía mamándole la pucha, y se vino, una o dos o tres veces, no supo pues casi perdió el sentido y cuando ya no pudo más le suplicó "ya no papito, no puedo más, ya no". Y volvieron a dormir, o ella durmió, no supo, pues de madrugada las caricias del chico la despertaron, estaba pegado a su espalda, besándole el cuello y acariciándole las chiches suavemente, en tanto que entre sus glúteos tenía la pinga erecta de su amante.

Y casi amanecía cuando se descubrió acostada boca abajo en la cama y el atrevido amante besándole con amorosa pasión los glúteos y una risita golosa se le escapó cuando dijo "no hagas eso, me causas cosquillas, no, deja, no me abras, no seas travieso", pero no hizo nada para evitar que el chiquillo le abriera las nalgas a plenitud y se mantuvo así, quieta, sintiendo en su ano aquellos besos prohibidos en su culo, y suspiró aflojando el cuerpo cuando el amante le titilaba el culo con su lengua filosa, causándole un placer desconocido u olvidado, era algo indescriptible, un placer diferente, minutos después no sólo eran besos y lamidas lo que su culo recibía, sino un dedo atrevido le hacía redondeles en su más íntimo rincón, para luego sentir la presión del dedo tratar de traspasar el ano apretado, y Mita deseando esa caricia prohibida pero deseada aflojó el cuerpo y paró un poco más su trasero, en ese momento el dedo la penetró suavemente, una y otra vez, primero la primera falange luego todo el dedo hasta el nudillo, luego fueron dos dedos los que jugaban con la cálida profundidad de su culo distendido y cuando la mujer estaba por perder el sentido, los dedos abandonaron su nicho palpitante y algo los sustituyó, Carmen sintió entonces la dureza del miembro amenazando su inviolado culo, y quiso oponerse pero el "noooooooo" más parecía una invitación que una negativa, primero fue un dolor intenso y ardiente cuando el ano fue traspasado por el glande de la verga y la dolorosa distensión se hizo casi insoportable cuando el lomo de la verga fue resbalando con dificultado por su intestino hasta que la mujer no pudo más y suplicó "ya no por favor, me destrozas, ya no por dios" y ambos se quedaron quietos unos momentos, Mita sentía que su culo palpitaba de forma involuntaria, y permanecieron así, pegados, él con la verga parcialmente metida en el culo de la mujer que suspiraba soportando la dolorosa penetración, luego al dolor pareció amainar, y Mita aflojó el cuerpo sintiendo ahora las pausadas metidas de la verga del jovenzuelo, y así se quedó, dejando que su amante la sodomizara, hasta que minutos después el ardiente dolor desapareció haciendo surgir en la mujer un placer laxo y diferente, las arremetidas se tornaron poco a poco en más intensas y ahora los cuerpos chocaban, lo que le indicaba a Carmen que ya todo el grandioso pene de su amante estaba dentro de ella y como entre sueños sintió la verga eyacular, a las contracciones de la pinga ella añadía las suyas, parecía que se estaba viniendo, pues su culo palpitaba apretando la verga que le seguía inyectando semen, "así, así papaito, dame leche, más leche, ay que rico siento, más, más" dijo la madura pegando su nalgatorio al cuerpo del macho que la tenía sodomizada, el cuerpo pegado amorosamente al de la mujer que pensaba "nunca pensé… que fuera así por… atrás… en el culito, qué rico me lo hizo, pero me destrozó, me dolió muchísimo pero luego ese placer tan… intenso, tan diferente", y así se quedaron dormidos de nueva cuenta.

Horas después Mita no podía soportar la vergüenza de haberse entregado totalmente a ese chiquillo, de estar con él en ese cuarto, de haberle permitido hacerle "todas esas cosas", se decía, y así se mantuvo avergonzada y temerosa, tratando de esquivar las miradas y comentarios del joven, hasta que ya vestida le suplicó la dejara ir. Antes su "novio" la llevó a almorzar y comieron en silencio, ya cuando estaba por subir al tren que la llevaría a la ciudad el amante le preguntó "¿volveré a verte?"; "no lo sé, ¿tú quieres?", le dijo en voz baja la temerosa mujer; "claro, por supuesto, quiero volver a estar a solas contigo, te deseo Mita, no sabes cuanto"; "pero ya te di lo que querías, ¿qué esperas de mi?"; "más, quiero más, Mita, y tú también quieres ¿verdad?", le dijo decidido el chiquillo; "si quiero, pero nadie debe saber, me avergüenza haberme acostado contigo, no me creí capaz, pero si quiero volver a verte, yo te llamo en unos días ¿sí?", y se despidieron con un beso. La mujer iba como entre nubes, caminando por el estrecho pasillo del vagón de primera clase, buscando su asiento, y cuando por fin se sentó la dolorosa sensación en su trasero le recordó lo que apenas unas horas antes había hecho, y sonrió para si misma con algo de lujuria que iluminaba sus labios.

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