La aventura comienza. CAPITULO 1

Como nuestra aventura comenzó y ella se hizo mía...

Nuestras conversaciones siempre eran interesantes, pero nunca podían seguir el curso que queríamos. Era una situación difícil, ella casada, yo casado, nos conocimos por casualidad, nuestras familias se conocían y compartíamos muchos eventos. Pero desde el primer momento noté una atracción especial hacia ella, su voz, su rostro, su forma de hablar. Era de una parte del país que hablaban de una manera muy sensual.

Todo lo manteníamos bajo los parámetros nórmales, sintiendo esa necesidad de más pero sin el valor de tomar ese paso que nos haría cruzar los límites de la fidelidad.

Hasta que un día, hablando por messenger, tome el valor y le dije, “quieres ir a almorzar?” Y ella me contestó, “si claro. Sabes donde trabajo?”. Yo le dije, “no, mándame la dirección “. Unos pocos segundos esperando su respuesta, que se hicieron eternos, hasta que al fin la pantalla se iluminó con la dirección de su oficina. “Ok, nos vemos a las 12:00” . “ok” fue su única respuesta.

Los nervios hicieron estragos, miles de preguntas venían a mi mente, pero nada me detuvo.

A las 12 en punto estaba afuera de su oficina, y la vi salir hacia mi auto. Hermosa como siempre, con unos jeans ajustados y un sweater azul que hacia resaltar su cabellera negra brillante. Se acercó a la puerta del pasajero y cuando la abrió me miró con un gesto mezcla de sorpresa y de picardía y con toda la naturalidad del mundo me preguntó, “tu esposa no vino?”. En ese momento todo tambaleó, pensé que no se iba a montar al carro, pensé que la había mal interpretado, que sólo era yo el de esta loca idea, pero sacando tranquilidad de donde no la tenía le dije, “no, somos solos tu y yo”. Ella me miró por un segundo y sin decir más se subió al carro. Y al fin, parte de mi sueño se comenzaba a materializar, ella y yo solos por primera vez. Que vendría después? No lo sabía pero empezamos bien.

El almuerzo fue muy placentero, un restaurante Dominicano, nuevo en la ciudad, ella encantada de la conversación, al fin podíamos hablar sin controles, sin nadie alrededor, nuestras frases fluían, nuestras risas no paraban, éramos dos adolescentes una vez más. Esto era increíble, cuándo terminamos, nos dirigimos al auto con la felicidad de sentirnos tan bien con el otro, pero con el dolor de sentir que el tiempo había volado. La dejé en su oficina, pero antes de bajarse, me acerqué a ella y le di un beso en la mejilla, pero muy cerca a su boca, ella no se movió y sus labios se posaron en mi mejilla, también cerca de mi boca, por milímetros no nos besamos, y en ese instante sentí su olor, sentí su respiración detenerse, sabía que no me iba a detener y moví mi rostro un poco más, buscando sus labios, los cuales me esperaban, nuestras bocas se fundieron en un beso tierno, suave, lleno de preguntas y de respuestas. Duró solo unos pocos segundos y antes de cualquier otro movimiento de mi parte, ella se bajó del carro y salió corriendo hacia su oficina. Yo me quedé mirándola, viendo como su cuerpo perfecto se alejaba hacía su lugar de trabajo.

Primer paso, excelente.

Al día siguiente le escribí por messenger, quería invitarla de nuevo a almorzar, pero me contestó que no había ido a trabajar, pensé enseguida que no iba a verla, cuando la pantalla de mi laptop se prendió con un nuevo mensaje, “estoy en mi casa, si quieres pasas por aquí y me recoges?”. No lo pensé dos veces y le dije “voy para allá”. Llegué en menos de 20 minutos. Ella me esperaba abajo de su edificio de apartamentos. Hermosa como siempre, con una lycra beige y una camisa de botones adelante, blanca. El pelo sujeto en una moña que la hacia ver mas sensual de lo normal. Subió a mi carro y yo no sabía para donde ir. Le pregunté, “que quisieras hacer?”  Ella me dijo, “solo manejar por ahí “. Empece a manejar mientras hablamos de muchas cosas, cosas normales, diarias. Hasta que llegamos a un parqueadero. Allí detuve el carro y me coloqué frente a ella, sabíamos que venía y nuestros corazones no paraban de latir. Lentamente me fui acercando y ella no se movió, mi rostro se colocó cerca al de ella y la besé, ella respondió al beso. Suave al principio, pero poco a poco fue subiendo la intensidad. Sus labios se abrieron y mi lengua entró a recorrer su boca. Mis labios apretando los suyos. Mientras tanto, mis manos comenzaron a recorrer su cuello, su pelo, sentía su aroma en mi ser, al fin la tenía en mis brazos. Ese beso duró unos minutos interminables, eternos. Mis manos seguían acariciando sus hombros, su piel por encima de la camisa. Mi pecho estaba cerca del suyo y podía sentir sus pezones erectos. Su respiración estaba agitada. Sus palabras no salían. Eran besos tras besos. Hasta que de repente ella me separo y dijo “No, esto no esta bien, estamos casados”. Yo la miré y sin darle respuesta solo la bese de nuevo. Ella respondió a ese nuevo beso con más pasión aún. Mas ganas. Mas suspiros. Allí mis manos ya cubrían su espalda y acariciaban toda su piel, pero aún sobre la ropa. Nos volvimos a separar, ella no podía mirarme, sólo seguía diciendo “no, no, no”. En ese momento me di cuenta de su entrepierna. El color de su lycra allí era mas oscuro. Era su humedad que ya había desbordado la tela. No le di tregua a nada y le dije “tus palabras dicen no, pero tu cuerpo dice otra cosa” mientras le señalaba su entrepierna. Ella se miró y su expresión cambió, algo entre apenada y asombrada. Me miro y me dijo, “esto jamás me había pasado, que es esto por Dios?”  Yo de nuevo no contesté y volví al ataque. Mis besos llenaron su rostro buscando sus labios, nuestras lenguas ya en una batalla sensual, mis manos ya libres recorrían todo su cuerpo, hasta llegar a la zona empapada, y empecé a frotarla, sobre la ropa, mientras mi lengua le recorría el cuello y los gemidos llenaban mi carro.

De repente ella me detuvo, me puso las manos en el pecho y me dijo, “aquí no, vamos a mi apartamento”. Sin darle tiempo a cambiar de idea moví el carro y me detuve en el parqueo de su apartamento, bajamos del carro y con prisa subimos las escaleras, ella presurosa mirando a todos lados como si el mundo la estuviera observando. Abrió la reja, y luego la puerta y me invitó a entrar. No hubo palabras de bienvenida, ni muestras de el apartamento, apenas la puerta cerró nos abalanzamos sobre el otro, comiéndonos a besos, nuestras manos buscaban la ropa del otro y la quitaban en medio de una danza febril. Su camisa cayó al piso y luego su brassier siguió, en ese momento me detuve para admirar el mas perfecto par de senos que había visto en mucho tiempo, grandes, llenos, erguidos, coronados por dos pezones marrones, enormes, perfectos para mi. No dije nada, solo me metí un pezon en la boca y chupe, la piel del pezon se corrugó en mi boca, y el suspiro de sus labios me dio la razón, le encantaba. Mientras mi boca seguía devorando ese pezon, mi otra mano acariciaba el otro seno, lo apretaba, lo recorría entero, tomaba el otro pezon con mis dedos y lo apretaba, luego cambié de seno, el otro pezon también creció en mi lengua, lo acaricie con la punta de la lengua como si estuviera lleno de chocolate. Ella no paraba de gemir, a veces se le escapaba un “no, no” pero no ponía ningún obstáculo a mis caricias, luego seguí bajando, estábamos en la sala, sobre un sofa, que era para recibir visitas, pero no de este tipo. Antes de seguir, le dije, “vamos a tu cuarto” y ella me respondió sin mirarme a los ojos, “no, allí no, allí duermo con mi esposo”. No pregunté mas, la tiré sobre el sofa y me arrodillé frente a ella, los zapatos y las medias hicieron crecer la montaña de su ropa en medio de la sala, luego la lycra, con el charco entre las piernas, y frente a mi, solo cubierto por un panty de algodón blanco totalmente empapado  se encontraba su sexo, coloqué is manos a los lados del panty y trate de bajarlo, sus manos me detuvieron, me miró a los ojos y me dijo “yo nunca he hecho esto, solo con mi esposo”. Mi presión en su ropa interior aumentó y ella cedió y quitó las manos, sus panties cayeron por sus piernas hasta sus tobillos, y ahora si, estaba frente a la fuente de todos esos jugos que habían mojado toda la ropa.  Su vagina frente a mi, ella trató de cerrar las piernas en un acto reflejo de vergüenza, pero mi cuerpo se encontraba arrodillado entre ellas y no se le permitió. Antes de que tuviera otro acto reflejo, acerque mi boca y saqué mi lengua y la pasé de arriba a abajo por esa rajita celestial, me detuve a saborear lo que mi lengua había recogido, era un sabor delicioso, mezcla de sudor y deseo, era espeso y me cubrió toda mi lengua con una capa de placer. Ella gritó al sentir mi lengua en su sexo. Y de repente me dice, “no, no lo hagas así, a mi me hacen bañar siempre antes de hacer esto”. Yo la miré extrañado, y solo atiné a contestar, “yo no, yo quiero gozarte y gozar tu sabor” y sin mas palabras coloque mi mano en su abdomen y mi boca tomó posesión de su sexo. Esa vagina era hermosa, depilada completamente, con un pubis gordito, con unos pliegues incitadores, luego en el centro, dos labios menores que se asomaban buscando acción, uno mas largo que el otro, bastante mas largo, rojos y más oscuros en los bordes, y encima de ellos, un capuchón que guardaba un tesoro.

Mi lengua recorría toda esa vagina, sin parar, sin descanso, moviéndose de arriba a abajo, hasta que mis manos se apoyaron en sus muslos y logré que abriera mas el espacio, al hacer esto, su sexo se abrió completamente y un chorro de jugos salieron empapando mi cara. Yo me los devoré todos, sin dejar nada. Y luego fui a buscar mas, ahora con su sexo abierto tenia acceso a toda su extensión, mi lengua entraba en su vagina como si me perteneciera, como si la conociera de siempre, de otras vidas. Mientras hacía esto, una de mis manos se dirigió al capuchón y comenzó a rozarlo, acariciando al mismo ritmo de mi lengua, ella no paraba de gemir, de morderse los labios para no gritar, quizás pensando en sus vecinos. Hasta que al fin, dentro del capuchón se asomó su clitoris, tímido, rosado, mojado, solo la puntica, pero era todo lo que necesitaba yo. Mi lengua subió y fue a recibirlo, al contacto de mi lengua sentí como su cuerpo se crispó todo, elevó las nalgas del sofa y la espalda se arqueó, y luego se dejo caer. Mi lengua siguió jugando con esa pepita de placer que recién salió. La lamía, la chupaba, la agarraba con la punta de mis dedos, hasta que sentí que su cuerpo comenzó a temblar completamente, y un grito gutural salió de su pecho. Allí no pensó en vecinos, ni en nadie más, solo en su placer, su orgasmo llegó como un terremoto que movió los cimientos de su humanidad. Ella temblaba toda, se retorcía entre mis brazos, solo mis manos en su abdomen y sus muslos impedían que se cayera del sofa, en una de las elevadas de su trasero del sofa, me di cuenta de la mancha oscura y redonda que sus jugos estaban dejando. Mi lengua seguía recibiendo jugos y lamiendo todos los bordes, ella sudaba, hablaba un idioma desconocido hasta para ella misma. Era un orgasmo inmenso, sin tregua y sin límites, ella se seguía viniendo, convulsionando, revolcándose en el sofa con mi lengua dentro de su sexo, hasta que de repente sentí que se desplomó sobre el sofa encharcado y sus brazos cayeron a su lado. Estaba sin fuerzas, sin energía, el orgasmo había vaciado todo lo que tenia por dentro,

Cuando al fin abrió los ojos, me miro desconcertada y me dijo, “jamas me habían hecho algo así, que me hiciste?”

Y yo solo atiné a contestar, “te hice mía”

Continuara...