La autora 1

Mi historia con una autora de esta página.

LA AUTORA (1)

En el tiempo que llevo publicando relatos he recibido muchos contactos con lectoras y autoras, también con algunos de ellos. En unos casos fue un intercambio de un par de saludos por correos, en otros conversaciones subidas de tonos. Algunos de mis relatos han surgido de esas conversaciones sobre fantasías sexuales.

Pero hay otros casos, los menos (dos, tres, no más) donde la relación se mantiene en el tiempo y pasan semanas, meses y años, y se estrecha compartiendo intimidades, gustos y sueños húmedos. Hasta que un día la situación llega a un punto de no retorno y la única salida es hacia delante. Fue así como sucedió esta historia con esta otra autora.

Su manera de relatar era tan experta como morbosa y excitante. La mía suele ser más "violenta". Comenzamos a comentarnos los respectivos relatos lo que irremediablemente nos condujo a un intercambio de correos. A medida que las conversaciones se hacían más extensas fue necesario cambiar a otro medio que las hicieran más fluidas. Poco a poco nos fuimos enredando en descripciones físicas, gustos y fantasías sexuales.

Hasta comprobar que podíamos ser sexualmente muy compatibles. Ambos éramos apasionados y morbosos. Nos gustaban algunas perversiones y veíamos el sexo como una actividad de disfrute máximo. Estos párrafos resumen muchos meses de contactos hasta llegar al punto en que todo se precipitó...

Me encontraba en una esquina de aquella céntrica cafetería cuando apareció ella. Nunca nos habíamos visto, una de las normas durante nuestros mensajes era no mostrar la cara y muy poco del cuerpo....solo lo esencial... Pero nos habíamos dados unas señales para pudiéramos identificar.

La vi entrar. Un tanto despistada trataba de buscar a alguien pero sin saber a quién. Le facilité la labor cuando me puse de pie. Me hice visible y ella se acercó un tanto dudosa. Incluso diría que con cierto miedo:

-¿Eres Hans?

-Sí. Por lo que tú eres... -no me dejó terminar la frase y asintió con la cabeza y media sonrisa.

Durante un segundo nos escrutamos sin saber muy bien como romper el hielo. Y es que la situación es más complicada en vivo que tras el teclado de cualquier dispositivo. Me pareció mucho más guapa de lo que ella había dicho. Unos grandes ojos azules acaparaban toda la atención de una cara de belleza dulce y agradable. Su melena rubia, recogida en una cola, le daban un aspecto de aire extranjero:

-Vaya, sí que eres alto... -dijo cuando me agaché para saludarnos con dos besos.

Su voz se quedó grabada en el cerebro. -Y es que era mucho más sensual de lo que la había oído en algunos audios

Me resultó mucho más atractiva de lo que me la había imaginado. El morbo que me generaba el intercambio de mensajes se agigantó al tenerla delante. Su pequeño cuerpo, más aún en comparación con el mío, estaba perfectamente proporcionado con unas tetas de tamaño medio, redondas y muy bien puestas. Su culo rellenaba a la perfección un vaquero dandole una forma redonda y dura.

Nos costó un poco romper el hielo pero a la segunda cerveza la situación era similar a la que generabamos por Skype. Ella había aprovechado que su marido y su hija se habían ido a pasar el puente a Zamora, a casa de los padres de él, para dar un paso que nunca antes había dado con nadie. Y es que pese a llevar varios años intercambiando conversaciones con lectores de sus relatos nunca antes había quedado con nadie. Pero nuestra relación había ido pasando por distintas fases hasta un punto en el que el cibersexo nos sabía a poco. Las ganas de conocernos llegó a ser casi una necesidad. Y ahora estabamos los dos, en una cafetería madrileña, dispuestos a realizar nuestras más prohibidas fantasías sexuales. Ella era una mujer con unas necesidades sexuales que el padre de su hija no terminaba de colmar.

Pasaron las horas y la conversación se hacía más amena al tiempo que la situación se normalizaba. Después de cenar, y tras tomarnos una copa, fuimos paseando hasta el piso que yo había alquilado. Frente a la puerta del ascensor nos miramos fijamente a los ojos. Sólo se lo pregunté una vez:

-¿Estás segura del paso que vas a dar?

Ella no me contestó. En vez de eso acercó sus labios a los míos y poniéndose de puntillas me besó. Nuestras bocas se sellaron y las lenguas se entrelazaron jugueteando una con la otra. Entremos en el ascensor recorriendo nuestros cuerpos con las manos. Ambos ansiabamos follarnos. La tensión sexual que se había generado durante meses estaba a punto de liberarse en un anónimo apartamento turístico de la capital. Como dos adolescentes nos metimos en aquella pequeña vivienda.

Tras cerrar la puerta la cogí en vilo. Su cuerpo era liviano y sin apenas trabajo la elevé hasta tenerla cara a cara. Seguíamos besándonos apasionadente. Yo la agarraba por las nalgas y ella me agarraba por la nuca.

Casi sin darnos cuenta estábamos sentados en un sofá de cuero negro frente a un gran ventanal que daba a una céntrica avenida madrileña. Ella, a horcajadas sobre mí, se retiró para quitarse su camiseta y dejar ante mí sus preciosas tetas bajo un sujetador de encaje. Recorrí su cuerpo con mis manos antes de acariciar su espalda y desabrochar el sujetador para liberar sus pechos. Oírla gemir con las caricias en su espalda era algo muy sensual. Sentir como su piel se erizaba y su cuerpo se arqueaba ofreciendo sus tetas que no dudé en lamer.

Esta autora atrapada en un matrimonio que no la satisfacía era mucho más sensual de lo que me había imaginado. Transpiraba sexo por cada poro de su piel. Su voz, su cuerpo, su imaginación, sus reacciones a las caricias, todo en ella era sexual.

Disfrutando de nuestros cuerpos seguimos desnudandonos. Su piel sedosa se rozaba con mi cuerpo. Sus pezones se retorcían sobre sí mismos producto de su tremenda excitacion. Su tanga negro estaba empapado restregandose contra mi bóxer que difícilmente contenia la erección de mi polla. Yo le agarré las tetas con mis manos antes de llevármelas a la boca y comérmelas, succionando los pezones y trillandolos con los dientes. Un grito de placer de ella quedó flotando en el ambiente de aquel salón en penumbra. Aproveché para azotar una de sus duras nalgas. Sobre la nacarada piel quedaron marcados mis dedos.

La retiré un poco de mi para deleitarme con su cuerpo. Su piel lechosa era terriblemente morbosa. Un par de lunares adornaban la bella forma de sus senos y una sutil vena azul recorrían el izquierdo muy cerca de su aureola marrón:

-Esto es una locura... Una bendita locura... -dijo la autora antes de volver a besarme apasionadamente. Y es que era la primera vez que le era infiel a su marido.

En pleno éxtasis, la mujer liberó mi polla de mi bóxer. Su mano caliente la acarició y la recorrió, sacando el capullo:

-Mmmmm, es más gorda de lo que imaginaba.

Se retiró el tanga y paseó la cabeza de mi polla por su rajita caliente y húmeda. Sutilmente separaba los labios con la cabeza de mi polla. La lubricación provocaba un excitante ruido. Se levantó un poco para dirigir la polla con su mano a la entrada de la vagina. Se dejó caer sobre mí y fue suspirando a medida que cada centímetro penetraba su coño:

-Aaahhhh, joderrrrr

Agarrandola por las caderas dí un golpe de cadera para encajaersela entera:

-Aaahhhh.

-Dios, qué ganas tenía de meterte la polla....

Ella me miró. Su cara había cambiado. Se había vuelto más lasciva, más guarra. Comenzó a mover su cadera con mi polla clavada en el fondo de su vagina. Sus labios estaban tensos para abarcar el grosor de mi polla:

-Ufff, como aprietas, joder.

-Ya te dije que tenía el coño estrecho... -decía ella con la respiración entrecortada y sin dejar de cabalgarme.

Se agarró las tetas con la cabeza echada hacia atrás y su melena rubia bailando al son de sus movimientos. Yo le comía el cuello y le acariciaba desde la nuca hasta las nalgas, donde no desaprovechada la oportunidad de azotarla.

Llegó un momento en que no pude aguantar más. Me mordí el labio inferior y la volteé. La coloqué boca arriba y sin salir de ella comencé a bombear fuerte contra su coño. Me la follaba con ganas. Intentando que sintiese mi polla llegar hasta el fondo de su coño.

-Ahhh, joder me vas a reventar.

-No querías polla? Pues te vas a harta, zorra.

Ella me rodeaba con sus piernas mientras me clavaba sus uñas en el culo. Mirando sus grandes ojos azules seguí percutiendo con fuerza. Horadando aquella raja de zorrita que tenía la lectora infiel:

-Dame fuerte, cabrón. Párteme, hijo de puta.

Nuestro vocabulario se había vuelto sucio, soez, como nos gustaba. Ambos queríamos follar, nada de romanticismo, ni hacer el amor. Los dos buscábamos sexo sucio, pervertido y prohibido. Antes de correrme la coloqué a cuatro patas en el sofá. Con las rodillas en el asiento y su cuerpo apoyado en el respaldo, me coloqué tras ella para penetrarla de nuevo. Ahora más fuerte. Con más ganas. Sus suspiros habían pasado a ser gemidos y estos se convirtieron en gritos de placer al sentirse totalmente ocupada por mi polla:

-Qué follada me estás dando cabrón.

La agarré de la melena y tiré su cabeza hacia atrás. Busqué su boca para besarla. Pellizqué uno de sus pezones hasta el límite del dolor. Sin dejar de penetrarla sentía como su vagina abrazaba mi polla, lo que me producía mucho placer unido a la estrechez de su raja. Le metí un dedo en el ano sin previo aviso como preludio a mi corrida. Ella se quejó y yo grité cuando sentí como la leche subía hasta mi polla:

-Me corro, me corro....

-Aahhh, cabrón, lléname de leche...

Uno, dos, tres chorros de abundante lefa inundaron el coñito de aquella autora insatisfecha. Extenuados, caímos los dos sobre el sofá. Nuestros cuerpos estaban perlados por gotas de sudor. Un dulzón olor a fluidos genitales inundaban la estancia, era el olor a sexo. Sexo prohibido, sexo sucio, sexo infiel, sexo placentero...

La autora apareció todavía desnuda por aquel salón. Había pasado el último cuarto de hora en el aseo limpiándose los restos del polvo. En silencio se acercó al inmenso ventanal de aquel quinto piso. Era la 1 de la madrugada de un viernes y se divisaba el tráfico de una ciudad que se preparaba para disfrutar de una noche post pandemia:

-No me puedo creer que esté aquí. -Dijo la mujer con la mirada perdida en la avenida.

-Estás aquí porque lo necesitabas...porque lo necesitábamos....

-Es la primera vez que le soy infiel a mi marido.

-Pero no es la primera vez que que mantienes sexo con otro hombre....

-No es lo mismo. El cibersexo no deja de ser otra forma de consumir pornografía pero esto....

Me acerqué a ella. Totalmente desnudo y con una incipiente erección. Me coloqué tras de ella. Ambos mirábamos los coches circular por la avenida. Hice una leve presión sobre ella. Su cuerpo se pegó al ventanal. Desde el edificio de enfrente cualquier voyeur con prismáticos nos podría ver sin problemas. Reconozco que eso me excitaba. Sus tetas desnudas se pegaron al cristal. El contraste de temperatura hizo que sus pezones se endurecieran:

-¿Te imaginas que alguien nos está viendo desde allí enfrente?

Mi pregunta debió tener un efecto sobre su libido porque la mujer echó su culo hacia atrás. Acerqué mis manos a su cuello y coloqué un pequeño collar de terciopelo negro:

-¿Esto qué es?

-Es un regalo. Quiero que lo lleves durante el fin de semana....

Ella echó su cabeza hacia atrás permitiendo acceder mejor para colocarlo. Lo ajusté a su cuello. Era una estrecha franja de cuero de apenas un centímetro con una cubierta exterior de terciopelo. Justo en el centro una doble argolla entrelazada. Ella llevó su mano hasta ese enganche y sonrió:

-No sé cómo lo haces pero consigues que desee ser tu zorrita...

La besé desde atrás. Llevé mi mano a su rajita y pude comprobar que estaba empapada de flujo. Con los dedos comencé a masturbarla. Mi polla quedaba aprisionada entre nuestros cuerpos. La hice pasar por su raja del culo sin dejar de masturbarla. Ella gemía de placer

Metí mis piernas entre las suyas y se las separé. Agarré su melena y con un golpe seco de cadera la penetré contra el ventanal. Ella gritó al sentir como mi polla le abría el coño de nuevo. Otro golpe de cadera y otro grito. La autora tenía que poner sus pies de puntillas para mantenerse pegada al suelo. Mis empujones hacían que su cuerpo se levantase al tiempo que la empujaba contra el cristal quedando su cara y sus tetas pegadas a él. Sentía como mi polla la atravesaba dada la abundante lubricación de su coño:

-Toma puta, ¿querías polla?

-Sí cabrón. Dame polla. Quiero que me la metas fuerte.

Con cada palabra hacía que me excitase más. Seguí percutiendo contra ella, chocandola contra el ventanal de aquel salón, expuesta a la mirada de cualquier voyeur que estuviese mirando desde el edificio de enfrente. La situación era tremendamente morbosa. Movía mi cadera todo lo rápido que podía, con una cadencia constante. Mi pelvis chocaba contra su culo provocando el típico ruido excitante de un buen polvo:

-Joder, joder, joder.....me corro cabrón, me cor.....aaahhhh

Tirándole de la melena y clavandole la pollla hasta el fondo se la dejé muy dentro mientras comencé a correrme en su vagina:

-Aaahhhh, toma leche puta.

Su coño se contraía alrededor de mi polla. Su piel se erizaba mientras se corría de manera escandalosa. Mi polla volvía a escupir chorros de semen dentro de aquel coñito estrecho de la autora infiel. Nuestras piernas comenzaron a flaquear. Salí de su interior y su cuerpo fue lentamente derramándose por el cristal del ventanal. Quedamos tirados en el suelo. Desnudos. Exhaustos. Sudorosos:

-Eres un cabrón -dijo la mujer tocándose el collar sobre su cuello -me has convertido en tu putita...

Yo la miré con media sonrisa, deleitándome con su precioso desnudo. Entre sus piernas pude ver como mi semen se salía del interior de su chochito mojando sus muslos.....