La aupair - Parte 9
Inicios de una aupair en el mundo de la dominación
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Se despertó sobresaltada, desnuda encima de la cama. Le dolía todo el cuerpo, los pechos, los pezones, el culo, la cara… y sin embargo sentía en su interior algo que nunca había experimentado. Se sentía feliz; avergonzada, pero contenta por haber dado el paso.
- ¿Te has desperado ya zorra? Levanta y ven a ayudarme.
Se giró y vio a Beht, saliendo del lavabo que había en la habitación de matrimonio, secándose, totalmente desnuda, exhibiendo su envidiable figura. Mire se levantó y cogió la camiseta del suelo cuando una patada del pie desnudo de su ama impactó duramente en su culo lanzándola contra la cama.
- ¿Pero que coño te crees que está haciendo estúpida? ¿Te he dicho acaso que hicieras algo mas a parte de venir a ayudarme?
Mire se levantó rápido y se plantó delante de su ama que acabó la frase lanzándole partículas de saliva a la cara. Los pezones fueron apresados con fuerza obligándola a ponerse de puntillas, juntando las dos caras a escasos centímetros. El dolor era intenso y sus ojos empezaron a humedecerse. Estuvieron así unos interminables segundos hasta que se los soltó y pudo asentarse de nuevo sobre las plantas de sus pies. La bofetada fue sonora, aunque no tan dolorosa como las anteriores recibidas.
- Te vas a quedar sola el fin de semana con Alan. Brian se ha puesto enfermo y prefiero ir yo a casa de mis suegros. Espero que estés a la altura de lo que esperamos de ti o lo pagaras muy caro. Vamos vísteme idiota, ¿a qué estás esperando?
Mire siguió la mirada de Beth y miro el butacón que había al lado del armario. Había unos panties sin costura de color negro, y una falda y un jersey de cuello largo también de color negros. Se quedo de pie delante de la ropa sin saber que hacer, buscando la ropa interior, pero sin atreverse a preguntar.
La voz de su ama la sacó de sus cavilaciones.
- ¿Además de estúpida eres cortita? Sí, supongo que sí. ¿A qué esperas? Lo que hay es lo que voy a ponerme. Vamos, que no tengo todo el día.
Cogió los panties, suaves, sedosos al tacto. Con cuidado amontono la tela del pie derecho y se arrodillo frente a su ama. No quería ni pensar en el castigo que recibiría si se rasgara la media. Sintió como una mano se apoyaba en su cabeza y como el pie derecho se extendía hacia ella. Dirigió sus manos con la prenda al pie cuando recibió un fuerte golpe de los nudillos en la cabeza. El dolor le hizo lagrimear.
- Sólo vas a recibir castigos para corregirte si no te aplicas. ¿Tengo que decírtelo todo o harás algo por propia iniciativa, idiota?
Nerviosa, con lagrimas en los ojos, acercó su boca al empeine que se le ofrecía y lo besó. Fue un beso tierno. Sintió como la palma de su ama le acariciaba el lugar donde la había golpeado y como esta le hablaba dulcemente.
- ¿Ves como no es tan difícil? Sigue.
Con cuidado que la uñas no rasgaran la delicada tela, introdujo la pieza en su pie y lo fue subiendo hasta la pantorrilla, acariciando con sus manos cada centímetro tapado. Con el otro pie siguió los mismos pasos y poco a poco fue subiendo la media por los muslos, un poco en el derecho y otro poco en el izquierdo, hasta que llego a su pubis. No se lo pensó, sus labios se posaron en ellos y le dio un tierno beso cubriéndolo después con el panti que colocó correctamente alrededor de la cintura de su ama, excitándose al ver como se le marcaba el arito que llevaba en el labio derecho del coño. Se quedó de pie delante de ella y ya se giraba para recoger la falda cuando esta le cogió las manos colocándoselos detrás de su culo, haciendo que se lo masajeara mientras la besaba dulcemente, metiendo su lengua dentro, entrelazándola con la suya, recorriendo el interior de su boca.
- Vas a hacer que me moje puta y tendré que ir con las medias mojadas. Ve a buscar la falda.
Le colocó la falda, que le llegaba a un palmo de las rodillas y fue a colocarle el jersey cuando, acordándose de la falta de antes, bajo la cabeza y besos los pezones anillados, chupándolos y notando como reaccionaban poniéndose duros al instante.
Con una sonrisa de satisfacción la cara de Beth desapareció unos instantes hasta que volvió a surgir tras el cuello de cisne de la prenda. Un nuevo beso con lengua fue el premio.
- ¿Ves? Cuando haces las cosas bien…. No pareces tan tonta. En el armario están las botas negras.
Con el insulto en sus oídos, cogió las botas tipo pirata del armario y se las puso con Beth sentada en la cama. Cuando se levantó, se quedo prendada de ella. Estaba espectacular, las botas le llegaban a escasos centímetros de donde terminaba la falda.
- Aún eres una niña y no creo que llegues a tener mi porte. Te faltan tetas. Eres terriblemente plana. Te falta estatura. A ver, eres espléndidamente guapa, pero todo lo que tienes de guapa lo tienes de imbécil y con eso es difícil sobresalir. ¿No crees puta?
- Sí ama – Apenas se oyó la respuesta de Mire. Le habían dolido y mucho.
- Quiero esto recogido y que esperes a Alan. Tengo ganas de saber cómo irá tu fin de semana con él. Es una lástima y me jode mucho perdérmelo, pero bueno tendremos tiempo de ponernos al día.
Las lágrimas de Mire caían por sus mejillas. Se sentía una verdadera mierda allí delante de su ama, tan guapa, tan perfecta a sus ojos. Irradiaba belleza, con su estilizada figura y vestida como una Diosa, pero por otro lado se sentía excitada como nunca, notaba su coño mojado y sus pensamientos se cruzaban entre lo que había ocurrido y lo que estaba por ocurrir.
- Ven, dame un beso y ponte algo encima. Ya ves que soy dura, y puedo serlo mucho más, pero que también me gusta ser dulce y cariñosa. Y tengo ganas de repetir lo de esta tarde.
La mano de Beth cogió la nuca de su sumisa y la estuvo morreando durante unos minutos en los que Mire se quiso derretir. Sentía el coño húmedo y sólo deseaba que su ama saliera de la casa para satisfacerse. Sabía que si no la pillaban no podían castigarla. Y necesitaba desahogarse.
Con una camiseta que cubría su desnudez hasta medio muslo, Mire vio como su ama se ponía el abrigo y cogía el bolso dirigiéndose a la puerta de salida. Puso la mano en el pomo cuando se dio la vuelta con una cruel sonrisa en su rostro.
- ¿De verdad crees que soy tan tonta como tú? ¿Qué te voy a dejar sola en casa con ese sucio coño que está esperando a desahogarse?
La cara de Mire se desencajo cuando vio como Beth se dirigía a una puerta que había debajo de las escaleras que subían al piso de arriba. Era una especie de ropero y cuarto de trastos, donde colgaban las chaquetas y habían amontonadas varias cajas. Apartó las chaquetas a lado y lado y la hizo sentar encima de las cajas de cartón, con la superficie dura por los libros que contenían. Con la misma sonrisa de crueldad, sacó unas cuerdas de una bolsa que había en el suelo y ató sus manos a la barra que sostenía las chaquetas y abrigos, después cogió su pierna derecha y la subió atándosela también a la barra junto a su muñeca derecha repitiendo la operación con la izquierda. Era una situación muy incómoda. Sólo se sostenía por su culo desnudo en el cartón de la caja pues la camiseta se había retirado hacia atrás dejando su sexo expuesto y mojado.
Beth estuvo observando su obra y se fue. Mire oía como los pasos se perdían pasillo arriba, como se paraba y como volvían al rato. En la mano llevaba unas bragas usadas, seguramente del cesto de la ropa sucia por la oscura mancha marrón que había en ellas.
- ¿Te gustan? Son mías. Las he llevado un par de días y hasta las he utilizado para hacer gym con ellas. Ya veras como te gustan su sabor… y el tuyo todo mezclado.
Cogió la parte sucia y la restregó por el coño húmedo de Beht y a continuación se las metió en la boca, afianzándolo con un pañuelo.
- Esto es para que no se caiga.
A continuación, sacó varias fotos con su móvil y estuvo trasteando con él un rato.
- Espero que a Alan le gusten las fotos. Nos vemos el domingo por la noche zorrita. Disfruta.
Apagó la luz y cerró la puerta dejando a Beth en la oscuridad, respirando aceleradamente, con el regusto amargo de las bragas en el interior de su boca y el coño volviéndose a humedecérsele. El golpe de la puerta al cerrarse y el sonido de las llaves al girar en la cerradura le indicó que se había quedado sola. No se oía ningún ruido y al poco tiempo perdió la noción del tiempo. El hormigueo empezó en los brazos y al rato en las piernas estiradas en aquella posición tan incómoda. La saliva caía por sus labios y caía sobre su camiseta. Poco a poco el sopor la fue invadiendo y no se enteró cuando su cabeza se apoyó en la pared revestida de madera que había detrás suyo y el sueño se apoderó de ella.