La aupair - Parte 7

Inicios de una aupair en el mundo de la dominación

  • 7 -

Aún estaba hipando cuando sonaron tres suaves golpes en la puerta. Sin esperar respuesta esta se abrió y Beth entro en la habitación mientras Mire se limpiaba los ojos. Se sentó en la cama con las manos apoyadas en las rodillas y la cabeza mirando al suelo.

Bajo su mirada aparecieron los pies desnudos de Beth. Las uñas de sus dedos, bien recortadas y pintadas de rojo intenso, resaltaban sobre la moqueta marrón. El tenso silencio se vio roto por un trueno que resonó en la calle. A pesar de que las cortinas estaban corridas, la habitación se oscureció cuando las nubes taparon el cielo y el ruido de la lluvia empezaba a sonar.

La mano de Beth se apoyó en su cabeza, acariciándosela suavemente. Sintió que sus ojos empezaban a humedecerse y su cuerpo empezó a convulsionar de nuevo.

-          Shhh. Calla. No llores ni digas nada. ¿Sabes una cosa? Desde que llegaste a esta casa me tienes tan desconcertada… tan jovencita…, tan callada... Y sabes que las calladas son las peores ¿no? El primer día no te ruborizaste cuando te pille sentada desnuda en la taza del wáter. Al contrario, note que tus pezoncitos se ponían duros. Te gusto ¿verdad? Igual que no rechistaste cuando aceptaste llevar los leggins, marcando culito delante de Alan. ¿Querías calentarlo? Seguro que viste como me follaba la primera tarde que llegaste. Si te sirve de consuelo me ha follado más de una noche pensando en ti. Me dijiste que eras virgen y que nunca habías estado con una mujer. Eso no se dice a una desconocida así, de buenas a primeras, a no ser que busques algo. Tampoco te has quejado nunca de los trabajos que poco a poco te hemos ido dando, a pesar de que ya casi eres la chacha de la casa. ¿Es eso lo que eres? ¿La chacha de la casa? Mira. Esto puede acabar de dos maneras. La primera es coger mañana un avión de vuelta a casa, la otra aceptar lo que creo que eres, una sumisa y estar el tiempo que estés aquí siendo eso, nuestra sumisa, nuestra esclava. Te advierto que Alan es duro, más duro de lo que te imaginas. A él le es igual nuestra satisfacción, sólo busca la suya, para él no somos más que un objeto. Tres agujeros de los que disponer. Si aceptas harás cosas inimaginables, y castigos duros si no acatas todo lo que te digamos que hagas. Te daría un tiempo para pensarlo, pero no voy a hacerlo. Dime lo que piensas ahora y piensa que es una decisión que, una vez la hayas tomado, no tendrá marcha atrás.

Mire cerró los ojos, mientras asimilaba todo lo que acaba de oír. Un intenso escalofrío recorrió su menudo cuerpo. Notó bajo la ropa sus pezones duros como piedras y como su sexo empezaba a humedecerse. Ni en sus mejores fantasías habría imaginado jamás lo que le estaban proponiendo. La mano de Beth le acariciaba suavemente el lado de la cara donde le había abofeteado lo que le parecía ya una eternidad. Aún con los ojos cerrados, se humedeció los labios y empezó a hablar con voz trémula.

-          De siempre he fantaseado con ser sumisa. Empecé a leer relatos en el móvil y poco después empecé a ver videos en internet. Me imagino ser la protagonista de todos ellos. Me da miedo la verdad. Sí. Para que engañarme, pero algo dentro de mí me dice que me gustaría sentir y vivir esas experiencias. Sé que si empiezo quizás me arrepentiría, pero no me gustaría dejar pasar la ocasión de vivirlas. Quizás esté loca, no sé. No tengo ninguna experiencia en sexo, a no ser alguna que otra sobada que me han metido y un par de penes que he tocado.

Abrió los ojos debido a la bofetada que recibió mientras su mano intentaba acercarse a la mejilla que empezaba a picarle, cuando la mano de Beth la aferró fuertemente por su muñeca.

-          ¡Polla! ¡Se llama polla! Así que no eres más que una calientas pollas insatisfecha y a la que le falta alguien que le diga que tiene que hacer y como portarse ¿no?

Asintió levemente con la cabeza. Sintió como la mano de Beth aferraba su barbilla y le levantaba la cabeza bruscamente.

-          Levanta la cabeza y abre los putos ojos.

Un espeso salivazo impactó en su rostro, encima de su párpado, resbalando por su mejilla, donde se quedó colgando.

-          Creo que buscas vivir esta experiencia más que cualquier otra cosa y supongo que aceptas lo que vaya a venir. ¿Estoy equivocada putita?

-          No

-          No señora – su mano agitó la cabeza de Beth suavemente

-          No señora

-          Bien. Vamos a entendernos. Alan se pondrá muy feliz cuando se entere. Hoy vendrá tarde. Me ha llamado y me ha dicho que está muy liado, por lo que será toda una sorpresa. No hay marcha atrás en cuanto salga de esta habitación. Muchas cosas van a cambiar en esta casa. Ya te las explicaremos. En fin. ¿Estás de acuerdo?

-          Sí señora – Apenas un susurró surgió de los labios de Beth

-          Bien putita. A partir de ahora y cuando no estén los niños estarás siempre desnuda en casa. Así que ya sabes. Fuera ropa.

Las manos trémulas de Mire agarraron la camiseta y se la sacó por la cabeza. Sus pechos juveniles, menudos, se sostenían firmes desafiando la fuerza de la gravedad, con los pezones pequeños, marroncitos, apuntando hacia el techo duros como dos piedras. Sin mirar a su ama, se levantó y agarró la cinturilla de los leggins, suspiró lentamente mientras sus ojos continuaban mirando fijamente los dedos de Beth, el rojo intenso de sus uñas, recortadas pulcramente. Poco a poco empezó a bajárselos, sacándose las perneras con los pies. Después agarró el tanga y lo dejó caer hasta el suelo. Con las manos a ambos lados de las caderas, se quedó de pie, temblando ligeramente, excitada; expectante ante lo que fuera a suceder.

La mano de Beth recorrió su pecho, provocando que su piel se pusiera de gallina. Con el dedo índice y pulgar agarró su pezón y lo estrujó fuerte. Mire se puso de puntillas. Volvió a asentar la planta de los pies en el suelo cuando se lo soltó. La mano bajó lentamente por su cintura, su barriga, su pierna, hasta que se posó sobre su pubis. Un leve gemido salió de su garganta y una nueva bofetada, más fuerte que la anterior, le hizo girar la cabeza.

-          Es difícil. Lo sé. Pero tienes que aguantar. No te he dado permiso para disfrutar. Es algo que tendrás que aprender con Alan. Mmm, putita, estás mojada ¿eh? Me dijiste que eras virgen y que jamás habías estado con una mujer. Lo primero lo arreglara pronto tu amo, de lo segundo me encargo yo zorra.

Un sonoro gargajo se oyó dentro de la boca de su ama y un nuevo salivazo, tan espeso y caliente y como el anterior impactó entre sus ojos. Sintió asco y excitación a la vez. Una mano firme se acercó a su cara restregándole la saliva por toda ella. La mano agarró fuerte su cuello, por debajo de la coleta y su rostro se vio proyectado hacia adelante. Una boca furiosa chocó con la suya, violentándole los labios. Sintió como sus dientes impactaban contra los de su ama, provocándole un dolor fuerte. Una lengua intentaba entrar en su boca y la primera reacción fue de rechazo. La tercera torta fue aún más dolorosa y no se la vio venir. Su cara se apartó lo suficiente para recibirla y volver a la boca de Beth, quien respiraba agitadamente.

Con las manos a los lados, sin saber qué hacer, sintiéndose violada, abrió la boca y dejo que la lengua de su ama entrara en ella, mezclándose con la suya. Su sabor era tibio, y sintió el gusto a crema de cacahuete y el té que había estado tomando un rato antes cuando la interrumpió. Intentó disfrutarlo, pero no pudo. Beth era brusca con ella y el beso no era como se lo había imaginado, pero no volvió a apartarla de sí por miedo a recibir otra bofetada. La parte derecha de la mejilla le ardía y sintió como las lágrimas bajaban por su rostro.

Mientras la besaba, las manos de Beth no estaban quietas. Recorrían su juvenil cuerpo de arriba abajo, el firme y juvenil culo, los muslos tensos y duros, los delgados brazos, los menudos pechos. La mano derecha empezó a frotar el mojado coño de Mire y esta empezó a mojarse aún más. Abrió las piernas para facilitar la masturbación de su ama y esta introdujo violentamente un dedo en su vagina que le hizo dar un respingo.

-          Te gusta ¿eh? No eres más que una puta zorra y lo sabes. Vamos a hacer una buena puta de ti. Una sumisa que nos pedirá permiso para todo y que será castigada si no es así.

Se apartó de ella y la dejó de pie, temblando, excitada, respirando acaloradamente sin saber que hacer o cómo actuar. Con gesto burlón, Beth agarró sus pezones y tiro hacia abajo obligándola a ponerse de rodillas entre gestos de dolor

-          Tendría que darte vergüenza tener estas tetas tan pequeñas. Pero veras como igualmente nos divertiremos con ellas. Se me están imaginando varias cositas para ellas.

Los leggins bajaron mostrando un sexo con una tira de vello sobre la raja húmeda, donde dos aritos dorados colgaban en cada labio. Se los quitó con un golpe de pie y se abrió de piernas pasándose la mano varias veces hasta dejarla pringada de sus jugos.

-          ¡Abre la boca!

Tímidamente Mire la abrió y tres dedos se introdujeron entre sus dientes. Tres dedos que tenían un sabor fuerte. Involuntariamente retiró la cabeza hacia atrás y una nueva bofetada le giró la cara a un lado. Intentó llevarse la mano a la mejilla cuando recibió el golpe en la parte derecha de la cabeza obligándola a apoyar las manos en el suelo para no caer.

-          ¿Eres imbécil o qué? Voy a tener que castigarte por esto, a ver si así no se te olvida quien manda aquí. Recuéstate en la cama. ¡Vamos! ¡De rodillas! ¡Puta niñata de mierda! ¡Vas a aprender a base de golpes!

Cogiéndola de la coleta la arrastró hasta echarla sobre la cama y ponerla de rodillas con el torso apoyado en el edredón entre gimoteos y pataleos.

-          No se te ocurra moverte o será peor.

Beth, se quitó la camiseta para estar más cómoda y, desnuda, hecha una furia, salió de la habitación dejando a la pequeña sumisa sollozando. No supo sí estuvo cinco o diez minutos sola, pero fue suficiente para calmarse y sentir como su cuerpo reaccionaba a lo que le estaba sucediendo. Le dolían los pezones por la excitación y sentía resbalar por sus muslos los jugos de su propio sexo. Las mejillas le ardían y sentía un dolor sordo en el lugar donde había impactado la mano de su ama en la cabeza. No pudo dejar de sentir que su cuerpo reaccionaba con escalofríos cuando venía a su mente la palabra ama.

No supo que su ama había vuelto hasta que el primer golpe impacto en sus nalgas. Fue un golpe seco, duro, que le escoció mucho. Un grito se quedó congelado en su garganta sin llegar a salir. El segundo y el tercero llegaron seguidos y dolieron tanto como el primero. Giró la cabeza y vio a Beth con una zapatilla de suela de esparto en la mano. Por su mirada vio que no le gusto que la hubiera mirado. Tampoco se molestó en indicárselo. El cuarto hizo que involuntariamente se pusiera de lado y el quinto le cayó en el muslo. No pudo hacer mucho más con los otros cinco, cayeron donde su cuerpo dejaba espacio al intentar esquivarlos. Dolorida, con ardor en riñones, culo y muslos se hizo un ovillo encima de la cama llorando sin cesar.

-          No te creas que me das ninguna lástima. Da gracias que no estuviera aquí Alan. Este era el castigo por el feo que me has hecho antes. Ahora tienes cinco segundos para ponerte de rodillas delante de mí coño y adorarlo o el castigo que has recibido te va a parecer gloria.

Como pudo se arrodilló, ignorando el escozor y se colocó frente a su ama.

-          Las manos atrás y entreabre las piernas. Acerca tu boca a mi coño y empieza. Ya irás aprendiendo sobre la marcha.

Temblando como un flan, hizo lo que su ama le había ordenado, sorprendida porque se encontraba realmente excitada y mojada a pesar del castigo recibido. Al mirar hacia atrás al recibir el primer golpe de zapatilla había observado a una Diosa tras ella, una belleza escultural, con los pechos que había visto el primer día, mientras Alan la penetraba violentamente, anillados, un poco caídos, pero igualmente apetitosos, y eso que hasta la fecha no se había considerado lesbiana. Observó el coño de Beth y lo encontró húmedo. Olía fuerte, pero sabía que no había vuelta atrás. Los aros de sus labios se veían relucientes por la humedad que los recubría y al acercar su lengua, los dedos de su ama apartaron los labios mostrando un tercer aro que perforaba su clítoris, grande y también mojado. Mientras su lengua recorría la abertura, sintió como su cabeza era apresada por ambas manos y llevada arriba y abajo una y otra vez.

La fue corrigiendo mientras no dejaba de lamer, chupar y succionar. Los insultos se alternaban con pequeñas bofetadas y escupitajos en su cara que la hicieron sentirse humillada. Le dolían las rodillas, la lengua, los brazos por la posición en la que se encontraba tras su espalda, pero al final Beth explotó en su cara, regándola de jugos.

-          No ha estado mal para ser tu primera vez. Aunque tienes que mejorar. Tienes prohibido tocarte. No te mereces ninguna recompensa y por esta vez no le diré a Alan el desprecio que me has hecho. Aún quedan unas horas para que venga y no voy a permitir que estés ociosa. Eso se ha terminado. Tienes dos minutos para ducharte, ponerte una camiseta y hablar con tus padres. Después te desnudas y empiezas a limpiar los aseos. A partir de hoy vas a encargarte también de la limpieza de la casa. Tampoco creo que tengas derecho a este lujo de habitación. Con los niños estarás aquí, pero para dormir hablaré con Alan para buscarte un sitio adecuado a tu condición. ¡Vamos! ¡No pierdas el tiempo, estúpida! Cuando acabes con los lavabos me vienes a ver que ya tendré alguna cosa más preparada. Estaré en el comedor.