La aupair - Parte 2

Inicios de una aupair en el mundo de la dominación

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El aeropuerto era pequeño y triste. No había el movimiento que existía en Madrid, Barcelona, París u otros en los que había estado. Con las maletas en la mano salió y un cielo encapotado y gris, del que caía una lluvia fina e insistente la recibió, aunque por suerte la marquesina que iba de punta a punta de la terminal la resguardaba. Abrochándose el abrigo, pues la temperatura era fría, miró las instrucciones del WhatsApp y se dirigió a uno de los tres taxis que había estacionados frente a la puerta de la terminal.

El viaje fue pesado. La lluvia no cesaba. El paisaje se veía borroso y el conductor intentó entablar conversación con ella hasta que se dio por vencido ante el escaso interés de Mire. No quería utilizar el móvil, ya que le quedaba poca batería, y tampoco quería entablar conversación con el taxista a pesar de los esfuerzos de este por parecer agradable. Cerró los ojos e intentó ser positiva y no pensar en que de la ciudad que quedaba a su espalda al pueblo al que iba a pasar seis meses había una distancia de 63 km.

Se despertó sobresaltada cuando el sonriente rostro del taxista apareció ante ella indicándole que habían llegado. Con su mejor sonrisa, Mire se disculpó y salió del taxi poniéndose la capucha pues la lluvia estaba arreciando. No le dio tiempo de ver el lugar al que había llegado pues la lluvia se volvió en torrencial y, los dos corriendo, ella con su bolso, y el taxista con las dos maletas, se refugiaron bajo el porche de la casa justo en el momento en el que se abría la puerta.

En el portal apareció la pelirroja con la que había hablado tres noches atrás. Su sonrisa intensificó aún más las pecas que enmarcaban la cara y abrazó a Mire dándole dos besos.

-          Bienvenida. Espera un momento a que pague al taxista y estoy contigo.

En cuanto el taxista se dio la vuelta guardándose el dinero del viaje y la propina, la pelirroja se giró quedando frente a Mire con los brazos en alto y las manos abiertas.

-          Espero que te haya ido bien el viaje. Lo del tiempo no podemos hacer nada. Aquí es así y aprovechamos cualquier momento de sol para tomarlo, pero bueno ya te irás acostumbrando. Pero pasemos adentro que aquí hace frio y solo faltaría que te resfriaras el primer día.

-          Gracias Beth. La verdad es que ha sido un recibimiento pasado por agua.

El interior de la casa era todo de madera y Mire quedó prendada de lo bien decorado que lo tenían todo. Tras ella oía hablar a Beth, pero ella no quitaba ojo de todo lo que la envolvía, la chimenea de piedra, con sus troncos crepitando dentro, las paredes de madera, con cuadros de paisajes que quitaban el hipo, … tuvo que desconectar de la vista para conectar el oído y escuchar lo que tras ella Mire le iba contando

-          …niños se han quedado con mis suegros hoy y esta noche los traerán. Así aprovechas el día para descansar y habituarte y hablamos un poco contigo. Alan vendrá después de comer. Ven te enseño tu habitación y luego hablamos.

La mano de Beth se aferró suavemente a su brazo y la ayudó a quitarse el abrigo para colgarlo en el descansillo. Mire se quedó boquiabierta al ver a su anfitriona y apenas oyó que le decía que se quitara el calzado. Beth llevaba unos leggins super ajustados y un top que realzaba sus pechos. Tenía una figura envidiable que solo había visto en revistas de modelos que, con toda seguridad, habían sido retocadas por Photoshop.

-          Me has pillado con mi tabla de Pilates. Mira, deja aquí tus botas y sígueme.

No se consideraba lesbiana, pero al pasar por delante de ella y empezar a subir las escaleras, no pudo evitar fijarse en el firme y duro culo que se adivinaba bajo los leggins. Por un momento dudó de si llevaba ropa interior. Y ella que pensaba que su culo era la envidia de todos sus compis. Suspiró y la siguió escaleras arriba.