La Audición

Yo quería aquello. Para eso estaba ahí. Quería el placer, el dinero y la fama que pudiera conseguir como actor porno. Y trabajaría por ello.

La Audición

Cuando llegué al lugar me sorprendí de ver que todo lucía absolutamente normal. No había dildos, ni látigos, ni cadenas, ni arneses. Ni siquiera había una cama. Era todo lo opuesto a lo que me había imaginado. Otro piso de oficinas en el centro de Barcelona, nada más.

Y, sin embargo, aquella fachada escondía un fondo más osado, más apegado a lo que era realmente.

Atravesé la puerta y un chaval muy atractivo de ojos azules me miró por encima de la pantalla de su ordenador.

-¿Puedo ayudarte en algo? -preguntó con un tono educado.

Tenía las facciones de un modelo de Calvin Klein y el corte de pelo a lo Xavi Alonso. Era guapo, sin dudas, aunque no lo suficiente como para desviar mi atención de un poster pegado a la pared detrás suyo donde se veía a un jovencito sentado sobre el pollón de un tío. Aquel era el único indicativo de que me encontraba en el sitio correcto. La imagen me calentó un huevo.

-Eh, si. Vengo por lo del casting -dije.

-Vale. Dame tu nombre.

-Álvaro Rodríguez.

El chaval hurgó en la computadora y luego me pidió que tomara asiento y esperase. Lo hice y al cabo de unos diez minutos la otra puerta en la habitación se abrió.

De ella salió un tío alto y musculoso con apariencia de stripper de lujo. Se despidió del chico de la recepción y, al cruzar frente a mí, se detuvo un momento para ajustarse el zapato, sonrió y me guiñó un ojo.

-Suerte -fue lo único que dijo.

Le di las gracias con la cabeza algo confusa y me quedé mirándole el grueso del culo mientras se iba, imaginándome que, con algo de suerte, muy pronto me estaría follando a tíos como él día tras día.

-Álvaro, puedes pasar.

La siguiente habitación sí que tenía todo lo que había previsto en principio. Era un estudio amplio, con reflectores, cámaras, un sofá, una cama, y un rincón donde se hallaba un escritorio lleno de papeles con un hombre sentado en el borde que fumaba un cigarrillo.

-Pasa -me dijo apenas me vio-. Bienvenido a mi estudio. Soy Carlos -era un sujeto de esos que caen bien a la primera, simpático y atractivo. Para los cuarenta años que aparentaba tener, estaba muy bien tonificado. Llevaba el pelo completamente rapado y una barba rubia muy tupida. Me extendió la mano y yo le di la mía-. Eres Álvaro, ¿cierto?

-Sí -la voz había empezado a temblarme. Estaba nervioso.

-Perfecto. Bueno, te explicaré rápidamente el porqué te hemos convocado a este casting. Básicamente estamos renovando nuestro catálogo de modelos, sacando lo antiguo y metiendo caras nuevas, y, pues, mis socios y yo llegamos al consenso de que alguien como tú nos vendría de maravilla. ¿Sabías que eres lo que llamamos el paquete perfecto?

Reí y de pronto los nervios bajaron un poco.

-Pues mi novio siempre me lo dice, pero casi nunca le creo. El chaval está enamorado y tiende a ser poco objetivo.

El hombre dibujó una sonrisa en su boca.

-Ah, ¿con que tienes novio? -Carlos me miró con una expresión de genuino interés.

-Sí. Cumpliremos tres años en abril.

-Joder, tío. Eso es mucho. ¿Y te apoya completamente en esto?

-Sí, fue su idea en parte, de hecho.

-Sois una pareja muy moderna. Me gusta eso. Amor sin ataduras. ¿Y no vino a acompañarte? Imagino que será tan guapo como tú.

El cometario me desconcentró momentáneamente. ¿Eran mis ideas o el tío me estaba coqueteando? ¿O tal vez había notado mis nervios y está era su táctica para hacerme sentir menos tenso? No había como saberlo.

-No -contesté-. Trabaja como enfermero, así que no pudo venir.

-Ah, que lastima. Me habría gustado conocerle -hizo una pausa mientras encendía otro cigarrillo a la orilla de sus labios carnosos-. Pero ya será en otra ocasión -tomó unas hojas de papel del escritorio y empezó a revisarlas-... ¿Tienes 24 años?

-Sí.

-Vale... Y según los datos que nos enviaste estás completamente sano, mides 1,79 de estatura y de polla 22 centímetros, ¿es correcto?

-Correcto -aquella pregunta me cogió desprevenido. No pude evitar sonrojarme.

-Bien. Verás, tus fotos nos han encantado. Eres un pedazo de cielo, eso ya lo sabrás. Pero debemos cerciorarnos de que las medidas sean exactas. Ese es un tema muy importante en este negocio. Así que voy a pedirte que te desvistas.

Si antes me había ruborizado, ahora sentía que el cuerpo se me calentaba como si empezara a tener fiebre. Tomarme las fotos que había enviado al estudio tampoco había sido fácil, pero Santiago, mi novio, me había ayudado mucho. Me había calmado como solo él conseguía hacerlo siempre. Sin embargo, él no estaba aquí ahora.

Me quito los converse que traigo y los calcetines. Ahora Carlos parece estar inmerso en asuntos del trabajo que revisa desde su móvil. Me saco los jeans y me quito la camiseta. Cuando termino estoy parado usando solamente un slip azul.

-Vaya, te ves muy bien -dice Carlos, regresando su atención hacia mí. A través de un espejo en la pared lateral consigo verme también, con mi piel bronceada, el cuerpo trabajado y la cara enmarcada en facciones muy masculinas-. Ahora vamos a medirte.

Se acercó y me bajó el slip hasta los tobillos. Una vez liberada de aquella fina tela, mi verga se izó de frente como el mástil de una bandera hasta quedar a la altura y a milímetros de la cara de asombro de Carlos.

-Joder -dijo-. Vaya que eres grande.

Tras el susto, corroboró las medidas y me pidió ponerme bajo las luces.

-Te haré una prueba de cámara. Tengo entendido que eres activo y que piensas firmar contrato como tal, ¿es así, Álvaro?

-Sí, ¿hay algún inconveniente con eso?

-Ninguno. Es tu decisión. Igual luego si te animas podéis firmar como versátil. Mientras tanto, por hoy yo seré tu compañero en la prueba.

¿Que cosa?

Una vez dicho esto, Carlos se quitó todo lo que traía consigo sin ninguna clase de vergüenza o recato y se sentó sobre la cama. Yo no dije nada y él me pidió que me acercara para colocarme un condón.

-Yo seré tu compañero, pero también voy a ser quien te dirija, ¿vale? -explicó, al tiempo que introducía el preservativo en mi tallo que ya pulsaba de lo duro que lo tenía- Así que todo lo que te diga será una indicación que tendrás que acatar fielmente.

-Vale, vale.

Estaba temblando en mi interior, mientras que por fuera trataba de que no se notase lo tan asustado que me encontraba.

Pero yo quería aquello. Para eso estaba ahí. Quería el placer, el dinero y la fama que pudiera conseguir como actor porno. Y trabajaría por ello.

Carlos se puso a cuatro patas en la cama, dejando a la vista su rosado anillo anal rodeado por un par de portentosas nalgas cubiertas de vellos amarillos. Aquel era un culo para follar sin ningún tipo de clemencia y mi verga estaba lista para eso.

-Si quedo satisfecho con tu desempeño, podrás trabajar aquí.

Carlos se untó el ojal con lubricante y me hizo señas con la mano para que fuese a por él.

Ese fue el momento exacto para olvidarme de nervios y darle a este tío una de las mejores cogidas de su vida.

-No acepto mordiscos, ni moretones y tampoco permito que me beses, ¿bien?

-Perfecto.

Carlos me dio sus últimas demandas justo antes de que me colocara de pie frente a él, con mi polla apuntándole a su culo, y empezara a introducirme en su interior.

Pero aún y con todo mi grueso glande adentro, el tío parecía inmutable. Ni un gemido. Así que me animé a dejar entrar en una sola bajada todo mi tallo en su orificio. Ésta vez sí hubo respuesta, un corto y callado murmullo de placer. Un "ah" cargado de excitación... Pero yo quería más que eso.

Comencé con un subibaja lento que rápidamente se convirtió en embestidas que deslizaban a Carlos de su posición inicial.

-Joder, tío -alcanzó a decirme antes de que otra de mis embestidas le hicieran meter la cara en una almohada.

-¿Te gusta sentirme adentro de ti? -le pregunté, ya prendido por el placer que me estaba dando aquel culo carnoso.

-Uff, sí. Sí.

Ahora era yo quien estaba al mando de la situación.

Le metí la verga hasta el tope y se la saqué en un solo movimiento. Luego me acosté en la cama y le hice señas con la mano para que viniese hasta mí. Carlos se sentó en mi polla como si se tratara del asiento más cómodo del mundo y comencé a bombearlo atrás mientras le chupaba las duras tetillas que coronaban sus pectorales.

-Ah, sí, ummm -balbuceaba entre gemidos.

El tío cabalgaba como si su vida dependiera enteramente de ello. Y me daba un placer que pocas veces había probado.

Al cabo de un rato lo giré, poniéndome sobre él con sus pantorrillas en mis hombros y empecé a metérselo sin descanso en caídas fuertes y rápidas. Lo notaba a punto de pedirme una pausa, pero era muy orgulloso como para hacerlo conmigo, a fin de cuentas yo solo era un principiante del porno.

-Di que tu culo es mío -le ordené, mientras que su boca no paraba de generar gemidos.

No dijo nada.

Me estaba arriesgando a que se molestase y me pidiera que me fuera, pero joder, su culo estaba tan cálido y relajado que me sentía incapaz de detenerme.

-Dilo -volví a pedir.

-Mi culo es tuyo, tío. Ah, ah… Y quiero que acabes en mi pecho.

Acatando su demanda, lo follé por otros minutos hasta que sentí que mis bolas no aguantaban más. Bañé su pecho y abdomen con mi espesa leche y le dejé el culo bien abierto.

Luego nos tiramos sobre la cama, uno al lado del otro, gustosamente agotados.

-Estás contratado, cabrón -dijo, una vez hubo recuperado el aliento.

-¿En serio?

-Claro. Follas como un profesional, así que solo te queda la opción de convertirte en uno. Bienvenido a OnlyBoys.

Así comenzaba una carrera pornográfica en ascenso.