La au-pair y el irlandés
Una au-pair en una casa de Dublín....
Yo era au-pair en una casa en un barrio bien de Dublín, no era mi sueño ni nada por el estilo, y a pesar de haber estudiad física en España, con lo de la crisis no conseguí encontrar un trabajo decente, bueno sí, estuve unos años de ayudante de uno de los profesores en la facultad de física en Madrid, un trabajo aburridísimo, porque todavía dar clase hubiera sido algo más estimulante, pero corregir exámenes era algo odioso.
Pero volviendo a lo que iba, decidí marcharme fuera, porque la oferta que me hicieron para ser au-pair en Irlanda era muy interesante económicamente, y me permitía estar más cerca de lo que era mi sueño, hacer un máster y doctorarme en el M.I.T.
Y allí estaba yo, en un ático dúplex en Grafton Street viviendo con una familia rarísima en donde lo único que había normal eran los gatos. La madre, una pija tonta que se creía alguna de las protagonistas de Sexo en NY, los hijos (unos mellizos de seis años) un coñazo, malcriados y caprichosos. Y el padre, bueno casi mejor ni hablar de él, el padre era un ejecutivo gilipollas y arrogante (estaba bastante bueno para su edad, unos cuarenta y tantos).
Os contaré algo más de mí, me llamo Lidia soy una tía normal, tengo unos 27 años, soy morena con ojos azules y una piel muy blanca, supongo que algo heredado de mis familiares suecos, tengo un cuerpo muy bien definido gracias a mis años de universidad donde formaba parte del equipo de rugby e iba a clases de capoeira con frecuencia. Además tengo unos cuantos tatuajes, situados estratégicamente para que no se vean en el caso de ir a buscar trabajo o cosas así. Uno lo tengo en el pie, el otro en mi espalda y otro en el pecho. En invierno no se ven nunca, pero en verano, claro, es más fácil verlos por las sandalias y la ropa más pequeña y escotada.
El día de la entrevista final, cuando iba a conocer a la familia, aunque intenté ir bien vestida, no pude evitar que dos de los tatuajes quedasen a la vista, pero es que, ya fue mala suerte, esa semana hizo un calor tremendo en la ciudad, así que iba vestida con unos vaqueros, unas sandalias y una camiseta algo escotada. Al llegar a la casa, me abrió la puerta la madre, que me miró como pensando, esta chica definitivamente necesita que la digan cómo vestir, y me invitó a pasar a una sala donde esperaba su marido… A pesar de tener pinta (y ser como vi luego) de gilipollas, era un tío atractivo, pelirrojo, piel pálida ojos azules y un cuerpo que se veía musculoso y bien trabajado en el gimnasio.
-¿Así que tú eres Lidia? ¿Y qué es lo que ha llevado a una física a querer trabajar como au-pair en este país?
-Bueno, no encuentro un trabajo que me satisfaga en España y he decidido trabajar en algo diferente, siempre y cuando la oferta me parezca interesante.
-Bueno, es normal, esa carrera no sirve para nada, de todos modos, tu currículo me gusta, hablas idiomas, haces deporte, parece que has sido bien educada y además siempre puedes ayudar a los niños con los deberes.
-Sí señor, no será ningún problema.
-Bien, pues si estamos de acuerdo, léete el contrato y firma en todas las hojas.
Me leí el contrato, un contrato normal y corriente para una au-pair (me ofrecían una habitación en la casa con WI-FI, televisión y portátil, además tenía derecho a usar toda las comodidades libremente, y coche para poder ir y venir con los niños al cole y todo eso) y una vez leído, me incliné para firmar. Pero en ese momento, el que iba a ser mi jefe exclamo:
-¡No me digas que eres una de esas tías que van por el mundo llena de tatuajes! Eso es algo que no me gusta nada, a pesar de que lo que estoy viendo es muy interesante-. Se refería, está claro a mi tatuaje del pecho, zona que además no había parado de mirar desde que entré en el despacho.
Me quedé flipando… sólo llegué a decir:
-¿Perdón? Con todos los respetos, que tenga un par de tatuajes, no me hace mejor ni peor, es como darse mechas o pintarse las uñas de negro. – Algo que su mujer cumplía al milímetro.
-Bueno, bueno, procura que los niños no vean ningún tatuaje, no quiero hijos marcados como el ganado.
Ese comentario me molestó mucho, pero tampoco iba a ponerme a discutir el primer día con el tipo que iba a ser mi jefe durante un año, así que firmé. Al ratito apareció la mujer, traía una bandeja con te, café y pastitas para comer.
-Bueno ¿ya habéis firmado el contrato y llegado a un acuerdo?
-Si cariño, no hay ningún problema.
Nos pusimos a beber té, bueno yo café porque no aguanto él té, y empezaron a preguntarme cosas tipo ¿Cómo es Mallorca? ¿Dónde estudiaste? ¿Tienes hermanos? Estas memeces eran cosa de la mujer, que cuanto más abría la boca más insustancial me parecía pero lo del tío… eso era increíble, que si llevaba piercings, que en el caso de tener novio no debía llevarlo por casa y que como había sido jugadora de rugby debía tener un culo duro como una roca y que al menos a simple vista, parecía que lo tenía.
Por fin terminó la “entrevista informal” y pude irme a deshacer mis maletas, ver mi cuarto y descansar un poco. Por la noche, en lugar de cenar con la familia, decidí salir un rato por la ciudad, aunque sólo fuera por tomarme una pinta en el mítico Temple Bar. No volví muy tarde a casa, o eso creía yo, porque al llegar según abrí la puerta de la casa, me encontré al padre (Brendan a partir de ahora) con cara de pocos amigos.
-¿Tú crees que estas son horas de volver a casa bonita?- Me miraba fijamente, de los ojos bajaba la mirada al pecho, en este caso no le culpo, porque había salido vestida con la intención de que me mirasen, unos vaqueros negros, botas y una camiseta de tirantes tan pegada y escotada, que con ayuda del sujetador me hacía un escote brutal.
A pesar de que quería y me gustaba que me mirasen su forma de mirarme, tan fijamente, hizo que me sintiese pequeñita, dominada, esos ojos azules definitivamente tenían una especie de magnetismo que me paralizaba.
-Solamente son las once, tampoco es tan tarde.- Acerté a decir en un arrebato de rebeldía ante el jefe, eso sí con la cabeza gacha, como cuando el profesor te echa la bronca y aun así le contestas.
-Venga hombre, no me jodas, vivimos en Dublín, ya no estás en España con esos horarios de locos. Tu deber es levantarte a las seis, arreglarte para cuando a las siete los niños se despierten puedas ayudarlos con lo que necesiten y llevarlos al cole. ¿Queda claro preciosa?
Pero bueno, ¿este tío de qué iba? Bonita, preciosa… Se pueden decir las cosas de otro modo, y además no me conocía más que lo básico, no creo que esas palabras fueran adecuadas.
Me fui con la cabeza baja para mi habitación, pero me pareció notar algo muy raro, según pasaba por delante de el noté como si me tocase el culo (bueno como si me tocase no, me lo tocó del todo)… pero fue algo tan breve que no le di importancia. Aunque en realidad, siempre tenía la impresión de que me vigilaba mientras jugaba con los niños, cuando leía o veía la tele con la familia y de que me miraba un tanto raro, fijamente y como intentando ver a través de mi ropa.
Pasaban las semanas, y todo iba bien, los niños eran un poco insoportables, pero bueno cuando estaba muy harta me desahogaba en castellano o mallorquí aprovechando que nadie hablaba allí ninguno de esos dos idiomas (o eso pensaba yo). No podía quejarme de mi trabajo, dos veces al mes, tenía libres los fines de semana completos (viernes a partir de las cinco hasta el domingo a las cinco). Me daba tiempo a salir, descansar e incluso a hacer excursiones donde quisiera. De lo que tampoco me podía quejar en absoluto, es de los viajes, si ellos se iban a cualquier parte, yo iba también para ocuparme de los niños y un montón de veces, como la mujer se aburría mucho, me decía que fuera con ella de compras y a comer, me compraba cosas, pagaba las comidas y según iba conociéndola, más pena me daba, no era tan imbécil como me había parecido, lo único que con la vida que llevaba se había atontado bastante. Era muy consciente de que su marido la había dado las tarjetas de crédito para mantenerla ocupada mientras él hacia su vida, y era aún más consciente de que la engañaba casi desde que se casaron ocho años atrás.
Recuerdo muy bien el día en que empezó todo, era Febrero y llovía a cántaros, yo estaba con los niños viendo un partido de fútbol y de repente sonó el teléfono, lo siguiente fueron gritos desconsolados y lamentos. Me pareció entender entre tanto grito que alguien había tenido un accidente y había muerto.
No me equivocaba, al rato apareció Brendan por la puerta, y me dijo que si podía hablar conmigo.
-Han muerto varios familiares de Ashley (su mujer) , así que vamos a irnos a Galway, lo único que te pido es que te quedes con los niños estos días, no sé cuántos serán, y que procures que no se enteren de nada. Llévalos al zoo, al circo o lo que coño hagan los niños ahora, aquí tienes una tarjeta de crédito por si necesitas comprarlos algo, o comprar cosas para casa.
-Sí señor, lo siento mucho.
Sé que no está bien alegrarse de las desgracias ajenas, y de verdad lo sentía por Ashley, pero esto me daba a mí al menos una semana para descansar de ellos.
Los niños no hacían más que preguntar que donde estaban sus padres, que porque se habían ido a Galway sin ellos, y que ellos querían ver a su tía Mary, que siempre los daba dinero y les dejaba comer dulces.
No sabía que decir y tampoco sabía del todo como tratar niños (sí, ya sé que trabajaba como au-pair, pero lo hacía sin tener ni idea, sólo por el dinero), así que me dedicaba a hacerlos las comidas que me hacía a mi madre cuando era pequeña y que me encantaban.
Pero claro, todo lo bueno dura poco, y a los tres días Brendan apareció por la puerta justo cuando estábamos comiendo helado de chocolate con galletas mientras veíamos la tele.
-¿Qué es esto? ¡¡Sabes de sobra que no pueden comer helado salvo en fines de semana, y que yo sepa hoy es jueves!!
-Hola señor, ¿Qué tal está su mujer? ¿Y usted?
-¡¡No desvíes la atención zorrita!! Peguntar como si te importase algo…. Y empieza a explicarme qué coño está pasando.
-Bueno, los niños estaban preocupados porque se habían ido sin decirles nada, y yo sólo he intentado que lo pasasen bien y…
-¿Qué lo pasasen bien comiendo helados? Y vete a saber cuánta mierda más los has dado.
-No, no he mantenido las buenas costumbres respecto a la comida.
Se acercó a mí, se acercó y me cogió con violencia del brazo. Se acercó tanto, que notaba como mis tetas (no lo he dicho, pero siempre he tenido un pecho precioso, no muy grande pero sí bien puesto) se apretaban contra su brazo, parecía que iba a darme un guantazo o algo así… pero de repente me soltó, se separó y dijo mientras me miraba fijamente:
-En fin, dejad de comer helado y prepáralos para ir a dormir, ya hablaremos tú y yo.
Me acojoné viva, esas palabras en boca de un tío así, tan arrogante, dominante, serio y lo más importante, que era mi jefe, no sonaban muy tranquilizadoras.
No hablamos hasta pasados dos días, era sábado, y se suponía que era ya mi tiempo libre, pero como seguía lloviendo como si fuera a terminarse el mundo, yo estaba en casa leyendo tan tranquila. Y de repente apareció.
-Vamos al despacho que tenemos que hablar preciosa. (Ya estaba acostumbrada a su forma de hablar, y lo aceptaba, no sé exactamente por qué, pero me gustaba la autoridad que desprendía).
-Sí señor, usted dirá.
-Bueno nena, ya sabes que hay unas normas, y aunque hago la vista gorda con muchas cosas, lo del helado ha sido ya la gota que colma el vaso. Si te digo que hagas algo, hazlo y punto, sin preguntar. Deberías ser más obediente y más cuando estás trabajando para una persona y tienes a tu cargo a dos niños pequeños.
-Pero…. Yo no he hecho nada que pueda llamarse irresponsable, es decir, vale, sé que no pueden comer helado pero eran unas circunstancias algo fuera de lo normal.
-No me contestes nunca más y deja de buscar excusas zorrita. ¡¿Te has enterado bien?! ¿O te lo digo en castellano?
¿Zorrita? Pero este tío de que iba, ya se estaba pasando mucho aunque me gustase su modo de hablarme y eso no iba a permitirlo. Y además, ¿desde cuándo este hombre hablaba castellano?
-¿Cómo ha dicho? Trabajo para usted, sí, pero eso no le da derecho a insultarme.
-¿Ya estás contestándome? Creí que había dejado claro que no volvieras a contestarme y además, dime, ¿desde cuándo llamar algo por su nombre, es insultar? ¿Tú te das cuenta cómo vas vestida? ¿Cómo te mueves? Por favor, si parece que vas pidiendo a gritos que te den lo tuyo.
-¿Qué problema hay con mi modo de vestir? ¡No se ve ningún tatuaje como usted me dijo y además, haberme dado un uniforme si tanto le molesta mi ropa!
-¿Qué problema hay? ¿De verdad no ves el problema? Ahora mismo llevas unos leggins y una camiseta tan pegada que posiblemente termine rompiéndose porque tus preciosas tetas no caben ahí, ¿acaso no te parece eso un problema?
-Ahhh ¿sí?, pues por si le interesa la camiseta, me la ha comprado su mujer, en alguna de las muchas ocasiones en que salimos juntas por ahí a comer y de compras.
-Mira me da igual, no quiero oírte más, ven aquí que vamos a terminar con esto. Así seguro que aprendes a dejar de contestar y dejas de refunfuñar en tu idioma pensando que nadie te entiende.
No me moví ni un poquito de la silla en donde estaba sentada. Este tío era un gilipollas (un gilipollas que por lo visto hablaba castellano y que me atraía bastante) y no sabía que tenía en la cabeza o con que pretendía terminar y tampoco me apetecía saberlo.
-¡¡Que vengas coño!!- Decía mientras se levantaba y me agarraba con violencia por la cintura para llevarme delante de la mesa, en frente de su silla. –Ahora vas a ser una niña buena y vas a chupármela con el mismo cariño y dedicación que a las piruletas esas que te pasas el día comiendo-. (Me pasaba el día comiendo piruletas y chupa-chups porque no podía fumar y aprovechando que no podía, estaba intentando dejarlo).
-¡NOOOO! ¡No quiero, déjame en paz cerdo asqueroso, voy a denunciarte!- Gritaba y pataleaba mientras él me mantenía sujeta y me forzaba a arrodillarme.
-Jajaja que graciosa, ¿así que piensas denunciarme? Me imagino que habrás visto varios días por aquí a James O´Donnel ¿verdad?
Negué con la cabeza, no tenía ni puñetera idea de quien hablaba.
-Si hombre, el tipo bajito gordo con bigote…bueno da igual, pero resulta que es un buen amigo y da la casualidad de que es el director general de la Garda (policía irlandesa). Puedes denunciarme, que ya te digo yo que en cuanto vean mi nombre en la denuncia van a romperla y a tirarla a la basura.
Pero bueno, no me lo creía, este tipo era una especie de mafioso o algo por el estilo y estaba dejando claro que la policía estaba corrupta. Estaba paralizada mientras intentaba asimilar que este tipejo iba a hacer conmigo lo que le apeteciese y que lo peor de todo es que tenía firmado un contrato por un año y sólo llevaba allí dos meses.
-¡Buena venga zorra. agachate y haz tu trabajo!
Era humillante, estar ahí de rodillas ante mi jefe, apreciaba a su mujer y me sentía fatal, me parecía una traición y más en estos momentos, había perdido a toda su familia de golpe.
-Quieres empezar ¡joder! Me estas hartando ya, deja de revolverte porque aquí se hace lo que yo digo y no hay más.
Seguía flipando, pero empecé a comerle la polla, más que nada porque no quería que empezase a darme de leches, y teniendo en cuenta lo cabreado que parecía no lo descartaba. Intenté hacerlo mejor que nunca, empecé despacito, lamiendo de arriba abajo para luego cambiar de ritmo y metérmela hasta el fondo, aunque para ser sincera no había estado con demasiados chicos, prefería el deporte y mis estudios. Aun así me esforcé al máximo. Parecía que le gustaba porque notaba como se retorcía gracias a mis esfuerzos, me tiraba del pelo y me insultaba, cuanto más humillante el insulto más me humedecía yo. Y esto hacia que me sintiera muy sucia, muy puta, nunca había sido así, y ahora de repente por culpa de este cerdo que me estaba obligando y sometiendo estaba empezando a descubrir cosas de mí persona que ni conocía.
-Ahhh ¡siii, muy bien putita! Lo haces de maravilla…!
Se notaba que estaba disfrutando, jadeaba y había dejado de tirarme del pelo, me tenía agarrada por la cabeza pero sin la violencia de antes. Y llegó el momento, se corrió en mi boca y lo que más me sorprendió es que yo, me lo tragué, algo que siempre me había negado a hacer y sin embargo, me estaba gustando y aún más me gustaba sentirme usada.
-¡¡AHHH AHH Ahhhhh muy bien nenita… así me gusta, que tragues como un buena zorra!!
Cuando todo terminó, simplemente dijo:
Me marché a mi habitación no sabiendo muy bien que había pasado para terminar así, me di una ducha rápida y me metí en la cama. Estuve soñando toda la noche con él, y cuando me desperté pensaba que lo sucedido ayer había sido un sueño, un sueño que ahora me parecía casi agradable.
Ese mismo día llegó su mujer, estaba más delgada pero parecía que algo había cambiado en ella, aparte del dolor que reflejaba su cara, había también una especie de determinación en su forma de hablar que hasta ahora no había visto.
Durante el mes siguiente no pasó nada ni hubo indirectas ni nada por el estilo, más que nada porque su mujer estaba en casa y no encontró ningún momento en el que poder pillarme a solas.
Pero como ya he dicho, todo lo bueno termina… Y un buen día a las pocas semanas, de repente, la mujer en el desayuno nos informó que pensaba irse de viaje sola porque necesitaba pensar, y que si no volvía que no se sorprendiese mucho. La cara que puso Brendan fue de foto, sorpresa y enfado al mismo tiempo, le estaban humillando y dando de su propia medicina y en presencia de una extraña. A pesar de esto, la llevó al aeropuerto, y cuando volvió me acorraló en la cocina, diciendo:
-Bueno guapa, ahora que se ha ido la bruja, podemos pasarlo bien tu y yo. Además no me gusta nada eso que ha dicho delante de ti, y como no lo puedo pagar con ella, tendré que pagarlo contigo. ¡Desfilando!
Se notaba el enfado y la crueldad en su mirada. Esto hizo que me asustase, ¿qué iba a hacer conmigo? ¿Qué es lo que pensaba pagar conmigo? Pero por otro lado, tenía curiosidad y ganas de saber que me tenía reservado el irlandés que me daba miedo y me atraía a partes iguales.
-Ven, vamos a tu cuarto que tenemos tiempo de sobra, los niños no están en casa.
Una vez en mi cuarto me dijo:
-Bueno hay dos maneras de hacer esto, o bien consientes y te portas bien o bien haré lo que me dé la gana aunque tenga que forzarte, decidas lo que decidas yo voy a tener lo que es mío. Y ahora ven aquí, quiero ver ese bonito cuerpo de zorra.
Al principio sólo me miraba, como admirándome y recreándose en lo que iba a hacer, luego empezó a desnudarme, pensé que era preferible no oponer resistencia y dejarle hacer, total ya había dicho, iba a conseguir lo que quería de una manera u otra.
Me miraba con aprobación.
-Muy bien zorrita, estas tremenda y eres toda mía. Estoy seguro de que terminarás pasándolo muy bien y vas a estar en esta casa conmigo muchos años. Ven, siéntate aquí-. señaló sus rodillas- que quiero besarte
¿Por qué coño quería ahora besarme? Ni que fuera su novia. Me senté a horcajadas sobre sus piernas y empezó a besarme, por todo el cuerpo… besaba, mordía y me lamía el cuerpo, mostrando especial atención cuando llegó a mis tetas, con las que estuvo jugando un ratito, me pellizcaba y retorcía los pezones pero nunca pasaba el límite del dolor, se le veía experto, sabia el momento justo en que debía parar para no hacer daño. Todo esto me estaba poniendo muy cachonda, la verdad es que me gustaba y ahora me apetecía continuar.
-Unas tetas preciosas y duras…¿sabes? Me encantan tus pezones, pero creo que deberíamos ir a que te pusieran unos piercings.
Estaba como en shock, no decía nada, simplemente colaboraba y asentía con la cabeza cuando hacía falta, como ahora con los piercings.
¿Ves? Si yo sabía que al final te iba a gustar y que vamos a pasarlo muy bien, desde el principio noté como eres, huelo a una zorrita complaciente a distancia, y tú lo eres.
Se levantó y a mí me colocó sobre la cama, me mandó ponerme a cuatro patas mientras examinaba mi culito, metía un par de dedos y tocaba mi sexo.
-Vaya vaya, si la niña ya está mojada. Muy bien zorrita eso me quitará un montón de trabajo y a ti te evitará el dolor. Así me gusta, que colabores.
Sin avisar ni nada, me penetró el culito, ni siquiera se molestó en usar lubricante o algo, no, lo hizo a la fuerza y de repente.
-¡AHHHH! ¡Joder, eso duele!
-Jajaja, ¿qué pasa preciosa? ¿Nunca te lo habían hecho por el culo? Vaya no todas las españolas sois unas putas, ¡¡Muy bien, me gusta ser el primero que entra en tu culito!!
Y comenzó a entrar y salir con toda la fuerza que podía para que el dolor fuera más intenso. Yo no paraba de gritar, a pesar del dolor, cada vez me gustaba más la sensación y me iba relajando. Cuando ya estaba relajada del todo y empezaba a disfrutar, se corrió y se tumbó sobre mí mientras me susurraba en la oreja.
-Muy bien putita… Por hoy no vamos a continuar, que tampoco quiero que mañana estés tan cansada que no puedas ocuparte de los mocosos. Pero ya volveré por aquí.
-Ermh… Si bueno, lo que usted diga señor.
Que cabronazo, encima ya me avisaba de que habría una próxima vez y no decía cuándo para mantener el suspense. ¡Increíble! Ya entendía por qué la oferta era tan buena, porque incluía una cláusula que poca gente estaría dispuesta a aceptar.
Pasaron los días, las semanas y no ocurrió nada, bueno sí, la mujer seguía sin volver (y no iba a volver, a esas alturas, ya estaba más que claro)…
Y un buen día de Mayo, el día de mi cumpleaños, para rematar la jugada vino con un regalito…. Y en fin… ya os contaré otro día cual fue el regalo envenenado que me hizo, aunque es casi obvio ¿no?