La apuesta láctea

A cinco mujeres aburridas se les puede ocurrir travesuras y juegos de todo tipo. ¿Hacemos una apuesta?

Me llamo Julia y mi marido se llama Marcos. Tenemos 27 años yo y 28 él. Marcos es técnico en prevención y extinción de incendios forestales, es decir, prácticamente lo que siempre se ha llamado guardabosques o bombero de bosques. Hace dos veranos el Ministerial de Cuidados Medioambientales destinó a mi marido a un parque nacional del país. Yo le acompañaba, como siempre. En este retén de incendios nos encontramos con más gente que también formaría parte del dispositivo: Operadores de radio, pilotos de helicópteros e hidroaviones y otra serie de técnicos.

Se formaron varios equipos de cinco hombres y a mi marido le tocó ser integrante del Grupo Nocturno, lo que le fastidió bastante, aunque ganase más dinero por nocturnidad. Tenía cuatro compañeros más y cada uno de ellos vino a pasar el verano en el retén con su esposa y algunos hijos. Continuaré diciendo los nombres de las parejas y sus edades, aunque no me detenga mucho en descripciones pues considero que a veces son superfluas: Eva y Julio, de 34 y 37 años respectivamente; Fedra y Marcos, de 26 y 30; Valentina y Pepe, de 40 y 45; Amanda y Manuel, de 32 y 33 y finalmente Isabel y Juan de 31 años ambosSolomadres.

A lo largo de sus turnos de noche Eva, Valentina, Fedra, Amanda, Isabel y yo nos hicimos muy amigas. Como he dicho algunos teníamos hijos y cada familia residía en una linda cabaña de madera. El poblado-campamento estaba bien y vivían alrededor de 70 personas, aunque era enormemente tranquilo, sobre todo de noche. Nosotras cada noche después de acostar a los niños nos reuníamos en la cabaña de alguna de nosotras, a jugar a las cartas, a ver un rato la tele o a tomar un refresco o copa. Nos divertíamos mucho y había muchas risas entre nosotras; al cabo de cinco o seis días de conocernos entramos en el terreno de las intimidades aunque entre alguna de nosotras hubiese cierta diferencia de edad.

El beber alcohol nos animaba en aquellas noches calurosas y era una forma de matar el enorme aburrimiento en el que quedábamos sumidas cuando nuestros maridos se iban al turno de noche. Iré al grano y explicaré en breves palabras lo que sucedió charlando entre nosotras. Como digo pronto intimamos y el tema del sexo surge rápido en unas circunstancias tan apropiadas como las que he descrito. Cada una empezamos a hablar de nuestras relaciones sexuales con nuestros maridos o sin ellos: pequeñas infidelidades, experiencias como el intercambio o alguna orgía, algún escarceo lésbico, etc. Cada una tenía algo que confesar a cual historia más sorprendente. Eso nos calentó. Sin embargo todas confesamos estar enamoradas de nuestros respectivos maridos y la principal razón que argüíamos era que eran unos sementales. Las carcajadas se sucedían entre nosotras y cada una insistía en que su marido era el mejor, el que más fiero se mostraba en la cama, el que más aguante tenía, el que antes se reponía de su eyaculación y orgasmo para seguir follando. Entre risas protestábamos y nos decíamos la una a la otra que lo que contaba no era verdad. Lo sorprendente es que a Valentina, la mayor de todas y la más pícara, se le ocurrió decir que eso podíamos comprobarlo.

Pero ¿cómo –dijo Eva- cómo comprobar cuál de ellos es el mejor semental? Valentina dijo que era muy fácil porque cada noche le tocaba a uno de ellos distinto montar guardia en el puesto de vigilancia donde estaba la radio control mientras lo otros patrullaban. Ese puesto de vigilancia se encontraba a 3 kilómetros de nuestro campamento.

Isabel propuso hacer una apuesta: a ver cual de ellos se corría más veces en menos horas. Era cuestión de ir a buscar al que le tocase hacer la guardia cada noche, así hasta que comprobásemos cuál de ellos era el mejor. ¿Y quién irá a comprobarlo? –preguntó Amanda. Fedra dijo que tendríamos que ir todas a verificarlo y que todas habríamos de participar en calentar al macho y hacerle funcionar sexualmente. Al principio algunas de nosotras protestamos o titubeamos sobre si seguir con aquella apuesta, pero el juego era tan excitante que decidimos hacerlo. Yo pensaba en cómo serían sobre todo Marcos y Manuel, que estaban buenísimos, aunque ninguno de nuestros maridos dejaba de ser un bombón apetitoso para una mujer. Pusimos una serie de reglas (aunque son algo largas las enumeraré):

Iríamos todas juntas al puesto de control en un todoterreno, después de cenar y acostar a los niños, en torno a las 23:00 horas y con la ropa precisa. Braguitas y sujetador; camiseta, pantaloncito corto y zapatillas.

El turno para visitar a cada hombre sería según edad, de mayor a menor (del primero al último): Pepe, Julio, Manuel, Juan, Marcos y Adolfo.

Teníamos varias horas por delante con cada hombre. Ganaba el que más veces eyaculase o más tardase en rendirse.

Para calentar al macho debíamos desnudarnos todas y una por una ir pasando por él hasta que se corriese. La esposa del macho en cuestión sería la primera en montárselo con su marido, con intención de convencerlo para entrar en el juego.

Una mujer no podía darle el relevo a otra hasta que el tío eyaculase con los manejos de ella y para eso tenía no más de 30 minutos. Nuestro rondo de turnos siempre sería el mismo y no valían modificaciones; o sea, en cada sesión siempre nos antecederían y sucederían las mismas compañeras.

Si un hombre llegaba hasta el sexto orgasmo significaba que había pasado por las seis mujeres; podría continuar entonces atendido por dos mujeres y así sucesivamente.

Por supuesto sólo se trataba de eyacular fuera, no valía la penetración pues no queríamos embarazos. "La leche debía verse", por eso la historia se titula La apuesta láctea.

Entonces podíamos masturbarlos o hacerles una mamada, y ellos nos podían acariciar si era preciso y lo deseaban.

Cada hombre debía salir de su correspondiente sesión creyendo que era el único de los compañeros que había vivido semejante aventura (los hombres son a veces tan vanidosos que no sería difícil que eso sucediera).

Si hubiera empate entre ganadores haríamos una segunda visita a cada uno de ellos.

Establecidas las reglas, había que buscar un premio para la ganadora, o sea para la esposa del mejor de los sementales. Se nos ocurrió que si con el juego cada hombre habría disfrutado con media docena de mujeres, era justo que la ganadora se montase una orgía con los esposos de las otras cinco mujeres. Estableceríamos también un ranking: al ganador como semental seguirían al de la polla de mayor tamaño y a que lanzase mayor cantidad de esperma. Estuvimos de acuerdo y nos pusimos manos a la obra.

PRIMER HOMBRE: Pepe, 45 años. Marido de Valentina. Noche del viernes 4 de julio de 2003.

Pepe era un hombre maduro, pero fuerte, simpático y siempre con ganas de broma con las mujeres. Cuando nos vio llegar al puesto se sorprendió pero se sintió encantado de la vida. Nos invitó a sentarnos y a tomar unos refrescos de una pequeña nevera. Iba a llamar por radio a los compañeros para comunicarles lo de nuestra visita pero su mujer lo detuvo diciéndole que se sentase tranquilamente que deseábamos "hablar" con él las seis. Se extrañó pero fue obediente. Valentina le besó en la boca al tiempo que bajaba la bragueta del pantalón de su marido. Pepe nos miraba a todas silenciosamente. Su pene apareció ante nuestra mirada semierecto.

Valentina se quedó en ropa interior y a nosotras nos ordenó hacer al menos lo mismo o desnudarnos, ese era el trato. Unas se desnudaron completamente y otras, como yo, quedamos en ropa interior. La polla de Pepe, de buen tamaño, se puso tiesa de golpe y su mujer se la metió en la boca, al cabo de los cinco minutos el tío se corrió por primera vez. Los chorros de semen fueron inmensos. Le tocaba a Eva, que tímidamente se acercó a Pepe. El hombre se extrañaba ante los acontecimientos, pero recibió feliz el acercamiento de la rubita, que pronto comenzó a masturbarle y a besarle el glande. Valentina animó a su marido a que acariciase a la chica si le apetecía y el no dudó en hacerlo. Sorprendentemente al hombre le venía de camino un nuevo orgasmo. Para pasmo de las demás la madura Valentina empezó a masturbarse ella misma tal era la calentura que tenía. Yo era la última de la lista esa noche y supuse que no llegaría mi turno. Pepe se corrió sobre la cara de Eva.

Siguió el turno de Amanda cuyo recurso para poner en pie de guerra otra vez la polla de Pepe, fue metérsela entre sus enormes tetas. La erección no obstante tardó en llegar y el tiempo consumido era ya de 21 minutos. Amanda se esforzaba y todas animábamos a Pepe con la visión de nuestros espléndidos cuerpos. Nos masturbamos y más de una llegó al orgasmo. Pepe eyaculó por tercera vez cuando sólo quedaban 13 segundos para consumir el tiempo de Amanda.

Aquel tío era sorprendente. Isabel se acercó al macho y él ya sabía perfectamente de que iba el juego, por lo que comprendió que habría de esforzarse bastante más, pero el entusiasmo que Isabel puso en levantársela y posteriormente en mamársela, besarla y masturbarle no dio resultado. El tiempo se consumió y se acabó su prueba. Isabel lo dejó por perdido después de media hora, no obstante él quería seguir y no le quedó más remedio que masturbarse él mismo y eyaculó, pero fuera de tiempo, sin embargo era un dato a tener en cuenta. Se había corrido 3 veces más 1. Nos fuimos las mujeres satisfechas y sonrientes al campamento y Valentina nos contó un día después que su marido se había tirado toda la jornada de descanso durmiendo. Todas estuvimos de acuerdo de que era un buen macho a sus 45 años.

Tomaríamos unas noches de paréntesis para no levantar sospechas entre ellos, aunque todas nos volvíamos locas de desesperación por repetir la experiencia con otro hombre y yo entraría pronto en acción, pues con Pepe no tuve oportunidad.

SEGUNDO HOMBRE: Julio, 37 años. Marido de Eva. Noche del martes 8 de julio de 2003.

Al presentarnos al puesto con Julio estando de guardia su reacción fue parecida a la de Pepe. Estaba sorprendido. Julio era delgado y alto, una persona inteligente y de una charla interesantísima, tanto, que antes de pasar a la acción nos contó a todas los secretos y leyendas de ese bosque, dejándonos obnubiladas con su saber y su dulce voz, elementos que por supuesto también seducen a una mujer.

Eva se encaminó hacia él sabiendo muy bien que hacer. Julio permanecía de pie mientras su esposa le bajaba los pantalones. Aquella ricura de hombre se quedó petrificado al vernos desnudarnos y cómo su mujer comenzaba a hacerle una felación delante de nosotras. Julio se dejó hacer, su mujer era una experta en marcar los tempos. Su pene era normal, incluso más pequeño que el de mi marido. A los 15 minutos eyaculó sobre el rostro de su mujer, dando paso al turno de Amanda que nuevamente puso la verga entre sus enormes tetas. Corrida a los 23 minutos. Con Isabel lo hizo a los 19 minutos y posteriormente con Fedra a los 28 minutos, ya casi sin gota de semen, superando ya de este modo el record de Pepe. Pero conmigo casi ni se inmutó, aunque el pobre hizo denodados esfuerzos por conseguirlo. Julio tuvo 4 corridas.

Hay que decir que aquellos días nuestra libido se aceleró y todas teníamos unas ganas de follar tremendas, aunque había que reservar a los hombres que aún no habían participado, no era justo agotarlos. Así que cada una se las apañaba como podía. Eva y Valentina ya tenían a sus maridos libres y podían satisfacerse con ellos. Sin embargo Isabel me confesó que le quedaron ganas de seguir con Pepe y se lió a escondidas con él pues era un hombre que le había gustado mucho y aún tenían una cuenta pendiente entre ambos. Sospeché que Fedra y Amanda se liaron entre ellas mismas, y por mi cuenta sólo me quedaba masturbarme.

Continuará