La apuesta láctea (2)

Continuación de la locura de varias mujeres en una apuesta sin precedentes.

No sé si recordarán el relato "La apuesta láctea". Esta es la segunda parte: Seis mujeres apuestan sobre cual de sus maridos es capaz de eyacular más veces una misma noche. Deberíais leerlo de nuevo para recordarlo.

TERCER HOMBRE: Manuel, 37 años. Marido de Amanda. Noche del lunes 14 de julio de 2003.

Manuel me gustaba y un morbo especial me invadía al pensar que esa noche lo íbamos a inflar de sexo y él nos iba a dar maná. Deseaba verle desnudo, ver su verga, poder acariciarla y tragarla. Pero aún temía que al precederme Amanda, Isabel y Fedra no hubiese merengue para mí.

Manuel leía una revista cuando llegamos al puesto. Difícilmente pudo disimular ocultándola que se trataba de una revista pornográfica, casi todas nos dimos cuenta. Amanda, su esposa, era de nosotras la más tímida en apariencia, aunque no habría de serlo mucho con sus más que sospechosas tendencias lésbicas dada la inclinación que demostraba hacia Fedra. Pero fue Manuel el que se dirigió a su esposa y la besó profundamente en la boca. Las compañeras empezamos a desnudarnos sin preámbulo ninguno. Si algo estaban demostrando nuestros maridos es que no necesitaban explicación si en grupo nos poníamos cachondas. En aquellas noches calurosas de verano quedarse en cueros y encenderse la libido era al parecer algo normal. Manuel besaba a su esposa y apercibiéndose de la situación y como me tenía cerca me agarró una teta. Aquello no estaba en las reglas y sintiéndolo mucho tuve el impulso de abofetearle, lo cual hice, a pesar de lo mucho que aquel hombre me atraía. Él rió a carcajadas diciendo algo así como ¿qué se ha creído esta putita? Sentí ganas de llorar y abandonar el puesto, pero Valentina y Eva me retuvieron calmándome. Amanda sintió cierto enfado con su marido y cuando le extrajo la trompa tiesa empezó a masturbarle violentamente con intención de que se corriese cuanto antes, empleando un par de tácticas infalibles para ella: utilizar sus tetas, como ya sabemos, y lamerle a Manuel el perineo, que eso vuelve locos a los hombres. La corrida de Manuel fue espectacular dirigiendo el chorro de esperma hacia el rostro y el cabello de Amanda, poniéndola perdida y bajándole un río de leche entre la canaleta de sus pechos (tendríamos en cuenta esa barbaridad de semen para el premio especial de Cantidad); además de lo que soltó por el pijo Manuel soltó más por su boca, diciendo todo tipo de guarradas mientras eyaculaba y no se cortó un pelo en besar a su mujer en la boca y él mismo llenarse de su propia leche.

Isabel entró en acción besando a Manuel también en los labios y probando un poco de lo anterior. Isabel era una calentona, se notaba, a esta le gustaban todos los hombres y por supuesto sería una de las más interesadas en ganar la apuesta, para así poderse liar con cinco a la vez, pero eso sólo dependía de su marido. Manuel se volvió a excitar con Isabel, cuya táctica voy a describir: Isabel era lenta en el quehacer, pero segura. Le gustaba centrar sus lametones en el glande, a la vez que acariciaba los testículos del macho y levantaba su mirada para clavarla en la de él y cerciorarse de que el tío disfrutaba satisfactoriamente: Segunda corrida; Manuel lo logró a los 18 minutos de haber empezado con Isabelita. ¡Vamos, otra! –exclamó Manuel, entonado en el juego. Fedra, en el riguroso orden establecido, se aproximó a él. Manuel confundió los términos y quiso tumbarla sobre un sofá para abrirle las piernas e introducirle el pene en la vagina, pues sorprendentemente ya lo tenía erecto, pero todas protestamos y le dijimos que ninguna le podíamos dar eso. Fedra le calmó besándole suavemente y dio comienzo a otra nueva mamada, que Manuel agradeció corriéndose tras 26 minutos. Me tocaba a mí. Manuel se disculpó levantándome la barbilla con sus manos y besándome en los labios. Acepté su trato y correspondí su beso ardientemente lo que sorprendió a las otras, sobre todo a Amanda, su mujer que sintió cierto mosqueo o celos diría yo. Empezamos a amarnos Manuel y yo, a acariciarnos todo el cuerpo, pero aquello estaba dentro de las reglas de seducción y desde luego su polla se mostró rápidamente rígida, sólo que en el juego amoroso nos demoramos demasiados minutos y Amanda me apremió, pues ella era la que más se jugaba, ya que era la esposa del competidor. Manuel no me defraudó, varios lamidas de glande, acariciarle los testículos y el perineo, saliva en cantidad, agitar su mástil y ¡plum!, corrida a los 29 minutos 35 segundos. Mis compañeras aplaudieron a la vez que Manuel pidió que se aproximase otra. ¡Sorprendente! Valentina ni se lo pensó un instante y se arrodilló ante el macho que gemía lastimeramente ¡necesito un coño…! Y nosotras no parábamos de reír, pero Manuel no pudo más a pesar de lo que la feladora se esforzó. Manuel sólo se corrió, al igual que ya le pasara a Pepe, masturbándose transcurridos los 30 minutos. Así que obtuvo un 4+1 y eso se podía considerar un empate "con honores" con Julio.

CUARTO HOMBRE: Juan, 31 años. Marido de Isabel. Noche del domingo 20 de julio de 2003.

Juan formaba parte de la terna de los jóvenes, junto a Marcos y mi marido, y era obviamente de los que más se esperaba. Fue este hombre el que significó el punto de inflexión en el juego, por dos motivos: primero porque ya no parecía tan sorprendido como los anteriores, lo que podía significar que sabía a qué íbamos y segundo, porque empezó a obtener diferencias en las marcas.

Sus resultados fueron: 1º con Isabel, su mujer, a los 13 minutos, 2º con Fedra a los 22 minutos, 3º conmigo a los 17 minutos, 4º con Valentina a los 28 minutos, 5º con Eva a los 25 minutos y 6º con Amanda a los 26 minutos. Fue el primero en pasar por las seis mujeres. Continuarían con él Isabel y Fedra, pero el chico ya no pudo más, a pesar del plato que se le ponía en bandeja.

Creímos que eso ya no lo superaría ninguno de los dos participantes restantes e Isabel se creía la ganadora, pero aún quedaban por verse a Marcos y a mi marido. No obstante fue una noche bonita la que nos ofreció Juan; a la vez nos estábamos convirtiendo en unas viciosas.