La Apuesta II

Santiago conoce un poco más a Teresa mientras espera desquitarse por la dura patada recibida tras la primera apuesta. (Ballbusting)

Saludos. Hoy les traigo la segunda parté (perdonen mi franchutez) de esta historia. Podrá vengarse Santiago o Teresa volverá a salirse con la suya? Lo único que les puedo adelantar, ambos saldrán ganando algo.

Al día siguiente, los testículos seguían doliéndole pero al menos recibía la atención de Teresa, que se sentía culpable por el estado lamentable en el que quedaron tras la patada; teniéndolo que llevar hasta su habitación y ayudarle a acostarse en la cama cuidadosamente. Debido a la hinchazón en sus huevos, debía mantener las piernas separadas y aun así el permanecer en cama no era muy placentero.

Obligado a permanecer desnudo de la cintura para abajo, Teresa no dejaba de mirarle la polla flácida y sin vida, y este pensó que sería difícil evitar una erección; pero para mayor desgracia su cipote no parecía responder a la vista de las sensuales curvas de su compañera de piso. Santiago creía que ya no sería capaz de volver a empalmarse y su humillación y rabia crecían a partes iguales.

La chica se presentó nuevamente el lunes para ver como seguía su amigo, que, valga la redundancia; tenía cara de pocos amigos.

‘’Buenos días, como están esos huevos hoy?’’ preguntó Teresa mientras se sentaba a su lado.

‘’En serio me estas preguntando? Que caradura eres,’’ le respondió lleno de odio Santiago.

‘’Venga tio, no fue nada personal. Pero debo confesarte que si sigues portándote de esa manera, no me dejaras opción,’’ dijo ella con tranquilidad. Santiago escuchó como Teresa hacia crujir sus nudillos amenazadoramente y palideció, “Que te pasa, parece que has visto un fantasma,” se mofó Teresa al notar lo pálido que estaba Santiago.

“Estoy bien… estoy bien,” murmuró él pero no le inspiraba mucha confianza el estar tan expuesto con su compañera de piso, y sus manos eran incapaces de alcanzar su zona noble (no precisamente la del Bernabéu) para protegerse.

Teresa se acostó a su lado y le acarició tiernamente una mejilla. El suave contacto de la mano de su amiga por su cara le hizo cerrar los ojos y relajarse un poco, ella sonrió y fijo la vista al techo de la habitación.

‘’Sabes, de verdad lamento haberte golpeado tan fuerte. Pero no sabía que te podía doler a horrores,’’ se volvió a disculpar Teresa.

‘’Pues por algo dicen que nunca se deben golpear, no crees? Que son muy sensibles,’’ dijo Santiago.

‘’Ahora lo sé, es que una amiga me comentó que si alguna vez tenía la oportunidad debía probarlo,’’ confesó ella.

‘’Oh vaya, que gran consejo, Teresa, patéale los huevos a tu compañero de piso,’’ dijo Santiago con amargura e ironía.

Permanecieron de nuevo en silencio por un rato, cada uno absorto en sus pensamientos. La chica se dio media vuelta sobre la cama para mirar a Santiago, este le echó un vistazo de reojo y vio a Teresa que adopto una pose propia de una musa, con su brazo y codo derechos apoyados sobre la almohada y su mano sosteniendo su cabeza al nivel de la sien, y la otra apoyada en su cintura. Se veía demasiado provocativa y su figura, perfecta y muy sinuosa.

“No quiero que pienses que soy una de esas locas que van por la vida destrozando todo sin razón, pero… puedo ser muy mala si quiero,” dijo la chica en voz baja.

“Que consuelo…” respondió Santiago como lamentándose.

Sabiendo que probablemente no le estaba dando bola, Teresa deslizó su mano izquierda sobre el pecho y abdomen de su compañero, el cual evitaba mirarla pero no pudo contener un ligero estremecimiento. Siguió descendiendo lentamente hasta alcanzar el paquete de Santiago, que poco a poco comenzó a despertar de su letargo y el chico gimió primero de placer y luego de dolor cuando Teresa apretó sus sensibles huevos.

“No es justo…” lloriqueó Santiago.

“Pobre Santiago…” dijo Teresa con empatía, “Aunque tal vez prefieras algo más… interesante,” añadió ella y soltando sus testículos, su mano fue hasta su polla y comenzó a masturbarlo.

Acercándose más, el joven pudo sentirla bien cerca de él, Teresa apoyo su cabeza sobre su pecho mientras lo seguía pajeando lentamente pero sin pausa. Su polla no tardo en estar dura y empalmada como en mejores tiempos, Teresa suspiraba al contemplar absorta y no dejaba de menearla, la chica le rodeó el cuello a su amigo con su brazo libre y continuó.

“Ahh… arrghh…” gimió con voz ahogada Santiago.

“Que pasa? Quieres que me detenga?” respondió ella algo preocupada por el tono de su compañero de piso.

“No… sigue…” dijo Santiago algo agitado.

La verdad, dicho sea de paso; es que cada vez que la mano de Teresa descendía hasta la base de su polla, el dorso de su mano le lastimaba los magullados e hinchados huevos, pero no quería que ella parase por culpa de sus maltrechos testículos, deseaba correrse más que nada y si algo de dolor era necesario, valdría la pena. La chica no se detuvo y Santiago se tuvo que morder el labio inferior para aliviar un poco la sensación de dolor proveniente de sus testículos pero disfrutaba de las habilidades manuales de su compañera.

Invadido por espasmos, el muchacho sintió venir el orgasmo y comenzó a jadear y gemir con mayor ahínco. A pesar del dolor que experimentó al soltar su carga, Santiago suspiró más aliviado y complacido de que Teresa le hubiese dedicado algunos minutos para calmar su suplicio. La chica respiraba con cierta dificultad mientras contemplaba la lefa de su amigo que había terminado en su abdomen, muy cerca de ella. Con su dedo probó un poco y sonrió, luego giró su rostro para mirar a Santiago.

“No estás tan mal… aun puedes correrte. Debo ir a la universidad, nos veremos luego,” dijo Teresa dándole un beso en la mejilla a Santiago.

Ya a solas, Santiago apenas daba crédito a su buena suerte. Relativamente, ya se sentía un poco mejor y no solo había sido por la paja, sentía que su compañera de piso realmente estaba bajando la guardia por primera vez y albergaba esperanzas en poder follarsela pronto, y poder vengarse por sus pobres huevos.

Los días transcurrieron con inusitada rapidez y Santiago se recuperó plenamente de la patada propinada por Teresa y al siguiente sábado, su equipo volvía a jugar. Naturalmente, Santiago ocupó su lugar en el sillón frente a la televisión para mirar el partido. Teresa había salido a comprar algunas cosas y no regresaba aun, por lo que el muchacho pensó en que tendría suficiente tiempo para ver a su equipo jugar.

Mientras sus ojos contemplaban la pantalla sin pestañear, la puerta principal se abrió y entró Teresa. Pero la chica no venía sola, otra chica de su misma edad le acompañaba y cerró la puerta. Santiago dejó de mirar el partido para contemplar a la desconocida y a su compañera de piso, ambas vestían de manera similar, leggings y diminutas camisetas de tirantes.

“Venga tio, pero si ya pareces como nuevo, te presento a mi amiga Tamara,” dijo Teresa mientras se acercaba al sillón en donde Santiago estaba.

Tamara compartía muchas cosas con Teresa. La misma estatura y piernas torneadas y sensuales, aunque la muchacha poseía curvas más pronunciadas y era más blanca que la leche, cabello negro largo y lacio que caía por su espalda, ojos negros y labios rojos y carnosos. Santiago se puso de pie para estrechar su mano y logró contener una erección que le habría delatado al instante, pues solo vestía un short y camisa.

“Santiago…” dijo el muchacho estrechando su mano.

“Un placer. Así que eres el compañero de piso de Teresa. Me ha hablado mucho de ti,” respondió Tamara con una sonrisa.

“Ah sí? Y que te ha dicho de mí?” preguntó Santiago con curiosidad.

“Muchas cosas, incluso sobre una apuesta reciente que hicieron,” comentó Tamara con picardía, avergonzando a Santiago, que miró de soslayo a Teresa; que no pudo contener una risita.

“Si, Tamara fue la amiga de la que te hable, que me sugirió la idea de intentarlo,” admitió Teresa en referencia a la patada.

Los tres guardaron silencio y Santiago miró detenidamente a Tamara, y en cierta forma se acojonó un poco pues si parecía que la chica tenía un aura de malicia en su mirada, aunque podía ser su imaginación.

“Vale, creo que ya es hora de comenzar nuestra rutina, no crees?” sugirió Tamara a Teresa, la cual asintió en respuesta.

“Un momento,” dijo Santiago y, tomando aparte a su compañera de piso, le hablo en susurros, “Se supone que yo tengo la TV los fines, en qué quedamos?” le recordó Santiago.

“No me la vayas a liar tio, le prometí que practicaríamos nuestros ejercicios aquí,” se excusó Teresa.

“Promesas mis cojones, estoy mirando el partido!” se quejó el muchacho pero sin levantar mucho la voz. Tamara seguía mirando distraída todo lo que la rodeaba sin inmutarse.

“Hablando de promesas y cojones,” dijo Teresa sin poder reprimir una risita, pues era una chica de risa fácil, “Todavía sigues con ganas de desquitarte? O sigues acojonado?” comentó la chica refiriéndose a lo dicho por su compañero el sábado anterior.

A Santiago no le hizo gracia aquel comentario, pero sintió un nudo en el estómago y Teresa no pudo evitar reírse, pues el miedo se había reflejado en su cara.

“Fue solo flor de un día,” respondió Santiago tratando de verse muy confiado.

“Entonces, que dices? Para ganar algo debes arriesgar algo,” dijo Teresa guiñándole el ojo.

Sopesando todas sus opciones, aceptaría de buen grado de no ser por la presencia de Tamara, que le incomodaba pero no se dejaría intimidar. Estirando la mano, Teresa la estrechó con un gesto de triunfo y regresó a donde estaba su amiga.

“Ya vamos a practicar?” dijo con algo de impaciencia Tamara.

“Santiago quiere la revancha, y es justo que se la conceda. Va a doblar la apuesta,” le indicó Teresa y una sonrisa apareció en los labios de Tamara.

“Esta vez ganare,” aseguró Santiago.

Los tres se sentaron en el sillón, Tamara y Teresa ocuparon los reposabrazos y Santiago se sentía el tio con más suerte rodeado de ese par de bellezas. Aunque no le hacia ninguna gracia la pequeña posibilidad de que su equipo volviese a palmar, los jugadores esta vez iban con todo a por la victoria y los tres puntos.

La primera parte termino en un empate sin goles en la que el equipo de Santiago gozó de un sinnúmero de ocasiones pero la falta de precisión de los atacantes y un par de milagros del portero rival mantenían el marcador igualado. Pero el equipo de Santiago, por medio de su goleador; abrió la lata recién iniciada la segunda parte y amplió diferencias cuatro minutos después. 2-0 y el equipo contrario no daba señales ni de humo.

“Pues parece que esta visto para sentencia,” comentó Santiago unos minutos después, al perdonar su equipo el 3-0. Teresa estaba algo abatida y Tamara tenía los labios firmemente apretados.

A pesar de su autoproclamada experiencia en el fútbol, Santiago olvidó un par de cosas. Primero, nunca te confíes de un 2-0 y segundo, la que tengas debes meterla para no sufrir después. En una jugada aislada y a falta de 20 minutos, el equipo contrario marcó el 2-1, para alegría de las chicas que estaban a un gol de empatar y a Santiago un sudor frio le recorrió la nuca. Aquello fue un duro mazazo para su equipo, que se prodigó en errores impropios y aunado a que el rival olió sangre, presionaron con mayor determinación, dispuestos a cambiar su suerte que parecía echada y destinada a una goleada de escándalo tras los primeros goles.

El partido derivó a un constante ida y vuelta que tenía en vilo a los tres. A pesar de la renta, Santiago ya no estaba tan seguro de su equipo, que seguía cometiendo fallos groseros en la salida que por suerte no eran capitalizados por los delanteros rivales. Así transcurrieron los últimos veinte minutos.

“Por fin, el añadido…” musito Santiago quedamente.

El colegiado añadió tres minutos, escasos para una remontada pero con un nudo en la garganta, apenas podía articular sonido alguno. En el 90+2, un córner desataría la locura. La desatención de los centrales permitió que un defensa contrario marcase a placer. Las chicas saltaron emocionadas, 2-2 y ya sin mucho tiempo para alguna jugada más, el trencilla pitó el final unos segundos después.

Aunque unas celebraban y el otro seguía hundido en el sillón, había algo que no estaba del todo claro, además de los dos puntos que se dejaba el equipo de Santiago.

“No os vengáis tan arriba, que ha sido un empate,” aclaró Santiago y las muchachas dejaron de celebrar.

Era verdad, la apuesta iba si uno de los dos equipos perdía. Con un brillo en los ojos que para nada agradó a Santiago, Tamara despejó la incógnita.

“Simple, tú le darás una patada a Teresa y ella os devolverá el favor.”

“Ni hablar, nadie ha ganado,” terció Santiago presa del pánico. No quería volver a sentir otra patada si apenas ya estaba recuperado.

“Es lo justo tio. Han empatado, ambos equipos se llevan un punto. Una patada para cada uno, a menos que te quieras retractar,” comentó Tamara.

Maldiciéndola en su mente, Santiago miró de reojo a su compañera de piso, que permanecía en silencio. A ella tampoco le agradaba mucho la idea de ser pateada en el coño, considerando que Santiago por naturaleza tenía más fuerza.

“Puedes detener esta locura…” le dijo Santiago algo suplicante.

Teresa miraba a Tamara y Santiago alternativamente, sin saber que hacer o decidir.

“Confía en mí, estarás bien…” aseguró Tamara y Teresa asintió.

A Santiago se le cayó el alma a los pies, pero no había vuelta atrás. Aun así, por una fracción de segundo no se sintió muy cómodo con la idea de patear a Teresa pero recordando como lo había dejado al patear sus huevos, se dijo que al menos ambos sufrirían a partes iguales.

“Lo harás primero, dudo que puedas hacer algo más que quejarte después que Teresa te patee los cojones,” dijo Tamara a Santiago.

La chica respiró profundamente y separó las piernas. Santiago se paró frente a ella vacilante y con muchas dudas, no quería lastimarla pero en serio deseaba vengar a sus pobres y colgantes amigos. Tamara asintió levemente y el chico tragó saliva, se podía sentir la atmosfera de tensión en el piso y el muchacho se preparó para patear el coño de Teresa. Su legging no amortiguaría en golpe en lo más mínimo. Sin impulso y moviendo la pierna con velocidad, su empeine se estrelló con fuerza en la cálida entrepierna de la chica, que soltó un gemido de dolor y se derrumbó en el suelo.

“Joder, pero que bestia eres,” dijo con rabia Tamara acercándose a su amiga.

“Bestia? Pero si tú has provocado esto, coño!” se defendió Santiago, arrodillándose al lado de Teresa para ver cómo se encontraba.

Pero a pesar de lo espectacular de la patada y de haberse desplomado como era natural, Teresa parecía estar en perfecto estado, “Mierda, seguro estará más cabreada,” pensó aterrado Santiago puesto que su patada no había surtido el efecto que él esperaba, es decir; dejarla fuera de combate como a él le había sucedido y evitar una segunda patada.

“Estas bien? No me mientas,” le preguntó Tamara a Teresa.

“Si, si, joder; esperaba que fuese peor pero fuera del dolor inicial, no siento nada más,” respondió ella con optimismo inusitado.

“Eso es porque nosotras tenemos los huevos por dentro,” explicó Tamara con una sonrisa complice.

Las expresiones de Santiago y Teresa eran de total sorpresa.

“Vamos, es en serio? Eso se explica en la clase de Anatomía, los cojones, los ovarios…” aclaró Tamara.

“Ahh… haber dicho ovarios en lugar de huevos,” bromeó Teresa.

“Vale, basta de palabrerías. Es tu turno de patear,” indicó Tamara.

“Ya la habéis oído, ropa fuera,” dijo Teresa con una sonrisa a Santiago, que había perdido el ánimo.

De nuevo volvió a quedar desnudo frente a su amiga y para mayor vergüenza, desnudo frente a una completa desconocida. La sensación de dolor regreso a él levemente y su polla se encogió solo de pensar que Teresa volvería a dejarlo K.O y no solo lo sabría ella.

“Los he visto más grandes, es que con esa cosita ni se puede jugar,” se burló Tamara señalando la polla de Santiago, que enrojeció de vergüenza y rabia.

“No seas injusta, yo si lo he visto empalmado y no está nada mal,” respondió Teresa con una sonrisa, defendiendo a su compañero de piso.

“Vale, pero ya patéalo, que quiero practicar las rutinas,” insistió Tamara impaciente por ver como se desplomaba Santiago.

El muchacho separó las piernas tal como lo había hecho el sábado anterior. Teresa flexionó sus piernas en preparación, aquello torturaba aún más a Santiago, al notar como ella se lo tomaba con calma mientras él sufría la angustiosa espera previa al dolor físico más insoportable que cualquier hombre podía experimentar. Estirando su tobillo por última vez, Teresa ya estaba lista; así que tomando un corto impulso, movió su pierna a toda velocidad.

Al ver como su compañera de piso tomaba impulso para patearle, Santiago cerró los ojos y apretó los dientes, pero de nada serviría. El empeine desnudo del pie de Teresa le subió los huevos hasta la garganta y ni siquiera pudo gritar o aullar de dolor. Con la boca abierta, pero sin articular sonido, el dolor fue incluso mayor que el anterior, invadió cada célula de su cuerpo y su visión se nubló. Con parsimonia teatral, Santiago se desplomó y cayó al suelo con un golpe sordo, sujetando su entrepierna y con las piernas juntas, el dolor le provocó náuseas y le silbaban los oídos.

“Uff… menuda patada le has dado tia,” comentó Tamara con naturalidad, pero Teresa, sabiendo que esta vez se había excedido, se arrodilló al lado de Santiago, preocupada.

“Id a por hielo,” le dijo ella a Tamara, que fue hasta la nevera y en unos pocos segundos una bolsa de hielo estaba apoyada con cuidado en la zona afectada. Santiago bufó un poco por la fría sensación pero agradeció el gesto.

“Puedes oírme? Santiago?” dijo Teresa pero su compañero apenas le oía, aun así asintió levemente.

“Hay que separarle las piernas,” dijo Tamara sujetando una pierna y Teresa hizo otro tanto.

Ya con las piernas separadas, pudieron admirar los efectos de la patada. Los huevos se habían hinchado y enrojecido con rapidez, pero la oportuna idea del hielo evitó que se hinchasen aún más, sin embargo; Santiago estaba completamente desconectado de la realidad y solo los mínimos roces de la bolsa de hielo contra sus huevos le mantenían consciente.

“Chapeau tio, yo digo que te has ganado una pequeña recompensa,” le dijo Tamara al oído mientras Teresa sujetaba la bolsa de hielo con delicadeza sobre sus huevos, y la chica cogió la mano de Santiago y la introdujo dentro de su legging. Santiago reaccionó instintivamente al sentir la calidez y la humedad en el coño de Tamara, estaba completamente mojada con lo que estaba sucediendo… “Y espero que podamos jugar pronto… solo nosotros…” le susurró con voz sensual.