La apuesta. Fase 4. Final.
Ninguna de las dos estábamos dispuestas a que el doble o nada terminara así.
Al día siguiente Ana vino a mi casa después de comer e inmediatamente nos encerramos en mi habitación. Me contó que tras encularla, se habían arreglado, y habían vuelto a casa, donde afortunadamente su madre ya estaba dormida, se ducharon, pero cada uno por su lado, se dieron un profundo beso y se fueron a dormir, cada uno a su respectiva cama. Ana estaba encantada, radiante, por haber ganado nuestro doble o nada, pero sobre todo por el polvo que había echado, nada más y nada menos que con su propio padre.
Le expliqué como yo, por mi parte, había perdido la oportunidad de ganar la apuesta, al descubrir, cuando llamé a mi hermano para quedar con él y empezar mi seducción, que había tenido que salir de la ciudad por trabajo, y que no volvería hasta el día siguiente. Ana se rió de buena gana y yo no pude por menos que reírme con ella.
-¡Pobrecita!, bueno, pues ahora estamos empatadas, y tu parte de la apuesta ya no hace falta que la cumplas, ya no es necesario.
-Sí, es verdad, pero sabes qué no me importaría llegar hasta el final, aunque ya no sea necesario.
Ana me sonrió burlona. No estábamos solas en casa, mis padres estaban allí, pero aún así estábamos tumbadas en la cama, y aunque vestidas, nos acariciábamos y nos besábamos.
-Mmmmm así que quieres comprobar si tu querido hermanito folla tan bien como todo el mundo dice, incluida yo, ¿eh?
-Digamos que tengo cierta curiosidad.
Nos besábamos mientras hablábamos, la excitación creciendo dentro de nosotras, y el morbo de saber que podría abrirse la puerta, y sería una situación muy incómoda si nos pillaban en una postura tan erótica.
-A mí no me engañas, zorra, te mueres por comerte su polla.
Mi sonrisa diabólica mientras la apretaba con suavidad las tetas la desarmó completamente.
-¿Lo harás mañana, cuando vuelva? ¿Y qué harás con su novia?
-Eso no será problema, tú me has enseñado lo que mi hermano puede hacer con ciertos polvitos.
-Hagámoslo juntas ¡follemos con él juntas!
La idea me sorprendió, pero en seguida sonreí, mientras su mano se colaba debajo de mi falda y metía un dedo debajo de mis bragas. No tuve que responderla, mi beso en su boca fue suficiente.
Al día siguiente nos presentamos las dos en casa de mi hermano, poco antes le había llamado para asegurarme que estaría, pero él pensaba que iría sola, también sabía que su novia todavía no habría vuelto del trabajo. Cuando Javi me vio con Ana se sorprendió un poco, pero en seguida nos hizo pasar al salón y nos sirvió un refresco. Mi hermano nos conocía de sobra a las dos, pero dudo que nos hubiera visto alguna vez juntas, tan de cerca, y tan tremendamente provocativas como ese día. Yo llevaba un short escandalosamente ceñido y corto y nada debajo, cosa que podías darte cuenta si te fijabas, mientras que Ana sí llevaba unas braguitas violetas, que no tenía ningún reparo en enseñar bajo la mínima minifalda, ninguna de las dos llevaba sujetador, y ambas nos habíamos encargado de que eso quedara claro con nuestras camisetas de tirantes ajustadas; y por último las dos llevábamos tacones, sandalias de tiras ella, las mías más sencillas.
Mi hermano se sentó en un sillón, frente a nosotras, que nos acomodamos en el sofá. Se le notaba nervioso, echaba disimuladas miradas a Ana, aunque era normal, había follado con ella pocos días antes, y siendo consciente de nuestra gran amistad, no podía estar seguro de si yo lo sabía o no. ¡Si él supiera que lo había escuchado todo por el móvil! Pero sus miradas disimuladas no se quedaban en Ana, a mí también me miraba de reojo, no recordaba haberme visto nunca antes tan sexi y provocativa. No perdía una oportunidad para recrearse de reojo y con disimulo en nuestras tetas, en los pezones que marcaban nuestras camisetas, en nuestras piernas y muslos, en las braguitas que se insinuaban bajo la faldita de Ana, y cuando se dio cuenta de que yo no llevaba bragas, casi se atraganta.
Le habíamos dicho que sólo habíamos ido a hacerle una visita, y al principio la conversación fue muy simple y neutra, pero poco a poco Ana y yo nos fuimos poniendo cada vez más picantes. Mi hermano sabía que algo estaba pasando, pero no entendía exactamente qué, si sólo estuviera Ana, estaría claro, pero estando yo, la cosa ya no le quedaba tan clara. Nuestros gestos, posturas, nuestra forma de hablar, nuestras miradas, Javi estaba cada vez más confuso y a la vez más excitado. Cada vez nos miraba con menos disimulo, igual que nosotras a él, e igual que nosotras teníamos menos reparos en acariciarnos de forma aparentemente inocente pero muy sensual. A veces apoyaba mi mano en el muslo de Ana y se lo acariciaba lenta, sensualmente, sintiendo los ojos de mi hermano fijos en nosotras; Ana pasaba un brazo por detrás de mí y me acariciaba un hombro, el cuello, un brazo. En un momento dado me levanté a por más hielo, dejando que mi hermano viera más de cerca, al pasar, como no llevaba nada debajo del ceñido short. Al volver me senté con él, en el apoyabrazos de su sillón.
-Ana me ha contado lo bien que os lo pasasteis los dos juntos el otro día.
Ana le sonreía desde el sofá, toda vicio y lujuria en la mirada, mientras yo había pasado un brazo por detrás suyo y le acariciaba suavemente el cuello. Las dos podíamos notar el bulto de su entrepierna, que cada vez era más grande y evidente. Al final hizo lo único que podía hacer, no tenía nada que perder, así que, simplemente, se arriesgó, apoyó una mano en mi muslo y me lo acarició; yo seguía tocándole con mis dedos el cuello, la oreja, y dejando que su mano lentamente subiera y se acoplara entre mis muslos. Javi notó la humedad de mi pantaloncito, no sé podía creer que estuviera acariciando sugerentemente a su hermana, y sin embargo, si hubiéramos parado ahí, quizá habríamos podido fingir que nada había pasado, solo unas inocentes caricias entre dos hermanos, pero en ese momento Ana se levantó, se acercó a nosotros y se inclinó para besar a mi hermano.
Sus manos se habían apoyado en sus muslos, casi rozando su paquete. El beso fue largo, profundo, mientras yo seguía acariciándole el cuello y su mano seguía atrapada entre mis muslos. Por fin se separaron, dejando un hilo de saliva colgando entre los dos. Ana se enderezó y arrimándose a mí, me besó en la boca. Mi hermano no podía creer lo que estaba viendo, su hermana besándose en la boca de la manera más increíble que él había visto nunca entre dos mujeres, con su mejor amiga, con la cual había follado hacía muy poco. Nuestro beso duró mucho más que el suyo, nuestras lenguas se resistían a separarse, estábamos sedientas de la saliva de la otra.
Por fin nos separamos, y riendo nos sentamos en el sofá, acariciándonos ya sin ningún disimulo. Mi hermano nos miraba alucinado, con una erección que debía estar matándole, sin controlar para nada la situación, porque no tenía ni idea de lo que estaba pasando.
-Ana me ha puesto tan celosa con lo bien que lo pasó contigo el otro día, que he pensado que yo también quiero probar
-Espero que no te importe que se lo contara
Mi hermano estaba a punto de estallar, todos nuestros comentarios, expresados con el tono más pícaro y burlón posible, debían ser peor que dardos contra su polla.
-Tu hermana no se podía perder una polla tan fantástica como la tuya, Javi, y yo no me he resistido a acompañarla
-Por favor, esto está llegando demasiado lejos, mi novia debe estar a punto de llegar, no me hagáis esto os lo suplico.
Era absolutamente delicioso ver a mi hermano tan empalmado que no podía ni levantarse, suplicarnos que dejáramos de incitarle por miedo a su novia. Y justo en ese momento se abrió la puerta y su novia entró en la casa. Era una chica de nuestra edad, bastante guapa, con pelo liso y rubio, delgada y una figura fantástica. A mí ya me conocía, nos saludamos, y le presenté a Ana. Nos miró con cierta desconfianza y reparo, viendo lo provocativas que íbamos vestidas, y hasta con un cierto desprecio. Se sentó y hablamos los cuatro de manera informal, pero sin perder la oportunidad para hacerle algún gesto disimulado a mi hermano. No recuerdo que mi hermano haya pasado un rato más incómodo en toda su vida. Su novia se levantó para servirse algo y mientras estaba en la cocina nuestras insinuaciones dejaron el disimulo.
-Ana me ha hablado de ciertos polvitos mágicos que tienes, Javi.
Mi hermano destilaba angustia por todos los poros de la piel, por un lado le angustiaba que su novia se diera cuenta de lo que estaba pasando allí, por otro lado, sus ojos no podían despegarse del cuerpo de Ana y del mío. Al final, como si por dentro se hubiera decidido a quemarse en el infierno, se levantó, fue a un cajón y sacó un sobrecito. Su novia vino con un refresco y lo dejó en la mesita, para ir al dormitorio a cambiarse. Mi hermano echó los polvos en su vaso y los disolvió.
Su novia volvió y se bebió el refresco, mientras los tres la mirábamos expectantes. Seguimos hablando y contando anécdotas, aunque Ana y yo cada vez nos comportábamos de forma más descarada, lo que ponía muy nervioso a mi hermano e incomodaba a su novia. Al rato su novia dijo que se encontraba muy cansada de repente, y que iba a echarse un poco en la cama. Mi hermano la acompañó y cuando volvió nos dijo que en cuanto se había tumbado se había quedado dormida. Nosotras no habíamos perdido el tiempo, y mi hermano nos encontró medio desnudas besándonos y tocándonos en el sofá, se acercó a nosotras y la fiesta empezó.
Se quitó la camiseta y se puso a besarme con furia, como si llevara muchísimo tiempo deseando hacerlo, o quizá simplemente eran las ganas que tenía. Sus manos volaban por todo mi cuerpo, con frenesí, intentando abarcarlo todo a la vez; Ana por su lado le acariciaba el pecho por detrás, y en seguida se puso a bajarle los pantalones. Nos acabamos de desnudar entre los tres y era difícil distinguir a quién pertenecía cada miembro, los tres estábamos pegados, revueltos, abrazándonos, lamiéndonos, besándonos, chupándonos, acariciándonos, tocándonos, sobándonos, no dejando un milímetro del cuerpo sin explorar. Seguíamos en el sofá, medio sentados, medio arrodillados, medio tumbados, de tanto excitarnos y tocarnos, mi hermano acabó eyaculando, llenándonos la piel de semen, que lamimos con placer, Ana mi piel y yo la suya.
Mi hermano estaba en éxtasis, y nosotras empezábamos a sentirnos de la misma manera, lamiendo y besando y tocando sin parar, una orgía de tres que nos estaba volviendo locos. Los dedos de mi hermano o quizá eran los de Ana, o ambos, o sus lengua, imposible saberlo, me provocaron un increíble orgasmo, pero les grité que siguieran y esta vez fue la polla de mi hermano lo que sentí dentro de mí. Se corrió tras volverme histérica de placer, dejando sitio a Ana para que lamiera mi coño mojado y pegajoso. Nunca había participado en una sesión de sexo tan intensa como aquella, y creo que los demás tampoco. Una hora después de empezar, hicimos una pequeña pausa, bebimos para refrescarnos, fumamos un cigarrillo y propuse ir a la cama de mi hermano para continuar.
-¡Pero ahí está mi novia!, no podemos ir a mi cama.
-Ya lo creo que podemos, ¿verdad, Ana?, follar junto a ella lo hará todo mucho más morboso, ¿a que sí?
-Ya lo creo.
Y nos levantamos dispuestas a ir a su dormitorio. Mi hermano nos miraba dándose cuenta de que no era una broma, que de verdad teníamos la intención de ir a su dormitorio, intentó razonar con nosotras, pero era inútil, y después del sexo que acabábamos de disfrutar, tampoco estaba dispuesto a dejarlo ahí, así que se levantó y nos siguió a su habitación.
La novia de mi hermano estaba tumbada en su lado de la cama, de costado, mirando hacia la pared, profundamente dormida. Ana se tumbó a su lado, boca arriba y mi hermano no dudó en colocarse encima de ella y follarla, mientras yo lamía y besaba los cuerpos de los dos. La orgía continuó en la cama, cambiando de posturas, los tres en un lado y la novia de mi hermano dormida en su lado. En un momento dado su novia cambió de postura y se quedó de cara a nosotros, aunque seguía dormida, pero era absolutamente delicioso y morboso follar a su lado.
No sé cuántos orgasmos pudimos tener Ana y yo, fue algo increíble, y también perdí la cuenta de las veces que mi hermano se corrió, nunca antes había estado con un hombre que se corriera tantas veces, todo provocado por el morbo de estar con nosotras, con su hermana, y delante de su novia dormida. En un momento en que yo montaba a mi hermano sentada sobre él, Ana se puso a desnudar con cuidado a su novia, ante el terror de mi hermano, que veía impotente lo que hacía mi amiga, sin poder moverse, por la presión de mi cuerpo sobre él, auque no creo que hiciera mucho esfuerzo de todas maneras, teniendo en cuenta el polvazo que estábamos echando, y el pobre de mi hermano se debatía entre el placer que sentía con su polla dentro de mí y lo que veía hacer a Ana.
Mi amiga había desnudado a su novia, y la masturbaba con la lengua, sin que ella se despertara. La novia de mi hermano se agitaba en sueños, mientras la lengua de Ana la llevaba al orgasmo; mi hermano y yo, sin dejar de follar, la veíamos mover los párpados, apretar los dientes, y soltar ligeros suspiros y gemidos, hasta relajarse cuando Ana la provocó el orgasmo, entonces mi amiga ocupó mi lugar y fui yo la que se puso a abusar del cuerpo desnudo y dormido de la novia de mi hermano. Ahora yo les veía follar, Ana cabalgando encima de Javi, y ellos viendo cómo yo lamía todo el cuerpo de la novia y de nuevo la masturbaba, alternando con mis dedos su coño y su culo. Dudo que jamás haya tenido un sueño más erótico, húmedo y excitante que aquel. Mis dedos la forzaban los dos agujeros, mientras ella jadeaba en sueños, cada vez de forma más excitada, babeaba, aquello era una orgía fantástica, hasta que se corrió de nuevo, mojando las sábanas con sus líquidos. Di a probar mis dedos mojados a Ana y a mi hermano, los pasé también por la boca de su novia, y luego chupé su coño empapado. Ana y Javi se habían corrido otra vez, y ya no podían más, estábamos los tres completamente exhaustos.
Nos fuimos a duchar los tres juntos, nos lavamos, nos acariciamos, y durante un rato continuamos la orgía en la ducha, a pesar de lo agotados que estábamos. Luego nos vestimos, mi hermano, al vernos vestidas tan sexis, quería seguir follando, pero su polla ya no respondía, le besamos riendo y le prometimos que otro día volveríamos. También teníamos curiosidad por saber cómo despertaría su novia, qué sentiría, y cómo disimularía mi hermano. De esto hablábamos y nos reíamos Ana y yo camino de nuestras casas para descansar. Llegamos a la conclusión de que había sido la mejor apuesta que habíamos hecho nunca, y eso que habíamos hecho muchísimas, y además habíamos quedado empatadas. Estábamos seguras de que algo muy excitante se nos ocurriría para la próxima.