La apuesta. Fase 3

Empieza el doble o nada. La apuesta se vuelve más perversa que nunca.

Al día siguiente no me podía creer que hubiera aceptado la apuesta de Ana, era como despertar de una borrachera, sabiendo que has hecho algo mal y ya no tiene remedio. Pero… cuanto más lo pensaba, más me excitaba la idea. El doble o nada ahora consistía… ¡en ver cuál de las dos se follaba antes a un miembro de su familia, Ana a su padre y yo a mi hermano! Y las dos, por descontado, estábamos dispuestas a ganar la apuesta, bueno, el doble o nada.

Esta vez no sería necesario que Ana se trasladara a la playa, al apartamento de sus padres como yo hice para follar con él, ya que ellos se volvían al día siguiente pues su padre tenía algunas cosas que hacer en su oficina. Así que al día siguiente por la tarde, en cuanto sus padres volvieron, nos deseamos suerte, y el reloj empezó a contar.

Ana se vistió muy sexi para recibir a sus padres, en especial a su padre. Llevaba un top corto muy ceñido, sin sujetador, una minifalda tableada gris y negra, de estilo colegial y unas sandalias de tacón, se había maquillado y hecho dos coletas que caían a los lados de su cabeza; se había fijado cómo su padre miraba de reojo a las jovencitas y colegialas por la calle, y estaba segura que el aire colegial con el que se había arreglado no le pasaría desapercibido. Manolo, su padre, después del polvazo que había echado conmigo en la playa, volvía a casa con un humor excelente y con una cierta dosis de lujuria que tardaría días en pasarse, algo así como la adrenalina, y que sería estupendo para los planes de Ana; además, echar un polvo con una chica joven, de buen cuerpo, con ganas de follar con él, que además era la mejor amiga de su hija, eran demasiados alicientes como para sentirse como un chico de 20 años, dispuesto a follarse a toda la que se le pusiera por delante.

Su madre la saludó con una mirada reprobatoria hacia su ropa, no le gustaba que su hija vistiera tan provocativa cuando salía de fiesta, su padre, por el contrario, al principio no la prestó mucha atención, pero cuando se dio cuenta de lo que tenía en casa, empezó a comérsela con los ojos. Mientras su madre se duchaba, Ana entró en el dormitorio de sus padres, donde Manolo estaba sacando la ropa de las maletas y se tumbó en la cama observando a su padre guardar cosas en los cajones. Manolo la miraba de reojo de vez en cuando. Desde luego su hija tenía ya un cuerpo espectacular, y hoy iba vestida de muerte, se preguntó quién sería el chico afortunado que disfrutaría de ese cuerpo por la noche. Lo intentaba, pero no podía evitar mirar con el mayor disimulo del mundo las piernas de su hija y sus pies, muy bonitos, con esas sandalias tan sexis. Ana estaba tumbada boca abajo, hablando con su padre sin mirarle, pues éste estaba a su espalda, pero sabía perfectamente que su padre la miraba, podía sentir sus ojos recorrer todo su cuerpo y sonreía sin ser vista. Manolo se sentó un momento en la cama y con un dedo acarició los hombros desnudos de su hija. Reconocía que alguna vez había mirado a su hija admirando su cuerpo, quizá algún día la había mirados los pechos, pero nunca había sentido nada como lo que sentía en ese momento, simplemente deseo. Se preguntó de qué color serían las braguitas que apenas tapaban esa faldita tan maravillosa de cuadros, y sobre todo se preguntó cómo de cálido y jugoso sería lo que escondían esas braguitas.

Asustado de sus propios pensamientos se levantó de golpe de la cama y le pidió a su hija que por favor saliera de su habitación, que tenía que cambiarse. Ana se deslizó de la cama lentamente, con movimientos insinuantes, simulando la mayor de las inocencias, y se fue moviendo las caderas, no sin antes acercarse a su padre para darle un beso en la mejilla. Manolo sintió sus labios rojos rozar su piel, posarse de forma suave y juraría que durante una fracción de segundo su hija había sacado la lengua y le había rozado la mejilla con la punta. Cuando su hija salió, Manolo se quedó sudando, mirando con desesperación la erección tan brutal que tenía, y que estaba seguro, su hija también habría notado.

Se duchó con agua fría tan pronto como su mujer salió de la ducha, y en cuanto se hubo vestido, Ana vino a pedirle si la podía llevar a donde había quedado con sus amigas; por supuesto su madre insistió en que su padre la llevara, ya que ya era de noche y no le gustaba que su hija anduviera sola a esas horas, así que cogió las llaves y salieron. En el ascensor los dos iban muy juntos y el perfume de Ana lo llenaba todo; Manolo se resistía, no sabía qué le estaba pasando, pero le costaba un mundo no mirar de reojo el cuerpo de su hija, ¡joder!, su hija estaba buenísima, y la miró una vez más el escote y las tetas; los pezones se le marcaban bajo la fina tela blanca del top y era lo suficientemente bajo para que la linea de los senos y el canalillo entre ellos se vieran en todo su esplendor, especialmente desde la posición más alta que tenía Manolo. Pero en ese momento su hija levantó la vista y le miró, la pillada no pudo ser más descarada, Manolo se puso rojo de golpe, al ser pillado mirándola las tetas de forma tan descarada, pero la reacción de Ana fue simplemente sonreírle de forma pícara.

Manolo estaba hecho un mar de dudas, tenía la sensación de que su hija estaba jugando con él, pero era la primera vez que notaba un comportamiento así, y no quería meter la pata, y la erección no se le bajaba, al contrario, cada vez la tenía más dura.

En el coche no hablaron mucho, Manolo iba más preocupado de no distraerse mirando a su hija, que de otra cosa, y el lío que tenía en la cabeza ya era bastante para tenerle ocupado. Ana, por su lado, estaba disfrutando de todo aquello como hacía años que no disfrutaba de una seducción, y más teniendo en cuenta que estaba completamente segura de que acabaría ganando la apuesta. Para provocar aún más a su padre, se puso a colocarse mejor el top, o al menos simular que lo estaba colocando, en realidad lo único que hacía era bajarlo y subirlo de un lado y del otro, sacando pecho para que el efecto fuera aún más provocador y deslizando sus manos de vez en cuando por sus tetas para "colocar" el top. Su padre, como ella esperaba, no perdía detalle, y un par de veces tuvo que dar un volantazo para no salirse del carril.

Pasaron por un parque y lo cruzaron, según las indicaciones de Ana, pero a la mitad, le preguntó si podía para allí un momento. Su padre aparcó el coche en una explanada del parque, que a esas horas estaba totalmente vacío y oscuro, los árboles daban todavía más sombra, por lo que estaban prácticamente ocultos a cualquiera, dos o tres coches más se podían distinguir aparcados en esa zona, pero muy apartados unos de otros, y estaba claro lo que hacían los ocupantes de esos coches, incluso le parecía que en aquel parque había prostitución por las noches, pero no estaba seguro. Manolo temblaba ligeramente, aunque todavía pensaba que podía estar equivocado, que su hija sólo quería estar a solas con él para contarle algún problema que tuviera, sí, eso era, lo único que su hija quería era intimidad para hablar con su padre, ¿cómo podía haber estado tan obsesionado?, se maldijo por haber pensado mal de su hija, por haber pensado que intentaba seducirle, por haberla mirado de forma inapropiada, se maldijo por ser un mal padre.

Su hija le estaba mirando, cuando vio que su mano se posaba en su muslo, la erección volvió a crecer; ahora ya sí estaba claro, su hija no quería hablar de ningún problema.

Ana me había llamado por el móvil con disimulo poco antes de que su padre aparcara en el parque, dejó el móvil dentro de su bolsito abierto, junto al asiento, y desde allí pude escuchar cómo perdía la apuesta, aunque al menos me masturbé de manera increíble escuchando cómo la puta de mi mejor amiga se follaba a su propio padre, ¡qué pena no haber estado en su casa para ver cómo le seducía!

Me tumbé desnuda en la cama, con el móvil muy pegado a mi oído, no quería perderme ni un detalle. Ana le había puesto la mano en el muslo a su padre y se había inclinado hacia él. Su padre aguantaba la respiración, aún no se acababa de creer lo que estaba a punto de pasar, pero su erección cada vez era más brutal, y sus ojos no resistieron mirar de nuevo las tetas de su hija, que ahora las tenía de frente. Ana sonrió y besó a su padre en los labios. Su boca se abrió y la lengua de su padre entró como un misil, como un animal sediento y hambriento, fue un beso lujurioso, todo deseo y perversión, mientras la mano de Ana acariciaba y apretaba el muslo de su padre y lentamente se desplazaba hasta posarse sobre su paquete; lo acarició, lo apretó, mientras sus lenguas seguían frotándose una contra la otra buscando la humedad y oscuridad de sus bocas.

Manolo le bajó de un tirón el top para dejar libres sus tetas, las contempló embobado, las agarró con las manos y acercó la boca para chuparlas. Ninguno de los dos hablaba, no dijeron nada en ningún momento, ni antes de besarse ni después. Manolo chupaba sus tetas y sus pezones, los mordía arrancándola gemidos y suspiros de placer y deseo, mientras ella le abría el pantalón y acariciaba su durísima polla. Su padre le soltó las tetas y la atrajo de la cabeza suavemente hacia su polla; cuando la rozó con los labios y la lengua, su padre gimió, nunca le había oído ese sonido, y le excitó muchísimo. Le hizo una mamada espectacular y no paró de chupar hasta que se corrió en su boca, casi al mismo tiempo que yo tenía un orgasmo, con una mano masturbándome con violencia y la otra sosteniendo el móvil junto a mi oreja, no hablaban, pero podía imaginar perfectamente lo que pasaba en cada momento.

La primera vez que hablaron fue su padre para decir que estarían más cómodos en el asiento trasero. Ana, aún con gotas de semen resbalando de su boca, le siguió; se quitó el top y las braguitas e iba a terminar de desnudarse, cuando su padre, con las braguitas en la mano, habló.

-No te lo quites todo, quiero follarte con la faldita y los zapatos puestos.

-¿Eso te excita, papá?

Ana le hablaba con su tono más meloso y sexi, un tono que las dos sabíamos utilizar a la perfección, y que no había tío que se resistiera.

-¿Te gustan también mis coletas, papi?

-Eres el sueño de todo pervertido, de todo hombre maduro que se vuelva loco por las colegialas.

-Pues esta colegiala te va a dejar seco.

Mientras hablaban se había colocado encima de su padre, sentada sobre él, con su polla en medio y dejando que los dedos de su padre tocaran y se introdujeran en su coño. Lo tenía mojado, muy mojado, y eso excitó aún más a su padre.

-¿Por qué haces esto?

-Me apetecía echar un buen polvo, y quién mejor que un padre para echarle un polvo a su hija

Manolo casi no podía creer lo que estaba pasando, su hija se estaba comportando como una auténtica puta, jamás lo hubiera creído de ella, pero su cuerpo era increíble y la mamada que le había hecho hacía unos minutos había sido fuera de serie, y ahora estaba dispuesto a follarse a su propia hija hasta reventarla. Mientras, yo, que ya me había corrido, seguía masturbándome, cada vez más excitada oyéndoles hablar.

-Así que te gustan las colegialas…pues esta noche yo seré la tuya.

Manolo seguía oliendo las bragas de su hija, un olor que descubrió que le volvía loco. Ana arrimó la cara y entre los dos las lamieron. Sin esperar más, sin esperar a que su padre estuviera totalmente erecto, se incorporó un poco para introducirse su polla; quedó allí sentada, sin moverse, disfrutando del miembro de su padre dentro de ella. Manolo gemía y besaba a su hija, la mordía los labios, la chupaba las tetas y los pezones, estaba completamente fuera de sí, como si no supiera por dónde empezar a comerse a su hija, o como si lo quisiera hacer todo a la vez. Yo por mi lado, no podía más de excitación, mi coño era un mar de jugos, pero no podía dejar de masturbarme, alucinada con el comportamiento de mi amiga, una auténtica puta, deseaba estar con ellos en aquel momento.

Las manos de Manolo habían rodeado a su hija y le habían levantado la faldita por detrás para agarrarla de las nalgas, mientras Ana empezaba a moverse sobre él. De nuevo habían dejado de hablar, ya sólo se escuchaban sus gemidos y jadeos. Ana le rodeó con los brazos y le mordió la oreja, botando encima de él cada vez más rápido. Ana empezó a gemir, casi gritar, de forma más incontrolada, y su padre comprendió que se estaba corriendo, pero no dejaba de botar sobre él, de deslizarse a lo largo de su polla, arriba y abajo, arriba y abajo. Chupándole la oreja, se puso a susurrarle cosas para excitarse los dos todavía más, los dos susurraban entre jadeos.

-¿Qué sueñas hacer con una colegiala, papá? -Esto, lo que estoy haciendo contigo… follarte con la faldita… con los tacones … que gimas, que jadees, que te comportes como una puta.

-¿No hay nada que hayas deseado hacer y nunca lo has probado?

Ana le seguía incitando sin dejar de botar encima de él, cada vez más y más fuerte, Manolo sentía casi dolor por la fuerza con que su hija botaba sobre él, y le costaba hablar por la excitación.

-Muchas cosas… ¿las harás conmigo?

-Haré todo lo que tú quieras… para empezar, córrete dentro de mí, y lléname con tu leche.

-Joder, te acabas de correr… ni siquiera llevo un condón puesto… Ana

-Chssssssssss.

Siguió botando y mordiéndole la oreja hasta que su padre por fin se corrió. La explosión fue tremenda, chorro tras chorro salieron disparados de su polla, llenándola toda por dentro, como ella quería, y como los dos deseaban. Se quedaron los dos quietos, sudando a mares, pegados. Ana no se movió, no se salió de su padre, le quería sentir dentro todo el tiempo que fuera posible. Yo para entonces había cogido un consolador y había logrado también mi propio orgasmo y me sentía tan sudada y agotada como ellos. ¡Qué puta!, había ganado la apuesta con mucha ventaja, en tiempo récord, y estaba segura de que además, lo había disfrutado. Ya lo creo que lo había disfrutado, la conocía perfectamente, y sabía que había echado un polvo de campeonato. Me preguntaba cuánto habría tardado en tirarse a su padre si no hubiera habido ninguna apuesta de por medio; seguro que no mucho.

Ana finalmente se levantó y se salió de su padre, que para entonces había perdido toda la erección. Sentía el coño mojado y pegajoso, se sentó en el asiento, pegada a la puerta, abierta de piernas para que su padre se inclinara y la lamiera. Manolo no lo dudó un segundo, se arrodilló y hundió la lengua entre sus muslos; le recorrió las piernas con la lengua, hasta llegar a algo que había deseado hacer toda su vida. Llegó a sus pies, los rozó, los acarició con los dedos, no podía creer que por fin iba a besar y lamer los pies de una mujer, ni siquiera lo hizo conmigo cuando follamos en la playa, y ahora lo iba a hacer por primera vez con su hija. Le quitó las sandalias y recorrió los deditos con la lengua, luego las plantas; su hija le miraba fascinada y excitada, sintiendo un gusto enorme.

-Me preguntabas qué deseos tenía, qué cosas quería hacer contigo, esta es una de ellas, y aún hay muchas más… date la vuelta

Excitada se dio la vuelta como estaba, para dejar que su padre le subiera la faldita y le dejara las nalgas al aire; sintió sus dedos acariciarla, su lengua recorrer sus nalgas, y después introducirse dentro de su ano. El placer era enorme, sentía la lengua de su padre hacerla cosquillas en la entrada, era maravilloso.

-¿Quieres follarme el culo, papá? Vamos, hazlo.

Su padre no necesitaba que le insistiera. Se arrimó a ella y presionó la polla, que ya tenía erecta de nuevo, lo cual le parecía increíble, pero era tal la excitación y el morbo que le provocaba su hija. Dedujo que su hija no era precisamente virgen de ahí, y se preguntó cuántas veces la habrían enculado, y cuántos chicos y hombres habrían disfrutado de su agujero negro. No le importaba, ahora era suyo, y empujó, más, más dentro, oyendo a su hija gemir y animarle, y dar un par de gritos de placer y deseo; en seguida ya estaba follándola, metiendo y sacando la verga de aquel agujero del placer y el morbo. No pudo aguantar mucho, el morbo, los gritos de su hija y su propia excitación le hicieron venirse rápidamente. Sacó la polla chorreando y se recostó en el asiento totalmente exhausto. Ana se sentó a su lado, acariciándole suavemente la polla y dándole pequeñas lamidas de vez en vez. Yo escuchaba fascinada, acariciándome los pezones con el consolador, apagué el móvil y me quedé dormida.