La Apuesta

Nada se puede dar por hecho, menos en el fútbol.

Nota de Autor: Saludos a todos, todas y bueno, a todos. No es necesario decir todos y todas, la verdad no entiendo como se puede caer en ciertas expresiones que estan demás o no son necesarias. En fin, esta fue una de las ideas que tuve recientemente, me tomó unos 25 minutos escribirla (nuevo record) y pues espero que lo disfruten. Cuidense y no tenga contacto fisico con alguien a menos que sea estrictamente necesario (ya vamos más de un año en esto, y no se ve la luz a mitad del tunel).

Una de las mejores situaciones que se le pueden presentar a un hombre de 22 años es compartir piso con una tia bien sexy. Y Santiago se sentía muy afortunado por ello, puesto que albergaba serias esperanzas de mojar algún día, si Teresa no se lo complicaba demasiado. Él era alto, delgado, cabello corto negro y piel bronceada; lo que más destacaba de Santiago eran sus ojos verdes y la confianza que transmitía. Recientemente había tenido algunos problemas de pasta y ya no podía asumir la renta del piso que alquilaba y por ello se vio en la obligación de buscar a un compañero de piso.

Pero no quería a otro tio con el que podrían convertir el lugar en una pocilga. Por eso empezó a buscar a una chica con la cual podría compartir el piso y ligar, eventualmente. Tras conocer a varias sin que cumpliesen sus aspiraciones, conoció a Teresa; una hermosa chica de buenas curvas, grandes senos, largas piernas torneadas, cabello rubio y ojos azules. Era un año mayor que él, en búsqueda de un piso acogedor y poder estar en paz y tranquilidad. Cuando se encontraron por primera vez, Santiago no podía dejar de apartar su mirada de los senos de Teresa, la que obviamente trataba de no reírse al notar su mirada embobada.

A pesar de ese momento, la relación entre ambos era muy fluida y pronto no tardaron en volverse muy buenos amigos. Aquello era lo menos esperado por Santiago, puesto que jamás llegaría a deslizar su polla entre sus jugosos labios vaginales, aunque albergaba esperanzas desde que estando borrachos una noche, Teresa le confesó que era bisexual.

Sin embargo, muy pocas veces tenían una conversación fuera de la cotidianidad y menos después de que a Teresa se le escapase aquello producto de la borrachera. No obstante, Santiago tenía cosas más importantes a las cuales prestar atención, su equipo de fútbol. Eso era lo que más le gustaba después de las mujeres y no ser perdía ninguno de sus partidos sin importar el horario o el día. A Teresa no le iba ver a 22 tios que en sus palabras, ‘’se pasasen la bola durante más de una hora’’ y corriesen como pollos sin cabeza, Santiago ignoraba siempre esos comentarios despectivos sobre su deporte y equipo favoritos puesto que entendía que ella no sabía nada de futbol ni le interesaba.

Un sábado por la tarde, Teresa se puso unos leggings rojos y una sudadera blanca que realzaban su esbelta figura pues quería mirar un programa de entrenamiento en un canal pero al llegar a la sala de estar, se encontró en su lugar a Santiago, hundido en el sillón y mirando el partido de su equipo contra uno de los equipos que luchaba por no descender. La chica resopló contrariada puesto que ya eran dos fines en los cuales Santiago había monopolizado la TV.

Este ni se inmutó al sentir la presencia de su amiga, que tenía los brazos cruzados; ya que sus ojos estaban fijos en la pantalla, viendo una secuencia de pases horizontales de su equipo. El pie desnudo de Teresa golpeaba impacientemente el suelo, esperando que su compañero le prestase algo de atención y de paso, obtener el control de la TV pero Santiago la ignoraba olímpicamente y parecía algo ansioso por la inoperancia de su equipo, que no podía quebrar las dos líneas de 4 jugadores en bloque del rival.

Hartándose, Teresa se interpuso entre él y la pantalla con claros gestos de enojo.

‘’Pero que haces, no me dejas mirar…’’ dijo Santiago llevándose las manos a la cabeza.

‘’Es mi turno, sabes qué debo hacer mis ejercicios y no lo puedo hacer si tu estas allí, aplastado como una paria,’’ le recriminó la chica.

‘’Pues apúntate a un gimnasio…’’ murmuró quedamente Santiago cuando se dio cuenta del sensual aspecto de su amiga.

Sin poder apartar la vista de sus poderosas y largas piernas en ese ajustado legging, Santiago miraba hipnotizado a Teresa como si no hubiese visto algo parecido en su vida. La sudadera dejaba entrever un poco de los jugosos y grandes pechos de Teresa, que mostraba una expresión frustrada pero al ver la cara de su compañero, se relajó un poco.

‘’Oye, que no quieres ver el dichoso partido?’’ preguntó con una sonrisa triunfante.

‘’Eh… sí, claro, claro; pero si no te quitas…’’ respondió Santiago algo nervioso al ser pillado y Teresa se hizo a un lado.

Sentándose en el reposabrazos del sillón, su mirada iba de la pantalla a Santiago, mientras pensaba como los hombres podían preferir ver un tonto partido de futbol que las curvas de una mujer. Santiago se sentía algo incómodo teniéndola a su lado pero trató de mirar lo que ocurría en la cancha. En ese instante, su codo rozo accidentalmente el muslo de Teresa y la miró velozmente.

‘’Lo siento,’’ se disculpó.

‘’Descuida, no pasa nada. Ni que hubieses cometido un delito,’’ admitió ella sin darle importancia.

Pero los que si iban a cometer un grosero delito eran los centrales del equipo de Santiago. En un error de bulto en la salida, regalaron el balón a un delantero rival y Santiago se tapó la cara con ambas manos para no ver el gol que marcaba el equipo contrario. La celebración del narrador se escuchó en la silenciosa sala, 0-1 y quedaba unos treinta minutos en los que buscarían defender el resultado y lograr la heroica ante un equipo que era un rodillo en la delantera.

Teresa notó lo hundido que estaba su amigo por el tanto encajado, mientras este despotricaba contra la TV, lamentándose de tan grosero error de parte de los centrales.

‘’Vamos, no pasa nada. Pero ya perdieron, mejor déjame cambiar el canal,’’ dijo Teresa.

‘’Ni lo sueñes. Es solo un golito, que vamos a por la remontada,’’ aseguró confiado Santiago.

‘’Tonterías, ya palmaron. Ahora si no te importa…’’ comentó Teresa mientras buscaba el remoto con la mirada.

El control lo tenía Santiago entre sus piernas, y cuando Teresa fue a estirar la mano para ir a por él, su compañero de piso las cerró instintivamente y la chica terminó por agarrarle el paquete.

‘’Relájate, después del partido podríamos hacer algo juntos,’’ repuso él con tono pícaro pero medio en broma.

‘’Ya quisieras, dejad las gilipolleces y pásame el control,’’ dijo Teresa.

‘’Que aún no acaba el partido tia, esperad…’’ insistió Santiago.

En ese momento, un delantero del equipo de Santiago estrelló un balón en el larguero, haciendo que el chico se lamentase puesto que había sido la ocasión más clara en todo el partido. Teresa se burló de la falta de puntería y volvió a insistir por el dichoso control.

‘’Es que no meten una, solo dámelo y estaremos en paz,’’ suplicó ella, pues en verdad quería realizar su rutina.

‘’A mamarla, que cuando juega mi equipo yo controlo la TV,’’ zanjó Santiago molesto, no por la insistencia de su compañera sino por la imprecisión de su equipo.

Esta se levantó hecha un Lucifer y fue a la cocina a por un vaso de agua. ‘’Menudo gilipollas, ni que esos tios supiesen que él los mira,’’ pensó Teresa. Pero de súbito tuvo una idea algo interesante y sabía que Santiago no se negaría a ello.

‘’Santiago…’’ le llamó con voz dulce.

‘’No molestes,’’ respondió de malas maneras el chico, cansado de los toques de su equipo en el centro del campo y de ver al otro equipo plantando el autobús.

‘’Vamos, no necesitas ser grosero. Tengo una idea y estoy segura que te gustara,’’ dijo Teresa volviéndose a sentar sobre el reposabrazos.

‘’Si, lo que digas,’’ murmuró sin prestarle atención.

Ella puso los ojos en blanco, lo que le podía hacer el futbol a los hombres.

‘’De verdad estas seguro que van a remontar? Parece que no,’’ comentó.

‘’Claro que sí, lo harán.’’

‘’Entonces hagamos una apuesta, llevas todo a tu favor si es así,’’ sugirió Teresa con voz seductora, logrando que Santiago la mirase.

‘’Que clase de apuesta?’’ quiso saber él.

‘’Bueno, si tu equipo remonta, como crees que ocurrirá, te dejo que me sobes las tetas y el culo,’’ prometió Teresa.

Aquello fue para Santiago como oír una sinfonía de Beethoven. Que era un avance después de infructuosos intentos y parecía una oferta irrechazable pero…

‘’Y que tu obtienes a cambio?’’ preguntó Santiago con un dejo de curiosidad en su voz.

‘’No mucho, menos que tú de hecho. Solo pido la TV y hacerte algo que yo diga,’’ respondió.

‘’Y que sería eso?’’

‘’Vamos, no confías en tu equipo? Tienes todas las de ganar contigo,’’ le animó Teresa mientras Santiago le echaba un vistazo al marcador. Aún seguían 0-1 y ya quedaban 20 minutos.

‘’Vale, no puedo esperar a poder tocarte las tetas,’’ dijo Santiago dándole la mano a su amiga, sellando la apuesta.

‘’No tan rápido, que deben remontar. Y si pierdes, debes cumplir con tu palabra de hombre,’’ le advirtió ella.

‘’Claro, yo cumplo lo que prometo, y más en una apuesta.’’

Ambos miraron a la pantalla con una sonrisa. Estaban confiados cada uno en sus posibilidades, aunque Teresa, de haber sabido algo más de futbol, no se hubiese arriesgado a tanto. Eso era lo que animaba a Santiago, que tenía la confianza de saber que su equipo venia en racha pero aparentemente este partido se les estaba atragantando por méritos del rival.

El portero rival se creció, primero con una estirada imposible a un disparo que se le colaba en el ángulo superior y luego con una doble parada a quemarropa. El hombre estaba hecho todo un Buffon y los minutos pasaban y la ansiedad comenzó a apoderarse de Santiago.

‘’Que sucede? Estas asustado?’’ preguntó Teresa muy feliz al ver la cara de preocupación de su amigo.

Santiago evitó responder a la provocación de Teresa y miraba la pantalla con temor. A diez minutos para el final, el portero salvó un mano a mano que desquició a Santiago, que le recriminó al delantero por una mejor definición de cara a puerta, Teresa no pudo contener una risita al ver a su compañero de piso peleando con la TV pero aún no podía celebrar.

El trencilla otorgó 3 minutos de añadido, lo que cabreó más al pobre Santiago, que no dejaba de quejarse por como los rivales perdían tiempo y todo eso. No podía ser que su equipo perdiese y justo cuando más los necesitaba. El final fue como una losa pesada que cayó sobre él, su equipo había palmado, perdiendo la oportunidad de manosear a Teresa por primera vez. Ya nada podía ser peor, pensó.

La chica saltó eufórica a su alrededor. No podía creer su flor y por sobretodo, le había ganado una al experto de fútbol.

‘’Siii… te gané!!’’ celebraba Teresa ante un abatido Santiago, que se puso de pie. Al ver que se marchaba le detuvo, ‘’A donde crees que vas tio?’’ le preguntó.

‘’Bueno, ganaste. Ya tienes el remoto y…’’

‘’No te olvides, si perdía tu equipo tenía la TV y podía hacerte algo que quisiera,’’ le recordó Teresa.

Resignado, Santiago no tuvo más que hacer que quedarse y cumplir lo que sea que Teresa estaba pensando. Al ver en su expresión un brillo de maldad que no había visto antes, se esperaba cualquier cosa.

‘’Vale, que quieres que haga?’’

‘’No es algo que vayas a hacer, yo lo hare,’’ aclaró Teresa con una sonrisa no muy amable pero triunfal.

‘’Tengo que hacer otras cosas, mejor ya di que quieres,’’ dijo Santiago con voz resignada.

La chica lo miró fijamente y ya sin ningún complejo.

‘’Quiero patearte los huevos,’’ dijo.

‘’Que!? Estas loca?’’ exclamó atemorizado Santiago.

‘’No, ya me oíste. Te quiero patear los cojones,’’ repitió. Ya no se estaba riendo ni mucho menos, aquello iba en serio, pero Santiago seguía sin poder creérselo.

‘’No, de ninguna manera.’’

‘’Ah no? Creí que teníamos una apuesta,’’ dijo con frialdad Teresa.

‘’Si pero no esto, puedo hacer cualquier cosa que pidas…’’ insistió él.

‘’Entonces serán los huevos. Recuerda, debes cumplir tu palabra de hombre, suponiendo que la tienes,’’ se burló Teresa, triunfante.

Santiago agachó la cabeza y Teresa sonrió. Muy a su pesar, debía pagar su apuesta. Si pensaba que la derrota de su equipo y perder la apuesta era algo malo, estaba a punto de ponerse peor.

‘’Solo una?’’ preguntó con esperanza.

‘’Si, solo una,’’ aseguró Teresa mientras estiraba sus piernas, ‘’A menos que quieras más,’’ añadió en un susurro que no pudo oír su compañero.

Jamás le habían dado una patada en los testículos pero sabía de sobra que aquello era lo peor que le podía pasar a un hombre. A Teresa no parecía preocuparle la angustia mental que le estaba causando, la chica seguía flexionando sus piernas a la espera de Santiago.

‘’Casi lo olvido, debes quitarte la ropa’’ dijo Teresa y Santiago palideció.

‘’Vamos, no te quieras aprovechar…’’

‘’Gane la apuesta, así no me hagas esperar,’’ respondió ella y él comenzó a desnudarse con timidez.

Primero la camisa, dejando al descubierto su delgado torso; luego los shorts y finalmente los calzoncillos. Teresa intento contener la risa pero no pudo al ver el flácido pene y los colgantes testículos de Santiago, que a cada segundo se sentía más humillado.

‘’Pero que es eso tio? Parece más pequeño que un adorno de Navidad,’’ se burló Teresa en referencia a su polla.

Ella le hizo pararse entre la TV y el sillón, pues había un gran espacio entre ellos.

‘’Vale, ahora separa las piernas,’’ le indicó Teresa.

El chico obedeció, dejando bien expuestos sus huevos pero intentó suplicarle una vez más para tratar de detener esa locura.

‘’Oye, por favor… parad,’’ le rogó.

‘’A mamarla, que gané la apuesta,’’ zanjó ella usando la misma expresión que, poco antes, él mismo había usado y se dio por perdido.

Teresa flexionó su tobillo y Santiago miró ese lindo pie desnudo que pronto patearía su entrepierna. Un nudo se le hizo en el estómago, preguntándose qué tanto dolería.

‘’Listo?’’ preguntó ella una vez más y él asintió, ‘’Aquí va…’’ murmuró Teresa y alzó la pierna.

Santiago observó el recorrido y pronto no se enteró de nada al sentir como el empeine desnudo del pie de Teresa se estrellaba con violencia contra sus testículos. La patada hizo que su escroto subiese y se aplastase contra su pelvis, la presión del pie de Teresa los mantuvo así por una fracción de segundo hasta que con la inercia del movimiento, los liberó.

Los ojos de Santiago estaban abiertos como platos en una mueca, al igual que su boca pero de ella no salía ningún sonido. Atinando a sujetarse el paquete con ambas manos, el joven se dobló por la cintura y cayó como un leño en el suelo, en posición fetal mientras el dolor subía hasta su vientre, invadiendo cada célula de su cuerpo, su visión se nubló un poco y apenas podía oír por el zumbido en sus oídos.

Teresa estaba de pie ante él, victoriosa y sabiendo que Santiago estaba noqueado por la poderosa patada que le había propinado. Su pie disfrutó del rápido contacto con su escroto, y se dispuso a cambiar de canal.

‘’Me… me duele…’’ logró balbucear Santiago unos minutos después, sin dejar de agarrarse sus pobres huevos, que empezaban a hincharse.

‘’Imagino que sí, pero ya se te pasara al rato,’’ respondió Teresa sin mirarle, pues veía las rutinas en la TV y las imitaba.

Ella continúo realizando sus ejercicios sin prestarle atención. A Santiago se le escaparon un par de lágrimas mientras comenzaba a ver todo con mayor nitidez, no quería pedirle ayuda pero no estaba en condiciones de mover un simple músculo. Al final tras varios minutos en su agonía se rindió y admitió que debía pedirle ayuda a Teresa.

‘’Por favor… ayúdame… me duele,’’ rogó Santiago con voz entrecortada.

‘’A ver, solo una patadita y ya estas llorando?’’ se burló Teresa pero al ver la preocupación en el rostro de su compañero de piso, dejo lo que estaba haciendo y se inclinó a su lado.

‘’Me los rompiste…’’ lloriqueo él.

‘’No seas tonto, ni fue para tanto. Pero no podría saberlo, ya que no tengo huevos,’’ se excusó ella. ‘’Pero cumpliste con tu apuesta, muchos no lo habrían hecho.’’

La chica logró hacer que Santiago se tumbase de espaldas y separase las piernas para ver el daño que había causado. En efecto, al apartar las manos de Santiago de sus testículos pudo notar que estaban más hinchados y la piel del escroto tenía un color rojo brillante que antes no tenía.

‘’Vale, si están un poco hinchados, pero nada grave. Déjame revisártelos…’’ dijo Teresa al tiempo que con cuidado, los tocaba y palpaba un poco, pero Santiago solo se quejaba.

‘’Me duelen mucho, quedare estéril…’’ deliraba el muchacho por el intenso dolor, pero Teresa apenas se los había tocado.

‘’No seas idiota, se necesita más que una patada para dejar a un hombre estéril,’’ aseguró ella.

‘’Esta me la pagas…’’ gimoteó Santiago.

‘’Ah sí? Porque no lo intentas ahora? Te los puedo reventar aquí y ahora, así que más vale que aceptes mi ayuda,’’ amenazó Teresa y se levantó para ir a por hielo.

Finalmente, una hora más tarde, Santiago se sentía mejor mientras miraba a su compañera hacer sus ejercicios. Pero no podía cerrar las piernas puesto que sus huevos le dolían mucho.

‘’Si quieres tener tu oportunidad, espera el próximo partido,’’ le dijo Teresa con picardía.

Aquello, no parecía mala idea. Solo que no debía perder otra vez…