La apuesta de Susana (I)

Susana acepta el desafío de su smante y quiere demostrarle que ella siempre va más lejos

Me llamo Susana y lo que voy a compartir con vosotros empezó hace poco más de tres meses

Empezaré por presentarme para que me conozcáis mejor; tengo 23 años. Terminé la carrera de derecho el año pasado y seguido, comencé a trabajar en un despacho de abogados de prestigio nacional técnicamente como pasante. Al final haces de todo; pones cafés, haces fotocopias…. y te dejan ver un poco el funcionamiento del universo de la abogacía; casos, clientes, juicios, jueces, fiscales, juzgados…. Todo eso a cambio de casi nada

Físicamente, estoy muy bien. Sé que queda mal decirlo así, en frío pero la verdad es que aunque tengo complejos como todas las mujeres, para los hombres soy muy atractiva. Desde que tengo uso de razón, he atraído a niños, adolescentes, jóvenes y hombres en general. Incluso alguna mujer, aunque ese es un territorio que no he querido explorar. Pegué el estirón todavía adolescente hasta los 1,75 m. que mido actualmente. Soy de rasgos finos, ojos oscuros, media melena negra, labios marcados sin llegar a exagerados, busto prominente y firme, culo prieto en su sitio y largas piernas.

Ello me permitió incluso ganarme un dinero en mi época de estudiante de secundaria como modelo ocasional en centros comerciales de la ciudad y más tarde como cheerleader del equipo de baloncesto. No obstante, mi sentido de la responsabilidad me hizo dejar esas actividades al comenzar lo que iba a ser mi medio de vida en el futuro, la carrera de Derecho

Gracias a mi atractivo, desde siempre he tenido a mi alrededor los hombres que he querido tener. Sin haberme enamorado todavía, los he utilizado como se usan los kleenex; usar y tirar. Tan pronto como conseguía acostarme con el guaperas de turno, dejaba de tener interés y lo dejaba a los pocos días

Mi círculo de amistad siempre ha estado alrededor de amigas del colegio más algún chico que ha ido sumándose con el paso de los años. Así, formamos un grupo de 7 (4 chicos y 3 chicas). Ellos son los que siempre están ahí de la misma manera que yo siempre estoy ahí para ellos. De las 3 chicas, Marina, Remedios e Icíar, Marina fue siempre especial para mi.

Un par de meses después de terminar la carrera, me surgió la oportunidad de entrar a trabajar en el despacho donde estoy ahora, Al poco de entrar a trabajar en el despacho corté con el rollo de turno; un pesao del que no recuerdo ni su nombre cuya máxima obsesión era medirse los bíceps todos los días. Eso sí, follaba muy bien. Pero de todo se cansa una así que le dí puerta. Enseguida me di cuenta que en el trabajo iba a tener que pasar muchas horas de mi vida y que, además, ese mundo rara vez se mezclaría con mi grupo de amigos. Así que fuera del despacho podía seguir con mi vida de siempre de amigos y rollos ocasionales pero entre semana sería estimulante buscarme un rollo en la oficina. Así que empecé a rastrear, un poco en broma y un poco en serio, con quién me podría liar dentro de la oficina

La verdad es que en principio lo debería de tener fácil; el edificio estaba lleno de tíos. Empezando por Paco, el portero sesentón que se comunicaba por gruñidos y nunca salía de la garita, Rafa, un becario más o menos de mi edad con la cara llena de granos y que tartamudeaba cada vez que hablaba conmigo, los administrativos Miguel Angel, Jesús y Rafael, los otros pasantes, Ricardo, Francisco y Roberto y terminando con los abogados con despacho, que eran 12. Finalmente preseleccioné a los abogados Andrés y Manolo y al administrativo Rafael

Los 3 tenían más o menos la misma edad, entorno a 40; Andrés era soltero, Manolo acababa de salir de un divorcio y Rafael estaba casado y con dos hijos. Esto eliminó a Rafael; no quería más líos de los necesarios. A punto estuve de eliminar a Andrés por su soltería. Pensé que podía ser gay. Todo se precipitó cuando descubrí la personalidad de Manolo; no sé si por su forma de ser o por su condición de recién divorciado, disparaba a todos los objetivos. No, no quería ningún ligue “escandaloso”. Así pues al final tanteé a Andrés. No me costó mucho; un par de blusas vaporosas me permitieron descubrir que por el modo en que miraba mi escote no era gay y un par de encuentros casuales en la fotocopiadora dieron paso a que saliésemos a tomar café juntos en la hora del almuerzo y una semana después, ya me había metido en su cama

Lo que me gustaba de Andrés era lo cortado que era. Y paradójicamente, su edad. A pesar de su aspecto aniñado, nunca me olvidaba que más de 15 años mayor que yo y, sin embargo, en muchas cosas, yo tenía más mundo que él. En el sexo también. Eso me gustaba. También me gustaba pensar que, aunque no era nada feo y se mantenía muy bien para su edad, yo me entregaba a un cuarentón bien conservado pero con algo de barriga cuando podría tener a todos los yogurines veinteañeros de gimnasio que quisiera, Además, tampoco lo voy a negar, con Andrés entraba en otra dimensión; sueldo decente y fijo (entorno a 40,000 € limpios al año), apartamento en zona céntrica, deportivo en el garaje, chalet en la playa de sus padres….. lo cual contrastaba con los Seat Ibiza de cuarta mano, los curros de segurata en discotecas y los pisos compartidos en zonas deprimidas de la ciudad que rodeaban los rollos que había tenido.

Así que un buen día nos enrollamos y acabamos en la cama. Decidimos mantenerlo en secreto en la oficina y respetarnos el fin de semana; nuestra relación era de lunes a viernes cuando se podía excepto un par de fines de semana que nos fuimos juntos a la playa. Ni a mi me interesaba en qué o con quién pasaba su tiempo cuando no estaba conmigo ni él me lo preguntaba a mi. En el aire quedó que, en el fondo, no nos importaba demasiado.

Tras la fogosidad de los primeros encuentros empecé a tomar la iniciativa sexual. Así, un día le propuse que me excitaba la idea de esperarlo en casa totalmente desnuda. Eso de que llegase y yo le saludase como si tal cosa, le pusiese una copa y charlásemos sentados en el sofá mientras yo estaba desnuda y él vestido me ponía a mil. El nunca pareció entenderlo pero seguía el juego que empezamos a practicar muy habitualmente. Peor le sentó cuando un día decidí dejar abierta la ventana del baño mientras me duchaba. Andrés, que pasaba por allí, no dudó en entrar y cerrar la ventana precipitademante:

  • “Estás loca, Susana!! Te puede ver algún vecino….. “

Yo me eché a reir divetida

  • “¿Y qué, Andrés? Pues si no le gusto que no miren….”

Me encantaba esa sensación de llevar las riendas. A partir del día de la ducha, aprovechaba cada oportunidad para provocarle con alguna situación en la que me exhibía; los dos fines de semana que fuimos a la playa me encantaba ir en topless al bar del acantilado a por cervezas (lo que provocaba un pequeño tumulto entre los clientes), otras veces salía de casa sin ropa interior y se lo decía en el taxi de vuelta a casa lo que conseguía la total atención del taxista, otro día salía en sujetador y tanga a regar las plantas de su terraza… En todas esas situaciones, él perdía los nervios y yo me acababa riendo mucho y llamándole pardillo; pardillo sexual. También me excitaba levemente aunque yo lo achacaba al hecho de sacar a mi amante de sus casillas

Una tarde estábamos en su cama, después de un polvo placentero. El, sentado con la espalda apoyada en el cabecero, cubierto con la sábana hasta la cintura consultaba algo en el Ipad mientras que yo descansaba encima de las sábanas boca abajo, con la cabeza apoyada sobre sus muslos de manera que le dejaba una perfecta visión de mi culo. La habitación de Andrés es muy amplia. La cama de dos metros de longitud tiene en uno de sus lados una enorme puerta de cristal que da paso a una terraza (la terraza en la que salía en ropa interior a regar las plantas). El piso de Andrés, situado en un barrio de moda, es también un prodigio de la técnica y tiene numerosos gadgets. Entre ellos está el control de las cortinas. Sonriendo decidí provocarle por enésima vez; cogí el mando que estaba sobre la mesilla y lo accioné. Las cortinas comenzaron a moverse, en apenas diez segundos, la silueta de mi hermoso cuerpo quedaría a la vista de cualquier vecino del bloque de enfrente. Esperé divertida la segura reacción nerviosa de Andrés, que para mi sorpresa no llegó. Una vez las cortinas estaban completamente descorridas, levanté la vista para mirar a Andrés, convencida que no se había dado cuenta de mi acción. No era así, sino que me miraba sonriendo. No sé si por la situación o la mirada, sentí una leve excitación

  • “¿No vas a decir nada? Me puede ver cualquier vecino…”, le dije sonriendo
  • “¿Y cual es el problema, pardilla? Tienes un cuerpo precioso. Ese culo con  forma de melocotón se merece que alguien lo pueda ver. Y además, me estoy fijando que está moreno y sin marcas. Se nota que has tomado el sol sin bikini”
  • “Sí, bueno, entre los rayos UVA y la terraza de mi amiga Marina de momento me libro de las marcas…. ¿No me vas a decir nada de estar así delante de tu ventana?”, le pregunté confusa. Me estaba quitando la iniciativa en el juego. Y de paso, al alargarse la conversación aumentaba el riesgo que un vecino se asomase realmente a la ventana lo que se traducía en un aumento de la excitación
  • “No, no te voy a decir nada. Si a ti te gusta, a mi también”
  • “Ya… eso lo dices porque estoy boca abajo…. ¿Y si me pongo así?

Al decir eso, me giré 90º con lo que quedaba de frente (aunque tumbada) a la ventana. Mis grandes tetas, apenas colgaban a pesar de la posición. Mi pubis, fino y cubierto con una fina tira de vello comenzaba a palpitar

  • “Que no, que no te voy a decir nada, pardilla…. Afortunado será el que te vea….”

Eso sí que no me lo esperaba. Me sentía como el niño que tras estar convencido de tener todas las respuestas, tiene que admitir que su padre sabe más que él aunque solo sea por ser más viejo

  • “Veo que he conseguido confundirte… para que veas que voy en serio, yo el mayor pringao en el tema sexo que han visto los siglos te digo a ti, diosa exhibicionista, que si sales ahí fuera así como estás y permaneces no menos de un minuto recostada en esa tumbona, dejando a la vista tus preciosas tetas y tu perfecto coño, te propondré un juego, y ya te aviso que no es hacerte el misionero, pardilla”

Instintivamente, miré hacia la terraza. Era grande, de unos 6 metros de largo por no menos de 4 de ancho. En un lado había dos tumbonas que miraban justo al edificio de enfrente el cual aún se elevaba dos pisos más sobre nuestra altura. Miré de soslayo la hora en el radio despertador de la mesilla; a las 6 de la tarde era posible que alguien me viera. Mientras mi cabeza no dejaba de pensar en todos los detalles, me sorprendió sentir como un agradable cosquilleo se apoderaba de mi, me estaba empezando a excitar. Sin pensarlo un segundo más y decidida a recuperar la iniciativa, me incorporé de la cama, abrí la puerta y mirando a Andrés le dije:

  • “Ya me dirás cuando tienes bastante”

Y salí al exterior. La luz del sol en mi cuerpo no hizo sino acrecentar la sensación de desnudez y excitarme más todavía. Lentamente, me acerqué a la tumbona y me acosté en ella. Ya estaba allí, desnuda, a merced del que mirase. Cerré los ojos apoyé los brazos en los apoyabrazos de la tumbona y abrí ligeramente las piernas. Se podía decir que ya estaba muy excitada, podía notar mis pezones duros como piedras.

Lo que me pareció un rato después, Andrés gritó desde su cama:

  • “Un minuto”
  • “Avísame cuando sean 5”, le contesté

Cuando pasado el tiempo Andrés avisó que habían pasado los 5 minutos, me incorporé. Excitada era poco; estaba empapada. Decidida a darle una última lección a Andrés me paseé por la terraza asomándome por la barandilla. Finalmente, entré

  • “Muy bien, pardilla…. Me tienes impresionado….”
  • “¿Qué era eso que me querías decir?”, le contesté con aire burlesco
  • “Imagino tu respuesta aunque después de ver tu exhibición…. Ahí va ¿Tú harías esto con otro que no fuese yo… además de mi, claro…?”
  • “¿Andrés? ¿Me estás preguntando si follaría con otro?” le contesté sorprendida
  • “No, no… como te voy a pedir eso…. me refiero al jueguecito ese que tanto te gusta de esperarme desnuda…. Si te atreverías a recibirnos desnuda a un amigo y a mi a tomar una copa en casa….”

La sorpresa hizo que no pudiese ni analizar lo que me estaba proponiéndome Andrés. ¿Era él o un gemelo? ¿Era el tímido, el que no parecía tener más interés que el misionero y alguna mamada ocasional? Y lo que me proponía no era cualquier cosa; que me exhibiese desnuda delante de un amigo suyo…. delante de un casi cuarentón. No sé si por lo que mi cerebro pensaba o porque seguía desnuda delante del ventanal, la excitación aumentó

  • “Pues claro, si a ti te apetece, ¿porqué no?” mi respuesta tenía algo de verdad y algo de farol. No estaba dispuesta a ceder la iniciativa en el tema sexual. Una parte de mi pensaba que Andrés se rajaría

Para mi sorpresa, acto seguido me detalló lo que había pensado. Lo tenía todo calculado. A saber cuando había empezado a planearlo. Era una cena de chicos. En el café, Andrés le comentaría a su amigo que tenía una amiga, yo, con la que tenía una apuesta; ver si era capaz de recibirlos en su casa desnuda. La apuesta terminaba cuando nos tomásemos una copa los 3 charlando tranquilamente. Punto final

  • “¿Y qué pasa si tu amigo quiere más?”
  • “Nadie hará nada que no quiera. De eso tienes mi palabra de honor”
  • “¿Qué día has quedado con tu amigo? ¿Qué día lo vamos a hacer?”

Andrés sonrió.

  • “El sábado que viene, pardilla”

La semana se hizo eterna. En el momento en que acepté la apuesta, supe que era más por fantasía mía que por callarle la boca a Andrés. La exhibición de la terraza dio paso al mejor polvo que había tenido con Andrés nunca. Creo que Andrés también se dio cuenta de eso aunque en ese momento no le di importancia

En la oficina era difícil hablar del tema. Además, esa semana un poco inconscientemente decidimos no vernos para llegar al sábado con más ganas. Aún así, todas las tardes martilleaba a Andrés por whatsapp con detalles sobre la cita. El primero y más importante era saber de dónde salía ese amigo. Andrés me tranquilizó diciéndome que no vivía en la ciudad y que no tenía previsto volver en un tiempo. También le pregunté su edad. Andrés me contestó con un enigmático “si lo que quieres es saber si es mayor que yo, sí; lo es”. Me ofreció enseñarme una foto suya. Al principio le dije que sí pero finalmente me pareció más excitante no saber cómo era. El resto del guión era que Andrés me llamaría tras exponerle a su amigo el plan para avisarme que venían. No concebíamos que dijese que no. Yo esperaría en casa de Andrés en su despacho y una vez llegaran al salón, yo saldría desnuda a saludarles. El saludo consistiría en un pico a Andrés y dos besos a su amigo. Le pregunté a Andrés si el pico iba a ser acompañado de algún roce especial, a fin de cuentas su amigo ya sabría que éramos amantes. No me lo quiso aclarar. Me excitó imaginarme que al menos una de sus manos tocase mi piel desnuda. Les ofrecería unas copas mientras ellos se acomodaban en el sofá y se las serviría para luego sentarme en una de las sillas que quedan enfrente del sofá. Charlaríamos como si tal cosa (Andrés me prometió llevar el peso de la conversación para evitar silencios incómodos) y la apuesta terminaría cuando nos acabásemos la copa, momento en el que ellos continuarían con su juerga de machotes. Otros dos besos de despedida y apuesta conseguida. Fácil pero sobre todo muy excitante.

En esa semana me masturbé infinidad de veces imaginándome detalles del encuentro; ¿qué pensará el amigo de Andrés de mi? ¿Cómo reaccionará Andrés al besarme delante de otro estando desnuda? ¿controlará sus manos el amigo o me rozará cuando le dé los dos besos? ¿cómo serán los primeros minutos; me comerá con la mirada o hará esfuerzos por no mirarme? ¿cómo será el momento de dar el paso y salir desnuda?...

Llegó el sábado. Acudí a casa de Andrés muy pronto, a las 8. Aún estaba en casa cuando llegué. La mesa la tenían a las 10. Yo estaba como una gata encerrada. En celo y encerrada. Me prohibí la masturbación. Me duché y antes de las 11 ya estaba desnuda, impaciente, viendo sin mirar la televisión. Tentada estuve de salir a la terraza pero lo descarté; de las pocas cosas que podían aguar mis planes eran un escándalo con los vecinos

Por fin, un poco antes de las 12, sonó el teléfono. Era Andrés

  • “¿Susana? Oye, que nada, que sí que vamos para allá….” Apenas le oía porque había un ruido ensordecedor
  • “¿Qué sí que nada? ¿Eso es todo? ¿No ha dicho nada más?”, pregunté algo decepcionada
  • Sí, bueno…. Está muy interesado. Al principio parecía que no se lo creía. Luego me ha costado convencerle que no lo haces por dinero. Parece que al final se lo cree

Sonreí. El hecho que pensase que era una profesional (stripper o directamente prostituta) era una posibilidad que ya había pensado y me ponía caliente

  • Aquí os espero, pardillo

Los quince minutos que tardaron me parecieron interminables. Por fin, oí el ruido del ascensor detenerse en la sexta planta. Eran ellos. Volví con suavidad la puerta del despacho de Andrés y me quedé detrás de ella escuchando. Oí como entraban en casa y caminaban por el pasillo hasta el salón. Los dos hombres iban riéndose por una anécdota que contaba Andrés

  • Bueno Francisco, ponte cómodo. Sí, ahí, en el sofá. ¿Dónde estará esta chica? Susana, ya estamos en casa……

Respiré profundamente. Estaba excitada. Me miré en el espejo que tiene Andrés en una de las paredes de su despacho. La imagen de mi voluptuoso cuerpo totalmente desnudo me dio seguridad. Mi piel ligeramente bronceada, mi media melena negra, mis pechos grandes y firmes, mi vientre liso, mi pubis delicadamente depilado, mis largas piernas…. Una última inspiración, abrí la puerta y entré en el salón

  • “Ah, estabas ahí; ven acércate, que te presento……”

Apenas había dado 3 pasos hacia ellos cuando el amigo de Andrés se dio la vuelta y lo pude ver. Me quedé paralizada. Era Paco, el portero sesentón del edificio donde trabajaba

Continuará