La apuesta de marie
Una apuesta entre varias amigas termina en una cita con un desconocido.
De no haber sido por Mikel, aquella noche no hubiera salido de casa, pero mi compañero de piso tenía la testosterona por las nubes y necesitaba salir de caza. Y decidió que lo mejor era visitar un local que tenía fama de que allí acudían las mujeres a buscar rollo, vamos, que si estaban allí era porque se habían colgado el cartel de “dispuesta”. Lo cierto es que yo ya había estado anteriormente alguna vez y la verdad es que nunca me comí un colín. Por muy necesitadas que estén las mujeres, siempre son muy exigentes a la hora de elegir pareja.
Cuando crucé la puerta me sentí un completo idiota. Aquel antro estaba lleno de tíos y tan apenas se podía encontrar alguna chica, por supuesto completamente asediadas por una multitud de salidos. Como yo. Solo por el hecho de estar allí ya me sentía uno de ellos. Decidí pasar desapercibido y dejar que mi amigo echase la caña a ver si picaba alguna despistada. Me quedé en la barra con mi cerveza y simplemente me dedique a observar la situación. Era para sentir vergüenza ajena; ¿cómo podemos ser tan patéticos los hombres?, ¿qué nos impulsa a babear con tanto descaro esperando ser el elegido para echar un polvo?
Traté de evadirme de mis propias sensaciones y decidí adentrarme en busca de un lugar donde sentirme más cómodo, aunque el espectáculo era el mismo allá donde fuese. Finalmente encontré un rincón en el que pasaba casi desapercibido y donde el reducido campo de visión me ayudaba a aislarme de mi sentimiento de vergüenza. Además, justo enfrente, un grupo de cinco chicas sentadas alrededor de una mesa disfrutaban de una animada charla, ajenas a todo lo que pasaba. Pensé que si nadie las acosaba era porque ya habrían mandado a alguno a tomar por ahí con cajas destempladas, y que por tal motivo nadie se atrevía a acercarse a ellas. Mejor, así estaría justificado mi aislamiento.
No había transcurrido mucho tiempo cuando me percaté que las cinco hembras habían reparado en mí y que sus maliciosos cuchicheos tenían como objeto a mi persona. Esas miraditas de soslayo y algunas otras con evidente descaro, certificaban mis sospechas. Como seguían en tal actitud, decidí alzar mi cerveza y saludarles amablemente. Inmediatamente una de ellas se levantó y vino directa hacia mí.
¿Pero como puedo ser tan idiota?, ese pensamiento se repetía esa noche una y otra vez en mi cabeza. En esta ocasión porque estaba asustado, si, asustado. Aquella preciosa chica que venía hacia mí tan decidida y sin quitarme la vista de encima me desarmó por completo y las piernas me temblaron. ¿Qué querría?, ¿por qué venía tan decidida?, ¿me iba a mandar a la mierda por haberlas saludado? Lo único que pude hacer fue esbozar una estúpida sonrisa que delataba mi nerviosismo.
Resulta muy divertido gastar putadas a las amigas, siempre y cuando no te las gasten a ti. Y precisamente ahora, cuando el nivel de las putadas ha dado una vuelta de tuerca más, he tenido la desgracia de que me ha tocado a mí. Hasta ahora me había librado y me habían parecido muy divertidos los juegos que organizábamos y me lo pasaba en bomba viendo como alguna de mis amigas sufría nuestras perversas ocurrencias. Pero ahora la víctima era yo y ya no parecía tan divertido.
El asunto era muy sencillo. Acudíamos a un local de ambiente y de todos los chicos que allí hubiese, ellas seleccionaban a tres, y de esos tres yo elegía a uno. Y al que eligiese me lo tenía que llevar a la cama. Si o si. Por supuesto estaban excluidos los cayos malayos, pero dentro de un nivel suficientemente razonable establecido por mis amigas, no podía hacer ascos a quien finalmente resultase escogido. Y allí estábamos, en el local de peor reputación de la ciudad, donde solo acudían las busconas necesitadas de polla.
El caso es que ya había descartado a las dos primeras opciones que me habían elegido, y por tanto sabía que la tercera y definitiva opción tendría que ser quien compartiese cama esa noche conmigo. De repente, Berta, la que más culpa tenía de verme en esa lamentable situación, se fijó en un chico que acababa de entrar y que se había colocado en un rincón, casi como escondiéndose. Como le pareció tímido, un poco fuera de lugar teniendo en cuenta el local en el que estábamos, pensó que sería el partenaire ideal para mí, ya que me vería obligada a tener que llevar la iniciativa para cumplir con mi compromiso. A todas les pareció excelente la idea y lo propusieron oficialmente como última e ineludible opción. Preferí no fijarme demasiado en él para evitar encontrarle pegas ya que no me quedaba otra opción que quedármelo.
Berta se levanto de la mesa para invitar al chico a sentarse con nosotras.
- ¿Estás solo? –le preguntó Berta sin más preámbulos-
- Lo cierto es que no –respondió el chico- he venido con un amigo…
Y se volvió tratando de encontrar a alguien entre la multitud
- ¿Lo has perdido? –interrumpió Berta- eso es que ya habrá encontrado entretenimiento. Si quieres puedes venir a sentarte con nosotras, para que no estés solo.
Casi se me cae la cerveza de la mano. Al final iba a ser verdad que las tías que acuden a este antro van buscando rollo. Nunca antes ninguna me había entrado de forma tan directa. No era una ocasión como para desperdiciarla.
- Estaría encantado –le contesté-
- Entonces ven –dijo la chica- te voy a presentar a mis amigas
Mientras la seguía no podía de dejar de mirar su culo, como se contoneaba con cada paso que daba, embutido en aquellos vaqueros que resaltaban extraordinariamente sus curvas.
Tras los preceptivos besos y las presentaciones de rigor, me hicieron un sitio junto a ellas.
- Bien Carlos, así que has venido so lo –dijo una de ellas-
- No, no, llegué con un amigo, pero creo que ha debido encontrar lo que vino a buscar y… bueno… que ahora me he quedado solo.
- Pues olvídate por esta noche de la soledad. Tenemos una proposición que ofrecerte.
Cada vez entendía menos lo que estaba sucediendo. Cinco tías a cada cual más buena tenían algo que proponerme. ¡Cinco tías nada menos! Si los tiros iban por donde pensaba, o para ser mas honesto, como deseaba, esta podía ser la mejor noche de toda mi vida.
- ¿Una proposición? –pregunte ingenuamente-
- Si. Escucha con atención, porque creo que te puede interesar.
La verdad es que en ese punto ya me había llamado la atención que de las cinco chicas, cuatro llevaban una marcha tremenda pero una de ellas guardaba silencio, no paraba de escudriñarme y su rostro denotaba cierta preocupación.
- Tenemos una amiga que es bastante tímida y que le cuesta mucho relacionarse con los chicos, y hemos pensado que ya que ella no se atreve a dar el paso, seríamos nosotras quien le presentaríamos a alguien a ver si se soltaba un poco la melena, que ya va siendo hora de que se de una alegría al cuerpo.
Y las cuatro chicas se quedaron mirándome al unísono con unas sonrisas inequívocamente maliciosas. Tras unos segundos de silencio absoluto, respondí:
- Ya, y habéis pensado que yo puedo ser esa alegría.
- Por ejemplo –dijo una de ellas-
- Bien, ¿y se puede saber quien es esa amiga que tanto necesita una alegría?
Y las cuatro, perfectamente sincronizadas, giraron sus cabezas para mirar a la quinta chica, la que permanecía callada.
- Ella.
La interfecta agacho la cabeza cubriéndose la cara con sus manos en un claro gesto de vergüenza. Sus amigas rompieron a reír de forma escandalosa.
Yo no sabía como reaccionar. Aquello no era nada normal. Era obvio que se estaban burlando de alguien, ¿pero de quien?, ¿de mí, de su amiga o de los dos?
Jamás me habían hecho pasar tanta vergüenza. Ahora me presentaban como la tontita que no se sabía dar alegrías y que tenía que recurrir a sus amigas para conocer a un chico. Y el pobre bobo seguro que se lo había tragado. Quizá se viese a si mismo como el león que acecha a su presa cuando en realidad él era la victima de aquella emboscada.
- ¡Venga Marie!, no seas tan vergonzosa. Carlos seguro que es un buen chico. Sin duda de lo mejor que se pueda encontrar por aquí. ¿Verdad Carlos?
Carlos no contestó. Se limitó a mirarlas con extrañeza intentando comprender la situación tan esperpéntica que estaba viviendo.
Berta volvió a llevar la voz cantante
- Bien, entonces todos de acuerdo ¿no?
Mire al pobre de Carlos quien todavía continuaba perplejo, y dije:
- Si a Carlos le parece bien…
Y Berta sentenció dirigiéndose a Carlos:
- A Carlos seguro que le parece fenomenal, ¿verdad? Ya verás como Marie es una chica estupenda y enseguida os vais a gustar. Nosotras tenemos que irnos ya. Se nos ha hecho muy tarde.
Y poniéndose las cuatro en pie, se despidieron en un pis pas y se fueron retorciéndose entre risas, dejándome con el bueno de Carlos al que ahora tenía que camelarme para llevármelo a la cama.
El chico estuvo unos instantes sin decir palabra. Temí que fuese a levantarse e irse también, pues parecía confundido, y eso me hubiese hecho fracasar y tenerme que enfrentar a consecuencias aun peores. Así que debía llevarlo con cierta delicadeza, sin apresurarlo demasiado, tratando de que en todo momento pareciese que él llevaba la iniciativa.
Mis fantasías con cinco chicas a la vez se habían ido al traste, y lo peor de todo era que no tenía nada claro si la que se había quedado quería algo conmigo o me estaba tomando el pelo.
- Bueno Marie –dije tratando de romper el hielo- parece que nos han dejado solos
- Eso parece –respondió Marie-
Y continué:
- Con sinceridad, dime, ¿me estáis gastando una broma?
- ¿Una broma?, ¿a que broma te refieres?
- Ya me entiendes. No me pareces el tipo de chica que pueda tener problemas para relacionarse con los chicos. Eres guapa, y hasta donde he podido verte tienes una bonita figura. Seguro que no te faltan pretendientes donde elegir.
- La verdad es que no me faltan, eso es cierto, pero me asusta tener una relación mas intima, ya me entiendes, por eso mis amigas se han empeñado en montar este numerito para que supere mis miedos.
- ¿Quieres decir que eres virgen?
- No, no soy virgen, eso no. Pero incluso así me cuesta mucho intimar. No puedo evitarlo.
- Tranquila mujer, si es por eso puedes estar absolutamente tranquila conmigo.
Parecía que la cosa se iba aclarando un poco aunque la pobre Marie parecía asustada por la encerrona de sus amigas. Lo malo es que si quería ser galante y condescendiente con ella, corría el riesgo de que desapareciese la quinta opción.
¡Madre mía, la película que me estaba teniendo que montar para que no se asustase! Aunque si seguía trabajando la imagen de víctima resignada difícilmente iba a conseguir que me propusiese sexo, y por todo lo que le había contado hasta el momento, no parecería muy lógico que saliese de mi la invitación para echar un polvo.
Por lo menos estaba logrando que se sintiese a gusto con mi compañía. Lo demás ya vendría por si solo. Así que debía seguir tratando de ganármelo para la cama.
- Tengo entendido que este es un bar de busconas y no me gustaría que sacases esa impresión de mí.
- ¡No mujer!, nada más lejos de mis pensamientos. Tú no eres de ese tipo de mujeres, eso se nota a la legua.
Si supieras porque estoy hoy aquí no dirías eso, pensé.
- ¿Y tú por que has venido? –le pregunté-
- La verdad es que vine por acompañar a un amigo que ya no podía contener su testosterona. Lo último que podía pensar es que pudiera estar sentado aquí, frente a ti, junto a una chica dulce y sensible. Al menos no en este local.
Pensé que ya empezaba a ser el momento de tirar un poco del lazo.
- Tú también pareces una persona sensible. Me encuentro cómoda a tu lado. Me inspiras seguridad.
- Gracias, es lo que pretendo, que te sientas cómoda en mi compañía.
Y rematé la faena:
- Creo sinceramente que contigo podría superar mis miedos.
De repente sus palabras volvieron a avivar mis esperanzas. La quinta opción renacía con fuerza. Si yo era capaz de hacerle desterrar sus miedos, posiblemente la noche tuviese un final inesperado. Además, cada vez que la miraba me parecía más preciosa.
- Créeme, no debes tener ningún miedo conmigo, nada que no desees que pase sucederá. Además, ¿por qué tenemos que pensar en como terminará esta noche?, ¿acaso importa? Lo único que importa es que puedo disfrutar de la compañía de una chica hermosa, simpática y dulce, y espero que tú sientas algo parecido.
- Ya te lo he dicho, me siento cómoda a tu lado.
¡Bien!, la primera fase estaba superada con éxito. Ahora solo era cuestión de ganarme su confianza lo suficiente como para admitirme en su cama.
El chico parecía buena persona, un poco pardillo pero suficientemente interesado por mi como para cumplir mi compromiso. Creo que finalmente acerté con la elección; de los tres candidatos, éste parecía de largo el más adecuado.
- ¿Tienes novia? – le pregunté ingenuamente
- ¿Novia?... ¿yo?... no, que va, no tengo novia, no se me dan bien las novias.
- ¿Qué no se te dan bien?... ¿qué quieres decir con que no se te dan bien?
- No sé, que no debo ser el tipo de chico que las chicas quieren para novio.
- Pues a mi me pareces encantador
Aquella charla no parecía ir por buen camino, si seguía por ahí acabaría hundiendo su escasa autoestima.
- Sabes, -le dije- me alegro que hayas sido tú quien apareciese hace un rato por este antro, de lo contrario mis amigas me hubiesen colocado a algún salido que a estar horas ya estaría tratando de meterme mano.
Y yo también me moría de ganas de meterle mano, pero si era demasiado directo podía asustarla y perderla, pero se le daba demasiada cuerda podría escaparse. ¡Menudo dilema! ¿Qué se supone que debía hacer?, nunca se me han dado demasiado bien las mujeres ni nunca se me había presentado una oportunidad tan clara como esta.
Intenté recapacitar y analizar objetivamente la situación; ella había ido allí a lo que había ido, eso estaba claro, presionada quizá por sus amigas pero había ido a cobrar pieza, por lo que tenía que jugar esa baza a mi favor. Si al final se echaba atrás y se arrepentía de lo hecho lo consideraría otro fiasco más en mi ya abultado currículo, pero si seguía adelante con su propio plan, necesariamente tendría que acabar en mi cama. Así que mejor no andarme con demasiados rodeos e ir directamente a la segunda fase.
- Creo Marie que este lugar no nos convence a ninguno de los dos. Si quieres podemos ir a mi casa, allí estaremos mas tranquilos.
Ya estaba dicho. No había marcha atrás. Ahora todo dependía de ella.
Bueno con la mosquita muerta, de buenas a primeras ya me invita a su casa ¿y donde ha quedado la romántica seducción de un hombre sensible y delicado? A este ya le están entrando prisas por meterla en caliente.
- Si tu quieres… -le contesté casi resignadamente-
- No mujer, solo si tú quieres
La verdad es que tenía ganas de salir de ese garito de mala muerte, así que si él tenía ganas de llegar pronto a la meta, por mi no había inconveniente.
- Si, creo que deberíamos irnos de este lugar
Y pregunté
- ¿Vives solo?
- En realidad no, comparto piso con un amigo, con el mismo que entré aquí y que ya no tengo ni idea de donde está.
- A ver si ya va a estar en casa y con compañía…
- Es posible, no lo sé, pero tenemos habitaciones distintas, así que disponemos de total intimidad.
No parecía mala oferta, así que si tenía que “intimar” con el bueno de Carlos mejor en una cama blandita al calor del hogar que en un hotelucho de mala muerte.
Segunda fase completada con éxito. Había accedido a venir a mi casa y me había puesto en bandeja llevarla directamente a mi habitación. Aunque no sé de que me sorprendía si desde el principio eso era lo que ella buscaba.
Enseguida llegamos a casa. La cerradura estaba con doble vuelta, lo que significaba que Mikel no estaba.
- Pasa pero no hagas ruido. No sabemos si mi amigo puede estar durmiendo
Y la llevé directamente a mi habitación.
La verdad es que una habitación de soltero puede no causar muy buena impresión a primera vista, y menos a una chica que seguramente era un dechado de orden y pulcritud, pero que se le va a hacer, es lo que hay y no iba a dejarla esperando en el pasillo mientras arreglaba la habitación.
- Bueno, este es mi rinconcito privado. Está un poquito desordenado, espero que no te moleste.
- ¡Qué va! ¿Desordenado dices?, espera a ver el mío.
¿A ver el suyo? ¿Ya estaba pensando en llevarme a su casa? ¡Esto comenzaba muy bien!
- Siéntate donde quieras –le dije-
Solo había una silla junto al escritorio donde estudiaba y estaba llena de libros, así que se sentó directamente en la cama.
- ¿Te apetece tomar algo? –le pregunté-
- No gracias, ya he tenido bastante con el cubata del bar.
Marie era preciosa y cada vez que la miraba la encontraba más preciosa. Ahora podía contemplarla tranquilamente y tenía una figura preciosa. Si el culo de su amiga Berta era espectacular, el de Marie era perfecto, o al menos le sentaban los pantalones como a pocas.
Saqué una botella de ron que tenía escondida en el armario y me serví un trago.
Ya estaba en su habitación. Solo era cuestión de tiempo que nos metiésemos en la cama. Ahora debía pensar en una estrategia para que no se asustase cuando tomase las fotos que garantizasen ante mis amigas que había cumplido mi compromiso.
- ¿Traes a muchas chicas aquí?
- ¿Yo?, no, que va… no tengo esa suerte. El que si que trae casi todas las semanas una distinta es Mikel, ese si que es un ligón con suerte.
- Pero hoy estás conmigo, ¿no?
- Claro… por supuesto… y me siento muy afortunado por ello, lo que pasa es que no estoy muy acostumbrado a manejar estas situaciones.
- Tranquilo Carlos, yo ahora estoy tranquila y muy contenta por haberte encontrado… y deseando que pase lo que tenga que pasar.
Si con esta declaración de intenciones no desenfundaba, ya no me quedaría otra que ser yo quien diera el primer paso. Pero había que mantener las formas y darle la oportunidad de que creyese que él me había seducido.
Si esas palabras no eran el visto bueno definitivo a la situación, ya no sé que podía esperar más. Tocaba pasar a la tercera y definitiva fase.
Dejé el vaso de ron sobre el escritorio y me senté junto a ella en la cama. Le miré y le sonreí. Ella me devolvió la sonrisa. Le cogí la mano y se la acaricié. Ella continuó sonriéndome. Acerqué su mano a mis labios para besársela pero ella me lo impidió abalanzándose sobre mí y besándome en la boca apasionadamente. Ambos caímos sobre la cama.
De repente, aquella chica que necesitaba un empujón de sus amigas para conocer a un chico, había tomado la iniciativa y me estaba comiendo la boca como si la vida le fuese en ello. Antes de que pudiese reaccionar, colocó su mano en mi entrepierna y empezó a masturbarme por encima del pantalón. Necesitaba tomar las riendas de la situación. Como pude, me zafé de su boca y le dije
- Espera, espera, no tan deprisa…
Marie pareció sorprenderse. Quizá lo entendió como una reprimenda a sus actos, por lo que rápidamente reaccioné colocándome sentado sobre ella y sujetándole las manos extendidas sobre la cama.
- Quieta fierecilla, que estás en mi territorio y aquí cazo yo.
¡Toma ya! Menuda frasecita le había soltado, como si yo fuese todo un devorador de hembras. Pero que narices, había sonado bien y me había vuelto a dar la iniciativa.
Inmóvil como la tenía, mi boca se acercaba a la suya esquivando las fingidas dentelladas que me lanzaba. Cuando bajó un poco la guardia, me lancé sobre su cuello con un mortal chupetón en la yugular de efecto inmediato, pues desde ese mismo instante se rindió y se entregó totalmente a mí.
¡Vaya con la mosquita muerta! Ahora se las daba de fiera y la verdad es que no lo hacía nada mal. Decidí seguirle el juego y dejarme hacer, mas que nada porque me estaba gustando. Sin ni siquiera darse cuenta había acertado en mi punto débil, el cuello, y me estaba provocando unos escalofríos que me recorrían todo el cuerpo y me estaban poniendo la piel de gallina. Al instante noté como tiraba de mi camiseta para sacármela. Levanté los brazos e inmediatamente mi lacoste volaba por su habitación.
Su boca comenzó a recorrerme el cuello bajando muy lentamente hasta mis pechos. Noté como mordía mis pezones por encima del sujetador. Como pude me solté las presillas del sostén y lo lancé por los aires siguiendo el camino de la camiseta. Ahora podía sentir el contacto directo de su boca sobre mis pezones, los cuales mordisqueaba y chupaba con generosidad. Parecía definitivamente lanzado, por lo que decidí librarle de su camiseta. Como antes ocurrió con mis prendas, la suya también voló, aterrizando esta vez sobre la pantalla del ordenador.
Por un instante nos quedamos inmóviles, mirándonos. Sentado sobre mí parecía esperar una última señal que le convenciese definitivamente de mi aceptación. Yo ya no estaba para más dilaciones, así que me desabroche el pantalón y le pedí que me lo quitase. Carlos se incorporó y tiró suavemente de él hasta que me lo sacó por completo. Yo me quité rápidamente el tanga y abrí mis piernas semiflexionadas para mostrarle explícitamente mi sexo.
- ¿Y tú no te desnudas? –le dije-
Mikel no dudó un instante. De pié, junto a la cama, se quitó primero los pantalones dejando ver un enorme bulto que pugnaba por escapar de sus slip. Me incorporé y me senté a un lado de la cama, frente a él. No podía dejar de mirar aquel bulto imaginando como sería lo que había debajo.
- Siéntate –le pedí-
Me coloque de rodillas frente a él y empecé a acariciar su pene por encima del slip. Estaba duro, muy duro, y caliente, muy caliente. Lo sentía palpitar al contacto con mi mano. Él no decía nada, solo se dejaba hacer, así que pensé que era el momento adecuado para liberarlo de su prisión.
Metí mi mano bajo su slip y lo agarré con fuerza. Realmente estaba muy duro y solo con imaginar tenerlo dentro de mí ya me hacía perder el sentido. Con suma delicadeza lo saque por fuera del slip para poder contemplarlo. Era grande, no en exceso pero lo suficiente para contentar a cualquier mujer, pero sobre todo era bonito, de los más hermosos que había visto nunca y se le veía tan firme y robusto que sin duda sería una excelente máquina de placer.
Pero antes de sentirlo entre mis piernas, no podía resistirme a disfrutarlo en mi boca. Terminé de quitarle el slip y acerque mis labios a su sonrosado glande. Lo besé sutilmente y deslicé mis labios por su pene hasta llegar a sus testículos. Estaban prietos y duros como dos piedras. Extendí la lengua y lamí su pene en sentido inverso, de abajo a arriba, con un lento recorrido que finalizó con su glande dentro de mi boca.
¡Dios mío! La forma de chuparla de aquella chica era bestial. Para tener miedo a los encuentros sexuales su forma de hacerlo no era precisamente la de una inexperta. Sabía perfectamente lo que me gustaba y se esmeraba en proporcionármelo. Me la habían chupado antes, no muchas veces la verdad, pero nunca como lo hacía ella. Para nada era tosca, al contrario, lo hacía delicadamente y combinaba a la perfección la intensidad de sus labios sobre mi polla con las caricias de su lengua sobre mi glande. Es difícil explicarlo, hay que sentirlo para saber hasta donde llegaba su habilidad. Hubiera dejado que siguiera hasta correrme, pero no podía ser egoísta con esa preciosa chica y yo también tenía que hacerla disfrutar como ella me estaba haciendo disfrutar a mi.
- Espera Marie, no sigas o pronto acabaré por correrme. Déjame ahora a mí.
Y dicho eso, la incorporé y la tumbé sobre la cama. Ahora era mi turno.
Nuevamente pude contemplar la belleza de su sexo, aparentemente virginal, con escaso vello y escondido bajo sus labios mayores. Acerqué mi rostro y comencé a besar la parte interior de su muslo, lentamente, suavemente, ascendiendo milímetro a milímetro con cada beso. Sentía como se estremecía conforme me acercaba a su sexo. Me pareció que era una dulce tortura retrasar el momento del contacto, permitiendo únicamente que sintiese mi aliento cada vez mas cerca, estimulando su deseo para intensificar su placer. El problema era que yo también deseaba encontrarme con su cálida vagina lo antes posible.
Finalmente, muy levemente mi lengua alcanzó su sexo. Nuevamente sentí como Marie se estremecía. Tan solo un contacto, un leve contacto, la había hecho gemir. En ese momento sus manos sujetaron mi cabeza y empujaron para que no pudiese retirarme. Me gustaba lo entregada que estaba. Coloque mi lengua en su zona perineal y recorrí de abajo a arriba su sexo, separando los labios internos y descubriendo su hasta entonces oculta caverna. Era como en el mejor de mis sueños, con mi boca entre las piernas de la más hermosa de las ninfas, totalmente dispuesta y entregada a los placeres del sexo.
Yo soy un ferviente adicto al sexo oral y siempre que tengo la oportunidad lo practico con el máximo esmero, tanto si soy yo quien lo hace como si me lo hacen a mi, por lo que esta ocasión resultaba inigualable para satisfacer hasta el clímax a una preciosa chica que abría sus piernas para mí.
No sé el tiempo que pasé comiéndole el sexo, tratando de descubrir en que punto, con que caricia disfrutaba más, y cada vez que lograba arrancarle un gemido de placer era como si yo lo estuviese disfrutando en carne propia. Cada vez estaba más cómodo, cada vez disfrutaba más de lo que hacía y cada vez María estaba más cerca de alcanzar el orgasmo. Sus jadeos evidenciaban que estaba a punto de estallar. Y así fue. Arqueó sus caderas y se corrió salvajemente mientras yo continuaba estimulando su clítoris con mi lengua.
Por un instante todo se me nubló. Estaba teniendo uno de los orgasmos más satisfactorios que recordaba. Carlos había hecho un trabajo increíble con su boca y ahora deseaba que lo culminase con su polla. Esta súper excitada y súper sensible. Mi sexo palpitaba esperando ser penetrado tras el orgasmo vivido. Era hora de que aquel fornido falo encontrase refugio dentro de mi receptivo sexo.
- Carlos, eres maravilloso. Me has hecho disfrutar como nunca y ahora es el momento de que tú también disfrutes como te mereces. Pero antes quiero pedirte un favor.
- Claro Marie, lo que tú quieras.
- Quiero grabar con mi móvil como me la metes.
El pobre chico se quedó de piedra. No entendía nada y yo no podía explicárselo. El vídeo serviría para demostrar ante mis amigas que había cumplido con lo establecido y que me había acostado con él, pero claro, esa justificación no podía planteársela.
- Perdona si he sido un poco brusca al pedírtelo, pero yo no hago este tipo de cosas muy a menudo, así que me gustaría tener un recuerdo de este momento, ya que está siendo la primera vez que no tengo ningún miedo a soltarme sexualmente… y todo gracias a ti.
Esperaba haber sido suficientemente convincente al haber jugado con su sensibilidad y al haber reforzado su hombría.
- No sé, nunca antes he grabado ningún encuentro sexual, para mi es algo muy intimo y no sé si es buena idea filmarlo con el móvil.
- Te entiendo y te respeto. Esto es cosa de dos y si tú no quieres, yo no tengo ningún derecho a pedírtelo. Pero me hubiese gustado tenerte perpetuamente para mi solita y revivir cuantas veces quisiese este inolvidable momento.
Carlos se quedó pensativo.
- Creo que no debo ser tan egoísta –concluyó Carlos- Eres la chica mas hermosa y complaciente que he conocido en toda mi vida, y para mí es todo un halago que quieras tenerme y disfrutarme cuantas veces quieras.
- ¡Gracias, eres un cielo!
A pesar de la interrupción, la erección de Carlos no había disminuido un solo milímetro. Cogí mi móvil y comencé a grabar, primero como se colocaba el preservativo, y después como me la metía de un solo empujón. Estaba tan mojada que se deslizó hasta dentro sin dificultad alguna. Sentirla entrar fue una sensación sumamente placentera, tan sensible como estaba, mis paredes vaginales eran un cúmulo de pequeños y deliciosos chispazos de placer. Casi no podía sostener el móvil mientras me penetraba, así que decidí que con lo grabado valía y me entregué a la conquista de un segundo orgasmo.
Por fin me estaba follando a aquella preciosidad. Mi polla deseosa de sexo estaba a punto de estallar y concluir con un apoteósico final una imprevista cita que nunca hubiese podido ni imaginar.
Marie ya había dejado de grabar, eso demostraba que estaba disfrutando tanto o más que yo y que no quería distraerse con otras actividades ajenas al sexo.
Era preciosa. Tumbada sobre la cama, con sus piernas sobre mis hombros y sus pechos balanceándose al compás de mis embestidas. Por una parte no quería que esto terminase nunca, pero por otra deseaba llegar al orgasmo que culminase este fantástico momento. En esas que Marie interrumpió mis pensamientos.
- Espera, hagámoslo de otra forma
- ¿Y como quieres hacerlo?
- Por detrás
- ¿Por el culo?
- No tonto, por detrás, a cuatro patas, a lo perrito, pero no por el culo ¿eh?
- Claro, como tú quieras
Y se puso a cuatro patas sobre la cama. Tenía un culito perfecto, no había tenido oportunidad de vérselo tan bien como hasta ahora. Si bajo los pantalones prometía, al natural superaba todas las expectativas. Metérsela con esta vista iba a ser el colofón perfecto a un polvo de ensueño.
En esta postura su sexo se veía completamente abierto, carnoso, sonrosado y húmedo, pidiendo a gritos ser follado. Así que se la metí sin más. Primero despacito, con lentitud, observando como desaparecía poco dentro de su coño y como volvía a aparecer emergiendo de sus entrañas, una y otra vez. Ella gemía con intensidad, como si su anterior orgasmo no se hubiese difuminado, moviendo su culo cada vez más rápido en busca de una mayor intensidad. Arrecié mi ritmo follándola con fuerza, sin descanso, esperando que de un momento a otro descargase toda mi excitación, presagiando una de mis más salvajes corridas.
Fue fantástico. Nos corrimos al mismo tiempo. Mi cuerpo temblaba de placer y sus gemidos se habían transformado en gritos incontrolables. Ella cerró sus piernas para sentirme mejor mientras vaciaba mis últimos estertores. Finalmente ambos caímos rendidos sobre la cama, permaneciendo tendido sobre ella, todavía sin sacarla durante unos instantes más. Había sido un polvo inolvidable.
Al día siguiente mis amigas querían saber con todo tipo de detalles lo que había sucedido. Les enseñé el vídeo y alucinaron con lo que vieron, aunque les resultó decepcionante que no lo hubiese grabado hasta el final.
En cuanto a Carlos, no volví a verle más. Me dio su número de teléfono para que le llamara cuando quisiese, pero nunca me atreví a hacerlo. Había conocido a una chica tímida que le había entregado su intimidad de una forma tierna y sensual, y prefería que me recordase así antes de que descubriese mi verdadera personalidad, mi auténtica vida alegre y licenciosa y el tipo de juegos al que el grupo de amigas nos desafiábamos. Por mi parte había estado bien así, aunque nunca he dejado de pensar en que un chico como Carlos era lo que me convenía para ordenar mi vida. Quizá un día nos volvamos a encontrar casualmente y puede que entonces todo sea distinto, puede que entonces yo también sea distinta.