La apuesta
¿Hasta donde puedes llegar apostándote tú?
La apuesta.
Estoy de caza en X, el local gay de referencia en Palermo.
¿Me das fuego?- pido al hombre que me mira con lujuria.
Yo con mi panamá blanco, bajo el que se ve mi pelo negro y la pequeña coleta. Mis ojos pardos, chispeantes . Mi nariz recta, ligeramente respingona. Mi boca con labios golosos y sensuales. Mi moreno que destaca con la camisa blanca de algodón, y el ambos de lino crudo. Sólo la corbata azul, y los mocasines negros de Guido, dan color a mi atavío.
Me está devorando.
Enciendo el Lucky y le arrojo el humo a la cara.
Me gusta, mas alto que yo, pelo negro, facciones duras , de depredador, con ironía en sus ojos semiverdosos, nariz grande, cuando sonríe los dientes de carnívoro destacan entre la barba. Una remera negra le marca los hombros anchos y los pectorales poderosos, y deja ver la piel bronceada de sus brazos velludos. Me parece una mezcle de oso y tigre. Levys negros y náuticos.
" Te voy a destrozar"- me dice desde su deseo.
"Cuando quieras"- respondo.
Paga las copas, y me agarra de la mano para sacarme del local.
En un Peugot 307 vamos a su casa.
En el ascensor, sólo nos miramos, llenándonos de lujuria. Son 18 pisos.
Al entrar, en el salón, con un enorme ventanal, que deja ver las luces de Buenos Aires en la noche, no podemos controlarnos. Yo apenas tengo tiempo de sacarme el sombrero, el saco, y bajarme los pantalones y el boxer.
Me arrodilla , apoya mi cuerpo en el sofá, y sin mas miramientos, llena de saliva el valle entre mis nalgas, embadurnando mi esfínter , se pone un forro, y me clava su verga.
Me duele, grito, pero me ha sujetado bien, apenas puedo moverme. Sólo recibir los ataques de su ariete en mi cuerpo.
"Te gusta así, lo sé, con violencia, como animales"
Es cierto, y me dejo llevar en ese camino, que transcurre desde el dolor al placer.
Los últimos golpes son brutales, rápidos y profundos, por fin siento como se derrama en mi interior.
Saca su verga y se tumba a mi lado.
Yo no he acabado, así, que me paro frente a él, me quito la camisa, dejándome la corbata y me vuelvo a poner el sombrero.
Tengo los pezones erectos, estoy excitada, mojada, caliente como una perra en celo.
Pongo un pie a cada lado de su cuerpo.
Empiezo a acariciarme la concha, primero rotando mi mano, después haciendo que mi clítoris se muestre. Chupo mis dedos, que llenos de saliva, se convierten en maquinas de placer.
Me mira mientras me masturbo. No es un niño, está próximo a los cincuenta, creo que ha tomado algo, porque la columna empieza a levantarse.
El orgasmo me llega entre temblores. Me dejo caer sobre su muslo para que sienta la humedad de mi sexo. Mis manos buscan su verga, y la acaricio hasta que se endurece como una piedra. Me coloco sobre ella, y busco el empalamiento.
Le cabalgo, sigo mi ritmo, a veces rápido, otras lento. Con toda dentro, me muevo adelante y atrás hasta venirme.
La tiene muy dura, me doy cuenta que le va a costar volver a soltar la leche, así que abuso de su verga erguida hasta que llego a mi tercer orgasmo.
Me arrodillo a su vera, mi mano derecha empuña su arma, está lubricada con mis jugos, la subo arriba y abajo, quiero que se corra.
"Chúpala."- gime.
Mis labios rodean su glande , pero no dejo de masturbarle.
Chilla cuando la leche me llena la boca.
La trago, me gusta el sabor del semen.
"Te he ganado la apuesta. He ido a la confitería gay, y lo he hecho contigo como si fuera un hombre, aunque creo que te ha gustado también cuando he sido mujer"
"Zulma, no pensé que lo harías."
"Me debes 1000 pesos, esa era la apuesta."
Mientras me visto, me da el dinero. Pido un remise y me voy a casa.
Mamá y su marido, Adolfo, me están esperando para cenar.