La Apuesta
Dos amigos, una apuesta. Ella está convencida de tener 5 orgasmos en una hora, todos diferentes. Él no se lo cree y acepta el reto... lo que no sabes es que se arrepentirá y mucho.
- Una hora, sólo necesito una hora – Decía Sonia a Enrique mientras tomaban un café en el centro comercial donde ella trabajaba.
- Vamos, Sonia, no te lo crees ni tu… Es imposible que te corras de 5 formas distintas en una hora, no me lo creo .
Llevaban un buen rato hablando de sexo y de las experiencias que habían vivido estos últimos meses. Eran buenos amigos desde hacía tiempo y les encantaba contarse sus aventuras sexuales a ver quien la había hecho más excitante que el otro.
La conversación derivó en una apuesta muy simple: Sonia aseguraba que sería capaz de correrse de 5 formas distintas en una hora si Enrique se ofrecía para ayudarla haciendo todo lo que ella le pidiera.
Él le tomó la palabra y quedaron en verse al día siguiente en casa de la chica por la mañana para comprobarlo. Los dos se fundieron en un abrazo y en un beso en los labios que sellaba el pacto. Inmediatamente cada uno se fue a lo suyo, pero ambos estaban sobre excitados pensado en lo que iba a pasar al día siguiente. Enrique estaba convencido que era imposible que, aunque se pudiera correr varias veces Sonia sería incapaz de hacerlo de tantas maneras diferentes.
A la mañana siguiente Enrique recibió un mensaje a primera hora: “No desayunes nada, estoy preparando algo para comer exquisito”. La idea le pareció genial, no le apetecía prepararse nada y se vistió pensando ya en cómo le sorprendería Sonia.
Al rato estaba llamando al timbre de casa de Sonia. Ella, sexy como siempre, le abrió vistiendo una bata de seda anudada torpemente, dejando entre ver un generoso escote y entreabriéndose pícaramente para mostrar las piernas de la chica. Él no quiso mirar descaradamente pero su intuición le decía que ahí debajo no había nada de ropa.
- Pasa, pasa, Enrique, perdona que no me haya vestido, pero me he levantado hace poco. Ayer llegué muy tarde del trabajo y me fui directa a dormir, ¡¡Ni tan sólo me di una ducha!!
Esa revelación dejó un poco descolocado a Enrique, ya que era evidente que esta mañana tampoco lo había hecho. Cuando le dio los dos besos ya lo notó, su olor corporal era fuerte. Sonia era alta, corpulenta. Hace tiempo llevaba el pelo largo, rizado, pero había pasado una mala época de salud y ahora lo llevaba sin teñir, con un tono gris y corto. Seguía manteniendo esa sonrisa malévola y el encanto intacto que hace tiempo cautivó a Enrique.
Entraron hasta el comedor y vio como, en la mesa, había preparado todo lo necesario para desayunar. Tenía muy buena pinta si no fuera porque… ¡Sólo había un plato, una taza de café, una servilleta…!
Dándose la vuelta Enrique le dijo a Sonia: - Te has dejado la mitad de cosas al poner la mesa, como se nota que no has dormido mucho y aún no te has despejado con una buena ducha, jajaj…. Pero… ¿Qué es eso?
Sonia estaba en la puerta del comedor, apoyada en el marco, con las piernas cruzadas, una mano en la cintura y en la otra unas esposas metálicas que se balanceaban amenazadoras.
- ¡¡¡Desnúdate, te quiero en ropa interior ya!!! – Le dijo Sonia con voz imperativa, pero sin perder la sonrisa inquietante que ponía tan nervioso a Enrique que anulaba cualquiera de sus pensamientos.
- Hummm, bien, empiezas fuerte… vale, juguemos, pero sigo pensando que no lo conseguirás. Hay que tener mucha imaginación para lo que pretendes.
Mientras decía eso se quitó la camiseta, se bajó los pantalones, se quitó zapatos y calcetines y se dio la vuelta poniendo las manos a la espalda. Sonia no tardó en ponerle las esposas y darle de nuevo la vuelta. Bajo los slips la erección de Enrique era más que evidente lo que agradó a Sonia y la hizo sonreír relamiéndose los labios mientras le acariciaba su miembro por encima de la tela fina que lo cubría.
Sin saber de donde salió Sonia le puso un collar de cuero que llevaba un aro en la parte delantera. Acto seguido le puso una cadena metálica y tiró de él como si fuera un perro a merced de su ama. Tiró y tiró hasta que bajó la cara a la altura de los pechos de Sonia. Ella le atrajo más y más y él pudo hundir su rostro entre sus tetas que subían y bajaban rápidamente por la excitación de la chica. Él intento lamerlas, pero ella no le permitió hacerlo porque siguió tirando hasta que tuvo que arrodillarse y sentarse sobre sus talones.
La visión de Sonia, brazos en jarra, con la cadena sujeta en su mano y deleitándose con el espectáculo hizo sentir una profunda humillación a Enrique que bajó la mirada y lentamente se fue acercando a los pies de su amiga, en fundados en unas zapatillas abiertas por detrás. Le besó primero un empeine, luego el otro… tenía que ganar tiempo para evitar que transcurriera la hora que, por cierto, no sabía si ya había empezado.
- Hace 10 minutos que has llegado, me quedan aún 50 minutos para ganarte la apuesta – le dijo ella aclarando sus dudas.
Ella se fue hacia la mesa del comedor donde estaba preparado, ahora era evidente, el desayuno para ella. A él le obligó a ponerse bajo la misma, justo delante de la silla donde se iba a sentar Sonia. Puso la cadena por encima de la silla y le dio un par de vueltas al respaldo, haciendo que Enrique apoyara la barbilla justo en el borde del asiento.
Sonia se sentó en la silla de forma que su culo ocultó la cadena y abrió bien las piernas. Ahí fue cuando Enrique se vio perdido ante aquella mujer que tenía muy bien pensado lo que le iba a hacer. Poco a poco fue desplazando las caderas hacia adelante y se abrió la bata del todo, lo que ofreció a Enrique un espectáculo impresionante: El coñito de Sonia lucía reluciente, y lo digo en sentido literal, porque estaba húmedo de excitación por la escena que había organizado. El olor también jugó un papel importante ya que, como era evidente, la falta de una buena ducha no hacía más que aumentar el aroma de su entrepierna, lo que excitaba aún más a Enrique.
De rodillas, con las manos en la espalda sujetas por las esposas, la polla dura a punto de reventar en su ropa interior y la rajita peluda de Sonia a escasos centímetros de su cara entendió que era ella la que dominaba la situación y esperó recibir la orden que sabia que le haría comerse ese coñito. Pero, por sorpresa suya, Sonia hizo aparecer bajo la mesa una loncha de queso enrollada, se la puso dentro de su vagina dejando buena parte fuera.
- Come… no creas que te dejaré sin desayunar, pero no quiero que la saques de ahí. – Sin pensárselo un segundo Enrique empezó a comerse el queso. Sonia también se puso a desayunar viendo la TV como si nada.
Lentamente, mordisco a mordisco se fue terminando el queso hasta que ya prácticamente no se veía resto de la comida. En un último esfuerzo se comió la parte que quedaba apoyando la nariz sobre el clítoris hinchado y rojizo de su amiga. Ella, con toda la intención del mundo, acercó aún más su entrepierna a su cara y él sacó su lengua para saborear la humedad salada de esos labios que le envolvían buena parte de su rostro.
Ella le agarró por el pelo y le apretó con fuerza. Él lamía lo que podía hasta que se pudo centrar en su clítoris. Lo lamió, chupó, mordisqueó y lo restregó por su cara. No podía apartarse y respiraba con dificultad, pero, por suerte, Sonia no tardó en correrse en su cara. Durante unos segundos sufrió de verdad porque ella apretó con mucha fuerza su cabeza entre sus piernas que también cerró alrededor de su cabeza. El olor, la humedad, la tensión de sus músculos… aquel momento se le hizo eterno hasta que ella se relajó. Parecía que había pasado una eternidad, pero todo había sucedido en 5 minutos: 1er orgasmo para ella. Era fácil correrse con esa excitación, pero ahora le iba a costar más seguro.
Sonia le obligó a lamerle la cara interior de los muslos par que no quedara restos de comida, jugos y saliva del chico. Luego se levantó y le hizo caminar de rodillas hasta el sofá que estaba al lado de la mesa. Le hizo sentar en el suelo y apoyar media espalda sobre la cheslón del sofá. Ella le puso un par de cojines en el culo para que no estuviera incómodo del todo, pero en seguida descubriría que no sería la posición más cómoda del mundo.
Sonia, con la bata puesta pero totalmente abierta se estiró en la cheslón y puso su pierna encima de enrique, quedando la parte anterior de su rodilla justo sobre el cuello de su amigo. Él, sin apenas poder moverse, tenía dificultades para respirar de nuevo. Solo veía aquel trozo de carne fuerte y pesado sobre él. Mirando de reojo veía la pantorrilla y el pie de la chica, y hacia el otro lado el muslo que prolongaba con el resto del cuerpo de Sonia que le miraba con satisfacción. Con los dedos le hizo la señal de victoria, aunque en realidad le estaba mostrando el nº 2: Le estaba anunciando el segundo orgasmo, pero antes quería jugar un rato con él. Con la otra pierna fue bajando por su cuerpo hasta llegar al bulto espectacular de Enrique. Hábilmente le bajó el slip y liberó la polla bien dura, roja y con la punta mojada por el líquido que desprendía.
Suavemente inició un movimiento de masaje por encima del miembro, esparciendo el viscoso líquido que le ayudaba a masturbarle lentamente. Unas veces pasaba la planta del pie por encima de su polla, otras el empeine por debajo, levantando el pie para forzar que el miembro apuntara hacia el techo y llegara a un punto controlado de dolor. Él soltaba gruñidos, pero aguantaba como un campeón todo lo que ella le hacía. La incomodidad de la posición le impedía llegar a un orgasmo.
Concentrado en respirar, en mantener la espalda recta e intentar llegar al orgasmo no se dio cuenta que Sonia había cogido un consolador de dentro del cajón de la mesita del comedor y se lo introducía lentamente en su coñito gimiendo cada vez que éste casi desaparecía en la cueva oscura de placer de Sonia. Ella se auto follaba viendo como su amigo sufría bajo su pierna, se retorcía por sentir más y más en su polla y agonizaba por no tener su ansiado orgasmo. Él la miró, sus ojos cruzaron la mirada y ella sonrió, respirando y jadeando cada vez más hasta que echó la cabeza hacia atrás y soltó unos gemidos que se podían haber oído en la plaza del ayuntamiento. La tensión de su pierna casi asfixia a su amigo, además estiró su pierna derecha haciendo que la polla de Enrique casi mirara hacia sus pies.
Por suerte duró unos instantes hasta que ella se relajó. La rodilla sobre la boca de Enrique le impedía decir nada, mientras Sonia se recuperaba lentamente de su 2º prometido orgasmo.
- Bien, muchacho, ya van 2… y hace 23 minutos que has llegado… creo que vas a perder la apuesta.
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Pasaron unos instantes que se hicieron eternos para Enrique. Sonia no se movía, respiraba profundamente y recuperaba el aliento poco a poco. De pronto ella levanto sus piernas y se sentó en el sofá, de lado. Él cas por inercia se dio la vuelta al costado derecho y su cara quedó encastada en la cadera de su amiga. Él también se recuperaba del esfuerzo dejando caer su cuerpo en el suelo y apoyando su torso sobre el mismo sofá donde descansaba el culazo de Sonia.
Ella le acarició el pelo como quien acaricia a una mascota y se levantó sin decir nada. Él acabo de rodillas con el pecho sobre el sofá y oliendo el aroma intenso de mujer que había dejado sobre el tejido la chica. Su polla, dura como una piedra, no daba tregua a su ansioso deseo de correrse, pero maniatado poco podía hacer; rozarse con el sofá era una alternativa, pero aún le quedaba un poco de dignidad para hacer eso, prefirió esperar al siguiente movimiento de Sonia.
Ella volvió con la bata puesta y unos zapatos de tacón que le aumentaban la altura cuatro o cinco dedos. El ruido seco de los tacones sobre el gres hizo que Enrique se girara y se quedara sentado en el suelo admirando a aquel pedazo de mujer: Con la bata apenas anudada en la cintura, lo justo para no dejar ver parte de sus pechos ni su entrepierna, pero mostrando sus muslos, pantorrillas y pies por completo Sonia, una vez más, se quedó contemplando a su amigo exhausto y rendido a sus torturas. Sabía perfectamente que aún podía exprimirlo más y que ella obtendría sus orgasmos prometidos.
Se acercó a él y le agarró del collar, obligándole a ponerse en medio del comedor, de rodillas sobre la alfombra. Se puso de culo frente a su cara, se levantó la bata y le mostró su gran trasero que quedó a dos dedos de su nariz.
- Vas a tener unos minutos para poder masturbarte con mis pantorrillas. Pero para eso tendrás que lamerme mi culito de manera que parezca el mejor manjar que has tenido en tu vida, saboreando cada centímetro del mismo y, especialmente, dándome placer con tu lengua en mi agujerito y hasta donde llegues más abajo. Puede ser tu única oportunidad de correrte, tu mismo .
A él se le abrió la puerta del cielo. Había visto varios videos por Internet donde los chicos se masturbaban por detrás, de rodillas, con las pantorrillas de las chicas mientras ellas estaban de pie. Atado era más complicado, y más si tenía que centrarse en el culito de su amiga, pero sabía que tampoco tardaría mucho en correrse así que no se lo pensó dos veces.
Se irguió de manera que su polla quedara justo a la altura de los gemelos de Sonia, en la parte en la que se tocaban entre si y fue metiendo su miembro poco a poco. Ella, para ayudar, separó un poco las piernas y luego las cerró para aprisionar el duro y venoso miembro rojo como un tomate por la acumulación de sangre. Los zapatos de tacón no ayudaban porque la altura que había ganado obligaba a Enrique a subir su cuerpo lo máximo posible, pero no le quedaba otra.
Al mismo tiempo, con suaves besos, empezó a dar culto a ese trasero sudoroso y tierno que le ofrecía Sonia para degustar. Con lentos movimientos de cadera se follaba las pantorrillas de su amiga mientras se centraba en adorar esas dos bolas de carne que se cerraban en una zona oscura que ocultaban el canal alternativo del placer que, de buen grado, penetraría si pudiera.
Era complicado coordinar los movimientos con su lengua explorando cada zona del culito de ella, pero lo intentaba como podía. Eso provocaba que no fuera tan fácil eso de correrse en un momento como había supuesto. Ella, para facilitarle el camino se echó un poco hacia delante, abriéndose el culo con las manos y dejando su parte más rosada y estriada delante de él. Eso le permitió sacar aún más la lengua y buscar la carnosidad de ese agujerito que demandaba algo de humedad para disfrutar de la penetración de la lengua de Enrique.
De golpe él noto como algo le apretaba hacia el trasero de la chica: Con el cinturón de la bata Sonia le apretaba hacia su culto, anudándolo delante para que él no pudiera apartarse. Ahora ya volvía a tener problemas de respiración ya que ni venía nada ni podía respirar por la nariz. Solo la lengua buscando las humedades y los flujos de la chica podía, al mismo tiempo, podía recoger algo de aire para no sucumbir. Las embestidas del chico eran imprecisas, arrítmicas en incluso se salían de los gemelos frecuentemente. Los flujos que el mismo soltaba hacían que la polla se escurriera una y otra vez y era imposible llegar al orgasmo, pese a estar en las puertas constantemente.
Ella se apoyó en la mesa del comedor lo que hizo que Enrique llegará a su rajita y notara la humedad que se desprendía. Su nariz sumergida en el agujero respiraba aromas mezcla de todo un poco. La embriaguez que sentía no le dejaba pensar, solo actuar: Lamía, chupaba en incluso tragaba todo lo que podía. De pronto notó algo duro que de vez en cuando le tocaba su lengua: Era la mano de Sonia que, introduciendo dos dedos en su vagina y rozando la palma de la mano con su clítoris se masturbaba mientras notaba la cara de su amigo encajada entre sus glúteos y veía la polla rozando constantemente con su piel anhelando el orgasmo.
Como no podía ser de otra forma… Sonia se corrió ostentosamente temblando y haciendo tragar a Enrique todo tipo de flujos y restos del orgasmo de la chica. Él, sin poder evitarlo, notó como la chica separaba las piernas y dejaba de estar en contacto con su polla. Los gemidos eran de escándalo… la muy zorra estaba a mil por la situación que había provocado y lo estaba disfrutándose corriéndose por todo lo alto.
Finalmente soltó el cinturón de la bata y Enrique cayó al suelo extenuado, temblando de placer, cansancio y asfixia. Frente a él Sonia apoyada en la mesa, las piernas bien abiertas y las gotas de flujo cayendo entre sus muslos, chupándose los dedos para limpiárselo y mirando por encima del hombro a su amigo hundido en la miseria en el suelo, suplicando con la mirada un orgasmo. Ella hizo que no con la cabeza y se incorporó. Sin dejarlo apenas reaccionar le levantó poniendo sus manos bajo las axilas. Con la boca aún llena de su propio flujo le dio un beso metiéndole la boca hasta la campanilla. De nuevo sintió ese cuerpo lleno de curvas en contacto con el suyo durante unos instantes, pero apenas lo pudo disfrutar porque ella le tumbó de cara sobre la mesa del comedor, donde ella había estado hacía unos instantes.
Con el cinturón de la bata le ató los dos tobillos a las patas del mueble. De la argolla del cinturón enganchó una cadena que ató al otro extremo de la mesa. Él quedó totalmente expuesto, sobre la fría madera sin apenas poder ver nada, con las manos a la espalda y las piernas bien separadas y sujetas.
Sonia no tardó en ir a buscar a su habitación uno de sus artilugios preferidos: Un arnés consolador de doble dildo. Él no lo vio hasta que no pudo sentirlo apuntando a su culito. Los instantes previos se hicieron eternos porque oía como ella rebuscaba en el armario, sus tacones se acercaban, se oía como picaba con ellos dos veces en el suelo (la acción de ponerse el arnés) y luego, como comprobación final, se lo encontró frente a su cara. Sonia estaba desnuda de nuevo, con un pedazo de polla de goma negro entre sus piernas, aplicándole vaselina lentamente mientras hacía como si se estuviera masturbando. Cogiéndose ese miembro postizo le pegó un par de pollazos en la cara de su amigo riéndose a carcajada limpia.
- Eres… una… zorra… sin sentimientos. Sabes que esto no quedará así, me vengaré y llorarás .
- Jajajajaja, si, si, claro, como siempre… y al final acabas haciendo lo que yo quiero y como yo quiero… ¿No te das cuenta? En el fondo sabes que eres mío, yo mando y tu obedeces, no hay más .
Él se calló porque sabía que, en el fondo, tenía razón. Se dejaba meter en estos fregados porque realmente le gustaban, le daban morbo y no podía evitarlo, aunque al final se arrepintiera porque ella iba demasiado lejos.
Lentamente fue dando la vuelta a la mesa hasta situarse detrás de él. Cogiéndole de las esposas con la mano izquierda usó la derecha para encarar su polla en el esfínter del chico. Seguía repartiendo bien la vaselina por todo el miembro para estar segura que no tuviera ningún punto de obstrucción ni de atasco. Observó que la polla del chico estaba sobre la pesa, aprisionada entre la madera y su barriga. Le levantó un poco para ponerla en posición vertical, apuntando hacia abajo. Esto provocó que quedara la parte trasera del glande a total disposición de la chica, que ni corta ni perezosa se puso en cuclillas y empezó a lamerle justo en la parte donde termina el glande y empieza el tronco del pene. Es una de las partes más sensible de la polla y donde, con una eficaz y genial manipulación, es bastante posible hacer que el hombre eyacule sin hacer apenas mucho más.
Esta previa a lo que se venía a venir fue una dulce tortura que, a la vez que insoportable, concedió unos minutos de placer impagables. Tanto fue así que, gracias a la fantástica lengua de Sonia y sus sabios movimientos hizo que se corriera como un poseso gritando de placer y soltando una cantidad de semen espectacular. Ella lo recogió con la mano para evitar que manchara la alfombra. Siguió propinando lengüetazos a la polla durante un buen rato, lo que convirtió el momento de placer en una tortura insoportable debido a lo sensible que estaba el glande. Eso no le importó a la chica que siguió haciendo sufrir a su amigo hasta que se cansó de oírle suplicar. Se levantó y se fue de nuevo frente a él. Le tapó la nariz y cuando él abrió la boca para respirar le introdujo en su interior su propio néctar que llevaba esparcido por toda l mano obligándole a tragárselo hasta la última gota. Para ello le puso también sus bragas usadas y le amordazó con una bola con tiras de cuero para asegurarse que no las escupiera. Él fue tragando poco a poco y los sabores del semen y de la prenda usada se entremezclaron provocándole arcadas que no tuvo más remedio que aguantar.
No tuvo mucho tiempo más para pensar en lo que tenía en la boca cuando notó la punta de la polla enorme de plástico encarando su culito. Casi sin darle tiempo de prepararse notó como se introducía lentamente en su interior. Gritó, y mucho, pero nadie le oyó, casi ni en el mismo comedor fue suficientemente audible. Sonia, sin piedad, iba lentamente entrando y entrando. Por suerte Enrique ya había tenido alguna experiencia de sexo anal pero nunca con un dildo de ese tamaño.
Lo que él no sabía es que ese arnés tenia doble polla, es decir, que Sonia tenía en su interior otro miembro que, al mismo tiempo que estaría penetrando a su amigo ella también notaría algo duro en su interior entrando y saliendo. La polla fue entrando lentamente hasta que llegó a la mitad. Ahí la aguantó unos segundos y luego la volvió a sacar, pero sin pausa alguna volvió a penetrarle y esta vez un poco más… así fue follándole el culo una y otra vez hasta que la enorme polla entraba y salía. Al mismo tiempo, cuando se retiraba la polla que tenía ella en su interior salía de su habitáculo y se volvía a meter cuando penetraba a Enrique con dureza. Era la combinación perfecta: Follar mientras te follan.
La escena era de lo más excitante: el chico sobre la mesa, manos atadas a la espalda, cadena en su cuello para que no se levantara, la boca con una bola roja de la que caían gotas de saliva mezcladas con su propio semen y mostrando las puntillas de las bragas de Sonia, tobillos sujetos a las patas de la mesa y los músculos de las piernas bien tensos tras cada embestida de la chica. Ella, agarrada a las esposas, la otra mano en la cintura en jarra, gozando y gimiendo en cada penetración, con las piernas semi dobladas y también en plena tensión, los pechos balanceándose de un lado a otro y relamiéndose los labios. Los dos cuerpos bañados en sudor y el cloc-cloc-cloc del cuerpo de Enrique golpeando con la mesa formaban una sinfonía con los jadeos, gemidos y sollozos de dolor.
Como no podía ser de otra forma, Sonia subió el ritmo notando su polla rozando todas sus cavidades y, finalmente, se corrió por 4ª vez soltando un gemido suave y prolongado disfrutando de cada segundo de placer. Lentamente bajó el ritmo hasta que se dejó caer sobre el cuerpo de Enrique.
- Dios!!!... Corazón… ha sido un placer follarte el culo… hummmm… menudo orgasmazo… Creo que estás a punto de perder. Quedan 10 minutos y cumpliré con mi promesa .
Evidentemente ni idea de la hora que era, Enrique había perdido la noción del tiempo, del espacio porque ya no sentía ni los brazos ni las piernas y estaba mareado con la mezcla de flujos, olores y dolores que sentía por todo su cuerpo.
Sonia le soltó lentamente, quitándole todas sus ataduras. Ya era inofensivo, no intentaría ni escapar ni hacer nada, su voluntad estaba rota y derrotada. Ella se tumbó en el sofá para descansar, había hecho un gran esfuerzo, y quería tomar un poco de aire. Tumbada, con las piernas estiradas y cruzadas, se había sacado los zapatos. El arnés con la polla de plástico seguía apuntando hacia el techo y tenía los brazos sobre el cuerpo, con las manos entrelazadas. Observaba a Enrique, de rodillas, tocándose el culito y recuperando los sentidos en sus extremidades.
- Lame.
Él la miro, ella le marcó con la mirada su destino: sus pies. Enrique, cabizbajo fue gateando hasta el extremo del sofá y, suavemente, acarició los pies de Sonia y los empezó a besar. Los dedos, su empeine, el talón… nada escapaba a sus caricias. Cada dedito era como un micro-pene que chupaba, se metía en la boca y ensalivaba con pasión. Con una mano acariciaba los tobillos, las espinillas, los gemelos que se lo había hecho pasar canutas... Ella mientras se regocijaba de lo que había conseguido.
- Te has ganado un premio, vamos a la cama …
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Sonia se levantó y agarró a Enrique del pelo, suavemente, pero con cierta firmeza. Él, a cuatro patas la siguió al dormitorio, caminando a su lado, sumiso. Se acercaron lentamente a la cama y le soltó en uno de sus lados, sobre la alfombra. El chico se desplomó sobre el felpudo recuperándose todavía de lo sucedido. De reojo, con la mejilla hundida en el frondoso manojo de fibras observó como Sonia se quitaba el arnés y lo guardaba de nuevo en el cajón del armario. Al abrir la puerta Enrique vio todo lo que colgaba de ella: látigos, esposas, un par más de arneses, mordazas, collares con cadenas… todo tipo de artilugios de dominación. Por un segundo pensó que los iba a usar todos con él, pero no, esta vez no sería tan cruel.
Sonia pasó por su lado y se dirigió a la mesilla de noche, donde encendió una vela que a los pocos segundos inundó el ambiente con un olor parecido al incienso. Rodeó la cama y repitió la misma maniobra en la otra mesilla. Una música muy suave pero rítmica empezó a sonar… A Enrique le pareció familiar… era…era… ¡¡¡el Bolero de Ravel!!! Que gran película, “La Mujer 10”, Bo Derek… sonrió ligeramente, su amiga sabía como animarle a pesar de estar completamente adolorido, humillado y agotado.
Mientras estaba entre sus pensamientos notó como le cogían por las axilas y le levantaban. Él intentó ayudar como pudo, pero no hizo mucha falta, Sonia tenia fuerza y era una mujer enérgica. Le ayudó a sentarse en la cama, luego le tumbó y lo puso bien centrado. Sonia fue hacia los pies de la cama y sacó de las esquinas unas argollas de cuero unidas a una tira gruesa que, aunque no se veía, era evidente estaba sujeta a la pata de la cama. Puso cada una de ellas en los tobillos de Enrique. No le obligaban a tener las piernas completamente abiertas, pero tampoco las podía unir.
Sonia subió gateando sobre la cama y se fue acercando lentamente a él como gata en celo, sonriendo maliciosamente y relamiéndose… acción que precedió a una relamida también a la polla de Enrique que inmediatamente se endureció de nuevo y se puso al servicio de la cachonda chica. Tuvo suficiente con tres o cuatro lametones para seguir subiendo y sentarse sobre el duro miembro, cruzando los brazos y dejando caer el peso de su cuerpo sobre el bajo vientre de Enrique. Él se tapaba la cara con las manos, riendo por lo trágico y a la vez excitante de la situación. Con las piernas atadas, Sonia sentada encima de él era incapaz de moverse ni poder evitar nada; aún pudo hacer menos cuando ella se dejó caer hacia delante y sacó otra tira de cuero con unas esposas de la cabecera de la cama. Cogió sus muñecas y se las esposó, ajustando la tira con una hebilla haciendo que quedara bien tensa y obligándole a tener los brazos rígidos al lado de su cabeza.
Indefenso, esa era la palabra, listo para que su amiga ganara la apuesta y consiguiera su 5º orgasmo cuando, de pronto… Sonó el reloj de cu-cú del comedor… Él sonrió… y balbucenado le dijo:
- Amiga… has perdido… ha pasado una hora y no te has corrido por 5ª vez… lo… lo siento… tienes que soltarme y voy a pensarme que te …. Te pido …. A …. Cambio…
- Jajajajaja, buen intento, querido… tienes razón, ha pasado una hora, pero… te has dejado atar, no has estado atento a que se terminaba el tiempo y, ahora mismo… no tienes mucho que decir . – Sonia tenia el control, y no destacaba por jugar limpio cuando quería algo. Y ese “algo” era su 5º orgasmo.
Antes de que Enrique pudiera decir nada Sonia subió unos centímetros su pubis, agarró la polla de Enrique y la puso erguida, mirando al techo de la habitación, mientras ella bajaba lentamente y se la introducía hasta el fondo, engulléndola por completo. Ambos gimieron al unísono… era pura química. Sonia se quedó quieta, disfrutando de sentir llena de ese pedazo de carne que notaba como latía en su interior. Él, con los brazos completamente estirados, sin poder cerrar las piernas y sin fuerzas para intentar evitar que ella le violara giró la cabeza hacia un lado y se medio mordió la piel sintiendo el placer y el calor que envolvía su dura polla. El coñito de Sonia era de lo más cálido, suave y envolvente. No sabía como lo hacía, pero notaba una presión, como si los músculos interiores de su vagina le apresaran y le estrujaran el pene erecto.
Enrique no se había dado cuenta, pero del techo colgaba una cadena con una argolla. Ésta estaba justo a medio metro sobre la cabeza de Sonia. Ella se agarró al artilugio para no perder el equilibro he inició un movimiento de vaivén lento pero rítmico. La música le marcaba el ritmo. Sabía moverse la muy zorra… y era como un regalo de Dios sentir sus glúteos rozando una y otra vez mis muslos. Ella gemía y sonreía sin parar… disfrutaba como una loca, le encantaba follar lento para sentir cada milímetro de sus zonas erógenas. Mi polla no le fallaba porque estaba dura como una piedra.
En un momento dado se levantó agarrándose fuerte al aro y se puso a pies juntillas. Apoyándose tan solo con los dedos de los pies, los gemelos bien tensos, los muslos marcando su musculatura subía y bajaba el pubis mostrando prácticamente mi polla hasta el glande que prácticamente abandonaba su gruta y se mostraba antes mis ojos brillante y esplendoroso completamente empapado de sus flujos. Al instante desaparecía lentamente mientras bajaba y gozaba de nuevo del duro mástil que la llenaba una y otra vez. La música aceleró, el redoble de tambores inundó la habitación y ella se dejó caer, soltando la argolla, se apoyó sobre mis hombros, me miró con los ojos entrecerrados, me dio el beso más húmedo que jamás he recibido y con los gritos ahogados por nuestras bocas se corrió por 5ª vez durante… creo que dos o tres minutos, no exagero. Fue el orgasmo más largo que he visto jamás en una mujer. No paró de moverse hasta que dejó de sentir la más pequeña de las sensaciones de placer y los impulsos eléctricos dejaron de recorrer todos y cada uno de sus nervios corporales.
Se dejó caer, sudorosa, respirando y gimiendo en cada halo de aire que salía y entraba de sus pulmones. Finalmente se medio incorporó y me dijo, mirándome a los ojos.
- Soy mala… pero no tanto, prepárate, corazón, se que aún no te has corrido .
Diciendo esto salió de mi interior, se dio la vuelta y se sentó en mi cara, formando un 69 perfecto. Yo poco podía hacer, tan solo asistir como espectador a sus movimientos. Su coñito, enrojecido y reluciente se acercó a mi cara hasta que la cubrió por completo. Mi nariz se hundió en su raja y mi boca, entreabierta, empezó a recibir los flujos vaginales que hacía escasos minutos habían lubricado mi polla en su interior.
De pronto un calor infinitamente agradable envolvió mi polla. Se la metió completamente en su boca, jugando con su lengua en el interior rodeándola y empapándola. Seguidamente sus labios formando un circulo perfecto rodearon mi duro miembro y pude notar como se deslizaban desde la base hasta la punta del glande, repitiendo el movimiento varias veces lentamente… haciéndome sufrir e impidiéndome que me corriera ya que se paraba cada vez que estaba en en el interior de su cavidad bucal.
Cuando liberaba mi mástil jugaba con la lengua con la punta del glande, saboreando el líquido salado que salía de la punta, y que usaba para estimular la zona más sensible de mi polla en la parte trasera del glande. Cuando hacia eso agarraba mi miembro con la mano y me masturbaba lentamente. Era una dulce tortura, insoportable y a la vez indispensable. Yo gemía, intentaba gritar de placer, pero su enorme culo me cubría prácticamente la cara, tan solo podía ver sus glúteos sometiéndome a una inmovilidad que complementaba mis ataduras físicas. Tan sólo podía gozar, disfrutar, pero sin defenderme, ella marcaba el ritmo.
No contenta con esa tortura decidió lubricar sus dedos índice y medio con su propia saliva y buscar mi culito para follarme mientras me masturbaba. Me sentía violado, vejado y usado, pero en ese momento era el tipo más feliz del mundo, os lo puedo asegurar.
Por desgracia para mi no pude aguantar mucho y mi orgasmo se vino sin poder evitarlo. Ella, consciente de que estaba llegando metió sus dedos hasta los más profundo de mis intestinos, engulló mi polla hasta el fondo de su garganta y se tragó todo mi semen que debió saber a néctar de los Dioses porque apenas cayó una cota de la comisura de sus labios una vez terminé de correrme. Con sus labios, con los músculos de la boca absorbía y exprimía mi polla al máximo para que soltara todo lo que mis huevos habían estado reteniendo durante tanto rato. Una vez consideró que estaba satisfecha se levantó y se sentó sobre mi cara sin soltar mi polla que, por sorpresa suya, seguía dura como una piedra.
Ahí empezó la tortura de verdad: Sabedora de que, una vez nos hemos corrido, los hombres tenemos nuestro miembro muy sensible, y si se estimula produce un placer muy cercando al dolor. Como no podía moverme ni defenderme ella empezó a masturbarme aprovechando la lubricación de su saliva y de mi propio semen. Yo apenas podía respirar ni moverme, pero sentía un placer/dolor insoportable. Ella, sin piedad, me masturbaba a un ritmo constante y yo estaba desesperado.
A esta experiencia se la conoce como “tortura post-orgasmo”. Había visto muchos videos por Internet al respecto, pero jamás me había atrevido a aplicármelo a mi mismo ni nadie me lo había hecho. Ahora estaba en manos de una pervertida que conocía perfectamente lo que estaba haciendo y disfrutaba con mi sufrimiento.
De pronto se levantó y se tumbó a mi lado sin dejar de agarrarme la polla y masturbarme. Pasó su brazo por encima de la frente y su pecho quedó sobre mi cara.
- Chúpame el pezón, esclavo sumiso, vas a correrte otra vez como me llamo Sonia .
Yo no pude más que obedecerá y me metí ese pecho enorme en mi boca, lamí el pezón que estaba bien duro y seguí sufriendo por la masturbación que me acabó llevando a otro orgasmo que soltó otra buena carga de semen sobre mi barriga. Ella bajó el ritmo y se relamió los dedos gozando de nuevo de su recompensa.
Finalmente me besó y se abrazó a mi, en un acto amoroso y cálido como si hubiéramos hecho el amor de la forma más tradicional que se pueda conocer.