La apuesta 3

Paso una tarde de viernes con Ali en la que trato de olvidarme de la apuesta, pero no es tan fácil esquivarla y nuestra velada tiene fuertes momentos de subidas y bajadas.

Avisos:

  • Este relato no está basado en hechos reales. Los personajes no tienen descripción física para dejarla a gusto del lector.

  • El objetivo del relato no es ofender a nadie y no se debe tomar como un ataque a ningún colectivo.

Este episodio es la tercera parte del relato La apuesta. A quien no haya leído los capítulos anteriores le recomiendo hacerlo antes de empezar este nuevo capítulo.

La apuesta: https://www.todorelatos.com/relato/179756/

La apuesta 2: https://www.todorelatos.com/relato/180136/


Me quedé confuso. Primero pensaba que él querría que le dejara libre la cocina, pero quizá se refiriese a la repasada que le estaba haciendo a su perfil. ¿Habría descubierto que le estaba stalkeando? ¿Se habría dado cuenta de que me había entrado el miedo de que Ali se sintiese atraída por él? ¿Sabría que ahora más que nunca yo temía que podría perder la apuesta?

Solo faltaba eso, darle al capullo de Iván más confianza en que puede ganar la apuesta con Ali. Y con el ego subido sabiendo que su compañero de piso a cuya novia se quiere llevar a la cama se dedica mientras tanto a cotillearle el Instagram, como si se sintiese atraído por él. Pensando en todo esto me fui a la cama, aunque estuve dándole vueltas a todo y me costó dormirme.

A la mañana siguiente me levanté bastante justo de tiempo, tanto que no vi a Iván antes de que él fuera a la oficina y yo tuve que vestirme e ir corriendo, pero no llegué con demasiado atraso. El día transcurrió normal, sin hablar directamente nada de la apuesta, aunque Marcos comentó que había planeado una escapada ese finde con su novia.

Al salir de la oficina me fui a casa a ponerme la ropa del gimnasio, y después fui a encontrarme con Ali.

Nos vimos y nos dimos un abrazo, empezamos a hablar de la semana mientras nos dirigíamos a la sala de máquinas. Tras calentar un poco nos pusimos con nuestras rutinas. Como no eran exactamente iguales a veces íbamos separados y a nuestra bola.

Con todo el tema de la apuesta me estuve fijando en cómo otros tíos en el gimnasio miraban a Ali. Empecé a mosquearme un poco, pero no hice ni dije nada. Además, ella por defecto solía tener desconfianza hacia los hombres y era un poco borde con los desconocidos cuando les intuía las intenciones, también me pasó a mí las primeras semanas tras conocerla. Me acordé entonces del me gusta que le dio a Iván haciendo ejercicio y me sentí algo celoso.

Llegué a la polea para hacer un ejercicio de hombros y ahí estaba Ali, así que nos turnamos. Terminó su serie, le seguí yo, y cuando ella estaba haciendo su última, se acercó un chico.

—Hola guapa ¿te importa que nos turnemos?

—Yo termino ahora, pero mi chico sigue, turnaos vosotros si queréis.

—Bueno, venga —respondió él de mala gana.

El chico me miró de arriba a abajo, con cierto aire de desaprobación. Cuando Ali acabó se levantó él tomó su lugar tras ajustar el peso. Me pareció que vino con intención de ligar y ahora trataba de hacer notar su fuerza con cada repetición para llamar su atención. Yo hablaba con Ali de otras cosas pero en un par de momentos me dio la impresión de que se le desviaba la mirada.

—Cariño, te toca a ti —me avisó.

—Sí, es verdad —le respondí.

Iba a ajustar de nuevo el peso y me di cuenta de que estaba varios discos por encima de lo que tenía en ese momento. Sé que en el gimnasio no se compite más que contra uno mismo, pero en ese momento me piqué y no quise quedar como un débil delante de Ali, así que decidí no bajarlo.

Las primeras las hice bien, aunque con más esfuerzo del acostumbrado. Pero poco a poco vi que me quedaba corto en las repeticiones y no llegaba al final, pero seguí forzando hasta que vi que el músculo ya no me daba para más, y paré. Empecé a notar un dolor punzante en el hombro.

—¿Estás bien? ¿Te duele el brazo? —preguntó Ali.

—No sé, debo de haber hecho algún movimiento mal —argumenté.

—Creo que deberías haber bajado el peso, está muy alto para ti —dijo el tío con algo de recochineo.

—Pues sí, ahora que me fijo te has olvidado de ajustarlo —dijo Ali —. ¿No notaste que te costaba más de lo normal?

—No sé, no me fijé —le dije mientras me frotaba el hombro.

En ese momento una monitora se dio cuenta de lo sucedido y vino adonde estábamos.

—Buenas tardes ¿te has hecho daño?

—Un poco, en el hombro —respondí quejándome.

—A ver, déjame verlo.

Tras explicarle lo ocurrido y palparme el hombro, preguntándome en qué zonas me dolía al apretar, dio un diagnóstico.

—Parece una tendinitis. Con suerte en unos días se te curará, mantén reposo y aplica frío de vez en cuando. Tómate algún ibuprofeno si te duele mucho.

—Genial, pues muchas gracias —le agradecí.

—¡A ti! —me respondió con una sonrisa —Te lo devuelvo, guapa, cuídalo bien —le dijo a mi novia.

—Lo vigilaré bien a partir de ahora —rió Ali —, que no se me vuelva a romper.

Salimos y caminamos hacia nuestras casas, primero teníamos un tramo en común.

—Dime una cosa ¿por qué no ajustaste el peso? —me preguntó Ali —sé que no se te olvidó.

—Déjalo, es una tontería, prefiero olvidarlo —respondí yo.

—Pues yo sí quiero hablar ¿es por el tío de antes que iba tanto de machito? ¿Querías quedar bien poniéndote el mismo peso? —me interrogó enfadada.

—Sí, eso es. Ya sé que soy idiota ¿podemos dejarlo ya? —me quejé.

—¿Y que sigamos así siempre? ¿Qué quieres demostrar, qué ganas?

—Me he puesto celoso ¿vale? Vi que le estabas mirando, no lo niegues —le dije con algo de reproche.

—Para no mirarle, vaya espectáculo estaba montando ¿te estabas poniendo celoso por ese imbécil?

—Mira, no me encuentro muy bien ahora mismo ¿podemos dejarlo para otro momento? —le pedí —. No quiero discutir ahora, de verdad.

—Tienes razón, descansa y nos vemos luego, no llevamos una semana sin vernos para estar ahora enfadados.

Le di un beso en la frente y separamos nuestros caminos. Ella fue a casa a ducharse y arreglarse, y yo hice lo propio en la mía, además de preparar la cena. Me tomé primero un ibuprofeno para el dolor del hombro, y tuvo efecto porque se me pasó.

Después de ducharme fui empezando a preparar la cena para los dos. Berenjenas al horno con queso, y salmón a la plancha de segundo. Me había empezado a aficionar a la cocina hacía poco e intentaba hacer cosas vistosas, y esto era algo no muy complicado pero que quedaría bien.

Avisé a Ali cuando me quedaba poco para que viniera. Llegó y estaba guapísima, como siempre, se había puesto un vestido de flores que marcaba su cintura y mostraba sus piernas a la altura de las rodillas. Había traído una botella de vino blanco que acompañaría a la cena.

Se ofreció a poner la mesa mientras yo terminaba la cena. Cenamos y estuvimos hablando de nuestra semana, sus exámenes, mi trabajo y todo en general. Al terminar nos movimos al sofá, yo fui a por una tarrina de helado de postre y al abrir la puerta del frigorífico empecé a notar de nuevo molestia en el hombro, se lo comenté al volver.

—Eso te pasa por idiota, ¿qué querías demostrar levantando más de lo que puedes?

—Mira, no lo sé... —empecé a decir, dolido —. En ese momento sentía que si levantaba menos no era suficientemente bueno para ti —le reconocí.

—¿Pero qué dices, cariño? —contestó, apenada —¿Cómo puedes pensar eso? Eres el mejor, te quiero un montón y no te cambiaría por nadie. ¿Cómo puedes ser tan inseguro?

—Hay veces que veo otros tíos que quieren ligar contigo y siento que soy menos atractivo que ellos —le dije humillado.

—Por favor, no digas eso —dijo mientras se acercaba a abrazarme —¿quién te ha metido eso en la cabeza, es que dudas de mí?

—¿Me estás diciendo que no te fijas en otros tíos, de verdad? —pregunté, con cierto tono de reproche.

—A ver, sí, me fijo pero nunca tendría nada con ellos. ¿Tú acaso no te fijas en otras? —no contesté —pero no me importa, ya sería raro que no encontrases guapas a otras chicas.

—Ya, pero no me tiran la caña cuando tú estás delante —dije con cierto enfado.

—Bueno, voy a confesarte una cosa —me dijo con cierta vergüenza —, me puse un poquito celosa cuando la monitora empezó a atenderte en el gimnasio. Ver cómo te tocaba... Pensé en que pudiese perderte por otra que te ofrezca eso que yo no te doy.

—¿Sexo? —pregunté.

—¿No puedes ser más delicado? —preguntó con mala cara —Pero sí, a veces tengo miedo de que te hartes de mí por eso.

—Eso no va a pasar, y lo sabes —le aseguré yo.

—Y tampoco te voy a engañar yo con otro —me dijo sonriendo —. Y si hubiese querido ya lo habría hecho —dijo mientras me guiñaba un ojo.

—¿Qué quieres decir? —pregunté asustado.

—¿Sabes la de tíos que tengo que quitarme de encima cuando no estoy contigo?

—Pues no sé, nunca lo he pensado. Pero tú pasas de ellos ¿no?

—A veces sí, otras les sigo la corriente para conseguir algo. Unos apuntes, una copa gratis... —dijo juguetona.

—Qué mala eres, pobrecillos —le reproché.

—A veces me gusta que me hagan piropos simplemente, me hace sentir bien —continuó risueña —y tú nunca me los dices —me reprochó.

—¿Te gustan los piropos? Pensaba que ahora eso es machista —protesté.

—A ver, que pareces tonto —dijo con los ojos en blanco —depende de la forma de decirlo, de quién lo diga... Son muchas cosas.

—Vamos, que si os los dice un tío bueno os gusta, y si no no ¿es eso?

—Hay que ver qué simple eres. Pero si no sabes ver más allá, quédate con eso.

—Bueno, pues dime algún ejemplo, no sé.

—Pues mira, si voy por la calle de noche y un grupo de tíos me empiezan a silbar y decir barbaridades, no me gusta, me da miedo —me dijo seria —y si voy a casa de mi novio a cenar y me arreglo especialmente, me gustaría mucho que me dijese que estoy guapa.

—Ali estás preciosa, y ese es solo uno de los motivos por los que me siento afortunado de tenerte —le dije antes de darle un beso en la mano.

—Pues no me lo dices muy a menudo —contestó poniendo morritos —, y ahora parece que lo dices por cumplir.

—Muchas veces me callo lo que pienso, quizá sea un error —dije con tristeza.

—No te preocupes —hablaba mientras me acariciaba la mejilla —tú también estás hoy muy guapo.

—Gracias —dije, ruborizado —¿Entonces solo te gustan los piropos cuando te lo digo yo?

—Bueno, o de alguien cercano, que sea agradable.

—Alguien cercano que te parezca atractivo ¿no? —puntualicé yo.

—Y dale con eso... —resopló —pues sí, me halaga más cuando me lo dice un tío bueno, como dicen los memes misóginos que te pasas con tus amigos ¿ya estás contento?

—¿Un tío bueno como yo?

—Sí, cari, un tío bueno como tú... —volvió a poner los ojos en blanco.

—Venga, no te enfades —reí.

En ese momento escuchamos la puerta de casa abrirse, había llegado Iván.

—Buenas noches. ¡Anda, tenemos visita! Hola Ali, pero qué guapa estás, por favor.

—Hola Iván, muchas gracias. Menos mal que hay alguien que me lo dice —Ali me miró con reproche.

—Pues muy mal tío. Bueno, os dejo solos que no quiero interrumpir.

—No hombre, quédate aquí y estamos los tres un rato —le ofreció Ali.

—Como queráis, voy un momento al baño y vuelvo.

—Vale, tráete la botella de vino del comedor y tres copas —le dijo Ali.

Mientras se iba le puse a Ali una mirada de desconcierto por invitarle a unirse y ella se giró a mí divertida.

—Aquí tenemos un ejemplo de piropo que me gusta ¿te vale ese?

—Sí, lo he pillado —dije malhumorado.

—¿Qué pasa, te has puesto celosillo? —preguntó juguetona.

—¿Pero qué dices? —continué enfurruñado.

—¿No? ¿No te da celos que el pibón de tu compi me piropee? ¿De verdad?

—Ya vale, no tiene gracia.

—Pues a mí me parece que sí —dijo divertida —venga, no seas tonti, continuemos los tres la velada.

Me dio un beso en la mejilla y al poco llegó Iván. Se sentó en un sillón enfrente de nosotros y estuvimos hablando de temas banales mientras vaciábamos la botella, hasta coger un buen puntillo.

—Oye, este vino está subiendo ¿eh? —dijo Iván —¿Es que quieres emborracharme?

—Eso es, quiero aprovecharme de vosotros —bromeó Ali.

—Para eso no te hace falta alcohol —rió Iván —, yo a ti te dejo hacer sobrio o ebrio.

—Ya te gustaría, anda —continuó Ali.

—Joder, y tanto —siguió riendo Iván.

—Bueno, ya vale ¿no? —reaccioné yo.

—Tío, estamos de broma, no te ralles —contestó Iván entre risas —. Si ella no quiere ahora me busco a otra, no pasa nada.

—¿Tú qué vas, escogiendo chicas de un catálogo? —preguntó Ali un tanto indignada.

—Sí, más o menos esa es la idea últimamente —dijo mientras me miraba.

—Mira aquí el semental. Cuéntanos tu última hazaña, anda ¿cuándo fue? —preguntó Ali, curiosa.

—Pues... Hace unos días, el miércoles precisamente —comenzó a hablar Iván —fue con Eva, una chica de la oficina.

—Eva... —Ali quedó pensativa —¿esa no es una que estaba medio medio con vuestro amigo Sebas?

—¿De dónde te has sacado tú eso? —le pregunté.

—Hace tiempo él me lo dijo cuando quedamos, que se estaba hablando con ella, no había aún nada pero parecía que tenían feeling.

—Lleva ya con esa cantinela un año, pero nunca ha habido nada —respondí yo.

—Vaya, pobre, se le veía ilusionado —dijo ella entristecida —. Y tú vaya cabrón con tu amigo ¿por qué lo hiciste?

—No sé si contártelo ¿se lo dices tú? —me preguntó Iván, en tono de desafío.

—¿Vamos a dejar esto? —le dije —. No tiene sentido seguir erre que erre.

—No, venga, yo quiero escuchar la historia —respondió Ali —. Venga, Iván.

Empezó a contarnos la historia, obviando la parte de la apuesta. Estuvo hablando con ella por Instagram acerca de unos vídeos tocando la guitarra, ya que él quería aprender. Le ofreció pagárselas, ella le dijo que no, y tras discutir quedaron en que él la invitaría a cenar. Nos reconoció que lo de la guitarra era un pretexto para quedar con ella y ligársela.

Quedaron en ir a casa de ella el miércoles. Ese día ella iba muy bien arreglada, lo que según nos dijo era buena señal. Empezó el juego en el asiento trasero del coche de Sebas, fue bien hasta que un volantazo les cortó el rollo. El resto del viaje fue más frío, pero él ya sabía que parte del trabajo estaba hecho.

Llegaron a su casa y estuvieron en el sofá sentados, se iban pasando la guitarra, ella le enseñaba a poner los dedos, después él lo repetía mientras ella le corregía. Todo esto favorecía el toqueteo y que se calentase el ambiente poco a poco.

Pasadas un par de horas, ella dio por finalizada la clase.

—Pues ya te he enseñado los acordes más importantes, a partir de aquí tienes que practicar por tu cuenta. —sentenció Eva.

—Genial, muchas gracias. Voy a pedir algo de cena, que se está haciendo tarde. ¿Conoces algún sitio con servicio a domicilio? —dijo Iván mientras sacaba el móvil.

—Cuidado ¿estás pendiente de los horarios de los autobuses? —le advirtió Eva —Aquí no son muy frecuentes por la noche.

—¿Me estás echando? —preguntó Iván riéndose.

—¿Tú qué te pensabas, que ibas a quedarte a dormir aquí? —preguntó Eva, mostrando sorpresa.

—Es una buena opción, gracias por el ofrecimiento —respondió Iván.

—¡Menuda jeta tienes! —exclamó Eva, medio indignada y medio divertida —Anda, ponte a mirar horarios y déjate de historias.

—¿Y dónde se mira eso, en mordortransportes.com? No sabía que aquí llegase el transporte público.

—¿Te lo busco yo? —se ofreció.

—No, tranquila, no quiero molestarte más. —se puso serio Iván —Mira, me acabo de dar cuenta de que te estoy siendo un incordio, vamos a dejar esto ya.

—No te pongas así, hombre —rió Eva —. Venga ¿qué día te viene bien para seguir, quedamos el finde para ver tus progresos? —le ofreció Eva.

—No te preocupes —dijo Iván serio —. Muchas gracias por tu ayuda y por tu tiempo, siento las molestias que te he causado.

—¿Pero qué dices hombre? No te pongas así, yo te las clases te las doy encantada.

—Las clases son lo de menos, vamos a dejarnos de tonterías, yo no he venido para esto —dijo Iván con voz firme.

—¿Y a qué has venido? —preguntó Eva con nerviosismo.

En ese momento Iván se acercó a Eva, y le plantó un beso en los labios. Ella no dijo nada, pero se dejó hacer unos segundos hasta que Iván se separó.

—A esto he venido —le dijo Iván.

—Vaya... Oye, mira —dijo Eva con nerviosismo —me ha gustado el beso pero quiero ir un poco más despacio ¿vale?

—¿Más despacio por qué? —contraatacó Iván cogiéndole de la mano con voz tranquila —¿Para qué perder el tiempo?

—Mira Iván, yo no voy a acostarme contigo en la primera cita ¿vale? Yo no soy de esas.

—¿De esas? ¿A qué te refieres? —preguntó Iván.

—De las que quieren un lío de una noche, he oído cosas de ti y lo que hagas con otras no me incumbe pero si quieres algo conmigo hay que hacerlo bien —sentenció Eva.

—Veo que buscamos cosas distintas —afirmó Iván —, y yo no voy a cambiar de parecer.

—Pues es una pena —dijo Eva —. Oye, estoy mirando los próximos trenes y no aparece nada, no sé qué ocurre.

—¿No había una huelga esta semana? —preguntó Iván.

—Ostras, es verdad —se dio cuenta Eva —. Pues a ver cómo lo hacemos.

—¿Me dejas quedarme a dormir en el sofá? O en tu cama, si cambias de opinión.

—Idiota... Espera, voy a llamar a Sebas, a ver si puedes quedarte con él.

Salió y le llamó por teléfono. Al poco volvió.

—No está en casa, pero cuando vuelva pasa a recogerte, dice que tardará un buen rato todavía —me informó.

—El bueno de Sebas, siempre servicial y disponible —comenté yo.

—Pues sí, menos mal que puede venir. A veces no sé qué haría sin él, es un cielo.

—Sí, seguro que él no es un tío como yo que busque un lío de una noche —dijo Iván.

—Pues no —respondió Eva.

—¿Y qué crees que es lo que busca con una chica?

—Pues no sé, hacer las cosas bien... ¿Adónde quieres llegar? —Eva se mostró incómoda —¿Por qué estamos hablando de Sebas?

—¿Hacer las cosas bien es ser tu chófer y tenerle a tu disposición? —le reprochó Iván.

—¿Pero de qué me estás hablando imbécil? —le espetó Eva.

—No me digas que no sabes que le gustas y lo mantienes con esperanzas para aprovecharte de él —le recriminó Iván.

—Vamos a ver ¿tú eres tonto? —gritó Eva enfadada —¿Qué dices de que me aprovecho de él?

—Te lleva en coche al trabajo todos los días y te trae de vuelta, ahora va a venir a recogerme porque se lo has pedido... ¿Y me niegas que le estés utilizando? —argumentó Iván.

—A ver, somos muy amigos, y los amigos se hacen favores ¿no? —empezó a dudar —, y le he ofrecido muchas veces poner para la gasolina, pero él se niega.

—Muy beneficiada te veo de esa amistad —reprochó Iván.

—Mira, que te quede clara una cosa —se puso seria Eva —. Sebas es una de las mejores personas que conozco, voy con él porque disfruto mucho estando con él y de todo lo que hablamos. Y sé que él también. Pero no me atrae de esa forma, ojalá fuera así pero no es algo que pueda controlar —se le empezó a salir una lágrima.

—Perdona, creo que me he equivocado al juzgarte —rectificó Iván —. De todas formas, creo que lo más justo es que te sinceres con él.

—¿Y cómo lo hago? No quiero hacerle daño, no se lo merece —dijo con los ojos llorosos.

—Ya encontraremos la forma —le dijo Iván —. Venga, tonta, dame un abrazo.

Se dieron un abrazo, e Iván aprovechó para darle un beso en la frente y acariciarle una mejilla.

—No llores, no te pongas así —dijo Iván dulcemente mientras le quitaba una lágrima.

—Ay, qué vergüenza, no sé por qué estoy llorando —decía Eva mientras gimoteaba.

—No temas mostrar tus sentimientos Eva —decía Iván mientras la miraba fijamente y le agarraba la mano —, no reprimas tus instintos —le susurró.

—¿Qué... qué quieres decir? —preguntó mientras temblaba.

—No tengas miedo —tras esto, le dio otro beso en los labios —¿Mejor ahora?

—Iván... Ya lo hemos hablado... —decía Eva sin poder mirarle a los ojos.

—Estás mejor ahora ¿verdad? —preguntó Iván mientras le acariciaba el pelo por la nuca y le hacía girar la cabeza hacia él.

—Un poco sí...

—Déjate llevar. No tengas miedo, llegaremos hasta donde tú quieras parar. —dicho esto empezó a besarle el cuello, y Eva se dejaba hacer.

—Hasta donde yo quiera —dijo Eva, excitada.

Iván empezó a acariciarle la espalda, y ella continuó gimiendo, empezó a llevarse una mano bajo la falda, gesto que acompañó Iván cuando se dio cuenta.

—Quita de ahí —dijo Eva —, vuelve arriba.

—Arriba vuelvo —dijo riendo Iván.

Siguió besándola y Eva empezó a acariciarle tímidamente bajo la camisa. Iván se dejaba, y Eva decidió empezar a desabrochársela.

—Oye, aquí quiero igualdad —se quejó Iván —. Si yo me la quito tú también, quid pro cuo.

—¿Y a qué esperas? —preguntó Eva, con morbo.

Se quitaron la camisa y la blusa mutuamente. Iván iba a desabrocharle el sujetador, pero Eva le paró de un manotazo.

—Quieto ahí. Ahora mando yo y tú te dejas hacer. Te vas a enterar —dijo con cara de viciosa.

Le tumbó en el sofá y empezó a besarle y lamerle el pecho y el abdomen, clavándole las uñas en los brazos. Estaba desatada.

—Oye, para, para, que me haces daño, se quejaba Iván.

—Y una mierda, te vas a enterar. Qué ganas te tenía, ahora vas a ser mi juguete.

Eva se estuvo recreando con el cuerpo de Iván un buen rato más, estaba como poseída. Iván se quedó sorprendido por haber perdido el control de la situación, pero aprovechando que Eva estaba distraída con su cuerpo logró quitarle el sujetador.

—¿Pero qué haces, quién te ha dado permiso? —preguntó Eva enfurecida.

—He sido malo ¿vas a castigarme? —preguntó Iván divertido.

—Pues sí, ahora vas a comerme el coño todo el tiempo que me apetezca. Y esas manos quietas, donde yo las vea. Ya te harás una paja en casa de Sebas, pero aquí mando yo.

Se levantó la falda y se bajó las bragas. Después se sentó sobre la cara de Iván y le sujetó los brazos. Iván empezó a lamerle poco a poco el clítoris, pasando cada poco a recorrerle el esfínter a base de lengüetazos, del culo al coño y del coño al culo.

—Dios mío, qué bien lo haces Iván —gemía Eva—, sigue ahí, más rápido.

Pero Iván empezó a bajar la intensidad del lameteo.

—¿Qué haces imbécil? —protestó Eva —. No pares ahora.

—Tranquila, sé lo que hago —dijo Iván —. Cuando acabemos te vas a morir del gusto.

—Lo que sea, pero no pares ahora.

Siguió así varias veces más, llevándola al borde del clímax y parando. Finalmente, Iván cambió de estrategia y la tiró al suelo.

—¿Pero qué haces ahora? —se quejó Eva.

—Estoy agotado, tráeme un vaso de agua —dijo Iván.

—Ya sabes dónde está la cocina, ve tú —le dijo Eva.

—Si me haces ir yo terminamos esto, tú verás.

—Ya voy, anda.

Salió y trajo una botella con un vaso.

—Toma, bebe y vuelve donde estabas —le ordenó Eva —¿pero qué coño haces?

—Estoy chorreando sudor ¿no te gusta lo que ves? —se había quitado los pantalones.

—Bueno me da igual, vuelve a comerme el coño —dijo Eva mientras se hacía unos dedos para mantener la excitación.

—Ahora me toca divertirme a mí ¿no crees? —sonrió Iván —. Mi boca ya ha cumplido.

—No me jodas Iván ¿qué quieres hacerme? —preguntó Eva entre excitada y asustada.

—Lo que tú quieras, ya lo sabes —dijo Iván con una sonrisa perversa —. Pero tienes que pedírmelo.

—Qué cabrón eres —dijo Eva mientras intentaba en vano repetir con sus dedos lo que había hecho Iván con su lengua —por favor, fóllame de una vez.

—Eres mía —dijo Iván —. Dímelo.

—Soy tuya Iván.

Iván cogió a Eva en volandas y se la llevó a su cama. Eva le hizo una felación hasta conseguir una erección completa, e Iván estaba listo para penetrarla.

—Espera Iván. ¿Tienes un condón? —le pidió Eva.

Iván volvió al salón a buscar en su cartera, donde tenía varios. Escuchó la vibración del móvil, y vio que tenía dos llamadas de Sebas. Rápidamente le envió un mensaje diciendo que se quedaba allí y volvió a la habitación.

Una vez de vuelta, estuvieron follando hasta la madrugada. Eva no parecía acordarse de Sebas, del trabajo del día siguiente ni de nada que existiera fuera de su dormitorio. Finalmente cayeron rendidos hasta la mañana siguiente.

Iván terminó aquí de relatarnos lo que ocurrió esa noche. Me había enfrascado tanto en la historia que tardé unos momentos en volver a la realidad del salón de mi casa.

—Y esa es la historia ¿qué te parece? —preguntó Iván a Ali.

—Pues no sé, no me esperaba que fuese tan completa y con tanto detalle —contestó Ali con cierto nerviosismo.

—¿Ha sido muy fuerte para ti? Quizá no estabas preparada para esto.

—Descuida, no soy tan impresionable —dijo Ali tratando de parecer indiferente.

—A ti sí que veo que te ha gustado ¿eh? —me dijo Iván, en referencia a la erección que tenía, y que podía ver desde mi posición.

—Ha sido interesante, sí —dije mientras cruzaba la pierna. Miré hacia Ali para saber si se había percatado, pero la noté un poco rara. Estaba acalorada y tenía las piernas cruzadas con mucha fuerza.

—Ali ¿estás bien? Te noto mala cara —le dije preocupado.

—¿Eh? Sí, no re preocupes, creo que he tomado demasiado vino. Voy un momento al baño a airearme.

—Voy a ir recogiendo esto —dije tratando de no quedarme solo con mi compañero —Iván ¿te traigo algo?

—Un poco de agua, por favor —respondió.

—Qué gracioso... —comenté.

Me llevé la botella y las copas a la cocina y fui al baño a ver cómo estaba Ali. Llamé a la puerta.

—Ali ¿qué tal? ¿Puedo pasar? —pregunté.

—Espera un momento, ya salgo —me respondió nerviosa —todo bien, tranquilo.

Fui a la cocina a por agua y otros vasos, y los llevé al salón, donde esperaba Iván.

—Parece que a los dos os ha gustado la historia ¿eh? —me dijo sonriente y confiado.

—Por mi parte he de reconocer que sí —le dije sincero —, me ha sorprendido.

—A ella también, créeme —me aseguró —. Si te lo montas bien esta noche follas.

—¿Qué dices? —le pregunté sorprendido.

—Y si no te apresuras yo tomo el testigo —dijo comprobando que Ali no andaba cerca.

—Cállate la puta boca —dije enfurecido mientras me levantaba.

—Para, para, mantén la calma, que va a volver de un momento a otro.

Me senté y esperamos a que llegara. Volvió y se sentó de nuevo a mi lado, apoyando la cabeza en mi hombro.

—¿Qué tal estás cielo? ¿Ya mejor?

—Sí, pero un poco cansada ya —me dijo con los ojos entrecerrados.

—Pobre... ¿Quieres que te acompañe a casa? —le ofrecí.

—Bueno, había pensado... ¿podría quedarme a dormir contigo esta noche? —me preguntó con una ligera sonrisa mientras yo la miré con sorpresa.

—Claro que sí, ya sabes que cuando quieras —le dije mientras le cogía de la mano —. En cuanto estés preparada.

—Sí, lo estoy cariño —y me dio un beso en los labios.

—Bueno, me parece a mí que ahora mismo estoy de más —sentenció Iván —. Buenas noches, y no hagáis mucho ruido.

—¡A dormir he dicho! —le replicó Ali mientras se marchaba, y luego se dirigió a mí —. Me gustaría pasar esta noche contigo los dos abrazados y acurrucados, solamente eso, ¿podríamos dar hoy ese paso?

—Claro que sí Ali —le dije contento mientras le acariciaba el pelo.

—Te quiero un montón —me respondió con una sonrisa.

—Y yo a ti.

Estuvimos besándonos un rato más en el sofá y después nos fuimos a mi habitación. Yo iba ya totalmente empalmado por la excitación, y ella se dio cuenta al llegar al dormitorio mientras nos desvestíamos.

—Cariño, aún no sé si me siento del todo segura para tener sexo, no quiero darte ilusiones.

—Lo que quieras estará bien, tranquila.

—Pero me sienta mal, esta noche te van a doler mucho los huevos —me dijo apenada.

—Tranquila, eso sé arreglarlo yo solo —le dije yo.

—¿Me estás diciendo que vas a masturbarte delante de mí, cerdo? —me miró poniendo cara de asco.

—Joder, no te pongas así, me voy al baño —le respondí.

—Haz lo que quieras —dijo Ali algo decepcionada.

—Ali, no entiendo nada, perdona si he dicho una tontería.

—Venga tonto, vamos a dormir.

Nos pusimos cada uno un pijama mío, ya que ella no tenía, y nos metimos en la cama. Ella apoyó su cabeza en mi pecho y colocó una pierna encima de la mía, no muy lejos de mi entrepierna donde se mantenía mi erección. Yo rodeé su espalda con mi brazo y le estuve acariciando el costado hasta que nos quedamos dormidos.

Me despertó ella a la mañana siguiente.

—Buenos días cielo —me dio un beso —¿qué tal has dormido?

—Buenos días cariño —le dije mientras volvía a la realidad —. De maravilla, estoy muy contento de haber dado este paso contigo.

—Yo también —dijo acariciándome la cara —, ¿tienes ganas de jugar?

—Claro que sí —le contesté, a lo que ella respondió pasando su pierna por mi paquete.

—Eres el mejor, aunque a veces digas tonterías —me dijo entre beso y beso —, y te has ganado un buen premio.

Bajó la mano y me empezó a sobar el paquete. Yo estaba en el cielo.

—Bájate los pantalones —me susurró.

Así lo hice, me bajé también los calzoncillos, y ella me acariciaba el pene y los testículos mientras sonreía. Empezó a masturbarme y tras medio minuto me corrí entre espasmos.

—¿Qué tal, te ha gustado? —me preguntó Ali.

—Me ha encantado —le respondí entre jadeos.

—Mejor esto que hacerlo tú solo anoche ¿verdad? —me preguntó con otro beso —voy al baño a limpiarme ¿preparas un café?

Mientras ella iba al baño me subí el pijama y tras limpiar los restos de semen con papel higiénico fui a la cocina a prepararlo. Al poco vino y me abrazó por detrás.

— Te veo contento de nuevo —me dijo mientras me rozaba la entrepierna.

— ¿Te apetece ir un poco más allá? —le pregunté juguetón.

— Paso a paso... —respondió ella sonriendo —, cuando termines con el café te voy a enseñar a comerme el coño, si aprendes bien quizá puedas meterme otra cosa.

Me dio un beso en la espalda y volvió al dormitorio. Yo aluciando, estuve esperando a que se terminase de llenar la cafetera, serví dos tazas en una bandeja y fui con ella, que me esperaba tumbada en la cama.

—Sigue mis indicaciones y mantente tranquilo —me indicó —. Bájame solo el pantalón y empieza a besarme los muslos.

Como ella me dijo, empecé a besarle y lamerle primero las piernas. Tenía la impresión de hacerlo de forma muy torpe, y no veía que ella se excitase. Ella trataba de corregirme pero yo no conseguía nada, me sentía frustrado.

—Ali, me siento ridículo, no estoy consiguiendo nada.

—Calma, tú continúa así, ya irás aprendiendo bien.

Continuaba ya sin ganas, y creo que ella se dio cuenta. Vi cómo empezaba a cerrar los ojos y acariciarse los pezones, empezó a gemir en ese momento e indicarme que subiese. Fui acercándome a sus bragas, besándola alrededor, mientras ella jadeaba. Empezó a agarrarme la cabeza y me hizo besarle por encima de su ropa interior.

—Dios mío, qué bien lo haces Iván —gemía Ali —, sigue ahí, más rápido.

Al escuchar eso paré de repente y tras forcejear un poco retiré la cabeza mientras la miraba incrédulo. Esto devolvió a Ali a la realidad, y por su cara deduje que ella también se había dado cuenta de lo que acababa de decir.


Espero que estéis disfrutando de esta serie de relatos. Seguiré escribiendo la historia, ya falta poco para el final, y como siempre estoy abierto a valoraciones de la historia y sugerencias que tengáis para mí. Podéis escribirme en los comentarios o por correo a joseperezjop@hotmail.com