La apuesta (2)
Tras su atrevimiento, las cosas para Marta se van a poner algo durillas.
Pablo podía entender que su joven esclava hubiese preferido a un hombre más joven, más fuerte y más atlético para su primera vez en lugar de un hombre mayor.
Mejor dicho, lo entendía perfectamente.
También podía entender que su hombre de confianza se la follará aunque le había dicho que no la tocará tras la provocación de esta.
Sí, era algo que entendía perfectamente.
Lo que no entendía eran los celos y la rabia que le estaban comiendo por dentro.
¿Era por qué le habían desobedecido? ¿Por qué deseaba desvirgarla el mismo? No, no era eso. O no solo eso.
Más bien era el sentimiento de que la chica se estaba burlando de él.
-Llamaré a su padre y terminaré con esto. Esta niñata ya ha jugado demasiado a ser esclava.
Oscar salió de la habitación para cumplir las órdenes de su jefe, por lo que amo y esclava se quedaron a solas.
Ella seguía arrodillada, desnuda y con el collar puesto en mitad de la habitación.
-Y ahora, ¿Qué debería hacer contigo mientras esperamos a tu padre?
-Mi padre no va a venir, amo. Yo misma se lo pedí.
-Ningún padre que se precie deja a su única hija en manos de un hombre como yo. Ni siquiera dejan a sus hijos llenos de deudas y viciosos hasta la médula en manos de un hombre como yo. Pero hasta que no venga sigue siendo cierto que eres mía.
Apartó cuidadosamente el pelo de la espalda de la chica, la colocó a cuatro patas, se quitó el cinturón y descargó un primer correazo sobre su espalda.
Y un segundo.
Y un tercero.
Pronto la blanquísima piel de la espalda de Marta comenzó a marcarse aquí y allá con la típica marca rojiza que quedan tras el azote.
Marta aguantó estoicamente estos primeros azotes. Había leído escondida en su habitación que las esclavas sumisas como ella consideraban estos azotes como caricias.
Ella estaba muy lejos de hacerlo. El dolor nunca le había gustado. Cada vez que el cinto acariciaba su piel le entraban ganas de gritar de dolor, de ponerse a suplicar que parase.
Pero no pensaba ponerse a lloriquear como una cría.
No, no pensaba hacerlo…
Pero su amo no pensaba igual. Él sí que deseaba oírla chillar.
Marta ahogó un grito cuando recibió su primer azote en el culo y resistió como pudo al segundo, tercero y cuarto.
Pero gritó y se derrumbó cuando recibió un azote en la planta de los pies poniéndose a llorar como la cría que aún era.
-Muéstrame el coño. - Ordenó
Quería hacerlo al menos una vez antes de que su padre la sacará de su lado.
Hay algo muy íntimo y personal en ofrecer el coño para que alguien lo castigue.
Conteniendo las lágrimas como buenamente podía, Marta se dio la vuelta para cumplir con las órdenes de su amo y recibir un único y fuerte azote en su zona más sensible que la hizo chillar como nunca antes lo había hecho.
Oscar entró unos minutos después encontrando a la chica llorando a moco tendido en el suelo.
-Su padre asegura que podemos quedarnos con la perra.
Pablo soltó un fuerte correazo sobre su vientre consiguiendo que Marta volviera a gritar.
La opción de quedarse con ella era cada vez más real.
-Pues como dice su padre, hoy no será más que una perra.
Cogió su correa y se la llevó de paseo hasta su despacho, donde tras situar un plástico y una escupidera en el suelo, la ató en el mismo sitio que se ata a un perro.
Y se meo en el recipiente.
Marta entendió que su amo pensaba tenerla ahí, exhibiendo la delante de todos sus amigos y de sus clientes.
Sintió vergüenza y excitación al mismo tiempo.
No era algo que pudiera evitar. Íntimamente deseaba ser exhibida y humillada delante de la gente.
Los clientes con los que Pablo trabajaba no tardaron en llegar. Se trataba de viciosos de todo sexo, origen y condición social que entendían que la chica desnuda que estaba en la habitación no era más que una esclava por deudas como podían llegar a serlo cualquiera de ellos.
Escupieron encima de su cuerpo y escupieron dentro del recipiente. Incluso un par de ellos tiraron una colilla del cigarrillo.
Oscar y un amigo importante de su amo terminaron de llenar el recipiente con sus meadas y se lo dieron de beber.
Marta agachó su cabeza y metió su boca dentro de la asquerosidad que tenía delante.
El olor era repugnante y el sabor inmundo.
Pero trago a trago, atragantándose varias veces en el proceso, vomitando una parte para luego volver a tragarla de nuevo, se lo terminó bebiendo.
Miguel estaba simplemente alucinando. Por supuesto conocía de sobra que hacer tragar auténticas barbaridades a las esclavas era uno de los bizarros placeres de sus amos, pero nunca había visto nada igual en directo y desde luego no lo esperaba de una chica tan tierna.
-Ven aquí perrita, ven aquí.
Marta obedeció a la llamada de su amo y se acercó a él.
Este se sacó la polla para meterla dentro de su boquita y esta chupó con ansias. Le rebozó la punta de la polla por la cara y se terminó corriendo en su pelo y en su cara.
Los otros dos compañeros de aventuras no tardaron en seguir su ejemplo.
Ver a una chica chorreando semen siempre es morboso de una u otra manera.
Pablo quería alargar ese momento, así que pidió a Oscar que trajera a unos cuantos hombres más para que se corrieran encima de ella mientras conducía a su esclava a una nueva sala.
Este no tardó mucho en encontrar a 30 hombres dispuestos a correrse encima de una perra.
Negros amigos de Oscar, latinos, algún chino y unos cuantos vagabundos para hacer bulto, todos ellos más que dispuestos a descargar su preciado cargamento encima de su precioso cuerpo.
Pero Marta no lo pudo ver. Ella estaba a cuatro patas esperando encima del plástico y lo único que la dejaban ver eran los pies de los hombres.
Y las descargas sobre su cuerpo comenzaron y cuando terminaban, Marta debía besar los pies del caballero que acababa de correrse encima de ella.
También debía lamer el semen que se hubiese caído al suelo.
Marta no pudo evitar levantar la vista cuando vio los pies del primer vagabundo que se iba a correr encima de ella.
Era algo completamente prohibido y su amo la castigó con diez correazos del cinto.
-Al acabar te la podrás tirar, Manuel, pero no esperes demasiado de ella, era virgen hasta ayer.
Los hombres rieron ante esta afirmación.
Sí, los hombres fueron pasando uno detrás de otro hasta que la espalda y el cabello de Marta no eran más que un pegote de semen que goteaba por todas partes.
Y llegó el turno del vagabundo al que había insultado.
Este se colocó detrás de ella y la metió de un empujón hasta el fondo del coño.
Prácticamente desde que vio su primera porno, las fantasías de Marta eran muy guarras y muy sucias.
Lo que a las otras chicas les parecía asqueroso, repugnante o simplemente intolerable, ella deseaba hacerlo.
Fantasías donde ella era dominada y degradada.
Por eso se mojó cuando le pusieron la oferta delante de las narices.
Por eso se había forzado hasta límites increíbles para no decepcionar a su amo.
Por eso estaba en esta situación.
Pero nunca había fantaseado con algo como esto.
Ser follada como si de un animal se tratará delante de un montón de hombres que solo se cachondeaban de ella era algo que superaba con creces sus expectativas.
Y sobre todo por quien se la estaba follando.
Los hombres se marcharon porque comprendieron que la perra ya no podía más.
Se la habían follado tres más, mucho, muchísimo para una chica recientemente estrenada.
Por supuesto, podían haberla seguido usando un rato más, ¿Pero qué tenía de divertido eso? Prácticamente al último polvo Marta apenas si reaccionaba. No desde luego como con el primero.
Le dejaron un bol lleno de sobras y otro lleno de meados a su lado.
Marta podía ver perfectamente algunos insectos correteando por la comida.
Pablo pensó por un momento que la perra había llegado a su límite, que se había pasado con ella.
Por mucho contrato de esclavitud que tuviera, por mucho que se hubiera mojado cuando lo escuchó, todo el mundo tiene un límite.
Pero se equivocaba de nuevo.
Marta metió su carita en el bol y comenzó a comer.
Lo hizo despacio.
Los insectos son asquerosos, claro. Algunos de ellos crujen cuando los masticas y otros simplemente dejan un sabor repugnante en la boca.
Pero no era peor de lo que ya se había tragado.
Ni mucho menos.
Los hombres salieron de la habitación asombrados y dándole la enhorabuena a Pablo por tan excelente esclava.
Este volvió con ella entrada la noche y notó algo muy extraño.
Marta se había masturbado frenéticamente.
Podía notarlo en el olor de la habitación.
-¿Es esta la vida que deseabas tener?
-Sí, mi amo y señor.